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Carta de Juan Rulfo a Clara Aparicio

Chiquilla:
¿Sabes una cosa?
He llegado a saber, después de muchas vueltas, que tienes los ojos azucarados. Ayer nada menos soñé que te
besaba los ojos, arribita de las pestañas, y resultó que la boca me supo a azúcar; ni más ni menos, a esa azúcar
que comemos robándonosla de la cocina, a escondidas de la mamá, cuando somos niños.
También he concluido por saber que los cachetitos, el derecho y el izquierdo, los dos, tienen sabor a durazno,
quizá porque del corazón sube algo de ese sabor.
Bueno, la cosa es que, del modo que sea, ya no encuentro la hora de volverte a ver.
No me conformo, no; me desespero.
Ayer pensé en tí, además, pensé lo bueno que sería yo si encontrara el camino hacia el durazno de tu corazón; lo
pronto que se acabaría la maldad a mi alma.
Por lo pronto, me puse a medir el tamaño de mi cariño y dio 685 kilómetros por la carretera. Es decir, de aquí a
donde tú estás. Ahí se acabó. Y es que tú eres el principio y fin de todas las cosas.
Juan Rulfo.
Carta de León Tolstoi a Sofía Andreivna Tolstaia
Yásnaia Polaina, 28 de Octubre, 1910

Mi partida te afligirá. Lo lamento, pero compréndelo y créeme que no he podido actuar de otro modo. Mi
situación en casa se ha venido haciendo y ha llegado a ser insoportable. Junto a todo lo demás, no puedo seguir
viviendo en las condiciones de lujo que me rodean, y hago lo que suelen hacer los viejos de mi edad: apartarse
de la vida mundana para vivir en paz y recogimiento los últimos días de su existencia.

Por favor, compréndelo y no vayas tras de mí, si aciertas saber dónde estoy. Esa llegada tuya no haría más que
empeorar la situación de ambos, sin cambiar en nada mi decisión.

Agradezco tu honesta vida de 48 años a mi lado y te ruego que me perdones por todo lo que haya sido culpable
ante ti, lo mismo que yo te perdono con toda el alma por cuanto hayas podido serlo ante mí. Te aconsejo
resignarte a la nueva situación en que te coloca mi partida, y no albergar malos sentimientos contra mí. Si
quieres informarme de algo, comunícaselo a Sasha, ella sabrá dónde estoy y me reenviará todo lo necesario;
decir dónde me encuentro no puede, pues me ha hecho la promesa de no comunicárselo a nadie.

De recoger mis cosas y manuscritos y enviármelos, he encargado a Sasha.

Carta de Victor Hugo a Juliette Drouet - Te amo más que nunca.


¡Acabé, en fin, acabé! Y luego me precipito a enviarte una palabrita. Te amo, eres mi vida, toda mi vida. ¡Aquí
estoy, pues, liberado! ¡Que alegria! ¡Hasta luego! Te amo más que nunca. Y tú, ¿cómo te sientes esta mañana,
mi alegría? ¿Pasaste bien la noche, al menos? ¿Encontraré tu hermoso rostro radiante como el cielo, que ayer
lloraba y hoy sonríe? Necesito que tengas salud, que me ames, que seas feliz. Te necesito, de tu salud, de tu
amor, de tu felicidad. Sabes, pobre querida, que puedes vivir descansada mientras yo vivo. El cielo hizo mis
manos para que reparasen tu vida medio deshecho, mi alma para comprender tu corazón, mis labios para besar
tus pies.
(...) Ojo para el pasado con embriagués, pero no es con menos deslumbramiento que encaro nuestro futuro. Y
ahora, el uno del otro para siempre, sin ansiedades, sin inquietudes, sin angustias. Hemos atravesado y
vencemos todo lo que era malo y que podría ser fatal. Estamos en la plena posesión de nuestros dos destinos
fundidos en uno solo. Nuestro amor no tendrá la frescura de los primeros tiempos, pero es un amor puesto a
prueba, un amor que conoce su fuerza, y que incluso más allá de la tumba, espera ser infinito. El amor, cuando
nace, sólo ve la vida, el amor que dura la eternidad.

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