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Una cuestión de élites: el poder y la conmemoración.

(1810-1910)

El 25 de mayo de 1810 estalla una revolucióni en suelo americano, más precisamente en


Buenos Aires que por ese entonces era la capital del Virreinato del Río de la Plata. A la
deslegitimación del poder de la coronaii siguió el desprestigio del Virrey, a quien se obligó a
abdicar. Se formó una primera junta de gobierno que juró en nombre de Fernando VII y
encontró en la retroversión de la soberanía un elemento jurídico que no lesionaba
radicalmente la estructura de dominación colonial, pues la junta actuaría como gobierno
provisional hasta que el rey fuese liberado. En 1812 se formarían en Cádiz las Cortes, estas
exigían que las colonias se sumaran mediante santo juramento al nuevo modelo político
imperante, una monarquía constitucional. En los pensamientos de los hombresiii del XIX esa
revalidación del poder monárquico no significaba otra cosa que un retroceso que afectaba
política y sobre todo económicamente a la flamante y nueva élite americana. El quiebre
revolucionario era inminente y necesario, ¿cómo podrían aquellos hombres perder los
privilegios que habían obtenido?
La autonomía política era todo un reto que lejos de esclarecer el camino, imponía una total y
completa incertidumbre y aunque muchas son las problemáticas que afloraron en ese
momento quiero quedarme con una en particular. Halperin Donghi ilumina el camino de
nuestro análisis con una gran pregunta: “¿quiénes son los administradores del poder?”1 La
pluralización presente en la pregunta no es mera casualidad, por el contrario, de una manera
un tanto picaresca el autor hace referencia a un número de personas (que por cierto
desconocemos) que ocupan lugares en el poder. Es evidente, el poder ya no es monopolizadoiv
por una única figura. Rousseau nos dice en su Contrato Social que:

“Así como la naturaleza ha dado al hombre un poder absoluto sobre todos sus
miembros, el pacto social da al cuerpo político un poder absoluto sobre todos los
suyos.”
(Rousseau, J.J. “Capítulo IV” en El Contrato Social.)

El pacto social no existe, o al menos no sobre toda la territorialidad del Río de la Plata. Pues la
heterogeneidad estructural y los fuertes sentimientos regionales de los que nos habla

1Halperin Donghi, T. Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla. Bs.As. Siglo XXI.
1972, p.432.
Chiaramonte dificultaban tal proceso. La misma segmentación sufrían los cuerpos políticos y
que no nos resulte extraño, hacía 1820 la desunión de las provincias formaría Estados
autónomos que tendrían sus propias cartas constitucionales y regirían sobre su territorio la
soberanía y violencia simbólica. Las relaciones de poder en las que tanto insiste Foucaultv son
interesantes para pensar la vida política de los hombres del XIX, y es que no importa tanto
quién ocupe los lugares de poder sino a favor de quien falle. En otras palabras, no importa
quién posea la lámpara mágica sino a quién favorecerá con sus deseos.

La arquitectura política del XIX

“La emergencia de la nación como fundamento y/o correlato de los Estados nacionales y del
nacionalismo es un fenómeno moderno, que nace en las postrimerías del siglo XVIII”

(Chiaramonte, J.C.” Elogio de la diversidad” en Encrucijadas, N° 15, enero de 2002. p.53)

La nación es una emergencia para las élites dirigentes del siglo XIX que utilizarían el
Estado nacional como fundamento teórico de su perpetuación en el poder. No es
casualidad que Hobsbawm reconociera en el período 1830-1878 el proceso de
construcción de los nuevos Estados nacionales. Son construcciones, sofisticados modelos
de la arquitectura política de la época que servían a unos pocos privilegiados. El Estado
sería el gran marco y la identidad nacional el “reflejo de un proceso histórico de
construcción de la unidad política del país, iniciado hacía 1810 y en gran parte
completado hacía fines de esa centuria”2.

El proceso es muy complejo porque muy alto era el grado de dificultad, ¿de qué manera
se podrían aglutinar los fuertes sentimientos regionales y las costumbres culturales
europeas que acarreaban consigo las olas inmigratorias que llegarían al país en busca de
una vida más dignavi? Si bien las ajadas pero aún vigentes (al menos parcialmente)
estructuras culturales derivadas del ciclo colonial español crearon lazos unitarios más o
menos fuertes entre los distintos pueblos que conformaran el universo rioplatense, lo
cierto es que ninguno de ellos era capaz de producir identidades de carácter nacional.
Siguiendo a Altamirano podemos entender que una sociedad sólo puede reproducirse

2 Chiaramonte, J.C.” Elogio de la diversidad” en Encrucijadas, N° 15, enero de 2002.p. 54.


como nación en la medida en que el individuovii es constituido como ciudadano del Estado
nacional desde las distintas instituciones (como la escuela o la familia) y de diversas
prácticas cotidianas. En argentina, “el Estado y sus instituciones, desde la escuela al
ejército, fueron los agentes de la acción transculturadora orientada a inculcar, pero
también a desarraigar, a subordinar o absorber”3. Bourdieu nos habla de ‘habitus’,
procesos de interiorización de lo social en los sujetos por medios de sistemas de
costumbres no conscientes.

El proceso es realmente desgarrador y la escuela ha sido el instrumento por excelencia


mediante el cual el Estado ha contribuido a la formación del habitus. Carretero (2007,
p.36) nos habla de la creación del sentimiento de pertenencia de los cachorros a una
manada mucho más amplia que la propia familia: su grupo es la nación y su patria. En el
proceso de enseñanza-aprendizaje del XIX, los niños en edad escolar eran expuestos a
una fuerte diferenciación. Pues la escolarización y subsiguiente representación de una
nacionalidad que aún era débil, significaba la existencia de un ‘nosotros’ que se
contraponía a un ‘ellos’. En este ‘templo del saber’ los contenidos eran asignados por la
dirigencia política que hacía 1884 sancionaría la Ley de Educación Común Nº1420viii con
una clara premisa: educación obligatoria, gratuita y laica para todos. No obstante, aún
luego de todo “el problema de la identidad aflora de diferentes modos: mestizajes o
hibridaciones locales, grupos étnicos, religiosos y culturales minoritarios que emergen en
el escenario del multiculturalismo”4. Aunque la nación se presente como unificada, es en
realidad un conglomerado de grupos caracterizados a partir de rasgos propios y más bien
absolutos, cuyas historias son narradas en pequeños relatos que siguen construyendo
identidades, es curioso pensar que exista un único relato siendo la Historia tan subjetiva y
siempre utilizada en pos de alguien específico: “la historia es, precisamente desde el siglo
XIX, mucho más que una disciplina académica: se trata, insistimos, de una herramienta
cultural organizadora de la experiencia temporal de la vida y capaz de fijar identidades”5.
En síntesis, la cultura argentina no es una esencia sino más bien una historia, al igual que
su identidad que posee una dimensión imaginaria.

3 Seoane, M. Ponencias. P.28


4 Carretero, M. Documentos de identidad. La construcción de la memoria histórica en un mundo global. Bs.As.,
Paidós, 2007, pág 48.
5 Ídem, p. 40.
Conmemoraciones

“A partir de 1880 ya es claro que desde la elite comienza a proponerse un nacionalismo de


corte culturalista, esto es, que ser argentino implica estar dentro de los marcos de las leyes
nacionales, pero además y en especial estar imbuido de una cultura nacional”

(Terán, O. Historia de las ideas en la Argentina. Siglo XXI. Bs.As. 2008, p.172)

La elite dirigente cerraría filas hacía 1880 y se alinearía de manera más o menos general hacía un
objetivo claro: terminar de consolidar al Estado nacional en todo su esplendor sin descuidar nunca sus
intereses personales y grupales. La liturgia cívica sería una forma de espectáculo y presentación de la
patria y por supuesto, quienes no estaban allí no formaban parte. El ritual patriótico se realizaba (y se
realiza aún hoy) en las escuelas y también en la vida pública, la plaza de mayo es el gran símbolo
revolucionario del Estado nacional y en ella se realizaron a lo largo de toda la centuria diversas
conmemoraciones que son un tipo especial de acontecimiento en el que se celebra algo distintivo. Así,
las “fiestas patrias no las imponen los historiadores, aunque pueden ayudar a legitimarlas. Las imponen
las élites políticas y son consagradas por el tiempo, los usos y las costumbres que terminan por hacer
evidente lo que en el origen es una pura convención”6 .

No debemos caer en el error de pensar que la repetición de la conmemoración signifique la repetición


de su significadoix o importancia tanto para sus promotores como para el público. Si bien es verdad que
cada uno de los gobiernos sucesivos luego de 1810 x utilizó la conmemoración también es veraz que cada
uno la ha utilizado a su antojo, ya que “los orígenes colectivos se fabrican con el material disponible y
varían según el clima de las ideas y la suerte de sus promotores”. Así, mientras en la primera mitad del
siglo XIX (salvo en el período de Rosas) las celebración de las fiestas patrias en la plaza de mayo
resultaban coloridas y bulliciosas, durante el mandato de Mitre se volvieron solemnes, perdieron su
espontaneidad y exhibían un alto grado de jerarquización social.

Quisiera también hacer énfasis en la cuestión escolar, más precisamente en el acto escolar en forma de
efeméride. Si Carretero expone la cruda eficacia de la escuela del siglo XIX para formar consciencias,
Dussel y Southwell van más allá al conceptualizar el acto escolar como ritual. El ritual que está cargado
de un sentido específico, muestra a las escuelas en conexión con la comunidad más amplia que podría
encontrar, la nación. Sin embargo, son “rituales rígidos, pensados para asimilar a una identidad nacional
pensada también de forma rígida” 7 . En esa ritualización del festejo patrio algo se pierde, la

6 Devoto, F. “Conmemoraciones poliédricas: acerca del primer Centenario en la Argentina” en Conmemoraciones,


patrimonios y usos del pasado. Comp. Pagano, N. & Rodríguez, M. Bs.As. 2014, p.19.
7 Dussel I., Southwell M. “Los rituales escolares: Pasado y presente de una práctica colectiva”, en Revista El monitor

Nº21, 5º época, junio 2009.


esquematización que año tras año se repite aburre a los alumnos y muy bueno sería encontrar nuevas
representaciones que conmuevan e interesen.

Las conmemoraciones fijan fechas arbitrarias que no son más que una construcción ideológica, en cada
una de esas fechas celebramos cuestiones simbólicas de sucesos trascendentales de nuestra historia y
también festejamos la existencia pasada de los grandes hombres de la patria, los próceres. En la
mitología griega, los héroes eran los superhombres que se encargan de luchar contra las fuerzas del mal
y la desesperanza, si en el siglo XIX Buenos Aires se autoproclamaba ‘la Atenas rioplatense’, ¿por qué
habría de extrañarnos que se utilizaran también elementos simbólicos del viejo continente? “El héroe.
Por otro lado, en una tradición que nace con Occidente mismo, con los poemas homéricos (La Ilíada xi, la
Odisea), en el origen de toda comunidad, en el principio de la historia hay una epopeya. La epopeya es
el conjunto de hechos grandiosos y aun maravillosos protagonizados por un pueblo” 8. San Martín es el
gran héroe, coronado ‘padre de la patria’, su nombre se encuentra en miles y miles de calles de toda la
Argentina. Este militar, dueño y señor de la campaña de independencia fue la pieza fundamental para
representar al país unificado, otra de las grandes representaciones impuestas desde arriba.

Después de todo resulta un poco frustrante escribir sobre estos temas, es que uno tiene en su cabeza
todo un esquema ideal construído, pero como toda construcción puede derrumbarse (y a eso apunto).
La Argentina como hoy la conocemos es una construcción política e ideológica de los distintos grupos de
la élite que abrazaron el poder en el siglo XIX. La nacionalidad no es otra cosa que un intento de
unificación de la población que tiene como objetivo primordial generar en nosotros el sentido de
pertenencia que será reforzado con diversos elementos: escudos, himnos, banderas, colores, cantos
patrios, poemas, conmemoraciones, héroes. Las estructuras simbólicas creadas en el XIX perdurán en
nuestros días y forman parte de nosotros. De todas formas sigo preguntándome: ¿Quiénes somos?

8
Terán, O. Historia de las ideas en la Argentina. Siglo XXI. Bs.As. 2008, p.176.
NOTAS

i
Una de las tantas que hubo, el más fuerte antecedente del continente hasta ese entonces era la
revolución norteamericana que culminó en 1776 y a nivel intercontinental la revolución francesa de
1789.

ii
A las invasiones inglesas de 1806/1807 se le sumó la invasión napoleónica a España y posterior captura
de una de las máximas figuras de la monarquía europea, Fernando VII. La crisis de legitimidad
desencadena meses después en el Río de la Plata sería insostenible.
iii
Cabe aclarar que no intento mediante este texto establecer generalizaciones, los detalles que
justamente interesan y enriquecen el análisis son los más dispares y controversiales, los que generan
comparaciones y desplazan viejas ideas historiográficas. De tal manera, no existía una voluntad
homogénea que estuviera de acuerdo con la autonomía política respecto de la corona española, como
en cada caso estudiado existe, convenientemente, una marcada heterogeneidad.
iv
O al menos no lo sería hasta el primer y segundo mandato de Rosas, el caudillo terrateniente
bonaerense implementaría un régimen de terror absoluto aunque encontraría fuertes resistencias en
Santa Fe y Entre Ríos.
v
Foucault conceptualiza el poder y hace de él un objeto transversal de análisis en sus obras trabajando
diversos temas como política y sexualidad, entre otros.
vi
Paradójico es que europeos llegaran al país en busca de una mejor vida, es que los inmigrantes que
arribaron provenían de España, Italia y demás países sin el peso específico de Gran Bretaña o Alemania.
El proyecto inmigratorio es fuertemente criticado por el mismísimo Sarmiento, quien temía que en
manos de estos nuevos habitantes se encontrara una nueva colonización, tanto política como cultural.
vii
La individualización es un proceso típico de la modernidad y los Estados nacionales, el sujeto existe y
es uno.
viii
La 1420 batalla con diversos frentes, por un lado con la deserción escolar y las enseñanzas
particulares de inmigrantes europeos, por otro lado con el gran poderío de la iglesia católica.
ix
De hecho, según Signal tampoco podemos confiar en su eficacia, ya que no toda invención de una
tradición asegura su éxito.
x
Tengamos en cuenta que no podemos hablar de un Estado nacional recién a fines del siglo, y si bien en
el 1853 la Constitución intentaba unificar, aún existían estados soberanos como es el caso de Buenos
Aires, de manera que los gobiernos de cada provincia actuaban como si fuesen estados en el sentido
estricto de la palabra.
xi
Recomiendo la lectura de la obra maestra de Homero para profundizar las cuestiones simbólicas de la
grecia antigua, además de disfrutar de sus espectaculares pasajes.

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