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Según Kenwood & Lougheed (1971), los principales países de los que provenía la
migración antes de este significativo boom alrededor de 1880 eran países del oeste y el
norte del continente europeo, y a partir de este hito, se incrementó el flujo proveniente
de países del este del continente. Por otra parte, el 85% de estos flujos tuvieron como
destino el continente americano, y el resto se repartió entre Australasia y África.
Análisis de las causas de los procesos migratorios del periodo 1880-1914
En general, al momento de analizar las causas que llevaron a las poblaciones a emigrar
de sus países de origen se debe hacer una diferenciación básica entre razones de
empuje y de atracción. Las razones de empuje se refieren a las causas de emigración
que parten de la idea que el adverso contexto del país del que se emigra es el principal
motivo para tomar tal decisión. En contraparte, las razones de atracción son aquellas
que basan la decisión de emigración en una expectativa muy alta por un contexto muy
favorable del país al que se desea emigrar. Es decir, en pocas palabras, las razones de
empuje representan los deseos de las personas de huir de un país sin tomar demasiada
atención en el lugar de destino, mientras que las razones de atracción se refieren más
bien a motivaciones basadas en una situación muy atrayente del país al que se desea
emigrar, sin importar mucho la situación del país del que emigran.
En este contexto, se puede decir que entre 1815 y 1870 los flujos migratorios
provenientes de Europa se debían esencialmente a razones de empuje. En la primera
mitad del siglo XIX, la emigración europea se produjo sobre todo empujada por una
situación de mucho cambio en Europa sobre todo en cuestiones demográficas. La
migración del área rural hacia la ciudad derivó en la mayor distribución de los recursos
limitados existentes en estas. Al mismo tiempo, y en contraparte, se desarrollaron
mejoras tecnológicas que tuvieron impacto en una mayor productividad de los factores.
La mayor productividad de los factores generó un mayor incentivo para la migración del
área rural hacia la ciudad. Si bien, por los aumentos en la productividad, la seguridad
alimentaria estaba garantizada hasta cierto punto, la condición de vida de los habitantes
de las ciudades fue cayendo por un problema de sobrepoblación que cada vez se hacía
más evidente. La faceta más visible de este problema fue el mercado de trabajo.
Por otra parte, América y otras partes del mundo contaban con poca mano de obra, lo
que resultaba en mayor productividad por un ratio capital-trabajo mayor. Esta mayor
productividad, a su vez, resultaba en mayores salarios. Entonces, por un lado, la
demanda de trabajo en Europa aumentaba por una galopante migración hacia las
ciudades, y por otro lado, en el resto del mundo se observaba salarios más altos
empujados por una mayor productividad del capital.
Todo lo anterior derivó en brechas salariales muy macadas entre Europa y el resto del
mundo. Según (Morys, Daudin, & O’rourke, 2008), los salarios reales británicos en 1870
representaban menos del 60% de los salarios en el América, los salarios irlandeses eran
solo del 44%, y los noruegos del 26%. Entonces, por el lado económico, definitivamente
había razones para querer salir de Europa. Por un lado había razones de atracción hacia
las otras partes del mundo, pero también había razones de empuje desde la misma
Europa.
Sin embargo, estas razones podrían no ser suficientes para explicar tales incrementos
en los niveles de emigración de Europa. Lo que pasó en Europa es que también se
redujeron los costos de transporte para la parte más pobre de la población. Esto fue
posible ya que había una parte pudiente y poderosa de la sociedad que estaba
interesada en que el sector más vulnerable emigre del país. Los gobiernos de países
como Alemania y Reino Unido ofrecieron asistencia económica a los emigrantes que
salieran de sus países. Por su lado, cuando estos subsidios a la emigración provenientes
de los países europeos cesaron, los países receptores de flujos empezaron a generar
incentivos económicos para atraerlos. También, los pobladores ya exitosos y prósperos
en sus países de destino mandaban dinero a sus países de origen para permitir que su
familia también emigre. De esta forma, los pobladores europeos más pobres que incluso
generaban ingresos nulos, podían emigrar del continente. De todas maneras, aún con
estas facilidades financieras, hubo una última pieza que permitió entender el gran flujo
entre continentes: los costos de transportación.
De manera paralela, los costos asociados al transporte transatlántico fueron cayendo
debido a que, por ejemplo, el comercio entre Europa y los demás continentes se
incrementó. De igual manera, una creciente demanda por transporte transatlántico
generó incentivos a que exista mayor competencia en ese mercado, lo cual a su vez
indujo al aumento de la oferta y la disminución de los precios. Por si no fuera suficiente,
el surgimiento y popularización del barco de vapor permitió que las condiciones de viaje
transatlántico mejoraran a través de los años, creando aún más incentivos a la
emigración desde Europa. También, las compañías de transporte en barco de vapor
jugaron un rol importante dado que indujeron a la gente a emigrar pues a la vez estos
flujos aumentaban la demanda por pasajes debido a que las familias viajaban de visita,
los migrantes mandaban remesas a sus familias aún establecidas en el Viejo
Conteniente, entre otros.
En este sentido, para entender estos flujos migratorios a partir de la teoría económica
Hatton y Williamson (1988) propusieron un modelo teórico. Se parte de suponer que
existe una relación negativa entre el nivel de salarios en un país y la tasa de emigración
en el mismo. Es decir, a mayores niveles de salarios, se espera una menor tasa de
emigración. La función que los relaciona depende de factores tales como los costos de
transporte porque son los que determinan qué tan elástica es la migración respecto a
cambios en el salario real del país.
Es así, que en el marco de este modelo, se puede argumentar que en el caso de Europa
en el siglo XIX, los apoyos financieros y la reducción en los costos de transportación
transatlántica significaron una expansión de esta función de migración. Es decir, que para
los mismos niveles reales de salarios, por estos cambios en costos de transporte, existe
de por sí una mayor tasa de migración. La conclusión de este planteamiento es que a
pesar de que los salarios reales de los países europeos eventualmente regresen a los
niveles anteriores al gran proceso migratorio, el flujo migratorio será mayor al inicial de
todas maneras.
Por otro lado, para los países en los que se originaron los flujos migratorios los efectos
fueron ambiguos de igual manera. Por un lado, se puede considerar que los mercados
se hicieron más pequeños, y que se perdió inversión. Sin embargo, no se puede afirmar
que estos efectos hayan sido significativos porque la mayor parte de los migrantes eran
personas con muy bajos niveles de educación y de muy bajos recursos, así que su aporte
a la inversión era de por sí muy baja. No obstante, los países que sufrían la pérdida de
población también se beneficiaban de ciertas situaciones. Por ejemplo, la emigración
genera mayor flujo de divisas entrantes al país del que se origina la migración. También,
se podía considerar que estos países salían beneficiados cuando los migrantes volvían
en algún momento de sus vidas a su país de origen, pero con mayor experiencia,
educación, etc. Por último, se debe hacer notar que la gran emigración europea no tuvo
efectos claros sobre el salario real en estos países como se hubiera esperado.
Conclusiones
A forma de concluir el presente ensayo, se debe recalcar que las razones que llevaron
al inicio de un proceso histórico de migración intercontinental pueden ser muy claramente
entendidas desde la teoría económica. Por otra parte, este enfoque económico no sólo
está dirigido al análisis del mercado de trabajo como tal, sino a una visión económica
mucho más integral que incluye el estudio del funcionamiento de otros mercados. De
forma menos profunda, también se considera las secuelas económicas de este proceso,
pudiendo llegar a la afirmación de que tuvo resultados positivos y negativos tanto para el
país del que partió el flujo migratorio como para los que lo recibieron.
Bibliografía
Kenwood, A. G., & Lougheed, A. L. (1971). The Growth of the International Economy.
Morys, M., Daudin, G., & O’rourke, K. H. (2008). Europe and Globalization, 1870-1914.
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https://www.clionomia.com/recursos-de-aprendizaje/globalizacion-e-historia/grandes-
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