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Su tío Hades(hermano
de Zeus y dios de los infiernos) se enamoró de ella y un día decidió raptarla
mientras la joven se encontraba recogiendo flores en compañía de sus amigas las
ninfas y las hermanas de su padre, Atenea y Artemisa. Cuando se inclinó a recoger
un lirio, la tierra se abrió y por la grieta que se formó Hades la tomó y la raptó.
De esta manera Perséfone se convirtió en la diosa de los infiernos. Deméter,
mientras, inició un largo y triste viaje en búsqueda de su hija. Durante esos meses
la tierra se volvió estéril, dejó de dar frutos y sumió a la humanidad en la
desesperación
Zeus, al ver la tristeza de su mujer, a pesar de que había consentido en el rapto,
ordenó a Hades que devolviera a Perséfone. Pero esto ya no era posible porque la
muchacha había comido un grano de granada mientras estaba en el infierno y,
dado que aquel que comiese u bocado de cualquier producto del Tártaro estaba
condenado a quedarse en este para siempre, era imposible volver a la tierra.
Para suavizar la situación, Zeus dispuso que Perséfone pasara parte del año en los
confines de la tierra junto a Hades y otra parte sobre la tierra con su madre,
siempre y cuando Deméter prometiera cumplir su función germinadora y volviera al
Olimpo. Por eso, durante el tiempo que Perséfone pasa en el infierno alejada de su
madre, en el mundo subterráneo, la tierra se vuelve estéril y sobreviene la triste
estación del invierno. Cuando regresa, las flores renacen por la alegría que le
causa a Deméter el retorno de su hija y florece la primavera.
Cuando Prometeo osó robar el fuego que portaba el dios Sol en su
carro, Zeus entró en estado de cólera y ordenó a los distintos dioses crear una
mujer capaz de seducir a cualquier hombre. Hefesto la fabricó con arcilla y le
proporcionó formas sugerentes, Atenea la vistió elegante y Hermes le concedió
facilidad para seducir y manipular. Los cuatro vientos le insuflaron vida y los dioses
desfilaron para hacerle presentes.
Entonces Zeus la dotó de vida y de dos regalos muy especiales: una caja cerrada y
la llave para abrirla, pero le advirtió encarecidamente que jamás la abriera. Además
la dotó de una enorme curiosidad. Así dotada la envió a casa de Epimeteo,
hermano de Prometeo, cándido y sencillo. que, a pesar de estar advertido de que
Zeus podría utilizar cualquier estrategia para vengarse, aceptó la llegada
de Pandora y, enamorándose perdidamente de sus encantos, la tomó por esposa.
Vieron unos perros hambrientos en el fondo de un arroyo unas pieles que estaban puestas
para limpiarlas; pero como debido al agua que se interponía no podían alcanzarlas,
decidieron beberse primero el agua para así llegar fácilmente a las pieles.
Pero sucedió que de tanto beber y beber, reventaron antes de llegar a las pieles.
Viendo una zorra unos hermosos racimos de uvas ya maduras, deseosa de comerlos,
busca medio para alcanzarlos, pero no siéndole posible de ningún modo, y viendo
frustrado su deseo, dijo para consolarse:
-Estas uvas no están maduras.
A veces se manifiesta no apetecer lo que se ve imposible de conseguir.
En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa, porque ante todos decía que
era la más veloz. Por eso, constantemente se reía de la lenta tortuga.
-¡Miren la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa! -
decía la liebre riéndose de la tortuga.
Un día, conversando entre ellas, a la tortuga se le ocurrió de pronto hacerle una rara
apuesta a la liebre.
-Estoy segura de poder ganarte una carrera -le dijo. Pongamos nuestra apuesta en
aquella piedra y veamos quién gana la carrera.
La liebre, muy divertida, aceptó. Todos los animales se reunieron para presenciar la
carrera. Se señaló cuál iba a ser el camino y la llegada. Una vez estuvo listo, comenzó la
carrera entre grandes aplausos. Confiada en su ligereza, la liebre dejó partir a la tortuga y
se quedó remoloneando. ¡Vaya si le sobraba el tiempo para ganarle a tan lerda criatura!
Luego, empezó a correr, corría veloz como el viento mientras la tortuga iba despacio, pero,
eso sí, sin parar. Enseguida, la liebre se adelantó muchísimo. Se detuvo al lado del camino
y se sentó a descansar.
Cuando la tortuga pasó por su lado, la liebre aprovechó para burlarse de ella una vez más.
Le dejó ventaja y nuevamente emprendió su veloz marcha. Varias veces repitió lo mismo,
pero, a pesar de sus risas, la tortuga siguió caminando sin detenerse. Confiada en su
velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida.
Mientras tanto, pasito a pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta
llegar a la meta. Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas pero ya era
demasiado tarde, la tortuga había ganado la carrera.
Aquel día fue muy triste para la liebre y aprendió una lección que no olvidaría jamás: No
hay que burlarse jamás de los demás. También de esto debemos aprender que la pereza y
el exceso de confianza pueden hacernos no alcanzar nuestros objetivos.
FÁBULAS DE FEDRO
Durmiendo un León en la selva y jugueteando entre sí los ratones del campo, uno de ellos
pasó por casualidad por encima del que estaba echado. Despierto el león, echó la garra al
infeliz con ímpetu veloz: él pide que le perdone: confiesa su pecado; pero que fue sin
advertencia. Por eso el rey de las fieras no teniendo por decoroso el vengarse, le perdonó
y dejó ir libre. De allí á pocos días el león, vagueando de noche, cayó en una trampa.
Luego que se vio enredado en los lazos, comenzó á rugir con voz espantosa; á cuyos
formidables rugidos, acudiendo prontamente el ratón, le dijo: no tienes que temer: yo te
daré un obsequio correspondiente al grande beneficio que me hiciste. Luego comenzó á
registrar los cordeles y los lazos con que estaban atados, y enterado de ellos, royendo con
sus dientes las cuerdas, afloja la artificiosa trabazón de las ataduras, y de esta suerte el
ratón le restituyó la libertad para volver á las selvas.
El hombre, luego que se ve en algún peligro grande, trata de hallar salida á costa de otro.
Habiendo una zorra caído sin pensar en un pozo, y estando detenida allí por ser algo alto el
brocal, llegó un chivo sediento al mismo sitio, y preguntóla, ¿si el agua era dulce y copiosa?
Ella, para pegársela, baja, le dice, amigo, porque es tan buena el agua, que no acaba de
hartarse de ella mi gusto. Bajó el chivo, y luego la raposa salió del pozo estribando en sus altos
caernos, y dejó, al chivo metido y atollado en el pozo.
No se ha de hacer mal a nadie; pero si alguno le hiciere, esta fábula advierte, que le pagarán
en la misma moneda.
Dicen, que una zorra convidó primero á cenar a una cigüeña, y que la puso solo caldo en su
plato, del cual no pudo gustar de modo alguno la cigüeña hambrienta. Habiendo esta
correspondido y convidado á la zorra, la presentó una redoma llena de gigote, y metiendo en
ella su pico, comió á satisfacción, matando de hambre á su convidada: y como esta metiera en
vano el cuello en la vasija, se dice, que la cigüeña habló de esta manera: todos deben llevar en
paciencia, que se les trate, como ellos trataron á otros.
Era Píramo el joven más apuesto y Tisbe la más bella de las chicas de Oriente. Vivían en casas
contiguas. Su proximidad les hizo conocerse y empezar a quererse. Con el tiempo creció el amor.
Hubieran acabado casándose, pero se opusieron los padres. Aunque no les dejaban verse, lograban
comunicarse por señas y por gestos;. La pared medianera de las dos casas tenía una pequeña grieta
casi imperceptible pero ellos la descubrieron y la hicieron conducto de su voz. A través de ella
pasaban sus palabras de ternura, a veces también su desesperación. Al llegar la noche se decían
adiós, y daban cada uno a su parte besos que no llegaban al otro lado. Pero un día toman una
decisión: Acuerdan escaparse por la noche, burlando la vigilancia, y reunirse fuera de la ciudad. Se
encontrarían junto al sepulcro de Nino, al amparo de un moral que allí había cuajado de frutos
blancos como la nieve en las proximidades de un frio manantial.
De noche. Tisbe logra salir de casa sin que se den cuenta y llega la primera a la tumba y se sienta
bajo el árbol convenido. . En esto se acerca a beber a la fuente una leona, con sus fauces aún
ensangrentadas de una presa reciente, con la intención de apagar su sed en las aguas de la vecina
fuente. Al percibirla de lejos, Tisbe escapa y se refugia en el fondo de una cueva. En su huida se le
cae el velo con que cubría su cabeza. Cuando la leona hubo aplacado su sed en la fuente, encontró el
velo y lo destrozó con sus garras y sus dientes.
Algo más tarde llegó por fin Píramo. Distinguió en el suelo las huellas de la leona y su corazón se
encogió; pero cuando vio el velo de Tisbe ensangrentado y destrozado, ya no pudo reprimirse: “ Ella
era, con mucho, más digna de una larga vida; yo he sido el culpable. Yo te he matado, infeliz; yo,
que te hice venir a un lugar peligroso y no llegué el primero. ¡Destrozadme leones, que habitáis
estos parajes, y devorad a fieros mordiscos esas vísceras criminales! Pero es de cobardes limitarse
a decir que se desea la muerte". Levanta del suelo los restos del velo de Tisbe y acude con él a la
sombra del árbol de la cita. Riega el velo con sus lágrimas, lo cubre de besos y dice: "Recibe
también la bebida de mi sangre". El puñal que llevaba al cinto se lo hundió en las entrañas y se lo
arrancó de la herida moribundo mientras caía tendido boca arriba. Su sangre salpicó hacia lo alto y
manchó de oscuro la blancura de las moras. Las raíces de la morera, absorbiendo la sangre
derramada por Píramo, acabaron de teñir de color púrpura los frutos que cuelgan.
Aún no repuesta del susto, vuelve la joven al lugar de la cita, deseando encontrarse con su amado y
contarle el enorme peligro del que se ha librado. Reconoce el lugar, pero la hace dudar el color de los
frutos del árbol, se queda perpleja y, mientras vacila, distingue un cuerpo en el suelo ensangrentado;.
Un estremecimiento de horror recorrió todo su cuerpo. Cuando reconoció que era Píramo , se tira de
los pelos y se abraza al cuerpo de su amado, mezclando sus lágrimas con la sangre. Al besar su
rostro, ya frío, gritaba: "Píramo, ¿qué desgracia te aparta de mí? Responde, Píramo, escúchame y
levanta tu cabeza abatida” Al oirla , entreabrió Píramo sus
ojos moribundos, que, tras verla a ella, se volvieron a cerrar.
Cuando ella reconoció su velo destrozado y vio vacía la vaina
del puñal, exclamó: "Infeliz tengo yo también manos y amor
suficientes para herirme: te seguiré en tu final. De ti sólo la
muerte podía separarme, pero ni la muerte podrá separarme
de ti. En nombre de los dos una sola cosa os pido , padre mío
y padre de este infortunado, que no nos pongáis reparos a
que descansemos en una misma tumba. Y tú, árbol que acoges
el cadáver de uno y pronto el de los dos, conserva para
siempre el color oscuro de tus frutos en recuerdo y luto de la
sangre de ambos". Dijo y, colocando bajo su pecho la punta
del arma, que aún estaba templada por la sangre de su amado, se arrojó sobre el hierro. Sus plegarias
conmovieron a los dioses y conmovieron a sus padres, pues las moras desde entonces son de color
oscuro cuando maduran y los restos de ambos descansan en una misma urna
La ninfa Liríope dio a luz un niño y lo llamó Narciso. Consultado el oráculo sobre si
Narciso habría de ver la lejana época de una madura senectud, el profético vate dice: “Si
no llega a conocerse.” Durante largo tiempo pareció infundado el vaticinio del augur; el
resultado y lo novedoso de la locura amorosa lo demuestra.
Cumplió dieciséis años y muchos jóvenes y muchas doncellas lo desearon; pero ningún
joven, ninguna doncella lo impresionó. Contempla a éste, que azuza hacia las redes a los
asustadizos ciervos, la habladora ninfa, que no aprendió a callar ante el que habla ni a
hablar ella misma antes, la resonante Eco. Hasta ahora, Eco era un cuerpo, no una voz;
pero, parlanchina, no tenía otro uso de su boca que el que ahora tiene, el poder repetir de
entre muchas las últimas palabras. Esto lo había llevado a cabo Juno, porque, cuando
tenía la posibilidad de sorprender a las ninfas que yacían en el monte a menudo bajo su
Júpiter, ella, astuta, retenía a la diosa con su larga conversación, hasta que las ninfas
pudieran escapar. Cuando la Saturnia se dio cuenta de esto, dijo: “De esa lengua, con la
que he sido burlada, se te concederá una mínima facultad y un muy limitado uso de la
palabra“, y con la realidad confirma las amenazas; ésta, sin embargo, duplica las voces al
final del discurso y devuelve las palabras que ha oído.
Así pues, cuando vio a Narciso, que vagaba por apartados campos se enamoró, a
escondidas sigue sus pasos […] ¡Oh, cuántas veces quiso acercarse con linsojeras
palabras y añadir suaves ruegos! Su naturaleza lo impide y no le permite empezar; pero,
cosa que le está permitida, ella está pronta a esperar sonidos a los que puede devolver
sus propias palabras. Por azar el joven, apartado del leal grupo de sus compañeros, había
dicho: “¿Alguno está por aquí?”, y “está por aquí” había respondido Eco. Él se queda
atónito y, cuando lanza su mirada a todas partes, grita con fuerte voz: “Ven”; ella llama a
quien la llama. Se vuelve a mirar y de nuevo, al no venir nadie, dice: “¿Por qué me
huyes?”, y tantas veces cuantas las dijo, recibió las palabras. Insiste y, engañado por la
reproducción de la voz que le contestaba, dice: “En este lugar juntémonos” y Eco, que
nunca habría de responder con más agrado a ningún sonido, repitió: “juntémonos”, y ella
saliendo de la selva, iba a arrojar sus brazos al deseado cuello. Huye él y, al huir, aleja las
manos del abrazo. “Moriré antes”, dice, “de que te adueñes de mí.” […] Así éste la había
burlado como lo había hecho antes con ninfas, doncellas y compañía masculina.
Entonces uno de los despreciados, levantando las manos al cielo, dijo,”Así ame él y no
consiga al objeto de sus deseos”. y asintió la Ramnusia a la justa súplica. Había una
fuente de claras y plateadas aguas, que ni los pastores ni las cabras que pastan en el
monte habían tocado. Aquí vino a tumbarse el zagal, fatigado por la pasión de la caza y el
calor Apoyado en tierra contempla sus ojos, sus cabellos, dignos de Baco y dignos de
Apolo, sus mejillas lampiñas, su cuello de marfil. Se desea a si mismo sin saberlo, se
elogia, se enciende. Dice: “Quien quiera que seas, muchacho, sal aquí; ¿por qué, sin
parar, me eludes? ¿Adónde vas cuando te cortejo? Ni mi porte ni mi edad son como para
que me rehúyas, pues hasta las ninfas me han amado. Extenuado, dejó caer su cabeza
sobre la verde hierba; la muerte cerró aquellos ojos que admiraban la belleza de su dueño.
Las ninfas lo buscaron pero el cuerpo no aparecía; en vez de su cuerpo encuentran una
flor amarilla con pétalos blancos alrededor de su cáliz.
La metamorfosis de Aracne.
Aracne era una joven libia tan conocida por su habilidad tejiendo como por su irrefrenable
lengua que la llevaba a presumir y a jactarse de su arte. Llegaba a tal punto su osadía que
proclamaba que sus tapices eran superiores a os de Minerva.
Llegado el rumor a la diosa esta, ofendida, descendió a la tierra metamorfoseada en
anciana A pesar de que le da una oportunidad a Aracne para rectificar y mostrar algo de
humildad, esta sigue enorgulleciéndose de su obra. Minerva recobra su aspecto y, segura
de su maestría, la desafía a ver quién hará la labor más perfecta. Comienza el reto y, cuál
no será la sorpresa de la diosa al observar, no sólo que el trabajo de su rival era mucho
más perfecto que el suyo, sino que la mortal representó los vicios de los dioses (Jupiter
seduciendo a euroa, Asterios luchando contra Júpiter convertido en águila…). Estaba tan
bellamente ejecutado que Minerva no pudo encontrar en ella ningún defecto. La diosa,
despechada de ira, reprendió con violencia la veracidad de los crímenes de los dioses allí
representados. Rasgó de arriba abajo el tapiz y golpeó con fuerza la cabeza de Aracne,
quien, poseída de la desesperación y el temor ante lo que le esperaba, huyó de la gente e
intentó acabar con su vida colgándose de una viga
Pero Minerva siguió adelante con su venganza, también para que sirviese de ejemplo para
otros mortales que pretendieran emularse a los dioses. Le dijo “Vivirás, insolente Aracne,
siempre de esta forma suspendida; tal será tu castigo para toda la posterioridad”. Al
volverse le arrojó el jugo de una hierba envenenada que le hizo caer los cabellos. La
nariz , las orejas, la cabeza y el cuerpo disminuyeron; las piernas y los brazos se hicieron
sutilísimas y el resto del cuerpo se convirtió en un grueso vientre. Quedó, pues,
transformada en araña y, realizando, por toda la posteridad, la tarea de hilos de la que
tanto presumía.
(...)
.
Dijo luego Jehová a Noé: Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí
en esta generación. De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y su hembra; mas de los
animales que no son limpios, una pareja, el macho y su hembra. También de las aves de los cielos,
siete parejas, macho y hembra, para conservar viva la especie sobre la faz de la tierra. Porque
pasados aún siete días, yo haré llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches; y raeré de
sobre la faz de la tierra
a todo ser viviente que hice. E hizo Noé conforme a todo lo que le mandó Jehová. Era Noé de
seiscientos años cuando el diluvio de las aguas vino sobre la tierra. Y por causa de las aguas del
diluvio entró Noé al arca, y con él sus hijos, su mujer, y las mujeres de sus hijos. De los animales
limpios, y de los animales que no eran limpios, y de las aves, y de todo lo que se arrastra sobre la
tierra, De dos en dos entraron con Noé en el arca; macho y hembra, como mandó Dios a Noé. Y
sucedió que al séptimo día las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra.
El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día
fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas, Y
hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches. En este mismo día entraron Noé, y Sem,
Cam y Jafet hijos de Noé, la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos, con él en el arca; Ellos, y
todos los animales silvestres según sus especies, y todos los animales domesticados según sus
especies, y todo reptil que se arrastra sobre la tierra según su especie, y toda ave según su
especie, y todo pájaro de toda especie. Vinieron, pues, con Noé al arca, de dos en dos de toda
carne en que había espíritu de vida. Y los que vinieron, macho y hembra de toda carne vinieron,
como le había mandado Dios; y Jehová le cerró la puerta.
Y fue el diluvio cuarenta días sobre la tierra; y las aguas crecieron, y alzaron el arca, y se elevó
sobre la tierra. Y subieron las aguas y crecieron en gran manera sobre la tierra; y flotaba el arca
sobre la superficie de las aguas. Y las aguas subieron mucho sobre la tierra; y todos los montes
altos que había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos. Quince codos más altos subieron las
aguas, después que fueron cubiertos los montes. Y murió toda carne que se mueve sobre la tierra,
así de aves como de ganado y de bestias, y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, y todo
hombre. Todo lo que tenía aliento de espíritu de vida en sus narices, todo lo que había en la tierra,
murió. Así fue destruido todo ser que vivía sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia,
los reptiles, y las aves del cielo; y fueron raídos de la tierra, y quedó solamente Noé, y los que con él
estaban en el arca. Y prevalecieron las aguas sobre la tierra ciento cincuenta días (Génesis 6 y
siguientes)
La plaga de sangre
Entonces Jehovah dijo a Moisés: –El Corazón del Faraón se ha endurecido, y Rehúsa
dejar ir al pueblo. Vé por la mañana al Faraón, cuando él salga al Río. Ponte frente a él a
la orilla del Nilo. Toma en tu mano la vara que se Transformó en serpiente, y dile:
“Jehovah, el Dios de los hebreos, me ha enviado a ti para decirte: ‘Deja ir a mi pueblo para
que me sirva en el desierto.’ Pero he Aquí que hasta ahora no has querido escuchar.. Así
ha dicho Jehovah: ‘En esto Conocerás que yo soy Jehovah’; he Aquí, con la vara que
tengo en mi mano golpearé las aguas del Nilo, y éstas se Convertirán en sangre. Los
peces que hay en el Nilo Morirán. El Nilo Apestará, y los egipcios Tendrán asco de beber
agua del Nilo.”
Jehovah dijo también a Moisés: –Di a Aarón: “Toma tu vara y extiende tu mano sobre las
aguas de Egipto, sobre sus Ríos, sobre sus canales, sobre sus estanques y sobre todos
sus Depósitos de agua; y ellas se Convertirán en sangre.” Habrá sangre en toda la tierra
de Egipto, hasta en los baldes de madera y en las vasijas de piedra. Moisés y Aarón
hicieron como les Mandó Jehovah. Alzó la vara y Golpeó las aguas del Nilo en presencia
del Faraón y de sus servidores, y todas las aguas del Nilo se convirtieron en sangre.
Los peces que Había en el Nilo murieron. Y el Nilo apestaba, de modo que los egipcios no
Podían beber de él. Hubo sangre en toda la tierra de Egipto.
Pero los magos de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos. Y el Corazón del
Faraón se Endureció, y no los Escuchó, tal como Jehovah lo Había dicho.Después se
Volvió el Faraón y Entró en su casa, y no quiso prestar Más Atención al asunto. Y todos los
egipcios hicieron pozos alrededor del Nilo para beber, porque no Podían beber las aguas
del Nilo.
La plaga de piojos
Entonces Jehovah dijo a Moisés: –Di a Aarón: “Extiende tu vara y golpea el polvo de la
tierra para que se convierta en piojos en toda la tierra de Egipto.”
Ellos lo hicieron Así. Aarón Extendió su mano con su vara y Golpeó el polvo de la tierra, el
cual se Convirtió en piojos, tanto sobre los hombres como sobre los animales. Todo el
polvo de la tierra se Convirtió en piojos, en toda la tierra de Egipto
Los magos también intentaron hacer piojos con sus encantamientos, pero no pudieron.
Había piojos tanto en los hombres como en los animales.
Entonces los magos dijeron al Faraón: –¡Esto es el dedo de Dios! Pero el Corazón del
Faraón se Endureció, y no los Escuchó, tal como Jehovah lo Había dicho.
Dos mujeres comparecieron ante el rey Salomón con dos bebés, uno muerto y otro vivo.
Ambas mujeres afirmaban que el niño vivo les pertenecía, y decían que el muerto
pertenecía a la otra. Una de ellas declaró:
-Oh señor, ambas dormíamos con nuestros hijos en cama. Y esta mujer, en su sueño, se
acostó sobre su hijo, y él murió. Luego puso su hijo muerto junto al mío mientras yo
dormía, y me quitó el mío. Por la mañana vi que no era mi hijo, pero ella alega que éste
es mío, y que el niño vivo es de ella. Ahora, oh rey, ordena a esta mujer que me devuelva
mi hijo.
La otra mujer declaró: Eso no es verdad. El niño muerto le pertenece, y el niño vivo es
mío, pero ella trata de arrebatármelo.
El joven rey escuchó a ambas mujeres. Al fin dijo -Traedme una espada.
Le trajeron una espada, y Salomón dijo a su soldado : -Empuña esta espada, corta al niño
vivo en dos y dale una mitad a cada una.
Entonces una de las mujeres exclamó:-Oh mi señor, no mates a mi hijo. Que la otra mujer
se lo lleve, pero déjalo vivir.
Pero la otra mujer dijo:-No, corta al niño en dos, y divídelo entre ambas.
Entonces Salomón declaró:
-Entregad el niño a la mujer que se opuso a que lo mataran, pues ella es la verdadera
madre.
Y el pueblo se maravilló de la sabiduría de ese rey tan joven, y vio que Dios le había dado
discernimiento.
José fue el décimoprimer hijo de los doce que tuvo Jacob . Su madre, Raquel lo amaba
más que sus otros hijos y ello produjo la envidia de sus hermanos. José tenía a su vez
sueños en los que aparecía alzado por encima de éstos y prediciendo lo que iba a suceder
en el futuro. Sus hermanos buscaron entonces una ocasión para vengarse de modo que
un día llevaron a sus animales a pastar en un lugar lejano a sus tiendas. Al pasar el
tiempo y ver que no regresaban, Jacob envió a José a buscarlos y verificar que se
encontraban bien. Sus hermanos, al ver desde lejos que venía José, planearon matarlo.
Rubén, el mayor, intentó convencerlos de que no era buena idea. Pero cuando José llegó
lo arrojaron a un pozo de agua vacío y lo tuvieron atrapado hasta decidir qué hacer con él.
Al día siguiente pasó por ese lugar una caravana de mercaderes que se dirigían a Egipto y
los hermanos de José lo vendieron como esclavo. De regreso con Jacob, mintieron al
patriarca diciendo que solo habían encontrado la túnica de José, la cual habían embebido
en sangre de cordero para hacerle creer a Jacob que había sido atacado por un lobo,
bestia que supuestamente lo había matado. Jacob lloró la muerte de su querido hijo
desconsoladamente. Así fue como José partió a Egipto donde fue vendido y llevado a la
casa de Putifar que, , al ver que José sabía leer y manejaba los números le confió la
administración de su casa y lo convirtió en su mano derecha
Con el trabajo de esclavo José se convirtió en un joven fornido, y la esposa de su amo, se
fijó en él e intentó seducirle. Un día lo llamó a su habitación y trató de tener relaciones con
él, pero él se resistió, recordando las enseñanzas de rectitud que su padre siempre le
enseñó, además de ser consciente de que sería una falta ante Dios y salió de la habitación
dejando en las manos de la señora su manto. Al no lograr su objetivo, y sabiendo que José
podría denunciar su adulterio, la esposa de Putifar lo acusó de intentar aprovecharse de
ella, mostrando su manto como prueba. Potifar dudó de esto, pues conocía a José y sabía
que era incapaz de ello, pero por otro lado su esposa insistía mucho en que lo matase, así
que Potifar decide enviar a José a la cárcel.
En la cárcel José se encontró con el copero y el panadero del Faraón, quienes fueron a
parar allí acusados de robar una copa de oro perteneciente al Faraón. Ambos habían
tenido sueños misteriosos, y José les pidió que se los contasen porque él podía descifrar
qué significaban.
El copero le contó: "Soñé que tenía ante mí una vid con tres sarmientos, que estaban
como echando brotes, subían y florecían y maduraban sus racimos. Tenía en mis manos la
copa del faraón, y tomando los racimos, los exprimía en la copa del faraón y la puse en sus
manos". José le respondió que los tres sarmientos representaban tres días, y que al cabo
de ese tiempo el copero sería declarado inocente y volvería a servir al Faraón. José le
pidió además al copero que le hablase de él al faraón para que fuese liberado y pudiese
volver a su patria.
Viendo el panadero que José había dado una respuesta favorable al copero, le pidió que
también le interpretara su sueño y le dijo: "En mi sueño voy caminando con tres canastillas
llenas de pan blanco. En el canastillo de encima había toda clase de pastas de las que
hacen para el Faraón los reposteros, y las aves se las comían del canastillo que llevaba
sobre mi cabeza". José contestó que las tres canastillas simbolizaban tres días, al cabo de
los cuales el Faraón decapitaría al panadero, lo colgaría de un árbol y los pájaros
picotearían su cuerpo.
Todo se cumplió según lo predicho por José: Sin embargo, al verse libre, el copero se
olvidó de José.
Al cabo de dos años, el Faraón soñó que se encontraba a la orilla del Nilo, y del agua
salían siete vacas gordas y hermosas que se pusieron a pacer en la orilla, pero entonces
salieron del agua otras siete vacas, feas y flacas, que devoraron a las primeras. El Faraón
despertó, y al volver a dormirse soñó que de una caña de trigo brotaban siete espigas
hermosas y llenas de grano, pero tras ellas brotaban otras siete espigas, vacías y
quemadas por el viento del desierto, que devoraron a las primeras. Al día siguiente, el
Faraón se encontraba nervioso y atormentado por sus sueños, pero por más que
preguntaba a sus adivinos y a todos los sabios del Egipto, ninguno sabía cómo
interpretarlos.
El copero se acordó entonces de José y le contó a Faraón lo ocurrido en la cárcel. Así
pues, el Faraón mandó llamar a José a su presencia. Cuando sacaron a éste de la cárcel,
le cortaron el pelo y le dieron ropas nuevas antes de presentarse ante el Faraón. Éste le
dijo: "He tenido un sueño y no hay quien me lo interprete, y he oído hablar de ti, que en
cuanto oyes un sueño lo interpretas". José respondió a su vez: "No yo; Dios será el que dé
una respuesta favorable al Faraón". El Faraón dijo entonces a José: "Éste es mi sueño:
estaba yo en la ribera del río, y vi subir del río siete vacas gordas y hermosas, que se
pusieron a pacer en la verdura de la orilla, y he aquí que detrás de ellas suben otras siete
vacas, malas, feas y flacas, como no las he visto de malas en toda la tierra de Egipto, y las
vacas malas y feas se comieron a las primeras siete vacas gordas, que entraron en su
vientre sin que se conociera que había entrado, pues el aspecto de aquéllas siguió siendo
tan malo como al principio. Y me desperté. Vi también en sueños que salían de una misma
caña siete espigas granadas y hermosas, y que salían después de ellas siete espigas
malas, secas y quemadas del viento solano, y las siete espigas secas devoraron a las siete
hermosas. Se lo he contado a los adivinos, y no ha habido quien me lo explique".
José dijo al Faraón: "Tu sueño es uno solo.. Dios te dice lo que sucederá. Las siete vacas
hermosas son siete años, y las siete espigas hermosas son siete
años de riqueza y abundancia. Las siete vacas flacas y malas que
subían detrás de las otras son otros siete años, y las siete espigas
secas y quemadas del viento solano son siete años de hambre.
Vendrán siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto, y
detrás de ellos vendrán siete años de escasez, que harán que se
olvide toda la abundancia en la tierra de Egipto, y el hambre
consumirá la tierra. No se conocerá la abundancia en la tierra a
causa de la escasez, porque ésta será muy grande. Cuanto a la
repetición del sueño a Faraón por dos veces, es que el suceso está
firmemente decretado por Dios y que Dios se apresurará a hacerlo.
Ahora, pues, busque el Faraón un hombre inteligente y sabio, y
póngalo al frente de la tierra de Egipto. Nombre el Faraón
intendentes, que visiten la tierra y recojan el quinto de la cosecha de
la tierra de Egipto en los años de abundancia; reúnan el producto de los años buenos que
van a venir, y hagan acopio de trigo a disposición del Faraón, para mantenimiento de las
ciudades, y consérvenlo para que sirva a la tierra de reserva para los siete años de hambre
que vendrán sobre Egipto, y no perezca de hambre la tierra".
El Faraón, impresionado por las palabras de José , dijo: "Tú serás quien gobierne mi casa,
y todo mi pueblo te obedecerá; sólo por el trono seré mayor que tú". Dicho esto, el Faraón
se quitó su anillo y se lo puso a José, mandó que lo vistieran con ropas blancas de lino,
puso en su cuello un collar de oro
Sansón fue un juez hebreo, hijo de Manoa que, al nacer, fue consagrado a Dios como
nazareno, esto significaba que, según la ley de Moisés se abstendría de vino y sidra, no
podría pasar navaja sobre su cabeza y no podría acercarse a una persona muerta.
Se caracterizaba por tener una figura hercúlea, usando una extraordinaria fuerza para
combatir contra sus enemigos y llevar a cabo actos heroicos inalcanzables para la gente
común: luchar contra un león, acabar con todo un ejército con sólo una mandíbula de
burro, o derribar un edificio. Pero tenía un problema, si se cortaba el pelo, perdía toda su
fuerza.
El sumo sacerdote del culto de Dagón, convencido de que de frente no se podria acabar
con Sansón, ofrece muchísimo dinero a una joven llamada Dalila para que esta engatuse a
Sansón y le arranque su secreto para así poder derrotarle. La pasión que Dalila despierta
en Sansón hace que éste olvide su misión divina y, dejándose llevar por sus sentimientos e
instintos, le revele su secreto como prueba de amor: le confiesa que el secreto de su
fuerza radica en sus cabellos y que si le cortasen estos, significaría su ruina. Dalila,
mientras Sansón duerme, le corta el pelo y lo entrega a los soldados filisteos, que le
arrancan los ojos, y le encadenan como esclavo a una noria para ser vejado y humillado
por el idólatra pueblo filisteo.
Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. Pero los fariseos y los
escribas murmuraban diciendo: Este recibe a los pecadores y come con ellos. Entonces
les propuso esta parábola: ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja
las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se perdió hasta encontrarla? Y,
cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso, y, al llegar a casa, convoca a los
amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he
encontrado la oveja que se me perdió. Os digo que, del mismo
modo, habrá en el Cielo mayor alegría por un pecador que
hace penitencia que por noventa y nueve justos que no la
necesitan".
"El Reino de los Cielos es semejante a una red que, echada en el mar, recoge todo clase
de cosas. Y cuando está llena la arrastran a la orilla, y sentándose echan lo bueno en
cestos, mientras lo malo lo tiran fuera. Así será el fin del mundo: saldrán los ángeles y
separarán a los malos de entre los justos y los arrojarán al horno del fuego. Allí será el
llanto y rechinar de dientes
EL ÁNGEL DE LA MUERTE
Se cuenta de un rey de Israel que fue un tirano. Cierto día, mientras estaba sentado en el.
Trono de su reino, vio que entraba un hombre por la puerta de palacio; tenía la pinta de un
pordiosero y un semblante aterrador. Indignado por su aparición, asustado por el aspecto,
el Rey se puso en pie de un salto y preguntó:
-¿Quién eres? ¿Quién te ha permitido entrar? ¿Quién te ha mandado venir a mi casa?
-Me lo ha mandado el Dueño de la casa. A mí no me anuncian los chambelanes ni
necesito permiso para presentarme ante reyes ni me asusta la autoridad de los sultanes ni
sus numerosos soldados. Yo soy aquel que no respeta a los tiranos. Nadie puede escapar
a mi abrazo; soy el destructor de las dulzuras, el separador de los amigos.
El rey cayó por el suelo al oír estas palabras y un estremecimiento recorrió todo su cuerpo,
quedándose sin sentido. Al volver en sí, dijo:
-¡Tú eres el Ángel de la Muerte!
-Sí.
-¡Te ruego, por Dios, que me concedas el aplazamiento de un día tan sólo para que pueda
pedir perdón por mis culpas, buscar la absolución de mi Señor y devolver a sus legítimos
dueños las riquezas que encierra mi tesoro; así no tendré que pasar las angustias del juicio
ni el dolor del castigo!
-¡Ay! ¡Ay! No tienes medio de hacerlo. ¿Cómo te he de conceder un día si los días de tu
vida están contados, si tus respiros están inventariados, si tu plazo de vida está
predeterminado y registrado?
-¡Concédeme una hora!
-La hora también está en la cuenta. Ha transcurrido mientras tú te mantenías en la
ignorancia y no te dabas cuenta. Has terminado ya con tus respiros: sólo te queda uno.
-¿Quién estará conmigo mientras sea llevado a la tumba?
-Únicamente tus obras.
-¡No tengo buenas obras!
-Pues entonces, no cabe duda de que tu morada estará en el fuego, de que en el porvenir
te espera la cólera del Todopoderoso.
A continuación le arrebató el alma y el rey se cayó del trono al suelo.
Los clamores de sus súbditos se dejaron oír; se elevaron voces, gritos y llantos; si
hubieran sabido lo que le preparaba la ira de su Señor, los lamentos y sollozos aún
hubiesen sido mayores y más y más fuertes los llantos.
EL JOVEN Y LA MUERTE
Un día, un joven se arrodilló a orillas de un río. Metió los brazos en el agua para
refrescarse el rostro y allí, en el agua, vio de repente la imagen de la muerte. Se levantó
muy asustado y preguntó:
-Pero… ¿qué quieres? ¡Soy joven! ¿Por qué vienes a buscarme sin previo aviso?
El joven entró en su casa muy contento. Se hizo hombre, se casó, tuvo hijos, siguió el
curso de su tranquila vida. Un día de verano, encontrándose junto al mismo río, volvió a
detenerse para refrescarse. Y volvió a ver el rostro de la muerte. La saludó y quiso
levantarse. Pero una fuerza lo mantuvo arrodillado junto al agua. Se asustó y preguntó:
-¡Me habías prometido que no vendrías a buscarme sin prevenirme antes! ¡No has
mantenido tu promesa!
-¡Te he prevenido!
-De mil maneras. Cada vez que te mirabas a un espejo, veías aparecer tus arrugas, tu pelo
se volvía blanco. Sentías que te faltaba el aliento y que tus articulaciones se endurecían.
¿Cómo puedes decir que no te he prevenido?
Vivía en una montaña un león llamado Durdanta que se entretenía en matar por capricho a
toda clase de animales. Un buen día estos se reunieron en asamblea y decidieron enviarle
una embajada.
-Señor -le dijeron-, ¿por qué destruís así, sin ton ni son, a los animales? Tened paciencia.
Todos los días escogeremos y os enviaremos a uno de nosotros para que os alimentéis.
Y así fue. El león, a partir de entonces, devoró todos los días a uno de aquellos animales.
Pero, cuando le llegó el turno a una liebre vieja, esta se dijo para sus adentros:
Así, pues, se puso tranquilamente en marcha y se iba deteniendo por el camino, aquí y
allá, para contemplar el paisaje y masticar algunas sabrosas raíces.
Por fin, después de muchos días, llegó a donde estaba el león y éste, que tenía hambre
atrasada, le preguntó muy colérico:
-¡Llévame pronto cerca de ese miserable que desconoce mi poder! -dijo el león Durdanta
encolerizado.
Lo cual prueba que la inteligencia es más importante que la fuerza y que la fuerza sin la
inteligencia no sirve de nada.
EL CHACAL Y EL COCODRILO
Érase una vez un pequeño y astuto chacal que muy hambriento rondaba por la orilla del
gran río en busca de algún pececillo o cangrejito con que alimentarse.
Pero en el fondo del río vivía un enorme cocodrilo, que también estaba hambriento y que,
escondido entre el barro y las cañas, espiaba al chacal en espera de que en cualquier
momento diese un paso en falso y cayera al agua para comérselo.
En varias ocasiones a punto estuvo el chacal de meterse precisamente en la boca del
cocodrilo, pero valiéndose de su astucia logró salvarse del mortal peligro.
Entonces, temeroso de ser engullido por el feroz cocodrilo, el chacal decidió irse a pescar
a otro lugar del río, donde no estuviera bajo la constante amenaza del saurio. Pero éste,
muerto de hambre y loco de rabia al ver que se le escapaba tan rico bocado, determinó
salir del río e ir en busca de la guarida del chacal para vengarse de él. Y ésa fue su
perdición, porque enterado el astuto chacal de que el cocodrilo aguardaba en el interior de
su madriguera para comérselo, encendió una enorme hoguera a la entrada hasta que el
enemigo, impotente para franquear la barrera de llamas, quedó reducido a un montón de
cenizas.
El león y el chacal
En cierta región de un bosque vivía un león llamado
Kharanakhara que corriendo un día hambriento por
todas partes no pudo cazar ninguna bestia. A eso de
la puesta del sol, llegó a una gran cueva, entró en ella
y pensó: «Seguramente que algún animal vendrá a
pasar la noche en esta cueva; de modo que me voy a
quedar aquí escondido». Estando allí en tal situación,
llegó el dueño de la cueva, que era un chacal llamado
Adhipuchchha, el cual miró y vio las huellas del pie de
un león que había entrado y no salido de la cueva.
Entonces pensó: «¡Ah!, perdido estoy; seguramente
que aquí dentro hay un león. ¿Qué hago? ¿Cómo he
de huir?». Pensando así y sin moverse de la puerta
empezó a gritar:
-¡Eh, caverna! -Dicho esto, añadió de nuevo-: ¿ignoras que tienes un pacto conmigo,
según el cual yo te he de hablar al venir de fuera y tú me has de responder? Si no me
respondes, pues, me voy a otra gruta.
El león al oír esto pensó: «Sin duda que caverna invita a éste siempre que viene y hoy se
calla por temor a mí. Pues se ha dicho esto:
Cuando el miedo oprime el corazón, quedan sin poder obrar las manos, los pies, la lengua
y demás; el temblor es el único que domina.
« Voy, pues, a llamarle yo para que entre y me sirva de comida». Habiéndolo pensado así,
le llamó. El rugido del león llenó todo el ámbito de la caverna, retumbando en ella cien
veces; de tal modo, que puso en fuga hasta las bestias que estaban lejos. El chacal huyó
enseguida a todo correr y recitó esta zloka:
Quien procede con cautela vive feliz, y no vive el que obra sin discernimiento. Yo me he
hecho viejo viviendo en el bosque, y nunca he oído que una cueva hable.
Un día se reunieron. ¿De qué sirven las prendas, dijeron, si no viajamos, si no logramos el
favor de los reyes, si no ganamos dinero? Ante todo, viajaremos.
El tercero dijo:- Ésta no es manera de proceder. Desde chicos hemos jugado juntos. Ven,
mi noble amigo. Tú tendrás tu parte en nuestras ganancias.
Siguieron su camino y en un bosque hallaron los huesos de un león. Uno de ellos dijo:
- Buena ocasión para ejercitar nuestros conocimientos. Aquí hay un animal muerto;
resucitémoslo.
El primero dijo:- Sé componer el esqueleto.
Cuando lo hubo hecho, resucitaron al león; éste se levantó y mató a los tres. El hombre
cuerdo esperó que se alejara el león, para bajar del árbol y volver a su casa
LAUSTIC , O EL RUISEÑOR
Os contaré una aventura Cuando la luna brilla, frustrada,
de la que los bretones un romance ella a menudo se levanta,
compusieron; se disfraza bajo su manto.
Laustic es su nombre, así dijeron Una cosa se ha de pensar,
-así se llama en aquel país-, que es el ruiseñor quien la llama.
es el Rossignol en francés Pronto, no hay criado que no haga
y Nightingale en perfecto inglés. trampas,
En Sain Malo la encontré, teja redes y cuerdas,
fue una ciudad renombrada. No hay avellano ni castaño
Dos caballeros allí habitaban donde no pongan lazos.
en dos casas próximas. Atraparon al ruiseñor y lo llevaron a su
El uno tenía mujer, amo.
prudente, cortés y encantadora. ¡Venid, señora! atrapado está el ruiseñor
El otro era estudiante, por el que tanto habéis velado.
muy célebre por sus hazañas. En paz podrás reposar,
Amó a la mujer de su vecino, el ruiseñor nunca más despertará.
tanto la solicitó, tanto la suplicó, La dama lo escuchó con dolor,
y tan intensamente la sintió pero por las noches siguió sus paseos.
que ella enseguida lo retribuyó. Su marido muchas veces la reprendió,
Se amaron con prudencia, y ella respondía que en este mundo
mucho cuidaron su secreto, no hay alegría mayor
no fueron molestados ni difamados. que escuchar el canto del ruiseñor.
Próximas estaban sus casas, Con irritación le arrojó las plumas,
sus miradores, sus salas: el cuerpo ensangrentado,
no había obstáculo ni empalizada y salió de la habitación.
que los separara. La dama tomó el pequeño cuerpo,
Donde por la noche o por el día llora y maldice a los hacedores de trampas,
juntos pudiesen hablar; los tejedores de lazos y cuerdas.
nadie los podía observar. “No podré por las noches sentarme en la
Largo tiempo se amaron, ventana,
tanto que los campos reverdecieron donde solía ver a mi amigo”.
y los huertos florecieron. En dorado paquete envolvió el cuerpo,
Los pájaros, con gran dulzor, bordado en oro envió el mensaje.
llevan su alegría bajo la flor; Ante el caballero de al lado
quien entienda esta astucia llega el cadáver del ruiseñor.
entenderá el amor. Dolido por el acontecimiento,
hizo forjar un estuche,
sin hierros ni aceros,
todo en oro fino y aros selectos,
con hilos bien sujeto,
escondió al ruiseñor,
y desde entonces lo lleva sobre el pecho.