You are on page 1of 2

FICCIONES EN TORNO A LA PENA CAPITAL.

El debate en torno a la pena capital, que suele reavivarse esporádicamente en torno a


alguna propuesta legislativa dirigida a lograr que un acto especialmente repulsivo para
la comunidad sea así sancionado, siempre ocasiona opiniones divididas. Así, las
objeciones de connotados juristas y otros especialistas a los intentos de modificar el
artículo 140° de nuestra Constitución, para poder aplicar la pena de muerte a los
responsables de violación de menores, fueron descalificadas por los autores o
adherentes a la propuesta modificatoria, considerándolas como “ideológicas”, “lejanas
a la realidad”, o “meros ejercicios teórico - doctrinarios””; o lo que es peor, como
parcializada con los criminales violadores, en desmedro de la niñez, la familia y otros
altos valores sociales.
Puesta entonces en el debate sobre el tema esta presunta dimensión “ideológica” o
“ideologizante”, así como la mayor o menor vinculación con la realidad de los
argumentos esgrimidos a favor o en contra, resulta interesante apreciar los fundamentos
esgrimidos en la Exposición de Motivos del Proyecto de Ley No.164/2006, que
recibiera tanta atención mediática. La misma se inicia con un alusiones al Código de
Hammurabi y a la Grecia y Roma antiguas, para luego aludir a Santo Tomás de Aquino,
quien sostuvo que “..de la misma manera que es conveniente y lícito amputar un
miembro putrefacto para salvar la salud del resto del cuerpo, de la misma manera lo es
eliminar al criminal pervertido mediante la pena de muerte para salvar al resto de la
sociedad.” Mas adelante se anota: “Quienes atacan a niños despojándolos de su
inocencia y del derecho de vivir su infancia con felicidad y tranquilidad, no pueden ser
llamados seres humanos. Se convierten en monstruos, en animales predadores tras su
presa.(..) son criminales pervertidos, depravados y crueles (…) ¿Cómo podemos
calificar de “ser humano” a los violadores de niños y adolescentes, seres degradados y
pervertidos que abusan de menores para satisfacer sus bajos instintos? ¡Podemos
reconocerles derechos humanos a los violadores que por su pervertido, cruel y
depravado accionar pierden toda dignidad y actúan como animales salvajes?” Sin que
pretendamos ahora objetar sobre lo añejas que resultan las referencias a Santo Tomás, o
la ya descartada metáfora de la sociedad como un organismo viviente y analizable a la
manera de las ciencias naturales, es evidente que el proyecto se adscribe a unas
concepciones criminológicas positivistas muy en boga a fines del siglo XIX y
comienzos del XX: la de los criminales determinados biológicamente, degradados física
y moralmente y por ello incorregibles. Sin embargo, no es esto lo que más llama la
atención. Lo que verdaderamente sorprende es que el proyecto asume sin ninguna
explicación esta perversión o degradación “natural” e irremediable en el delincuente, sin
que exista en ninguna parte de su texto algún sustento científico, ya fuera biológico,
antropológico, o en fin, naturalmente científico, que apoye una conclusión de ese tipo.
Sencillamente, se asume la incorregibilidad del agresor sexual por razones cercanas a
su naturaleza intrínsecamente perversa e infrahumana, sin que ello se demuestre con
apoyo de alguna ciencia natural.
Por otra parte, el proyecto pretende fundamentar una modificación constitucional en un
“clamor popular” por cierto, tampoco demostrado, asumiendo la defensa de las
víctimas. Así tenemos los siguientes pasajes: “Nos encontramos ante criminales
incorregibles e irredimibles que delinquirán nuevamente a la primera oportunidad que
se les presente (..)¡ Quiénes protegen a los niños y adolescentes violados? ¡No es una
obligación del estado proteger y garantizar la seguridad de potenciales niños y
adolescentes que pueden ser víctimas de los violadores? (..) Resulta paradójico que los
juristas y defensores de los derechos humanos defiendan a los violadores de niños y
adolescentes, so pretexto de la existencia de tratados internacionales sobre derechos
humanos, pero ¡quién defiende los derechos humanos de los niños y adolescentes
violados? ¡No es una de las principales responsabilidades de la sociedad y del
Estado?” A esto podría repreguntarse: ¿Se está asumiendo así ese rol protector?
Cualquier abogado con mediana experiencia en el litigio sabe lo difícil que es lograr en
nuestros juzgados y tribunales la efectiva reparación civil para la víctima de cualquier
delito. En nuestro sistema judicial el Ministerio Público termina defendiendo solamente
el interés punitivo del Estado, y el agraviado por el delito no tiene más camino que
constituirse en parte civil por sus propios medios. Tras la sentencia condenatoria firme
tendrá que esperar el pago de una reparación civil, improbable si el sentenciado cumple
sentencia en un penal. Menos probable, por cierto, será esa efectiva reparación si es
ejecutado por mandato judicial. ¿Donde queda entonces, el interés del Estado por
defender a capa y espada a las víctimas? Ellas igual quedarán desamparadas, pues no
existen en nuestro sistema mecanismos efectivos que permitan una real compensación al
daño sufrido.
Cabría agregar que tampoco el proyecto se toma el trabajo de analizar resultados en
términos preventivos generales. Así lo demuestra al anotar: “El tema no es si la pena
capital es disuasiva o no. Su imposición es el justo castigo que la sociedad impone a
estos desgraciados violadores.”
Vemos pues que los fundamentos de este proyecto presentan preconceptos no cotejados
con los hechos ni demostrados científicamente. Menos aún analiza las implicancias de
la aplicación de la pena capital en nuestro medio, o sus efectos preventivos o disuasivos.
Cabría preguntarse entonces: ¿Qué posición es más ideológica, teórica, ficticia o
alejada de la realidad?

Ricardo Antonio Vereau Montenegro


Abogado por la PUC.
Post grado en Ciencias Penales por la UPSMP.

You might also like