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Imaginen una momia egipcia con una pequeña etiqueta rectangular con un extremo en pico,

igualita a las que cuelgan de los dedos de los pies de los cadáveres en las morgues actuales.
Porque los antiguos egipcios también identificaban a sus muertos durante el largo proceso de
embalsamamiento que duraba hasta 60 días, para no confundir los cuerpos antes de devolverlos a
los familiares del difunto. Esa etiqueta, de madera de los siglos II-III dC., que podía ir colgada del
cuello de la momia, al lado de un papiro que certifica la defunción de una mujer (documento
imprescindible para no seguir pagando impuestos), son dos de las más de 70 piezas que hasta el
25 de septiembre pueden verse en el Arxiu de la Corona d’Aragó, en la exposición ‘Les flors del
faraó. Un viatge pel Nil a través dels seus papirs’, organizada por el Institut Europeu de la
Mediterrània y que se nutre de las dos colecciones de papiros más importantes del país, la del
Museu de l’Abadía de Montserrat y la de Palau-Ribes, del Archivo histórico de los jesuitas de
Barcelona.

La momia sin vendas de un imponente cocodrilo ‘saluda’ al visitante de la muestra, comisariada


por Sofía Torrallas, profesora de la Universidad de Chicago y conservadora del Museu de
Montserrat. A través de papiros, pero también de algunas máscaras funerarias y pequeñas piezas
de terracota, el recorrido enseña distintos ámbitos de la vida egipcia, donde “también había
amnistías fiscales”, como da fe el texto del 186 aC., donde "Ptolomeo V perdona los impuestos a
los campesinos porque no habían podido trabajar sus tierras por una tremenda revuelta popular”.

MAGIA Y MALDICIONES

La Biblioteca de Tebas era famosa en el siglo III aC. por sus textos de magia, apunta la comisaria.
“Para los egipcios decir ‘arjajamariajabel’ era como decir ‘Abracadabra’”, bromea mientras señala
un papiro que servía de amuleto contra la fiebre. “Esa especie de palabra, de la que se desconoce
el significado, pierde una letra en cada línea, en señal de que la fiebre va bajando”. En la misma
vitrina, un encantamiento de tipo amoroso, como los que se estilaban en la época: “Penetra a
través de su alma; y haz arder sus entrañas, su pecho, su hígado, su espíritu, sus huesos, su
médula, hasta que venga a mí, ‘fulano’, me ame y haga todo lo que yo quiera”. Y maldiciones, un
papiro mágico que dibuja y apela a Seth, “el terrible dios de voz potente”, un horóscopo cual carta
astral que los padres pedían para el hijo recién nacido, miniamuletos que aún muestran las
dobleces del papiro para guardarlo en una cajita y colgarlo al cuello...

'Les flors del faraó’, que se enmarca en la celebración, en agosto, del 28º Congreso mundial de
Papirología, recuerda además, con objetos personales y fotos, las figuras de los tres ilustres
coleccionistas que en su día adquieron las piezas que la forman: el teólogo y doctor en Filosofía y
Letras José O’Callaghan Martínez, el doctor en teología y papirólogo Ramón Roca-Puig (ambos
fallecidos en el 2001) y el monje montserratino Bonaventura Ubach (1879-1960), que aportó al
monasterio las obras logradas tras sus viajes a Oriente en los años 20.
HOMERO Y LA PIZARRA ESCOLAR

El viaje hacia el sur por el Nilo empieza en la Biblioteca de Alejandría, como foco de conservación
de la literatura clásica. En varios papiros se leen fragmentos de la ‘Ilíada’ y la ‘Odisea’ de Homero,
con quien en el periodo grecorromano aprendían a leer y escribir además de la esencia
helenística. “El 80% de los papiros literarios son suyos”, revela Torrallas. Al lado, uno de Dídimo el
Ciego, del siglo IV. “Se ha conservado porque lo escondieron para que no lo quemaran porque lo
consideraban herético: defendía el perdón universal de Dios, que incluía al Demonio...”.

Recibos del pago de impuestos, peticiones de ayuda a los reyes ptolomeos de sacerdotes atacados
por vándalos, ventas y alquileres de casas, papiros religiosos y educativos... Como una tablilla de
un escolar con dos agujeritos para colgarla, ejercicios donde practicaban la copia del alfabeto o un
papiro del siglo II-III, con la lista de los dioses griegos –Apolo, Zeus, Atenea, Pan...-. Aún no habían
llegado los Godos.

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