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1. La escisión del yo. Ello, yo, superyó.

En 1932 Freud plantea la segunda tópica. Divide al aparato psíquico


según yo, ello y superyó.

Plantea que el yo es el sujeto más genuino. El yo puede devenir objeto


al escindirse y al tomar a otra parte como objeto. “Por otra parte,
estamos familiarizados con la concepción de que la patología, mediante
sus aumentos y engrosamientos, puede llamarnos la atención sobre
constelaciones normales que de otro modo se nos escaparían”. Freud
año (1932-36/2010 p.54)

Se refiere al delirio de los observados que por vía alucinatoria oyen los
resultados de lo que les pasará. Suponen que desconfían de ellos y que
los descubrirán en actos prohibidos por los cuáles serán castigados.

Freud (1932-36/ 2010) dice:

¿Qué tal si estos locos tuvieran razón, si en todos nosotros estuviera


presente dentro del yo una instancia así, que observa y amenaza con
castigos, con la sola diferencia de que en ellos se habría separado más
tajantemente del yo y desplazado de manera errónea a la realidad exterior?
(p. 55)

Propone que esta sensación de ser observado para luego ser castigado
sería un rasgo estructural del sujeto y que sería una función de nuestra
conciencia moral.

Refiere que esta instancia es autónoma ya que es independiente del yo


en cuanto a su capital energético y tendría tres funciones: la observación
de sí, la conciencia moral y el ideal. Va a llamar a partir de allí, superyó
a esta instancia que se encuentra en el interior del yo.

Luego menciona la melancolía, donde se observa el modo severo con el


que el superyó trata al yo. El sentimiento de culpa daría cuenta de una
tensión entre el yo y el superyó.

Freud (1932-36/2010) expresa:

Si la conciencia moral es sin duda algo “en nosotros”, no lo es desde el


comienzo. Es en esto un opuesto de la vida sexual, que efectivamente está
ahí desde el comienzo de la vida y no viene a agregarse sólo más tarde.
Pero el niño pequeño es notoriamente amoral, no posee inhibiciones
internas contra sus impulsos que quieren alcanzar placer. El papel que
luego adopta el superyó es desempeñado primero por un poder externo, la
autoridad parental. (p. 57)

Así, los padres suelen amenazar al niño con la pérdida de su amor. La


angustia que surge es la antecesora de la angustia moral. Ahora el
superyó observa y amenaza al yo como los padres al niño. “El superyó,
en una elección unilateral, parece haber tomado sólo el rigor y la
severidad de los padres, su función prohibidora y punitoria, en tanto que
su amorosa tutela no encuentra recepción ni continuación algunas”.
Freud (1932-36/2010 p58)

La realidad muestra que no siempre que fueron severos los padres es


severo el superyó. Va a llamar identificación a la base de este proceso y
la va a definir como la primera exteriorización de una ligazón afectiva
con el padre. Propone que el superyó es el heredero del Complejo de
Edipo.

Al respecto Freud (1932-36/2010) refiere:

(…) esa creación nueva de una instancia superior dentro del yo se enlaza
de la manera más íntima con el destino del Complejo de Edipo, de modo
que el superyó aparece como el heredero de esta ligazón de sentimientos
tan sustantiva para la infancia. Lo comprendemos: con la liquidación del
Complejo de Edipo el niño se vio precisado a renunciar también a las
intensas investiduras de objeto que había depositado en los progenitores y
como resarcimiento por esta pérdida de objeto se refuerzan muchísimo
dentro de su yo las identificaciones con los progenitores que,
probablemente, estuvieron presentes desde mucho tiempo atrás. (p.59).

Estas identificaciones se van a repetir en la vida del niño. Luego las


personas que ocupan el lugar de los padres en el desarrollo, por
ejemplo, maestros, ídolos, tíos, etc, van a influir en el el superyó y cada
vez tomará más distancia de los padres.

El niño valora de distintas maneras a sus progenitores durante el


transcurso de su vida. Al finalizar el Complejo de Edipo los perciben
como extraordinarios. Estaríamos frente a las primeras identificaciones,
con aquello que no va a recordar, estos formarán parte del yo o rasgos
de carácter. Con esos ideales se va a comparar. Estas identificaciones
intervienen en la formación del superyó.

Con respecto a las identificaciones secundarias, dice que se producen


en relación o los padres posteriores y que afectarán sólo al yo.
Luego va a articular superyó y narcisismo, constituyéndose un ideal con
el que el yo se va a medir. “(…) el sujeto “siente en el interior del yo el
reinado de una instancia que mide su yo actual y cada una de sus
actividades con un yo ideal, que él mismo se ha creado en el curso de
su desarrollo”. (Freud, (1932-36/2010, p.60)

En cuanto al superyó señala que tiene dos orígenes: un hecho biológico,


la dilatada dependencia del cachorro humano de sus padres y un hecho
psicológico, el Complejo de Edipo. Es una instancia estructural y
transgeneracional, se transmite de padres a hijos.

Freud (1932-36/2010) propone:

Así, el superyó del niño no se edifica en verdad según el modelo de sus


progenitores, sino según el superyó de ellos; se llena con el mismo
contenido, deviene portador de la tradición, de todas las valoraciones
perdurables que se han reproducido por este camino a lo largo de las
generaciones. (p. 62)

Formula que la resistencia proviene del yo, que es una exteriorización


del yo, de sus partes inconscientes y del mandato que le impone el
superyó. “(…) grandes sectores del yo y del superyó pueden
permanecer inconscientes…Es correcto que no coinciden yo y
conciente, por un lado, y reprimido e inconciente, por el otro”. (Freud
1932-36/2010 p.65).

Define al inconciente desde el punto de vista descriptivo, como un


proceso psíquico al cuál colegimos por sus efectos pero no podemos
acceder a él.

Distingue dos clases de procesos inconcientes, unos que se trasmutan


en concientes y otros que nunca lo van a ser. Cobra valor el sentido
dinámico y no tanto lo tópico o sistemático.

Acerca del ello propone que es todo inconciente, lo llama el tercer


inconciente .Presenta ajenidad respecto del yo. Los sistemas no tienen
límites categóricos.

Lo describe como la parte oscura e inaccesible de la personalidad, lo


compara como una caldera borboteante, abierto a lo somático. Se llena
de energía desde las pulsiones y las satisface. El tiempo no altera lo
reprimido. Ello no conoce valoraciones, ni bien ni mal, ni moral, ni
negación.
Para finalizar caracteriza al yo como conectado con el sistema
percepción-conciencia. Es la parte del ello modificada por el exterior, se
rige por el principio de realidad, se vincula con el tiempo por medio de la
percepción, el pensamiento le permite postergar la descarga, tendencia
a la síntesis de sus contenidos, toma la energía del ello pero es un jinete
que no comanda tanto. Es un vasallo del ello, superyó y mundo exterior.

Describe los tres tipos de angustia: “Cuando el yo se ve obligado a


confesar su endeblez, estalla en angustia, angustia realista ante el
mundo exterior, angustia de la conciencia moral ante el superyó,
angustia neurótica ante la intensidad de las pasiones en el interior del
ello”. (Freud 1932-36/ 2010 ,p.73)

Por último propone fortalecer al yo, independizarlo del superyó: donde


Ello era, yo debo advenir.

En el artículo póstumo “La escisión en el proceso defensivo”, del


año 1938, va a profundizar en la investigación del yo y su
funcionamiento en singulares circunstancias.

También trabaja el complejo de castración articulado con la desmentida


de la diferencia anatómica, dando por resultado la escisión del yo. “(…)
el yo joven de la persona con quienes décadas después uno trabará
conocimiento como paciente analítico se comportará en el pasado de
una singular manera en determinadas situaciones de aprieto.” (Freud,
1938[1940]/2010 p.275)

La condición de ello sería un trauma psíquico. El yo del niño está a la


orden de una gran exigencia pulsional. La pulsión tiene permitido
obtener la satisfacción, pero no puede satisfacerse completamente,
además el niño se tropieza con un peligro real.

Plantea que ante la amenaza de castración el sujeto tiene dos


posibilidades: reconocer el peligro real e inclinarse ante él o desmentir la
realidad objetiva, es decir, hacer como que no existe, para perpetuar la
satisfacción.

El niño hace las dos cosas simultáneamente: rechaza la realidad


objetiva y no se deja prohibir nada y reconoce el peligro de esta y busca
defenderse de él. Estas reacciones confrontadas permanecerán como el
núcleo de la escisión del yo.
El resultado es la desgarradura del yo que se hará más grande con el
tiempo. Es decir, la síntesis del yo que proponía en la conferencia 31, no
se lograría.

Freud (1938 [1940]) expresa:

El proceso entero nos parece tanto más raro cuanto que consideramos
obvia la síntesis de los procesos yoicos. Pero es evidente que en esto
andamos errados. La función sintética del yo, que posee una importancia
tan extraordinaria, tiene sus condiciones particulares y sucumbe a toda una
serie de perturbaciones. (p 276).

Para concluir, a partir de los conceptos desarrollados, podemos dar


cuenta de que el yo no tiene nada que ver con el sujeto. Pero que el yo
escindido sí. Es decir, que si no se desgarra el yo, no existiría la
posibilidad de vida. Esto sucede porque somos una falla en ser, porque
no hay un sujeto completo, ya que desde el origen se da la escisión del
yo debido a la imposibilidad de satisfacción toda.

A partir de esta escisión, queda un resto, una falla en ser, que es lo que
constituiría al Sujeto del icc,, este queda barrado, escindido, como una
consecuencia de esta división, cae un resto, que es el objeto a, causa
de deseo.

Con respecto a la frase final de la conferencia 31: donde ello estaba yo


debe advenir, no se trata de dominar al ello, a la manera de una
completud imaginaria, sino que lo que debe advenir es el sujeto. El
sujeto del inconciente.

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