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3 ATO FICCIONAL, RELATO FACTUAL. jenen un sentido (y aun cuando tengan va- ‘ios), laafarratologij —en su vertiente rematica, como estudio del discurso-nacrativo, jente temSiica, como-andlisis de Tas sucesiones de acontecimientos y acciones relatados por + dicho discurso— deberla ocuparse de todas las clases de relatos, fiecionales 0 rid, Ahora bien, resulta de todo punto evidente que hasta ahora las dos ramas de la narratologia han dedicado una atencién casi exclusiva a Tos ritmos y a los objetos del relato de ficcidn' y ello no por una simple eleceién empirica que no pre- jugara en nada aspectos momentinea y explicitamente preteri- dos, sino como en virtud de una prelaciéa implicita que hipos- iclalo fiecional en relato por excelencia 0 en modelo de ». Los pocos investiyadores —un Paul Ricoeur, un Hay- c, un Paul Veyne, por ejemplo— que se han interesado por las figuras 0 las intrigas del relato histérico lo han hecho den Whi 1. WW Jo ha abtersada Paul Ricoeue, Tomato Rei lars, Sel BK, surmendenie de xe estado de nea nitoduction& Pansy ysuciate dt en (60, venture snioogtn, as, Sei 18S, 9 we gout de Maite (90), Le Druin feonent eta lange, Pat, Sey 984 Ei pira, pseu ko ruy geal, nose Fete sina 3 Tos elatos de Ficin yelagun, pete 4 una anthesis ini ete anelto histrcon yaslto fate, pasa por alt completamente os asgeces martes dl ds. is isto ehazadoe i fine como ana denon ogi dl ilo (Again Tit) 1 lesealociado en nombre de Tor priscipios de ln excel france, puesta ala Histor Ihsan oe asontccimentos, que poseiorment 33 desde el punto de vist ralidad, etéria, epistemologla; y Jean-Frangois Lyotard, al eplic a de otra disciplina: filosofia dela tempo- car al relato periodistico de la muerte de u gorias del Discurso det relao, pretendia m las fronteras de la ficeién, Alora bien, se la fase en que nos encontramos, ites la narratologia ficcional, es dudoso qué nos pe de-unrestudio especttco del ralato facta. iuier caso, no cabe dida de que tio puede dejar indefinidanneste de pre guntarse por la aplicabllidac-te us resultados, of fe us ‘THElOttes, uma esfern que nunca ha explorado de verdad antes de-anexiondrsela en silencio, sin examen ni justificacién. — ~~ Al decit es0, me doy, evidehtemente, golpes de pecho, pucs encl pasado ttulé Discurso del relato un estudio manif limitado al relato de fiecién y no hace mucho reincic discurso del relafo, pese a una protesta de principio uso demasiado unilateral de lo que no queda mas remedio que lamar una narratologia limitada, Sin embargo, no tengo inten: cién —ni, por To demés, dispongo de los medios para ello— de emprender aqui el estudio, en cierto modo sistemético, de las caracteristicas propias del discurso del relato factual: sevia ne- cesaria una vasta investigaciGn de précticas como la historia, la bbiografia, el diario insimo, el relato de prensa, el isforme de po- licfa, 1a narratio judicial, el cotilleo cotidiano'y otras formas de lorque Malfarmé tlamaba ef wreportaje universal» o, al menos, el andliss sistemdtico de un gran texto considerado tipico como las Confesiones 0 la Historia de la Revolucién Francesa. Qui- # 2. afte économie Hbldnale un ipo marae (99), en Des pasts pulonnes, ats, Doral, 190. 3. Atala de otro meer, vaya empler ag eta que nat i depo ‘le tous ambitn acm conssteen an eneadenaicno de hechos) ara eva leu | sostserdizo las tcicones negative (on clon, non fcieane) tue fea y pers petdan€ peviepin que pecsamene dese nupney, 1. Nouveau Dicours drt, Pari, Sev 1B, 9. 5. Soe este lino tet, vate Ann Rig, «Dis hitorignes, Poin 78, sepiove de 198. nv bere por Hayden White str teeta menos ot ios pecedimieniosaraivor que por le medos de seodcidn dl enon coon ao etn come eerily ateteamente) er opetva yp no erates a {do porlaanipacidn. Enron edie partite ogenescon hay gue mensions fm bien at obeeicones de Pipe Lalee saree vorden del eno en Ler Mote Sa 54 a ‘a mas bien, a titulo provisional y de forma mas te6rica o me ros aprioristica, examinar las razones que podrian tener el.cla to factual y el relato Ticeional® para comportarse de forma di ferenter Tahistoria que arelatans por el simple hecho de que dicha historia sea (considerada) en wn caso averdaderan yen el otto ficticia, es decir, iventada por quien actualmente la cuenta o por algin otfo de quien Ia hereda, Preciso: «onsi- deradan, ya que ocurre a veces que un historiador invente ua deal ne una «intrigan o que un novelista se inspire en uun suceso; lo que cuenta en este caso os el estatute oficial del jexto y sw horizonte de Jectura A la pertinencia de semejante intento se opone la opinién, ntee otras, de un John Searlepara quien a priori eno hay pro” { textual, sinfictier 9 semantiea ni, por consiguiente, na || rracoldgica] que permita identificar un fexto Como-obra de Tie | cida»,? porque el relato de fiectén es un puro y simp |, Hagimiznto 0 simulactén det relato factual, en que el novelist, ejemplo, hace sencillamente como que (pretend) cuenta una " historia verdadéra, sin aspirar en serio al erédito del lector, per Sin dejar ta menor huella en su texto de ose cardcter no siul do en serio. Pero fo menos que podemos decir es que esa opi- ai6n no es Compartida universalimente. Choca por ejemplo con Ia de Kate Hamburges quien linia a esfera dl eFingimien- itu (le Pic eutbiogrohgve, Ps Sel 1998) y tate Daniel Madea sabe Is Sioned ma crn stn en biota Dogan, Pai, PUE, 1983, pp. 149158) “Por raras evens, oy 4 jr ead fn artes po ee lo, dada ance no verbal (pr jel, ee ine tod) e a Beco ede pevincoca ones aso y Ta enstente ene Hiraras(eanBnica)y no itrarns (pope Ine, fires, ec), demado dadors para evel ep coe, lg dor ee en 9.10. ‘ ngsime sn gos lies, ca 1 es fomes pies ou estes. Vase camara cea essed ata abv Tx potas metodolgios dela narra Tops enfenn Mare Seeley wPeton fet et narraonn. Sin pe munease como Sea su sands dal eon ctwobiographieen Pron, Pats, Colin, 24). Lat Sierncae ae inodujn en 197 (Le Pate autblographlgue, en partic en Ie p26) Ye hears ver sn eld pasta, par tnt, no popismente neal 55 to» (Finglertheit) exclusivamente a la novela en primera perso- ‘pa —simulaci iistinguible de elute sutebiogritc sate ible del relato autobiogrdfico-autén tico— y advierte, al contrari i Ae ‘entercera persona) indie deTiccionalida yor comodidad, y tras, voy a seguir aqui el procedimienta puesto a prueba en Discurso det relato, que examina sucesivamente las cuestiones de orden, ve- locidad, frecuencia, modo y vor Orden 22, En 1972 me precipité un poco al escribir que el relato fol- Klérico segula un orden nvis respetuoso de la cronologia de los acontecimientos que el de la tradicién literaria iniciada por la Mfada, con conocimiento in medias res y analepsis compl Me incliné un poco hacia una vertiente en Nuevo discurso del releto, al observar que el uso de las anacronias se inicia mas bien en la Odisea y se perpetuarfa més en el género novelesco que en la tradicién épica, Entretanto, Barbara Hécrnstein Smith, en un art{culo muy interesante que descubri posteriormente,” me induce a inclinarme hacia la otra vertiente, al argiir «no sélo que el orden rigurosamente cronol6gico es tan raro en os rela- tos folkl6ricos como en cualquier tradicién literaria, sino tam: ign que es practicamente imposible para cualquier narrador mantenerlo en un enunciado de una Jongitud que no sea mini- ma, En otros términos, por Ia naturaleza misma del discurso, la falta de linealidad es mds la regla que la excepcién en cl rela to. ¥, por esa misma raz6n sin duda, Ia “‘progresién” histérica esté probablemente més préxima a lo inverso de lo que supone Genette: en la medida en que pudiera observarse un orden per 9, aNactve esons, Narelve Theories, Cites Igy, otto de 18. ro 29.286 Tata eliesapunta a vena fontnjon de nara csi ent {ee Soya Caiman ye mo, eheiiia de Neon Good, sista Bs. i po D9. Une resucts d= Goodman ae Ting aa he Teds) yom CIR Fin aparece la misma evita, verann de VEL pp 1.608 56 nte cronolégico, no serfa verosimilmente sino en textos dinaziamente claborados, “artisticos”” y “literarios’».! ingiana tal vez sea tan excesiva como la hi- que invierte y, naturalmente, mi intencién no era la de lecer una «progresiénn histériea oponiendo la anacronia homérica a Ia supuesta Iinealidad de los cuentos recopilacdos... ipor Perrault o por Grima! De todos modos, esa confrontacion hho opone sino dos o tres géneros (cuento, epopeya-novela) den- {ro de Ia esfera ficcional, Pero conservo de esa critica la idea de {que ningdn narrador, ni siquiera fuera de ta ficcién, ni siquiera Tuera de la literatura, oral o escrita, puede obligarse naturalmente una comparacién mis precisa no puede ser sino asunto de esta- distias, que revelarlan probablemente ritmos my diversos se- giin las épocas, los autores, las obras singulares, pero también segtin los géneras ficcionales y factuales, lo quc indicarla, desde se punto de vista, menos parentesco entre todos los tpos fc- Sonales, por un lado, 7 todos los tipos Factuaes, por otro, que tne tal po ficcionaly tal tipo factual; podriamos decir al azar: | ent ln novela-diacio el carfo auténtic, Mi azar» no és to- {aliments inocente y este ejemplo sugiere —espero— una reserva importante que prefier...rscrvar para més adelante ) pero el aticulo de Barbara Herenstein Smith plantea deotra | forma, mis radical, la cuestion de las diferencias entre fccién J yo ficeida en su tratamiento de la cronologta: Ia autora se pre- \ ‘junta si y cuando la comparacidn (efectivamente postulada por la narratologia) es posible entre ef orden de Ia historia y cl det Jy telato y responde que lo es sdlo cuando la critica dispone, fuera | det propio relato, de una fuente independiente de informacion sobre la sucesién temporal de los acontecimientos «rclatados», sin la cual no puede sino recibir y registrar sin discusién dichos ncontecimientos en el orden en que el relato se los aporta. Se- giin Herrnstein Smith, esa disponibilidad no esta presente sino to, ram. 7 en dos casos: el de obras de ficeién derivadas de una obra ant rior —por ejemplo, Ia versién més reciente de Centcienta— y el de obras no ficcionales, ales como el relato histrico, En e503 ‘nicos casos, dice nuestra autora, etiene cierto sentido Gecir que tun relato dado ha modificado la sucesidn de un conjunto dado de acontecimientos 0 los acontecimientos de una} dadan.!' Dicho de otro modo: en esos tinicos casos 4 © podemos disponer de al menos dos relatos, ¢] primi cuales puede considerarse la fuente del segundo, nol6gico el orden de historia, que da idea de las posibles siones qite presenta, con relacién a él, cl orden del (segundo) re ato. Barbara Herrnstein Smith esté tan convencida de la imposibilidad de otro procedimiento, que no teme We hecho, sospechamos que es0s dos tipos de relato (ta relacién bi tériea y ef cuento tradicional {fwice-told tale}) forman el para- digma inconsciente del narratSlogo, to que explica, como con: trapartida, su necesidad de suponer estructuras de intriga 0 historias subyacentes para explicar las sucesiones temporales de Jos relatos, muy diferentes, que estudia con mayor detenimien to, a saber: de las obras de ficcidn literaria.» Hipdtesis totalmente gratuita y que no corrobora en absoluto la historia de la disci- plina, pues los narratélogos que, desde Propp, han trabajado on los relatos tradicfonales ~-como el cuento popular— ape- nas se han ocupado de su aspecto cronolégico (ni, mas en gene~ ral, de su forma narrativa) y, reciprocamente, los especialistas de narratologta formal, desde Lubbock y Forster, no han dado apenas sefiales de interés (ja no ser muy «inconscienten!) por {3 tipo de relatos ficcionales y adn menos, como yo nos lo re- prochaba hace un instante, por el relato histérico. Pero, sobre todo, Ia eritica de Hecrastein Smith (los narra- télogos hablan de anacronias a propésito de textos de ficcién original en que la comparacién entre el orden del relato y el or- den de ia historia es por definicién imposible) olvida 0 pasa por alto un fendmeno esencial, que yo recuerdo en Nuevo discurso del relato" y que subraya Nelson Goodman para defender su propio uso del concepto (si no del término) de anacronia. Diz um en, 58

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