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Jess Jduregui® Quo vadis, Mesoamérica? Primera parte La inestigacin moderna, levada a cabo por ..] Nondensibld, Rive, ‘rickeberg y muchos ors, a demesrado gue la América indigena los de ‘haber sido "ion mundo spare evolucionando sobre sf mia, siempre fue, en mayor 0 menor scala, lo gue ex hoy en da: parte del mundo (Kirchhoff, 1944e: 228), EI Kirchhoff de 1937-1943: entre la escuela alemana- vienesa de los circulos culturales, el enfoque estadouni- dense de las dreas culturales y el autoctonismo nacionalista de la antropologia mexicana 1 enfrentar la tarea de analizar cudl es la teorfa y ef método sub- yacentes a la nocién de Mesoamérica, Vazquez Ledn (2000) pretende haber descubierto que, en lo fundamental, se trata de la propuesta de Fritz Graebner (1877-1934), desarrollada en su manual de Metodologta etnolé- sgica (1940 [1911]), “la piedra angular de la escuela hist6rico-cultural de etnologia” (Baumann, 1975 [1968]: 197). Llama a una reflexién el hecho de que Paul Kirchhoff (1900-1972), un autor con gran reputacién de maraista en el medio antropolégico mexicano (Jiménez Moreno, 1979: 12, 15 y 21; Garcia Mora, 1996: 227; Garcfa Mora, Manzanilla y Monjaraz-Ruiz, 2002: 27; Rutsch, 2000: 43), haya elaborado su obra més célebre —el ensayo sobre Mesoamérica (1943), admitido “como articulo de fe nacionalista y a veces hasta izquierdista” (Vazquez Ledn, 2000: 183; Garcfa Mora, 1979)—, con base en la tan criticada y, en algunas varian- tes, detechista problemitica de los “circulos culturales” (Kuleurkreislehre). Al respecto, Rutsch sefiala que “Mis de un colega es victima del des- concierto ante las ‘incomodidades’ conceptuales de su antiguo maestro, quien, encima de todo, no ofrece explicacién alguna entre la aparente incongruencia entre sus convicciones y militancia politicas izquierdistas y sus conceptualizaciones aparentemente derechistas” (2000: 44). En tanto que para Véequer, Leén: Coondinacién Nacional de Difusién, INAH. En realidad, desde su primera presentacién piiblica fen México] (Kirchhoff, 1979 [1937]: 17) quedé claro que su discurso marxista (2000; 182). [...] tan difusionista extremista era el Kirchhoff de 1937 [“Emologia, materialismo histérico y meétodo dialéetico”] como el de 1971 (Principioseseructu- rales en el México antiguo]. No existe la separacién entre tun “Kirchhoff joven” y un “Kirchhoff viejo”. Esa inter- pretacién simplista {..,] se ha inventado para [...] el apuntalamiento de una Mesoamérica como proposicién incorregible [...]. Mesoamérica como concepto kirch- taba sobreexpuesto al difusionismo hoffiano es incomprensible sin la “finalidad teérico-siste- mitica’ de Graebner y otros seguidores de la historia cultural alemana y austriaca (2000: 186-187). Independientemente de las diferencias en matices aclaradas por el propio Kirchhoff (1956, apud Vazquez Leén, 2000: 189; ibidem: 170 y 182) y por Heine-Gelder (1964)—, es probable que este autor fuera consciente de que la versién que circulaba en el medio académico mundial era la actualizacién del método de Graebner, preparada un cuarto de siglo més tarde por el Iider de la escuela de Viena, The Culture Historical Method of Ethnology (Handbuch der Methode der kulturhistorischen Ethnologie) (Schmidt, 1939 [1936}), que en su edicién estadounidense aparecié con el subtitulo inadecuado de The Scientific Approach to the Racial Question. Segiin Jiménez Moreno (1979: 13), la formacién antropolégica de Kirchhoff en la década de 1920 estuvo vinculada de alguna manera con obras de la escuela de Wilhelm Schmid, quien, para algunos, “Perfeccioné la teoria de Graebner sobre los Kiulturkreise” (Henninger, 1976 [1968]: 496) mien- tras que, para otros, “absorbié la doctrina de Gracbner en su versién més extrema y dogmitica; [pues su] Cultural Historical Method of Ethnology contiene muchas observaciones sabias acerca de la precaucién que debe ser tenida en cuenta en la aplicacién del método. Pero, en la préctica, él fue proclive a desaten- derlas” (Heine-Geldern, 1964: 414). Gracbner, en colaboracién con Bemhard Anker mann (1859-1943) habfa desarrollado y sistematizado las propuestas iniciales de Friedrich Ratzel (1882, 1888-1889 [1885-1888] y 1893, entre otros textos), fundador de la antropogeografia, y de su alumno Leo Frobenius (1898) y habfa logrado una sintesis cohe- rente del método histérico cultural en 1911 Paralelamente, el método se habia venido aplicando a Oceania (Graebner, 1905 y 1909a), Africa (Anker- mann, 1905) y Sudamérica (Schmidt, 1913). Este tilti- mo autor habia publicado una extensa y elogiosa reseiia, del libro metodolégico de Graebner en la revista Anihropos (Schmidt, 1911). Ast, “La concepcién del Kulturkreis (circulo cultural) fue creada por Frobenius, pero fueron los articulos de Graebner y Ankermann de 1905 los que marcan el inicio de una escuela definida de pensamiento basada en este principio” (H. Geldern, 1964: 412). Si bien Graebner “nunca hizo trabajo de campo” (Baumann, 1975 [1968]: 197), habia publicado una ‘monografia histérico cultural sobre la Islas de Santa Cruz (1909b), pero “perdid varios afios cuando fuc mantenido como prisionero de guerra en Australia [de 1914 a 1919]” (Schmidt, 1939 [1936]: 62); “Esto le sucedié porque inmediatamente antes del estallido de a [Primera] Guerra [Mundial] habja aceptado la invi- tacién oficial del gobierno faustraliano) para asisitir a ‘un congreso internacional” (ibidem: 86). Luego publi- 6 su sintesis sobre la etnologia (1923) y “una teorla general de la historia [Graebner, 1925 [1924]), segin Ja cual una antigua cultura muy avanzada se habia difundido por los dos continentes” (Baumann, 1975, [1968]: 197). En lo que se refiere a las publicaciones, puede conside- rarse que la teorfa (de los Kulturkrete] précticamente no cexistié [en Alemania). Probablemente no es incorrecto decir que en Alemania la influencia directa de la teorla del Kulurkreis fue muy superficial, En Suiza no exists Peto en Austria la cuestién fue muy diferente (Heine- Geldern, 1964: 413). Schmidt justifica la publicacién revisada y actualiza- da del ‘método etnoldgico”, basada en sus clases sobre el libro de Graebner en la Universidad de Viena (en 1932-1933), por el hecho de que este autor, desde 1928, “habfa quedado mentalmente muerto a causa de una enfermedad no diagnosticada” (1939 [1936]: XXD, hasta su fallecimiento en 1934, Por otra parte, el texto de Graebner era sumamente conciso, con fre- ccuencia oscuro y leno de pasos en los que se traslapa- ba el desarrollo del argumento. “Una de las razones que incitaron al doctor Schmide a escribir este libro sobre metodologia [etnoldgical era la dificultad para enten- der el trabajo de Graebner (incluso para la gente de habla alemana) sobre el mismo tema” (Sieber, 1939: XXVIE-XXVIID). Sobre todo, Schmidt argumentaba que, desde la aparicién del método de Graebner en 1911, “la etnologia habia logrado progresos significati- vos en cada aspecto. Estos progresos han servido para desarrollar y perfeccionar el mécodo mismo, y el desa- rrollo del método ha incrementado las posibilidades de la ulterior investigacién etnolégica productiva” (idem). En el prefacio, Clyde Kluckhohn (1905-1960) denunciaba {..] las lamentables confusiones y malentendidos sobre la “escuela histérico cultural” faustriaco-alemana], que han sido tan usuales entre los etélogos de habla inglesa. “Gracbner” y “Schmide” son nombres que surgen fre- ‘eutentemente en las conversaciones de pasillo de mis cole- gas en este pats [Estados Unidos] ¢ Inglaterra, pero —si ime puedo permitir la ingenuidad— aparece como una deduccién burda, a partir de mis “notas de campo” sobre tales conversaciones, que estos autores han sido mds pla- ticados que leidos (1939: v). EL libro de Schmide consticuyé “una exégesis dili- gente de Graebner con una elucidacién detallada de muchos de los temas involucrados. Las correcciones, modificaciones y afiadidos del padre Schmidt propor- cionan la més reciente formulacién y el conjunto offe- ce una guia completa y conveniente para todos los aspectos del método histérico cultural” (ébidem: VD) Para la edicién del mérodo de la “Escuela de Gracbnet-Schmide”, este tiltimo autor se basé también en investigadores que habfan aceptado y puesto en préctica las ideas de Graebner, como Pinard de la Boullaye (1929 [1922 y 1925]), en Francia, y van Bulck (1931), en Bélgica. Contd, asimismo, con la colaboracidn en algunos capitulos de otro importante antropélogo, Wilhelm Koppers (1886-1961). Kluckhohn encomiaba el libro, ya que [...] los puntos més fuertes son precisamente los mis débiles de nuestra antropologia en este pals [Estados Unidos} (en la medida en que se puede generalizar). Estamos orgullosos (con razén, asi lo considero) de nues- tro escrupuloso trabajo de campo. Pero la investigacién de biblioteca (y, en buena medida también, la de museo) se ha realizado con menos intensidad y extensién que en Europa y con menos atencidn a los ednones de procedi- miento, Este es, con seguridad, el tratado més exhaustivo sobre estas precisiones de detalle tanto acerca de las fuen- tes materiales como sobre la légica de inferencia [..J. La presente traduccién estimularé a los antropélogos cultu- rales de habla inglesa hacia una mayor articulacién y una consideracién més sistemética de los problemas del méto- do y la weorfa (idem). En todo caso, la denominada escuela histérico cul- tural, independientemente de sus variances, coincidia en su rechazo a la doctrina prevaleciente de “una evo- lucién multilineal, paralela, independiente, pero idén- tica en Jo esencial, como resultado de innatas leyes inconscientes [el gracioso expediente de la unidad pst- quica de la humanidad, para cuyo postulado] cuando se descubren rasgos culturales semejantes, se debe pen- sar que se han desarrollado independientemente por sgeneratio aequivoca” (Heine-Gelden, 1964: 410-411). Pero, regresando a la hipdtesis de Vazquez. Ledn, basta una somera comparacién de los manuales de Gracbner y Schmidt con el breve ensayo de Kirchhoff sobre Mesoamérica, para concluir que, de manera manifiesta, &ste no corresponde al refinamiento y rigor logrados y propuestos por el método hist6rico culeural, Sin embargo, debe quedar englobado dentro de su enfoque general pues constituye el “contexto concep- tual mas amplio de Mesoamerica, concepto nacido al amparo de la historia cultural alemana” (Rutsch, 2000: 38). Segtin la apreciacién de Carrasco, la propuesta de Kirchhoff [uJ es y fie desde el comienzo, un problema algo chi- quito y poco tebrico [...]s aunque digo que no considero fa] Mesoamétiea {...] como un concepto de gran pro- fundidad te6rica, es indudable que si hay que discutir cuales son los fundamentos tedricos [...] para definir cl 4rea [cultural] de Mesoamética. [...] Kirchhoff se intere- saba en problemas de estratificacién social, de origen del ey Estado, del parentesco, pero esto no aparece en la defini- cién de Mesoamérica. [...] en la clasificacién de Kirchhoff [..] la definicién del érea se convierte en una biisqueda y enumeracién de rasgos [distintivos], rasgos sucltos, que estin sueltos porque el investigador los ha soltado del complejo en el que se encontraban [...); es tuna lista de rasgos individuales y esto se conecta natural- ‘mente con los estudios de distribucién de rasgos culeura- les y con problemas de difusi6n (1990 (1985]: 202-204). Este testimonio es de suma trascendencia, ya que Pedro Carrasco Pizano (1921), transterrado desde Es- pafia a México, fue uno de los alumnos de la Escucla Nacional de Antropologia e Historia (ENAH) que, a prin- cipios de la década de 1940, colabord con Kirchhoff en Ja revisidn de las fuentes del siglo xvt para encontrar la vigencia en los diferentes grupos nativos de la lista de determinados rasgos culturales que el profesor habia esta- blecido de antemano (con algunos colegas y alumnos), sin discutirlos con todos ni explicarles cudl eta la finali- dad del ejercicio escolar (Comunicacién personal, 1985). Existen varios testimonios orales segiin los cuales un grupo de estudiantes ditigidos por dl se dedicé a “peinar” varia ftentes histéricas, hasta ahora no identificadas ple- ‘namente en ninguna publicacién sobre el tema [...]. Una de las estudiantes que participé en el proyecto, sin recibir crédito alguno por parte de Kirchhoff por cierto [como todos los dems), fue la sueca Barbro Dahlgren. Segiin su testimonio publicado, el etdlogo alemn se basaba en datos localizables en el espacio y en el tiempo, para con ellos aplicar un método geogrifico histérico y lingtistico pata identifica elementos culturales “diagndsticos”, Con base en tales elementos, establ rales en ef marco continental. De ese modo, él fue abar- cando, uno por uno, los diversos niveles socioculturales cn Amética, desde aquellos de los pueblos de Baja California hasta los de las alas culturas. Los indicadores ‘que utilizé variaron segtin el nivel de desarrollo de los pueblos estudiados (Garcia Mora, 2000: 74-75). reas y subéreas cultu- Asi, “Al parecer, desde 1939 Kirchhoff empezd su vasta encuesta de rasgos y complejos distintivos que le permitié concebir Mesoameérica, finalmente ayudado por varios estudiantes y, segtin se sabe, con al menos la cerca- 6 nia critica de Wigherto Jiménez Moreno” (ibidem: 75).. EL testimonio de Ricardo Pozas indica que el to Weitlaner-Jiménez Moreno-Kirchhoff trabajaba en equi po; de hecho, Weitlaner declararia que dicho equipo esta- ba preparando en 1942 un listado de rasgos culturales para la claboracién de areas culturales en México, de ‘manera muy semejante a los trabajos dela Universidad de California en Berkeley (apud Rutsch, 2000: 42). Robert Julius Weitlaner (1883-1968), aunque era de origen austriaco, tampoco era seguidor ni estaba fami- liarizado directamente con la escuela histético cultural. Habia iniciado su formacién antropolégica, de manera informal, con Franz. Boas (1858-1942), Robert Lowie (1883-1957) y Edward Sapir (1884-1939), durante su. residencia en el noreste de Estados Unidos, entre 1909 y. 1922 (Castro, 1988: 518). Luego, a partir de 1930, se habia formado como antropélogo en México. con Alfonso Caso (1896-1970), Eduardo Noguera (1896- 1977), George Clapp Vaillant (1901-1945), Pablo Gonzélez Casanova (1889-1936) y Jacques Soustelle (1912-1990) (Weitlaner, apud Pompa y Pompa, 1966: 32). Bajo la direccién de Hermann Beyer (1880-1942), antes de 1927, también siguid cursos sobre cédices (Castro, 1988; 520). Finalmente, “primero a través de su. yerno Jean Basset Johnson [1915-1944] y luego a través de su hija Irmgard [1912], ‘curs6” gran parte de la carre- ra de antropologia como sc impartfa en Berkeley a fina- les de los afios de 1930 y principios de 1940” (Dalhgren, 1966: 26). Weitlaner se declaraba seguidor del método cuantitativo de elementos culeurales de Kroeber y de los métodos descriptivos de culturologia de Boas y Kirchhoff (apud Pompa y Pompa, 1966: 33). En parti- cular, “aplicé aqui [en México] el método de anélisis cuantitativo elaborado por [Stanislaw] Klimek [en Berkeley (1935)] para los estudios de distribucién y con- centracién de datos etnogréficos” (Dalhgren, 1966: 26) Beyer tampoco era participe del método histérico cultural; de hecho, Caso considera que este mexicanis- ta —fundador de la revista El México Antiguo en 1919 y de quien fue alumno en 1924— habfa sido autodi- dacta y discfpulo indirecto de Eduard Seler (1961 (1943): 24). Por su parte, Wigberto Jiménez Moreno (1909- 1985) habfa sido atrafdo a la antropologta por Caso en 1933 y enviado por él a Harvard para que cursara estu- dios, en 1934-1935, con Alfred M. Tozzer (1877- 1954), Emest A. Hooton (1877-1954), Roland B. Dixon (1875-1934) y Carleton S. Coon (1904-1981); de esta manera, si bien fue condiscipulo de Gordon F Fkholm (1909-1987) y Clyde Kluckhohn (Jiménez Moreno, 2004 [1978]: 36) —quienes se adhirieron Iuego a perspectivas difusionistas— ése no fue su caso. El propio Jiménez. Moreno aclararfa que el térmi- no Mesoamérica fue acufiado a propuesta de él: “Me toed actuar de padrino sugiriendo el nombre con que Kirchhoff bautizé su criatura” (1979: 15). Mas atin, este autor considera que, al menos en lo referente a la regidn noroccidental, la delimicacién cultural de Kirchhoff constituye una continuacién de los traba- jos de Othén de Mendizébal (1928-1929), Beals (1932) y Kroeber (1939) (1975: 471 [941-942]-472 (943-944]). “La contribucién medular de Kirchhoff consistié en afinar la ya avizorada demarcacién y composicién énica de Mesoamérica y determinar cudles eran sus caracteres culturales” (jbidem: 472 {943)). Figura 1. "Mesoamérica y las reas eulwroles de América”, opud Vive, 1946: 65, Regresando a la cuestién del enfoque teérico, en Estados Unidos la propia investigacién etnogréfica habia desarrollado una corriente especial sobre las dreas culturales. Bl pionero habia sido Otis. Mason (1895, 1899 y 1907). Las reas de Mason, reformuladas por G. Holmes (1914), fueron la base para el tratamiento fundador de Clark Wissler (1917) ys posteriormente, de Kroeber (1939). De cualquier manera, es correcta apreciacién de este tiltimo en el sentido de que “el con- cepto de Area cultural fue una formulacién comtin de casi la escuela completa de antropologia estadouniden- se” (Kroeber, 1931: 250; apud Harris, 1969: 374). Se les, En Europa, la misma tendencia condujo al surgi- miento de la nocién de Kuleurkreise, 0 Circulos euleura- les, complejos mis extensos de rasgos que han perdido su unidad geogréfica originaria y ahora estén dispersos a lo largo del mundo (Harris, 1969: 373). ‘Asi, tendencialmente, se presentaban diferencias entre la escuela estadounidense y Ia alemana-vienesa en especial en lo referente al énfasis de la difusién 0 la autoctonfa cultural, el tamafio de las éreas a tratar y el método a seguir: debe resaltar, sin embargo, que el recurso a lis- tados exhaustivos de rasgos culturales para definir las dreas con base a coeficientes de similitud fue iniciado por Kroeber (Kroeber y Driver, 1932; apud Harris, 1969: 376) Si bien las propuestas de la escuela hist6ri- o cultural europea se encontraban en un esta- do de mayor sistematizacién tedrica, no se oponian del todo a los avances de la escuela estadounidense en lo referente a las 4reas cul- turales. De hecho, no habfa mayor confronta- cién de los boasianos con la escuela de ras Escuela estadounidense Greas culturales “reducidas” desarrollo cultural “autécto- no" (particularismo histérico) reas delimitadas por fronte- listado de rasgos culturales Escuela alemana-vienesa Greas culturales amplias desarrollo cultural por difu- sién a gran escala circulos culturales globales y dindmicos andlisis de complejos concre- tos Gracbner-Schmide —“eran criticos, pero no antipati- cos"—, cuando con otras corrientes difusionistas, como las britdnicas, eran francos contendientes (Harris, 1969: 379). Mas atin, habia bastantes corres- pondencias entre las propuestas de Wissler y Kroeber con las de Ja escuela alemana-vienesa y Kluckhohn habia sido alumno de Schmidt en Viena (sbidem: 389); mds atin, publicé un articulo sobre la escuela de los cft- culos culturales (1936) en la revista American Anthropologist. Por su parte, Schmidt juzgaba que los antropélogos estadounidenses Hlegarian, conforme avanzaran en la discusibn te6rica de la problemstica de las éreas cultu- rales, a posiciones més préximas a las de la escuela his- t6rico cultural (1939 [1936]: 36-71). En sintesis: En los Estados Unidos el pensamiento difusionista cul- min6 en la elaboracién de un concepto de éreas cultura- les, en tanto unidades geogedficas relativamente pequeias bbasadas en la distribucién contigua de elementos culeura- 8 La Segunda Guerra Mundial cambié drésticamente el panorama de la relacién con la antropologia de los paises de lengua alemana. La cultura alemana fue estig- matizada —en lo general y en lo particular, como era el caso de las perspectivas antropoldgicas— de manera severa y dogmatica por Estados Unidos y sus pafses satélites. El asunto llegé al nivel de la integridad de las, personas, como fue el caso sonado de Beyer, quien habfa ingresado en 1927 en calidad de asociado en Arqueologfa en el Middle American Research Institute de la Universidad de Tulane, en Louisiana, “EI Dr Beyer [...] eta Fellow de la American Association for the Advancement of Science” (Wauchope, 1961 [1944]: 33), “Al estallar la guerra, Beyer, que no habfa perdido su nacionalidad falema- nal, tuvo que ser Ievado con otras personas a un campo de concentracién...” (Caso, 1961 [1943]: 25). “Dr. Hermann Beyer, noted archeologist, died. last December 6 [1942] at the Army's Stringcon Camp for interned aliens in Oklahoma” (apud Gropp, 1961 [1959 (1943)]: 36). A Kirchhoff, “Por su posicién ideolégica adversa a Jos nazis, le privaron éstos, en 1939, de la ciudadanfa alemana, y en 1941 se naturalizé como mexicano” (Jiménez Moreno, 1979: 12). La Mesoamética zde Kirchhof® E trabajo de Kirchhoff sobre las éreas culturales de ica debe ser analizado bajo las determinaciones cin hist6rica particular. El Comité Interna- cional para el Estudio de Distribuciones Culeurales en ‘América fue establecido en Ia primera fase del XXVIL Congreso Internacional de Americanistas, ralizada en Ja capital mexicana en 1939 —del cual habia sido pre- sidente Caso—, y ese mismo afio su primera “sesién se reunié en México [...] por invitacién [del mismo] Caso, el entonces flamante primer director general del INAH” (Vazquez Leén, 2000: 181). Para Gonzélez Jacome, la concepcién original de Mesoamérica corresponde a “Kirchhoff, sus colegas [Roberto Weitlaner y Wigherto Jiménez Moreno] y discipulos [Barbro Dahlgren, Ricardo Pozas, Pedro Carrasco y Fernando Camara, entre otros)” (2000: 122). Pedro Armillas jugé un papel intermedio, entre colega menor y alumno avanzado (Jiménez Moreno, 1979: 15; Lorenzo, 1991: 20). Esta autora aclara que no busca minimizar el papel relevante del antropélogo alemén “en el montaje del concepto” (Gonzéler Jécome, 2000: 122). Sin embargo, la “proposicién que incluye el considerar la discusién [de la definicién de reas y superéreas culturales en el continente ametica- no] a través de establecer tres grandes grupos de distri- bucién de rasgos culturales: 1) elementos exclusivos del 4rea, 2) elementos comunes del tea y de otras superé- reas culturales de Amética y, 3) elementos que se signi- fican por su ausencia en el érea” (ibidem: 126-127) fue claborada por el Comité designado por el Congreso Internacional de Americanistas (ibidem: 127; Kirchhoff, 2002 [1943]: 48), con sede en el Instituto Panamericano de Geografia e Historia y apoyado por el INAH y el Departamento de Antropologfa del Instituto Politécnico (Vivé, 2002 [1940]: 42). Sus miembros eran —ademas de los mencionados, residentes en México— E. A. Hooton, Alfred L. Kroeber, Carl O. Sauer y Julian Steward —residentes en Estados Unidos— y Sigvard Linné (Estocolmo), Paul Rivet (Paris) y Antonio Serrano (Buenos Aires) (Kirchhoff, ed., 1941: 13). Sin duda, Kirchhoff fue designado como secretario del Comité referido, porque era el més indicado para constituirse en el comtin denominador de sus inte- grantes. Ya estaba asimilado en la antropologta mexica- na, a la que se habfa incorporado en septiembre de 1936. Antes, se habia familiarizado con la perspectiva estadounidense, pues habia trabajado en la Univer dad de Columbia en 1929-1930 y entonces habia teni- do contactos con el pattiarca Franz Boas; luego, a partir de 1934 y de manera intermitente, hasta 1936 estuvo relacionado con la Universidad de Pennsylvania. Por otra parte, habia trabajado en 1933-1934 “en Parfs, en el Trocadero, —el posterior Museo del Hombre y actual Mussée du Quai Branly— al lado del doctor Paul Rivet” (Jiménez Moreno, 1979: 15). El famoso ensayo de Kirchhoff sobre Mesoamerica —publicado en el primer trimestre de 1943, en la etapa dlgida de la Segunda Guerra Mundial— corres- ponde, entonces, a una propuesta ecléctica, Hevada intencionalmente al mayor grado de sencillez. (correla~ cidn de listados de rasgos culturales con zonas geogr’- ficas en una macroérea, para llegar a una delimitacién de fronteras). Jiménez Moreno aclara que, en Estados Unidos, Wissler habia desartollado “frente al concepto de circulos y estratos culturales, propuesto por Schmidt y Koppers, el de ‘érea cultural’, que afinarfa con su orientacién y métodos propios [Kirchhoff,] el futuro padre de Mesoamérica’ (1979: 13). El patrafo final del ensayo fue suprimido, de mane- ra sintomética y sin aclarérselo al lector, en la edicién de Mesoamérica (1960) de la Sociedad de Alumnos de la ENAH, que estuvo a cargo de Guillermo Bonfil Batalla (el futuro autor de la exitosa proclama de autoctonfa mesoamericanista México profindo (1987]). Garefa Mora se percaté del pérrafo faltante, pero de inmediato exculpé a Bonfil de cualquier responsabili- dad al preguntarse si dicha omisién fue “gquizé por decisién del propio Kirchhof2” (apud Kirchhoff, 2002 x [1943]: 43, llamada al pie de pégina). De cualquier ‘manera, ese parrafo tampoco aparece en las ediciones posteriores que tomaron como base la reedicién de 1960, como es el caso de la reimpresién de la Sociedad de Alumnos (1967), y las impresiones de la Sociedad Mexicana de Antropologia (1985) y de la revista Dimension Antropolégica (2000: 15-30). Es claro que en ninguno de los casos la omisién se debié a falta de espacio. El medio antropolégico debe tener conciencia de que desde 1960 han circulado dos versiones del texto de Mesoamerica: la original de Kirchhoff y la adecuada por Bonfil, En ese parrafo final Kirchhoff planted varias aclaraciones importantes: A pesar de su cardcter enteramente provisional, crefmos conveniente presentar a los lectores de esta nueva revista (Acta Americana, Revista de la Sociedad Interamericana de Antropologia y Geografta, cuyo divector era entonces Ralph L, Beals) un resumen de los resultados prelimins- res de las investigaciones sobre Mesoamética iniciadas por el Comité Internacional para el Estudio de Distribucio- nes Culturales en América, no s6lo para informar sobre el actual estado de estas investigaciones, sino para suscitar tuna amplia discusién sobre el método seguido y ls resul- tados obtenidos hasta la fecha. El autor de estas lineas, en su calidad de secretario del citado comité, estd ansioso de recibir sugerencias acerca de la mejor manera de conti- hhuar este estudio, junto con informaciones sobre ottas investigaciones que versen directa o indirectamente sobre el problema de la personalidad cultural y la historia de Mesoamérica, trétese de investigaciones ya terminadas 0 ‘en curso (Kirchhoff, 1943: 107; 2002 [1943]: 52). Kirchhoff reconoce de manera directa que el ensayo, si bien corresponde a su redaccién, es producto de una actividad grupal del Comité. Como coordinador de dicho Comité, el “autor” debia evitar que los linea- mientos tedricos estuyieran en confrontacién con las posturas de los demas miembros y, en especial, de quie- nes ya operaban en los hechos como jefes de la antto- pologia mexicana, con Alfonso Caso a la cabeza. En todo caso, el autor tuvo el cuidado de evitar cualquier asomo de compromiso teérico con su “escuela madre” (de los circulos culturales y el difusionismo amplio), de tal manera que en ese célebre texto (jde menos de 15 10 paginas!) no se ofrece la menor pista de afanes de “difu- sionismo extremo”, Aunque se hace somera referencia a “difusiones culturales’, “migraciones”, “invasiones” y “focos culturales”, el énfasis esté puesto en los rasgos culturales y su distribucién, De hecho, el asunto de la difusién se aborda en lo referente a cazadotes-recolec- tores 1s, agricultores, o de rasgos que se exportan de Mesoamérica hacia “tribus de fuera del area” (2002 [1943]: 48-49), todo esto dentro del continente ame- ricanos mientras que el asunto de la migracién se toca en relacién con los desplazamientos de los hablantes de Ja familia nahua, desde el norte hacia el sur. En con- clusién, para Kirchhoff, “Mesoamerica [superdtea de cultivadores superiores) es una indudable unidad cul- tural que desde mucho tiempo ha tenido su propia his- comtin a todos sus habitantes” (ibidem: 51-52). Kirchhoff asume su papel de eficiente “consultor internacional” y en este “trabajo sobre pedido” demuestra una gran capacidad de sintesis, una perspec- tiva integradora del problema (planteado por la Comisién) a partir de una visién “a distancia” y un olfato especial para proporcionar lo que “el cliente” —en este caso, la Comisién y, en particular; los ditigentes de a antropologia mexicana— requiere: una concepcién empiricista que englobe los estudios que ya se venfan realizando (ibidem: 48) y, a la ver, se constituya en una plataforma y un programa de trabajo. Hasta donde da mi conocimiento, nadie ha repara- do en que el texto de Mesoamérica desatiende de mancra frontal los lineamientos técnicos establecidos por el Comité en 1941 (Recomendaciones para la uni- formizaciin de los estudios de distribuciones cultwrale), en lo referente a dos aspectos. Por un lado, la simbolo- gia establecida no es utilizada en lo absoluto, pues Kirchhoff acaba planteando tan sélo presencias (0) 0 ausencias (+) en su tabla, mientras que el Comité soli- citaba precisiones —y establecia la simbologfa corres- pondiente— respecto a si el dato cottespondia a hallazgos arqueol6gicos y tradiciones nativas anteriores al contacto con europeos (A); si correspondfa al primer contacto © a tiempo préximo a (0); si el dato es conocido desde la segunda generacién 0 con posterio- ridad a esa fecha (@). El Comité abundaba en recursos para que siempre se aclarara si el rasgo cultural referido era compartido por toda la poblacién o era exclusivo del estrato superior o del comtin del pueblo; si el rasgo es frecuente y bastante documentado o, en cam- bio, si es escaso y s6lo consta por meras indicaciones. El Comité indicaba que, a los simbolos bésicos, se podfan afiadir distinciones que marcaran “en un solo mapa, diferentes formas, materiales, dimensiones, proporciones, usos, funciones, etcétera” (Kirchhoff, ed., 1941: 20). Nada de eso se cumplié en la presen- tacién de Mesoamérica. De importancia cientifica inevitable, el Comité esta- blecfa, entre los requisitos para los articulos que serfan publicados, que “Para cada dato sefialado en el mapa, una referencia exacta (pagina de la publicacién o del manuscrito, o el ntimero del objeto de museo), que forme parte de una lista que se refiera al mapa en su conjunto. (Citas de las fuentes consultadas, dibujos 0 fotografias 0 comentarios que se refieran a datos indi- viduales, pueden acompafiar esa lista a discrecién del autor)” (ibidem: 17). aaron Recommendations fo the standardization 4 CULTURE DISTRIBUTION STS Recomendaciones Recrenden ore la uiformizacén delos | pre a-uniformizagao dos ESTUDIOS DE ESTUDOS DE DISTRIBUCIONES | DISTRIBUIGOES. CULTURALES CULTURAIS SB ‘0. Orta 8 Figura. 2. Portada de "Recomendaciones..." 1941 Con respecto a este punto, la sorprendente carencia de bibliografia y de citas, tanto tedricas como docu- mentales, en el ensayo sobre Mesoamerica no puede ser comprendida —y menos aceptada— a partir de la excusa (ingenua) de Kirchhoff por la pretendida finali- dad del articulo, que eta “presentar algunos lineamien- tos generales [sobre distribuciones culturales] con el objeto de plantear nuevos problemas” (Kirchhoff, 2002 [1943]: 45). Esta propuesta —imprecisa técnicamente y con aire de “neutralidad teérica’— se prestaba, como anillo al dedo, para ser utilizada a modo y conveniencia en té1- minos politico-académicos por los lideres de la antro- pologfa mexicana (nacionalista) de aquel momento; todos carentes del minimo discurso teérico explicito, al menos en el Ambito de la etnologfa. Los historiadores de la antropologfa mexicana deberén esclarecer si fue tuna genialidad de Kirchhoff, o si le salié “como al burro que tocé Ia flauta”, dadas las deficientes caracte- risticas tedricas del medio receptor, o si el autor “hizo de la necesidad (dadas las condiciones de la Segunda Guerra Mundial) una virtud”; 0 si el inusitado éxito del modesto planteamiento correspondié a una combi- nacién de estas posibilidades. En todo caso, no se puede comprender el tremendo éxito de la Mesoamérica de Kirchhoff sin tener en cuenta su inmediata y apresurada inserci6n en la ideo- logia nacionalista, que reubied su nocién en una pos- tura dogmética de autoctonfa cultural. Como se trataba de una macrodrea, no era importante, sino més bien benéfico, el que se plantearan procesos de difusio- nismo light ja su interiot!, 0 incluso de colonizacién hacia las teas vecinas. Las aportaciones desde otras 4reas continentales o del Caribe siempre se han visto ‘con recelo, [...] la antropologfa mexicana encontrd en el gobierno populista de Lazaro Cardenas el ambiente necesario para constituirse en la encargda de oftecer razones cientificas a las politicas de brisqueda de identidad de la nacién mexicana. [...] los antropélogos se vieron inmersos en esa bisqueda cultural, y cencraron sus esfuerzos alrededor de la definicién de un elemento aglutinance que creara una razén histériea para cimen- I] Figura 3. Limits de Mesoamérica a modiados del siglo x, Kirchhoff, 1943, apud Garcia Mora, Manzanila y MonjarésRuiz, eds, 2002: 54, tar el derecho de la nacién mexicana a erigirse como un pueblo con desarrollo propio, y que de paso diera un ‘marco general a sus innumerables datos de observacién acumulados desde el siglo xtx. Asi, la antropologia mexicana parié un concepto, Mesoamérica [...] (Rodriguez Garcia, 2000: 47-48). Si bien Mesoamérica aparecié en el gobierno de Manuel Avila Camacho, el tono nacionalista impulsa- do por el cardenismo segufa vigente. En sintesis, mds alld de las adscripciones teéricas personales y de la autoria kirchhoffiana aceptada, la nocién de Mesoamérica se conformé —como pocas— por la confluencia compleja de determinaciones histé- ricas, intereses politicos, perspectivas tedricas (la variante estadounidense de las areas culeurales acabé 1) siendo la dominante) y colaboraciones y aportes perso- nales, de tal manera que resulté en un Frankenstein, bien maquillado, y, por lo tanto, con la peculiatidad de una notoria atraccién emy a para quien se dejara cautivar por su empatfa particular, De acuerdo con la evaluacién de Gonzalez Jécome, “el concepto de Mesoamérica es heuristico y no corres- ponde de manera necesaria con las concepciones de una corriente teérica espectfica, razén por la que st uso en distintas corrientes se facilité. [...] el concepto va a estar elaborado para ser aplicado primordialmen- te a la arqueologia y a la etnohistoria de comienzos de a época novohispana” (2000; 127). “[...] es un con- cepto heuristico de ahi su amplia utilizacién, aunque el significado intrinseco que tiene cambia de un inves- tigador a otro” (ibidem: 147). Mis que concepto es tuna nocién que se ha utilizado como referente “emi- nentemente heurfstico y, por ende, flexible, que per- ite Ia comparacién intercultural y su utilizaci (ibidem: 149), De esta manera, se dio una confluencia coyuntural de perspectivas que coincidicron en un entrectuce: pot tun lado los intereses académico-politicos de quienes dominaban la antropologfa mexicana y, por el otro, el trabajo de un antropélogo aleman, de trayectoria polf- tica izquierdista, laborando en las adversas condiciones de la Segunda Guerra Mundial en un pais con una acentuada politica nacionalista. La luna de miel no podia durar mucho tiempo, aunque sf tuvo un arran- que con una intensidad inusitada, tanto sincrénica como diacrd1 En la antropologla mexicana, Mesoamérica es un con- cepto que tuvo la doble feliz ocurrencia de hacer su apa- ricién cuando era necesitado por razones académicas y por razones politicas. [...] la aparicién de un concepto que unificaba a todas las culeuras prehispdnicas de [una buena parte de] nuestro actual territario nacional encaja- ba muy bien con el ansiado ideal de una sola nacién f...] Mesoamética se constituyé asf, ademss de su valor cienti- fico, en un concepto comprometido con el poder, y el poder lo estimulé mediante las autoridades arqueolégi- cas. [.] as, el maridaje entre Estado y academia se con- sumé: el Estado se beneficiaba de los productos antropolégicos basados en Mesoamérica y el ‘México antigo’, y la academia se beneficiaba del apoyo econé- ‘ico y politico para realizar sus investigaciones. {...] las investigaciones eran mesoamericanistas © no tenfan pre- supuesto (Rodriguez Garcia, 2000: 52-53). La entronizacién de Mesoameérica y el deslinde de Kirchhoff Los intentos por establecer areas culturales siempre hhan supuesto el delimitar fronteras entre civilizados (“onas de culeura superiox”) y primitivos (“grupos de cultura mas baja”). Al menos as{ fue comprendido en su momento el ensayo de Kirchhoff por Jorge A. Vivé (1906-1979), uno de los operadores de la insercién de Mesoamérica dentro de la trayectoria de la antropolo- ggfa mexicana hacia esa concepcién: En cierto modo ese estudio [Mendizabal, 1946 (1928- 1929)], asf como los que realizé Ralph Beals [1932] sobre el noroeste de México, contribuyeron, pues, a distinguir centre la zona de alta cultura, es decir la de agricultura avanzada, y las menos adclantadas dentro de los marcos del tertitorio mexicano; pero quedaban por fijar los Kimi- tes de estas culturas de una manera precisa [...] Paul Kirchhoff {ha realizado una investigacién sobre la distri- bucién geografica de los elementos o rasgos culturales de las culturas de México y Centroameérica, estudio que le ha costado cinco atfos de labor y] ha establecido [...} los limites y caracteres de la zona cultural de Mesoamética (0 América Media] (Viv6, 1946: 63-64 y 70). En la década de 1950, ante el obligado repliegue de Ja postguerra desde sus regiones tradicionales de estu- dio emnogréfico (Asia, Oceania y Africa), los antropélo- gos de los paises del norte europeo (briténicos y holandeses, principalmente) constituyeron —como una “solucién de recambio y adaptacién’— el “area cultural mediterrénea’, lo que supuso la primitiviza- ccién de estos pueblos al sobreenfatizar los rasgos arcai- cos de las sociedades en cuestidn. En México, una década antes, se habia consumado tun proceso simétrico ¢ inverso, al establecer un “érea de cultura superior” —pero antigua y, por lo tanto, desaparecida— frente a otras reas inmediatas de cul- turas primitivas. La Mesoamérica de Kirchhoff preten- dia delimitar en su frontera nortefia —que es la que interesa al Estado mexicano—, un dtea de cultivadores superiores con respecto a otra de “cultivadores infetio- res" y predominantemente de “recolectores-cazadores” (Kirchhoff, 2002 [1943]: 47). Mas atin, Kirchhoff llegé a afirmar que podian existir dudas sobre la inclu- sién en la superdrea mesoamericana, (J en cuanto [...] a muchas tribus situadas entre el lago de ‘Chapala y el rfo Sinaloa (.., ya que [..] encontramos un nivel cultural bastante inferior al caracteristico de las tribus ims representativas de Mesoameérica. A pesar de este nivel ccultural mds bajo (el cual se halla también entre algunas tri- bbus y hasta en algunas éreas cultural del interior del teeri- torio mesoamericano), incluimos a estas ‘Mesomética, por el ntimero muy elevado de caracteristicas crlturales marcadamente mesoamericanas, las cuales en la is dentro de ca SOA ME a A E25 cuttivo. CULTIVO DE ESCASA IMPORTANCIA. (11 recoLeccion Y CAZA SIMPLES. CAZA AVANZADA. Figura 4. Mapo de Mesoomérica, Kirchhoff, 1944, ayoria de los casos, llegan precisamente hasta las fionte- rs que seialamos (Kirchhoff, 2002 [1943]: 48). Ese tono de duda sobre el cardcter “mesoamericano” de la regién noroccidental y el que, finalmente, la haya incluido Kirchhoff junto con, y al lado de, una indu- dable Mesoamérica, con respecto a la cual la contrasta, ha determinado que, hasta la fecha, los especialistas en las culturas del Gran Nayar tengamos que aclarar reite- radamente que los coras y huicholes son portadores “de Alta Cultura” americana —si bien periférica—, lo cual habfa sido admitido expresamente desde el principio por cl mismo Kirchhoff (2002 (1943]: 46) y reiterado después (1954: 533). EI mismo afio de la publicacién de su Mesoamética, Kirchhoff reconocié implicitamente lo infundado de sus planteamientos originales sobre la frontera norocci- dental de la “cultura mesoamericana’, en su articulo sobre “Los recolectores-cazadores del Norte de Méxi- co” (1944a [1943], presentado en la Tercera Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropologta i4 acerca de “El Norte de México y el Sur de Estados Unidos”, Alli la frontera de Mesoamérica se recortia ‘muy al norte con respecto al mapa original y se inclu‘- an, hacia el oriente, las cuencas de los rfos Mezquital- San Pedro, Taxicaringa/Chapalagana-Huaynamota, Bolafios y Juchipila. Pero cra demasiado tarde para intentar precisiones. En unos meses la arqueologia mexicana habia converti- do @ Mesoamerica no en un concepto tedtico, sino en uuna ‘proposicién incorregible” (Vézquez. Len, 2000: 183), con respecto a la cual estaba prohibido que, inclu- 50 su propio autor, planteara modificaciones 0 correc- ciones. Como es normal en la historia de la ciencia, una vex publicada, la obra ya no es propiedad del autor. La suerte estaba echada, En la compilacién de arti- culos de la revista This Week, Esta semana, seleccionada por Vivé, prologada por Caso, con portada y contra- portada de Diego Rivera (1886-1957) y titulada México prebispdnico. Culturas, deidades y monumentos (Viv6, ed., 1946 [1935-1946}) la intelectualidad mexi- cana del momento cept plenamente —de manera explicita, implicita o hasta obligada— la nocién de ‘Mesoamérica y hasta subsumié contribuciones anterio- res en su perspectiva, La obra incluye colaboraciones del propio Kirchhoff, Caso y Jiménez Moreno. También incorpora a otros autores cuyas contribuciones quedan insertadas en la “cortiente mesoamericanista”: Manuel Gamio (1883- 1960), Pablo Martinez del Rfo (1892-1963), Juan Comas (1900-1979), Roberto J. Weitlaner, Ignacio Marquina (1888-1981), Eusebio Davalos Hurtado (1909-1968), Daniel F Rubin de la Borbolla (1907- 1990), George C. Vaillant, Hanz Lenz (1903-1999), Salvador Toscano (1872-1947), Eulalia Guzmnén (1890-1985), Luis Castillo Ledén les de julio de 1944—, expone que “los primeros capi- tulos del surgimiento de la alta cultura americana no se encuentran en este continente, tienen que haber sido escritos en alguna otra parte. Y lo més probable es que se escribieron en una regidn cercana a las altas culturas de Asia, especialmente del Asia oriental o meridional” (ibidem: 100). [...] en tanto que en el Viejo Mundo el arte de dividir el tiempo sobre la base de la observacién sistemitica de los cuerpos celestes y de cdlculos numéticos complicados fue indudablemente el resultado de las necesidades de una invigacién en gran escala a la que obligaban las inunda- (1879-1944), Rafael Garcfa Granados (1893- 1956), Eduardo Noguera (1896-1977), José Garela Payén (1896-1977), Jorge R. Acosta (1904-1975), Hugo Moedano Koer (1917- 1955), Enrique Juan Palacios (1881-1953), Alfredo Barrera Vazquez (1900-1980), Salvador Mateos Higuera (1898-1978), Roque J. Ceballos Novelo (1885-2), César Lizardi Ramos (1895-1971), Manuel Maldonado Koerdell (1908-1973), Gilberto B Aguilar (1888-1959), José Corona Nuifiez (1906-2002), Rail G. Guerrero (1912-2), y Josefina Lomeli (; 2). Es notoria la participacién dealgunos alumnos de la ENAH, como Manuel M, Moreno (1907-1990), Javier Romero Molina (1910-1986), Alberto. Ruz-Lhullier (1906-1979), Arturo Monzén (1917-2) y Pedro Carrasco. En ese volumen se reeditaban tres breves articulos de Kirchhoff, correspondientes. al afio 1944. En “El papel de México en la América precolombina” (1946 [1944]b: 82- 90) y en “México y su influencia en el conti- nente” (1946 [1944]c: 91-98) el “fundador de Mesoamética”, con una postura claramente difusionista, hace referencia a inmigraciones, influencias culturales y corrientes culturales a nivel del continente americano. Pero, en “El MEMO LOD problema del origen de la civilizacién mexica- figura 5. Porlada de México prehispénico. Cultus, deidades y monuments, na’ (1946 [1944]d: 99-108) —susctito a fina-_ ilvstada por Diego Rivera, 1946, 1D ciones regulates, y surgié en tomo a ella, en el Nuevo Mundo la astronomia, el calendatio y las mateméticas de Jos Maya [...] nos confunden a causa de que su existen- cia tiene lugar en medio de un verdadero vacio cultural. Es dificil, por no decir imposible, para nosotros el com- prender qué fines précticos pudieron tener dentro de su culrura esos conocimientos; y de qué condiciones concre- tas pudieron surgit. Parecen mas bien un lujo que sobre- vivié a una siuacién cultural anterior de nacuraleza totalmente distinta. Tenemos que recordar también que todos esos conocimientos de los Maya respecto al tiempo y al sistema de numeracién, apatecen repentinamente y ya completamente desarrollados, justamente como coda la civilizacién maya. ¥ puesto que no se encuentran sus antecedentes en este continente, deben haber sido impor- tados del exterior, es decir, deben haber venido del Viejo Mundo (ibidem: 101-102). Seis semanas después del Dia D (6 de junio de 1944), cuando, tras la exitosa invasién de los Aliados a Normandfa, quedaba précticamente definido el desti- no de la Segunda Guerra Mundial, Kirchhoff proclama su profesién de fe macro-difusionista, como lo recono- cer al final de su vida (1983 [1971]: 45). Desconozco la reaccién de Caso ante estos articulos, pero seguro debi haber sido de disgusto. El hecho es que Kirchhoff, cn la década de 1940, nunca tuvo un puesto académi- co asegurado en México y continus “como judo erran- te”, Sin abandonar sus cursos en la ENAH, “Durance unos afios —hacia 1944-1945— estuvo ensefiando en Jalapa [...] Por 1946-1947 [...] impartié cursos de antropologia en la Universidad de Tegucigalpa” (Jiménez Moreno, 1979: 15). Pero ademés, en la ENAH, en el Ambito de los estudios de las culturas indigenas contempordneas, se habfan expandido con rapidez el funcionalismo de Malinowski, a partir de 1941, y la antropologfa social de la escuela de Chicago, a partir de 1942; posturas de estudios sincrénicos, contrarias al enfoque histérico de la etnologia de Kirchhoff. Kirchhoff se traslad6 a Estados Unidos en el otofio de 1947 y permanecié alld hasta el verano de 1954. Durante ese periodo profundizé sus conocimientos sobre las culturas de Asia, como director del Inner Asia Research Proyect; paralelamente escribié siete articulos para el Handbook of South American Indians (1948- 16 1949), coordinado por Julian H. Steward (1902- 1972), y conjutamente con otros autores, un libro sobre “Indian Tiibes of North America” (1953). No obstante, no abandoné sus intereses mexicanistas y redacté el texto “Los sefiorfos chichimecas de la regién tezcocana” (1948); luego se concentré en el andlisis de los calendatios mesoamericanos y presenté en el XXIX Congreso Internacional de Americanistas una ponen- cia sobre “A New Analysis of Native Mexican Chronologies” (1949). Ese afio habia participado en el Seminario del Viking Fund sobre “Emologia de ‘América Media”, en el que tendria lugar la discusién acerca de la pertinencia de la nocién de Mesoamética para las culturas indigenas del siglo xx. Sin embargo, “las altas culeuras [...] fue un interés cada vez més intenso para [Kirchhoff], sobre todo desde que, por 1949, estuvo en Nueva York, en el Museo de Historia Natural, en contacto continuo con Gordon Ekholm y Robert Heine-Geldem (1885- 1968), que, como él, crefan reconocer —tanto en Mesoameérica como en el Area Andina— influencias culturales —algunas de ellas religiosas— provenientes del Viejo Mundo a través del Océano Pacifico” (Jiménez, Moreno, 1979: 13). Esta fase de académico contratado “al estilo nortea- mericano” la coneluyd Kirchhoff con dos articulos nodales, cuyos enfoques son a primera vista extremos: “México y el Viejo Mundo: los estudios mexicanistas, ante nuevas perspectivas” (1968 [1954a]) y “Gatherers and Farmers in the Great Southwest” (1954b). Kirchhoff fue capaz de mantener una separacién casi esquizofié- nica entre el tratamiento de la vinculacién de las altas, cculturas asiéticas y las americanas, por una parte, y la delimitacién de Areas culturales en el Gran Suroeste americano, por otra in el primer texto reconoce el rompimiento de la “muralla mexicana’, gracias a los trabajos sucesivos de autores no-mexicanistas, de la talla de Humbolde, ‘Tylor, Graebner y Heine-Geldern y manifiesta su espe- ranza de que “una ver que los mexicanistas hayamos salido de nuestro ‘espléndido aislamiento” (1968 [1954a]: 28), lleguemos a ser conscientes “simplemen- te de la anotacién sistematica de coincidencias y dife- rencias [por cierto, al estilo de lo que se aplicé para defini Mesoamérica}, tanto en complejos y elementos aislados, como en la estructura del conjunto [entre las altas culturas asidticas y el México antiguo]” (ibidem: 8). Kirchhoff ademés avanzé al concordar con el plan- teamiento de “las relaciones histéricas entre México y las altas culturas asiaticas, debido a las coincidencias {...] que son de naturaleza tan especifica 0 que se rela- cionan entre si de manera tan especifica, que solamen- te quien crea en milagros puede pensar en su origen independiente” (ibidem: 9). Para él, los descubrimientos de Graebner sobre “un todo articulado [en lo referente al sistema calendético), paralelo en Asia oriental y en México, tanto en su estruc- tura como en muchas de sus partes” (ibidem: 109), “exi- gen, no tanto una adopcién precipitada de una posicién a favor 0 en contra —generalmente en contra— con la que nos habfamos conformado por tanto tiempo {los mexicanistas), sino un examen sistemético de todas las ramas culturales, en vistas a las posibles relaciones histé- ricas entre Asia y México” (ibidem: 10). Kirchhoff concluye sefialando que: Es claro que todo, pero absolutamente todo Io que hhemos hecho hasta ahora, y también toda futura incur- sién de un mexicanista en el campo de las comparacio- nes con las altas culturas asiaticas debe ser revisado por los otientalistas, y que entonces muchas cosas resultarén muy diferentes de como los mexicanistas crefamos centenderlas. Pero la iniciativa de estas revisiones debers partir de los mexicanistas, porque el problema del origen asidtico de las culturas mexicanas es nuestro problema en mayor grado que la cuestién de la extensién de las cul- turas asidticas a México es un problema que inquicta a los orientalistas. {...] Ademas, partiendo de nuestro ‘material, gno deberfamos estar en condiciones los mexi- canistas de sefialarles a los orientalistas el camino de extender su visién hasta América? [..,] nuestro material ‘mexicano-mesoamericano promete llegar a ser extraordi- nariamente valioso para la investigacién de determina- dos datos orientales. [..] existe ademds la posibilidad de «que en México se hayan conservado formas e interpreta- ciones que han desaparecido en los paises asidticos debi- do.a desarrollos ulteriores, 0 que se han transformado a tal grado que apenas ser posible reconocer formas mds antiguas (ibidem: 27-28). En cambio, en el segundo texto, acorde con una perspectiva de difusionismo reducido y en una discu- sién puntual y en directo con los antropélogos esta- dounidenses, plantea que la macrodrea cultural denominada “Gran Suroeste” debe ser dividida en Oasisamética y Aridoamérica y que los progresos civi- lizatorios de esa macrorregién nortefiaarribaron desde Mesoamérica. El primer texto fue ignorado absolutamente por la antropologia mexicana, entre otras razones quizés por- {que no se publicé en castellano sino hasta 1968; pero Ja propuesta del segundo fue incorporada de inmedia- to para ser adosada a la nocién de Mesoamerica. ‘Asi, se debe tener presente que desde 1944 Kirchhoff producirt articulos americanistas en dos lineas: una que no atenta contra la postura de la autoc- tonfa cultural americana, y que es bien vista y, en todo caso, discutida y hasta controvertida por la antropolo- fa mexicana; y otra linea que postula la derivacién Givilizatoria americana desde culturas asidticas, la cual serd ignorada y/o rechazada de manera dogmitica. Si bien el grueso de su produccién correpondia a la pri- ‘mera linea, la segunda no dejé de ser atendida. A principios de 1955 regresé a México y se incor- poré como investigador al Instituto de Historia de la UNAM. Estudié diversos aspectos de la historia tolteca, colhua y mexica; sin embargo, procedié con una posi- cin chuvemerista extrema, de tal manera que plantea- ba una realidad histérica inevitable en el fondo de todos los relatos “mitico-histéricos’. En en el Seminario de Historia de la Filosofia en México, de la Facultad de Filosofia y Letras de la UNAM, Kirchhoff (1962) presents en 1959 una ponencia sobre “La aportacién de Humboldt al estudio de las antiguas civilizaciones americanas: un modelo y un programa”, contra la cual se publicé un intento de con- trapeso —en el claro afiadido final “;Difusionismo 0 paralelismo entre las culeuras del Asia y las del México ‘Antiguo’— de la ponencia de Leén Portilla (1962) sobre “Humboldt, investigador de los cédices y la cos- mologfa néhuat!”, El afio sabitico —que en realidad fue de aio y medio, entre 1960 y 1962— lo pasé en instituciones académicas europeas y particularmente en Alemania, 1 I/ Las hostilidades en su contra debieron iniciat, a princi- pios de 1962, pues presents en mayo de ese afio al Instituto de Historia, todavia en un tono optimista, un detallado informe de sus actividades académicas y su programa de trabajo (Kirchhoff, 2002 [1962]). Pero, za quignes de los investigadores en funciones de aquel entonces les solicitaban un informe de ese tipo? La gota que debié haber derramado el vaso de la antropologia nacionalista fue la contribucién del “fun- dador de Mesoamerica” al XXXV Congreso Internacio- nal de Americanistas —realizado en la ciudad de México, bajo la presidencia de Ignacio Beal, y en pleno proceso de construccién del Museo Nacional de Antropologia, titulada “The Diffusion of a Great Religious System from India to Mexico” (Kirchhoff, 1964 [1962]), hasta la fecha no publicada en espafiol. Llama la atencién que la contraponencia de Alfonso ‘Caso —‘Relaciones entre el Viejo y el Nuevo Mundo. Una observacién metodolégica” (1962}—, presentada en el mismo simposio —sobre “La prehistoria y la arqueologia de América y del Viejo Mundo’ — coordi- nado por Pedro Bosch Gimpera (1891-1974), fuera publicada ese mismo afio en Cuadernos Americanos. Segrin Jiménez Moreno, las propuestas difusionistas de Heine-Geldem, Ekholm y Kirchhoff “fueron refutadas pot el doctor Alfonso Caso” (1975: 23). Al respecto, resulta interesante la opinién de una ‘mexicanista més imparcial, editora final de El México Antiguo, la revista fundada por Beyer, l primer maes- tro de arqueologia de Caso: “La nueva escuela arqueo- logica que estudia {las relaciones transpacificas) tuvo varios representantes en el XXXV Congreso de Americanistas en México (1962), en el que fueron pre- sentadas 12 ponencias sobre estos temas, con la fuerte oposicién del Dr. Alfonso Caso, que de momento arrastré al piblico, pero que en realidad no logré com- probar su tesis negativa [...]” (Cook de Leonard, 1969: XXV-XXVD). Caso insistfa en “el peligro de utilizar un método de puras comparaciones estilisticas que no estan acompafia~ das de datos estratigrificos y de objetos encontrados in situ” (1962: 163). Su argumento central era de orden técnico: cuando en Mesoameérica ya existfan la escritura yel alendario, no habfa navegantes capaces de cruzar el 18 | Atlintico 0 el Pacifico (ibidem: 167). Conclufa, ast: “Mientras no se demuestre que estos viajes fueron posi- bles o no se encuentren cientificamente objetos arqueo- lbgicos mesoamericanos en Asia o bien objetos asidticos ‘en Mesoamérica, conectados con las grandes culeuras ‘mesoamericanas, no podemos considerar demostrada la conexién entre el Viejo y el Nuevo Continente, en esas épocas tan remotas en las que se forman las culeuras de cesta parte de América’ (ibidem: 173). Por su parte, Kirchhoff reconocia que “los estudios L...] sobre las relaciones entre las antiguas civiizaciones de diferentes partes del mundo no pertenecen de nin- gin modo a un capitulo ya superado de la investiga- cidn hist6rica, sino a uno del cual nunca se han escrito mds que las primeras p4ginas y que urge mucho conti- nuar” (1962 [1959]: 91). La postura contratia “es sos- pechosa desde el momento en que nos damos cuenta de que se trata simplemente de la aplicacién de una teoria general (la conviccién de que un sistema social, un estilo artistico, etcétera, no se pueden exportar, por Jo menos no a través del Pacifico] a un caso concreto, sin que se abran ampliamente las puertas de una inves- tigacién imparcial” (ibidem: 93). Las investigaciones de Humboldt (1810) y luego las de Graebner (1921) han demostrado que se trata, en Mesoamérica y en Asia, del mismo sistema calendtico, cién de los ciclos (ibidem: 97-98). De esta manera, también para Kirchhoff, su argumento era eminente- mente técnico, en la terminologfa marxista, de la corre- lacién de la superestructrua con el nivel de las fuerzas productivas: Un calendatio de tipo mexicano, o mejor dicho mesoa- mericano, forzosamente afecta directa o indirectamente todas los aspectos de la civilizacién que hace uso de él, ordenando la existencia humana de una manera como ‘nunca antes habfa sido ordenada y creando una fe en la regularidad y predictibilidad de la vida que era entera- ‘mente nueva. Si este calendario surgié espontineamente cen América debe ser posible sefialar las bases culeurales de las que se formé y las nevesidades a las que respond. Humboldt cree que en México estaban ausentes tanto estas precondiciones como estos estimulos..[...] Igualmente dificil seria seialar las necesidades sociales que pudieron estimular el desarrollo de un calendario tan complejo y a su modo tan perfecto como el de Meso- américa (thidemt: 93). En la reunién del International Council for Philosophy and Humanistic Studies, celebrada en México en 1963, Kirchhoff presenté una ponencia sobre “The Adaptation of Foreign Religious Influences in Prehispanic Mexico”, en la que considera como prueba irrefutable el que exista en Mesoamérica y en ciertas culturas asidticas un mismo sistema religioso con un método igual para “agrupar a todos los dioses, yalos animales y plantas relacionados con ellos, en tres, categorfas” (1964 [1963]: 11), de tal manera que “resulta imposible suponer origenes independientes. Sus semejanzas s6lo pueden explicarse por una historia ‘comin’ (ibidem: 15). La respuesta de Caso se resumia en que “el calenda- rio y la escritura conectados en Mesoamérica con la religién mesoamericana, existan desde el afio 1.000 aC. La cuestién es entonces: zquién pudo en el afio 1.000 a.C. atravesar el Pactfico?” (1964: 28). La corriente autoctonista mexicana ha hecho gala de ingenuidad, al suponer que, en la medida en que un rasgo, complejo o sistema cultural se ha encontrado en un determinado tertitorio, por lo tanto se originé alll. Ha ignorado el principio légico recordado por Heine- Geldern, en el sentido de que, siendo consecuentes con Ja propuesta de que “cada ejemplo de difusién debe ser comprobado. (De tal manera que] Si no hay prueba venidera, debemos asumir un origen independiente. [Entonces, también...) la presuncién de un origen independiente requiere ser comprobada [...] y ques cuando no hay prueba posible en ningiin sentido, se debe dejar la pregunta francamente sin respuesta [...]” (1964: 411). En este asunto el requerimiento I6gico de “Afirmantis est probare” se debe aplicar por igual a las dos posiciones. En el libro emblemético, Eiplendor del México anti- _guo, Bernal (1959) habia presentado un articulo sobre Ja “Byolucién y alcance de las culturas mesoamerica- nas”, que incluye un mapa de Mesoamérica trazado por Miguel Covarrubias (ibidem: 98), el cual establecié la versién oficial de su frontera nortefia, misma que regi- tfa la elaboracién de las salas del Museo Nacional de ‘Antropologia, inaugurado en 1964, como el templo laico en el que se sacraliza la inapelabilidad de Mesoamérica. El inicio de la discusién sobre Mesoamérica A pesar de que existen reediciones del libro Heritage of Conquest (1952), en el medio académico mexicano poco se conocen —y menos se discuten— las razones por las que sucesivas generaciones de etnélogos y antropélogos sociales hemos caido en el uso —por inetcia, por costumbre y hasta por dogma— de una supuesta “Mesoamérica contemporinea”, Pocos cole- gas estén al tanto de la reunién, realizada en Nueva York en 1949, en donde se decidié que la nocién pro- puesta por Kirchhoff para la primera mitad del siglo XVI siguiera vigente a mediados del siglo xx. Los etndlogos mexicanistas del momento aceptaron tun proceso inusual en su disciplina para el estableci- into de éreas culeurales, ya que, en lugar de discutir la pertinencia de un érea cultural contemporinea —con base en la investigacién etnogrifica de campo—, acep- taron la vigencia de un érea cultural definida para cen- turias anteriores, a partir de enfoques teéricos no cexplicitos y con fundamento en una base documental absolutamente incierta, pues no se habfan presentado citas ni bibliografia. El tono que prevalece en el Seminario de Nueva York sobre “Etnologfa de América Media” es el del “cri- tetio del bucn cubero”, nada de precisiones cientificas —a pesar del aparato de las tablas—, sélo apreciacio- nes basadas en la intuicién, Resalta la inicial renuencia de Kirchhoff a aceptar la vigencia de Mesoamérica en el siglo xx y la tenaz insistencia de Jiménez Moreno en la postura contraria. Es manifiesta la exigua investiga- cién etnogréfica en el rea cultural aludida y el que algunos “especialistas” hubieran realizado su breve y especializado trabajo de campo un cuarto de siglo antes y, en consecuencia, estuvieran totalmente “fuera de lugar” sobre la situacién del presente etnogréfico dis- cutido. Resulta notorio que el conjunto cultural del Gran Nayar (en particular los coras y huicholes), sobre el cual existian estudios profundos —debidos a I) fie. 1 AESOAMERICA, ss Hitoes, CBE Valle de‘ Onxaen y Tehuantepes, Dota Coste det Goi: Hunalece EIa Costa Se Goto: Verna Oceidenta ‘Bap Miguel Covarrublas). AT-Aiplan Cantal lo Valles do México, Toluca, Morelos, Pula, Maxeale e Hi Figura 6. Mapa de Mesoamética, 1959. Lumboltz, Diguet y Preuss (en el estilo decimonénico y de principios del siglo xx), y a Zingg (con el modelo correspondiente a la escuela de Chicago, de finales de la década de 1940)— no haya sido tomado en cuenta para nada en la discusién etnohistrica y etnogeifica, En todo caso, para lo que a la antropologia mexica- na concierne, alli se llegé para discutir sobre América Media y se terminé hablando de Mesoamérica y, por lo tanto, esta nocién quedé plenamente reivindicada. @Por qué se sintié defraudado Kirchhoff (1960) ante el hecho de que, no obstante que muchos habfan acep- tado “el concepto de ‘Mesoamérica” , ninguno lo habia desarrollado sisteméticamente, ni habja analizado la configuracién y estructuracién de esa civilizacién en tanto “mas que la suma de sus partes”?

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