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Esta lucha por vencer un porvenir, por cambiarlo a su manera, por ver
con afán nictálope en la sombra, fue la tónica de Bárbara después de
grande. Como se ve, esto no tenía nada de original, ni a ella tampoco le
importaba esta falta de originalidad. Por otra parte, el mundo deseoso de
romper en las murallas del prejuicio su cabeza descubierta, elige la
cabeza más notoria para que lo haga en su representación. Bárbara, sin
darse cuenta del horrible procedimiento, aceptó esa iniciativa y en la
primera ocasión se precipitó contra la odiosa muralla tras la cual se
apelotonan los burgueses. Pero no se crea que esto se efectuó en los
términos de duración de una colisión cualquiera. Necesitóse una vida
completa, una vida, que por lo demás, sobrellevada humildemente cono
era, no interesó sino a muy pocos espectadores.
- ¿Lectora de Ovidio ?
Los primeros días fue aquella una tarea fácil y casi agradable. Abdón
cuya carne se había mantenido pasiva durante tanto tiempo, exigía poco
de Bárbara. Pero el transcurrir del tiempo, la costumbre que hasta al
placer lo consigue envenenar, le hizo arisco, extraño a sus primeras
solicitudes, deseoso en fin de cosas ingratas y caricias feroces. A todas
estas veleidades de su amante se sometió gustosa la hegeliana Bárbara;
pero cuidándose siempre de guardarle un margen a sus deseos. Agotado
ya por las visiones que el vicio presenta a diario a sus incensadores,
Abdón convirtió sus inquietudes a nuevas ansias. Ya no era
principalmente aquel deseo de vivir sobre el delirio, ni la mitad de su
placer habitual, sino otra forma más feroz, la última planicie habitada del
deseo de vivir la que complicaba sus actos con extraño; pensamientos y
perversos ritos.
De Bouldroud, 1942