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Entramos a la óptica y había un tipo que hablaba en alto volumen a una mujer en el
celular. Le daba indicaciones de en dónde encontrar algo, sin que la otra persona
pudiera entender su mapa mental, por lo que el hombres hablaba cada vez más alto,
desesperándose por la incapacidad y la torpeza que atribuía a quién le hacía el favor. Yo
trataba de pensar qué podría decirle al señor para de alguna forma apoyar a la persona
víctima de su saña. Pensaba quién sería, si su pareja o la trabajadora de su casa o ambas
en una sola persona. Tras un rato, la persona encuentra una libreta, sigue las
indicaciones de cómo abrirla y le dicta el número de su RUC. El hombre se calma, pero
sigue hablando algo alto, por lo que escuchamos como le decía a la persona que era tan
fácil haber encontrado lo que él solicitaba y que no era necesario que se atolondrara de
aquella manera. Transfiriendo a la pobre mujer la responsabilidad de la inseguridad que
él, de modo seguramente poco inconsciente, busca generarle. Cuelga el teléfono, le dice
el RUC al vendedor y a mí se me sale una ocurrencia algo sutil:
- ¿todo esto se debió a que usted no sabe el número de su RUC?
- Sí, me contesta rápidamente.