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Un día de invierno la Reina miraba cómo caían los copos de nieve mientras
cosía. Le cautivaron de tal forma que se despistó y se pinchó en un dedo
dejando caer tres gotas de la sangre más roja sobre la nieve. En ese momento
pensó:
- Cómo desearía tener una hija así, blanca como la nieve, sonrosada como la
sangre y de cabellos negros como el ébano.
Pasados los años el rey viudo decidió casarse con otra mujer. Una mujer tan
bella como envidiosa y orgullosa. Tenía ésta un espejo mágico al que cada día
preguntaba:
Al oír esto la Reina montó en cólera. La envidia la comía por dentro y tal era el
odio que sentía por ella que acabó por ordenar a un cazador que la llevara al
bosque, la matara y volviese con su corazón para saber que había cumplido con
sus órdenes.
Era una casita particular. Todo era muy pequeño allí. En la mesa había
colocados siete platitos, siete tenedores, siete cucharas, siete cuchillos y siete
vasitos. Blancanieves estaba tan hambrienta que probó un bocado de cada plato
y se sentó como pudo en una de las sillitas.
Estaba tan agotada que le entró sueño, entonces encontró una habitación con
siete camitas y se acurrucó en una de ellas.
La reina se puso furiosa y utilizó sus poderes para saber dónde se escondía la
muchacha. Cuando supo que se encontraba en casa de los enanitos, preparó
una manzana envenenada, se vistió de campesina y se encaminó hacia
montaña.
La malvada Reina que la vio, se marchó riéndose por haberse salido con la
suya. Sólo deseaba llegar a palacio y preguntar a su espejo mágico quién era la
más bella ahora.
De modo que puesto que no podían hacer otra cosa, mandaron fabricar una caja
de cristal, la colocaron en ella y la llevaron hasta la cumpre de la montaña
donde estuvieron velándola por mucho tiempo. Junto a ellos se unieron muchos
animales del bosque que lloraban la pérdida de la muchacha. Pero un día
apareció por allí un príncipe que al verla, se enamoró de inmediato de ella, y le
preguntó a los enanitos si podía llevársela con él.
CHISTES
LEYENDA
LA LLORONA
La Llorona, la mujer fantasma que recorre las calles de las ciudades en busca de
sus hijos.
Cuenta la leyenda que era una mujer de sociedad, joven y bella, que se caso
con un hombre mayor, bueno, responsable y cariñoso, que la consentía como
una niña, su único defecto... que no tenia fortuna.
Marisa López de Figueroa, tuvo varios hijos estos eran educados por la
servidumbre mientras que la madre se dedicaba a cosas triviales. Así pasaron
varios años, el matrimonio.
Figueroa López, tuvo cuatro hijos y una vida difícil, por la señora de la casa, que
repulsaba el hogar y nunca se ocupo de los hijos. Pasaron los años y el marido
enfermó gravemente, al poco tiempo murió, llevándose " la llave de la despensa
", la viuda se quedó sin un centavo, y al frente de sus hijos que le pedían que
comer. Por un tiempo la señora de Figueroa comenzó a vender sus muebles.
Sus alhajas con lo que la fue pasando.
Pocos eran los recursos que ya le quedaban, y al sentirse inútil para trabajar, y
sin un centavo para mantener a sus hijos, lo pensó mucho, pero un día los
reunió diciéndoles que los iba a llevar de paseo al río de los pirules. Los ishtos
saltaban de alegría, ya que era la primera vez que su madre los levaba de
paseo al campo. Los subió al carruaje y salió de su casa a las voladas, como si
trajera gran prisa por llegar. Llegó al río, que entonces era caudaloso, los bajo
del carro, que ella misma guiaba y fue aventando uno a uno a los pequeños,
que con las manitas le hacían señas de que se estaban ahogando.
Pero ella, tendenciosa y fría , veía como se los iba llevando la corriente,
haciendo gorgoritos el agua, hasta quedarse quieta. A sus hijos se los llevo la
corriente, en ese momento ya estarían muertos . Como autómata se retiro de el
lugar, tomo el carruaje, salió como "alma que lleva el diablo ", pero los
remordimientos la hicieron regresar al lugar del crimen. Era inútil las criaturas
habían pasado a mejor vida. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, se
tiro ella también al río y pronto se pudieron ver cuatro cadáveres de niños y el
de una mujer que flotaban en el río.
Dice la leyenda que a partir de esa fecha, a las doce
de la noche, la señora Marisa venia de ultratumba a
llorar su desgracia: salía del cementerio (en donde
les dieron cristiana sepultura) y cruzaba la ciudad en
un carruaje, dando alaridos y gritando ¡ Aaaaay mis
hijos ¡ ¡ Donde estarán mis hijos ¡ y así hasta llegar
al río de los pirules en donde desaparecía. Todas las
personas que la veían pasar a medianoche por las
calles se santiguaban con reverencia al escuchar sus
gemidos y gritos. Juraban que con la luz de la luna
veían su carruaje que conducía una dama de negro
que con alaridos buscaba a sus hijos.
Ellos la seguían, temblando de miedo, pero dándose valor con las copitas, dio
un ultimo grito de tristeza y dolor ¡ Aaaay mis hijos ¡ y desapareció con todo y
carruaje.
REFRANES