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HISTORIA

^M V N D O
A ntigvq
Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado
de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di­

HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­


tores antiguos, mapas, ilustraciones, cuadros cronológicos y

■^MVNDO orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con


un doble valor, de modo que puede funcionar como un capítulo

A ntïgvo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

ORIENTE 25. J. Fernández Nieto, L a guerra 44. C. González Román, La R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. Caballos-J. M. Serrano, 26. J. Fernández Nieto, Grecia en pompeyanos.
Sumer y A kkad. la prim era m itad del s. IV. 45. J. M. Roldán, Institudones p o ­
2. J. Urruela, Egipto: Epoca Ti- 27. D. Plácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Im perio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. Montero, L a religión rom a­
3. C. G. Wagner, Babilonia. 28. J. Fernández Nieto, V. Alon­ na antigua.
4. J . Urruelaj Egipto durante el so, Las condidones de las polis 47. J . Mangas, Augusto.
Im perio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J . Mangas, F. J. Lomas, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-C laudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J . Fernández Nieto, El mun­ 49. F. J . Lomas, Los Flavios.
Im perio N uevo. do griego y Filipo de Mace­ 50. G. Chic, L a dinastía de los
7. J. Alvar, Los Pueblos d el Mar donia. Antoninos.
y otros m ovimientos de pueblos 30. M. A. Rabanal, A lejandro 51. U. Espinosa, Los Severos.
a fin es d el I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J . Fernández Ubiña, El Im pe­
8. C. G. Wagner, Asiría y su 31. A. Lozano, Las monarquías rio Rom ano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I : El Egipto de los militar.
9. C. G. Wagner, Los fenicios. Lágidas. 53. J . Muñiz Coello, Las finanzas
10. J. M. Blázquez, Los hebreos. 32. A. Lozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe­ helenísticas. I I : Los Seleúcidas. rante el Alto Imperio.
ríodo Interm edio y Epoca Sai- 33. A. Lozano, Asia Menor h e­ 54. J . M. Blázquez, Agricultura y
ta. lenística. m inería rom anas durante el
12. F. Presedo, J . M. Serrano, La 34. M. A. Rabanal, Las m onar­ Alto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. I I I : Grecia y 55. J . M. Blázquez, Artesanado y
13. J. Alvar, Los persas. Macedonia. comercio durante el Alto Im ­
35. A. Piñero, L a civilizadón h e­ perio.
GRECIA lenística. 56. J. Mangas-R. Cid, El paganis­
mo durante el Alto Im peño.
14. J. C. Bermejo, El mundo del ROMA 57. J. M. Santero, F. Gaseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
36. J. Martínez-Pinna, El pueblo 58. G. Bravo, Diocleciano y las re­
15. A. Lozano, L a E dad Oscura.
16. J . C. Bermejo, El mito griego etrusco. form as administrativas del Im ­
y sus interpretaciones. 37. J. Martínez-Pinna, L a Roma perio.
primitiva. 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
17. A. Lozano, L a colonización
38. S. Montero, J. Martínez-Pin­ cesores. L a conversión d el Im ­
griega.
na, E l dualismo patricio-ple­
18. J. J . Sayas, Las ciudades de J o - perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, El paganismo tardío
39. S. Montero, J . Martínez-Pin-
do arcaico. na, L a conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R. López Melero, El estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, L a época de los Va­
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, El período de las pri­ lentiniano s y de Teodosio.
20. R. López Melero, L a fo rm a ­ meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evoludón
ción de la dem ocracia atenien­ 41. F. Marco, L a expansión de del Im perio Rom ano de Orien­
se , I. El estado aristocrático. Rom a p or el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21. R. López Melero, L a fo rm a ­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G. Bravo, El colonato bajoim -
ción de la dem ocracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J . F. Rodríguez Neila, Los 64. G. Bravo, Revueltas internas y
22. D. Plácido, Cultura y religión Gracos y el com ienzo de las penetraciones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras aviles. Imperio.
23. M. Picazo, Griegos y persas en 43. M.a L. Sánchez León, Revuel­ 65. A. Giménez de Garnica, L a
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Im perio Ro­
24. D. Plácido, L a Pente conte da. República. mano de O cddente.
HISTORIA
“ lMVNDO
ANTiGVO

ORIENTE
Director de la obra;
Julio Mangas Manjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta:
Pedro Arjona

«No está permitida ia


reproducción total o parcial de
este libro, ni su tratamiento
informático, ni ia transmisión de
ninguna forma o por cualquier
medio, ya sea electrónico,
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los titulares del Copyright.»

© E d icio n e s A kal, S. A., 1 988


Los B e rro ca le s del Jaram a
Apdo. 4 0 0 - T orrejón de Ardoz
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D e pósito legal: M. 3 8 .0 0 9 -1 9 8 8
ISBN: 8 4 -7 6 0 0 -2 7 4 -2 (O bra co m p le ta )
ISBN: 8 4 -7 6 0 0 -3 3 1 -5 (Tomo II)
Im preso en G REFOL, S. A.
Pol. II - La F uensanta
M ósto le s (M adrid)
Pinted in Spain
EGIPTO: EPOCA TINITA
E IMPERIO ANTIGUO

J.J. ürruela
Indice

Mgs.

Prólogo ........................................................................................................................ 7

introducción: el medio, los hombres, el siste m a ................................................ 9


El país ......................................................................................................................... 9
Los pobladores y su lengua .................................................................................. 11
El sistema .................................................................................................................. 13

I. Los orígenes .......................................................................................................... 15

II. La unificación y el período arcaico ................................................................ 25


1. La unificación ..................................................................................................... 25
2. Prim era dinastía ............................................................................................ 29
3. Segunda dinastía ............................................................................................ 31
4. El significado del Período Tinita ...................................................................... 34

ΠΤ. El reino antiguo ................................................................................................. 36


1. Tercera dinastía ................................................................................................... 36
2. C uarta dinastía ................................................................................................... 38
3. Q uinta dinastía ................................................................................................... 43
4. Sexta dinastía ...................................................................................................... 46
5. La sociedad du ran te elreino antiguo .............................................................. 53
C ronología y lista de reyes ................................................................................... 61

B ibliografía.................................................................................................................. 62
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 7

Prólogo

H ubo un tiem po en que los hom bres que se está todavía muy lejos de con­
olvidaron el pasado de la civilización tem plar la H istoria del Egipto Faraó­
egipcia. C u ando la religión de los an ­ nico con el detalle y profundidad que
tiguos faraones fue prohibida y se su­ ofrecen otras civilizaciones m ilena­
mergió en la obscuridad de las cata­ rias. Su desconocim iento es todavía
cum bas de A lejandría, de la m isma muy grande y no se puede ofrecer un
m anera que sus perseguidores lo h a ­ relato continuo ni de su acontecer po­
bían tenido que hacer en R om a siglos lítico ni del desarrollo de sus institu­
atrás, sus sacerdotes se vieron acosa­ ciones económ icas y sociales. Tal vez
dos y an iquilados y ya nadie supo en este desconocim iento resida bue­
leer las escrituras jeroglíficas, que p a ­ na parte de su atractivo, su aparente
saron, así, a engrosar las filas de lo misterio o su encanto al decir de otras
enigm ático y m isterioso. gentes. Gentes, que por otra parte, m i­
Cóm o los hom bres h an ido desve­ ran con cierta falta de em oción las
lando el m isterio y recuperando la culturas clásicas m editerráneas m ien­
llave de ese conocim iento es una his­ tras que sienten un profundo interés
toria que ha sido contada m uchas ve­ por todo lo que la ciencia egiptológi-
ces y no es el caso repetir aquí. La ca no ha podido llegar a estudiar en
lenta rehabilitación del pasado egip­ profundidad. Esto da pábulo a la fan­
cio ha encontrado dificultades enor­ tasía y desarrolla la im aginación, lo
mes; y una de ellas, y no la menor, ha cual, m uchas veces, se convierte en el
sido desen trañ ar los arcanos de su es­ acicate del investigador; pero otras,
critura y de su lengua para poder com ­ fom enta una pseudociencia, de nota­
p ren d er la m en talid ad de aquellas ble éxito por otra parte, que no con­
gentes cuya civilización estaba en su duce al conocim iento histórico, sino
apogeo hace m ás de cuatro mil qui­ más bien a un tipo de literatura, mal
nientos años. De esa civilización, cu­ llam ada esotérica, productora de es­
yo carácter inm utable ha sido la nota tragos entre los crédulos, llevándoles
m ás a destacar, se poseen hoy conoci­ a confundir lo desconocido con lo in ­
m ientos m uy específicos pero m uy creíble, lo exótico con lo mágico o. lo
poco hom ogéneos. Y ello es así a pe­ que es m ás pintoresco, haciéndoles
sar de los esfuerzos que la investiga­ buscar las explicaciones a problem as
ción m o d ern a viene re alizan d o en elem entales de la tecnología antigua
m ateria de arqueología y lingüística. en ciencias extraplanetarias o extra-
Se puede decir, sin tem or a exagerar, tem porales. Pero ese «desconocido»
8 A k a l Historia del M undo Antiguo

es para el investigador de hoy, sim ple­ El interés por la egiptología en todo


mente, la rutina científica de m añana. el m undo es tal que la producción bi­
Es un hecho que la egiptología si­ bliográfica, sin tener en cuenta las
gue siendo una disciplina ap asio n an ­ obras de divulgación, muy num ero­
te y su interés se increm enta al consi­ sas por otra parte, se acerca a los mil
derar que las arenas del desierto no títulos anuales, tanto en lo que se re­
h an liberado aún la totalidad de sus fiere a m onografías com o al conjunto
presas. En relación con ello radica de artículos de revistas especializa­
uno de los factores m ás apreciados das. Y todo ello en cinco idiom as fun­
p or los arqueólogos ya que, dadas las dam entalm ente: inglés, francés, ita­
características del clim a egipcio, el liano, alem án y ruso.
estado de conservación de los objetos Esta im presionante cantidad de m a­
de cultura m aterial es casi perfecto, y terial es, sin em bargo, de no muy fácil
por lo que respecta a los edificios fu­ acceso en E spaña, tanto por la falta
nerarios sólo hay que recordar que de tradición científica española en
los faraones los hicieron construir en m ateria de egiptología, que ha im pe­
sólida piedra. dido la form ación de bibliotecas es­
Así, levantando im perecederos m o­ pecíficas, com o por las dificultades
num entos y m an ten ien d o viva una inherentes al uso de otros idiom as en
civ ilización d u ra n te tres mil años, el lector m edio español.
el E g ip to F a ra ó n ic o d a m u e stra s Las páginas que siguen no pueden,
de u n a p o te n c ia a r q u e o ló g ic a y ni pretenden, entrar en esa problem á­
cultural de difícil p aran g ó n y para tica, pero lo que sí persiguen es intro­
cuyo estu d io se h a fo rm a d o to d a ducir al lector am ante de Egipto m ile­
u na legión de investigadores espe­ nario en el conocim iento científico de
cializados. su pasado m ás lejano.
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo

Introducción: el medio, los hombres


el sistema

El país una d iv in id a d p ro p ia m e n te dicha.


La crecida, en torno a la cual gira
El Valle del Nilo, tal y com o hoy lo toda la vida, sim bolizaba el poder de
conocem os, se form ó hace relativa­ la N aturaleza. Era feraz y no sólo por
m ente poco tiempo. D urante el Plio- el líquido elemento, sino porque trans­
ceno, a finales de la Era Terciaria, el portaba en suspensión residuos vege­
río tardó varios m ilenios en taladrar tales, el Nilo Verde, y arcillosos, el N i­
las barreras rocosas del Wadi H aifa y lo Rojo. El fenóm eno de las crecidas,
del Gebel-el-Silsilah. C uando supera cuya causa los egipcios nunca cono­
esta últim a, deja detras de sí un an ­ cieron, tiene un origen doble: por un
gosto paso de mil doscientos m etros lado las lluvias ecuatoriales recogidas
de longitud, y se dirige hacia el m ar por el N ilo Blanco y, p o r otro, la fu­
Rojo; pero cam bia rápidam ente de sión de las nieves de Etiopía. Su rit­
dirección, prim ero hacia el noroeste, mo a n u a l creó el ca le n d ario , y la
form ando así el Egipto M edio, y en­ puesta en relación con las observa­
dereza su curso desde Beni Suef de­ ciones astronóm icas de los egipcios
sem bocando en el M editerráneo en ha perm itido fijar la cronología.
u n am plio Delta, el verdadero don de El año com enzaba el 19 de julio, en
H erodoto y Platón. que se detectaba la crecida en el sur
De su lucha contra los elem entos de Egipto, que tard a b a veinte días
graníticos de la prim era barrera deja­ aproxim adam ente en llegar al Delta.
rá un recuerdo: las islas de Biga, Se- Subía durante todo el mes de agosto,
hel, Filae y Elefantina. Para los egip­ llegaba a su punto más alto en la segun­
cios del período faraónico allí nacía da quincena de septiem bre, entraba
el río Na-ite-ru, Neilós en griego. Al es­ de nuevo en su lecho en octubre y al­
píritu de este río, b enefactor en su canzaba el punto más bajo en mayo. El
inundación, se le veneraba con otro ciclo form aba las estaciones: arhet, la
nom bre: Hapy, cuyo sentido estaba inundación; peret, la siem bra; semu,
m ás próxim o a la esencia dinám ica la cosecha. C ada estación duraba cua­
del río que a la idea de un curso de tro meses, cada sem ana diez días, el
agua divinizado. H apy resultaba ser año civil trescientos sesenta más cin­
un dios de una categoría muy dife­ co adicionales. Se trataba de un año
rente al del resto del panteón egip­ agrícola, no real, puesto que faltaba el
cio, y su carácter de d ad o r de fer­ cuarto de día necesario para el cóm pu­
tilidad lo hacía m ás u n genio que to solar.
10 A k al Historia del M undo Antiguo

Pero la in u n d ació n coincidía con im portancia de m edirla con preci­


un fenóm eno astronóm ico: la apari­ sión para poder calcular los im pues­
ción en el horizonte, ju n to con el sol, tos, los m edios hum anos y las obras
de la estrella Sothis, la Sirio actual. El públicas que sería necesario poner en
prim er día del año quedaba m arcado ejecución, lo que, evidentem ente, de­
por dos fenóm enos, uno preciso, la pendía del control que la adm inistra­
aparición de la estrella, el otro apro­ ción central pudiera realizar en cada
xim ado, la in u n d ació n , que se iba m om ento. N ad a podía esperarse por
desfasando del prim ero dado que no otra parte de los aportes del agua de
conocían el año bisiesto. Este desfase lluvia puesto que la m edia anual en el
duraba mil cuatrocientos sesenta años, D elta no sobrepasa nunca los dos­
el período que llam ab an sothíaco, es cientos m ilím etros.
decir, un núm ero de años igual a cua­ U na zona quedaba algo al m argen
tro veces el núm ero de días del calen­ del Valle, aunque unida a éste por un
dario, al cabo del cual la estrella ap a­ brazo del N ilo procedente de un gran
recía en el horizonte el m ism o día lago central. Los egipcios del Reino
que com enzaba el año y se producía Nuevo le llam aron pa-yum, de donde
la inundación. Por cálculos astronó­ procede el nom bre actual Fayum. En
micos es fácil determ inar qué apari­ el Reino M edio se le dedicó gran aten­
ciones de Sirio en el horizonte han ción efectuándose grandes obras de
coincidido con la inundación. En los regadío, así com o la construcción del
cinco m ilenios anteriores a nuestra célebre «laberinto» de Moeris, que no
era esa coincidencia se ha producido es otro que A m enem hat III. La capi­
tres veces: 1.°: 1325-1322 a.C .; 2.°: tal era Shedet, la actual M edinet el-
2785-2782 a.C.; 3.°: 4249-4242 a.C. La Fayum , entonces en la m ism a orilla
prim era fue registrada p o r los egip­ del lago. H oy dista 20 Km. En la Baja
cios y según el cóm puto actual tuvo E poca fue tam bién objeto de aten ­
lugar a finales de la dinastía XVIII. ción pues Ptolom eo II Filadelfo m an ­
La segunda conocería el final de la dó reducir el volum en del lago para
dinastía II, y la tercera en los m om en­ ganar tierras de cultivo donde insta­
tos iniciales del Predinástico. lar a los veteranos de sus guerras. Fue
Los egipcios llam ab an a su país Τα siem pre p o r sus características p a n ta ­
Kêmt, es decir «la Tierra negra», alu­ nosas, un paraíso de los cocodrilos,
sivo al suelo vegetal, el único que d a ­ que se adoraban sim bolizados en el
ba vida, por oposición a la arena del dios Sobek.
desierto, de co lo r rojizo. Y d is tin ­ La evolución geológica natural ha
guían dos zonas m uy claram ente: Τα m odificado el valle, al m argen de las
Mehu, el Bajo Egipto, de Τα Shema, el obras hum anas. En los últim os cinco
Alto Egipto. Al ser el Valle un oasis m il años, la lenta acum ulación del li­
p ro lo n g a d o d u ra n te , a p ro x im a d a ­ mo ha ido sepultando varios metros
mente, 2.000 Km, los cultivos sufrían innum erables yacim ientos al m ism o
un cierto retraso debido a la tardanza tiem po que el arrastre de las aguas ha
de las aguas en llegar al Delta. A pe­ hecho desaparecer a otros para siem ­
sar de su longitud la superficie culti­ pre. (K. Butzer). Esto tiene enorm e
vable no debió de sobrepasar en épo­ im portancia a la hora de valorar las
ca fa ra ó n ic a los 30.000 K m 2 y es distintas teorías sobre el poblam iento
posible que no los alcanzara norm al­ de d eterm in ad as zonas en algunos
mente. Es necesario considerar a este m om entos de la historia. Así, para al­
respecto que la cantidad de superficie gunos autores, el Delta no estuvo h a ­
cultivable en cada año de la historia bitado en tiem pos predinásticos (E.
egipcia estaría en función del nivel Baum gartel), otros expresan su opi­
alcanzado p o r la crecida, de ahí la nión contraria de que fue una zona
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 11

densam ente p o blada y la ausencia de com o la lechuga, la cebolla, el lino, la


restos arqueológicos no puede utili­ sandía, los pepinos y varios cereales.
zarse com o argum ento. En el Reino Nuevo aparecen ya el oli ­
La m ayor o m enor capacidad de vo y el granado, este últim o m andado
poblam iento estaba evidentemente re­ representar en el gran templo de Amón
lacionada en este ecosistem a reinan­ por Tutmosis III.
te. El Valle, a pesar de su aparente
u n ifo rm id ad , ofrecía aspectos muy
diferentes a lo largo de sus dos mil ki­ Los pobladores
lóm etros de tierra egipcia. Esto pro­ y su lengua
dujo una p o laridad en el desarrollo
cultural que los egipcios se encarga­ A unque el Valle del Nilo y sus oasis
ron de potenciar y difundir en sus adyacentes estuvieron habitados des­
concepciones m itográficas y en la va­ de los tiem pos m ás remotos del Pa­
loración que hacían de su propia his­ leolítico, la escasez de restos antropo-
toria. Es bien cierto que desde el ins­ físicos es la nota a destacar. Entre
ta n te en que el arq u eó lo g o puede el —12000 y el —10000 se puede cons­
constatar un h ab itat sedentarizado se tatar en la Baja N ubia la presencia
aprecian diferencias entre la cultura de grupos dolicocéfalos próxim os a
del Alto Egipto y la del Bajo, y ello ha los hom bres de tipo C rom agnon y
influido a la hora de construir hipóte­ M echta.
sis sobre el desarrollo del Predinásti- Para el período Neolítico, aproxi­
co o el papel representado por cada m adam ente entre —8000 y —5000, los
zona en determ inados períodos de la restos siguen siendo escasos. Los h a­
historia posterior. llazgos de El O m ari, localidad próxi­
Estas diferencias fueron no sola­ ma al actual El Cairo, excavada por
m ente culturales, y han seguido radi­ Bovier-la Pierre, y los de M erimde-
calizándose con el paso del tiempo ben i-S alam eh h ac en o p in a r a D e­
tanto o m ás de lo que ya lo estaban en rry y a otros in v estig ad o res com o
la A ntigüedad. La fauna y flora ca­ V ercoutter que esta p o b la c ió n no
racterísticas del Egipto Faraónico ha p a re c e la m ism a que h a b ita r á el
desplazado su h ab itat m ucho más al A lto E g ip to en el p e río d o p re d i-
sur del Valle y si en la A ntigüedad era nástico.
posible constatar la presencia en el Diferentes restos arqueológicos, es­
sur de elefantes, jirafas y rinoceron­ pecialm ente relacionados con las téc­
tes hoy día ya nad a queda de esas es­ nicas de trabajo lítico, perm iten pen­
pecies. Los egipcios fueron fieles en sar, en ausencia de restos hum anos,
la representación de su fauna y llora. que hubo ciertos cam bios en la po­
Así podem os hacer un som ero inven­ blació n del Valle. A lgunos investi­
tario sin m ás que observar las pare­ gadores, com o Petiie, pretendieron
des de sus tum bas: hipopótam os, co­ explicar cada cam bio cultural por la
co d rilo s, n u tria s , asn o s, co rderos, llegada de un nuevo grupo hum ano y,
cabras y bueyes; perros, leones, p a n ­ de esta m anera, el período llam ado
teras, zorros y chacales; ibis, m ilanos, predinástico veía un continuo suce­
halcones, avestruces, escorpiones, ví­ der de invasiones procedentes de leja­
boras y cobras son algunos de los an i­ nas tierras en algunos casos. Sin lle­
males representados. Su precisión es gar a tales extrem os, d ad o que el
digna de encom io; en la tum ba de invasionism o pasó de m oda, otros es­
Ani, de la dinastía XVIII, se encuen­ pecialistas destacaron que el cam bio
tran veintitrés especies arbóreas. En fu n d am en tal en m ateria de p o b la ­
los bajorrelieves del R eino Antiguo ción se produjo en los finales del pe­
encontram os otras especies vegetales ríodo citado, d ando así origen a la
12 A ka! Historie del M und o Antiguo

cultura que desarrollará la fase histó­ población hay que moverse en el te­
rica. Esta fue la llam ada «raza dinás­ rreno de las hipótesis. K arl B utzer
tica» de Derry, aceptada p o r au to ­ ha estim ado para el Predinástico F i­
res com o Em ery e incluso Edwards, nal u n núm ero de habitantes entre
de alguna m anera. La razón de estas 100.000 y 200.000, m ientras que, b a ­
hipótesis estriba en la presencia, en el sándose en el núm ero de prisioneros,
Bajo Egipto, de grupos, in d u d ab le­ 120.000, citados en la cabeza de m aza
m ente m uy m ezclados, de gentes p ro ­ del rey Escorpión, el profesor Emery
cedentes de Asia. Así lo perm iten p en ­ estim aba unos 2.000.000 de h ab itan ­
sar los esq u eleto s e n c o n tra d o s en tes para el com ienzo de la época his­
yacim ientos localizados al norte de tórica.
El-Om ari, que presentan un tipo fí­ Intim am ente ligado al problem a del
sico m ás ro b u sto que el resto del poblarniento está la cuestión de la
Valle. lengua. A unque tem a som etido a n u ­
A pesar de estos hechos la m ayoría m erosas discusiones hay, sin em bar­
de los investigadores están de acuer­ go, algunos aspectos reconocidos u n á ­
do, desde F rankfort hasta Berry, Ba- nim em ente por los investigadores. El
trawi, Trigger, etc., en considerar que egipcio es una lengua del grupo ca-
desde los inicios del predinástico la m ito-sem ita que se separó de éste an ­
continuidad en la población debe ser tes de la evolución del sem ita com ún.
el hilo conductor de toda investiga­ A p artir del elem ento nilótico prim iti­
ción futura. vo de origen puram ente africano se
Desde el punto de vista de las defi­ hicieron incorporaciones de lenguas
niciones generales, la población egip­ sem íticas del m ism o grupo de tal m a­
cia pertenecía al tipo m editerráneo n e ra que, según L efebvre, resultó
o euroafricano, de substrato nilótico más bien una lengua africana semiti-
y africano antiguo, de estatura m e­ zada que una lengua sem ítica m odifi­
nor que m ediana, cráneo estrecho y cada. Son innegables los aspectos tí­
alargado, pelo oscuro, leucoderm a y picos del substrato africano com o por
m orena. ejem plo la original conjugación de
E n el P red in ástico la p o b lació n los verbos, hecho destacado por todos
egipcia, propiam ente dicha, y la n u ­ los autores. Los testim onios m ás anti­
bia, estarían m uy m ezcladas, d á n d o ­ guos de esta lengua datan de los albo­
se ya la integración, según Vercou- res del Período Tinita, en cifras redon­
tter, de tipos negroides m editerráneos das unos tres mil años antes de nues­
oscuros análogos al C rom agnon ya tra era. E n ese m om ento se puede
citado. E sta m ezcla p ro d u c iría un apreciar que el sistem a jeroglífico con
m estizaje variado según las zonas y el que se representa la lengua está ya
las épocas. form ado y algunos de los elem entos
Al decir negroide, térm ino que no figurativos que lo integran estaban en
es acep tad o u n á n im e m e n te , no se uso desde hacía m ucho tiempo. La
quiere decir negro puro, y en todo ca­ autoctonía del sistem a era evidente.
so se utiliza para in dicar su proce­ A lo largo de los siglos el idiom a
dencia africana. Los propios egipcios fue evolucionando y se sucedieron
co n o c ía n p erfectam en te estas dife­ distintas etapas, siendo un hecho ca­
rencias de tipo y piel. Ellos designa­ racterístico el que el idiom a oficial y
ban con la p alab ra nehery a lo que literario ta rd a ría en in co rp o rar los
hoy día se denom ina nubio, m uy di­ cam bios habidos en la lengua h ab la­
ferente del negro puro, cuyo tipo físi­ da p o r el pueblo. En prim er lugar el
co no fue conocido hasta la dinastía «egipcio antiguo», que fue la lengua
XVÍI1. em pleada durante el R eino Antiguo y
Sobre la evolución num érica de esa com ienzos del P rim er Período Inter­
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 13

m edio, en cifras aproxim adas —3000


a —2200. En dicha lengua se h an con­
servado un cierto núm ero de docu­
m entos oficiales, listas reales, inscrip­
ciones autobiográficas de particulares,
docum entos adm inistrativos y funda­
m entalm ente, escritos de carácter re­
ligioso: los llam ados Textos de las
Pirám ides.
El segundo estadio corresponde al
«egipcio m edio», tam b ién llam ado
clásico, el m ás estudiado y difundido
puesto que com prende tanto la len­
gua p o p u lar del Reino M edio com o
la lengua literaria y oficial utilizada
desde finales del P rim er Periodo In ­
term edio hasta el reinado de Am eno-
fis III. Es decir, desde —2200 hasta
-1375. En él se encuentra la gran m a­
yoría de la literatura clásica egipcia,
docum entos adm inistrativos, inscrip­
ciones de m onum entos, estelas fune­
rarias, textos religiosos, filosóficos,
m édicos y m atem áticos. Incluso cier­
tas fórm ulas propias de textos m onu­
m entales se siguieron escribiendo en
esta lengua hasta el fin de la cultura
faraónica.
La tercera fase es la del «neoegip-
cio» que aparece docum entada en la
correspondencia y la adm inistración,
en los m onum entos y en la literatura,
desde la dinastía XVIII hasta la XXIV.
La cuarta etapa corresponde a la
Baja Epoca y hay que distinguir en Templo del Valle de la pirámide de Khaefre
ella los docum entos privados adm i­
nistrativos y oficiales, escritos en len ­ El sistem a
gua «dem ótica» y en escritura del
m ism o n o m b re d e riv a d a del hie- El Nilo, ya se ha visto, daba la vida a
rático, de o tro c o n ju n to de textos los egipcios. N o es, pues, de extrañar
m o n u m en tales re a liz a d o s en je ro ­ que condicionara m ás allá de lo ap a­
glíficos que im itaban, com plicándo­ rente. S ubordinó su econom ía, su re­
las, las fórm ulas del egipcio antiguo ligión, sus costum bres y, por lo tanto,
y medio. su sistem a político. La crecida era
F in alm en te el «copto», evolución anotada cuidadosam ente puesto que
últim a de la lengua egipcia influida de ella dependían totalm ente. Si el ni­
por el griego y que se siguió utilizan­ vel era correcto se podía esperar una
do p or los cristianos del Valle del N i­ cosecha abundante, pero si no llega­
lo hasta los albores del siglo XVIII de ba al punto adecuado, o por el con­
nuestra era. Se representaba m edian­ trario, lo sobrepasaba en dem asía, el
te la escritu ra del m ism o n o m b re desastre era im parable.
ad aptada del alfabeto griego. E n la Piedra de Palerm o, texto es­
14 A k al Historia de l M und o Antiguo

culpido durante la dinastía V, con­ contención de las aguas. La asocia­


tando los acontecim ientos m ás im ­ ción de com unidades era un cam ino
portantes de varios reinados anterio­ directo hacia la idea de una m ayor
res, se dice del año sexto del faraón producción, lo que conducía inevita­
Userkaf: «En el año en el cual el Rey blem ente al surgim iento de exceden­
del Valle (Alto Egipto) y el D elta (Ba­ te, de clases sociales y de Estado. La
jo Egipto) Userkaf, ha hecho por él base económ ica de la estructura así
grandes cosas a los...» (sigue una lista form ada es la apropiación de las tie­
de dones a diversos dioses, luego con­ rras cultivables por el m ismo Estado,
tinúa): «El año del tercer censo, cua­ que perm anecían entregadas en usu­
tro codos, dos palm os y medio». Es fructos a las com unidades locales, a
decir el N ilo hab ía subido casi tres los tem plos o a personajes im portan­
metros (275 cm). tes dentro del gobierno. Esto últim o
Este control exigía la posibilidad en m ucho m enor grado.
de p oner en práctica enorm es trab a­ El aparato burocrático y adm inis­
jos de obras públicas. Pero la buena trativo podía m ovilizar enorm es con­
m archa de este esfuerzo im plicaba un tingentes de m ano de obra, no en va­
desarrollado aparato adm inistrativo. no se ha calculado que para la edifi­
Ello com portaba una tendencia a la c a c ió n de la p irá m id e de K eops,
unificación, a la estabilidad política, h abían hecho falta cien mil trab aja­
y al gobierno p o ru ñ a sola m ano. Sur­ dores durante unos veinte años. A pe­
ge así un tipo de sistem a político que sar de la inseguridad de los cálculos
ha sido calificado de diversas m ane­ u na cosa es bien cierta: trabajos de
ras; despotism o oriental, im perios teo­ esta índole sólo eran posibles porque
cráticos de regadío, etc., y que respon­ existía previam ente la organización
den, dentro de la teoría de los modos necesaria p a ra ello. El cam p esin o
de producción al que se conoce con el vinculado a la tierra contem plaba so­
nom bre de asiático. El Estado así for­ bre él tanto a la com unidad local a la
m ado se va a caracterizar por un con­ que pertenecía com o a la burocracia
trol riguroso de los poderes políticos real por la que sufría la exacción de
y m ilitares, así com o por la capacidad los excedentes y la obligatoriedad de
integradora de la religión, el m ono­ los trabajos colectivos, bien fueran
polio de las actividades com erciales y hidráulicos o para el ensalzam iento
la apropiación de la tierra. del faraón-dios. Así, con todo el ap a­
El nom o, p alabra utilizada en épo­ rato religioso que justificaba el trab a­
ca ptolem aica, pero que en egipcio jo com o participación en la otra vida
clásico se den o m in ab a sepet, designa­ del faraón y del trabajador mismo, o
ba un distrito o provincia. En escritu­ com o una necesidad colectiva para
ra jeroglífica se representaba por un poder subsistir, la estabilidad del sis­
rectángulo con líneas transversales. tem a estaba asegurada. El cam pesino
Así, el sím bolo de la unidad territo­ aceptaba la exacción tributaria como
rial recordaba un cam po surcado por contribución a la obra colectiva orga­
canales de riego. Esto prueba que des­ nizada por el poder central y el p ro ­
de el tem prano m om ento en que em ­ pio lujo de la clase dom inante, extraí­
piezan a form arse los elem entos del do de los sobrantes de esas apropia­
sistema jeroglífico en pleno predinás- ciones, quedaba justificado com o p a ­
tico, los egipcios están do m in ad o s go a los servicios prestados en el ejer­
por la concepción hidráulica de su cicio de las funciones sociales defini­
territorio. das com o contribución al m anteni­
Es indudable que antes de la unifi­ m iento del sistem a global (Ribeiro).
cación las com unidades de aldea ejer­ A tal entram ado los m ilenios no le
cían un control sobre los sistem as de h arán mella.
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 15

I. Los orígenes

D esde los com ienzos del Paleolítico m ás abundantes en la Alta N ubia que
S uperior se puede constatar la pre­ en el Egipto propiam ente dicho, estas
sencia de seres hum anos en el País incisiones rupestres en las que se re­
del Nilo. Entonces el Valle era m ucho presentaban hipopótam os y otros ani­
m ás ancho, u n a ab u n d a n te vegeta­ males no están asociadas a industrias
ción se extendía p o r los territorios líticas por lo que su datación es con­
que luego serían desiertos, y en las te­ jeturable. Se ha apuntado por parte
rrazas m ás elevadas del Valle los h a­ de los investigadores, S. Curto, por
bitantes dejaron los restos de una in­ ejemplo, que estos grabados no pue­
dustria lítica muy variada com o ú n i­ den tener la m ism a funcionalidad de
co testim onio de su paso. magia sim pática presente en el arte
Las técnicas de trabajo de esta in ­ rupestre europeo.
dustria lítica siguen aproxim adam en­ Pero el clim a fue g ra d u alm en te
te las m ism as secuencias del Paleolíti­ cam biando, y las desecaciones h ab i­
co europeo, au n q u e con algunas ori­ das hacia el -10000 convirtieron las
ginalidades y ausencias. Las fases de densas selvas en arenosos desiertos y
talla y técnica se atienen a la evolución los hom bres se fueron retirando a las
lógica que llevó a E uropa desde el h a ­ orillas de los lagos y del m ism o Nilo.
cha de m ano de gran tam año hasta Las últim as fechas obtenidas por el
los m icrolitos del Paleolítico final. La m étodo del carbono 14 parecen ade­
relación tipológica existente entre las lantar en algunos cientos de años el
industrias 1íticas, com o las de Khas- m om ento, en que se creía que los
gah, Kom Om bo, H eluán, etc., y otros hom bres dom esticaron plantas y ani­
puntos m uy alejados de Africa y de males y se establecieron en las orillas
Asia A nterior hacen pensar que las del actual Nilo. En los com ienzos de
b andas de hom bres paleolíticos reco­ este N eolítico egipcio, aproxim ada­
rrían am plias regiones del norte de m ente entre —8000 y —5000 puede de­
Africa y que p o r lo tanto una parte tectarse el cultivo de la cebada, el tri­
muy local y pequeña de estas pobla­ go candeal y el lino, com o ejemplos
ciones tuvo algo que ver con los h ab i­ m ás conocidos, y la dom esticación de
tantes del Valle en el período siguiente. algunos anim ales com o la cabra y el
Tal vez hacia el Paleolítico M edio o asno. Esto no significa que se ab a n ­
final se p rodujeron los dibujos inci­ donara la recolección, la caza y la
sos en paredes rocosas de algunas pesca, que llegaron incluso a ser m o­
wadis confluyentes en el Nilo. M ucho tivo de representaciones artísticas du-
16 A ka! Historia d e l M und o Antiguo

rante todo el período faraónico. Es dos mil años del período. H ay tantas
evidente, sin em bargo, que la intensi­ diferencias regionales com o lagunas
ficación de los cultivos en época his­ cronológicas. El Alto y el Bajo Egipto
tórica dejaría poco lugar a la recolec­ p ueden p resentar fases diferentes en
ción de plantas silvestres y ello ex­ su desarrollo cultural y los hallazgos
plicaría tam bién la retirada de ciertos h a n sido m ás abundantes en el p ri­
elem entos de la fauna propia del Pa­ m ero que en el segundo. E n el norte,
leolítico, com o los elefantes, las jira ­ entendiéndolo desde Fayun hasta H e­
fas o algunas especies de antílopes, a liopolis, puesto que el centro del D el­
que se ha hecho m ención. ta se p resen ta estéril de m om ento,
D urante el Neolítico el Valle del N i­ hay que constatar la presencia de ya­
lo va tom ando ya la configuración cim ientos m uy separados entre sí pe­
definitiva desde el punto de vista del ro m uy extensos y que in h u m an a sus
paisaje aunque es in dudable que la m uertos bajo el m ism o poblado. Sus
h u m edad era m ayor que en la época cerám icas eran m onocrom as, a veces
histórica, lo que perm itía u n a m ás ex­ incisas o sin decoración. En las al­
tensa vegetación y u na presencia de deas se pueden detectar grupos fam i­
especies anim ales aún m ás ab u n d a n ­ liares am plios p o r el uso de graneros
te. Los hom bres de este período, se- com unales. En el sur, Alto Egipto, en
d en tarizán d o se p au latin am en te, es­ cam bio, los yacim ientos correspon­
tán cada vez más cerca del curso del den m ás a extensas necrópolis que a
río pero levantan sus poblados y ne­ poblaciones, la frecuencia de hallaz­
crópolis en las orillas del desierto, allí gos es m ucho m ayor y la cultura se
donde todavía alcan zan los depósitos presenta m ás desarrollada, o por lo
de limo, que siglo tras siglo h an ido m enos su aceleración es m ás intensa.
acum ulándose sobre los restos, h a ­ Sus cerám icas, bellam ente decoradas
ciendo casi im p o sib le su lo c a liz a ­ ofrecen un m undo plástico m uy ale­
ción. Algunos de estos lugares h a n si­ jad o del grupo del Bajo Egipto. Al fi­
do rescatados del olvido, com o los n al del período las dos tradiciones
yacimientos de Fayum, M erimde-beni- culturales se u n irán en un solo Esta­
Salam eh, El-Om ari, Deir-el-Tasa, Ge- do, naciendo así el Egipto del Reino
belein, etc., localidades, algunas de Antiguo.
ellas, en las que tam bién se contem ­ La prim era fase está m arcada en el
plan fases m ás avanzadas del desa­ norte por los yacim ientos de Fayum
rrollo cultural. A y M erim de-beni-Salam eh. Las fe­
Desde este m om ento hasta el Perío­ chas aproxim adas para Fayum A se­
do Tinita, que com prende las dos p ri­ rían entre —4700 y —3800. El yaci­
m eras dinastías así denom inadas por m iento de M erim de debió de com en­
M anetón, se extiende un largo proce­ z a r antes, —5200 y te rm in a r h acia
so de unos dos mil años que ha sido —3500, presentando avances conside­
co n sid erad o p o r los investigadores rables en sus últim as fases.
com o el m ás trascendente de la histo­ Del yacim iento de Fayum A se ha
ria egipcia. Efectivam ente, com o in­ dicho que puede representar una fase
dica el profesor Vercouter, en esos dos estacional de un grupo de sedentari-
mil años se creó un sistem a político, z a c ió n p a rc ia l (T rigger sig u ien d o
u na religión, un arte y una escritura. a Arkel) aunque pudiera ocurrir que
N ació el Estado unificado y, en defi­ el g ru p o h u m a n o a llí estab le cid o
nitiva, u n a forma de concebir la vida no estuviera en la m ism a línea de
y la muerte. evolución del Valle. E ran agricultores
D ifieren entre sí las interpretacio­
nes que se h an hecho de los distintos Mapa de Egipto
yacim ientos a lo largo del valle en los Período Predinástico y Tinita
P A L E S T IN A

MAR MEDITERRANEO
Afridar
Tell Cerani·

Tell el-Faracin
f) ' Tell Macahaz·

Kom el-Kanater e Raphia ·


Cain Basor
Damanhur ΤθΙ1 el-Samara Tell el-Ginn «ei-Beda
Gezira Sangaha· .^Manshiyet
Tell el-Dabca
Beni Anir· _j
Merimde-beni-Salameh · oíd Kairo

el-Qatta.
Abu Rawash. e .W ad¡Diqla
Giza# · τ ΜΓο
sS S A an
D im ai. p'-Menphis
•Kafr Tarkhan
• •Girza
Maidum
Kom el-Ghurab· *Abusir el-Meleq SINAI
•Maiyana

•Nazlet Awlad el-Sheikh


Bahariya Oasis
*
«Sawada
•Zawyet el-Amwat

•D eir el-Gabraw¡
MAR ROJO
Deir Bisra
Matmar*eel-Mustagidda
Deir Tasa· ei-Badari
Hammamiya·
•Qaw el-Kebir

Ombos
•Mesaid «Naqada»
el-Raqaqna* •Wadi el-Qash
el-Mahasna·
Abydos* Abcadiya Dendara
el-Amra· .· * «Qiff
Hiw •Qus
el-Dakhla Oasis
el-Tarif· •Khizam
el-Kharga Oasis Armant· 'Karnak
* Gebelein·

θΙ-Kab
Kom el-Ahmar· »Wad¡ Cabbad

el-Kubaniya

• Elefantina
Kurkur Oasis * D£ £ : SKhSr Bahan
Dehmit·
Dunqul Oasis#

Gerz Hussein
el-Dakka,

•Sayala
Afia

el-Shab Tushka
Badana
Faras * _ .
S e rra ·* #Qustul
„ , «Dibeira
Buhen· «Ashkeit
• Abka
Murshid W est· ‘ Gamai
Saras West·«Saras
Ambikol
Malik el-Nasir· «Tumuki
18 A k al Historia del M undo Antiguo

y ganaderos, visiblem ente igualitarios do su nom bre al período está situado


pero que dependían en gran m edida en El-Badari, pero la cultura que re­
de la caza y de la pesca. Sus graneros presenta, el Badariense, llam ado igual­
com unales, o fam iliares en todo caso, m ente Predinástico prim itivo, apare­
se em plazaban en elevaciones de te­ ce tam bién en otros m uchos puntos
rreno para escapar de la inundación del Valle Alto. Hay que destacar en
pero eran subterrán eos. C o n ten ían este horizonte cultural el uso de m e­
todavía restos de lino, trigo y cebada. tales aunque ello no im plicó cam bios
Sus habitantes se alim entaban tam ­ que repercutieran en el desarrollo so­
bién de cerdos, cabras, bueyes e h ip o ­ cial. Se ha dudado de que fueran com ­
pótam os. La presencia de cestería y la pletam ente sedentarios, al menos en
existencia de cerám icas de técnica las prim eras fases, tal y com o puede
todavía poco d ep u rad a son rasgos dem ostrarlo la presencia de tiendas
característicos. hechas con pieles, aunque en su inte­
El yacim iento de M erim de-beni- rior se encontrara un fogón y un cesto
Salam eh, próxim o al Delta, se pre­ para alim entos. Sin em bargo presen­
senta con m ucha m ayor im portancia. ta esta cultura ciertos elem entos m o­
Su extensión, m ás de dos hectáreas, biliarios que im p lican un evidente
es ya notoria. En M erim de aparecen desarrollo, com o cam as de m adera,
ya chozas de paredes de caña con so­ alm ohadas de tela o cuero rellenos de
portes fijados en la tierra, con fogo­ paja, am uletos, perlas de esm alte y
nes y utensilios de cerám ica. Las ca­ paletas de esquisto sobre las que tri­
bañas, ausentes en Fayum A, se ali­ turaban la pintura para los ojos. Al­
neaban formando cam inos en la aldea. gunas de estas paletas ya estaban de­
Un síntom a de urbanism o. La cerá­ coradas, lo que im plica el nacim iento
mica, aunque próxim a a la de Fayum de un cierto sentido artístico. Lo mis­
A, presenta, sin em bargo, más tipos mo puede decirse de la presencia de
decorados e incluso formas nuevas. estatuillas de m arfil representando
Las sepulturas están en el m ism o po­ m ujeres e hipopótam os a los que se
blado o muy próxim as a las chozas. les da una interpretación de cáracter
Los m uertos apoyados en el costado ritual. Las cerám icas badarienses, de
derecho tienen ia m ano en la boca y borde ennegrecido y brillante color
cerca de su cabeza esparcieron unos rojo h an llam ado la atención de los
granos de trigo. Prim era m uestra en arqueólogos, e inician la serie de ce­
la creencia de las n ecesidades ali­ rám icas en que el sur destacará hasta
m entarias en el M ás Allá. A parecen época dinástica. En conjunto los b a ­
tam bién las cabezas de m aza que se darienses presentaban un acerbo de
presentan com o u n precedente de las conocim ientos técnicos m uy desarro­
geerzeenses. Su secuencia estratigrá- llado. Sus bellas cerám icas negras
fica p resen ta diversas fases, desde y rojas bien pulim entadas son una
m om entos tal vez anteriores pero muy prueba m ás de esta afirm ación. Su
parecidos en evolución a Fayum A conocim iento del cobre p lantea un
hasta una época m ucho m ás avanza­ problem a de interpretación dado que
da, en la cual la población debió de este m etal no fue conocido en el n o r­
crecer notablem ente, en relación tal te hasta el final del Predinástico. Ello
vez con técnicas agrícolas m ás desa­ hace p en sar a los investigadores que
rrolladas. A parecen restos óseos de esta cultura m antenía relaciones co­
perros, cerdos, cabras y corderos y el m erciales con la costa del M ar Rojo a
nivel de d esarro llo m aterial puede través del Wadi H am m am at puesto
ponerse en relación con el de m uchos que la m adera encontrada en sus po­
yacim ientos del sudoeste asiático. blados y en los rudim entarios sarcó­
En el sur, el yacim iento que ha d a­ fagos de sus necrópolis puede identi­
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 19
ficarse com o pino. La m ayor hum e­ tuvieran un ám bito local a ninguna
dad del período en la zona norte de de las dos se la puede encontrar más
Africa perm ite aceptar la hipótesis de al norte de Assiut.
que las costas del M ar Rojo tuvieran El A m ratiense aunque pueda rela­
bosques de la m encionada conifera. cionarse en el tiem po con el final del
O bien se adm ite esta posibilidad o M erindense no tiene ningún parecido
hay que pen sar en un com ercio con con éste ni con ningún otro yacim ien­
la costa de Siria, lo que, en principio, to del norte. De ahí la confusión que
parece prem aturo. La presencia de se puede introducir en la evolución
conchas de moluscos y turquesas apun­ histórica del Predinástico cuando se
ta tam bién en la dirección de un con­ siguen las nom enclaturas generaliza­
tacto con la zona del M ar Rojo. Al das, antes citadas, de P redinástico
m argen de estas posibles relaciones Antiguo, M edio y Reciente para todo
com erciales la producción de los ba- el Valle.
darienses está centrada en la agricul­ En la cultura A m ratiense se apre­
tura y en la ganadería sin descartar cian diferencias progresivas respecto
las habituales dependencias de la ca­ a su predecesora. En cerám ica surge
za y de la pesca. En sum a, una cultu­ la decoración naturalista y geom étri­
ra m ucho m ás com pleja que la de sus ca hecha de incisiones rellenas de
coetáneos del norte que responde pro­ pasta blanca sobre fondo oscuro así
bablem ente a patrones culturales me­ com o una variedad de form as nue­
ridionales m uy antiguos, puesto que vas. Adem ás se siguen fabricando las
el Tasiense, considerado hasta ahora típicas cerám icas rojas de borde ne­
com o u n N eolítico local del sur se gro. C onstruían em barcaciones unien­
presenta tan entroncado con el Bada- do m anojos de papiro y utilizaban
riense que puede considerarse como telares horizontales.
su origen. D ebieron de progresar en la inten­
La fase que tradicionalm ente se co­ sificación de los cultivos dado que la
loca a continuación del B adariense especialización de los artesanos así lo
recibe diversos nom bres: N agada 1, exige. Sin em bargo m uchos autores
A m ratiense, o P red in ástico M edio. inciden en que los m ateriales arqueo­
Esta cultura sólo es conocida en el lógicos sólo prueban una econom ía
sur y su cronología, todavía discuti­ de subsistencia, m ientras que otros
da, es llevada por algunos autores a afirm an que el grado de civilización
las m ism as fechas del B adariense, de es com parable al de la cultura de El-
la cual sería sólo u n a m odalidad lo­ Obeid, en M esopotam ia.
cal. Para otros, sin em bargo, es la evo­ La especialización de las técnicas
lución n atu ral del h orizonte repre­ artesanales queda patente no sólo en
sentado p o r el yacim iento de El-Ba- la cerám ica, sino tam bién en la fabri­
dari (Kantor, p o r ejemplo). Esto p la n ­ cación de adornos de pasta vitrea, la
tea un problem a dado que en algunos adición del oro y los trabajos en co­
yacim ientos, com o El-H am m am iya, bre, ya m uy sofisticados. La presencia
lo badariense finaliza antes de que de puntos de arpones indica su de­
com iencen los estratos am ratienses. pendencia de la pesca, pero esto no
A pesar de las dificultades que pre­ contradice que intensificaran la ga­
senta valorar en su ju sta m edida tan nadería. H uesos de vacunos, cerdos,
contrarias afirm aciones es un hecho cabras y ovejas parecen probarlo. Las
que la m ayor parte de los estudiosos paletas para triturar la pasta de m ala­
consideran al A m ratiense com o una quita, necesaria para los ojos, se h a ­
fase m ás avanzada de la cultura del cen más abundantes y sobre ellas apa­
sur y centro del Valle; hay que tener recen los prim eros signos de escritura
en cuenta que aun adm itiendo que jeroglífica. O tro h ech o im p o rtan te
20 A ka! Historia del M undo Antiguo

parece apoyar el desarrollo cultural A m ratiense, con la instalación del ca­


del período: la presencia de m azas lendario sotíaco en —4245, para otros
troncocónicas talladas en piedras d u ­ esto no es posible hasta los alrededo­
ras. Hay que destacar que esta arm a res del —3000.
desaparece al final del A m ratiense, El intervalo cronológico com pren­
pero no el signo jeroglífico que la re­ dido, a grandes rasgos, entre —3500 y
presenta, que perm anecerá con valor —3000 está representado en el norte
fonético en época histórica. C om o ya p o r el yacim iento de M eadi y en el
indicó G ard in er es en este m om ento Valle por toda u n a cultura con una
cuando em pezó a desarrollarse la es­ im plantación extensa: el Geerzense.
critura egipcia. Las últim as fases del M eadiense, así
El d esarro llo u rb a n o m uestra la com o el últim o desarrollo geerzense
existencia de chozas rectangulares, lo ven in ten sificar el proceso político
que im plica un a ordenación del espa­ previo a la época Tinita. D urante estos
cio en íntim a relación con térm inos cinco últim os siglos el avance técni­
de construcción más evolucionadas: co, social y económ ico sufrió una ace­
la bóveda, la pared de ladrillos, el sis­ leración considerable, pero estamos
tem a de habitaciones y la escalera. m uy mal inform ados de los detalles.
Todo ello con notables repercusiones Incluso hay que destacar que las dife­
en lo funerario. Los m uertos, en ver­ rencias culturales se siguen m anifes­
daderos sarcófagos de m adera, o ces­ tando entre el Alto Valle y el Bajo
tas de m im bre, tienen a m ano arm as Egipto. Solam ente en su segunda m i­
y bienes diversos, y un precedente de tad se funden los elem entos cu ltu ra­
las escenas de las tum bas del período les y probablem ente tam bién lo hicie­
dinástico en dibujos sobre placas de ra el territorio, aunque la única u n i­
pizarra. Las creencias de ultratum ba ficación b ien d o c u m e n ta d a sea la
están ya form adas, aunque su siste­ últim a.
m atización posterior engañe ap aren ­ Del M eadiense hay que destacar
tem ente respecto a los orígenes. A pe­ que supone un gran salto con respec­
sar de estos rasgos culturales tan evo­ to al últim o m om ento de la cultura
lucionados n ad a ha aparecido aún m erim dense, o del yacim iento m ás
que pueda p ro b ar un a sociedad estra­ cercano a M eadi, El-Om ari, sim ilar a
tificada. Por lo que respecta a la cro­ las últim as fases de M erim de-beni-
nología puede resum irse la polém ica Salam eh. En M eadi aparece el cobre
existente entre dos fechas extrem as por prim era vez en el norte. Su p ro ­
dadas por carbono 14. La m ás an ti­ ducción cerámica es abundante y muy
gua —4700/—4500 h ab ría que situarla variada de formas, alguna de las cu a­
en los orígenes de la cultura, m ientras les parecen p ro b ar contactos con P a­
que la m ás reciente, —3500, corres­ lestina. El trabajo en vasos de piedra
pondería a sus m om entos finales. puede relacionarse con las culturas
En u n b alan c e global del B ada- del Alto Valle. Todos estos elem entos,
riense y el Amratiense en el sur egipcio, incluyendo la existencia del cobre,
puede indicarse com o más significa­ llevan a los investigadores (D evo-
tivo que am bos contem plan un esta­ no) a p lan tear si M eadi no era un es­
dio artesanal que se presenta más de­ labón en la cadena com ercial de los
sarrollado que lo que le corresponde­ habitantes del sur con el Sinaí y P a­
ría por el proceso productivo que es lestina. Por su situación privilegiada,
dado a conocer p or la arqueología. esta zona, próxim a a la actual El C ai­
De ahí las diferencias tan extremas ro, vería así incentivado su desarrollo
que ofrecen las interpretaciones de económ ico y político. La presencia de
los investigadores. M ientras que para m ateriales arqueológicos im portados
unos el Estado ya ha nacido en el o sim ilares a los geerzenses plantea la
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 21

po sib ilid ad de que M eadi sea u n a dor. Estos diferentes puntos de vista
«provincia» de la cultura del sur. no son substancialm ente opuestos en
Por ello se considera que la últim a razón de que la unificación cultural
secuencia geerzense abarca la totali­ pudo venir de m ano de la unificación
dad de Egipto y que en el seno de esta política, o viceversa.
cultura tiene lugar el proceso unifíca- El yacimiento que ha dado su nom ­

Cerámica geerzense
Pintura de barcos y animales
(Aprox. -40 00 )
Museo El Cairo
22 A kal Historia d e l M und o Antiguo

bre al período, en la localidad de El- Es evidente que el pleno G eerzense


G eerzeh, a la altu ra de El-Fayum , contem pla ya la existencia del Esta­
desplaza el centro difusor del Alto do. Se verá más adelante si puede h a ­
Valle algo m ás al norte que en los blarse de E stado o de Estados. La
m om entos anteriores. Sin em bargo, el tum ba ofrece ya un rico ajuar donde
G eerzense es una cultura m uy difun­ no falta el oro y los objetos de cobre,
dida que puede encontrarse hasta en el lapislázuli, las turquesas y otras
la N ubia egipcia. En virtud de ello se piedras sem ipreciosas. Los dibujos de
produce u na cierta polém ica sobre barcos en las cerám icas se acom pa­
cuál h abría sido el lugar de donde ñ an de unos ciertos «sím bolos» en
irradió. Para algunos estudiosos, co­ sus proas que serán identificados con
m o S charff se originó en el D elta, los posteriores em blem as de los no­
para otros com o Kaiser, lo hizo cer­ mos. Su presencia implica ya una cier­
ca de L uxor. Lo p rim ero que lla­ ta conciencia política o de grupo. La
mó la aten ció n en el co n ju n to a r­ u n id ad territorial hu m an a se recono­
queológico fue la cerám ica. Se trata­ ce por su nom bre, su dios y su enseña.
ba de algo innovador pues aparecían Estos signos de dem arcación pueden
varios vasos de colores claros con de­ significar la existencia, cuando no el
coraciones naturalistas de aves y b ar­ reconocim iento, de una unidad terri­
cos. Ello dio pie a plantear la llegada torial y política mayor. Puede ser una
de invasores procedentes del este, a confederación de nom os, puede ser
los que se achacaba el im pulso dado un Estado.
al Valle. Esta teoría está hoy descarta­ A p a rtir de este m om ento la a r­
da (Arkell y Ucko, entre otros) a u n ­ queología ya no puede diferenciar el
qu e no se ex clu y e que se d ie ra n norte del sur. Sea p o r las razones
contactos con Asia que perm itieran que fuera el Valle del N ilo presenta
explicar ciertos paralelism os en la ti­ una cultura uniform e. Nos encontra­
pología de la cerám ica. mos a muy pocas décadas de la fecha
Los geerzenses dom inaron las técni­ tradicional m ente adm itida com o co­
cas de talla de la piedra, heredadas de m ienzo del período D inástico y el in ­
las culturas del bajo Egipto. Los va­ vestigador se ve en dificultades para
sos de m ateriales durísim os com o el com prim ir el cuadro de la evolución
basalto, la diorita o la serpentina se política en algo m enos de un siglo.
h arán habituales a p artir de este m o­ Tal vez sea necesario retrasar la fecha
m ento y llegan incluso a desplazar to­ del reinado de faraón Menes a —2821,
talm ente a la cerám ica decorada. La que coincidiría con la fecha propues­
m aza piriform e, ya utilizada en Me- ta p o r P ark e r y otros in v estig ad o ­
rim de, se convertirá en el arm a real res, para los orígenes del calendario
faraónica pero es en el G eerzense sotíaco. Pero tam bién puede ocurrir
cuando se populariza. Todos los as­ que la form ación del Estado o de dos
pectos artesanales de las culturas an ­ Estados, com o sugieren la lectura de
teriores se perfeccionan en grado su­ los textos religiosos, sea un fenóm eno
mo, com o los célebres cuchillos de ya plenam ente geerzense.
silex, que llegan a ser transparentes, La lucha del sur, personificado por
de puro delgados. El trabajo en cobre el dios Seth de la ciudad de Nubet
o en aleaciones de oro y plata alcanza (Om bos), contra el norte, sim boliza­
ya las cotas de época faraónica. do por el dios H alcón H orus de la
El artesano ya es un artista y ello ciudad de Behedet, en el Delta: ¿Pue­
im plica una sociedad estratificada y de entenderse com o la existencia de
com pleja. Desde qué m om ento esto dos Estados enfrentados desde los co­
puede darse com o seguro es difícil de m ienzos de la últim a fase del llam a­
deducir por el m aterial arqueológico. do Predinástico?
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 23

El in ten to de reconstrucción del ser ha p la n ta d o la p o sib ilid a d de


Predinástico final es uno de los as­ que esta segunda unificación hubiera
pectos más polém icos de la egiptolo­ tenido lugar un siglo antes de la fecha
gía. H ace ya más de cincuenta años com únm ente propuesta, dado que una
que el investigador K. Sethe lanzó tradición tan unánim e de «Seguido­
la hipótesis, basada en la interpreta­ res de H orus» indica una m em oria
ción de los Textos de las Pirám ides, colectiva docum entada en su tiempo,
de que antes de la unificación atribui­ y no puede ser rechazada de plano.
da a M enes los egipcios habían esta­ Los ataques a la interpretación de
do gobernados por dos reinos rivales, K. Sethe h an v enido de m an o de
re in o s fo rm a d o s p o r el re ag ru p a - los argum entos en contra de valorar
m iento de diversos nomos. Tras la lu­ el m aterial mitológico com o corriente
cha p or la hegem onía había vencido de contenidos históricos, ya que pue­
el reino del norte, estableciéndose la de pensarse que fue construido por
capital en H eliópolis, en la actuali­ los «colegios» de sacerdotes de los
dad bajo un barrio de El Cairo. Si es­ templos oficiales del R eino Antiguo
tos hechos fueran ciertos habría que (F ra n k fo rt, p o r ejem plo). Es d ifí­
colocarlos en u na fecha próxim a al cil tom ar una postura en una m ate­
—3600, y relacionarlos, siguiendo a J. ria tan controvertida, pero parece ne­
Vercoutter, con la penetración de la cesario recordar que las líneas de la
c u ltu ra g eerzen se en el h o riz o n te evolución social hacia el Estado tal y
am ratiense. com o han sido estudiadas por antro­
E sta u n if ic a c ió n se ría e fím e ra pólogos de diversas escuelas pasan
—siem pre en la hipótesis de K. Se­ por el hecho de presentar agrupacio­
the— y de nuevo hubo dos Estados nes territoriales de fuerte autoridad
reinantes, uno con capital en Nekkeb jearquizada que desem bocan en pro­
—actual El-K ab— en el sur y otro en cesos de luchas previos a la constitu­
Buto, en el Delta'. Los reyes de estos ción de entidades superiores que los
dos estados serían los que aparecen agrupan posteriorm ente. La arqueo­
en el Papiro de Turin y que el profe­ logía del Predinástico egipcio no nie­
sor K aiser identifica con los semi- ga esas posibilidades teóricas, y la
dioses de la H istoria de M anetón, es existencia de culturas desarrolladas
d e c ir los « S eg u id o res de H o ru s» , en el sur com o en el norte en los al­
Shemsu-Hor, térm ino que tam bién se rededores del —4000 puede significar
aplicó a un tipo de funcionarios en la existencia de enclaves cuya estruc­
época plenam ente dinástica. Este gru­ tura social y política pueda definirse
po de reyes estarían tam bién citados com o de cacicato o señorío; todavía
en la Piedra de Palerm o, lista realiza­ no un Estado, pero sí a un paso de él.
da en la dinastía V y que dem ostraría De tal forma, la discusión sobre la
que los egipcios de aquella época es­ existencia de Estados previos a un
taban realm ente convencidos de la Estado superior pasa por el análisis
existencia de reyes anteriores a la p ri­ del concepto de Estado presente en la
mera dinastía m anetoniana. Estos dos m ente del investigador. Por otra parte
reinos m antendrían una rivalidad que no puede negarse que en la constitu­
sólo term inaría con la conquista del ción definitiva del Estado egipcio los
norte p o r el sur en u n a fecha próxim a elem entos culturales que parecen ser
al -3 0 0 0 (Edwards). su base fu n d am en tal tuvieron una
La hipótesis ha sido refutada en va­ procedencia m eridional. La razón es­
rias ocasiones y vuelta a form ular con tribaría en que fue el Alto Egipto el
diversas variantes p o r diferentes in ­ vencedor y, por lo tanto, quien im pu­
vestigadores pero esencialm ente no es so su cultura. A hora bien, si los reyes
im posible. El ya citado profesor Kai­ del sur fueron conquistando poco a
24 A ka! Historia del M und o Antiguo

poco el territorio valle abajo enfren­ cortejo qae le acom paña festeja el he­
tándose a coaliciones de nom os o si cho. En el registro inferior se aprecia
p or el contrario, lucharon contra un una escena de trabajo agrícola rodea­
solo Estado, es algo que no puede da de canales o de un brazo del Nilo.
afirm arse ni negarse todavía, pero hay Para Vandier se trata de la victoria so­
un docum ento que apunta hacia la bre gentes del norte, pero no segui­
prim era posibilidad. da de la asim ilació n del territorio
Se trata de una cabeza de m aza pi­ puesto que el rey porta solam ente la
riforme, de carácter votivo, proceden­ corona blanca del Alto Egipto. ¿Se
te de las excavaciones de H ieracón- trata del episodio de una guerra de
polis. Está tallada en piedra caliza y conquista del norte por parte del sur
presenta tres registros en la pequeña o, por el contrario, de lucha m anteni­
parte conservada. E n el registro supe­ da p o r las gentes del N orte para sacu­
rior están representados los em ble­ dirse el yugo establecido a n te rio r­
m as de los nom os del sur de cada m ente sobre ellos por el vecino del
uno de los cuales pende, m uerta, el sur? La respuesta a esta pregunta es
ave rekhit, que debía sim bolizar a las necesariam ente delicada. N o es posi­
poblaciones del Delta vencidas. En el ble saber la fecha de la cabeza de m a­
registro siguiente el rey E scorpión, za del rey Escorpión pero su valora­
con u n in stru m en to agrícola en la ción estilística la hace próxim a, au n ­
m ano, parece ab rir u n canal, sin du­ que anterior, a otros docum entos, los
da un acto sim bólico, m ientras que el que h ab larán de la Unificación.

El escriba Heti
Dinastía V
Museo Pelizaeus. Hildesheim
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 25

II. La Unificación y el período arcaico

nica posterior. El rey, representado de


1. La Unificación m ayor estatura que el resto de los per­
El rey E scorpión m urió sin ver Egipto sonajes aparece en el anverso con la
unido y pacificado. Es posible que se corona roja del norte; precedido de
coronara com o rey del Bajo Egipto portaestandartes y de un personaje a
según p reten d e A rkell, si la lectu ­ q uien H elck atribuye u n a función
ra de un fragm ento de cabeza de m a­ sacerdotal. Al soberano le sigue su
za de la colección Petrie es correc­ portasandalias y frente al grupo ap a­
ta. En ella puede verse a un rey con la recen alineados en el suelo diez ene­
corona del Bajo Egipto, pero el signo migos decapitados. En el registro in ­
de su nom bre está m uy borroso. C o­ ferior u n toro sim boliza al rey en el
ronado o no Escorpión en las Dos acto de destruir una fortaleza. En el
Tierras, Egipto siguió siendo escena­ reverso el m onarca porta la corona
rio de guerras y sus sucesores inm e­ blanca del Alto Egipto, m ientras el
diatos los protagonistas principales. H alcón H orus le presenta a un ene­
El siguiente rey fue probablem ente migo atado con una cuerda cuya ca­
el H orus Ka, si es que está correcta­ beza emerge de la planta del papiro,
m ente leído (Edw ards). El nom bre sím bolo del Delta. N arm er descarga
aparece en u n a tum ba de Abydos en un golpe sobre la cabeza de un prisio­
cuya necrópolis se encontró tam bién nero del nom o del arpón. La paleta
el del H orus N arm er. C on este últim o está coronada en am bas caras por el
rey la docum entación se vuelve más nom bre de H orus del rey, es decir la
precisa y pued en d educirse ciertos figura del halcón sobre la fachada del
acontecim ientos. palacio. A am bos lados dos represen­
La célebre paleta del H orus N ar­ taciones de la diosa H athor, asociada
m er es una pieza de extraordinario a la realeza de H orus desde tiem po
significado. Esculpida en esquisto ver­ inm em orial.
de fue ofrecida por N arm er, tras la O tro docum ento del m ism o rey es­
victoria sobre el norte que en ella se tá constituido por una cabeza de m a­
representa, en el san tuario de la dio­ za, tam bién procedente de H ieracón­
sa-buitre N ekhbet, protectora de la polis. En ella N arm er está represen­
realeza del sur, con sede en El-Kab, tado bajo u n b aldaquino llevando la
antigua H ieracónpolis. En sus dos ca­ corona roja del Bajo Egipto. Le acom ­
ras contem plam os escenas que se re­ p añan los mismos personajes que apa­
petirán en toda la iconografía faraó­ recen en la paleta, pero delante del
26 A k al Historia d e l M undo Antiguo

rey está representada una figura sen­ mo Flavio Josefo, Africano y Eusebio.
tada en una silla de m anos, que Em e­ M anetón recogió la tradición egipcia
ry identificaba con u n a princesa del que hacía de M enes el fundador de
norte. Le siguen prisioneros y un gran M enfis y de la prim era dinastía. El
núm ero de cabezas de ganado cobra­ dato está ratificado p o r la lista de
do en botín. La presencia de una gar­ Abydos y por el papiro de Turin. La
za real, sím bolo de la ciudad de Buto, lista de Abydos fue m andada hacer
en el Delta, parece aludir, de nuevo, a por el faraón Seti I en un corredor de
una derrota de éste. su tem plo en esa localidad para h o n ­
Las dos piezas citadas presentan rar a sus predecesores en el trono. El
una inform ación pictográfica y jero ­ p ap iro de Turin, llam ad o tam bién
glífica al mismo tiempo: narran m ien­ C anon Real, es un docum ento copia­
tras representan. Los elem entos cons­ do de los archivos de la cronología
titutivos del sistema de escritura están real; com ienza la m ención de reyes
ya form ados, su desarrollo durante desde m ucho antes de M enes, pero
las dinastías del Reino Antiguo com ­ algunos de estos nom bres son de difí­
pletarán su período de m adurez. Al cil lectura dado el m al estado del
m ismo tiem po se define la iconogra­ papiro.
fía del poder. Los altos cargos, cuyas El otro docum ento ya m encionado,
funciones sacerdotales y adm inistra­ de extraordinario relieve para este pe­
tivas se confunden tal vez, están ya en ríodo, es la Piedra de Palerm o, verda­
em brión. dero testim onio de los anales de los
El nom bre del H orus N arm er ap a­ reyes anteriores a Neferirkare. De los
rece en otros docum entos, e incluso diez nom bres que m enciona uno de
en el cem enterio real de Abydos; pero sus fragm entos, según Breasted, siete
tal vez el lugar m ás significativo sea llevan la doble corona. Sin em bargo,
la pared rocosa del W adi-el-Qash, en el nom bre de M enes no puede leerse
la ruta com ercial que unía Coptos, en aunque G ard in er apuntó que la dis­
el Alto Valle, con Quseir, lo que de­ posición de los reinados apoyaba la
m uestra tal vez que la actividad del creencia de que en la época en que se
rey no se centró únicam ente en lo m i­ redactó, la quinta dinastía, los egip­
litar. N arm er es el faraón de una di­ cios estaban convencidos de que M e­
nastía que reina ya sobre todo Egipto. nes h a b ía sido el fu n d a d o r de la
Pero reinar puede no significar go­ prim era.
b ern ar y controlar el territorio y a sus A estas listas reales hay que añadir
habitantes. C abe preguntarse si esta la existencia de otros docum entos ar­
conquista de N arm er constituye o no queológicos en los que puede leerse,
la U nificación que las fuentes histo­ aunque no sin polém ica, el nom bre
ricas y la tradición egipcia posterior de M enes: uno de ellos es un cilindro-
adjudicaron a Menes. De la interpre­ sello procedente de Abydos en el cual
tación de estas fuentes y de su justa aparecen juntos el grupo jeroglífico
valoración depende considerar con men y el nom bre narmer. El otro es
qué rey com enzó realm ente la prim e­ una tablilla encontrada en N agada
ra dinastía. en la cual el nom bre de hor aha a p a­
El agrupam iento de los faraones en rece precedido del signo men. En am ­
casas dinásticas se debe a M anetón, bos casos está claro que el signo men
sacerdote egipcio de Sebenitos que está colocado bajo las diosas Nekh-
escribió su «H istoria de Egipto» por bet-buitre y U adjet-cobra, protectoras
orden del rey Ptolom eo II F ilópator a de la realeza del sur y del norte, res­
principios del siglo III a.d.C. Del re­ pectivam ente. Es decir representa el
sum en de su obra, hoy perdida, hicie­ llam ado «nom bre de las dos D am as»
ron m ención otros historiadores co­ o nom bre nebti que ju n to con el nom -
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 27
bre de H orus y el de nesu-bit: «rey del punto cuando los investigadores se
Alto y Bajo Egipto», escrito m ediante m uestran en desacuerdo. Para· Em e­
el ju nco nesu y la abeja bit, que sim ­ ry el rey M enes es identificable con
bolizan las Dos Tierras, constituirán Narm er, siendo N eithhotep su esposa
los tres títulos del protocolo real. El y Aha el hijo del m atrim onio. El tér­
tercer nom bre: nesu-bit no está atesti­ m ino men sería el nom bre nebti de
guado hasta U dim u, pero ello no im ­ los dos reyes, padre e hijo. Pero si se
pide que pudiera existir antes. A p a r­ identifica al H orus Aha con M enes
tir de la quinta dinastía se añadirá un no se excluye la segunda prem isa, lo
título m ás sa-re: «hijo de Re». que daría dos reyes con el nom bre
Visto lo anterio r es fácil advertir nebti com ún que son confundidos por
que si un rey podía ser citado sola­ la tradición posterior en una sola per­
m ente p or alguno de sus nom bres no sona. F inalm ente hay u n a tercera po­
debe ex trañ ar que diferentes líneas sibilidad: el H orus N arm er, rey M e­
docum entales, com o M anetón por un nes, c a m b ió su ep íte to p o r el de
lado, las listas reales por otro y los H orus Aha tras la victoria sobre el
m onum entos arqueológicos en tercer norte. Se podría aducir que dado el
lugar, citen al m ism o rey por sus dife­ significado del térm ino aha, visto más
rentes nom bres. La identificación de arriba, no tendría dem asiado sentido
M enes se plantea com o necesaria e adoptar este epíteto tras la conquista
inm ediata, pero ¿con quién? y en vías de una política pacificatoria.
Otros factores deben ser tenidos en En todo caso sólo la aparición de
cuenta. Del H orus Aha, cuyo signifi­ nuevos docum entos podría decidir la
cado «el h alcón com batiente» está cuestión en favor de una de las tres
cargado de sim bología, se conocen, hipótesis.
adem ás, otros docum entos contem ­ Para los egipcios de épocas poste­
poráneos que m uestran a este rey con­ riores, con M enes, sea quien sea, se
m em orando una victoria en N ubia, cerró un período de luchas al final
recibiendo tributo de los libios y fun­ del cual el Valle del N ilo fue unifica­
dando un tem plo a la diosa N eith, p a­ do bajo el gobierno de una m onar­
trona de Sais, en el Delta. Com o sus quía teocrática de carácter absolutista
h ab itan tes h ab ían sido com batidos que procedía de la región de Tinis, en
de form a reiterada, la fundación de las proxim idades de Abydos, donde
un tem plo en su territorio sólo puede se hizo enterrar. Estos m onarcas h a ­
entenderse com o un gesto am istoso bían desplazado a una dinastía más
por la consecución de una conviven­ antigua pero que sólo controlaba el
cia pacífica. Es en este sentido que Alto Valle. La llam ada tum ba de Na-
Vandier considera que la m ujer de gada, lugar de enterram iento de esa
Aha, N eithhotep cam bió su prim er familia, algo al norte de H ieracónpo-
nom bre p o r éste, que al estar com ­ lis, sería en opinión de Vandier del
puesto con el de la diosa N eith signi­ padre de N eithhotep y suegro de Aha,
ficaría un acercam iento a las tradi­ y no la de este rey, com o han plantea­
ciones religiosas del norte. P ueden do otros autores, que se enterraría en
conjugarse todos estos factores para Abydos. N eithhotep y su padre serían,
entender que el H orus A ha fue un lu ­ entonces, los últim os descendientes
ch ad o r p o r la U nificación y un hábil de esa fam ilia aristocrática de Naga-
diplom ático p or la paz. da, m onarcas en otro tiem po y con la
Por lo expuesto se puede pensar cual se vincularía el grupo dinástico
que la U nificación no fue un hecho representado por M enes de Tinis, que
pu n tu al y único, sino u n proceso al fi­ se aseguraría así el control del Alto
nal del cual Egipto quedó unido bajo Valle y su apoyo para extender su do­
un solo m onarca. Y es al llegar a este m inio a todo Egipto.
28 A k al Historia d e l M und o Antiguo

Abydos será el lugar sagrado de re­ nes)— Aha. Para este investigador la
poso de los reyes de las dinastías tini- dinastía term inaría con Djer y Uadji,
tas que se seguirán en terran d o allí m arcándose el com ienzo de la p ro ­
au n q u e desplacen el centro político piam ente dicha prim era dinastía con
más al norte, a la «M uralla Blanca», el H orus U dim u, rey Den, o con su
M enfis, cuya fu n d ació n la leyenda sucesor Adjib (Enezib) según cierta
tam bién atribuye a M enes. La im por­ tradición recogida en la lista real de
tancia dada a Abydos com o lugar de S akkarah. P osteriorm ente los egip­
enterram iento sólo es com prensible cios reconstruirían su pasado m edio
si desde muy antiguo fue necrópolis o lv id ad o d a n d o a M enes, n o m b re
de la dinastía de reyes que propugna­ nebti de dos de sus reyes el peso glo­
ron y con sig u ieron la U nificación. bal de la U nificación com o si hubiera
Según el profesor Kaiser esta d in as­ sido un hecho único y puntual, h a ­
tía h ab ría contenido entre diez y do­ ciéndole, para m ayor relieve, el fun­
ce m onarcas de los que sólo los úl­ dador de la prim era dinastía. La h i­
timos serían conocidos e identificados pótesis tiene m uchas probabilidades
com o Escorpión, Ka, N arm er —(M e­ de ser cierta, aunque en las líneas que
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 29

Paleta de Narmer.
Anverso y reverso
Museo El Cairo

siguen se agrupará a los reyes tinitas Menes, com o el propio M enes de la


según la clasificación m anetoniana. tradición.
La im p o rtan cia histórica del rey
2. Primera Dinastía A ha está fuera de toda duda y así h a ­
blan los variados objetos señalados
Si la últim a fecha ofrecida por H a­ con su nom bre cuyo significado se ha
ssan para el H orus A ha es correcta visto anteriorm ente. Su tum ba se en ­
h abría que em plazar su reinado h a ­ contró en Abydos, com o ya se ha se­
cia -3 1 0 0 , lo que m a n te n d ría los ñalado, y de ella procede una tablilla
acontecim ientos dentro de la crono­ de m arfil conteniendo su nom bre, la
logía generalm ente aceptada, tanto si m ejor realizada de todas las del pe­
es el h ijo del H o ru s N a rm e r, rey ríodo. De la tum ba que, en Sakkarah,
30 A k a l Historia d e l M undo Antiguo

Em ery atribuye a este rey proceden recen p robar un ataque a Nubia. Su


cientos de vasijas con su nom bre y es tum ba, encontrada en Abydos, es al­
de destacar la presencia de una es­ go m ás grande que la de Aha y en ella
tructura que parecía destinada a una se hallab an joyas y objetos de orfe­
barca solar. Hoy día, sin em bargo, es­ brería. M ateriales de cobre, vasijas y
tá m ás g en eralizad a la o p in ió n de herram ientas pueden relacionarse con
que la necróplis de Sakkarah fue le­ él en S akkarah (Emery).
v antada p ara los altos funcionarios El sig u ien te m o n a rc a , el H orus
del período. Puesto que es datable a Wadji (o D jet según algunos estudio­
p artir de Aha y no antes, es necesario sos) de nom bre nebti Iterty es bien co­
constatar que es en su reinado c u a n ­ nocido por la estela que lo representa
do tom a im portancia la región en que con el signo de la serpiente. Estas y
se encuentran tanto esta necrópolis, otras piezas prueban una cierta per­
com o M enñs y Hclwan. Si por otro fección artística para este reinado. Se
lado tenem os en cuenta que según puede p ensar que durante el m ismo
H erodoto el co n stru cto r de M enñs se inició u n a expedición por la ruta
fue M enes, desviando para ello el río, del M ar Rojo, tal vez para explotar
hay que term inar adm itiendo que es recursos m inerales. El profesor G a r­
el rey A ha el que tiene más probabili­ diner, analizando un peine de m ar­
dades de ser aquél que la tradición fil, piensa que en su reinado puede
identificó con M enes. Se le atribuiría atestiguarse una cierta atención al dios
adem ás la fundación de la Prim era solar Re y su posible fusión con Horus.
D inastía, pero esto últim o, según las El rein ad o de U dim u (leído p o r
recientes investigaciones sólo prueba otros D en) está relativam ente m ejor
que los egipcios forjaron una leyen­ docum entado, dentro de la general
da al m argen de sus docum entos de penuria de datos del período. A pare­
archivo. ce por prim era vez el título nesu-bit, lo
De los reyes que le sucedieron se que literalm ente significa «Aquel que
conoce poco más que su nombre. Aun­ pertenece al junco y a la abeja», ele­
que el orden de sucesión está estable­ m entos representativos del Alto y Ba­
cido con seguridad es m ucho lo que jo Egipto. Su nom bre nebti era Semti,
se ignora en detalle. Su identificación lo que en el Reino Nuevo dio Hesepti
en las diversas listas y en la tradición y en griego U saphais. Se conoce la ce­
griega al m ismo tiem po, no es siem ­ lebración de la fiesta del jubileo sa­
pre posible o, cu ando m enos, lo es a grado, sed, que puede identificarse
base de conjeturas. La relación para tanto en dos tabletas de marfil como
la llam ada «Prim era D inastía» sería en los Anales de la Piedra de Palermo.
la siguiente: Djer, Uadji, Udim u, And- D urante el reinado de U dim u pare­
jib, Sem erkhet y Qaa. ce que se renovaron las actitudes con­
Del prim ero de ellos se conocen di­ ciliatorias con el Delta, así lo pueden
versas piezas arqueológicas que lle­ p robar tanto la presencia de otra ta­
van su nom bre, nom bre que algunos bleta de m arfil que representa la visi­
in v estig ad o res p re fie re n leer E djo ta del soberano a un santuario del
(G a rd in e r) o A djo. Las listas rea­ Bajo Egipto, com o el nom bre de su
les lo m encionan com o Itety, que se­ m ujer: M erncith, com puesto con el
ría su nom bre nebti, y M anetón com o de la diosa de Sais. O tra pieza de
Kenkenes. U na p aleta de alabastro m arfil con la leyenda «Prim era vez
encontrada en S akkarah lo m uestra que se golpea al Este» parece hacer
m achacando a un enemigo, tal vez li­ alusión a una expedición contra los
bio, y en un grafito rupestre cerca del beduinos a la que hace referencia la
Wadi H aifa u n as figuras a las que Piedra de Palerm o. Ciertos progresos
acom paña el signo de su nom bre p a­ se aprecian en m ateria de arquitectu­
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 31

ra con referencia a la tum ba del rey: se puede decir con certeza. Sobre la
p or prim era vez se construyó con blo­ identificación de los nom bres apare­
ques de granito. cidos en los docum entos contem po­
U dim u debió m orir antes de la m a­ ráneos y su relación con los que se ci­
yoría de edad de su hijo A djib por lo tan en las listas del R eino Nuevo y en
cual su viuda fue reina gobernadora. M anetón hay serias discrepancias en­
La m agnificiencia de su tum ba hizo tre los investigadores, sobre todo por
p en sar que se trataba de un rey, y no lo que se refiere a los últim os sobera­
faltan investigadores que difieren en nos de la dinastía.
la interpretación de su parentesco real. De los cinco prim eros reyes se pue­
El nom bre nebti de Adjib era mer- de decir que hay certeza en su suce­
pe-bia lo que en las listas del Reino sión: 1) H orus H etepsekhem uy, rey
N uevo se transform ó en Mer-bia-p, Hetep, en M anetón Boethos, por el
que dio M iebis en griego. Sobre los Bedjau de las listas. 2) H orus Nebre
acontecim ientos de su reinado hay (o Reneb), rey N ubnefer, K akau en
que volver a los A nales de Palerm o las listas y Kaiechos en M anetón. 3)
para conocer dos victorias del rey so­ H orus Ninutjer, de nom bre nebti igual,
bre enem igos, presu m iblem ente en B anutjcren en las listas y Binothris
las fronteras del país; la celebración en M anetón. 4) Rey Weneg, U adjnas
de la fiesta sed; fundaciones y actos en las listas, Tías en M anetón. 5) Rey
religiosos y, lo más significativo, el es­ Senedj, Sendi en las listas, Sethenes
tablecim iento de u n censo en Egipto. en M anetón.
El siguiente m onarca, el H orus Se- A partir de este rey las listas m en­
m erkhet, de nom bre nebti Irynetjer, cionan seis m ás y M anetón cuatro,
debió ser un usurpador, puesto que con sólo dos concordancias; pero n a­
destruyó los m ateriales arqueológicos da puede decirse de ellos. El siguiente
tn donde estaban escritos los nom ­ rey cuyo nom bre aparece en m ateria­
bres. bien de Adjib o bien de Mer- les arqueológicos es el H orus Sekhe-
neith, pero el sufrió la m ism a opera­ mit Perenm aat que tras determ inados
ción por parte de quien le siguió en el incidentes cam bió su nom bre de H o ­
trono de Egipto, el H orus Qaa, nebti rus por un nom bre de Seth, Peribsen,
Senm u, pero que en las listas del Rei­ aunque hay autores que aseguran que
no Nuevo aparece con el nom bre de pudo llevar los dos nom bres al mis­
Kebhu, p or confusión en los signos mo tiem po (Sainte-Fare G am ot). Es
em pleados. De estos últim os dos re­ difícil conjeturar lo que ocurrió exac­
yes sólo se sabe lo que puede leerse en tam ente pero se debió suscitar algún
los Anales de Palermo, y es la celebra­ problem a con el norte porque el rey
ción del festival de jubileo o fiesta sed. Peribsen rom pe con la costum bre de
sus antecesores en la dinastía y se h a ­
ce enterrar en Abydos, antiguo centro
3. Segunda Dinastía funerario cargado de sim bolism o re­
Es indudable que M anetón debía te­ ligioso desde el predinástico. Todas
ner sobradas razones para dar un cor­ las apariencias ap u n tan en u n a m is­
te al finalizar el reinado del H orus ma dirección: la unidad entre norte
Qaa, tal vez en función de la docu­ y sur se ha roto de nuevo. A unque se
m entación de que pudo disponer. Efec­ ha apuntado que Peribsen pudo ser
tivam ente, un a nueva fam ilia tom a el un usurpador que se leVantó en a r­
poder en Egipto y rom pe con algunas mas contra el régimen establecido, la
costum bres puesto que deja de ente­ opinión m ás generalm ente adm itida
rrarse en Abydos, por lo m enos hasta hoy considera que Peribsen tuvo que
el reinado de Peribsen. Es posible que replegarse al Alto Egipto a causa de
fuera originaria de M enfis, pero nada la sec esió n del n o rte. D u ra n te la
32 A k a l Historia del M undo Antiguo

dinastía IV su culto funerario y el de tes, del reinado de Peribsen? No pue­


u n antecesor, Senedj, se m antuvo en de darse una respuesta categórica, en
Sakkarah, lo que podría ser un argu­ todo caso cabe p ensar que K hasek­
m ento, au n q u e no definitivo, p ara hem devuelve la unidad al país. Tal
considerar que no era un usurpador. vez entonces cam bió su nom bre por
Y si no lo era, tam poco hay que ver el de K hasekhem uy, explicación que
en él al protagonista de un cism a reli­ no iría en contra de u n a cierta tradi­
gioso. A unque, com o ya indicó G a r­ ción, sobre todo si tenem os en cuenta
diner, es sorprendente que replegán­ que la lectura de su nom bre nebti se­
dose al norte no se vinculara más, y ría Hetep-nebui-imiuief, es decir «los
solam ente a H orus, no podem os ex­ dos poderosos que están en él se h an
cluir u n a relación étnica o política a reconciliado» (S ainte-F are G arn o t)
ciertos clanes seguidores de Seth. De aludiendo a H orus y a Seth posible­
todas formas, si la lectura de Sainte- m ente com o personificación de las
Fare G arn o t es correcta «Los deseos Dos Tierras, y no, com o es frecuente
de los dos se revelan», su nom bre no interpretar, en relación con la supues­
im plica traición a H orus. Es posible ta traición de Peribsen al significado
que las luchas h abidas en su reinado de H orus com o dios del norte, lo cual
sean una consecuencia de situaciones por otra parte es falso, com o ya es­
heredadas, pero los incendios que se tu d ió F ra n k fo rt, en c o n tra de las
aprecian en las necrópolis de Abydos teorías de Sethe, luego divulgadas por
y S akkarah que algunos investigado­ Pirenne.
res atribuyen a su rein ad o (Lauer) Estos son los acontecim ientos que
p ueden ser ubicados con m ás lógi­ se pueden conocer a través del m ate­
ca en el de su su cesor in m ed iato : rial arqueológico, puesto que los nom ­
Khasekhem . bres Peribsen, K hasekhem y K hasek­
Según la docum entación encontra­ hem uy no aparecen ni en las listas de
da con el nom bre de este rey en Hie- reyes ni en M an etó n , ten ien d o en
racónpolis, vasijas de alabastro y de cuenta, adem ás, que los nom bres que
piedras duras, así com o dos estatuas nos dan estas dos fuentes docum enta­
que representan al rey sentado, se pue­ les no pueden relacionarse entre sí y
de conjeturar que com batió revueltas n ad a se conoce de los personajes a
en el propio territorio del Alto Egipto los que pudieran corresponder. H ay
en el m ism o año que reconquistó el un caso, sin em bargo, sobre el que se
Bajo, según reza la inscripción en las puede estar m edianam ente seguro: en
vasijas. Todo lo anterior parece apo­ la Piedra de Palerm o K hasekhem uy
yar la hipótesis de que se habría atra­ aparece com o el penúltim o rey de la
vesado un período de anarquía. dinastía, m ientras que en las listas de
En la base de las estatuas de K ha­ Abydos y en el Papiro de Turin se ci­
sekhem , tanto en la de El C airo com o taba en últim o lugar un rey Nebka,
en la de Oxford, se representa u n a es­ que hoy se identifica con el H orus
cena de enem igos en núm ero m uy S a n a jt (V andier). P u e sto que N i-
elevado y en la estela de este m ism o m aat-apis, m ujer de K hasekhem uy,
rey aparece una cabeza cuyo tipo físi­ es citada en época de D jeser com o
co corresponde al m ism o representa­ «m adre real», es evidente, por éste y
do en la paleta de N arm er para los otros testim o n io s (L auer) que S a­
h ab itan tes del D elta y que G a rd i­ najt y D jeser son herm anos e hijos de
ner identifica com o libios. ¿Es posi­ K hasekhem uy. Así pues, el paso de la
ble preguntarse si el Bajo Egipto reci­ segunda a la tercera dinastía se p ro ­
bió incursiones de pueblos del oeste dujo sin solución de continuidad y lo
que fueron los causantes de la sece­ m ism o da co n sid erar al H orus Sa­
sión del norte durante, o tal vez a n ­ najt, rey N ebka, herm ano m ayor de
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 33
A k al Historia d e i M und o Antiguo
34
Djeser, com o el últim o rey de la di­ se rem onta a los prim eros m om entos
nastía II que com o el prim ero de la de la in sta la c ió n en M enfis (W il­
III, para lo cual hab ría que identifi­ son). D efinición teológica y organi­
carlo con Nejerofes, prim er rey de es­ zación del poder teocrático son inse­
ta ú ltim a d in astía según M anetón. parables y sobre este pilar se edifica
Com o ya es costum bre seguir la tradi­ el concepto de la realeza egipcia. La
ción m an eto n ian a se cierra el Perío­ organización adm inistrativa será sólo
do Tinita con el rey Khasekhemuy, esti­ u na consecuencia. La Piedra de Pa­
m ando que, p or otra parte, a su re- lerm o cita, para la prim era y la segun­
unificación puede dársele un cierto da dinastía la celebración de la fies­
sentido sim bólico. ta de Sokar dios de la necróplis men-
fita, asociado a Ptah. Es posible que
ya entonces fuera este dios relaciona­
4. El significado del do al buey Apis, anim al sagrado de la
Período Tinita región, pues veremos su nom bre en el
de u n a esposa real: N im aat-apis, m u­
M enfis —el m uro B lanco—. U na ciu­ je r de K hasekhem uy. Es posible que
dad que será desde ahora centro polí­ ello estuviera en función de la im por­
tico de nuevo cuño. Desde ella se adm i­ tancia dada a la «gran esposa real»,
nistra un Estado, se establece un ritual ya en este período, puesto que en la
de sucesión y se crea una teología. La P iedra de Palerm o se cita a la m adre
fam ilia dinástica procedente de Tinis después del nom bre de cada rey.
se ha instalado en el norte. Lo tribal está todavía cerca, m atri ·
El texto de la teología M enfita, con­ linealidad, dioses de los nom os, a n i­
servada en una estela erigida p o r el m ales totémicos (?); pero el Estado es­
faraón Shabaka de la dinastía XXV, tá perfectam ente organizado, la reli­
hace de Ptah, originario de M enfis, gión de H orus, el rey vivo, y Osiris, el
u n dios prim ordial creador de los de­ rey m uerto, queda constituida.
más dioses p or el acto de la voluntad, D urante las dos prim eras dinastías
la lengua y la inteligencia, es decir el aparecen docum entados gran parte de
corazón, según la concepción egipcia. los dioses que conocerem os en perío­
dos posteriores y el análisis de las ne­
«Manifestándose como el corazón y la len­ crópolis, Abydos, Sakkarah, Helw an
gua, bajo el aspecto de Atum, Ptah es el
N agada, Tarjan, G uiza, etc., perm ite
Grande. El es quien ha dado la vida a to­
dos los dioses y a sus Ka por medio de su
reconstruir tanto las costum bres fu­
corazón en el cual Horus es Ptah y por me­ nerarias com o la estructura de la so­
dio de su lengua, en la cual Thot es Ptah. Y ciedad tinita (Emery).
ello porque el corazón y la lengua ejercen A pesar de ser M enfis el centro po­
su poder sobre todos los miembros por el lítico los reyes siguieron enterrándose
conocimiento de que el corazón está en to­ en el recinto sagrado de sus antepasa­
do cuerpo y que la lengua está en toda bo­ dos, en Abydos, cerca de donde esta­
ca, de todo dios, de todo hombre, de toda ría su lugar de origen: Tinis. La aris­
bestia, de todo ser que se arrastra, y de to­
tocracia m ás alta se enterró en Sakka­
do lo que vive, puesto que el corazón con­
cibe y la lengua ordena todo lo que desean.»
rah y los funcionarios en H elw an.
Allí se puede docum entar la difusión
Esta teoría del verbo creador es, sin de la religión de Osiris entre las cla­
duda, el testim onio m ás antiguo de la ses altas. En Abydos se docum entan
filosofía egipcia, texto que ensalza a sacrificios hum anos de servidores ju n ­
Ptah p o r encim a de la concepción he- to a la tum ba del rey, que desaparece­
lio politana; y au n q u e la redacción rán paulatinam ente.
del docum ento original perdido no El desarrollo de las costum bres fu­
pueda ser fechada, es indudable que nerarias sigue paralelo con el de la
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 35

arquitectura de idéntico fin. El pro­ El elevado porcentaje de la produc­


greso de la tum ba es sim plem ente la ción artesanal prueba un gran exce­
lucha contra los saqueadores; la m o­ dente en com paración con el período
m ificac ió n no ap a rec e to d av ía, el inm ediatam ente anterior, y m uestra
m uerto se encierra en cofre de m ade­ el cam ino que seguirá la producción
ra, m adera que hay que im portar de hasta alcanzar las elevadas cotas que
Asia. Los tipos de tum ba nos señalan se pueden apreciar en m om entos pos­
las clases sociales: 1.°, reyes y alta teriores, cuarta dinastía, por ejemplo.
nobleza; 2.°, aristocracia; 3.°, oficiales Sin em bargo, parece que puede dedu­
y artesanos; 4o, cam pesinos (Emery). cirse una cierta lim itación de dispo­
Las p rim eras construcciones son nibilidad de recursos por parte de los
de adobe. Así debía ser el m uro «blan­ reyes tinitas frente a una cierta auto­
queado» de M enfis, o el tem plo de nom ía de la redistribución local en
K hentam entiw en Abydos. La m ade­ las com unidades de aldea. Así habrá
ra de conifera, m uy probablem ente que entender tanto las revueltas y se­
del Líbano, se utiliza con abundancia cesiones del período com o el hecho
com o trabazón de las estructuras fu­ de que los nobles presenten cierta in­
nerarias. Pero en el reinado de Udi- dependencia, visible en la distribu­
mu surge la tum ba de piedra. ción del espacio en las necrópolis
El sistem a de escritura hace largo (Trigger sobre Emery). Tal vez se pue­
tiem po que está form ado, p o sib le­ da p e n sa r que el carác te r sagrado
m ente desde el G eerzense m ás anti­ de la realeza la une m ás al jefe pri­
guo. Y desarrollado plenam ente pues­ mitivo que al im perio teocrático en su
to que cuenta con signos fonéticos y pleno desarrollo. El carácter de G ran
sistem a decim al. Se escribe sobre pie­ H om bre redistribuidor de la realeza
dra, m adera, papiro, cuero de anim al, tinita le im pide aparecer, todavía y
así com o sobre marfil y cerám ica. Los posiblem ente, com o depositario total
sellos de las jarras y los rótulos sobre de la tierra, pero ésta es sólo una im ­
tablillas, encontrados en las tum bas, presión no com probada totalmente.
son las fuentes m ás im portantes para Ai final del período el faraón-dios se­
re c o n s tru ir la s u c e s ió n re a l y la rá el único que detentará el derecho
adm inistración. A parte del texto so­ de propiedad sobre todo Egipto.
bre la Teología M enfita hay, al m e­ El desarrollo tecnológico alcanza­
nos, dos evidencias sobre docum en­ do por el artesanado llega a su cénit
tos de este período: un escrito sobre la (Trigger). Rota la autosuficiencia de
fiesta de H ath o r en D endera y un tra­ las aldeas, integradas en un sistema
tado médico sobre cirugía de huesos global, sus p o sib ilid a d e s de d e sa ­
(Edwards). rrollo pasan a m anos del poder cen­
De la lectura de los breves rótulos tral. La capacidad de estím ulo desa­
surgen nom bres y cargos: «adm inis­ parece. El dom inio técnico, que de­
tra d o r de las fin a n z a s de la C asa pende de la dem anda de la clase diri­
Blanca» (tesorería del Alto Egipto), gente ha alcanzado un nivel muy al­
«portador del sello de todos los escri­ to, pero que nunca sobrepasará.
tos del Sur», «canciller de los tributos El cuadro de las clases sociales cris­
del Norte», «adm inistrador del dom i­ taliza. De ahora en adelante, tres mil
nio», etc. Se discute, incluso, si existe años de H istoria contem plan leves
ya el cargo de visir y algunos autores cambios, m atices en el sistema. El es­
identifican com o tal al personaje que quem a general de creencias y valores
se representa ante el rey en la p a ­ se m antendrá prácticam ente igual. La
leta de N a rm e r, así com o en las civilización egipcia h a llegado a su
in scrip cio n es de Ah a y de U dim u mayoría de edad, con los siglos se h a­
(Strudwick). rá, eso sí, m ás com pleja.
A k al Historia d e l M undo Antiguo
36

III. El Reino Antiguo

Existe una desproporción evidente en­ 1. Tercera dinastía


tre el conocim iento de la historia cul­
tural del período y el de su historia Com o ya se ha indicado líneas atrás
política. Los hallazgos arqueológicos el tránsito de la dinastía II a la III vie­
son abun d an tes si los com param os ne determ inado por la herencia real
con los textos sobre piedra o papiro. de K hasekhem uy, cuyo hijo m ayor, el
La reconstrucción histórica se ci­ H orus Sanakht, rey N ebka, debió ser
m enta m ás en conjeturas sobre el m a­ el constructor de la m astaba inicial
terial existente que sobre textos espe­ de la P irám ide de su herm ano y suce­
cíficos. La Piedra de Palerm o hace sor el H orus N etjerikhet, rey Djeser.
m ención de hechos no excesivam ente Este rey atrae y centra la atención
relevantes m ientras que las autobio­ dentro de la dinastía. La sorprenden­
grafías de particulares contenidas en te construcción de su recinto funera­
sus inscripciones funerarias son exce­ rio llevada a cabo m uy probablem en­
sivam ente puntuales y personalistas. te por su visir y arquitecto Im hotep,
Los textos de las Pirám ides, inscri­ cuyo nom bre apareció inscrito entre
tos en las tum bas de algunos reyes y el m aterial arqueológico de la necró­
reinas de las dinastías V y VI ilus­ polis de Sakkarah, llegó a hacerse tan
tran bastan te bien sobre la conso­ fam osa que cientos de años después
lidación de las creencias religiosas. se seguía visitando fervorosam ente.
Las llam adas «Enseñanzas», de Kag- De la política de este rey sólo puede
hem ni, de Ptahhotep, etc., abundan decirse que se afianzó en M enfis co­
en aspectos sobre la conveniencia de mo capital, com o así lo prueba la p ro ­
una determ inada conducta. Pero es xim idad de su tum ba. Esta prim era
evidente que esto no son sino pobres gran construcción funeraria m uestra
m uestras de la docum entación elabo­ una capacidad organizativa de la fuer­
rada durante quinientos años. In n e­ za de trabajo que sólo pudo darse tras
cesario es repetir, p or lo tanto, que la el im pulso dado a la adm inistración y
m ayor inform ación es la que se des­ al sistem a de explotación por las dos
prende de las obras de arte y sobre to­ p rim eras dinastías. Es posible que
do de la arquitectura m onum ental, en em prendiera alguna acción en la zo­
cuyas técnicas fueron sum am ente h á­ na nubia denom inada después «do-
biles. N o es en vano que se denom ine
al perío d o «La época de las P irá ­ Mapa de Egipto
mides». durante el Reino Antiguo
MAR MEDITERANEO

•Samannud
A busir· *el-Rubcalyin

Tell Basta
Kom Abu Billo< ·. , · ·ΤβΙΙ ei-Rataba
Tell Atrib
•Tell el-Yahudiya
Ausim «Heliópolis
Abu Rawash, Qiza
Abuslrv Abu GhurabV *Tura
o .. u) ■ Mentis
S a k k a ra h / Dahshur* *Wadi el-Garawi
*Umm el-Sawan
Widan el-Faras
•Maidum

Sidmant el-G ebel·


•W adi Kharit
Dishasha·
•Wadi Maghara
Nazlet Awlad el-Sheikh
•Qarara
• el-Kom el-Ahmar Sawaris

«Tihna
•Zawyet el-Amwat
•Beni Hasan
• Deir el-Malik
Shiekh Catiya
%Quseir el-Camarna
»Delr el-Gabrawi MAR ROJO
D ara·
Farafra Oasis 90 km. Asyut Hammamlya
•Q aw el-Kebir

•Akhmim
, ^ . Wadi Hamama
Hagarsa. Nagc el-Deir ·
el-Raqaqna· ·
el-Mahasna· «Gphpiaw
Abydos. wa-l-Sa,yad;Geenbde'faw
_... Wadi Hammamat
«Naqada»* * Q |ft ·
el-Dakhla Oasis el-Tarif·
* •Karnak Bir Menih
•Am hada •Tod
•Balat Gebelein·

•el-Kab
Kom el-Ahm ar·
Edfu<
Mueilha

•Gebel el-Hammam
Hagar el-Gharb»
Wadi Abu Agag
Elefantina
•Qara

WAWAT

•Quban

• Umm Cashira
Turnas
* «Tonqula
Khor IRTJET
Tushka·

Buhen· ZATJU
A k a l Historia d e l M undo Antiguo
38
decasqueno», com o parece probarlo rona Blanca de Snefrw sobre la Puerta Me­
una estela de época ptolem aica lla­ ridional» y «la Corona Roja de Snefrw so­
m ada «del ham bre» que reivindica bre la Puerta Septentrional». Fabricación
para los sacerdotes de K hum la pose­ de las puertas del pabellón real en madera
de pino. Octavo censo.- Nivel del Nilo: dos
sión del territorio «concedido p o r el
codos, dos palmos, dos dedos y medio.
H orus Netjerikhet».
De los sucesores de D jeser se pue­ «Anales de Snefrw en la Piedra de Palermo»
de decir muy poco. El prim ero es el (Versión de Roccati)
H orus Sekhem khet, rey Djeser-Teti El presente texto recoge tres de los
constructor de un a pirám ide in acab a­ años del reinado del prim er rey de la
da en el m ism o Sakkarah (Lauer) y dinastía IV, seleccionados entre los
cuyo nom bre, com o el de sus dos an ­ que pueden leerse m ejor del fragm en­
tecesores, figura en u n a inscripción tado documento. Su com prensión per­
del Wadi M aghara, en el Sinaí m eri­ mite hacerse una idea del tipo de acon­
dional, lo que pru eb a expediciones tecim ientos que m erecían ser legados
organizadas posiblem ente en busca a la posteridad.
de cobre y turquesas. C o n sig n a la P ie d ra de P alerm o
El siguiente es el H orus K haba, que otros com o el enfrentam iento con li­
em pezó a con stru ir la p irám ide de bios, la confección de estatuas de oro
Zawret-el-Aryam y cuyo nom bre se del rey y la construcción de fortale­
ha podido confirm ar tam bién p o r va­ zas. E n esta últim a actividad destaca
sos en p iedras d u ras (Arkell) pero el prim er rey de la cuarta dinastía:
del que no se sabe más. term inó la pirám ide de su predecesor
Es posible que su sucesor sea un tal H uni, com o ya se ha visto, y constru­
N ebkare que cita la lista de Sakkarah, yó dos pirám ides m ás en D ahshur,
pero nada puede asegurarse. una rom boidal, otra regular, la prim e­
El últim o rey de la dinastía es H uni ra pirám ide verdadera (Edwards).
que estableció un control m ilitar en Snefrw, al cual el Papiro de Turin
Elefantina y se hizo construir la pi­ hace reinar veinticuatro años, sucede
rám id e de M edum , term in ad a por a H uni, siendo hijo de éste y de Ni-
Snefrw. m aathep, probablem ente, pero se ca­
sa con la hija de la esposa principal,
su h erm an a Heteferes, cuyo m obilia­
2. Cuarta Dinastía rio funerario m uestra una calidad y
belleza excepcionales que prueban la
El año en que se fabricó (para Snefrw) el im portancia del reinado de Snefrw en
'barco «Alabanza de los Dos Países» de
producción de objetos de lujo, signo
diez (decenas de) codos en madera de
merw y sesenta barcos de dieciséis (dece­
de una riqueza extraordinaria.
nas de) codos - Aniquilación del país de El texto ofrecido presenta algunos
los nubios. Prisioneros capturados: siete de los acontecim ientos m ás im por­
mil. Cabezas de ganado: doscientas mil. tantes para ju zg ar lo anteriorm ente
Construcción de la fortaleza del Alto y Bajo dicho. La actividad constructiva se
Egipto «Los Dominios de Snefrw». Llegada com plem enta con el hecho de cono­
de cuarenta barcos cargados de pinos. Ni­ cer al m enos dos expediciones para
vel del Nilo: dos codos y dos dedos. traer m adera del Líbano, una de ellas
El año en que se fundaron treinta y cinco
con cuarenta barcos, m adera que se
grandes fincas (para Snefrw) con ciento
veintidós animales, se ha construido un
em p leab a fu n d a m e n talm e n te en la
barco «Alabanza de los Dos Países» de construcción puesto que para objetos
diez (decenas de) codos en madera de pequeños y m obiliario se utilizaban
Merw. Séptimo censo.- Nivel del Nilo: cin­ m aderas africanas, m ás duras.
co codos, un palmo, un dedo. Las guerras, o m ás bien incursio­
El año en que se le ha construido la «Co­ nes, contra los vecinos indican que la
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 39

ofensiva de expansión y control de terarias muy posteriores, casi mil años,


fronteras es ya u n hecho. Egipto es un y su culto funerario seguía m an te­
país dirigido p o r un gobierno centra­ niéndose d u ra n te el R eino M edio.
lizado fuerte y estable. A pesar de la Posiblem ente am bos hechos estén re­
tendencia a la exageración en las cam ­ lacionados entre sí y con el m anteni­
pañ as m ilitares, los especialistas no m iento de la productividad en alguna
p iensan que se trate de cifras falsas de las num erosas fincas propiedad de
cuando se m encionan siete m il n u ­ este rey. Ello sirve para constatar que
blos y once mil libios prisioneros. Pe­ el culto funerario se inscribe dentro
ro tam poco es necesario acudir al n ú ­ de un conjunto de bienes m uebles e
m ero de prisioneros de guerra para inm uebles así com o de cam pos en ex­
explicar los vastos program as de cons­ plotación con sus cam pesinos y an i­
trucción. El sistem a estaba ya creado m ales correspondientes; de sacerdo­
y funcionaba perfectam ente antes de tes, administradores, escribas y sirvien­
la llegada al poder de Snefrw. Tampoco tes de todo tipo, que vivirán durante
se tiene la seguridad de que los prisio­ siglos por y para la producción de las
neros conservaran la vida largo tiem ­ fincas pertenecientes a lo que se viene
po, dados los signos de crueldad m a­ en llam ar «fundación funeraria».
nifestados abundantem ente por el arte. Pero no todos los bienes y fincas
La d em an d a de m aterias nobles propiedad del rey quedan com o lega­
para trabajos de gran calidad tiene do funerario, parte, sin duda la más
tam bién su significación en las expe­ cuantiosa, form a conjunto en la he­
diciones al Sinaí, que debieron ser rencia real. Para el caso de Snefrw se
frecuentes puesto que Snefrw pasó a conoce un testim onio concreto: la fin­
la tradición com o el iniciador de la ca «El A lim ento de Snefrw», situada
ruta, lo cual no es cierto. Su nom bre en el nom o del Ory, debió ser hereda­
se veneraba posteriorm ente en la zo­ da por su sucesor Keops, com o pare­
na com o el de u n dios. ce probarlo una inscripción del Rei­
En uno de los años citados por la no M edio que m enciona la ciudad
Piedra de Palerm o se hace m ención «El A lim ento de Keops» (Montet). El
de treinta y cinco grandes fincas del hecho deviene en norm a, el pobla-
rey. El testim onio hay que ponerlo en m iento se form a en el propio centro
relación con la lista de propiedades de trabajo, bien con cam pesinos tras­
que aparece inscrita en la pared de ladados o bien, aunque no puede ates­
uno de los m uros del tem plo funera­ tiguarse con seguridad, em pleando
rio de Snefrw en D a h sh u r (Fakhry). poblaciones limítrofes deportadas, lo
La lista, aunque incom pleta, perm ite que explicaría la presencia de nom ­
conocer que el rey poseía a título per­ b res no egipcios en d e term in a d as
sonal cuatro o cinco fincas en cada zonas.
nomo. Que estas tierras procedieran El siguiente m o n arc a es el hijo
de confiscaciones o de tierras nuevas de Snefrw y Heteferes: el H orus Med-
roturadas p o r orden del rey es algo jedw, rey Khenem ukufw, m ás conoci­
que sólo puede conjeturarse. La im ­ do por la versión griega, Kheops. Ma-
p ortancia de estos datos para conocer netón le da sesenta y tres años de
la situación de la tierra en Egipto reinado, lo que en opinión de G a r­
queda fuera de toda duda y su rela­ diner no es de fiar, y el Papiro de
ción con otros testim onios se verá Turin veintitrés lo que en sí m ismo es
en breve. un dato poco seguro si se tiene en
El reinado de Snefrw dejó p ro b a­ cuenta que levantó el m onum ento en
blem ente un recuerdo m uy positivo piedra m ás grande que la historia ha
en las tra d ic io n e s re ales pues su visto construir. Precisam ente la en­
persona aparece en producciones li­ vergadura de la obra ha hecho de su
40 A k al Historia d e l M undo Antiguo

Plano y modelo del recinto funerario


del rey Djeser en Sakkarah (a y b)

constructor un personaje de leyenda, da del Nilo, la construcción de dos es­


dentro incluso de la propia historia tatuas del rey, una de oro, y la indica­
egipcia. El carácter de su aplastante ción de arrasar algo o a alguien, bo­
m asa parece pedir u n constructor des­ rrado en la piedra.
p iadado y ésta fue la herencia litera­ D urante su reinado fue saqueada
ria que los egipcios del crepúsculo la tum ba de su m adre, Heteferes, por
contaron a Herodoto. Sin embargo, lo cual hubo que trasladar el m obilia­
n a d a h ace p e n s a r que K hem em k- rio fu n e ra rio a u n pozo (R eisner)
hufw fuera m ás o m enos déspota que en G iza, pero dado que el sarcófago
cualquier rey de su tiempo. estaba vacío y con los sellos de Khe-
Sobre su historia no hay docum en­ frén intactos, hay que pensar que la
tación coetánea si se excluyen algu­ m om ia, privada de sus joyas, fue p ro ­
nos renglones (pocos y en m al estado) bablem ente destruida.
de sus anales en el fragm ento de El Y nada m ás puede decirse del cons­
Cairo. Se lim itan a co nstatar la creci­ tructor de la pirám ide «El H orizonte
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 41

de Khufw», la más grande y la más


perfecta tam bién desde el punto de
vista técnico (Edw ards), salvo algo
por sí solo evidente: tal obra im plicó
un alto grado de producción y o rg a n i-.
zación del excedente, pero no necesa­
riam ente m ás que du rante el reinado
de su padre Snefrw, quien debió in ­
m ovilizar, in d u d ab lem en te, m ucha
m ás m ano de obra, tiem po y recursos
en sus construcciones.
El siguiente m onarca es el H orus
Khepri, rey Djedefre (Didufri), a quien
el Papiro de Turin atribuye ocho años
de reinado. Se ha pensado que a u n ­
que hijo de Kheops no le correspon­
día la herencia real p or no ser el p ri­
mogénito, pero es evidente que suce­
dió a su padre porque su nom bre se
h a encontrado en los bloques de pie­
dra que cerraban la cám ara que con­
tenía una de las barcas funerarias de
Kheops. Ello hace pensar que se encar­
gó de los funerales. En el Papiro West-
car, que contiene narraciones novela­
das sobre los m onarcas de la dinastía
IV, se confirm a su parentesco. Por al­
guna razón desconocida se hizo ente­
rrar en A bu-R oash, algo al norte de Entrada y columnata al recinto funerario
G iza, en un a pequeña pirám ide ro­ de Djeser en Sakkarah
deada de diversos m onum entos. Esto, Reconstrucción de P. Lauer
su corto reinado, y el hecho de que al­
gunos d o cum entos no lo citan, ha la h a n atribuido a K heops (Montet).
perm itido elaborar ciertas conjeturas Por lo que hace al tem plo funerario,
sobre luchas dinásticas tras la m uerte ya no una sim ple capilla, la im presio­
de Kheops. Sea lo que fuere lo que ocu­ nante austeridad de sus formas m o­
rrió le sucede su herm ano el H orus nolíticas dicen m ucho del m onarca
Userib, rey K haefre, llam ado trad i­ que lo hizo construir, lo mismo que
cionalm ente Khefrén. El Papiro de las estatuas que lo decoraban, como
Turin presenta u n a laguna en lo que la de diorita, del M useo de El Cairo,
correspondería a sus años de reinado que ejem plificará d u ra n te siglos el
pero M anetón le adjudica sesenta y ideal de la antigua realeza egipcia.
seis, lo que vuelve a parecer otro error Sobre los sucesores de Khefrén las
manifiesto. fuentes históricas son todavía más
Khefrén retorna a la costum bre fa­ parcas si cabe. La reconstrucción del
m iliar construyendo la segunda p irá­ final de la dinastía IV se basa en dé­
mide de G iza, y aprovechando u n re­ biles indicios. U n grafito encontrado
salte del terreno, lo que la hace ap a­ en una pared rocosa del Wadi Ham-
recer casi ig u al a la de su p a d re m a m a t re p ro d u ce los n o m bres de
(Lauer, Edw ards). K hefrén es tam ­ Kheops, Djedefre, Khefrén, Hardje-
b ién el c o n stru c to r de la Esfinge, defre y Baefre (o Rebaeí), grabados
aunque no h an faltado autores que durante la dinastía XII. U na tradi­
42 A k al Historie del M und o Antiguo

ción así m antenida y puesta por escri­ «El año primero, mes siete, día once. El
to es digna de tenerse en cuenta, pero rey del Alto y Bajo Egipto aparece. Unión
como las listas de reyes del R eino de los dos Países. Hacer la vuelta del mu­
Nuevo om iten los últim os nom bres ro. Fiesta del ensalzamiento del rey. Traer
sólo es posible p ensar que reinaron al mundo las insignias de dos Ofois y de
aquéllos que acompañan los dioses que
poco tiempo. El hecho a señalar es
reúnen los dos Países. En el terreno que
que la lista contiene realm ente a un está ante la zona inundable elegir el lugar
padre y a cuatro de sus hijos y tenien­ de la pirámide «Shepseskaf está reaviva­
do en cuenta el papel representado en do» (...) Nivel del Nilo: cuatro codos, tres
la historia del Antiguo O riente por palmos, dos dedos y medio».
los harenes reales no es im posible Anales de Shepseskaf en la Piedra
suponer que, efectivamente, el final de Palermo
de esta d in astía se vio oscurecido (Versión de Roccati)
por luchas por el poder que, como
ya se ap u n tab a an teriorm ente, po­ Este fragm entado texto tiene, real­
dían incluir el asesinato del prim o­ mente, pocos datos de verdadero inte­
génito. rés sobre los acontecim ientos del rei­
El siguiente m onarca conocido por nado. Inform a, sin em bargo sobre de­
las fuentes es el H orus Kakhet, rey term inados actos rituales com o el de
Menkawre, M encheres en M anetón, la coronación, sim ilar al jubileo real
que le asigna sesenta y tres años de o fiesta sed. Frases tam bién rituales
reinado. El Papiro o C anon de Turin com o «traer al m undo» cargan de
le da dieciocho años, aunque el dato sentido sim bólico el hecho de cons­
no es seguro p o r lo que G a rd in e r truir o levantar estatuas, de los dioses
piensa en veintiocho. El nom bre co­ o de los reyes, o la confección de cual­
nocido por la tradición herodotea es el quier otro objeto que esté cargado de
de Micerino, constructor de la tercera contenido religioso.
pirámide, que aunque más pequeña Si se ha de hacer caso al C anon de
estaba destinada a ser m ás bella si se Turin, Shepseskaf reinó cuatro años.
hubiera llevado a térm ino el proyecto Esto puede explicar que su tum ba sea
inicial de revestirla de granito rosa. sensiblem ente m ás reducida que la
M enkawre era hijo de K hefrén y, de sus predecesores en la dinastía,
probablem ente, de una esposa secun­ aunque no p o r ello deja de ser una
daria, dado que se casa con su her­ enorm e construcción con form a de
m ana, la p rim ogénita de K hefrén, sarcófago. Los recursos del reinado
Kameremebti, hija de la gran Esposa debieron de ser reducidos si se tiene
Real y, por lo tanto, heredera legal. en cuenta que se term inó con ladrillo,
Micerino continúa así la tradición de m aterial barato, el conjunto funerario
la dinastía para acceder al trono. El que M icerino había dejado inacabado.
grupo escultórico del M useo de Bos­ Los investigadores no se ponen de
ton representa a los dos esposos del acuerdo sobre el parentesco de los
mismo tam año, iguales p o r lo tanto personajes aparecidos en los m o n u ­
en dignidad (C. Desroches) y con la m entos coetáneos y ello tiene enorm e
mirada en el infinito. im portancia para explicar el cam bio
Tras M icerino se m antiene la oscu­ de dinastía. Para unos, Shepseskaf se
ridad, las listas m en cio n an cuatro casó con Bunefer, hija de M icerino y
nombres pero el único legible, en la la G ra n Esposa Real K am erem ebti.
de Abydos, es el del rey Shepseskaf, Otros piensan, sin em bargo, que la
Horus Shepseskhet, hijo de M icerino esposa de S h ep sesk af fue la reina
y a quien M anetón denom ina Seber- K hentkaus, hija tam bién de M iceri­
cheres. La Piedra de Palerm o contie­ no. Verdad es que las dos hipótesis
ne algunos de sus hechos: son com patibles y sobran ejemplos.
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 43

La reina K hentkaus edificó su tum ba Redjeded, m ujer del sacerdote y m a­


en G iza, lo cual la vincula de alguna dre real por intervención divina. Se­
m anera, a la dinastía. H ay quienes gundo punto de apoyo de la n a rra ­
o p in an que com o m ujer de Shepses- ción novelada.
k af fue tam bién la m adre de los dos El H orus Irim aat, rey Userkaf, p a­
sucesores de Userkaf, p rim er rey de la rece que reinó siete años, según el Pa­
siguiente dinastía. Pero tam bién es piro de Turin, aunque M anetón le da
posible que existieran dos esposas rea­ veintiocho. La Piedra de Palerm o cita
les de distinto rey con el m ism o nom ­ tres censos, y dado que se hacían ca­
bre (Stevenson Smith). da dos años se puede aceptar com o
m ás probable la prim era cifra. El as­
3. Quinta Dinastía pecto más interesante de sus anales
(P.P.) son las donaciones de tierras a
U no de los cuentos del Papiro Wets- los dioses, Re sobre todo, au n q u e
car hace descender a los tres prim eros tam bién se m encionan atribuciones
reyes de la dinastía de la m ujer de un de tierras a los «Espíritus de H eliópo­
sacerdote de H eliópolis que los con­ lis», segunda versión de lo mismo, a
cibió p o r ob ra y gracia del m ism o H orus y a la diosa H athor. Estas do­
dios Re. De tal form a se explicaba, naciones de tierras, que irán crecien­
unos mil años después de los hechos, do durante esta dinastía y la siguien­
el auge de la religión solar durante es­ te, m enguarán poco a poco el patri­
ta dinastía. Leyenda fom entada des­ m onio real, lo que tendrá enorm es
de el poder es posible que se transm i­ consecuencias. U serkaf es el prim er
tiera oralm ente desde bien tem prano rey en d ar ejem plo de los cam bios an ­
aunque fuera puesta por escrito m u­ tes m en cio n ad o s. Su p irám id e, en
cho después. La difusión de la reli­ S akkarah, es realm ente reducida y
gión de Re se h abía producido m u­ pobre en materiales. Sin embargo edi­
cho antes puesto que ya en la dinastía fica un tem plo al Sol de cierta com ­
anterior algunos faraones llevaron un plejidad. Se reduce por tanto el con­
n o m b re com puesto con Re. D esde cepto divino del rey m uerto y se eleva
luego h u b o cam bios en la teología al dios solar m uy por encim a del rey
real durante la presente dinastía, cam ­ vivo. Para D aum as se trató, sim ple­
bios que afectaron al com portam ien­ m ente, de ajustar a los hechos unas
to funerario de los reyes, y que es po­ concepciones envejecidas. Era nece­
sible que estuvieran relacionados con sario vincular el trono, m ediante el
la ruptura de la línea de prim ogenitu- quinto epíteto, sa re, hijo de Re, al
ra durante la dinastía IV ju n to con un dios solar, creador del m undo. No
crecim iento del p oder económ ico y faltan autores (W inter, Kaiser), sin
político del clero de Heliópolis. em b arg o , que ven en los tem plos
La leyenda que presenta el cuento solares una edificación en honor del
del Papiro W etscar puede estar en re­ propio rey. De todas formas es intere­
lación con ciertos acontecim ientos sante constatar que tal cambio de ideo­
habidos en el cam bio dinástico. Se logía podía ser consecuencia de un
alega (Grdseloff) que U serkaf pudo debilitam iento de im agen de la figura
ser h ijo de N eferhetepes —hija de real.
D idufri— y de un príncipe sacerdote El H orus Nebkhew, rey Sahure, a
de H eliópolis. P rim era vinculación quien M anetón llam a Sefres, sucede
con la leyenda. a Userkaf. Según Vercoutter era hijo
Pero la im portancia que pudo tener de éste, lo cual invalidaría la tesis
la reina K hentkaus, com o reina m a­ de G rdseloff antes m encionada o, en
dre y com o reina gobernadora, al p a ­ todo caso la haría incom patible en
sar a la leyenda, fue o cupado por parte a cam bio de aceptar una según-
Templo del Valle de la pirámide de Snefrw
en Dahshur
Dibujo del autor sobre original de A. Fakhry

da reina Khentkaus, m ujer de U ser­ fue tom ado prisionero, e indican, asi­
kaf y m adre de Sahure y Neferirkare. mismo, los anim ales capturados. D a­
El C anon de Turin le adjudica doce do que de otros fragm entos de los re­
años pero de la lectura de la Piedra lieves pueden deducirse las referen­
de Palermo, teniendo en cuenta los cias al Sinaí se hab ía pensado que el
censos que cita, se puede interpretar rey, efectivam ente, atacó a los libios.
que reinó quince. Sin em bargo, la aparición de relieves
De este docum ento se extrae infor­ sim ilares en m onum entos de Niuse-
m ación sobre las donaciones de tie­ rre y Pepi 1 plantea la duda de si no se
rras situadas en diversos nom os, casi trataba de im ágenes y textos estereoti­
todos del Bajo Egipto, y hechas a di­ pados copiados de algún m onum ento
ferentes dioses. Las referencias a las perdido de un rey anterior (Rocca-
m aterias prim as obtenidas en expedi­ ti), con lo cual carecerían de valor
ciones al país de P u n t —en la costa histórico. Q ueda el beneficio de la
de Som alia— y al Sinaí, de las que se duda.
cita incluso la cantidad, se pueden N eferirikare-K akai, H orus Wserk-
poner en relación con los relieves del hew es el herm ano y sucesor de S ahu­
complejo funerario en Abusir. A u n ­ re. Se ha supuesto que bajo su reina­
que m uy destruidos d an a entender do se realizó la Piedra de Palerm o,
que el rey Sahure realizó u n a expedi­ y por real orden se term inó con su
ción contra los libios, cuyo príncipe m uerte. Los años ahí recogidos su­
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 45

m an once aun q u e M anetón le adju­ da decir aigo m ás que su nom bre.


dica veinte. De todas formas no se ex­ El siguiente es Shepseskare-Isi, H o­
plica cóm o en diez años no pudo rus Sekhemkhew que reinó siete años,
acabar su m onum ento funerario cuan­ según el C anon de Turin. Le sucede el
do ya en el prim er año com ienza su H orus N eferkhew , rey N eferefre, a
construcción. El resto de las inform a­ quien M anetón adjudica veinte años
ciones recogidas en este extraordina­ de reinado.
rio docum ento siguen la pauta ya m ar­ El H orus Setibetawi, rey Niwse re-
cada durante esta dinastía: donacio­ Ini al cual M anetón, denom inándolo
nes de tierras a los dioses, ju n to con R athures, da cuarenta y cuatro años
ofrendas de metales nobles, estatuas, de gobierno frente a los once del Pa­
apertura de canales para los templos piro de Turin, es el sucesor. De este
y adjudicación de personal a los m is­ m onarca se ha conservado su tem plo
mos. Se citan, adem ás, los censos y la solar, com plejo evidentem ente fune­
altura del Nilo. E n los años diez y o n ­ rario puesto que en él se repite el es­
ce aparece m encionado el santuario quem a del tem plo del valle unido me-

Pintura mural.
Ocas de Medum.
Tumba de Nefermaat
(Aprox. -2620)
Comienzos del reinado de Snefrw

solar del rey, precisam ente para el diante una ram pa al tem plo elevado,
que se construye u n canal alrededor y éste abierto, con u n obelisco en su
se levanta u n m uro que presum ible­ centro que se eleva sobre una base
m ente rodeaba el barco solar, y cita tronco-piram idal. Las ruinas del com ­
concretam ente «en la esquina m eri­ plejo funerario de Niwse re perm iten
dional del san tu ario solar Setibre». conocer la estructura general de este
Este tem plo, sin em bargo, no ha sido tipo de construcciones. Se tiene noti­
aún encontrado. cia, por otra parte, de que este rey or­
Y con este rey term ina sus Anales ganizó una expedición al Sinaí.
la Piedra de Palerm o. N o será pues Le sucede M enkawher, Horus Men-
de extrañar que del resto de los fa­ khew que debió reinar ocho años, se­
raones de la dinastía apenas se pue- gún el C an o n de Turin. A continua­
A k al Historia del M undo Antiguo
46
ción Djedekarre-Isesi, H orus Djedek- presionantes, se puede com prender
hew al que M anetón atribuye cuarenta que los recursos de estos reyes siguie­
y cuatro años de gobierno, aunque la ron siendo enorm es, si nos sustrae­
referencia a su censo de ganado, nú­ mos de la im presión que producen
m ero veinte en los archivos del tem ­ los m onum entos de la dinastía IV.
plo de Kakai perm ite m atizar que al
m enos treinta y nueve son seguros. Y 4. Sexta Dinastía
finalm ente el rey Wenis (Unas), H o ­
rus Wadjetawi, al que el Papiro de Tu­ El paso de una dinastía a otra se p ro ­
rin da treinta años. Su im portancia dujo posiblem ente sin ningún tipo de
estriba en ser el constructor de la pi­ problem a. Así parece desprenderse
rám ide en la que aparecen p o r prim e­ de la biografía de Kagem ni, que h a ­
ra vez los «Textos de las Pirám ides», bía em pezado su carrera con el rey
vasta extensión de referencias religio­ D je d k a rre -Isesi, siguió con W enis
sas e históricas transm itidas por tra­ (U nas) y llegó a visir con Teti (Strud-
dición oral desde los rem otos tiempos wick).
predinásticos y de los que es posible El H orus Seheteptawi, rey Teti, a
pensar que constituían libros sagra­ quien M anetón denom ina Othoes de­
dos para uso de los sacerdotes y que bió reinar unos doce años. Esposó a
éstos leían en las cerem onias de en­ una hija de Wenis, de nom bre Ipwt,
terram iento. que será la m adre de Pepi I y cuya
C on U nas ha term inado la quinta tum ba se encontró en Sakkarah. Del
Dinastía. El desarrollo histórico, prác­ análisis de los cargos de sus altos fu n ­
ticam ente desconocido, com o se ha cionarios puede deducirse que llevó a
visto, no perm ite com plem entar las cabo m edidas para centralizar la ad ­
deducciones que los investigadores m inistración de los nom os (Baer), es­
h a n efectu ad o so b re la ev o lu ció n pecialm ente en el sur del Alto Egipto,
de la adm inistración (Kanawati, Strud- tal vez en relación con una posible
wick) que en b u en a parte d esc an ­ evidencia de expedición a N ubia.
san sobre el a n á lisis de los n o m ­ D ebió de m antener relaciones con
bres de cargos políticos y adm inis­ Biblos pues allí h a n aparecido vasijas
trativos. con su nom bre. Siguiendo con la cos­
Del estudio de los cem enterios los tum bre ya establecida concedió exen­
especialistas están de acuerdo en afir­ ciones tributarias al tem plo de Aby­
m ar que se deduce un debilitam iento dos. Sin duda m urió prem aturam ente
del poder del faraón o, lo que parece y hasta M anetón llegó la leyenda de
m ás exacto, de u n a atenuación de su que le h a b ía n m atado sus propios
disponibilidad de recursos. La noble­ servidores. Su tum ba está tam bién
za y los altos cargos de la adm inistra­ en Sakkarah.
ción del Estado se ven beneficiados E n razón de su corta edad no sube
ahora, por concesión real, con ente­ al trono su hijo, el futuro Pepi I, por
rram ientos m ás próxim os, en tam año lo que debería h ab e r quedado la viu­
y com plejidad, en decoración y rique­ da, Ipwt, com o reina gobernadora.
za, a las tum bas de los m onarcas. De Pero no es así y en su lugar aparece
la lectura de los anales reales en la en las listas del R eino Nuevo el nom ­
Piedra de Palerm o se ha visto tam ­ bre de Userkare, del que no se sabe
bién el enorm e increm ento de las do­ nada, a lo sum o que puede ser identi­
naciones de bienes y tierras a los tem ­ ficado con el Ity que aparece en una
plos. Esto m erm ó considerablem ente inscripción del Wadi Ham m am at. Allí,
el patrim onio real, pero si se tiene en u n fu n cio n ario d eja co n stan cia de
cuenta que los tem plos solares debie­ su m isió n p a ra b u sc a r p ied ra con
ron ser construcciones realm ente im ­ destino a la pirám ide real, de la que
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 47

Sharica al-Ahram
(Avenue ol the Pyramids

modern village ol
s,. Ñazlet el-Simman
pyramid of Khulu ^ /A vs
[western mastaba fielc
Hetepheres' tomb
L yA s
(vizier oI Κιng KhuUi{~ β Π□ □ □ □ □ □ n r jü D

eastern
mastaba
Jie id

mastabas
rock-cul
tombsi
pyramid ol Khephten

builders ¡mortuary temple


rock
quarters? -cut temple ol
lo m b s: causeway sc-called \\ Hauron-H
Hauron-Haremakhet
. tomiv'Q? S ^ G r è â t S p h in ^ J j

central field
□ ΠΠ
! subsidiary pyramid
ol maslabas and
rock-cul tombs 00Lt valleyiemple

enclosure walls ___ :M l jj Khímerernebt. II


(Queen ol Khepliren)

k it u r r n
pyrai'iid ol Menkaure satcoph'agus-shaped
K 71 tomb ol Queen
Khenlkaus I t_ p T ¡ 1
causeway

vailey lemple
V mortuary
pyramids ol queens *en’P'e

ι>>'ιν1 !Ά '
rock cul
tombs

so-called southern lield


"Covington's tomb" ol mainly
(mastaba ol Dynasty ? 01 3) rock-cul tombs ■

da el nom bre: «La Potencia de Ity». Plano de Giza y sección de las pirámides
D ebido a la falta de inform ación (Según Baines-Málek)
coetánea sobre este personaje puede
pensarse que fue asociado al poder gerido (K anaw ati) si el clero de Re
con la reina gobernadora, la m adre pudo tener algo que ver con el cam ­
de Pepi I, au n q u e no se sabe en cali­ bio dinástico y puede plantearse si lo
dad de qué. tuvo con el cam bio de nom bre del
El H orus M eritawi cuyo nom bre de rey. El hecho puede ser significativo
coronación fue prim ero N efersaker y si se tiene en cuenta que su padre Teti
después M eri-re, de nom bre personal no tenía ninguno de los nom bres com­
Pepi, y al que M an etó n llam a Fíops, puestos con Re y por contra aparece
fue sin duda el últim o m onarca im ­ la figura de U serkare en el interregno
portante del Reino Antiguo. Se ha su- entre padre e hijo. ¿No sería Userkare
48 A k al Historia d e l M undo Antiguo
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 49

m ism o el G ra n Sacerdote de Re, tal


vez fam iliar real? A u nque no se pue­
de contestar ni negativa ni afirm ati­
vam ente a esta pregunta el hecho im ­
portante es que su p lanteam iento no
resulta descabellado.
De Pepi I puede decirse algo más,
aunque tam poco dem asiado. Por una
inscripción en la cantera de alabastro
de H etn u b , que cita el veinticinco
censo de ganado, se deduce que al
m enos reinó cuarenta y nueve años,
lo que coincide prácticam ente con la
cifra dada p o r M anetón. C on ocasión
de su fiesta sed m andó «emitir» una
serie de copas de alabastro conm e­
m orativas del hecho. H ay razones p a­
ra suponer que este acontecim iento
tuvo lugar en el año trein ta de su
reinado. Su nom bre aparece inscri­
to en num erosos lugares y es cierto
qu e d esp leg ó u n a g ran ac tiv id ad .
D urante su gobierno se efectúan cin­
co ex p ediciones m ilitares en Asia,
bajo el m andato de un alto dignata­
rio , W eni, q u e n o s h a d e ja d o su
biografía escrita en las paredes de
su tum ba.

«Su Majestad rechazó a los Aamu que


habitaban en la arena. Su Majestad reunió
un ejército de muchas decenas de miles,
procedentes de todo el Alto Egipto, desde
el sur de Elefantina hasta el norte del no­
mo de Afroditópolis, y del Bajo Egipto, de
las dos mitades del Dominio, de las fortale­
zas de Sedjer y de Khensedjeru; proce­
dentes de los nubios de Irtjeb, de los nu­
blos de Médja, de nubios de Yam, de
nubios de Wawat, de nubios de Kaaw y li­
bios de la tierra de Tjemeh. Su Majestad
me envió a la cabeza de esta expedición,
cuando los Príncipes, los Tesoreros del
rey, los Amigos Unicos del Gran Dominio,
cuando los Jefes y los Gobernadores de
los Dominios del Alto y del Bajo Egipto, los
Amigos Directores de Extranjeros, los Di­
rectores de los Profetas del Alto y Bajo
Egipto, los Directores de la Administra­
ción, estaban a la cabeza de las tropas del
Alto y del Bajo Egipto, de los Dominios y .....- ...... - - - - . ____ _____ ' •¿v .. - .!
los Poblados que ellos gobernaban, de los Ka-aper
nubios de estas regiones» (...) Madera de sicomoro
Sakkarah
(Versión de Roccati) Reinado de Wserkaf
50 A k al Historia d e l M undo Antiguo

Sirva de ejem plo este fragm ento de tropas reclutadas tam bién lo apoya.
la larga biografía de Weni. Por lo que Envió a Edfú a uno de sus hom bres
se desprende de su lectura com pleta, de confianza, M erinefer, con la m i­
W eni fue el coo rdinador y general en sión de estudiar la expansión m ilitar
jefe de la expedición y de las que se hacia el sur.
sucederán después. A unque no se ha A unque éstas son actividades de un
podido conocer con exactitud el al­ gran organizador algo ha cam biado
cance geográfico de estas expedicio­ por dentro en Egipto. La pérdida de
nes puede pensarse que irían orienta­ ciertos «valores» típicos de la realeza
das a pacificar las regiones «de los teocrática es ya un hecho. U n com ­
habitantes de la arena», es decir, ge­ plot p o r p arte de la reina favorita
néricam ente desde el Sinaí hasta Pa­ am enaza a Pepi I. Para juzgar a la
lestina M eridional.
D edicó tam bién Pepi I su atención
Templo solar de Sahwre en Abu-Guzob
a la región de N ubia. La presencia de Plano y reconstrucción
contingentes de esta región entre las (Según Stevenson Smith)
(8)
(6)
(3)
(i)
I2J. Abusir, pyramid complex of Sahurj. Dynasty V. Plan,
entrance to burial chamber; {9) subsidiary pyramid

covered causeway; (4) entrance hall; (5) coun;


statue chamber; (7) sanctuary;

and (2) landing stages of valley temple;


Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 51

cu lp ab le, cuyo n o m b re p erm anece fantina para recibir el hom enaje de


desconocido, el faraón no confía ni los príncipes nubios. Se sabe que des ­
en su visir ni en otros altos cargos del pués m andó al m onarca Iri y a su hi­
Estado. El único que es puesto en el jo H erkhuf, con la intención de abrir
secreto es el hom bre de confianza, el rutas com erciales, a la región nubia
m ism o Weni, que lo incluyó en su denom inada Yam. El quinto año de
biografía. Pepi esposa entonces, y su­ reinado M erenre vuelve a Elefantina.
cesivam ente, a dos hijas de un gober­ Parece d ar m uestras de u n a política
nad o r provincial llam ado Khui. Se­ inteligente, por lo m enos en la m edi­
rán las m adres de M erenre y de Pepi da de lo posible. Por un lado favorece
II. La nobleza provincial, hecha here­ a la nobleza provincial pero tam bién
ditaria por concesión de los m onar­ nom bra a Weni, el que había sido
cas se em parenta con la fam ilia rei­ hom bre de co nfianza de su padre,
nante. El principio de la legitim idad «gobernador del sur», y le encarga
d iv in a del faraó n se tam b alea. Al diversas m isiones a las canteras, cuya
m ism o tiem po las exenciones tributa­ trascendencia no se com prende bien.
rias continúan. Dos decretos (Sethe, La biografía de Weni, en su tum ba, es
Weill) reales exim en de im puestos y la que nos inform a de nuevo:
prestaciones a los tem plos de las p irá­
m ides de Snefrw en D ah su r y a la ca­ «Cuando yo era oficial del Gran Dominio,
porta-sandalias, el rey del Alto y el Bajo
pilla de su m adre en el tem plo de M in
Egipto, Merenre, mi señor, que vive eter­
en Koptos: namente, me nombra príncipe, director del
Alto Egipto, del sur de Elefantina al norte
1. En Dahsur: «Mi Majestad ha ordenado
del nomo de Afroditópolis (...)».
que se haga exanción de cualquier trabajo
(al personal de la ciudad) de las dos pirá­ (Versión de Roccati)
mides, por orden de persona alguna, por
toda la eternidad (...) Mi Majestad ha orde­ Del análisis de lo que sigue se des­
nado que ningún campesino de esta ciu­ prende que Weni hace rendir cuentas
dad de las pirámides sea utilizado como a los nom arcas del sur encargándose
trabajador al servicio de reina, príncipe o adem ás de transportar los materiales
princesa algunos (...) Mi Majestad ha he­ para la tum ba de M erenre.
cho esto para proteger la ciudad de las pi­ A la m uerte de éste últim o le suce­
rámides de estos abusos, para que se pue­ de su herm ano, el H orus Netjerik-
da realizar el culto, las ceremonias men­
suales y todas las cosas divinas en favor
hew, rey N eferkare Pepi II. M anetón
del rey Snefrw en sus pirámides». le atribuye noventa y cuatro años de
reinado, aunque la única fecha com ­
2. En Koptos: «(...) Mi Majestad ha or­ probada es la del año sesenta y cinco;
denado que sea reservada esta capilla (...)
Mi Majestad no permite que se imponga
sin em bargo se acepta generalm ente
carga alguna descontada por la Corte a que tuvo el reinado m ás largo de la
esta capilla funeraria. historia.
De nuevo son las tum bas de los no­
C on estos fragm entos entresacados bles las que nos in fo rm a n de los
de los decretos reales de Pepi I, se acontecim ientos. Realizó una expedi­
ejemplifica el proceder de los reyes ción al Sinaí y en su segundo año, el
p ara lab ra r la ru in a económ ica de rey debía tener ocho, H erkhuf le trae
la dinastía. un enano danzarín. E n la tum ba de
El sucesor, M erenre I N em tiem zaf este personaje, con su biografía ins­
debió reinar poco tiem po, pero estuvo crita en las paredes, se encuentra la
asociado al trono de su padre, segura­ copia de la carta que el rey-niño diri­
m ente en un intento de hacer el poder ge a su: «Amigo Unico, sacerdote-lec­
real más efectivo. C ontinuó la políti­ tor, director de extranjeros: H erkhuf
ca de Pepi I en N ubia, y viajó a Ele­ (...) Tú has dicho en tu carta que tú
A k al Historia d e l M und o Antiguo

has traído un pigm eo (dng) del País de


los H abitantes del H orizonte del Este
para las danzas del dios» (...) El rey
m uestra su alegría y le ordena vigilar
bien al enano, prom etiéndole recom ­
pensas p o r su presente. Es inevitable
form arse u n a determ inada im agen de
la m onarquía bajo Pepi II.
Beduinos y nubios se sublevan, el
rey m andó reprim ir los revoltosos a
u n o de sus fieles: P epinakht, cuya
biografía relata los hechos. En poste­
riores levantam ientos los nubios m a­
tan al nom arca de E lefantina y su hi­
jo Sebni tiene que hacer una incursión
en N u b ia p a ra rescatar el cuerpo.
Sebni no descansa hasta lograr ente­
rra r a su padre y su preocupación
queda bien patente en el texto biográ­
fico. F inalm ente constata que «se me
concedió u n terreno de cuarenta y
cuatro arums, com o sacerdote funera­
rio de la pirám ide «Nefercare posee
la vida eterna», para recom pensar a
este servidor». Es decir, se le concede
en usufructo un cam po com o pago de
sus servicios en pro de la fundación
funeraria de Pepi II.
El larg o re in a d o de este fa raó n
Cervecera acaba en anarquía. Se produce un si­
Calcárea pintada
Fin de la Dinastía V lencio en las fuentes sólo roto p o r la
Museo El Cairo noticia de un rey M erenre II Nemtien-

Pintura mural.
Mastaba de Ti Kakkarah
Dinastía V
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 53

za f a quien el Papiro de Turin da un


año y un mes de reinado. La últim a
m ención corresponde a Nitiqerty, la
N itocris de la leyenda herodotea, en­
salzada por M anetón, pero de la que
no se tiene docum entación alguna.
La dinastía VI ha llegado a su fin y
con ella Egipto entra en u n a fase de
descom posición política de la que só­
lo saldrá p o r obra de u n a nueva u n i­
ficación. Mil años h an transcurrido
desde que N árm er m andara esculpir
su célebre paleta.

5. La sociedad durante el
Reino Antiguo
La civilización creada durante el Rei­
no Antiguo constituye el conjunto de
tópicos que los egipcios de épocas
posteriores c o n sid erará n ca n o n de
im ita c ió n o b lig ad o . A p arte de las
añoranzas de pasados logros, rasgo
com ún a tantos pueblos y épocas, en
los dos mil años de cultura faraónica
que se sucederán después los egipcios
no dejaron de volver la vista atrás, tal
vez por la m era razón de que la civili­
zación del prim er reino fue la cristali­
zación de un a larga infancia predi-
nástica y, aunque, por otra parte, el
período no puede ser considerado co­
mo un a E dad de O ro en el desarrollo
político, si es posible aceptar que sig­
nificó la consolidación de una cultu­
ra com o proceso de interacción entre
el hom bre y su medio.
El período no estuvo, sin embargo,
exento de vicisitudes y resquebraja­
m ientos políticos, secesiones, usu rp a­
ciones, guerras civiles, crisis alim en­
tarias y luchas p o r el poder. Así lo
pueden dem ostrar los escasos datos
obten id o s a través del an álisis a r­
queológico o las consideraciones que
es posible efectuar sobre los cam bios
en la ideología religiosa. Y es acepta­
ble p en sa r que estos problem as se
dieron en m ucha m ayor m edida que Estatua de Merire-hachetet
lo que los docum entos históricos per­ Procedente de su tumba de Sedment
m iten suponer. Algunos de ellos pue- Museo El Cairo
54 Akal Historia de l M undo Antiguo

den atisbarse en la literatura poste­ de Elefantina que contienen funda­


rior al convertirse, deform ados, en le­ m entalm ente cartas relativas a la fa­
yendas que los años y las intenciones m ilia de los m onarcas de esa región
em anadas del p oder que las hizo di­ en los m om entos finales del reino.
fundir im piden v alorar en su justo Pero todavía quedan m uchos frag­
medio. La caída del R eino Antiguo y m entos de papiros así com o restos ar­
su disgregación política fueron un queológicos m uy diversos en m uros y
acicate m ás p ara fom entar la idea de colecciones privadas que no h an sido
un p asa d o glorioso y m ara v illo sa­ valorados suficientem ente aunque no
m ente estable. fuese lógico pensar que vayan a m o­
P ara com pletar, au n q u e som era­ d ificar su b stan cialm en te el cuadro
mente, el cuadro de la sociedad hay general que la docum entación ya clá­
que acudir a otro conjunto de docu­ sica ha perm itido perfilar.
m entos y servirse de ellos en la m edi­ En la sociedad egipcia, religión y
da de lo posible. Papiros e inscripcio­ razón de Estado se confunden en una
nes que aunque m utilados perm iten m ism a intención política dado que la
un a aproxim ación a ciertos aspectos ideología del poder se fundam enta en
de la sociedad egipcia y que llevan al la concepción divina del soberano.
investigador a la consideración de lo La m ayoría de los investigadores está
incalculable que puede llegar a ser el de acuerdo en señalar que el auge de
volum en del m aterial que debían ate­ la divinización coincide con la época
sorar los archivos de tem plos y p a­ de m áxim o esplendor en las cons­
lacios. trucciones, la época de las pirám ides
Por lo que respecta a las inscripcio­ de la cuarta dinastía. Ello no quiere
nes de particulares, ya se ha hecho decir, sin em bargo, que la conceptua-
m ención de su utilidad p o r conocer lización divina del m onarca no se
títulos y cargos aparte de ciertos acon­ produzca en épocas posteriores. A n­
tecim ientos políticos en los que se tes al contrario, pero sí se puede afir­
vieron inm ersos sus autores. Son per­ m ar que los docum entos no son tan
sonajes com o M étjen, Kagem ni, We- claros y evidentes. Después del Reino
ni, Herkhuf, etc. Por lo que respecta a Antiguo no vuelve a utilizarse el epí­
los papiros hay que m encionar algu­ teto de «G ran dios» referido al rey,
nos de los más im portantes. Los del m ás que m uy raram ente (Posener).
tem plo de N eferirk are-K ak ai, co n ­ Si, com o se afirm a generalm ente,
tem p o rán eo s del re in a d o de Isesi, los Textos de las P irám ides tienen
inform an sobre el m ovim iento y la u n a redacción definitiva en el apogeo
contabilidad de las m ercancías que del período tiene sentido aplicar a la
llegaban al tem plo y son de una m i­ cuarta dinastía el m om ento de m áxi­
nuciosidad y calidad extrem as (Po- m a divinización de la figura real. Es
sener-Krieger). Los papiros de Gebe- en estos docum entos, redactados a lo
lein que contienen datos sobre con­ largo de siglos para ser usados en las
tab ilid a d de alm acenes, cereales y cerem onias del funeral del m onarca,
sem entera. Se fechan hacia finales de en donde m ás alusiones se pueden
la dinastía V. Sobre tem as análogos encontrar sobre el carácter divino de
versan los p apiros de C h aru n a, fe- la realeza. Sin em bargo no dejan de
chables a finales de la VI, o la IV p re sen tarse co n trad iccio n es en los
conservados en el M useo de Turin, m ism os aludidos textos al considerar
contem poráneos del reinado de Pe- el carácter m ortal de la figura para la
pi II. cual se in v o can los conjuros. Esta
Otros docum entos inform an sobre cuestión, ju n to con las diversas advo­
problem as de adm inistración local y caciones divinas del rey, com o parte
relaciones personales, son los papiros de la esencia de Horus, com o Osiris
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 55

en la otra vida, no parece que p rodu­ Así reza un relieve procedente de


jera n excesivos problem as intelectua­ H eliópolis en el que la E neada Helio-
les a los egipcios. R esolvían estas politana se dirige al rey en tales tér­
consideraciones utilizando un voca­ m inos que hace pensar que la divini­
bulario diferente para aplicar al m o­ dad del faraón lo es por concesión
narca com o tal y com o individuo. divina. De la m ism a m anera en que
La titulatura real m uestra al rey co­ se nos presenta al futuro m onarca en
mo hijo de Re a p artir de la dinastía el «M isterio de la Sucesión», docu­
V, au n q u e ya h ab ían aparecido nom ­ m ento que contiene el texto de la re­
b res co m p u esto s co n Re en a lg u ­ presentación que tenía lugar en va­
nos reyes de la cuarta. Todo ello y la rios lugares de Egipto com o actos
alusión en el cuento del Papiro Wets- previos a la coronación. A unque el
car a la leyenda de los hijos del dios Papiro D ram ático del R am eseum es
solar inclin an a relacionar esta filia­ de época posterior, la sintaxis y el vo­
ción del m onarca com o algo que se cabulario fechan el texto en el Reino
gesta hacia finales de la cuarta dinas­ Antiguo. Sin gran dificultad puede re­
tía y bajo la influencia del clero helio- lacionarse este texto con la frase con­
politano. La vieja conceptualización tenida en los Anales de Shepseskaf
del rey como Horus presenta un carác­ cuando indica: «fiesta del ensalza­
ter m ás antiguo, vinculado con un p a ­ m iento del rey».
sado tribal transm itido y plasm ado C om o rey y com o dios, respaldán­
en los m om entos de gestación del Es­ dolo, com o al resto de los dioses, está
tado. La identificación conceptual del M aat, concepto divinizado que hay
rey com o H orus tiene su representa­ que traducir p o r verdad y justicia en
ción en la estatua del rey Khaefre hoy sentido absoluto. La M aat está pre­
en el M useo de El C airo pero que an ­ sente en el ideal de vida de los diri­
taño ocupaba su sitio en el Templo gentes egipcios com o algo im pertur­
del Valle de su pirám ide. La severa bable cuya transgresión debe ser cas­
austeridad de esta construcción tiene tigada. Así lo recogen las «Enseñanzas
m ás de religioso que de artístico. U n de P tahhotep», conjunto de m áxim as
arte concebido para la representativi- de tipo m oralizante en las que ve un
dad y en el que se da esa «búsqueda concepto estable e inm utable de la
del efecto de poder» (D esroches) que existencia. Se valora la sabiduría co­
a veces parece desdeñar la belleza al mo un rasgo de ilustración y el bien­
perseguir un a utilidad funcional que estar com o servicio al Estado, algo
potenciaba a la obra de arte y al artis­ que puede conceptuarse com o «indi­
ta como instrum entos de relanzam ien­ vidualism o reflexivo», en el seno de
to de la ideología dom inante. una filosofía acom odaticia.
De lo anterior se desprende la im ­ La im portancia de las «E nseñan­
portancia dada p o r los egipcios a la zas de P tahhotep» com o testimonio
confección de estatuas reales, varias de las ideas de la clase dirigente se
veces citadas en los anales conteni­ vincula al cargo de vivir que ostenta­
dos en la Piedra de Palermo. La re­ ron tanto el padre, autor del texto a lo
presentación del rey-dios da vida al que parece, com o su hijo, destinatario
rey m ism o com o un don m ás de los del m ismo, bajo los dos últim os reyes
dem ás dioses: de la quinta dinastía.
A unque las «E nseñanzas de P tah ­
«Nosotros le damos toda vida que emana
h o tep » están , p o sib lem en te, en la
de nosotros: nosotros le damos toda domi­
m ism a línea que las de Im hotep, per­
nación que emana de nosotros; nosotros
didas, y las de H ergedef y Kaghem ni,
haremos que celebre jubileos».
m uy fragm entarias p o r otra parte, es
(Versión de Posener) difícil sustraerse a la im presión de
56 A k a l Historia del M undo Antiguo

que el texto del visir P tahhotep refleja rios civiles, m ilitares y eclesiásticos.
ciertos «ideales» de la clase superior En un principio no existiría una
vistos con cierta nostalgia en un m o­ burocracia com pleja y su organiza­
m ento político en el que las riendas ción tendría seguram ente característi­
del poder no estaban sujetas con fir­ cas fam iliares porque todavía en la
meza, com o parece dem ostrar la reac­ cuarta dinastía los visires son los h i­
ción autoritaria del rey Teti. jos de los reyes no destinados a suce-
La im portancia del cargo de visir derles. D urante la cuarta y la quinta
h ace re salta r lo a n te rio rm e n te ex­ dinastía el visir es tam bién el p o rta­
puesto. La palab ra egipcia que lo de­ dor del sello, pero no así en la sexta.
signaba era Tayty-zab-tjaty pero no Tam bién hasta la sexta hubo un solo
aparece hasta el reinado del faraón G o b ern ad o r del Alto Egipto.
Snefrw, en la persona del visir Nefer- Antes que apareciera el título que
maat. Su significado y sus atribucio­ se traduce por visir existía el «Super­
nes son im portantes pero el hecho de visor de las G randes O bras del Rey»,
no existir el cargo en las dinastías a n ­ título que, por ejem plo, llevó Im ho­
teriores perm ite plantearse que el po­ tep, el gran arquitecto de Djeser, al
der que conllevaba h ab ía sido deten­ que sólo en época tardía se le m encio­
tado p o r fu n c io n a rio s diferentes e na com o visir.
indudablem ente ello tiene un sentido A los cargos m ás altos de la A dm i­
que está en relación con la centraliza­ nistración, com o S uperintendente de
ción del poder llevada a cabo p o r los las G randes Casas, Supervisor de los
fuzones de la dinastía III y que cul­ Escribas de los D ocum entos del Re>,
m ina con la construcción de las gran­ Supervisor de las G randes O bras, Su­
des P irá m id e s de Snefrw , K hufw , perintendente de los G raneros, Supe­
Khafre y M enkaure. rintendente de los Tesoros y Visir, por
El título de Tayty-zab-tjaty va, ge­ ejem plo, se u n ían otro conjunto de
neralm ente, unido a otra serie de car­ cargos y títulos cuya función no está
gos en la línea de los más im p o rtan ­ dem asiado clara, com o el caso de los
tes. Pueden citarse com o ejem plo al­ Amigos Unicos, que se concedía a los
gunos de los del m ism o Ptahhotep, que servían bien al rey en puestos im ­
inscritos en la falsa puerta de su tum ­ portantes, pero que a veces desem pe­
ba en Sakkarah: «Amigo U nico, Su­ ñ ab an m isiones especiales sin un car­
perintendente de las O bras, Superin­ go d eterm in ad o que los designara.
tendente de todos los docum entos es­ Tal es el caso de Weni que desde su
crito s, C a n c ille r del rey del Bajo pequeño puesto de funcionario con
Egipto, S u p erin ten d en te del D oble Teti asciende a gran personaje del Es­
G ra n ero , S u p erin ten d e n te del D o ­ tado y Amigo U nico con Pcpi I, de­
ble Tesoro, Superintendente de la D o­ sem peñando funciones de Juez Su­
ble Oficina del Sello, Superintendente prem o, G o b e rn ad o r del Sur, In ten ­
de la Doble C asa del Oro» (Strud- dente G eneral, G eneral en Jefe de
wick). expediciones m ilitares y resolvien­
U n cierto orden jerárquico se acep­ do gestiones que pertenecían a co n ­
ta para algunos de los títulos y cargos textos m uy diferentes com o son la
designados con los térm inos: mer; Justicia, el Ejército, las O bras P úbli­
Kherep; shedj; imy-khet\ en orden de­ cas, el Interior y la M arina M ercante
crecien te (Helcíc, B aer). N o sie m ­ (M ontet).
pre todos los cargos im portantes los Esta diversidad de funciones de que
ostenta la m ism a persona e incluso gozaron los altos cargos, conocidos
en algunos m om entos hubo dos visi­ por las autobiografías de los persona­
res. H ay que a ñ a d ir, ad em ás, que jes inscritos en sus tum bas, no parece
no h abía separación entre funciona­ darse en funcionarios de escala me-
Egipto. Epoca Tinita e Imperio Antiguo 57

ñor, como militares profesionales que ron bajo la quinta y la sexta dinastía.
se ocuparon, eso sí, de expediciones En el estado actual del conocimiento
tanto en tierra como naúticas. Un sobre la materia es difícil plantearse
«canciller del dios (dios-rey)», el más si este conjunto de individuos consti­
alto cargo de la m arina es también tuía un grupo suficientemente nume­
«general» de ejércitos en tierra y un roso para poder clasificarlos como
«jefe de auxiliares nubios» puede ser clase media. Es evidente que ellos, co­
tam bién «capitán de navio» (Che- mo el nutrido número de servidores
vereau). Se conocen más de un cen­ adscrito a templos y palacios, eran la
ten ar de nom bres de oficiales del base de la clase poderosa, pero ante el
ejército que cubrieron puestos tanto total desconocimiento de la clase cam­
en tierra como en barcos, muchos de pesina, y sin una base firme para es­
ellos hijos y padres de gentes de la tablecer porcentajes relativos, cual­
profesión. La mayoría de ellos vivie­ quier consideración en este sentido,
El enano Seneb, «Jefe del ropero del rey»,
y su familia
Comienzos Dinastía V
Museo El Cairo
58 A kal Historia d e l M undo Antiguo

aunque interesante, carece de apoyo D urante las dinastías V y VI, los


firme para presentarse com o tesis. cargos caen en el seno de grandes fa­
Al conjunto de elem entos h u m a­ m ilias que los m antienen heredita­
nos que form aban la adm inistración rios durante generaciones. Se crea así
del Estado hay que añ a d ir el deriva­ una «nobleza» local frente a la «no­
do de la ad m in istració n nom arcal. bleza nacional», y la independencia
Al igual que sus correspondientes en del poder nom arcal se convertirá en
la adm inistración central tam bién los un factor de descentralización polí­
cargos nom arcales iban aco m p añ a­ tica.
dos del ejercicio de funciones sacer­ Para hacer funcionar esta gran m a­
dotales, pero sin u n a corresponden­ sa de recursos hum anos, tanto la ad ­
cia determ inada. m inistración central com o la local,
Por lo que se conoce de docum en­ era necesaria la movilización de enor­
tación posterior los nom os durante el mes cantidades de productos, tanto
R eino Antiguo eran veintidós para el m aterias prim as com o elaborados. En
Alto Egipto y un núm ero no inferior a u n a sociedad en que no existe la m o­
quince o dieciséis para el Bajo Egip­ neda todo se paga con productos n a ­
to, cuyo territorio no estaba totalm en­ turales, con objetos artísticos, con fa­
te organizado y hay que p en sar que vores y títulos, pero tam bién entre­
subsistían am plias zonas pantanosas. g ando en usufructo al funcionario
M ientras se conocen bien los nom os tierras en explotación. Pero esto, p ro ­
del Alto Egipto, que en todos los do­ bablem ente, en dosis m ínim as.
cum entos se enum eraban en el m is­ El proceso de donación de tierras
mo orden, no pasa lo m ism o con los siguió varios cam inos diferentes: en­
del Bajo, algunos de cuyos nom bres trega a los tem plos, a las fundaciones
c a m b ia n , h e c h o s que M o n te t a d ­ funerarias de los reyes, y a los g ran­
judica a errores en las propias fuentes des personajes com o pago de servi­
pero que hay que pensar que pudo cios; la docum entación sobre el últi­
deberse tam bién a reorganización en mo caso es escasa y a veces plantea
base a roturación de nuevas tierras dudas. F inalm ente hay que destacar
del Delta. las propiedades reales adscritas a la
Se desconoce bastante lo que rodea persona del faraón reinante. In d u d a­
a la organización nom arcal, al rango blem ente servían para m antener ta n ­
de sus funcionarios y al escalafón de to el trono com o a la fam ilia reinante.
los mismos, aunque se aprecia una Los tributos a lo largo de todo el
evolución significativa desde la di­ país, preciosam ente calculados m e­
nastía III a la VI. E n principio los diante la m edida de las crecidas, ten­
cargos relativ o s al g o b iern o lo cal drían dos apartados fundam entales:
eran cubiertos directam ente por el rey la parte que servía para m antener el
a base de sus m ás allegados y favori­ funcionam iento de la adm inistración
tos. En principio parece que el cargo local m ás la parte que revirtiera en la
nom arcal recordaba su m isión esen­ adm inistración central. Ello sin dejar
cial «encargado de los canales», pero de considerar los casos de excepción
luego es notorio que le acom pañan tí­ en que fuera necesario recaudar a to­
tulos que im plican control del territo­ das las explotaciones del país con ca­
rio (Vandier). D a la im presión que rácter extraordinario; de ahí los fa­
los cargos relativos al gobierno local m osos decretos de exención, in d u d a­
o com arcal entrecruzaban sus fúncio- blem ente incum plidos. H ay que no
nes. N o p uede co n cretarse exacta­ olvidar las prestaciones obligatorias
m ente el cam po propio de títulos co­ en fuerza de trabajo, destinados tanto
mo: «príncipe del nom o», «goberna­ a O bras Públicas com o a m onum en­
dor del país», «jefe del distrito». tos para resaltar la realeza divina.
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 59

Pero dado que el cam pesino, los ción del concepto de com pra que se
anim ales y los instrum entos de b a ­ ha pretendido ver en u n a parte del
lanza están adscritos a la tierra, se texto de M étjen no es sino producto
p lan tea el hecho fu n d am en tal que de una traducción incorrecta. Q ueda
convierte al tem a de la propiedad del sim plem ente pendiente el problem a
suelo en el eje central sobre el que gi­ de la herencia.
ra la com prensión de todo el fenóm e­ En prim er lugar hay que indicar a
no social egipcio. los entusiastas de la propiedad priva­
La F undación F u neraria de los re­ da que los testim onios cuya interpre­
yes im plica colegios de sacerdotes, a tación se discute son escasísim os in­
veces con existencia continuada du­ cluso dentro de la clase dirigente, y
rante cientos de años, tierras en ex­ p o r cierto en la cúspide de dicha cla­
plotación p ara m an ten er a todo el se. En segundo lugar, se hace necesa­
personal, sacerdotal y adm inistrativo, rio precisar que la delegacoin o con­
servil y cam pesino, que pertenece el cesión de usufructo persigue a veces
com plejo. A nálogo sucede con los el mismo fin que los decretos de exen­
tem plos de los innum erables dioses, ción, y es que se respete por las auto­
aunque sólo unos pocos fueron eco­ ridades de reinados posteriores. Y si
nóm icam ente fuertes. Idénticam ente se puede com probar para las funda­
ocurre con las fincas adscritas a p ala­ ciones reales que no se respetaron sus
cios o a personas reales. De la m ism a privilegios de im punidad, ¿qué puede
m anera hay que considerar a las ciu­ pensarse para aquellos casos de p ar­
dades correspondientes a las p irám i­ ticulares, por m uy im portantes que
des, en las que los artesanos residen y fueran sus fam ilias en u n m om ento
trabajan decenas o centenares de años. dado? Es evidente que el faraón rei­
Las tierras se reagrupan o se redistri­ nante disponía del país con la autori­
buyen, así nos lo presenta la inscrip­ dad y disposición que le perm itía la
ción de M étjen, funcionario del rey vieja concepción tribal del suelo co­
Snefrw, que organiza fincas para el m o algo explotado p o r la com unidad,
rey, y que parece m antener otras en y cuya organización está adjudicada
explotación com o herencia familiar. al jefe.
Su inscripción biográfica, en su tum ­ A p esa r de lo expuesto hay que
ba de Sakkarah, ha sido m uy estudia­ añ ad ir algo que parece contradicto­
da y los investigadores no se ponen rio. Existe la pequeña propiedad fu­
de acuerdo sobre las im plicaciones neraria; lugar y tum ba regalados vo­
que su lectura indica sobre la existen­ luntariam ente por el m onarca a sus
cia o no de la propiedad privada. Sin amigos y favoritos. D icha propiedad
em bargo el investigador B. M enu es era generalm ente visitada por genera­
tajante en el análisis del problem a: ciones de familiares. Pero esto no pue­
«1.°: En Egipto no existía noción de de ser utilizado com o argum ento de
propiedad privada e individual. 2.°: herencia. Y los endebles indicios de
En todas las épocas de la historia fa­ una propiedad testada quedan al ar­
raónica la utilización del suelo proce­ bitrio de la voluntad del rey donante
de de «delegaciones en cadena». 3.°: que cuando otorga un privilegio suele
La propiedad em inente de las tierras indicar el núm ero de generaciones a
pertenece al faraón en u n a evolución las que perm ite traspasarlo.
natural desde el R eino A ntiguo hasta H ay que insistir, sin em bargo, en
la dinastía XIX» (M enu). que la inform ación sobre estos pro­
Estas consideraciones adquieren su blem as está restringida a la parte más
justo valor ante el hecho de que no encum brada de la clase dirigente, y
existe ningún testim onio ni de venta que la práctica de ciertos privilegios
ni de alquiler de tierras. La atribu­ no debe perm itir hacer extensivas al
60 A k al Historia del M undo Antiguo

resto de la sociedad costum bres e ins­ se hacía en razón de una escala de


tituciones de los que no se tiene otra valores en los cuales la rica y o rn a­
noticia. Todo parece indicar, adem ás, m entada construcción es un premio
que la propiedad funeraria lo era so­ al m érito desarrollado en el ejercicio
lam ente del difunto, no de su familia, de la carrera del funcionario.
com o queda claro p o r el hecho, testi­ Estas construcciones se hacían en
ficado m ás adelante, de que si el hijo la linde del desierto, fuera del territo­
deseaba ser enterrado con el padre lo rio inundable. A partir de la quinta
solicitaba directam ente al faraón. La dinastía se hacen m ás frecuentes y
tum ba era una concesión en vida que m uy posiblem ente costeadas por la
organización central de palacio. No
puede pensarse que m erm aran consi­
derablem ente los recursos de los re­
yes pero sí deben de tenerse en cuenta
com o un factor más, unido a las ya
indicadas concesiones de tierras a los
tem plos y a las fundaciones funera­
rias reales. El funcionam iento de es­
tos com plejos en explotación reque­
ría u n a en o rm e fuerza de trab a jo
agrícola y una no m enos enorm e b u ­
rocracia, com o dem uestran los P api­
ros de Abusir, y esto significó una in ­
gente m erm a de recursos para el Es­
tado. Si a esto se señala la creciente
autonom ía de los m onarcas y la debi­
lidad de reyes com o Pepi II, se podrá
co m p re n d er la caída del R eino de
Antiguo.

Estatua de Khaefre con el halcón Horus


Diorita
Museo El Cairo
Egipto. Epoca Tinita e Im perio Antiguo 61

Cronología y lista de reyes


H: nombre de Horus. N: nombre nebty. C: nombre coronación. P: nombre personal. (Ver The Cambridge
Ancient History I, 2.°, 2.a éd., Cambridge, 1971; Lexikon der Âgyptologie, III, art. Kônigsnamen).
Período Predinástico Aprox. 4500-3100
Primera Dinastía H. Sereq (?) rey Escorpión Aprox. 3100-2890
H. Narmer (o Merinar) N. Men
H. Aha N. Men
H. Djer (o Edjo) N. Itety
H. Wadji (o Djet) N. Iterty
H. Udimu (o Den) N. Semty
H. Adjib N. Merpebia
H. Semerkhet N. Iryneter
H. Qaa N. Senmu

Segunda Dinastía H. Hetepsekhemuy N. Hetep Aprox. 2890-2686


H. Nebre (o Reneb) N. Nubnefer
H. Ninutjer N. Ninutjer
N. Weneg
N. Senedj
H. Sekhemit-Perenmaat (que cambia su nombre de
Horus por un nombre de Seth: Peribsen)
H. Khasekhem N. Hetepnebui-imiuief (que cambia
su nombre de Horus por Khasekhemuy)
Tercera Dinastía H. Sanakht N. Nebka Aprox. 2686-2498
H. Netjerikhet N. Djeser
H. Sekhemkhet N. Djeser-Teti
H. Khaba

N. Huni

Cuarta Dinastía H. Nebmaat N. Nebmaat P. Snefrw Aprox. 2613-2498


H. Medjew N. Medjedere P. Khenemwkwfw
H. Kepry N. Kheperem P. Djedefre
H. Wserib N. Wserem P. Khaefre
Rey Hardjedefre (?)
Rey Baefre (?)
H. Kakhet N. Ka P. Menkawre
H. Shepseskhet N. Shepses P. Shepseskaf

Quinta Dinastía H. Irimaat N. Irimaat P. Wserkaf Aprox. 2494-2345


H. Nebkhew N. Nebkhew P. Sahwre
H. Wserkhew N. Kheym P. Neferirikare-Kakay
H. Sekhemkhew C-P. Shepseskare-lsi
H. Neferkhew N. Neferem P. Neferefre
H. Setibetawi N. Setib C-P. Niwsere-lni
H. Menkhew C. Menkhawher
H. Djedekhaw N. Djedekhaw C. Djedekare P. Isesi
H. Wadjetawi N. Wadjem P. Wenis

Sexta Dinastía H. Seheteptawi N. Sehetep-hetep P. Teti Aprox. 2345-2181


Rey Wserkare
H. Meritawi N. MerikhetC. Nefersaker Meri-re P. Pepi
H. Akhekhaw N. Ankhekhaw C. Merenre P. Nemtiemzat
H. Netjerikhew N. Netjerikhew C. Neferkare P. Pepi
Rey Merenre P. Nemtiemzat
Reina Nitiqerti
62 A k al Historia del M undo Antiguo

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