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Jonathan Mulki
UBA-Facultad de Ciencias Sociales
¿Qué más puede decirse sobre Max Weber -que no haya sido dicho- a casi un siglo
de su muerte? Esta pregunta legítima quizá invada al lector atento de Ciencias Sociales al
contemplar la publicación de Fondo de Cultura Económica sobre el autor alemán, que
reclama ser considerada un aporte dentro del vasto y heterogéneo universo del
conocimiento weberiano, brindándole a la comunidad académica una forma distinta de
abordar la obra del estudioso alemán de las ciencias de la cultura (tal cual se percibía a sí
mismo): comprender a Weber trazando de forma minuciosa una dialéctica entre las
vicisitudes de su vida privada y los aportes más celebrados y reconocidos de su obra
intelectual. Esta propuesta de abordar la teoría desde su contexto histórico y privado de
producción, así como también desde la intencionalidad del autor, es un recorrido no
contemplado por lo general en los programas de grado de Ciencia Política de las principales
universidades del país, lo que hace de esta publicación un compendio de información
valiosa dirigido a un público con un considerable nivel de especialización e interés en la
Teoría Sociológica Clásica.
Resulta atrayente que su autor, Joachim Radkau, historiador alemán nacido en 1943
y desde 1980 profesor de historia moderna en la Universidad alemana de Bielefeld, haya
dedicado parte de sus trabajos anteriores, al estudio de las enfermedades nerviosas en la
historia, convirtiéndolo en una fuente de opinión más que interesante para abordar a Weber,
al estar gran parte de su vida adulta signada por la inestabilidad mental. Pese a las aptitudes
que Radkau demuestra para abordar a Weber, debemos destacar que está colocando por
RACP Nº 16, 2013, 209-212
primera vez un pie dentro del estruendoso y oscuro campo de batalla que es la obra y el
legado del pensador alemán, campo donde combaten entre sí, de forma por momentos
polémica, inagotables interpretaciones, lecturas, enfoques y traducciones que han venido
ocupando a lo largo de ochenta años un lugar privilegiado en el panteón que comprende el
pensamiento weberiano. Hablar de Weber no sólo resulta una empresa arriesgada por el
calibre del autor, sino también por la magnitud y el renombre de varios de sus intérpretes:
desde íconos imprescindibles para la sociología como Talcott Parsons1, quien traduce los
trabajos de Weber al inglés, hasta Anthony Giddens, quien ha revisado parte del legado
weberiano a través de publicaciones como la ya clásica de 1972 en torno a los conceptos
políticos de Weber. No solo los grandes nombres de las Ciencias Sociales pueden intimidar
a aquel que busque teorizar sobre Max Weber sino también los comúnmente denominados
'weberólogos', autores que han especializado su carrera académica al estudio de diversos
temas a lo largo de toda la obra de Weber, como Wolfgang Schluchter, Dirk Käsler y
Stephen Kalberg, quienes en 2005 participaron de las jornadas internacionales sobre Max
Weber que se llevaron a cabo en Argentina, organizadas por la Universidad de Buenos
Aires, en la que también se hicieron presentes referentes de nuestras casas de estudio2. A
diferencia de ellos, pero al mismo tiempo introduciéndose como parte en esta "herencia
disputada", como alguna vez la calificó acertadamente Pablo De Marinis, Radkau no
propone una relectura de categorías weberianas sino una aproximación a ellas desde el
mundo de la vida de Max Weber, ubicándose en el espacio difuso que media entre una obra
meramente biográfica y un manual abstracto e impersonal de sociología, lo que puede
resultarle a priori polémico o inapropiado a más de un weberólogo.
La propuesta de Radkau puede incluirse legítimamente dentro de este universo, en
la medida en que su aporte biográfico consiste tanto en descubrir detalladamente los velos
1
Parsons ocupó un rol trascendental en el legado de la obra de Max Weber, al ser quien lo introduce
novedosamente en la academia norteamericana. Sin embargo, su línea de interpretación abrió las puertas para que
surgieran las lecturas duras y sesgadas de Weber entre los años 50 y 70, concibiéndolo como un supuesto símbolo de
vanguardia del anti-marxismo en el contexto internacional de la Guerra Fría.
2
Motivadas por los cien años de La Ética Protestante y El Espíritu del Capitalismo, las jornadas contaron con la
coordinación de Perla Aronson y Eduardo Weisz (profesores que dirigen la materia optativa "Max Weber: Ciencia,
Política y Racionalización" en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires), y con la participación
de Julio Pinto, Atilio Borón, Eduardo Fidanza, Francisco Naishtat, Ernesto Funes y Ricardo Sidicaro, entre otros.
La obra se encuentra estructurada en tres grandes capítulos que coínciden con tres
períodos de la vida de Weber según Radkau. Dichos capítulos están compuestos por
diversas secciones, administradas en una suerte de breves textos temáticos de escasas
carillas, lo cual vuelve a la extensa publicación en un material muy ameno a la lectura.
El último capítulo, "Redención e Iluminación", abarca sólo los años 1919 y 1920,
fecha en la que fallece Weber. El estudio está centrado tanto en su últimas experiencias de
vida y en sus nuevos intereses académicos, como el carisma y la comunidad, el
descubrimiento de la racionalización en el ámbito de la música, la ciencia y el
desencantamiento del mundo, la Primera Guerra Mundial y, desde luego, el sentido último
de la muerte; elementos que en última instancia operan como liberadores de sus pasados
demonios y tormentos. Los últimos años de vida de Weber son justamente los más
agitados, productivos y memorables de su vida. Es el Weber fructífero que la comunidad
académica ha inmortalizado, ocultando la oscuridad de sus años anteriores. A medida que
se aproxima el fatídico año de 1920, las preocupaciones de Weber comienzan a girar y
precipitarse cada vez más cerca de lo emotivo, lo irracional y lo mágico: las diversas
religiones, el carisma y el ineludible destino sombrío de la racionalización. El fallecimiento
de su madre en octubre de 1919 es un evento estresante que incentiva y le da sentido a esta
búsqueda de nuevos saberes del orden de lo pasional y afectivo. Radkau reconstruye estos
últimos meses en clave de una cuenta regresiva hacia un destino doble de muerte y
redención, transfiriéndole al lector una sensación de vertiginosidad en una carrera hacia un
final inexorablemente fatídico, que quizá el mismo Weber sintió, pero lejos de buscar huir
de él, lo acepta. Es una sensación ambivalente de imposibilidad de evitar el frío silencio de
la muerte que se aproxima, pero que al mismo tiempo lleva dentro suyo un elemento