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PENSAMIENTO CRÍTICO II

EL_HOUBRE.
TEXTO No. 7

AITLUAL

POLITIOO
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AUTORIDAD

1. QuÉ ES LA AUToRIDAD

C. i.gobierno es imposible que exista sociedad. Lo que da unidad a


u) una multitud de personas no puede ser el criterio o la iniciativa
individuales de cada una. Si hay unidad, ésta es la de la dirección a un
fin, es decir, la de una intención, que no puede ser sino de uno, la de
quien gobierna. Si el gobierno es ejercido por varios, como ocurre bajo
ciertos respectos en la familia, donde la educación de los hijos corres-
ponde al padre y a la madre, éstos deben actuar como uno, para lo cual
es necesario que haya entre ellos siempre un orden.
Gobernar no es imponer, simplemente, la propia voluntad sobre los
gobernados. Si esto fuera, el efecto resultante no sería una sociedad,
sino un campo de concentración. Al gobierno corresponde como contra-
parte, en el gobernado, la obediencia, y al saber gobernar, el saber
obedecer. Son éstas las virtudes básicas sobre las cuales se conforma la
unidad del organismo social, cualquiera que éste sea. Lo que indica que
la razón de gobierno no es la fuerza o el poder que posee el que
gobierna, sino aquello en nombre de lo cual puede ejercerse el poder
con justicia. Esto es lo que se denomina autoridad.
La palabra viene del latín auctoritets-, siendo el sustantivo
abstracto correspondiente al-auctlr,
concreto autor. Autoridad, por tanto, es
aquello por lo cual alguien es autor. El término latino auctor viene del
verbo augel hacer crecer-, significando originalmente el
-aumentar,
que aumenta o el que hace crecer, es decir, el que da de sí algo. Ahora bien,
nadie puede dar lo que no tiene: ser autor, o tener autoridad, implica,
por consiguiente, tener dominio sobre aquello que se da, siendo tal
dominio lo que permite darlo. El dominio más perfecto que el hombre
puede tener sobre las cosas es por el conocimiento: así, por ejemplo, el
dominio más acabado que se puede tener sobre la cantidad y sus
propiedades es el que tiene el matemático, y el que se puede tener sobre
Ar-rronroeo 3l

las enfermedades y el modo de curarlas es el que posee el médico. Lo


propio de quien tiene dominio sobre una ciencia o un arte, es que puede
enseñarlas. Así, quienes mejor pueden guiar al aprendiz en matemáti-
cas o en medicina son el matemático y elmédico: tienen autoridad para
ello.

La autoridad, en el sentido descrito, se entendió primero en el orden


exclusivamente intelectual, en el del saber y la ciencia. Se le reconocía a
aquel que dominaba un campo del saber y que era, por esto, punto de
referencia seguro para quienes querían introducirse en é1. Las auctorita'
úes de los estudios medievales han de entenderse en este sentido. Luego
el término ha ampliado su significación, comprendiendo la sabiduría
práctica, es decir, el dominio sólo teórico sino fundamentalmente
-no de lo pertinente al fin de la conduc-
prudencial, propio delsaber actuar-
ta humana y a los medios aptos para alcanzarlo. En este sentido, el
padre de familia tiene, normalmente, autoridad sobre la educación de
los hijos, aunque no tenga ciencia, en sentido estricto, sobre ello. Antes
se llamaba a esto potestad latín potestas-, con lo cual se significaba
-en que hay en el dominio sobre el orden
tanto el aspecto cognoscitivo
práctico de la conducta común, como el poder efectivo o voluntad eÍicaz
para dirigirla hacia el fin.
En consecuencia, debemos distinguir ahora dos sentidos de la pala-
bra autoridad, o más bien dos ámbitos distintos a los cuales se refiere:
hay la autoridad intelectual, la que se extiende sólo a lo propio de un
saber, de una ciencia o de un arte (y así son autoridades Heisenberg en
física, Lejeune en genética o Karpov en ajedrez) ,yhaylaautoridadmoral,
que es en sentido propio la potestad para dirigir la conducta de otros.
Digo en sentido propio, pues se suele distorsionar su significado, limi-
tándolo a la conformidad exigida entre la potestad que se ejerce y la
conducta privada de quien la ejerce. Si bien es deseable tal conformidad,
no es esto lo que significa en propiedad el término, y entenderlo asÍ
puede inducir a ceer equivocadamente que la potestad se pierde si no
existe acuerdo entre el mandato y la conducta personal del que manda.
Esto no es así, porque la fuente de la autoridad no es la conducta de
quien la ejerce.

La relación entre autoridad y gobierno es análoga, Pues, a la que hay


entre el arte de la navegación y la acción de dirigir el barco. El piloto es el
que tiene la capacidad para gobernar el navío de aquí viene, específi-
camente, el término gobierno-: tiene -y
autoridad, pues en él reside el
conocimiento y la potestad para determinar el rumbo; es altctor, en
cuanto sujeto de la facultad para definir la dirección de la navegación,
pues conociendo el fin, y poseyendo la capacidad para elegir los medios
adecuados, puede gobernar hacia allí; es, Por último, aquel a quien ha
36 FuNoelvrrNros

de reconocérsele publicamente como sujeto de esta potestad, de la cual


es responsable.

2. AuronloAD Y PoDER
El piloto se forma como tal según el arte de la navegación. No es su
poder, su dominio sobre otros, lo que lo constituye en el cargo, sino su
capacidad, su saber, su oficio. Por cierto, para ejercer el cargo requiere
que se subordinen a é1, entrando bajo su dominio, los demás tripulan-
tes, pero este poder es efecto, y no causa, de su autoridad. Tampoco
surge ésta de la libre voluntad de los tripulantes/ porque hay por lo
menos algo que no puede depender de esta voluntad, por ser anterior a
ella, y es la condición exigida poi el arte de la navegación para ser buen
piloto. Aun en el supuesto de que los miembros de la tripulación elijan a
quien deba ser sujeto de la autoridad que recae sobre ellos, tiene que
haber necesariamente un criterio, una pauta objetiva-que no depende
por esto de la voluntad electiva- , para realizar una buena elección. Esta
pauta está dada por las condiciones propias del arte de la navegación, y
la elección, para ser buena, ha de depender del juicio que merezca el
cumplimiento de estas condiciones por los candidatos. El resultado de
una elección como ésta no es bueno por ser expresión de la voluntad
libre de los que eligen, sino sólo por ser conforme con el fin para el cual
se elige: el disponer de un buen navegante.
Del mismo modo ocurre en toda sociedad humana: eL que la dirige
se ha visto, nunca puede faltar quien la dirija, pues la multitud no
-y,
se ordena a sí misma en cuanto multitud- tiene el título para hacerlo si
su nominación y sus actos responden al principio según el cual esa
sociedad esüí constituída, o, lo que es lo mismo, si se constituye legíti-
mamente en suieto de la operación cuyo fin es el bien del todo social.
Tomaremos otro ejemplo: si se forma un equipo de fútbol, el criterio
según el cual ha de buscarse a la persona idónea para dirigirlo proviene
del fin para el cual se forma ese equipo. Es decir, es el fútbol, la
naturaleza de este juego, sus reglas y condiciones: una elección juiciosa
debe recaer en quien tenga las precisas aptitudes determinadas por este
objeto. A nadie se el ocurriría justificar, por eiemplo, la elección para
este cargo de un violinista, de un pope o de un diputado, diciendo que
esto es bueno por ser la expresión soberana de la voluntad de los
futbolistas.
Es siempre en la naturaleza de la sociedad, definida por el fin o bien
común al cual se ordena, donde están fijadas las condiciones de la
autoridad. Nadie tiene autoridad porque haya sido designado de tal o
cual manera o porque haya tenido el poder para imponer su voluntad a
la de otros: la tiene sólo en la medida en que recibe, haciéndola suya, la
Auronro¡,o

intención al bien del todo, en virtud de la cual la sociedad efste v es


una. La forma de la designación no es causa de la autoridad, iino
solamente condición para su ejercicio.

3. OnrceN DE LA AUToRTDAD
¿Cuál es, entonces, la causa o el origen de la autoridad? Tradicionalmen-
te se ha afirmado que toda potestad viene de Dios. Es frecuente que no
se entienda el significado de esta afirmación. Si una sociedad humana es
natural, es decir, si su finalidad y su forma básica brotan de la misma
naturaleza de quienes la integran, como son los casos de la familia o de
la sociedad política, el origen de su autoridad es el mismo que el de esa
naturaleza, pues la autoridad es la naturaleza constituída en principio
según el cual el todo social se ordena a su fin. En otras palabras, así como
el origen de la autoridad de un entrenador de fútbol en lo que
-origen
se refiere a la naturaleza de esa autoridad-, es el inventor del fútbol, el
que ha fijado las reglas del juego, del mismo modo el origen de toda
autoridad propia de una sociedad natural es el creador de la naturaleza
humana, Dios. Ningún hombre, ciertamente, ha inventado esto que es
ser hombre, ni ha elegido serlo. Tampoco ha elegido ser miembro de su
familia o de su nación, pues esto se lo ha determinado su naturaleza, en
el sentido de que de ésta deriva la necesidad de pertenecer a una familia
y a una nación, y que de ésta también emanan los rasgos esenciales de
una y otra sociedad. Que Dios sea el origen de toda autoridad no
significa, en consecuencia, que él sea quien designa nominativamente al
que ha de ejercer la autoridad, sino únicamente que aquel que la ejerce,
debe responder a Dios de su ejercicio, por actuar en razón de algo que
no es suyo, sino recibido el ser hombre o el mismo existir- de la
divinidad. -como

4. AuronloAD Y oBEDIENCIA
La autoridad es aquello en que se funda la obediencia. Esta es la virtud
moral que consiste en hacer propia la voluntad de otro, para ordenarse a
un bien que el mismo sujeto no puede alcanzar individualmente. La
virtud moral es una disposición interior del hombre , arraigada y perma-
nente, a actuar con rectitud.
Nuevamente en el ejemplo de la navegación, podemos ver que los
miembros de una tripulación deben tener, en razón de justicia la
necesidad de llegar a puerto y, en última instancia, de que todos-de
sobre-
1'11'¿¡-, la disposición a someter sus voluntades particulares, en lo que
atañe al gobierno del barco y ala convivencia en é1, a la voluntad del
capitán. No se llegará a puerto por permanecer libre la voluntad de los
tripulantes, sino por someterse a las normas que, respecto de los fines r'
38 Fut¡oe¡raeNros

condiciones de la navegación, emanan de quien gobiefna el barco.


Tampoco podrá existir un equipo de fútbol si sul miembros no se
someten a una misma disciplina, que consiste en conformar sus volun-
tades particulares a una intención común. Mientras más profundamen-
te afincada se encuentre esta disposición a obedecer, u ñu.e, propia la
intención común, mayor identificación habrá entre la p".ro.ru y bi"r,
común al cual de esta manera se ordena. sin obediencia ná "ipuede
subsistir la sociedad, por la misma razónpor la cual no puede p"r*ur.,"-
cer sin gobierno. Ahora bien, es distinto el tipo de obediencia eiigible en
las distintas sociedades: aquella a la que esián obligados los miémbros
de una sociedad natural es siempre una virtud *oral, por ordenarse al
bien humano en cuanto tal; en cambio, la que se requierL a los miembros
de un equipo de fútbol, u otra sociedad similar, es sólo la condición
propia de un arte
-de un
"hacer bien algo en particulal,,_, no del
orden moral.
La autoridad es, pues, larazón tanto del gobierno como de la obe-
diencia. un gobierno sin autoridad es ilegítimo, no tiene ningún título
para exigir el acto moral de la obediencia. y la obediencia que no está
fundada en autoridad no es tal, sino sometimiento servil.
saber mandar y saber obedecer son las virtudes sin las cuales la
sociedad no puede subsistir. o son, más bien, las dos caras de la misma
virtud fundamental, la prudencia saber actuar en conformidad con
el bien común-, la cual puede-el alcanzar su forma más perfecta, la
gubernativa, solamente si antes ha pasado por la menos periecta, la del
que sabe obedecer. Esto es así, pues todo lo que crece o ie desarrolla es
primero en ciernes lo mi-smo que luego ha de ser de modo pleno y
acabado, y es el mismo saber el de quien manda y el de quien otedecá
siendo el mismo objeto el de uno y de otro, diferenciándoie únicamente
en el dominio universal o particular que, de lo que se ordena al bien
común, respectivamente suponen.

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