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Landy Rafael

Situación política de Libia: los desafíos para la formación de un gobierno de unidad

I. Introducción

Libia fue uno de los países que en 2011 vivió el derrocamiento de un régimen que llevaba
42 años en poder, milicias nacionales se unieron para derrocar al régimen junto con ayuda
internacional. Tras la caída de Muamar el Gadafi las facciones que se unieron pasaron a
disputarse el poder, esto llevo a una inestabilidad que hasta la fecha no ha disminuido.

Desde 2014 dos facciones principalmente se disputaban el poder, una con sede en Trípoli y
otra en Tobruk. Mientras que Naciones Unidas a finales de 2015 propuso crear un gobierno
de unidad nacional a cargo de Mohamed Fayez al Serraj. Esto llevo a un momento donde
Libia contó con tres gobiernos, pero donde ninguno puede hacer llegar la estabilidad en el
territorio que garantice un Estado de derecho.

En esta investigación buscó identificar cuáles son los principales desafíos que encuentra
cualquier intento de establecer un estado democrático en Libia. Este es un escenario que ha
sido constante en África, pero que en la región de Medio Oriente ha proliferado tras las
invasiones militares. Una región con historia de gobiernos autoritarios, en forma de
monarquía o de regímenes militares.

Este es el caso de Libia, un país sin antecedentes democráticos donde las distintas facciones
se disputan el poder y donde solo se puede estabilizar si los grupos en conflicto pactan, de
manera que acepten un gobierno de unidad, siendo esto lo que garantizaría la seguridad en
el territorio.

El tema abordado en este trabajo es actual y de relevancia para la realidad internacional en


un contexto de guerra contra el terrorismo y donde los conflictos en África del Norte y
Medio Oriente están afectando las relaciones internacionales.

II. Antecedentes
A principios de 2011, el norte de África se convirtió en el centro de atención en las noticias
internacionales. Estados con regímenes de más de 30 años en el poder, con problemas
estructurales de naturaleza económica, política y social, además de una población
mayoritariamente joven se levantaron contra el gobierno que los oprimía. Túnez fue el
lugar donde iniciaron las protestas, le siguió Egipto y después Libia.

A mediados de febrero en Bengasi, una ciudad al este de Libia comenzó un movimiento de


protesta popular que a pesar de ser reprimido se extendió rápidamente, demostrando la
inconformidad social, su objetivo, derrocar al coronel Muamar el Gadafi quien ostentaba el
poder desde 1969.

El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el 26 de febrero ante la represión sufrida por


la población civil que protestaba contra el régimen emitió la Resolución 1970. Debido a
que el régimen de Muamar el Gadafi no respetó la Resolución donde se exigía el fin del uso
de la fuerza indiscriminada contra la población civil. El 17 de marzo de 2011 el máximo
organismo aprueba la Resolución 1973, con medidas más enérgicas, ya que se autoriza la
adopción de todas las medidas necesarias para la protección de los civiles en un contexto de
protestas populares contra el régimen, también se decretó el establecimiento de una zona de
exclusión aérea. Con el liderazgo de Francia, Estados Unidos y Reino Unido en la ofensiva
militar, los ataques iniciaron el 19 de marzo. Días después la OTAN asumiría el control
tanto del embargo dictado por el Consejo de Seguridad como de las operaciones de
combate aéreo y naval.

El Consejo de Seguridad invocó al principio de Responsabilidad de Proteger, la OTAN


asumió el liderazgo de las operaciones con la aprobación de la Liga Árabe y el consejo de
Cooperación del Golfo. Como menciona Soler (2015), esta intervención estuvo plagada de
irregularidades y falta de legitimidad, debido a que no siguió su mandato original de
protección a civiles sino que ayudó en la caída del gobierno de Gadafi y se retiró una vez
que dicho régimen fue derribado, demostrando que para la coalición la población pasaba a
segundo plano cuando se quiere derribar un gobierno.

Estas decisiones se pueden comprender en el caso de Estados Unidos al escuchar la


declaración que hizo el entonces Secretario de Defensa, Robert Gates mencionando que
Libia no es de interés vital. El descuido de haber abandonado Libia, cuando las milicias que
se enfrentaron al régimen de Gadafi no entregaron armas y cuando el contexto seguía
siendo turbulento muestra una falta de compromiso con el pueblo libio y con los daños que
la misma intervención causó. Además, de una falta de aprendizaje sobre las intervenciones
en Afganistán e Irak. Como menciona Soler (2015) el objetivo de una intervención nunca
debería ser tomar partido, sino apoyar al futuro gobierno de unidad. Las naciones europeas
se desatendieron del asunto en Libia, hecho que aumentó con la crisis de Ucrania.

Derivado de esta retirada y falta de liderazgo por la OTAN, en los días que siguieron a la
caída de Gadafi, las milicias insurgentes mayoritariamente islamistas, llenaron el vacío de
seguridad en muchas ciudades. La importancia que cobraron estos grupos se refleja en que
el Consejo de Transición Nacional los tuvo que poner en nómina (Fuente, 2014, p.177).

El Departamento de Asuntos Políticos de la ONU puso en marcha en septiembre del 2011,


la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL), liderada por Sr. Ian
Martin, con el objetivo de apoyar la transición política. En un principio los resultados eran
alentadores, parecía que se podía alcanzar el objetivo de una construcción estatal
democrática. Pero las milicias que jugaron un papel decisivo en el derrocamiento de
Gadafi, de ciudades como Bengasi, Misrata o Zintan reclamaban un reconocimiento
especial, además de la garantía de seguridad y que sus reivindicaciones no fueran a ser
ignoradas.

Las elecciones para el Congreso General de la Nación se llevaron a cabo un mes después de
lo planeado, en julio de 2012, resultaron exitosas aparentemente. En agosto se disolvió el
Consejo Nacional de Transición y el Congreso General de la Nación inició sus funciones ya
que sería el encargado de elegir Primer Ministro y el futuro gobierno.

III. Estado actual


Libia desde 2014 ha estado dividida principalmente en dos gobiernos, uno reconocido
internacionalmente y otro avalado por el Tribunal Supremo. El primero, tiene sede en
Tobruk con Akila Saleh Issa como presidente de la Cámara de Representantes desde agosto
de 2014. Cuenta con el apoyo de sectores nacionalistas, laicos y de vertiente armada como
el Ejército Nacional, la Operación Dignidad del general Jalifa Hafter y las Brigadas de
Zintan. Saleh Issa rechaza una intervención militar de occidente prefiriendo la alianza de
seguridad que mantiene con Egipto. Dentro de este gobierno, el Primer Ministro es
Abdullah Al-Thani, quien primero estuvo en Trípoli y después, en el marco de la ruptura
institucional derivado de que el Congreso General de la Nación se negara a ser reemplazado
por la Cámara de Representantes, Saleh Issa lo confirmó como Primer Ministro con sede en
Tobruk (Ortiz de Zarate, 2015).

El general Hafter se convertiría en un personaje importante de la política libia a encabezar


en mayo de 2014 la Operación Dignidad de Libia que buscaba liberar Bengasi de las
fuerzas islamistas. Hacia finales de ese año, está encargada de proteger a las autoridades
estatales con sede en Tobruk.

Por su parte, el gobierno con sede en Trípoli está compuesto por Nouri Abu Sahmain,
presidente del Congreso General de la Nación, en junio de 2013 se convirtió en el jefe de
estado para el periodo interino. Su mandato expiró en agosto de 2014 al inaugurarse en
Tobruk la Cámara de Representantes elegida mediante votaciones, pero Abu Sahmain y los
congresistas se negaron a transmitir el poder legislativo y siguieron sesionando en Trípoli.
Retiraron el reconocimiento al gobierno de Al-Thani y nombraron un gobierno paralelo
encabezado por Omar Al-Sassi. Este gobierno solo fue reconocido por Turquía y Qatar.

El gobierno de Tripoli está respaldado desde julio de 2014 por la Operación Amanecer de
Libia, esta alianza que Muhammad Hadia representa reúne a las Brigadas de Misrata,
también llamadas Escudo Central Libio y la Sala de Operaciones de los Revolucionarios
Libios (SORL). Su máximo jefe militar es Salah Badi y su líder religioso el clérigo Ali Al-
Sallabi (Ortiz de Zarate, 2015).
Si bien los dos gobiernos cuentan con brazos armados, ninguno puede garantizar la
seguridad de su territorio, en las regiones distintos grupos armados siguen operando,
aunado a la intromisión del Estado Islámico.

Respecto al papel que ha jugado Naciones Unidas en Libia está el buscar un acuerdo entre
los dos gobiernos, a través de sus comisionados. Bernardino León, el tercer comisionado de
las Naciones Unidas desde que inició el conflicto en Libia, en septiembre de 2014 reunió en
Gadamés a las dos principales facciones rivales, la reunión constituyó un fracaso dado que
no se llegó a ningún acuerdo para el cese al fuego y los de Trípoli no reconocieron a la
Cámara de Representantes.

En enero de 2015, representantes de diversos grupos de la sociedad libia, parlamentarios y


miembros de municipios y de asociaciones se reunieron en Ginebra durante dos días para
mantener nuevas conversaciones. Los diversos representantes acordaron una agenda que
incluía un alto el fuego, un acuerdo político para la formación de un gobierno de unión
nacional y la retirada progresiva de las milicias armadas de las ciudades libias. Pero fue de
nuevo un fracaso por la negativa del gobierno de Trípoli a participar en esta ronda de
negociaciones (Djaziri, 2015).

Un mes después, se inició una nueva ronda de negociaciones en Sjirat, Marruecos se


buscaba llegar a un acuerdo político sobre un gobierno de unidad nacional. El acuerdo
debía poner fin a la situación actual de dos poderes y preveía el mantenimiento de la
Cámara de los Representantes de Tobruk, la creación de un Alto Consejo de Estado, la
formación de un gobierno de unidad nacional y la organización de elecciones legislativas
en un año. Lo problemas no se hicieron esperar, como temas financieros, el desarme de las
milicias de Amanecer de Libia y el reparto equitativo del poder entre Tobruk y Trípoli.
Además de que los islamistas y los rebeldes del CGN solicitaban la destitución del jefe de
las Fuerzas Armadas, el general Jalifa Haftar. El 11 de julio de 2015, las partes libias, salvo
los representantes del poder en Trípoli, firmaron en Sjirat el acuerdo de paz y de
reconciliación tras varios meses de negociaciones llevadas a cabo bajo los auspicios de la
ONU (Djaziri, 2015).
El hecho que el segundo actor político y militar de más peso en Libia no haya firmado el
acuerdo nos muestra que el acuerdo no cumplió con su objetivo y la situación no parecía
mejorar.

Tal parece que la ONU, no confió en ninguno de los dos gobiernos para garantizar la
transición política de Libia, dado que su enviado, Bernardino León propuso en octubre de
2015 la formación de un gobierno de unidad nacional encabezado por un conocido escritor
y activista opositor a Muamar el Gadafi llamado Fayez Al Serraj.

Sería hasta principios de abril del año en curso cuando el Gobierno de Unidad Nacional
Libio proveniente de Túnez se instalaría en Trípoli erigiéndose como único gobierno y
autoridad legítimos en el país. Esto sin contar con el respaldo del gobierno de Tobruk que
había sido el que contaba con el reconocimiento internacional. Hecho organizado por el
nuevo representante de la UNSMIL, Martin Kobler.

Días después de este hecho, el gobierno de Trípoli sorpresivamente comunicaba su


dimisión y reconociendo la autoridad del nuevo gobierno. La situación es favorable para el
Gobierno de Unidad Nacional dado que cuenta con el respaldo de las dos instituciones
financieras más importantes del país, el Banco Central y la Empresa Nacional del Petróleo.

No obstante, tal parece que el que ahora se resiste es la Cámara de Representantes dado que
se ha convocado a sesiones y no se llega a acuerdos para la elección de los representantes
del Gobierno de Unidad Nacional, el cual sigue sin legitimidad.

 Los desafíos que presenta la formación de un gobierno de unidad en Libia

Fuente (2014) identifica cuatro desafíos principales a los que se enfrenta quien busque
instalar un gobierno en Libia, la proliferación de milicias armadas que se encuentran en
todo el territorio, las tensiones territoriales principalmente entre la Cirenaica al este y la
Tripolitania al oeste, a la que se suma la región al sur conocida como Fezzam, donde
distintas tribus se enfrentan entre sí. La disputa por el control de los enormes recursos
energéticos y los puertos de exportación; y por último, el fuerte auge que está
experimentando el yihadismo salafista.
Antes de considerar siquiera enfrentar estos desafíos, el principal es constituir ese gobierno
que cuente con la fuerza para enfrentar los diversos problemas de la sociedad libia. La
unidad entre las regiones, facciones y tribus, la buena administración de los recursos
energéticos y la disminución de los grupos radicales solo podrá ser abordado cuando un
gobierno sea constituido y esté listo para trabajar. Pero sobretodo la seguridad tiene que ser
restablecida.

Falta de unidad e identidad nacional para la construcción de una democracia

La guerra civil que se desató en 2011, hizo surgir las diferencias entre las regiones y entre
las tribus. Las tres regiones mencionadas anteriormente Cirenaica, Tripolitania y Fezzán
tienen su origen en el Imperio Romano, situación que ni la colonia, ni la monarquía, ni la
dictadura pudieron borrar y constituir un Estado unido. El hecho de poca o nula unión
derivó en que Libia nunca desarrollara instituciones estatales eficientes. Aunado a que no
ha contado con un líder que actúe como figura unificadora de las distintas facciones y
regiones.

La falta de unidad se puede apreciar en los dos gobiernos y en las diversas agrupaciones
militares de las regiones. Muchas veces estos grupos forman coaliciones como la Operación
Amanecer Libio y Operación Dignidad de Libia. Pero como Tashani en Weslaty (2016)
menciona, estas coaliciones no son permanentes, se alían según sus intereses y de la misma
manera se pueden enfrentar cuando sus intereses se oponen. Solo rinden cuentas ante sus
tribus y sus regiones, y no ante el Estado.

La inestabilidad trajo a colación otro problema, el de las tribus, pero como señala Haddad
(2015) la imposibilidad de Libia de convertirse en una nación no se debe al tribalismo, sino
que este adquiere fuerza porque el Estado está totalmente ausente. Aunque ampliamente
criticado el régimen de Gadafi pudo negociar con las tribus y establecerlas bajo su
mandato, de hecho llego a tener el respaldo de estas tribus. En la actualidad el problema de
las tribus radica también en la falta de representación. Es en el sur donde han aumentado
los conflictos locales entre las tribus árabes y las tres minorías bereber, tubu y tuareg.

Por lo que, ante el objetivo que representa la reconstrucción de un sistema democrático,


encontramos una Libia que tiene poco sentido de identidad nacional y no tiene experiencia
en la democracia, tras una época de colonización, una monarquía y después 42 años de
dictadura.

Libia para constituirse como una democracia tendrá que empezar de cero, ya que no cuenta
con una cultura política. El paso de un régimen autoritario a una guerra civil no ayudó a la
formación de una ciudadanía participativa en las decisiones de su gobierno. El desastre que
ha seguido a la caída de Gadafi deja una mala experiencia en una población
mayoritariamente joven que solo conocía lo que es vivir en una dictadura y para quien el
cambio constituyó un retroceso.

Los libios vivieron la prohibición de la actividad política y asociativa al margen de las


estructuras de la yamahiriya (Estado de las masas ideado por Gadafi quien supuestamente
buscaba promover la “democracia directa” a través de consejos locales, comités populares y
otros mecanismos asamblearios) lo que ha dificultado la aparición de una sociedad civil
organizada (Fernández, 2011).

Fuente (2014) menciona que Libia puede tener un futuro como Estado, si se lleva a cabo la
implantación de un sistema federal que recupere las tres entidades históricas de Libia, y la
fijación de un sistema de reparto de los beneficios del crudo de acuerdo con la Constitución
de 1951, así como el establecimiento de una comisión de investigación que combata la
corrupción de un país que presenta uno de los peores índices de transparencia globales.

Lucha entre las facciones por los recursos energéticos

Libia cuenta con las mayores reservas de crudo de África y las quintas mayores reservas de
gas natural. Es un proveedor de importancia estratégica de petróleo y gas natural a Europa.
En 2010 antes que iniciaran las revueltas, produjo 1,65 millones de barriles por día de
crudo y 594 millones de pies cúbicos de gas natural. Estos generan hasta un 96 por ciento
de los ingresos públicos y el 65% del PIB. (Crisis Group, 2015)

Vanderwalle (2015) se pregunta si los nuevos dirigentes tendrían la capacidad de crear


instituciones nacionales tras la guerra civil y sí su estabilidad dependería del reparto de los
ingresos petroleros. La realidad demuestra la incapacidad entre las distintas facciones de
llegar a un acuerdo y elegir a los dirigentes. Además de la lucha constante por la principal
fuente de ingresos.

Por su parte García y Meza (2015) subrayan que el desmantelamiento del poder dificulta el
alcance de una solución que genere una cierta estabilidad en Libia, debido a que las elites
surgidas tras el derrocamiento de Gadafi buscan el control de los recursos energéticos en
lugar de garantizar la constitución de un Estado de derecho.

El Consejo Nacional de Transición no pudo estabilizar su autoridad debido a que las


milicias insurgentes poco a poco fueron haciéndose cargo de la seguridad de las ciudades,
del control de las fronteras y de la protección de las instalaciones estratégicas del país,
como los campos petrolíferos y los puertos lo que les permitió el acceso a los recursos
económicos.

Debido a la necesidad de recursos para financiar el combate, las facciones empezando por
el gobierno de Trípoli y Tobruk se pelean también el control de los recursos energéticos, no
es de extrañar en un país que desde hace más de 50 años ha dependido de este recurso
energético.

La importancia del petróleo en estos momentos en Libia se demuestra cuando sus ingresos
van a parar a las arcas del Banco Central que está funcionando como Tesoro Público,
recibiendo los ingresos y pagando los gastos de los dos gobiernos.

Sin embargo, que un país dependa exclusivamente de un recurso natural, trae


consecuencias. La riqueza derivada del petróleo está a la baja debido a la corrupción y la
mala administración de quienes lo administran. Combinado con la reducción de la
producción y por ende de las exportaciones de crudo debido a los daños que ha ocasionado
el conflicto en los lugares de producción y de exportación; y por supuesto por la fuerte
caída de los precios internacionales del petróleo

El auge del islamismo radical

Vanderwalle (2015) menciona que Libia se ha convertido en un escenario de conflicto


subsidiario de otros países del área ya que no cuenta con instituciones que hagan frente a
las milicias ni a las tribus, las élites, a los líderes regionales y religiosos. Su gobierno de
transición no tuvo el monopolio en el uso de la fuerza, ni los actuales.

En este auge del islamismo radical, derivado de su situación, Libia se ha convertido en


tierra fértil para que los yihadistas regionales estrechen sus relaciones y prepararen
operaciones terroristas dentro y fuera del país

Tashani, un juez libio en una entrevista publicada por Weslaty (2016) explica
perfectamente la situación de su país

Vivimos una auténtica división en la escena política: tenemos dos gobernadores del
Banco Central, uno en Trípoli y otro en Baida; dos parlamentos, uno en Tobruk y
otro en Trípoli; dos gobiernos, o incluso tres, el último en Túnez; lo mismo sucede
con el Tribunal de Cuentas, y así sucesivamente. Las instituciones están divididas, y
eso afecta al Estado. Mientras tanto, Estado Islámico (EI) y otros grupos armados se
aprovechan de esta división para instalarse en nuestro territorio. Nadie tiene el
poder. Cada uno controla su región (s/p).

El papel de los países de la región

Según Vanderwalle (2014) la responsabilidad de la creación de una fuerza de paz para


Libia recae directamente sobre los estados europeos por sus intereses económicos y
políticos en el norte de África y el problema de la migración.

Por su parte los países del entorno regional tienen diferentes posiciones Egipto, Chad y
Níger son pro gobierno de Tobruk, junto con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos
han ayudado al gobierno de Tobruk política y militarmente. Mientras que Qatar y Turquía y
Sudán están más cerca del CGN. Argelia y Túnez son más neutrales y se prestan para llevar
a cabo las negociaciones de los agentes en su territorio. En últimas fechas fue en Túnez
donde se creó el Gobierno de Unidad Nacional apoyado por la ONU. (Crisis Group, 2015)
Si bien todos apoyan a la ONU en las negociaciones, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos
supuestamente proveyeron de armas al general Hafter quien llevo a cabo ataques a
Amanecer Libio. Mientras que Qatar y Turquía hacen lo propio con Amanecer Libio.

Egipto demuestra su claro apoyo al parlamento en Tobruk ya que al compartir una gran
frontera con Libia no desestima la intromisión de los islamistas en su territorio y las
consecuencias que esto podría traer, los hermanos musulmanes son un peligro latente para
el régimen. Además de las relaciones económicas que comparten, siendo que el
empeoramiento de la situación en libia traería más problemas. No olvidemos que muchas
personas emigran a Libia a trabajar, esto obviamente ha disminuido con el conflicto.

Entre estos países podemos ver que todos tienen preocupaciones legítimas de su seguridad
y las oportunidades que proporciona este conflicto a los grupos radicales.

IV. Conclusiones

En estos cinco años hemos visto una Libia donde distintas facciones de la sociedad se han
estado peleando el poder, decidir quiénes serán los nuevos dirigentes del país a traído
demasiadas consecuencias negativas. La transición política ha tenido múltiples obstáculos y
ha hecho emerger situaciones que parecían ya superadas.

No se puede decir que no se pudo prever, dado la historia de la región. Es claro que a la
coalición que decidió invadir para derrocar al régimen de Gadafi no le importó como
quedaría el país después, los países que conforman la OTAN tienen mucha experiencia,
esta historia no es nueva, Afganistán e Irak son testigos.

El auge en los últimos años del islamismo radical en la región ve una invasión constante en
su territorio por parte de occidente, Libia se ha constituido como un territorio ante la falta
de legitimidad del Estado donde los movimientos radicales pueden proliferar, y solo podrán
ser combatidos cuando se forme un gobierno de unidad. Se tiene que tomar en cuenta que
para evitar la proliferación del islamismo radical, el gobierno tiene que garantizar las
necesidades básicas de la población.
La unidad de un Estado solo se pude alcanzar con los años, se tiene que constituir un
gobierno que incluya a cada tribu, región o coalición de manera que ninguna se sienta
excluida. Para este tipo de Estados compuestos por diferentes tribus o etnias siempre existe
la federación o lo que algunos autores llaman Naciones-estado. Un dato que resulta
estimulante es lo relativamente pequeña que es la población en Libia, apenas más de 6
millones de personas.

Una vez que el gobierno esté en funciones debe garantizar los servicios básicos de una
sociedad, para que los problemas que derivaron en las protestas del 2011 no vuelvan a
resurgir. Específicamente en la economía, como muchos países petroleros, Libia tiene que
diversificar su economía ya que solo así podrá desarrollarse.

Lo que es seguro es que no se puede pensar en democracia mientras no se garantice la


seguridad y eso no ocurrirá hasta que las facciones lleguen a un acuerdo y cesen al fuego.

El papel de la ayuda internacional, en especial de la ONU junto con el de los países vecinos
jugará un papel importante, y solo mediante su efectividad obtendrán la confianza de la
población.

A pesar de que los últimos acontecimientos referentes a los gobiernos suenan


esperanzadores, no podemos dejar a un lado las facciones armadas que tiene un gran peso
en una región donde los militares han trazado el curso de la historia.

.
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