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M artha N u ssba u m

R ic h a r d R o r ty

G ia n E n r ico R u sc o n i

M a u r iz io V iro li
Traducción de Martha Nussbaum
G uillerm o P iro
Richard Rorty
Gian Enrico Rusconi
Maurizio Viroli

Cosmopolitas
o
patriotas

F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m ic a

México - Argentina - Brasil - Chile - Colombia - España


Estados Unidos de América - Perú - Venezuela
Primera edición en italiano, 1995
Primera edición en español, 1997
Nota del editor
“The Unpatriotic Academy”, artículo de Richard
Rorty publicado el 13 de febrero de 1994 en The
New York Times, renovó la antigua polémica en­
tre cosmopolitas y patriotas. Sin embargo, en es­
te caso la polémica no se desarrolló entre la de­
recha y la izquierda, sino dentro de una izquier­
da que comienza a preguntarse seriamente si es
posible (o aun necesario) hacer del patriotismo
un valor, reconocer un papel a la “emoción del
orgullo nacional” y al “sentimiento de identidad
Título original: nacional común”.
Piccole patrie, grande mondo En la discusión abierta por el artículo de Rorty
participaron algunos de los más lúcidos intelec­
© 1995, Reset, S. R. L. tuales norteamericanos: Martha Nussbaum, Amy
ISBN de la edición original: 88-7989-147-2 Gutmann, Charles Taylor, Anthony Appiah y Mi-
©De “The Unpatriotic Academy”, chael Walzer. Sus contribuciones al debate fue­
1994, The New York Times Co. ron primero recogidas por la Boston Review y,
Reproducción autorizada luego, publicadas en Italia por Reset/Donzelli,
D. R. © 1997, Fondo de Cultura Econòmica, S. A. con ensayos adicionales de Maurizio Viroli y
Suipacha 617; Buenos Aires Gian Enrico Rusconi.
Av. Picacho Ajusco 227; México D. F. Así como los términos del debate propuesto
no son inmediatamente traducibles en los térmi­
ISBN: 950-557-242-5 nos de un posible debate análogo en otros países,
Hecho el depòsito que marca la ley 11.723 los argumentos que sólo en parte nos pertenecen
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina deben ser reformulados teniendo en cuenta los
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distintos contextos históricos, culturales y políti­
cos. La agudeza de las intervenciones aquí reuni­
das, a las que se les ha añadido el trabajo original
de Rorty, podría muy bien servir de base para esa
reformulación.
Introducción a la edición italiana
La querelle entre cosmopolitas
y patriotas
por Maurizio Viroli
La querelle entre cosmopolitas y patriotas que ha
suscitado y suscita tanto interés entre los inte­
lectuales [norte]americanos no es una polémica
entre izquierda y derecha, sino un enfrenta­
miento dentro de la misma izquierda. El proble­
ma que divide a los contendientes no es si las
obligaciones morales y políticas hacia la humani­
dad tienen que preceder a las obligaciones hacia
la nación, sino si la democracia (y algunos agre­
gan la justicia social) necesita ciudadanos educa­
dos en los valores del cosmopolitismo y ciudada­
nos educados en los valores norteamericanos. El
contraste no es, como sí lo ha sido en Europa,
entre los partidarios de los principios universales
de la libertad y de la justicia por un lado y los
partidarios de los valores de la unidad étnica o
cultural y religiosa de la nación por el otro, sino
un contraste entre dos modos de perseguir los
valores de la democracia y la justicia social. En
este sentido, la querelle norteamericana es tam­
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bién un problema nuestro y merece seguirse con viva; y concluye el artículo diciendo que si la iz­
particular atención. quierda norteamericana no se siente orgullosa
En el ya célebre artículo de Richard Rorty de ser heredera de Emerson, Lincoln y Martin
“The Unpatriotic Academy", aparecido en el Luther King, entonces no sólo “no hará nada
New York Times del 13 de febrero de 1994 -que bueno” sino que terminará por “ser objeto de
da comienzo al debate- es evidente que se trata desprecio”.
de una disputa en el interior de la izquierda li­ Y que se trata de una disputa entre los soste­
beral y democràtico-socialista. En dicho texto, nedores de los mismísimos valores políticos de­
Rorty se enfrenta con la izquierda académica, mocráticos se ve en la naturaleza de los argumen­
partidaria de la así llamada “política de la dife­ tos adoptados por unos y por otros en la justifi­
rencia”, o bien con una política tendiente a exal­ cación de sus tesis. La abanderada del cosmopo­
tar la diferencia radical de todo grupo étnico co­ litismo, Martha Nussbaum, por ejemplo, subraya
mo garantía de realización personal y de justi­ que acentuar el patriotismo es moralmente peli­
cia. Para ejemplificarlo, la izquierda dice que las groso y que en última instancia debilita estos
mujeres (o los homosexuales, o los negros) tie­ mismos valores -o bien los ideales de justicia e
nen que cultivar sus propias diferencias cultura­ igualdad que los patriotas como Rorty proclaman
les para obtener, como individuos, reconoci­ que quieren reforzar. Y Amy Gutmann, acusada
miento y valor, y, como miembros del grupo, por Nussbaum de ser partidaria del nacionalis­
justicia y protección. Es a esta izquierda, no a mo, hace bien en rebatir que los valores naciona­
los conservadores, a la que Rorty le reprocha ser les que deberían inspirar la educación de los jó­
“antipatriótica”, así como negar sentirse parte venes son los valores de la ciudadanía democráti­
del país en el que vive, rechazar la idea de una ca, de la libertad y de la justicia para todos, o bien
identidad nacional norteamericana y menospre­ los valores "nacionales” pero sólo en el sentido,
ciar el valor emotivo del orgullo nacional. Rorty bastante inocuo, de ser valores proclamados y en­
no está preocupado por la unidad mística u or­ señados en Estados Unidos.
gánica de la nación norteamericana, sino por el Incluso, aunque están de acuerdo en la defen­
destino de la reforma social, por la suerte de los sa de los principios de la democracia, los cosmo­
que están en desventaja y por el futuro de la iz­ politas y los demócratas discuten acerca del valor
quierda norteamericana. Y escribe que una na­ de la comunidad nacional: los primeros niegan
ción no puede reformarse a sí misma “si no está que la pertenencia a la nación tenga un valor mo­
orgullosa de sí, si no tiene una identidad en la ral; los segundos replican que sin nación no es
que se reconoce” y a la que trata de mantener posible el ejercicio de la ciudadanía democrática.
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Los límites nacionales, observa Martha Nuss- petar las obligaciones de justicia, incluso respec­
baum, son datos puramente arbitrarios u occi­ to de quien vive más allá de los límites.
dentales, y entonces es totalmente irracional atri­ La crítica al cosmopolitismo en nombre de la
buirles un significado moral. Y es absolutamente prioridad de los valores políticos de la ciudadanía
inaceptable decir que tenemos menos obligacio­ democrática podría incluir también un argumen­
nes con los individuos que viven más allá de los to de naturaleza moral. La tesis de que los lími­
límites que con los que viven dentro de ellos. Por tes nacionales no tienen relevancia moral se pue­
su parte, los patriotas replican que, aunque carez­ de criticar en nombre de los mismos principios
can de valor moral, los límites tienen en cambio de libertad y de autonomía personal que justa­
valor político, porque definen el ámbito dentro mente tanto aprecian los cosmopolitas. Éstos ol­
del cual se ejerce la ciudadanía democrática. En vidan que, más allá de los seguros límites nacio­
otras palabras, podemos vivir como ciudadanos y nales, no nos volveremos ciudadanos del mundo,
hacer sentir nuestro peso como tales sólo en sino ciudadanos o súbditos de otra nación, con la
cuanto miembros de una comunidad nacional consecuencia obvia de que no podremos vivir se­
definida por límites precisos. Como observa Mi- gún nuestra cultura (hablar nuestra lengua, culti­
chael Walzer, no hay un mundo del cual poda­ var nuestra historia, vivir según nuestras costum­
mos ser ciudadanos: no existen estructuras polí­ bres). Terminaremos por ser gradualmente absor­
ticas del “mundo” dentro de las cuales podamos bidos dentro de otra cultura nacional o nos vol­
participar en las decisiones políticas soberanas, y veremos culturalmente anónimos. Incluso dejan­
tampoco existe un calendario de las conmemora­ do de lado la obvia consideración de que vivir se­
ciones y las celebraciones de los ciudadanos del gún la propia cultura es una limitación de la li­
mundo. Sólo podríamos ser ciudadanos del mun­ bertad, ¿quién sería sinceramente feliz teniendo,
do, opina Amy Gutmann, si existiera una estruc­ por ejemplo, hijos culturalmente extranjeros o
tura política mundial. Si queremos vivir como in­ culturalmente anónimos? ¿Hijos que han adqui­
dividuos libres e iguales debemos ser ciudadanos rido la identidad nacional de otra nación o que ya
de alguna comunidad política y tenemos que ser no tienen ninguna? Más que un valor político, los
educados en la práctica de esos valores que nos límites tienen entonces un valor moral, en tanto
capacitan para participar activamente en la vida mantienen vivas culturas y modos de vida que
de nuestra comunidad política. Al mantener viva son importantes para el desarrollo y el enriqueci­
nuestra comunidad política como comunidad de­ miento de la vida moral del individuo.
mocrática, damos un gran servicio a la humani­ Los cosmopolitas y los patriotas norteameri­
dad y nos sentimos dispuestos a reconocer y res­ canos, sin embargo, no están en desacuerdo sola­
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mente respecto del valor de los límites naciona­ te de un proyecto común y participen activa­
les, sino también en lo que atañe al orden de mente de la vida democrática hace falta que los
prioridades de las obligaciones de la democracia. vínculos específicos de la cultura y de la histo­
Los primeros ponen el acento en las obligaciones ria, que sólo una educación patriótica puede
que la democracia tiene hacia el exterior, o bien conservar y reforzar, se mantengan vivos y en ac­
hacia los otros pueblos y hacia los otros indivi­ ción. Si los ciudadanos no sienten hacia sus con­
duos; los segundos, en las obligaciones de los ciu­ ciudadanos un “fuerte sentimiento de identifica­
dadanos con sus conciudadanos y con la repúbli­ ción”, concluye Taylor, la democracia muere, y la
ca. Si a los jóvenes norteamericanos se los educa­ muerte de una democracia es un desafío para to­
ra para pensar y vivir como ciudadanos del mun­ da la humanidad.
do, observa Martha Nussbaum, se verían seria­ Si bien la querelle entre cosmopolitas y patrio­
mente perturbados por el hecho de que los es­ tas considera indudablemente problemas de ca­
tándares de vida de los que ellos gozan no pue­ rácter general para la política democrática, no
den extenderse a los demás países, sobre todo a hay que olvidar las diferencias entre el contexto
los países subdesarrollados. Sin una seria educa­ norteamericano y el contexto europeo e italia­
ción cosmopolita, los tan celebrados valores nor­ no. Pensemos, por ejemplo, en la espinosa cues­
teamericanos del respeto por la dignidad huma­ tión del orgullo nacional. En el caso de los nor­
na y por el derecho de cada persona a perseguir teamericanos, lo recordaba ya Tocqueville, nos
la libertad y la felicidad se vuelven vacíos ejerci­ encontramos frente a un pueblo dotado de un
cios retóricos que cubren mezquinos intereses fuerte orgullo nacional: orgullo de ser un pueblo
nacionales. Los patriotas que intervienen en la que ha sabido conquistar su propia libertad y que
discusión no contestan a este argumento, pero ha construido y defendido una democracia fuer­
observan que educar a las nuevas generaciones te, llena de defectos, que se ha visto manchada
en los principios del cosmopolitismo debilitaría por graves injusticias hacia sus propios conciuda­
la democracia norteamericana porque la demo­ danos y hacía otros pueblos, pero que siempre, a
cracia, y no sólo la norteamericana, necesita pa­ los ojos de la mayor parte de los norteamerica­
triotismo. La democracia, explica Charles Tay- nos, es el mejor sistema político que pudo poner­
lor, vive hasta que la mayor parte de los ciuda­ se en práctica hasta ahora. Este orgullo de ser
danos siente a la república como una empresa norteamericanos se traduce en la difundida con­
común importante, y considera que para mante­ vicción de que un norteamericano no puede to­
nerla viva debe participar en la vida pública. Pe­ lerar la violación de los derechos fundamentales,
ro para hacer que los ciudadanos se sientan par­ y en este sentido el orgullo nacional es una moti­
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vación para el quehacer democrático. Pero se tra­ trar ejemplos de luchas por la libertad y por la
duce también en un sentimiento de superioridad justicia que pueden estimular el deseo de hacer
hacia los que no son norteamericanos y en el re­ algo para estar a la altura de los mejores momen­
chazo a comprender el valor de la cultura y las tos de nuestra historia nacional. Como escribía
experiencias de los otros pueblos. Cario Rosselli, podemos encontrar una Italia a la
En el contexto italiano el problema del orgu­ que estamos orgullosos de pertenecer. No im­
llo nacional aparece en términos muy diferentes. porta si la Italia que sentimos como nuestra fue
Los italianos no poseen un marcado orgullo na­ casi siempre la Italia de los derrotados. Las de­
cional, sobre todo porque, como ha subrayado rrotas por causas justas sirven más que el recuer­
recientemente Bobbio, no tienen mucho de qué do de los triunfos, en cuanto educan un senti­
vanagloriarse. Y sin la “garra" de ser italianos no miento de dignidad que es inmune a la vanidad
se desarrolla el sentimiento de pertenencia a la y la vanagloria, y que está sostenido por el respe­
comunidad nacional ni puede existir la nación to y la comprensión hacia quien no salió airoso
como comunidad cultural e histórica.1 Todo es­ de su empresa.
to es verdad, pero ¿puede un pueblo que carece No obstante, el problema sobre el que es ur­
de orgullo nacional, que no tiene sentimiento de gente abrir un diálogo serio con nuestros amigos
la propia dignidad, construir o reconstruir una norteamericanos es la relación entre nación y
república democrática? Quien no tiene orgullo democracia, o bien si el refuerzo del sentimien­
ni conciencia de su propia dignidad tiende a re­ to nacional es una condición necesaria para el
signarse y a ser tratado como un siervo; raramen­ refuerzo de la democracia. A esta pregunta los
te encuentra la fuerza y las motivaciones para liberáis norteamericanos responden que la de­
exigir que se lo trate como un ciudadano. Para mocracia no necesita una unidad nacional en­
reforzar el orgullo nacional que la democracia tendida como sentimiento de pertenencia a una
necesita no es necesario alentar la convicción de misma cultura o, peor, a una misma etnia, sino
que “somos mejores que los demás", como a me­ que sólo necesita la común adhesión a los prin­
nudo piensan los norteamericanos. Basta con cipios políticos universales de la libertad y de la
alentar la toma de conciencia, más modesta, de igualdad civil y política. Los comunitaristas res­
que también nosotros hicimos algo bueno. Si ponden, en cambio, que la adhesión a los valo­
buscamos en nuestro pasado, podemos encon­ res políticos universales no basta para suscitar
en los ciudadanos el sentimiento de pertenencia
1 Véase el artículo “Quale Italia?" aparecido en la revista común que sólo puede alimentar el compromi­
Reset, n° 13, enero de 1995. so civil y la solidaridad que necesita una buena
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democracia; entonces, además de la adhesión a ce que es la conclusión de Bobbio- no necesita la
los valores de la democracia hace falta una uni­ idea de nación.2
dad más profunda, fundada en la cultura co­ En cambio, Gian Enrico Rusconi, en su libro
mún, en la conciencia de formar parte de la mis­ Se cessiamo di essere una nazione,3 así como en
ma historia, en la aceptación de los mismos va­ el ensayo que publicamos aquí, sostiene una po­
lores morales. Y hay una tercera posición, a la sición cercana a la de los comunitaristas demo­
que podríamos definir como democrático-socia- cráticos norteamericanos. Para que una demo­
lista, que rechaza la propuesta comunitarista de cracia funcione, escribe Rusconi, “necesita de
reforzar la unidad cultural y moral de la nación lealtad política y de solidaridad cívica. En el co­
y subraya que el verdadero sentimiento de per­ razón y en la cabeza de los ciudadanos comunes
tenencia que necesita la sociedad es el senti­ (de la 'gente') estas virtudes no descienden de
miento de pertenencia a la república, que nació manera abstracta de principios universales, sino
y se desarrolló en Estados Unidos, con su histo­ que se adquieren en el curso de una vivencia
ria, su cultura y su modo de vida particular, y histórica y dentro de una comunidad a la que
que este tipo de unidad se refuerza con políti­ pertenecemos y en la cual se nos reconoce. En
cas de reforma social y con la participación en las grandes democracias occidentales esta co­
la vida política. munidad política de pertenencia, que hace de
En Italia, la posición liberal-democrática se vio vehículo y de contenedor histórico de los valo­
recientemente afianzada por Bobbio, que a la res democráticos, fue y es la nación”. Para refor­
pregunta “¿cuál es la relación que se establece en­ zar la democracia hace falta entonces reforzar la
tre el sentimiento nacional y la aceptación de los nación, o bien reconstruir y robustecer los vín­
principios de la democracia?” respondió obser­ culos de cultura e historia que unen, sin borrar
vando que “los procesos de nacionalización y de las diferencias y los conflictos, a los italianos.
democratización se desarrollaron generalmente Una Constitución liberal-democrática que fun­
en tiempos diferentes. De los dos procesos, el de cione necesita un patriotismo que consista, en
unificación nacional llegó, si acaso llegó, antes. primer lugar, en reconocerse positivamente en
Cuando el proceso de democratización alcanza una historia común “que culmina en una nación
su maduración, el otro pierde en parte su función democrática”.
principal. Es más, puede ser utilizado, como su­
cedió en Italia, no para favorecer el desarrollo de­
mocrático sino para detenerlo y desordenarlo”. 2 Ibid.
Una Constitución liberal-democrática —me pare­ 3 II Mulino, Bolonia, 1993.
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Como se ve, Bobbio y Rusconi ponen a la iz­ te deberíamos reducir el pluralismo cultural, o
quierda italiana frente a una elección importan­ religioso, o los modos de vida que existen tam­
te. El primero sugiere continuar anclados en los bién entre nosotros. Con el resultado de que los
valores de la república democrática tratando de italianos se volverían más hipócritas, intolerantes,
transformar estos valores en cultura y costum­ presuntuosos y aburridos, sin transformarse en
bres compartidas sin caer en las seducciones de la buenos ciudadanos. Si deseamos mejorar nuestra
nación; el segundo exhorta a aceptar los valores democracia reforzando la nación corremos el
de la nación como sostén e integración de los va­ riesgo de disminuir el pluralismo y de encontrar­
lores de la república democrática. nos con ciudadanos todavía peores.
Considero que Bobbio tiene razón al reco­ Dicho esto aún hace falta responder al proble­
mendar que nos olvidemos de la nación. Hablar ma planteado por Rusconi, o sea, cómo afianzar
de nación significa hablar de unidad: unidad ét­ los principios de la democracia en los sentimien­
nica, cultural, lingüística, histórica. Puede haber tos de pertenencia que puedan sostener y estimu­
muchos modos de definir, de construir o de “ima­ lar, a su vez, el sentimiento de responsabilidad ci­
ginar” una nación, pero cualquiera sea la vía ele­ vil, para que los ciudadanos hagan lo que les co­
gida el resultado debe ser alguna forma de uni­ rresponde liberándose de sus deberes civiles. En
dad cultural o moral. Tan así es que donde no otras palabras, hace falta que se sientan parte de
existe una unidad semejante, como en Estados algo que no sea solamente la familia, o el sindica­
Unidos, los estudiosos se plantean el problema de to, o la asociación profesional, o el partido, o la
si es lícito hablar de nación y algunos, con auto­ iglesia. Pero la idea que sugiere el tipo de unidad
rizados argumentos, responden que Estados Uni­ que la democracia necesita no es la nación, sino
dos no es una nación en el sentido tradicional, o la patria en su significado clásico, o sea la patria
que es una “nación de naciones”, o una realidad entendida como libertad común de un pueblo
absolutamente particular, “una unión social de protegida por las leyes y la Constitución y por las
uniones sociales". Pero en tanto unidad cultural o costumbres de la república. La diferencia entre
moral, la nación como tal no es un sostén y pue­ patria y nación no es sólo de términos sino de
de ser un peligro para la democracia por la obvia contenido: la patria es un concepto político, la
razón de que la democracia vive del pluralismo y nación es un concepto cultural. La patria, como
del conflicto (en los límites de la legalidad) no lo han explicado tantas veces los escritores polí­
solamente social y político, sino también cultural ticos republicanos, sólo existe allí donde existen
y moral. Si verdaderamente quisiéramos volver a la libertad y la igualdad civil y política, mientras
Italia más nación de lo que es hoy, necesariamen­ que la nación puede existir en cualquier régimen
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político. La patria puede provocar en los ciudada­ sin tratar de estimular la unidad cultural o, peor
nos un tipo de virtud política que necesita la re­ aún, étnica o religiosa.
pública: el amor a la ley y a la Constitución que Desde este punto de vista la discusión nortea­
defienden la libertad común del pueblo. El amor mericana ofrece algunos principios teóricos y po­
por la patria no es amor por una libertad abstrac­ líticos útiles, en tanto sugiere la posibilidad de un
ta. Es el acercamiento a la libertad que existe gra­ patriotismo que puede funcionar como motiva­
cias a las instituciones de una república particular, ción de la responsabilidad y del esfuerzo civil sin
que tiene una historia propia, un modo propio de poner en peligro el pluralismo étnico, cultural y
vivir libre, una cultura propia. Es la preocupación religioso en el que se basa la democracia nortea­
por el bien común y la solidaridad en relación mericana. Se trata de un patriotismo político sos­
con los ciudadanos. Y dicha solidaridad se funda tenido no por el acercamiento a una religión, o a
en el sentimiento de pertenencia a una república un grupo étnico, o a una cultura particular sino
y en la identidad común como ciudadanos que por la adhesión a los valores políticos de la repú­
tienen iguales derechos e iguales deberes. blica y al modo de vida y a la cultura inspirada en
En tanto acercamiento a la Constitución y a aquellos valores. Es un patriotismo que tiene sus
las leyes de la república, el amor por la patria de textos fundamentales -la Declaración de la Inde­
la que hablan los clásicos encuentra su “penetra­ pendencia, los discursos de Lincoln, sobre todo el
ción en la verdad y el cumplimiento”, como su­ de Gettysburg, la Constitución y las sentencias
braya Rusconi, en el concepto contemporáneo de la Corte constitucional, incluida aquella que
de “patriotismo constitucional”. Pero no hay que declaró que quemar la bandera no ofende al pa­
olvidar que este tipo de amor por la patria es un triotismo norteamericano-, que está abierto a un
amor esencialmente político que nace, en primer continuo trabajo de interpretación y reinterpre­
lugar, del buen gobierno y de la participación ac­ tación de la historia nacional. Pero es sobre todo
tiva de los ciudadanos. Para seguir vivo y desa­ un patriotismo que puede y debe ser sostenido,
rrollarse, necesita historias compartidas y una como ha escrito Walzer, “sólo por la política”, sin
cultura inspirada en los principios de la repúbli­ desear la restauración o la instauración de cual­
ca; pero sobre todo necesita justicia, no homoge­ quier forma de unidad cultural de la nación nor­
neidad cultural, religiosa o étnica. Si queremos teamericana.
reforzar el sentido de responsabilidad civil que Todo esto invita a hacer algunas reflexiones
necesita la democracia, debemos trabajar para acerca de nuestro caso. No creo que los males de
hacer de la nuestra una república más justa y pa­ la república nacida de la Resistencia hayan surgi­
ra estimular la participación en la vida política do del hecho de que una vez instituida la repú­
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blica democrática no se intentara darle un ade­ parte de los males de Italia deriva de la falta de
cuado fundamento nacional. Creo más bien, co­ una sólida cultura liberal. Es verdad, pero han ol­
mo subraya Rusconi, que el error fue justamente vidado agregar, salvo pocas excepciones, que sin
no haber sabido traducir el patriotismo provoca­ patriotismo no se construye y no se conserva una
do por la Resistencia en una cultura difundida. buena sociedad liberal y mucho menos una bue­
Croce estaba en lo cierto cuando lamentaba, en na democracia. El análisis quedó incompleto y la
junio de 1943, que “resuena hoy, por sobre todo, parte que faltaba no era un adorno retórico, sino
la palabra libertad; pero no otra que en un tiem­ el instrumento necesario para dar fuerza al pro­
po iba unida a ésta: la patria, el amor por la pa­ yecto liberal y democrático, como enseña la ex­
tria, el amor hacia nosotros, los italianos, por Ita­ periencia de otros países donde ese proyecto tu­
lia”.4 Y subrayaba, en cambio, que hay que volver vo mejor vida. Tratamos de no repetir el mismo
a hablar de la patria y del amor por la patria, y error y de no cometer otros peores. Si la izquier­
que el amor por la patria “debe recuperarse, con da quiere ser la fuerza política que pretende ha­
honor, precisamente contra el cínico y estúpido cer de Italia una república digna de este nombre
nacionalismo, porque aquél no es afín al naciona­ debe dejar de lado tanto las tentaciones comuni-
lismo, sino su contrario”. Si el amor por la patria taristas y nacionalistas como el universalismo
vuelve a encenderse en los corazones de los ita­ neutro y abstracto, y tiene que aventurarse por
lianos, concluía Croce, los partidos políticos en­ un nuevo camino, que es el de la tradición repu­
contrarán en esto un fundamento común, un blicana y la filosofía civil. Por una divertida ironía
ideal superior a los intereses útiles, más aún, ne­ de la historia, esta tradición intelectual y política
cesarios, para garantizar el desarrollo del conflic­ que nació y se desarrolló en Italia durante el Hu­
to político. El patriotismo entendido en su signi­ manismo y el Renacimiento nos es propuesta
ficado auténtico hubiera podido ser entonces el hoy, una vez más, desde la otra orilla del Atlánti­
fundamento de una sana, dinámica y abierta so­ co. Volvamos a trabajar en esta tradición y pongá­
ciedad liberal.5 Desde que Croce escribió estas mosla entre los fundamentos del proyecto cultu­
palabras hasta nuestros días, los intelectuales ita­ ral de una izquierda que sea, sin vacilaciones, la
lianos han repetido infinidad de veces que gran fuerza política de la renovación civil en Italia.

4 Benedetto Croce, “Una parola desueta: l’amor di patria",


en L’idea liberale. Contro le confusioni e gl’ibridismi, Bari, La-
terza 1944, p. 21.
5 Ibid., pp. 22-23.
24 25
La academia antipatriótica
por Richard Rorty
A pesar de la indignación que podamos sentir
frente a la cobardía y la corrupción gubernamen­
tales y la desesperación ante lo que se les hace a
los más débiles y más pobres, la mayoría de noso­
tros aún se identifica con nuestro país. Nos enor­
gullecemos de ser ciudadanos de una democracia
duradera, que se inventó y se reforma a sí misma.
Consideramos que Estados Unidos tiene glorio­
sas -aunque un poco deslucidas- tradiciones.
Muchas de las excepciones a esta regla se en­
cuentran en facultades y universidades, en los de­
partamentos académicos que se han convertido
en santuarios de las concepciones políticas de iz­
quierda. Me agrada que existan dichos santua­
rios, aunque quisiera que tuviéramos una izquier­
da con una base más amplia, menos enredada en
sí misma y abrumada de jergas que la actual. Pe­
ro cualquier izquierda es mejor que ninguna, y
ésta está haciendo mucho bien a personas que re­
cibieron un trato injusto en nuestra sociedad:
mujeres, afroamericanos, gays y lesbianas. A largo
plazo, esta focalización en grupos marginados
27
contribuirá a hacer que nuestro país sea mucho fructíferas. Pero lo sean o no, es importante insis­
más decente, tolerante y civilizado. tir en que la percepción de una identidad nacio­
Pero esta izquierda tiene un inconveniente: es nal compartida no es un mal. Es un componente
antipatriótica. En nombre de la "política de la di­ absolutamente esencial de la ciudadanía de cual­
ferencia” se niega a alborozarse por el país que quier intento de tomar en serio nuestro país y sus
habita. Repudia la idea de identidad nacional y la problemas. No hay incompatibilidad entre el res­
emoción del orgullo nacional. En este repudio ra­ peto por las diferencias culturales y el patriotis­
dica la diferencia entre el pluralismo estadouni­ mo estadounidense.
dense tradicional y el nuevo movimiento deno­ Como cualquier otro país, el nuestro tiene m u­
minado multiculturalismo. El pluralismo es el in­ chos motivos para enorgullecerse y muchos para
tento de hacer de Estados Unidos lo que el filó­ avergonzarse. Pero una nación no puede refor­
sofo John Rawls llama “una unión social de unio­ marse a menos que se enorgullezca de sí misma:
nes sociales”, una comunidad de comunidades, a menos que tenga una identidad, se regocije
una nación con mucha más cabida para la dife­ en ella, reflexione sobre ella y trate de ser digna
rencia que casi todas las demás. El multicultura­ de ella. Ese orgullo asume a veces la forma de un
lismo se está convirtiendo en el intento de man­ nacionalismo arrogante y belicoso. No obstante,
tener a estas comunidades enfrentadas entre sí. a menudo se presenta como el anhelo de mante­
Los izquierdistas académicos, entusiastas del nerse fiel a los ideales profesados de la nación.
nuevo movimiento, desconfían de la reciente pro­ Ése es el deseo al cual apelaba el reverendo
puesta de Sheldon Hackney, presidente del Na­ Martin Luther King, alguien de quien todo esta­
tional Endowment of the Humanities [Fondo dounidense puede estar orgulloso. Es tan apro­
Nacional para las Humanidades], de realizar con­ piado que los estadounidenses blancos se enor­
cejos municipales televisados para “explorar el gullezcan del reverendo King y su éxito (limita­
significado de la identidad estadounidense”. do] como que los estadounidenses negros se
Cuando Richard Sennett criticó al señor Hack­ enorgullezcan de Ralph Waldo Emerson y John
ney, un distinguido analista social, señaló que la Dewey y los suyos (también limitados). Cornel
idea de dicha identidad es sólo “el rostro caballe­ West escribió un libro, The American Evasión of
resco del nacionalismo”, al mismo tiempo que Philosophy, sobre las relaciones entre Emerson,
hablaba de “lo pernicioso de una identidad nacio­ Dewey, W. E. B. Du Bois y su propia predicación
nal compartida”. en las iglesias afroamericanas. El difunto Irving
Es demasiado pronto para decir si las conver­ Howe, cuyo World of Our Fathers hizo un gran
saciones propuestas por el señor Hackney serán aporte a nuestra conciencia de que somos una
28 29
nación de inmigrantes, también trató de conven­ diferencia” quedará cada vez más aislada y sin po­
cernos (en The American Newness: Culture and sibilidades de una acción eficaz. Una izquierda an­
Politics in the Age of Emerson) de que atesorára­ tipatriótica nunca consiguió nada. Una izquierda
mos una esperanza característicamente estadou­ que se niegue a enorgullecerse de su país no ten­
nidense y emersoniana. drá influencia en su política y, finalmente, se con­
El señor Howe podía alborozarse por un país vertirá en objeto de desprecio.
que recién en su tiempo comenzó a permitir que
los judíos fueran miembros plenos de la socie­ Charlottesville, Va, 13 de febrero de 1994
dad. Comel West, a pesar de todo, puede identi­
ficarse con un país que, al negarles escuelas y em­
pleos decentes, mantiene a tantos estadouniden­
ses negros en la humillación y la miseria.
No hay contradicciones entre esa identifica­
ción y la vergüenza frente a la codicia, la intole­
rancia y la indiferencia ante el sufrimiento tan di­
fundidas en Estados Unidos. Al contrario, uno só­
lo puede avergonzarse por el comportamiento de
su país en la medida en que siente que efectiva­
mente es su país. Si dejamos de lado esa identifi­
cación, dejamos de lado la esperanza nacional. Si
dejamos de lado la esperanza nacional, ya ni si­
quiera trataremos de cambiar nuestras costum­
bres. Si los izquierdistas estadounidenses dejan
de enorgullecerse de ser los herederos de Emer­
son, Lincoln y King es improbable que se haga
realidad la profecía de Irving Howe de que “la
‘novedad’ resurgirá”: de que volveremos a expe­
rimentar la gozosa autoconfianza que colma el
American Scholar de Emerson.
Si en bien de la pureza ideológica o debido a
la necesidad de mostrar el mayor enojo posible la
izquierda académica insiste en una “política de la
30 31
Educar ciudadanos
del mundo
por Martha Nussbaum
Cuando alguien le pregunta de
dónde viene, él responde: “soy
ciudadano del mundo”.
Diógenes Laercio
Vida de Diógenes el Cínico
En una de las novelas de Rabindranath Tagore,
La casa y el mundo, la joven esposa Bimala, en­
cantada por la retórica patriótica de Sandip, ami­
go de su marido, se vuelve una encarnizada par­
tidaria del movimiento Swadeshi, que ha organi­
zado un boicot en contra de la importación de
mercaderías extranjeras. El eslogan del movi­
miento es “Bande Matanam”, Viva la Madre Pa­
tria. Bimala lamenta que su marido, un hacenda­
do hindú cosmopolita, se mantenga alejado de la
causa:
“No es que mi marido no quisiera adherir al
movimiento Swadeshi, o que de alguna manera
estuviera en contra de la causa. Simplemente no
33
era capaz de aceptar generosamente el espíritu rácter norteamericano y acerca de la educación-
de ‘Bande Matanam'.” del orgullo nacional y de los llamados a la na­
“Deseo con todo el corazón servir a mi país”, ción. En el artículo ya muy conocido aparecido
decía él; “pero reservo mi veneración para el de­ en el New York Times (13 de febrero de 1994),
recho, que es mucho más grande que mi país. Ve­ el filósofo Richard Rorty exhorta a los nortea­
nerar a mi país como a un dios es maldecirlo”. mericanos, sobre todo a la izquierda norteam e­
Los norteamericanos a menudo han adherido ricana, a no despreciar el patriotismo como va­
al principio del “Bande Matanam”; en realidad lor y a reconocer un rol fundamental a la “em o­
han atribuido al hecho de ser norteamericanos ción del orgullo nacional” y al “sentimiento de
una gran importancia en la deliberación moral y identidad nacional común". Rorty sostiene que
política; y el orgullo de compartir una identidad no podemos siquiera encauzar una crítica cons­
y una ciudadanía específicamente norteamerica­ tructiva a nosotros mismos si no nos “alegra­
nas siempre fue una motivación determinante en mos” de nuestra identidad norteamericana y si
la acción política. Creo, junto con Tagore y su no nos definimos en los términos de esa identi­
personaje Nikhil, que ampliar el orgullo patrióti­ dad. Parece considerar que la alternativa de fon­
co es moralmente peligroso y en última instancia do a una política basada en el patriotismo y en
incluso subversivo en relación con algunos de los la identidad nacional es lo que él llama una “po­
objetivos que el patriotismo declara servir: por lítica de la diferencia”, que se fundaría en la di­
ejemplo, el de la unidad nacional en homenaje a visión interna entre subgrupos étnicos, raciales,
los justos ideales morales de justicia e igualdad. religiosos, etcétera. El filósofo no considera si­
Yo sostengo, en cambio, que tales objetivos saca­ quiera la posibilidad de que la emoción y el in­
rían provecho de un ideal más adecuado a la si­ terés político puedan tener una base internacio­
tuación del mundo contemporáneo: vale decir nal más amplia.
del antiguo ideal cosmopolita, del individuo cuya Y no se trata de un caso aislado. El artículo de
lealtad se dirige a la comunidad de los seres hu­ Rorty responde y defiende la invitación hecha
manos del mundo entero. por Sheldon Hackney a tener una “conversación
La motivación de esta tesis deriva, en parte, de personal”1 para discutir la identidad norteameri­
mi experiencia de trabajo sobre la calidad de vi­ cana. Participé personalmente en la primera fase
da en el nivel internacional en un instituto de de ese proyecto; era consciente de que eso, tal
economía del desarrollo vinculado a las Naciones
Unidas. Y fue suscitada también por la reapari­ 1 Véase el discurso de Hackney en la Asociación Nacional
ción —en algunos debates recientes acerca del ca­ de Prensa (National Press Club).

34 35
como había sido inicialmcnte concebido,2 pro­ los derechos humanos seguramente es necesario
ponía un análisis interno, circunscrito a los lími­ en un mundo en el que las naciones interactúan
tes de la nación y no a un examen de las obliga­ en términos -esperem os- de justicia y respeto
ciones y de los esfuerzos que ligan a Norteamé­ recíprocos.
rica con el resto del mundo. La contradicción ¿Pero, basta con esto? Mientras los estudiantes
que surgía del proyecto, así como en el artículo crecen, ¿es suficiente que aprendan que son, an­
de Rorty, era entre una política basada en la di­ tes que nada, ciudadanos de Estados Unidos, pe­
ferencia étnica, racial y religiosa y otra fundada ro que también deben respetar los derechos hu­
en una identidad nacional común. En el proyec­ manos fundamentales de los ciudadanos hin­
to, ningún espacio estaba dedicado a lo que nos dúes, bolivianos, nigerianos y noruegos? ¿No de­
vuelve dependientes y parecidos a los otros seres berían aprender (como yo creo], además de la
humanos racionales. historia y la situación actual de su país, mucho
Los sostenedores del nacionalismo en política más acerca del resto del mundo en el que viven,
y en el ámbito de la educación generalmente ha­ sobre la India, Bolivia, Nigeria y Noruega, sobre
cen pobres concesiones al cosmopolitismo. Afir­ sus historias, sus problemas y progresos? ¿Deben
man, por ejemplo, que si bien las naciones en ge­ aprender solamente que los ciudadanos hindúes
neral basan la educación y la deliberación políti­ tienen iguales derechos, o deben aprender a co­
ca en valores nacionales comunes, el interés por nocer algo también de los problemas del hambre
los derechos humanos fundamentales debería y de la contaminación en la India, y de las impli­
formar parte de cualquier sistema de educación caciones que tienen estos problemas, en térmi­
nacional, y dicho interés debería servir, en cierto nos más amplios, en el hambre en el mundo y en
modo, para mantener unidas a muchas nacio­ la ecología del planeta? Y, sobre todo, ¿deben
nes.3 Parece un comentario adecuado a la reali­ aprender que son antes que nada ciudadanos de
dad de los hechos; y subrayar la importancia de Estados Unidos, o bien que son ciudadanos en
un mundo de seres humanos y que, aun siendo
2 Ésta es una precisión importante. Se está trabajando to­ ciudadanos de Estados Unidos, tienen que com­
davía en el proyecto, y yo aún formo parte de él. partir este mundo de seres humanos con los ciu­
3 Un ejemplo reciente sobre el tema se encuenta en Amy dadanos de otros países? Sugiero cuatro argu­
Gutmann, «Multiculturalism and Democratic Education», mentos a favor de esta segunda concepción, que
ponencia leída en la Conferencia sobre La igualdad y sus crí­ defino como educación cosmopolita.
ticos, que se llevó a cabo en la Brown University en marzo de
19.94. El presente artículo nació como un comentario a la po­ 1. A través de la educación cosmopolita aprende­
nencia de Gutmann. mos más de nosotros mismos. Uno de los obstácu­
36 37
los más consistentes para una racional delibera­ gana el pan, no es la única que está en condicio­
ción política lo constituye la sensación, no muy nes de criar hijos en el mundo de hoy. La familia
identificada, de que las preferencias y los com­ amplia, los núcleos de familias, la aldea, las aso­
portamientos del individuo son normales y natu­ ciaciones de mujeres: éstos y otros grupos son
rales. Una educación que perciba los límites na­ considerados en varias partes del mundo los pri­
cionales como moralmente relevantes muy a me­ meros responsables de la educación de las nuevas
nudo refuerza este tipo de racionalidad, confi­ generaciones. Gracias a este tipo de análisis pode­
riendo a lo que es solamente un accidente de la mos preguntarnos, por ejemplo, cuál es el por­
historia un aspecto de consistencia moral y de centaje de abuso de la infancia en familias en las
gloria. Observándonos a nosotros mismos a tra­ que están presentes, además de los padres, los
vés de la lente de los demás llegamos a distinguir abuelos y otros parientes, respecto de la familia
aquello que, en nuestra práctica, es local y super- nuclear, más bien aislada, de tipo occidental; o
fluo, y lo que es más amplia y profundamente bien, cuántas estructuras de asistencia a la infan­
compartido. Nuestra nación es vergonzosamente cia y de qué tipo existen para permitir que la
ignorante respecto de gran parte del resto del mujer trabaje, y si son adecuadas.4 Si no comen­
mundo. Considero que esto significa que, debido zamos a enfrentar en estos términos el proyecto
a muchos aspectos importantes, también es igno­ educativo, corremos el riesgo de convencernos de
rante en lo que atañe a sí misma. que las posibilidades que nos son familiares son
Sólo un ejemplo, dado que 1994 fue para las las únicas practicables, y que son de alguna ma­
Naciones Unidas el año internacional de la fami­ nera “normales” y “naturales” para el género hu­
lia: si queremos comprender nuestra historia y mano en cuanto tal. Lo mismo vale para la con­
nuestras elecciones allí donde la estructura de la cepción del sexo y del género, para el trabajo y su
familia y la educación de los niños tienen un pa­ división, para la propiedad y el tratamiento de la
pel importante, es de gran ayuda mirar en tomo infancia y los ancianos.
y analizar qué configuraciones asume la familia y 2. Tratamos de progresar en la solución de pro­
con qué estrategias se educa a los niños. (Dicha blemas que requieren la cooperación internacio­
operación debería incluir el estudio de la historia nal. Esta circunstancia elemental puede consti­
de la familia, tanto en nuestra tradición como en tuir, para los niños, una primera aceptación del
otras.) Un análisis de este tipo pondría en eviden­
cia, por ejemplo, que la familia nuclear compues­
ta por dos padres, en la que la madre es la prime­ 4 Para algunos problemas vinculados a la mujer y al traba­
ra artífice de dicha estructura y el padre el que jo, véase M. Nussbaum y J. Glover, (dir.), Women culture and
Development, Oxford, Clarendon Press, en preparación.
38 39
hecho de que, nos guste o no, vivimos en un de la contaminación y la actual situación econó­
mundo en el que los destinos de las naciones es­ mica de los países en vías de desarrollo? Si to­
tán estrechamente ligados a los bienes primarios mamos al pie de la letra la moral kantiana -co­
y a la misma supervivencia. La contaminación sa que no nos vendría m al- debemos educar a
producida por los países del Tercer Mundo, que nuestros hijos para que se preocupen por esto.
tratan de emular nuestro nivel de vida, en algu­ De lo contrario, construiremos una nación de
nos casos irá a parar al aire que respiramos. hipócritas que hablará la lengua de la “universa­
Prescindiendo de las soluciones que se adopten, lidad”, pero cuyo universo tendrá un horizonte
cualquier decisión ecológica inteligente -y tam ­ estrecho y utilitarista.
bién cualquier decisión relativa a las reservas Podría parecer que este punto presupone un
alimentarias y al problema demográfico- requie­ comportamiento universalista más que ser un ar­
re una planificación global, un conocimiento gumento en su favor. Pero es posible observar
global y la capacidad de reconocer que el futu­ que los valores de los que los norteamericanos se
ro es de todos. enorgullecen son, mirándolos bien, valores estoi­
Para conducir un diálogo global de este tipo no cos: el respeto por la dignidad humana y la opor­
necesitamos conocer solamente la geografía y la tunidad para todos de perseguir la felicidad. Si
ecología de otras naciones -y esto ya implicaría la verdaderamente creemos que todos los seres hu­
revisión de programas escolares-; será también manos fueron creados iguales y dotados de algu­
necesario saber mucho del pueblo con el que ha­ nos derechos inalienables, tenemos la obligación
blamos, de manera que, dirigiéndonos a ellos, po­ moral de reflexionar en tomo de lo que dicha
damos estar en condiciones de respetar sus tradi­ concepción nos pide que hagamos con y por el
ciones y sus exigencias. La educación cosmopoli­ resto del mundo.
ta puede suministrar la base necesaria para este 4. Tratamos de construir argumentaciones rele­
tipo de decisiones. vantes y coherentes fundadas en distinciones que es­
3. Aceptamos el hecho de tener obligaciones mo­ tamos verdaderamente prontos a defender. Volve­
rales con el resto del mundo -obligaciones reales, mos a la defensa de los valores comunes expresa­
que de otra manera permanecerían desconocidas. da en el artículo de Rorty y en el proyecto de
¿Qué piensan hacer los norteamericanos, sin Sheldon Hackney. En estos elocuentes llamados
provocar un desastre ecológico, frente al hecho al bien común hay algo que me hace desconfiar
de que nuestro elevado nivel de vida probable­ mucho. Por un lado, Rorty y Hackney tienen ra­
mente no puede hacerse universalmente exten­ zón en insistir acerca de la centralidad, en el ám­
sivo, dados los costos actuales en los controles bito de la deliberación democrática, de aquellos
40 41
valores que ligan a todos los ciudadanos. ¿Pero racterísticas fundamentales del individuo que na­
por qué motivo estos valores, que nos enseñan a turalmente trascienden los límites nacionales. De
tender la mano más allá de los confines étnicos, esta manera, si no enseñamos a nuestros niños a
raciales, de clase y de género, deberían perder superar esos límites en sus mentes y en sus ima­
fuerza cuando nos acercamos a los confines de la ginaciones, tácitamente, lo que les comunicamos
nación? Admitiendo que un límite moralmente es que no creemos en lo que decimos. Decimos
arbitrario como es el de nación juega un papel que el respeto debe ser acordado a la humanidad
profundo y estructural en nuestras decisiones, en cuanto tal, pero en realidad entendemos que
nos privamos de cualquier motivación válida pa­ los norteamericanos en cuanto tales son dignos
ra inducir a los ciudadanos a ignorar también las de un respeto especial. Y considero que ésta es
otras barreras. una historia que los norteamericanos han escu­
En realidad, tanto dentro como fuera de la na­ chado durante mucho tiempo.
ción existen los mismos grupos. ¿Por qué razón
debemos considerar a los chinos como nuestros
compatriotas si viven en Estados Unidos, y como
extranjeros si viven en China? ¿Qué hay de má­
gico en el límite nacional para convertir a un
pueblo, frente al que somos indiferentes y por el
que no sentimos ninguna curiosidad, en un con­
junto de personas a las que debemos respeto?
Considero, en suma, que no siendo central en la
enseñanza el respeto más amplio por el mundo
se reducen las posibilidades de enseñar el respe­
to multicultural dentro de la misma nación. El
patriotismo de Richard Rorty puede ser un mo­
do para unir a todos los norteamericanos; pero el
patriotismo está muy cerca del chauvinismo, y no
me parece ver en las argumentaciones de Rorty
ninguna sugerencia para exorcizar este peligro.
Por otra parte, la defensa de los valores nacio­
nales comunes, que encontramos tanto en Rorty
como en Hackney, los lleva a apelar a algunas ca­
43
De la aldea al Estado mundo
por Anthony Appiah
Mi padre fue un patriota de Ghana. Durante
cierto tiempo, en nuestro periódico local, tuvo
una columna titulada “¿Vale la pena morir por
Ghana?”, de la que resultaba evidente que para él
la respuesta era sí. Pero amaba también a Ashan-
ti, la región del país donde tanto él como yo cre­
cimos. Se trata de un reino que fue incorporado
a una colonia británica y sucesivamente se trans­
formó en una región que formó parte de una
nueva república multiétnica. Un ex reino que
tanto él como su padre amaban y a cuyo servicio
estaban dedicados.
Cuando mi padre murió, mis hermanas y yo
encontramos un papel, escrito de su puño y letra,
que había quedado inconcluso: eran las últimas
palabras de amor y de sabiduría para sus hijos.
Después de algunos parágrafos en los que recor­
daba que descendíamos de una estirpe doble
—ghaneana e inglesa- había escrito estas palabras:
“Recuérdenlo siempre: ustedes son ciudadanos
del mundo”. Y continuaba explicando lo que en­
tendía con eso, esto es, que cualquiera fuera el lu-
45
gar donde eligiéramos vivir -y en tanto ciudada­ rol profundo y estructural en nuestras decisiones,
nos del mundo habríamos elegido vivir en cual­ nos privamos de cualquier motivación válida pa­
quier parte- deberíamos hacerlo de tal modo que ra inducir a los ciudadanos a ignorar también las
dejáramos este mundo “mejor de como lo había­ otras barreras” más allá de todos “los confines ét­
mos encontrado”. nicos, raciales, de clase y de género”.
Para mí, el ejemplo de mi padre demuestra, No puedo explicar por qué encuentro errada
mejor que cualquier otro discurso abstracto, las esta posición sin insistir en la distinción entre Es­
posibilidades que los enemigos del cosmopolitis­ tado y nación. Para el hombre moderno la confu­
mo niegan. Nosostros, los cosmopolitas, podemos sión entre las dos cosas es perfectamente natural
ser patriotas, amar a nuestra patria (no los estados dado que -incluso después de Ruanda, Sri Lanka,
donde nacimos, sino aquéllos donde vivimos); la India, Bosnia y Azerbaidján- estamos dispues­
nuestra fidelidad hacia el género humano -una tos a identificar el Estado con la nación. Pero en
unidad tan vasta y tan abstracta- no nos priva de el Iluminismo, la unión Estado-nación se efectuó
la capacidad de tener en nuestro corazón vidas con la intención de llevar los límites arbitrarios
más cercanas a nosotros; el concepto de ciudada­ de los estados en conformidad con los límites
nía global puede tener un significado real y prác­ “naturales” de las naciones. Pensándolo bien, la
tico. El concepto de educación cosmopolita pro­ idea de que los límites del Estado pudieran ser
puesto por Martha Nussbaum y las argumenta­ arbitrarios mientras que los de las naciones no es
ciones a las que alude para sustentarlo comienzan bastante fácil de entender.
a dar forma a lo que significaría, en un plano prác­ No es que yo quiera hacer mía esta manera de
tico, educar a una generación de cosmopolitas en razonar esencialmente herderiana: las identida­
el seno de la República Norteamericana. des nacionales no son entidades “naturales” que
Pero el ejemplo de mi padre me lleva también viven una vida independiente de los estados y la
a mirar con cierta sospecha una de las posiciones política. Una nación es una “comunidad imagina­
de Martha Nussbaum, esto es, su declarada aver­ ria” de cultura y de estirpe que va más allá de la
sión por el patriotismo (el patriotismo de mi pa­ escala de lo inmediato y que aspira a una expre­
dre hacia Ghana, que yo, en cambio, defiendo), sión política. Y por lo que yo sé, todas las nacio­
motivada por el hecho de que la nacionalidad, nes que no coinciden con los estados son heren­
para citar sus palabras, es “una característica mo­ cia de antiguos órdenes estatales: eso vale tam ­
ralmente irrelevante”. Más adelante, Nussbaum bién para Ashanti, en lo que se ha vuelto Ghana,
escribe que “admitiendo que un confín moral­ y para la nación servia y croata en lo que alguna
mente arbitrario, como es el de nación, juega un vez fue Yugoslavia.
46 47
Por el contrario, deseo subrayar la posibilidad las naciones importan moralmente, cuando im­
de distinguir entre nación y Estado para expre­ portan, por el mismo motivo por el que impor­
sar una posición totalmente opuesta a la de tan el fútbol o la ópera: esto es, en tanto cosas de­
Herder, y esto es que si hay algo moralmente ar­ seadas por agentes autónomos cuyos deseos au­
bitrario no es el Estado, sino la nación. Desde el tónomos nos conviene reconocer y tener en con­
momento en que los seres humanos viven en ór­ sideración, aunque no siempre podamos acceder
denes políticos que están menos extendidos que a ellos. Si los hombres tuviesen que renunciar a
la especie, y desde el momento en que es en el las formas más brutales de su acercamiento a las
seno de esos órdenes políticos donde por lo ge­ naciones -como lo induciría sin duda la educa­
neral se discuten y resuelven las cuestiones de ción cosmopolita propugnada por Nussbaum- la
derecho e injusticia en el plano público, el he­ nación terminaría por importar menos.
cho de ser conciudadanos, esto es, de pertenecer Los estados, por el contrario, importan intrínse­
a un mismo orden, no es del todo moralmente camente: importan no porque la gente los quie­
arbitrario. ra, sino porque regulan nuestra vida mediante
La nación, por el contrario, es arbitraria; pero formas de coerción que requieren siempre una
no tanto como para poder anularla en nuestras justificación moral. Como Hobbes había com­
reflexiones morales. Es arbitraria en el sentido prendido bien, el Estado, para desarrollar su co­
etimológico del término: porque depende, para metido, debe tener el monopolio de ciertas for­
decirlo con las palabras del Oxford English Dictio­ mas de coerción autorizada: y el ejercicio de esa
nary, “del querer o del placer”. Para los hombres, autoridad cuenta incluso allí donde la gente no
la nación cuenta a menudo más que el Estado: la tiene el más mínimo sentido de qué es el Estado.
inexistente Serbia monoétnica tiene más sentido Entonces, los cosmopolitas no tienen ninguna
que la existente Bosnia multicultural; una Ruan­ necesidad de sostener que el Estado es moral­
da hutu (o tutsi) tiene más sentido que una con­ mente arbitrario, en el sentido en que yo sosten­
vivencia pacífica entre tutsi y hutu en tanto con­ go que la nación sí lo es. Hay muchos motivos
ciudadanos de un mismo Estado; el hecho de ser para pensar que vivir en comunidades políticas
franceses o británicos comenzó a ser importante menos extendidas que la especie es para nosotros
para los ciudadanos solamente cuando Gran Bre­ más preferible que dejarse tragar por un único
taña y Francia se volvieron naciones más que es­ Estado-mundo, una cosmopolis de la que noso­
tados. Pero aquí hay que decir que el motivo por tros, cosmopolitas, seríamos ciudadanos no figu­
el cual las naciones importan es que son impor­ rativos sino literales. Es justamente porque los se­
tantes para los seres humanos. En otras palabras, res humanos viven mejor su escala reducida que
48 49
debemos defender no solamente el Estado sino el
condado, la vida, la calle, la empresa, el oficio, la
profesión, la familia, en tanto comunidad, en tan­
to círculos entre los múltiples círculos menos
vastos del horizonte humano que con todo dere­
cho constituyen esferas de interés moral. (Y en
esto está de acuerdo también Nussbaum, cuando Primero la justicia
dice que “el estudiante de Estados Unidos, por
ejemplo, podría seguir considerándose a sí mismo por Amy Gutmann
como definido en parte por sus amores particu­
lares... también por su país”.) “Los sostenedores del nacionalismo en política y
En síntesis, en tanto cosmopolitas, debemos en el ámbito de la educación”, escribe Martha
defender el derecho de los otros a vivir en Esta­ Nussbaum, “generalmente hacen pobres conce­
dos democráticos de los que podamos ser ciuda­ siones al cosmopolitismo”. Éstos, en efecto, sos­
danos patrióticos; y, en tanto cosmopolitas, pode­ tienen que “si bien las naciones, en general, ba­
mos reivindicar el mismo derecho para nosotros san la educación y la deliberación política en va­
mismos. La educación global de Martha Nuss­ lores nacionales comunes, el interés por los dere­
baum no solamente nos volvería más atentos de chos humanos fundamentales debería formar
lo que somos hacia los seres humanos que viven parte de cualquier sistema de educación nacio­
en otra parte, sino que nos daría también los co­ nal...”. Nussbaum me identifica con esta posi­
nocimientos necesarios para hacer entrar en jue­ ción, que ella considera como “una observación
go dicha atención, con respeto e inteligencia, en válida acerca de la realidad práctica", pero no un
la reflexión sobre el modo en que el Estado -y las ideal moral suficiente. Pero el nacionalismo del
muchas comunidades, ya sean más restringidas que habla no se corresponde con mi posición.
que extendidas, de las que formamos parte- de­ Además, cosa todavía más importante, eso no re­
be actuar en relación con los demás. fleja adecuadamente la realidad práctica ni ex­
presa un ideal moral atractivo. La realidad prác­
tica es mucho peor, y para hacer un ideal moral
hace falta otra cosa.
La mayor parte de las naciones no nos enseña,
y mucho menos practica, nada que se acerque a
los derechos humanos fundamentales, que com­
50 51
prenden el derecho a la libertad de palabra y de nos fundamentales, pero bajo aspectos moral­
culto; el derecho a un proceso justo según la ley mente relevantes también los sobrepasan. Todos
y a una protección imparcial por medio de la los niños -independientemente de su pertenen­
misma; el derecho a ser representados de mane­ cia étnica, religiosa, sexual, de raza o de clase- se­
ra justa y paritaria en el seno de un sistema au­ rían educados para decidir juntos como ciudada­
ténticamente democrático. Como lo indica esta nos libres e iguales en una democracia dedicada
lista, a pesar de ser incompleta, los derechos hu­ a cultivar la justicia social para todos los indivi­
manos fundamentales son tan vastos que su ense­ duos, y no solamente para los que forman parte
ñanza no se puede definir como una “pequeña de su sociedad. ¿Los valores de la democracia hu­
concesión” a quien sea. Si la mayoría de las nacio­ manística son “valores nacionales”, como Nuss­
nes enseñase con eficacia los derechos humanos baum sugiere en su discurso crítico? Solamente
fundamentales, la realidad práctica sería incom­ en el sentido inocuo en que se recomienda que se
parablemente mayor que la del mundo de hoy. enseñen en Estados Unidos y en cualquier otra
Lo mismo puede decirse en relación con fun­ sociedad en el marco del sistema general y públi­
dar la educación y las decisiones políticas en va­ co de educación. Pero en este sentido, también
lores nacionales comunes, cualesquiera sean. Esta los valores cosmopolitas de Nussbaum son valo­
concepción nacionalista es aberrante y encuentro res nacionales y pueden verse contaminados de
por lo menos extraño que Nussbaum asocie mi manera desviada por el mismo morbo nacionalis­
defensa del humanismo democrático con ideas ta. Dejando de lado las etiquetas, presumo que
de ese tipo. ¿Cómo puede hacerlo? Define como Nussbaum y yo coincidimos en considerar que
nacionalista la idea de que un sistema de educa­ hace falta enseñar a los niños el respeto por la
ción pública debe enseñar a los niños las artes y dignidad de todos los individuos. Por otra parte,
las virtudes típicas de los ciudadanos de una de­ sería bueno darles los poderes que corresponden
mocracia dedicada a cultivar libertad y justicia a todo individuo democrático. Ambas son condi­
para todos. Después de lo cual traduce esta idea ciones necesarias (y compatibles) para una de­
en la defensa de la enseñanza de los valores na­ mocracia justa. La creación de democracias jus­
cionales, cualesquiera sean éstos. Pero una defen­ tas, a su vez, es necesaria para realizar la justicia
sa similar sería claramente incompatible con el del mundo.
compromiso a favor de la enseñanza de los valo­ Éstas son tam bién las visiones cosm opolitas de
res de la democracia humanística. Kant, pero se trata de un cosm opolitism o que
¿Cuáles son los valores de la democracia hu­ niega tajantem ente la afirm ación de Nussbaum ,
manística? Ésta comprende los derechos huma­ según la cual nuestra “deuda prim aria de fideli­
52 53
dad está en relación con la comunidad de los se­ dos en esas virtudes (tanto particulares como in­
res humanos que pueblan el mundo entero”. Sí, dividuales), en esas convicciones y en esos valo­
es verdad, tenemos el deber de respetar los dere­ res que nos garantizan una plena participación y
chos de los seres humanos de todo el mundo y las una igual dignidad en la colectividad política a la
escuelas de todo el mundo deberían enseñar a los que pertenecemos. El hecho de ser dotados de
niños (sin adoctrinarlos) a valorar dicho deber. poder en tanto ciudadanos libres e iguales de una
Pero de eso no resulta que nosotros somos "ciu­ colectividad política cualquiera debería ser una
dadanos del mundo”, ni que nuestra deuda pri­ oportunidad abierta a todos los individuos. Ser
maria de fidelidad sea hacia la comunidad cons­ ciudadanos democráticos constituye una exigen­
tituida por los seres humanos del mundo entero. cia esencial de justicia en el mundo tal como lo
Esta posición cosmopolita podría resultar atracti­ conocemos y tal como la reconocen los indivi­
va si nuestra única alternativa fuese la de hacer duos de todo el mundo.
acto de fidelidad primaria a Estados Unidos de Ahora bien, este poner el acento en el hecho
América o a cualquier comunidad dotada de so­ de ser ciudadanos de una democracia ¿implica tal
beranía política. Pero tenemos otra alternativa, vez que en nuestra sociedad los estudiantes de­
aunque Nussbaum la omite (o no le reconoce ben por eso “aprender que son, antes que nada,
una posición amparada por el humanismo demo­ ciudadanos de Estados Unidos” (otra posición
crático): rechazar la idea de que nuestra deuda aberrante que Nussbaum parece atribuirme)?
primaria de fidelidad sea hacia una comunidad Una enseñanza como ésa, lejos de ser un estándar
realmente existente y reconocer la importancia suficiente para una educación humanista demo­
moral de tener todos los poderes de ciudadanos crática, es claramente antitética respecto de ella.
libres e iguales de una comunidad política autén­ Una cosa es decir que las escuelas financiadas por
ticamente democrática. el Estado deben enseñar a los estudiantes los de­
¿Por qué no dar poder a los individuos en tan­ rechos y las responsabilidades de los ciudadanos
to ciudadanos del mundo entero? Sólo podemos de una democracia (cosa que Nussbaum nunca
ser verdaderos ciudadanos del mundo si existe reconoce claramente), y otra es decir que deben
una colectividad política mundial. Por lo que sa­ enseñarles que son “antes que nada ciudadanos
bemos actualmente, una colectividad política de Estados Unidos”. Nuestra deuda primaria de
mundial podría existir solamente bajo la forma fidelidad no es con una comunidad específica,
de tiranía. No obstante eso, necesitamos ser ciu­ que está constituida por los seres humanos que
dadanos de alguna colectividad política para ser habitan nuestro mundo de hoy o por la sociedad
libres e iguales, y por eso necesitamos ser educa­ actual. Nuestra deuda primaria de fidelidad es
54 55
con la justicia, haciendo lo que es justo. Hacer lo
que es justo no se puede reducir a la fidelidad a,
o a la identificación con, cualquier grupo existen­
te de seres humanos. La moralidad se extiende
también más allá de la generación actual, por
ejemplo, imponiéndonos tener en cuenta el bie­ La democracia necesita
nestar de las generaciones futuras.
patriotismo
por Charles Taylor
Concuerdo en gran parte con lo afirmado por
Martha Nussbaum en su artículo bien argumen­
tado y conmovedor, pero quisiera hacer una ad­
vertencia. A veces, Nussbaum parece proponer la
identidad cosmopolita como una alternativa al
patriotismo. Si es así, creo que es un error. Por­
que, en el mundo moderno, no podemos dejar de
lado nuestro patriotismo.
Esta necesidad se puede ver desde distintos
ángulos. El más importante es éste: las sociedades
que nos esforzamos por crear -libres, democráti­
cas, dispuestas en alguna medida a una distribu­
ción ecuánime de los recursos- requieren una
fuerte identificación por parte de sus ciudadanos.
En la tradición del humanismo cívico siempre se
ha observado que las sociedades libres, que con­
fían -como es necesario- en la acción espontánea
de apoyo de sus componentes, necesitan ese fuer­
te sentido de fidelidad que Montesquieu llamaba
venu. Esto, en todo caso, es todavía más verdade­
ro para las modernas democracias representati-
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vas, incluso si éstas integran “la libertad de los oposición suscitada en Estados Unidos por la
modernos” con los valores de la libertad política. propuesta -por otra parte modestísima- de crear
Mejor aún, la necesidad es todavía más fuerte un sistema sanitario público es que los norteame­
justamente porque éstas son también sociedades ricanos de hoy no sufren de un exceso de deci­
liberales donde se aprecian mucho la libertad ne­ sión recíproca.
gativa y los derechos individuales. Una democra­ En poco tiempo, el motivo por el que no sólo
cia de los ciudadanos sólo puede funcionar si la necesitamos cosmopolitismo, sino también pa­
mayoría de sus componentes está convencida de triotismo, es que los Estados democráticos mo­
que su sociedad política es una empresa común dernos son empresas colectivas de autogobierno
de notable valor y considera de vital importancia extremadamente exigentes. Éstas piden mucho a
participar de los modos que son necesarios para sus componentes; pretenden una solidaridad m u­
mantenerla en función en tanto democracia. cho mayor en relación con los compatriotas que
Esto significa no solamente una sumisión al en relación con la humanidad en general. No po­
proyecto común, sino también el sentido de un demos llevar a cabo empresas florecientes sin una
vínculo especial entre personas que trabajan jun­ fuerte identificación común. Y dadas las alterna­
tas en este proyecto. Quizás éste es el punto en tivas a la democracia que existen en nuestro
el que la mayor parte de las democracias contem­ mundo, una derrota nuestra en dicho intento no
poráneas corre el riesgo de romperse. Una demo­ sería por cierto de interés para la humanidad.
cracia de los ciudadanos es altamente vulnerable Podemos, además, ver los hechos desde otro
a la alienación que brota de la presencia de pro­ punto de vista. Ya que los Estados modernos en
fundas desigualdades y al sentido de abandono y general, y no solamente los democráticos, se han
de indiferencia que surgen fácilmente entre las separado de los tradicionales modelos jerárqui­
minorías abandonadas a sí mismas. He aquí por cos, éstos requieren un alto grado de movilización
qué las sociedades democráticas no pueden ser de sus miembros. La movilización se verifica en
demasiado antiigualitarias. Pero eso significa que tomo de identidades comunes. En la mayoría de
deben ser capaces de hacer elecciones políticas los casos, no se trata de saber si la gente respon­
que tengan efectos redistributivos (y en alguna derá o no al llamado en torno de una identidad
medida también intenciones redistributivas). Y común -en vez de, por ejemplo, ser reclutables so­
esas elecciones políticas requieren un alto grado lamente por causas universales- sino de con cuál
de decisión recíproca. Ahora, si en tanto extran­ de entre dos o tres posibles identidades conquis­
jero me permiten decir lo que pienso, me parece tará la fidelidad. Algunas de estas identidades se­
que la indicación proveniente de la difundida rán más vastas que otras, algunas serán más abier­
58 59
tas y receptoras en relación con las solidaridades
cosmopolitas. A menudo es entre éstas que hace
falta combatir la batalla por el cosmopolitismo
civilizado y no en un imposible (y autolesionan-
te, si bien coronado por el éxito) intento de apar­
tar a todas estas identidades patrióticas.
Tomemos, como propone Martha Nussbaum,
Hay también
el ejemplo de la India. La actual propensión del un cosmopolitismo
Bharat Janatha Party a abrazar el chauvinismo
hindú se presenta como una definición de la
peligroso
identidad nacional hindú alternativa a la defini­ por Michael Walzer
ción laica dada por Nehru y Gandhi. Pero, ¿qué
podría derrotar a este chauvinismo si no una
reinvención cualquiera de la India en tanto repú­ Siento que comparto algunos de los argumentos
blica laica con la que la gente pueda identificar­ adoptados por Martha Nussbaum a favor de una
se? Tiemblo al pensar en las consecuencias que se “educación cosmopolita”: son específicos y sensa­
obtendrían si la decisión en mérito a la identidad tos. Me convence menos, en cambio, la idea del
hindú fuese dejada en bloque en manos de los mundo dominante que sustenta esos argumen­
que han perpetrado la masacre de Ayodhya. tos; quizá porque no soy el ciudadano del mun­
En conclusión, estoy diciendo que no tenemos do que Nussbaum quisiera. Ni siquiera sabía que
otra elección que ser cosmopolitas y patriotas; lo existiese un mundo del cual uno pudiera ser ciu­
que significa combatir por un patriotismo abierto dadano. Nadie me ofreció nunca esa ciudadanía,
a la solidaridad universal y contra otros patriotis­ ni me describió los procedimientos de naturaliza­
mos más cerrados. En este punto no me parece es­ ción, ni me ha incluido en las estructuras institu­
tar realmente en desacuerdo con Nussbaum: a lo cionales del mundo, ni me ha descrito sus proce­
sumo, he puesto en un contexto un poco diferen­ dimientos decisionistas (que espero que sean de­
te sus instancias profundas y apasionadas. Pero se mocráticos), ni me ha dado una lista de los dere­
trata, me parece, de un matiz importante. chos y los deberes que competen a sus ciudada­
nos, ni me ha mostrado el calendario del mundo,
con las festividades comunes y las conmemora­
ciones de sus ciudadanos. En relación con esto
soy de una ignorancia integral; y aunque una
60 61
educación cosmopolita sería algo óptimo, no me siera leer así la frase de Plutarco citada por Nuss­
parece, por las afirmaciones de Nussbaum, que baum en la apertura: 'Debemos considerar a to­
pudiera enseñarme cosas que cualquier ciudada­ dos los seres humanos como nuestros conciuda­
no del mundo debería saber. Sé, en cambio, que danos y nuestros vecinos”, vale decir, comenza­
me enseñaría cosas que los ciudadanos norteame­ mos a comprender qué significa tener conciuda­
ricanos deben saber: ¿por qué no debería bastar? danos y vecinos; si no comprendemos esto esta­
¿No puedo ser un norteamericano cosmopolita mos moralmente perdidos. Después de lo cual
además de todas las cosas que ya soy? Más allá de extendemos el sentido de comunidad y de vecin­
los límites de este país o de cualquier otro, tengo dad moral a nuevos grupos de personas y por úl­
obligaciones, supongamos, en relación con los timo a todos los seres humanos. El cosmopolitis­
otros judíos, o bien en relación con los socialistas mo de Nussbaum funciona por analogía: "consi­
democráticos de todo el mundo, o también en re­ derar a tal y a tal otro como a tal y tal otra co­
lación con las personas en dificultades que se en­ sa...". Está fuera de duda que las obligaciones y
cuentran en países lejanos. Pero éstos no son de­ los deberes se reeducan a medida que se extien­
beres de ciudadanía. den; pero también esta extensión está dotada de
Más útil que la idea de ciudadanía del mundo valor, y éste, creo, es el valor de una “educación
propuesta por Nussbaum resulta su imagen de cosmopolita”.
los círculos concéntricos, justamente porque per­ Sospecho que Nussbaum quiere algo más y es­
mite comprender cuán extravagante resulta sos­ toy un poco sorprendido por la solidez de sus
tener que mi débito primario de fidelidad está, o convicciones cosmopolitas. Se apresura a atisbar
debería estar, en relación con el círculo más ex­ las posibilidades chauvinistas del patriotismo de
terno. Mi fidelidad, así como mis relaciones, co­ Richard Rorty y protesta porque este último no
mienza por el centro. Por consiguiente, debemos propone nada útil para afrontar este “peligro evi­
describir las mediaciones a través de las cuales se dente”. Pero entonces, ¿los lectores de su artículo
alcanzan los círculos más externos, atravesando no deberían protestar a su vez porque ella no
los otros sin dejar de reconocer su valor. No se propone nada útil para afrontar el peligro eviden­
trata por cierto de una tarea fácil; requiere una te del cosmopolitismo? Es como decir que los
explicación concreta, comprensiva, comprometi­ grandes crímenes del siglo XX fueron cometidos
da, pero no en sentido absoluto, de los círculos alternativamente por patriotas pervertidos y por
más externos; y después requiere el esfuerzo no cosmopolitas pervertidos. Si el fascismo repre­
tanto de introducir el círculo más externo sino senta la primera de estas perversiones, el comu­
de abrir los más internos hacia el externo. Qui­ nismo, en su versión leninista y maoísta, repre­
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senta la segunda. ¿Este comunismo represivo
no es quizás hijo del universalismo iluminista?
¿No es cierto tal vez que eso enseña una ética
antinacionalista, prescribiéndonos, justamente
como hace Nussbaum, a quién tributar nuestra
fidelidad primaria? (En cuanto a la limitación
de clase - “trabajadores de todo el mundo"- se
Descender de la cosmopolis
pensó que era temporaria e instrumental.) Un por Gian Enrico Rusconi
particularismo que excluye la fidelidad más
grande provoca comportamientos inmorales;
pero lo mismo puede decirse del cosmopolitis­ El instructivo debate propuesto por la Boston Re­
mo que se apea de las fidelidades a más corto view “Patriotism or Cosmopolitanism?" no es in­
plazo. Ambos son peligrosos. La cuestión, enton­ mediatamente traducible en los términos de un
ces, tiene que ser expuesta en otros términos. posible debate italiano análogo. Si queremos evi­
tar la importación de paradigmas y argumentos
que sólo en parte nos pertenecen debemos tratar
de reformularlos teniendo en cuenta nuestro
contexto histórico, cultural y político.
Ninguna otra temática como la aquí enuncia­
da está signada tan profundamente por especifi­
cidades de tipo nacional. No se es y no se puede
ser "cosmopolita kantiano” o “patriota constitu­
cional” del mismo modo en Boston o en Turin, en
Berlín o en Varsovia. Lo que cuenta, en realidad,
no son las afirmaciones de principio -m ucho me­
nos su contraposición que, como resulta de cual­
quier confrontación conducida con seriedad, no
tiene razón de ser—sino su conjugación concreta
en una situación política históricamente deter­
minada. En el caso italiano, entre la “nación" y el
“mundo” existe -como ya veremos- ese término
intermedio decisivo que es Europa.
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Hay otra observación que hacer. Un debate so­ nos comunes (de la “gente") no descienden de
bre la identidad nacional y sobre el patriotismo manera abstracta de principios universales, sino
tiene hoy no menos sentido en Estados Unidos que son adquiridas en el curso de una vivencia
que en Europa y en Italia, sólo que nos pone en histórica y dentro de una comunidad a la que
la óptica de una democracia adquirida en línea pertenecen y en la que se reconocen. En las gran­
de principio y de hecho. Hablamos, entonces, de des democracias occidentales esta comunidad
una nación-de-ciudadanos en sentido pleno. No política de pertenencia, que hace de vehículo y
es justo, por lo tanto, insinuar que el interés por de contenedor histórico de los valores democrá­
el tema nacional lleva a priori a un plano inclina­ ticos, fue y es la nación. Solamente una democra­
do no-democrático. cia que funciona a partir de sus raíces históricas
Esta advertencia está dirigida sobre todo a los se proyecta más allá de sus límites y sus valores
“cosmopolitas” que de buen grado denuncian los universalistas.
peligros involutivos para la democracia que es­
tán latentes en toda forma de patriotismo. Bien En Estados Unidos de América el círculo virtuoso
recibida sea su advertencia, aunque venga acom­ entre sentido de pertenencia nacional y universa­
pañada del esfuerzo igualmente honesto de no lismo parece encontrar su máxima expresión. “El
equiparar el patriotismo con el nacionalismo sentido civil de pertenencia nacional en Nortea­
tout court. Recuerden los cosmopolitas y los “uni­ mérica es una celebración del universalismo, un
versalistas kantianos” la autonomía conceptual y profundo respeto por los valores de alcance uni­
de valor del estatus de los ciudadanos de una de­ versalista” -nos recuerda, con cierto énfasis, Ben­
mocracia (y, por lo tanto, en perspectiva, de los jamín R. Barber. Le hace eco el historiador de la
“ciudadanos del mundo”) respecto de cualquier cultura Leo Marx: “Esta nación originariamente, y
otra pertenencia, comprendida la nacional. Pero todavía hoy, estaba consagrada al sentido ilumi-
el punto crucial no reside en la disyunción con­ nista del cosmopolitismo”. Pero también Martha
ceptual entre democracia y nación (que nadie Nussbaum, que abre y provoca el debate vistién­
niega) sino en lo que significa esta disyunción dose de "cosmopolita” (“cuya primera obligación
para el desplegarse concreto de una ciudadanía es la asumida hacia la comunidad de los seres hu­
democrática, para el funcionamiento de una de­ manos del mundo entero”), no niega dicha pre­
mocracia. rrogativa a la nación norteamericana (“tenemos
Para que una democracia funcione, necesita una idea del patriotismo indisolublemente ligada
lealtad política y solidaridad cívica. Estas virtu­ al cosmopolitismo”). Simplemente lamenta que
des en el corazón y en la cabeza de los ciudada­ Norteamérica esté dejando de ejercerla de la ma­
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ñera en que debería (“Nuestra nación tiene un es­ tuales y políticos italianos -en la izquierda, so­
caso conocimiento de gran parte del resto del bre todo- juzga inútil, e incluso dañina, la cone­
mundo. Pienso que eso significa también un esca­ xión entre democracia y nación. Considera irre­
so conocimiento de sí misma”.) levante el lazo entre el funcionamiento de las
reglas sociales y políticas y los procesos identifi-
El cosmopolitismo, del que hablan con palabras catorios referidos a la comunidad histórica lla­
diferentes los autores norteamericanos, no en­ mada nación.
cuentra un inmediato reflejo en un análogo even­
tual debate italiano. Con nuestros hipotéticos Considero que esta posición tiene que ser revisa­
cosmopolitas faltaría completamente la media­ da. Entiendo que plantear hoy la cuestión de la
ción de la nación, que a pesar de todo está implí­ nación y del patriotismo en Italia significa inte­
cita en casi todas las intervenciones de la Boston rrogarnos acerca de la calidad de la integración
Review. cívica que en una democracia vital mantiene uni­
En Italia el cosmopolitismo se entendería sim­ dos a los ciudadanos más allá de la funcionalidad
ple y sustancialmente como antinación. De este y disfuncionalidad de los intereses satisfechos o
modo se pierde el nexo que existe entre orienta­ por satisfacer. La cuestión se plantea con urgen­
ción universalista y pertenencia nacional -no so­ cia cuando un sistema político no consigue darse
lamente en los modos en que la nación se relacio­ reglas generales de comportamiento, activando
na hacia afuera con las otras naciones (en la utó­ así procesos de indiferencia y desintegración. Pa­
pica proyección de una democracia internacio­ ra combatirlos no basta con reforzar la superiori­
nal), sino en los modos en que ésta corrige (o dad de los valores universales y generales respec­
combate), en su propio interior, a través del víncu­ to de los valores particulares y locales. Esto vale
lo identificatorio de la pertenencia común, el para Italia, donde se ha rozado el nivel de peligro
particularismo y el sectarismo etnocultural y so­ con la puesta en discusión de la unidad del Esta­
cial. Es la misma sustancia democrática la que do-nación por parte de millones de ciudadanos
permite la integración cívica en nombre de la na­ que han seguido al leghismo -no importa cuan
ción, dentro y fuera de ella, el “cosmopolitismo” confusa o instrumentalmente tengan en cuenta
como deber de la nación democrática. otros objetivos políticos-.
En la cultura política italiana, en cambio, la Sin dejarnos distraer por el agitado asunto del
orientación hacia los valores democráticos suele leghismo, conviene no olvidar que la cuestión na­
estar escindida de cualquier referencia a la iden­ cional fue puesta bruscamente a la orden del día
tidad nacional. Gran parte de los grupos intelec­ en Italia por la manera radical con que la Lega, en
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su faz agresiva, invitaba a salir de la crisis políti­ preguntarse si para exorcizar la disgregación, de
ca y de autoridad sin precedentes del sistema de­ la que el leghismo fue solamente un síntoma, no
mocrático a través de una reestructuración “fede­ puede activarse también un sentido de pertenen­
ralista” con matices fuertemente disgregadores de cia nacional? Obviamente no con la alternativa
la forma nacional unitaria. de improbables reformas políticas y administrati­
Al comienzo, sobre la base de algunos de sus vas (a lo mejor en forma federal) sino como re­
matices populistas, se trató de combatir el leg- motivación ideal. ¿Por qué el llamado a lo que
hismo, sobre todo en la izquierda, como si fue­ nos ha hecho históricamente una “nación”, con
se un movimiento antidemocrático, sin com­ todas sus contradicciones, y la referencia a cuan­
prender su originaria fuerza de atracción popu­ to podría permitirnos continuar siéndolo, debería
lar y la plausibilidad de su propuesta “etnode- ser una operación democráticamente regresiva?
mocrática” -que tiende al mantenimiento de la ¿Por qué un patriotismo definido como víncu­
estructura democrática, incluso con algún matiz lo entre ciudadanos que se reconocen positiva­
radical de democracia directa, pero dentro de mente en una historia común, que culmina en
los límites geoculturales o “étnicos”, arbitraria y una nación democrática, no podría volverse una
polémicamente diseñados respecto de la nación virtud cívica? ¿Especialmente cuando este reco­
histórica. También confusamente, el leghismo de nocimiento coincide con la aceptación del resul­
los orígenes llevaba a la disyunción entre demo­ tado político más importante de esta historia: la
cracia y nación histórica italiana a consecuen­ Constitución? Es solamente frente a estos inte­
cias prácticas extremas. rrogantes que en Italia adquiere sentido el deba­
Es verosímil que la Lega Lombarda, al no dis­ te sobre la nación, el patriotismo y su definición.
poner de recursos culturales y políticos a la altu­
ra de un auténtico proyecto federalista, haya ju­ Si a la luz de estas consideraciones volvemos a la
gado irresponsablemente con el fuego separatista discusión norteamericana, aparecen como más
y localista, salvo para dar marcha atrás por razo­ significativos dos de sus presupuestos: a) los nor­
nes políticas más generales que aquí podemos teamericanos son y se sienten “nación” o, mejor,
obviar. Pero no se puede negar que sus provoca­ una gran nación; la nación no es para ellos y para
ciones recogieron como contragolpe cierta pasiva su clase intelectual un concepto o una referencia
autorrepresentación tradicional de la nación ita­ obsoleta; b) el fuerte sentido de pertenencia na­
liana y su nexo con la democracia. cional norteamericana se afirma en la Constitu­
Y bien, si tenemos presente esta perspectiva, ción; ésta se torna un factor muy potente de
¿qué hay de peligroso para la democracia en el identificación colectiva general, sin que se borren
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otras pertenencias calificadas (étnicas, religiosas, A pesar de su plausibilidad, estos argumentos no
regionales). parecen contribuir a resolver directamente el ti­
Estos dos presupuestos son el principal sopor­ po de problemas que caracterizan a nuestro país.
te de las argumentaciones de los partidarios del Las razones son dos. Entre el patriotismo y el cos­
“patriotismo" norteamericano en sus variantes mopolitismo, especialmente, en los términos for­
iluminadas y críticas. Pero, como ya vimos, éstos mulados más arriba, hay para nosotros un térmi­
no son negados por el plaidoyer de Martha Nuss- no medio, por decirlo así, muy concreto y com­
baum a favor del “cosmopolitismo”, que además prometedor, que se llama Europa. La cuestión
atenúa el contraste de principio entre cosmopo­ nacional se mide política y culturalmente con la
litismo y patriotismo. construcción de esa entidad históricamente sin­
Viéndolo debidamente, ambas posiciones del gular que es la Unión Europea proyectada hacia
debate norteamericano están expuestas al mismo más ambiciosos procesos de integración. Por esto,
peligro -el etnocentrismo- que asume dos caras quizá, para nosotros, los interrogantes asumen de
opuestas, pero especulares. El cosmopolitismo buen grado formulaciones radicales. Se nos pre­
corre el riesgo de caer en un sutil imperialismo gunta “¿qué es una nación?”, “si somos todavía
cultural occidentalista; el patriotismo es un banal una nación”, “si alguna vez lo fuimos", etcétera.
y acrítico norteamericanismo. Comencemos por aquí. Incluso si se trata se
El verdadero problema consiste entonces en requerimientos legítimos, que merecen una res­
encontrar la mejor estrategia comunicativa para puesta, a menudo se tiene la impresión de que
combatir el etnocentrismo en todas sus formas; su radicalismo elude los puntos que de verdad
desde los particularismos sociales y etnoculturales interesan.
hostiles a la comunidad nacional, a la absolutiza- ¿Por qué nunca el problema de la integración
ción de los intereses de una nación o de una cul­ y de la solidaridad cívica en una democracia, en
tura respecto de otras o de las de la humanidad. los términos mencionados más arriba, debe de­
El desafío consiste en la aprobación de los valores pender de una definición terminante y convin­
que están presentes tanto en el concepto de pa­ cente de nación -como si no supiéramos por la
triotismo como en el de cosmopolitismo, cuando inmensa literatura tradicional existente sobre el
no están artificialmente contrapuestos, aunque tema que una pretensión semejante no puede ser
críticamente integrados (como hacen muchos au­ satisfecha? ¿A lo mejor los países europeos con
tores del debate bostoniano, entre los que se en­ un sentido de identidad nacional mayor que el
cuentra persuasivamente Charles Taylor). nuestro -Francia, Gran Bretaña, Alemania, que
poseen democracias consolidadas y eficientes-
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gozan también de una consolidada (auto)defini- su lógica de potencia se desvanece la nación mis­
ción de nación? ma? ¿Esto quiere decir que con la progresiva pér­
Aceptar un margen de indeterminación en el dida de autonomía y soberanía del Estado nacio­
concepto de nación en el que se combinan indi­ nal en la construcción transnacional europea de­
cadores llamados objetivos (idioma, territorio, saparece la nación en cuanto tal?
costumbres, comunidad de algunos datos antro­ Nada de eso. Quien sostiene esta tesis abso-
pológicos) e indicadores llamados subjetivos (el lutiza la forma histórica y hace del nacionalis­
reconocimiento de una historia común que pro­ mo (comprendidas sus formas extremas y cri­
duce una común identidad y, sobre todo, la vo­ minales), que caracterizó a esa época, el éxito
luntad de constituirse y mantenerse en comuni­ inevitable de cualquier forma de “amor por la
dad política), aceptar un margen de arbitrariedad propia patria” o patriotismo. No consigue ver
de y en estos indicadores no significa exponer la ninguna forma o función innovadoras de la iden­
idea de nación a la inconsistencia y por lo tanto a tidad nacional.
la mistificación. Por consiguiente, aquellos que sostienen estas
Un autor clásico particularmente riguroso posiciones -muy difundidas en la izquierda-
con las definiciones, Max Weber, admitía muy creen que encuentran una confirmación en el re­
serenamente en una época de grandes certezas surgir de los nacionalismos en Europa oriental.
compartidas sobre la nación que “el significado Se les escapa completamente la función emanci­
de nación no es absolutamente unívoco”. Esto padora que el sentimiento nacional ha tenido en
no le impidió asumirlo en su elaboración cientí­ los países euroorientales en el liberarse y provo­
fica y política, individualizando en la nación un car el derrumbe del sistema soviético. Más aún:
conjunto de indicadores que adquiere su senti­ un autor liberal fuera de toda sospecha, Ralf
do definitivo en la institución del Estado nacio­ Dahrendorf, ve en el nacimiento del Estado na­
nal y en su lógica de potencia. Para Weber, en­ cional en los países de Europa oriental la premi­
tonces, la nación o se vuelve Estado-nación de sa y el instrumento más apto para su inserción en
potencia o no existe. Es una definición impres­ la Comunidad Europea. Es una constatación con-
cindible por el contexto histórico y por los va­ traintuitiva que se le escapa a quien está fijado en
lores de referencia en los que fue formulada y los viejos modelos estatales-nacionalistas, ignora
hecha propia por el estudioso liberal-nacional la presencia de componentes patrióticos en las
alemán. grandes democracias occidentales y, sobre todo,
¿Esto quiere decir que con la declinación del evita la hipótesis de una recuperación crítica en
Estado-nación y con los efectos destructivos de el sentido de pertenencia nacional en clave cívi­
74 75
co-democrática para construir una nación-de- débil sentido de pertenencia nacional como un
ciudadanos. factor positivo de la sociedad italiana que, de es­
En Italia hay todavía algunos aspectos de esta te modo, estaría aislada por tendencias etnocén-
sordera que merecen una reflexión suplementa­ tricas, xenófobas y nacionalistas. En compensa­
ria. Para empezar, la rigidez conceptual con la ción, ensayistas y literatos cultivan con éxito el
que se afronta la problemática de la nación de­ género literario de los “caracteres originales” e in­
mocrática da hoy por descontado un amplio mutables de los italianos analizados con agudeza
abandono de este tema por parte de los estudio­ y autoironía. Traducido en periodismo este géne­
sos e intelectuales italianos. Las razones son mu­ ro se vuelve la apoteosis narcisista y automaltra-
chas, incluso si en definitiva casi todas conducen tada de la italianidad. El círculo está cerrado por
a la toma de distancia crítica del universo cultu­ el ensayo de un autorizado historiador que con­
ral del fascismo. firma que Italia fue siempre y sigue siendo un
El rechazo postumo del nacional-fascismo y el “país” y no una “nación”.
desinterés por el tema nacional se ven acompa­ En realidad, justamente en esta coyuntura, en­
ñados por la convicción —que se ha vuelto lugar tre fines de los años ochenta y principios de los
común con efecto de autoconfirmación—de que noventa, fuera de la cultura dominante sucede al­
los italianos, en comparación con otros pueblos go imprevisto, de lo que el leghismo es un sínto­
europeos, tienen de todas formas una débil iden­ ma paradójico. Entre la irrespetuosa incredulidad
tidad nacional. de muchos intelectuales, el famoso italiano me­
Si los filósofos políticos y los historiadores dio no solamente se plantea preguntas sobre su
abandonaron (salvo poquísimas excepciones) el propia identidad nacional sino que revela un in­
tema de la nación por considerarlo obsoleto y no­ genuo deseo de “pertenecer” a algo -a una “na­
civo para la cultura política democrática, los so­ ción” reencontrada o su regional sucedáneo. Pero,
ciólogos y politólogos que se han ocupado del privado de medios culturales y conceptuales ade­
análisis de los mecanismos de intregración socio- cuados y fácilmente manipulado con los instru­
política del sistema italiano y de sus (sub)cultu- mentos demoscópicos, se limita a mandar señales
ras dieron por descontado que la referencia a la de la presencia de un problema real despreciado
nación es para los italianos un residuo histórico, por la cultura “alta”.
carente de importancia, incapaz de una identifi­ Finalmente, en este sentido, la individualidad
cación significativa. Los mismos científicos polí­ italiana se mueve, pero inicialmente no puede vi­
ticos y sociales no consideran este hecho un de­ vir de los réditos de los viejos paradigmas. Se tor­
fecto o un límite; por el contrario, consideran el na evidente -sobre todo en la izquierda- que la
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temática de la nación no consigue emanciparse ni pudor patriótico de muchos resistentes por indi­
conceptual ni emotivamente del tratamiento su­ ferencia, o por el hecho de que la “nación” en tan­
frido durante la estación del nacionalismo que en to tal no fuese tema del enfrentamiento político,
Italia coincidió y culminó con el fascismo. Y por o viceversa, tomando el carácter meramente ins­
lo tanto con las posiciones de signo opuesto, las trumental del llamado “nacional” del movimien­
del antinacionalismo propias del antifascismo. to comunista, la historiografía de izquierda ha
La reflexión sobre el fascismo histórico se impedido indirectamente que se formase una
vuelve así un pasaje obligado también para la re­ madura conciencia nacional democrática en la
visión del tema nación. De por sí no se trata de posguerra y que ésta encontrase su referente his­
un handicap. Reconocer la centralidad de la te­ tórico justamente en la lucha de liberación nacio­
mática de la nación para una larga fase histórica nal que lleva al nacimiento de la República. La
de la cultura y subcultura política italiana es una perspectiva de la renovación democrática se rela­
manera importante de contribuir críticamente a cionó de inmediato con contenidos sociales (y
la revisión del mismo fascismo, sobre todo en lo con modelos ideológicos presentados como uni­
que atañe a los motivos y a los mecanismos del versalistas) borrando por irrelevante cualquier
consenso del que ha gozado. Se intuye así que otro vínculo nacional.
también en aquel período existieron cultural­ Entre 1943 y 1945 se enfrentan en Italia dos
mente muchas Italias, mantenidas juntas por los ideas de patria y nación: la nacional-fascista, que
comportamientos autoritarios del régimen, así no tiene otras motivaciones que el llamado fi-
como por su capacidad de interpretar y manipu­ deísta al honor, en despecho de la catástrofe pro­
lar una fuerte identificación nacional que tenía vocada por una patria interpretada de manera
origen en otras fuentes más profundas. De aquí fascista, y la idea de una nueva nación orientada
el efecto devastador de la crisis de autoridad na­ hacia un nuevo sentimiento cívico, democrático
cional y estatal del 8 de septiembre de 1943, los y europeo. De aquí el carácter de “guerra civil”
caracteres de “guerra civil” que siguieron y la ge- que asume la lucha de la Resistencia porque de­
nuina dimensión patriótica de gran parte de la fine con las armas y con la sangre los criterios de
Resistencia. una nueva identidad política nacional.
Pero la historiografía de izquierda ha banali- Pero hay más: si la democracia italiana se sos­
zado o minimizado más allá de cualquier medida tiene en sus primeras pruebas evitando una vir­
la dimensión patriótica de la Resistencia persi­ tual guerra civil de signo diferente de la que ape­
guiendo exclusivamente el mito de la Resistencia nas ha concluido (no hay más fascistas-antifas­
como revolución social fracasada. Cambiando el cistas, sino comunistas-anticomunistas) se debe
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también a la lealtad de hombres que en la Resis­ tóricas más calificadas que las de la nación nor­
tencia, aun teniendo pasiones y concepciones teamericana. Como se ve en el debate de la Bos­
distintas del nuevo orden democrático, se en­ ton Review, los norteamericanos de hoy no tienen
cuentran en una comunidad de historia, de cul­ ningún problema en trazar una línea ideal direc­
tura y de destino. Se reconocen en una nación ta con la misma Carta constitucional de fines del
que es capaz de moderar las tensiones en el mo­ siglo XVIII.
mento mismo en que están volviendo a diseñar Completamente distinta es nuestra situación,
las nuevas reglas de la política. que exige una continua reconstrucción crítica de
En otras palabras, los fundadores de la Repú­ los impulsos y de las fracturas en el proceso que
blica están guiados por un auténtico patriotismo nos ha hecho nación y, por lo tanto, democracia.
constitucional, entendido no de una manera an­ Pero frente a la “pregunta de la historia” a la
tagonista o sustitutiva del tradicional sentimien­ que confiar la tarea de recrear un nuevo sentido
to nacional, sino como su cumplimiento en una de identidad nacional, muchos historiadores ita­
democracia madura. lianos se oponen (aunque se sientan seducidos).
Patriotismo constitucional es una expresión Expliquémonos mejor: no se trata de pedir a los
que no se vuelve a encontrar literalmente en el historiadores que trabajen de “mitopoéticos”, de
lenguaje de los resistentes o de los constituyen­ “bomberos" de la nación, alineándose o reinven-
tes, pero que interpreta perfectamente su espíri­ tando tradiciones nacionales/nacionalistas de­
tu. Esto permite alinear virtualmente la expe­ mocráticamente dudosas. El oficio de los histo­
riencia italiana y la de otras naciones democráti­ riadores es, sobre todo, explicarnos cuán labo­
cas que, con itinerarios distintos y con estrategias riosamente Italia se volvió una nación en senti­
culturales distintas, abordan el mismo concepto. do político: las contradicciones del proceso uni­
tario, los sucesivos e infructuosos intentos de
Antes de volver sobre este punto hay que consi­ “ser ciudadanos italianos”, las grandes fracturas
derar otra cosa. Plantear la problemática de la na­ sociales y culturales que han alineado largos es­
ción en los términos de un vínculo de ciudadanía tratos populares dolorosa y traumáticamente re­
motivado por el reconocimiento de una historia cuperados en el gran acontecimiento nacional
común significa comprometer profundamente de la Gran Guerra, las tensiones que siguieron a
en esta empresa a la historiografía y al “relato pú­ ello, el uso y el abuso de la nueva conciencia na­
blico” de la historia. Esto vale sobre todo para las cional por parte del fascismo, etc., etcétera.
naciones europeas cuya formación, desarrollo y Todo esto la historiografía italiana nos lo expli­
dificultades de identidad tienen escansiones his­ ca perfectamente. Comienza a balbucear cuando
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trata de explicar por qué con la reconquista de la to constante e insustituible del discurso público
democracia y la puesta en marcha de los proce­ democrático.
sos de modernización de la segunda posguerra, la Con estas consideraciones, y en particular tra­
“república de los partidos” con su lanzamiento zando el modelo de la nación-de-los-ciudadanos,
económico, su lógica divisoria y sus lazos asocia­ sé que me expongo a la objeción de ser simple­
tivos se haya ilusionado en volver superfluo el mente "prescriptivo” (como me recrimina amiga­
llamado a la calidad del vínculo entre los ciuda­ blemente Ernesto Galli de la Loggia, un historia­
danos en una nación democrática. Los historia­ dor que con gran mirada crítica afronta esta mis­
dores contemporáneos balbucean porque ellos ma problemática). Es verdad, pero estas cosas ha­
mismos han perdido la sensibilidad por este pro­ ce falta decirlas.
blema y los instrumentos para encenderlo (salvo,
obviamente, excepciones, entre las que quiero se­ Tocamos sucintamente la cuestión de Europa. Se
ñalar a Silvio Lanaro). En esta situación no se en­ oye decir en muchos lados que el resurgimien­
tienden los tonos afligidos y los llamados de aten­ to del sentimiento nacional en distintos estados
ción frente a la disgregación cultural y de identi­ miembros de la Unión Europea (Alemania, Fran­
dad de la nación, por cuya edificación los histo­ cia, Gran Bretaña) es un síntoma (o incluso una
riadores no han ofrecido instrumentos culturales causa) de una “re-nacionalización” de Europa. La
adecuados. No pueden llorar sobre la nación ita­ expresión es exagerada tanto en la forma como
liana si siguen repitiendo que nunca existió, que en su esencia, pero es el contragolpe de mucha,
todo fue un equívoco, un producto manipulado demasiada retórica europeísta del pasado recien­
de elite, etc., etcétera. te. Es el contragolpe de expectativas excesivas y
Historia y memoria común (permítaseme usar de algún autoengaño: por ejemplo, el haber he­
estos términos, a pesar del abuso al que están su­ cho de Europa una Ersatzidentitát, una identidad
jetos) son partes integrantes del reconocerse na­ sustituta y sucedánea de aquella otra, nacional,
ción -un reconocerse solidario que no ignora los como ha sido el caso de Alemania occidental (y
costos y los conflictos que ha provocado y pro­ en parte también de Italia).
voca. Una de las lagunas más graves de la cultu­ En realidad la Comunidad Europea es una de
ra italiana de hoy es justamente la incapacidad las más extraordinarias empresas históricas, si se
de relatar la historia nacional de manera convin­ piensa cuánto trabajo solidario han llevado a ca­
cente, de modo tal que pueda crear identifica­ bo en medio siglo estados que en medio milenio
ción, a pesar de sus inmensas contradicciones. La nacieron, crecieron y se desarrollaron en un anta­
historia común en Italia no se volvió un elemen­ gonismo político y cultural a menudo mortal.
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Las razones económicas, financieras y políti­
cas que hoy frenan la construcción político-ins­ ción europea”, si a este concepto le damos un sig­
titucional de la Unión Europea hasta el estadio nificado fuerte, análogo al usado para delinear las
alcanzado o trazado en el Tratado de Maastricht naciones históricas individuales. La pluralidad de
son muchas y muy serias. Los diseños son legí­ las lenguas, la autorreferencialidad interna de los
timos y no están necesariamente dictados por el circuitos comunicativos, la incomunicabilidad
egoísmo nacional de retorno de uno u otro part­ sustancial de los sistemas educativos, escolásti­
ner. En realidad, en ningún caso se volverá cos, universitarios, las profundas historias dividi­
atrás: no hay alternativas a la gradual construc­ das e inconciliadas son fenómenos de división en
ción de una Europa políticamente unida. Me Europa que no pueden banalizarse haciendo re­
atrevo a decir que ya se ha superado felizmen­ ferencia a la homología de los consumos, a la fre­
te el punto de no retorno: los estados naciona­ cuencia de las relaciones turísticas o a los contac­
les tradicionales, que los cosmopolitas y los fe­ tos entre los intelectuales o los políticos. Éstos
deralistas fundamentalistas consideran el mal son hechos frágiles y contingentes, absolutamen­
por excelencia, ya no plantean sus clásicas com­ te inadecuados para construir una cultura y una
petencias y autonomías de decisión: no pueden memoria histórica europeas en el sentido fuerte
hacerlo. del término. Resumiendo: a Europa le hace falta
La Europa que los ha inventado y ahora los es­ justamente aquello que la retórica europeísta le
tá desmantelando encontrará por cierto una for­ asigna como algo ya adquirido.
ma original para el nuevo sistema político que se Es evidente que aquí se debe emprender una
está configurando, que no será ni una variante de obra de reconstrucción de grandes proporciones,
Estados Unidos de América ni una ingeniosa ree­ paralela y técnicamente no diferente (comenzan­
dición de los modelos “imperiales” aparecidos do por la activación del medium del relato histó­
más de una vez en su historia milenaria. Más no rico) de aquélla sugerida acerca del caso italiano.
podemos decir. Un trabajo a llevar a cabo al mismo tiempo por
Al mismo tiempo, esas controvertidas pero in­ cada nación histórica europea. En el caso euro­
negables realidades que son las naciones euro­ peo el universalismo está dado por el diálogo y la
peas, históricamente forjadas y que han crecido confrontación de culturas e historias nacionales y
junto al sistema de los estados europeos, no desa­ no por su separación. Para este trabajo, por aho­
parecen, aunque parecen dar lugar a procesos de ra, disponemos solamente del criterio general im­
implosión interna (micronacionalismos, regiona­ plícito en el concepto de “patriotismo constitu­
lismos, localismos). Sobre todo no existe una “na­ cional”. Éste no señala tanto un dato adquirido
en algunas culturas democráticas sino el valor de
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una indicación normativa. Veámoslo más de cer­ alternativa al sentimiento de identidad nacional
ca, incluso en su génesis. histórica “normal” que los alemanes, después de
Auschwitz, no pueden volver a tener (“El único
La expresión literal Verfassungspatriotismus, pa­ patriotismo que no nos resulta extraño de Occi­
triotismo constitucional, fue acuñada en Alema­ dente es el patriotismo constitucional. Lamenta­
nia a fines de los años cincuenta por el politólo- blemente sólo después de Auschwitz pudo for­
go y filósofo liberal Dolf Sternberger y retomada marse en la Kultumation de los alemanes una
por él muchas veces en los años sucesivos. Para su convencida adhesión a los principios universalis­
autor, esta expresión quería sobre todo ser un tas de la Constitución.”)
modo de sintetizar, idealizándola, la experiencia No es éste el lugar para apreciar y al mismo
histórica de algunas naciones democráticas occi­ tiempo criticar la posición de Habermas, que no
dentales. Se refería a la síntesis entre república y está exenta de ingenuidad al afirmar un “tipo nor­
nación en Francia a partir de la revolución y, ob­ mal occidental de identidad nacional” que le sería
viamente, a la experiencia norteamericana. Inter­ negado a los alemanes. Es también una posición
pretando estos hechos para el público alemán, incongruente porque mientras por un lado recu­
Sternberger quería también volver a unir los pera la sustancia política de la nación “republica­
componentes iluministas y liberales de la tradi­ na” (la nación de los ciudadanos), por el otro des-
ción alemana, activos antes de que fueran absor­ clasa conceptualmente a la nación a mero dato
bidos y arrollados por el nacionalismo autodes- étnico prepolítico, aceptando el concepto natura­
tructivo. Pero sobre todo intentaba establecer un lista y völkisch de nación de la peor tradición ale­
criterio que permitiese a los alemanes de la pos­ mana. Más aún: incluso aceptando la hipótesis de
guerra tener también ellos “una patria” -en la que la nación se colocara en el ámbito de la etno-
Constitución democrática, precisamente- a pesar cultura, ésta representaría de todos modos una de
de la división de la nación en dos Estados alema­ esas “formas vitales” que la filosofía habermasiana
nes y su condición de soberanía política limitada. de la Lebenswelt debería críticamente recuperar
El término “patriotismo constitucional" tuvo en su gran diseño de la teoría comunicativa. El
un destino científico y publicitario modesto has­ patriotismo constitucional habermasiano corre el
ta que fue retomado por Jürgen Habermas en riesgo, en cambio, de ser la última variante del ex-
1986, en un contexto cultural altamente dramá­ cepcionalismo negativo de la historia de los ale­
tico (en el Historikerstreii) y con intentos polémi­ manes, al que le está impedida la recuperación
cos que eran extraños a Sternberger. Para Haber- autocrítica en la tradición liberal occidental con
mas, el patriotismo constitucional se vuelve una la síntesis entre democracia y nación.
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Si nos trasladamos a Italia, también Norberto cualesquiera hayan sido sus vicisitudes. El patrio­
Bobbio plantea problemas análogos a los que tismo constitucional, correctamente entendido,
acabamos de referimos.1 Toma con precisión el implica una relación entre ciudadanos que no
núcleo de la cuestión cuando escribe que en resulta solamente de la satisfacción pactada por
Italia la función de la solidaridad unida a la idea los intereses recíprocos y el “intercambio de ra­
de nación “fue reemplazada o, mejor, se creyó zones”, sino también del reconocimiento de una
que podía ser reemplazada por la fundación de la común pertenencia de cultura e historia, aun
república democrática”. Pero después de esta cuando sea incómoda y esté cargada de ambi­
constatación, en vez de preguntarse si esta opera­ güedad. Cuando es “constitucional”, el patriotis­
ción se llevó a cabo o bien si representó, en cam­ mo no es un sentimiento que se “carga consigo”,
bio, una debilidad de la misma democracia italia­ sino un ejercicio de virtud cívica que no prescin­
na, Bobbio desarrolla su razonamiento con los de de los sentimientos y que, por el contrario, los
clásicos argumentos dicotómicos comunidad vs. filtra críticamente.
sociedad, mundo de la participación vs. lógica del Solamente así resulta posible la instigación del
pacto. De este modo, la disyunción entre nación acercamiento del concepto jurídico-formal de
y democracia se refuerza en vez de volverse el Constitución al pathos tradicional de las palabras
problema que es necesario volver a ver concep­ patria y patriotismo. Un concepto sugestivo en­
tualmente (“la lógica del discurso social es tan di­ tonces es el de patriotismo constitucional, com­
ferente del discurso comunitario que es difícil plejo y criticamente construido. No se deja iden­
entrecruzarlo y superponerlo, como se hace tificar inmediatamente con la constitutional faith,
cuando se consideran el patriotismo de la Cons­ la fidelidad constitucional, de la que tanto y con
titución y el patriotismo de la nación, uno reem­ tanto énfasis se habla en el debate norteamerica­
plazado por el otro”). no. Ésta, en realidad, señala una creencia, justa­
A mi modo de ver, en cambio, tiene sentido mente una fe, que se vuelve (o debe volverse) na­
desarrollar la problemática del patriotismo cons­ turalmente una costumbre política y cultural ins­
titucional solamente si en su concepto se realiza pirada en los principios de los Padres fundadores
la re-unión entre nación y democracia. La na- de la Constitución norteamericana.
ción-de-los-ciudadanos, efectivamente, se articu­ Distinta es la situación de Italia y de Alema­
la dentro, no fuera o contra la nación histórica, nia. Aquí el patriotismo constitucional no es una
fe en el pasado sino un proyecto futuro -incluso
1 Norberto Bobbio, “Quale Italia?”, Reset, n° 13, enero de aunque en el caso italiano el movimiento de Re­
1995. sistencia, reevaluado en sus componentes demo-
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créticos patrióticos, sugiere la presencia de un
patriotismo constitucional en los orígenes mis­
mos de la República.
De todos modos, el patriotismo constitucional
-entendido no como reemplazado por el amor
por la patria tradicional sino como su realización
en una democracia madura- es un denominador índice
común y un ideal normativo de todas las demo­ Nota del editor ................................................. 7
cracias contemporáneas.
Introducción a la edición italiana.
La querelle entre cosmopolitas y patriotas
por Maurizio V iroli............................................ 9
La academia antipatriótica
por Richard R orty...............................................27
Educar ciudadanos del mundo
por Martha Nussbaum .....................................33
De la aldea al Estado mundo
por Anthony A p p ia h ......................................... 45
Primero la justicia
por Arrty G utm ann............................................51
La democracia necesita patriotismo
por Charles Taylor ............................................ 57
Hay también un cosmopolitismo peligroso
por Michael W alzer............................................ 61
Descender de la cosmopolis
por Gian Enrico Rusconi.................................. 65
90 91
Serie Breves
dirigida por Enrique Tandeter

Próximos títulos
Germán Bidart Campos
Se terminó de imprimir El federalismo en nuestros días
en el mes de diciembre de 1997 Carlos Floria
en Nuevo Offset, S.R.L., Viel 1444,
Capital Federal, República Argentina. Nacionalismos de hoy y de ayer
Se tiraron 1000 ejemplares.
José Nun
La democracia política y sus usos
Marcelo Cavarozzi
Reforma económica, desestatización
y partidos políticos
Roberto Cortés Conde
Auge y declinación de la economía argentina
José Carlos Chiaramonte
El primer federalismo argentino
Elizabeth Jelin
Pasado y futuro de la familia
José Nun
Exclusión social y fin del trabajo asalariado
Roberto Russell
Cambios y continuidades
en las relaciones internacionales
Natalio Botana
El federalismo liberal

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