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Fahrenheit 451- Ray Bradbury

Tres partes:
Era estupendo quemar
La criba y la arena
Fuego vivo

I. ERA ESTUPENDO QUEMAR

Guy Montag, quien es bombero desde hace unos 10 años, sale de la estación donde
trabaja, altivo y orgulloso por la tarea bien realizada: junto con sus compañeros se dedica a
quemar libros. Tiene unos 30 años, está casado, no tiene hijos.
Antes de llegar a su casa se encuentra con Clarisse, una joven vecina de 17 años a quien
los bomberos le causan temor y que es muy consciente de su rareza: se toma tiempo para
mirar y pensar sobre todo lo que la rodea. Es muy crítica de la velocidad a la que todos
están sometidos porque se pierde la capacidad de contemplación. Todos viven enajenados
por los carteles, la tecnología, las pantallas gigantes. En casa de la jovencita, la familia ríe y
discute, se saben “raros”. Clarisse echa en cara a Montag el hecho de quemar libros
despiadadamente (monday, Millay; Wednesday, Whitman; Friday, Faulkner) y él la acusa de
“pensar demasiado”.
Clarisse hace una pregunta que desestabiliza a Montag y que marca el inicio de un cambio
absoluto en Montag: “¿Es usted feliz?”. El bombero empieza a darse cuenta de que él
mismo llevaba “la felicidad como una máscara”.

Ya en su casa, halla a su esposa Mildred totalmente alienada, intoxicada por el consumo de


fármacos para dormir. Él llama a los “limpiatuberías” quienes la rescatan de ese estado
próximo a la muerte. A la mañana siguiente, ella no recuerda nada. Y Montag se sorprende,
por primera vez ve a su esposa tal como es: una perfecta representante de la sociedad en
la que viven. Se da cuenta de que no hay diálogo ya que ella está con su “familia”,
conectada con auriculares, pegada a las pantallas. Tampoco recuerdan cuándo o cómo se
conocieron.
Las paredes de la casa están cubiertas con pantallas murales y pronto gastarán sus
ingresos para adquirir una pantalla gigante en la pared restante.

Nuevo encuentro con Clarisse. En esta ocasión los dos temas de conversación giran en
torno al amor (el diente de león deja su marca amarilla al que está enamorado) y a la
mirada. Clarisse nota algo diferente en Montag. Él ES diferente.

Montag se conduce a su trabajo y el Sabueso mecánico (robot infalible en la detección de


libros y persecución de sus poseedores) le gruñe.

Tercer encuentro con Clarisse: esta vez ella critica los modos de enseñanza y el perjuicio
sobre las nuevas generaciones. Nadie se comunica ni piensa.

Conversaciones con bomberos sobre los casos recientes. Un “loco” que pensó que podía
acumular libros y engañar al gobierno y una mujer que prefirió morir quemada con sus libros
antes que verlos arder. La imagen de la mujer quemándose perturba a Montag, que en el
priocedimiento se esconde un libro para tratar de entender qué es tan fascinante de eso que
queman.

Todo en Montag empieza a cambiar: por ejemplo, la relación con su mujer. Nota que le es
indiferente: si muriera no la lloraría. Sería la muerte de una desconocida. “Le resultó tan
triste que había empezado a llorar, no por la muerte, sino por pensar que no lloraría”. Se
siente un hombre vacío junto a una mujer extraña y vacía.
Ella le cuenta que la familia de Clarisse se ha ido y que ella, aparentemente, ha muerto en
una accidente de tránsito.
Otra cuestión que marca el cambio es que a Montag le empieza a molestar el olor a petróleo
y se asquea con el solo recordar que quemó a una mujer junto con sus libros. Intenta
compartirlo con Mildred pero ella no le da la menor importancia. Y sin embargo, él se vuelve
consciente de cómo en sólo dos minutos los bomberos liquidaban todo: el autor, su
pensamiento, el tiempo dedicado, el papel. Montag ya no quiere volver a la estación de
bomberos. Pretende dar parte de enfermo.

Poco antes de poder hacerlo, recibe la visita de Beatty, su jefe, quien ya sabe de qué tipo
de crisis se trata. Beatty es el poseedor del saber. Trata de naturalizar la reacción de
Montag como un evento que alguna vez ocurre en la vida de todo bombero. Sumamente
persuasivo, comparte con él el origen de la profesión de bomberos y cómo, después de una
guerra civil, fue necesario eliminar los libros y la posibilidad de pensar como medio de
control social. Había que quemar lo inservible. Justifica todo el proceso diciendo que solo es
posible una sociedad feliz si no hay motivos para preocuparse: conocer dos aspectos de
una misma cuestión hace a los hombres desgraciados. Para satisfacer su necesidad
intelectual, hay que llenarlos de informaciones inútiles y unidireccionales para que crean
que están pensando.
Finalmente, Beatty habilita a Montag para que conserve el libro que sabe que tiene durante
uno o dos días para que confirme lo que un libro le genera.

Pero Montag tiene más de uno. Su esposa lo sabe, no lo entiende ni lo soporta.

II. LA CRIBA Y LA ARENA

Guy Montag pasa toda la noche leyendo. Primero no entiende pero después descubre
como cierto todo lo que Clarisse le había anticipado sobre los libros, los hombres y la vida.
Mildred es testigo de todo.
Creen sentir un perro que olfatea desde afuera.

Surgen pensamientos que Montag reconoce como peligrosos. Recuerda a un profesor que
había conocido tiempo atrás en una plaza y de quién tenía registro en una libretita. Se dirige
a su casa, tiene la necesidad de compartir lo que le está pasando. En el metro lleva una
biblia e intenta leerla recordando cada cosa. Antes de devolverla quiere retenerlo todo: lo
siente imposible. Su memoria no lo resiste. Se le mezcla con lo que lo rodea, la velocidad
de la ciudad y el bombardeo de las publicidades. Compara la imposibilidad con la de llenar
una criba con arena.

Faber, el profesor, recibe a Montag con temor, desconfía y cree que es una trampa. Lo
conquista la materialidad del libro que lleva Montag. A este, por el contrario, le sorprende la
desprovista casa de Faber, la falta de pantallas. Faber le hace notar a Montag que hay
algo en su vida que le falta y que eso lo que está en los libros, lo que le han quitado y que él
antes disfrutaba quemar.
Intentan idear un plan. Para estas alturas, la rebelión del personaje es inminente. Faber,
cobra coraje (era un anciano refugiado en la comodidad de mantenerse oculto) y le da unos
auriculares para mantenerse en contacto con Montag y ayudarlo a enfrentarse a su jefe.

Montag regresa con el auricular colocado y se encuentra con las amigas de Mildred. Todas
son como ella. La que tiene tres hijos cuenta que es fácil criarlos porque solo los ve 3 días
por mes y en esos momentos los pone frente al televisor: compara la crianza con poner
ropa a lavar. Al protagonista le resulta difícil soportar tanta superficialidad y se aparece con
un libro de poesía. Mildred quiere decir que es un chiste, algo que les permiten a los
bomberos hacer alguna vez (tener un libro y leerlo) para demostrar su inutilidad. Cuando
Montag lee el poema, una de las mujeres llora desconsolada. Enseguida asocian la
literatura a la tristeza y al suicidio. Montag, siguiendo las indicaciones de Faber, arroja el
libro a las llamas. Luego echa a las invitadas de Mildred y sale de su casa para dirigirse a la
estación de bomberos.

Una vez allí, la encuentra vacía, hasta que Beatty lo increpa. Montag, a la vez que oye a su
jefe, escucha a Faber, y casi comete el error de contestarle. Beatty le dice a Montag que
tienen una nueva misión: se detienen frente a la casa de Montag.

III. FUEGO VIVO

Frente a su casa, Montag se siente inquieto, incrédulo. Beatty le confiesa haberle enviado el
Sabueso y haberlo tenido bajo sospecha. Sin embargo, la alarma fue dada tanto por Mildred
como por una de sus amigas.

Faber, desde el auricular, le dice que corra; Montag no puede, por el Sabueso.
Montag lo quema todo y Beatty le anuncia que de todas maneras quedará detenido. Faber
insiste con el plan de huida. Beatty golpea a Montag y a este se le cae el auricular, por lo
que el jefe entiende que hay alguien más conspirando.

Para Montag ya no hay vuelta atrás: se lanza contra su jefe, lo prende fuego y con el
lanzallamas se defiende del Sabueso. Emprende una huida improvisada cargando 4 libros
que había escondido en la verja de su casa. En este momento, ya sin Beatty, ya sin Faber,
Montag empieza a escuchar su propia voz, la de su propia consciencia. Se sabe fugitivo y
perseguido. Lleva dinero encima. Instintivamente huye a casa de Faber. Se detiene en una
estación de servicio para higienizarse y pasar más desapercibido ya que estaba cubierto de
hollín.
En el camino, unos jóvenes casi lo matan. Se salva y cae al suelo. Recuerda a Clarisse,
porque pudieron matarla así, jóvenes que experimentaban la velocidad. En la carrera, se le
cae uno de los libros. Los restantes, los deja en la casa de su compañero Black y da la
alarma, por venganza.

En casa de Faber, Montag pone en palabras cómo en apenas una semana ha resignificado
su existencia toda. Faber le da a conocer la existencia de campamentos ambulantes. Para
encontrarlos debe seguir el río. Faber le recomienda huir inmediatamente, juntos ven en un
televisor diminuto que la persecución es inminente e incluirá un nuevo Sabueso y
transmisión en vivo y en directo.

Son los medios de comunicación los que garantizan la persecución masiva: incluso
convencen a los espectadores de salir para señalar al que huye. Para cuando todos salen,
Montag alcanza a abandonar la última fila de casas a tiempo.

Llega casi sin aliento al río. Se baña, se moja con el whisky que tomó de Faber y se deja
llevar. Para cuando el sabueso llegó, el ex-bombero ya había recorrido unos 300 metros y
su rastro ya se había disipado.

Ya en contacto con la naturaleza, ve un gamo y se asusta pensando que se trataba de un


sabueso. Encuentra la vía del tren, tal como había dicho el profesor, y la sigue hasta
encontrar unos hombres que se calentaban junto al fuego. Tanto el fuego como el silencio
son diferentes.

Los hombres lo reconocen y le ofrecen café. Incluso lo llaman por su nombre. Han visto
toda la persecución por tv. Le dan unas sustancias para cambiar definitivamente la
composición química de su olor.

En la tv observan que todo termina con el asesinato de un hombre que supuestamente era
Montag.

Montag se une al grupo de hombres-libro/libres. Cada uno da sentido a su existencia


conservando en su memoria uno o varios libros. Cada uno ES ese libro que conserva. Es
importante la tradición oral. Confían en que generación tras generación cada vez serán
más.

Mientras Montag se familiariza con los hombres, en la lejana ciudad se desata la guerra. Él
recuerda a su esposa pero, tal como sospechaba, no siente más tristeza por ella que por el
resto. Todos son testigos del estallido bélico. Empieza a recordar dónde conoció a Mildred y
fragmentos de lo que había leído: partes del eclesiastés y del libro de la revelación. Todo
aparece claro en su mente, sin publicidades.

La victoria será recordar y que con cada generación sean más los que puedan construir
espejos para mirarse prolongadamente, lograr el autoconocimiento y no cometer los mismos
errores.

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