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En el texto del relato que hoy leemos en el evangelio de Marcos, por tres

veces se hace referencia a la mirada de Jesús. La suya es una mirada que


cuestiona a las personas, que las confronta consigo misma, con Dios y con
su mundo de valores.

Seguir a Jesús supone situarnos en la vida de un modo nuevo donde la


riqueza, el éxito y el dominio sobre los demás, no tienen cabida. Lo más
opuesto a este proyecto es pasarnos la vida atesorando dinero, fama y
triunfando a costa de quien sea, de lo que sea, incluso de Dios y de su
Palabra.

Lo que Jesús exige de cada una y de cada uno es justamente lo contrario:


que expresamos nuestra fe y nuestro compromiso en el compartir y el
servir. Seguir a Jesús no tiene casi nada que ver con movernos a niveles de
cumplimientos o normas morales, aunque a veces puedan ser necesarias
para la convivencia.

El seguimiento de Jesús es para todas y todos, porque el evangelio no


podemos trocearlo para quedarnos con lo que nos interesa. La invitación a
“dejarlo todo” y vivir con lo necesario, no es exclusiva para quienes
deciden vivir célibes y en comunidad, sino para todas las personas que de
verdad creen.

La comunidad que Jesús exige es una comunidad donde las relaciones se


viven horizontalmente, es decir, una verdeara familia donde nadie tiene
poder absoluto porque sólo Dios es el Padre-Madre, donde se fundamenta
nuestra hermandad.
Dinero, prestigio, poder son los tres talentos más peligrosos que podemos acaparar, los que
tienden a convertirse en nuestros dominadores. Por esta razón no los tenía Jesús. Y por esta
razón no los tenían las primeras comunidades. Pidamos por una Iglesia que de verdad sea
pobre para ser creíble. OREMOS

La cómoda posición, el disfrute caprichoso de los bienes, en medio de un mundo en que las
hijas e hijos de Dios se mueren de hambre por falta de esos bienes, es una ofensa a Dios,
Madre-Padre de todas y todos. Para que comprendamos que sin pobres la Iglesia no tiene
posibilidad de ser ni de existir. OREMOS

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