Professional Documents
Culture Documents
Elena Grau-Lleveria
University of Miami
LUCÍA Miranda (1860) de Rosa Guerra (¿? - 1864) se basa en uno de los epi-
sodios que Ruy Díaz de Guzmán recoge en su crónica de la colonización del
Río de la Plata, La Argentina manuscrita (1612), donde narra la expedición de
Sebastián Gaboto de 1527 por el río Paraná. Como parte del proceso de colo-
nización, Gaboto funda la colonia de Sancti Spiritu en 1527, en la desemboca-
dura del río Carcarañá, que será destruida dos años más tarde por los indios
timbúes. Es en la causa de la destrucción de la colonia donde Díaz de Guzmán
introduce el elemento novelesco-legendario que cala hondo en el imaginario
nacional argentino y produce un considerable número de obras artísticas.1 El
episodio de la destrucción del asentamiento se debió, según el cronista, a que
el cacique de los timbúes, Mangora, se enamora de Lucía Miranda, la esposa
de Sebastián Hurtado, uno de los capitanes bajo el mando de Nuño de Lara,
quien está a cargo de la colonia. Lucía se niega a aceptar al cacique y Mango-
ra ataca la colonia española. Si bien Mangora muere en el asalto, Lucía se
convierte en el objeto de deseo de Siripo, el hermano de Mangora, cuando Lu-
cía rechaza convertirse en su mujer, el nuevo cacique condena a muerte a los
dos esposos.
Como he mencionado anteriormente, este episodio legendario ha llamado
la atención de numerosos artistas que han adaptado la anécdota principal a sus
distintos intereses ideológicos y sensibilidades estéticas debido al hecho de
que, como examina Remedios Mataix en “Romanticismo, feminidad e imagi-
narios nacionales: Las Lucía Miranda de Rosa Guerra y Eduarda Mansilla,” la
historia de esta mujer puede interpretarse desde múltiples perspectivas y apro-
87
88 Elena Grau-Lleveria
a Guerra. Según Carlos Hernán Sosa, en “En los umbrales del texto: Prólogos
y legitimaciones, dedicatorias y complicidades (Notas sobre el uso del para-
texto en algunas escritoras argentinas del siglo XIX),” la respuesta de Cané
reinscribe el texto de Guerra en la tradición de escritura femenina porque elige
como tema central de la novela, para ponderarla, el amor entre los dos espo-
sos, un asunto doméstico (64). Para Hernán Sosa, Cané, al alabar el texto de
Guerra, tiene una actitud paternalista que posiciona la novela dentro de una
escritura y temática femenina: “Este elogio acotado, este condicionamiento de
la escritura femenina, que debe estar ceñida y abrigada por el calor del hogar,
vuelve a reiterar una vieja imposición que inscribe una malla temática para la
ficción femenina, la única valedera que se busca, se detecta y se legitima en
sus escritos” (64). Si bien es cierto que Cané escoge como tema de la novela
el gran amor entre los esposos que los lleva a la muerte, también lo es que en
ningún momento hace uso ni del adjetivo “femenino” ni de ninguno de los re-
cursos descriptivos y evaluativos que muchos escritores y críticos utilizan para
describir e inscribir la producción de las escritoras. Es más, el vocabulario y la
inscripción que de la novela de Guerra hace Cané, a excepción hecha del jue-
go lingüístico con que inicia su carta, sorprende porque posiciona este texto
dentro de la producción nacional sin rasgo genérico al decir: “... es una de las
producciones de nuestra literatura que más gusto me ha causado” (11). Ade-
más, el trato que Cané le da a Guerra, al apuntar algunas correcciones que ha
señalado en el texto, las propone de maestro a alumna, pero no alumna en sen-
tido femenino, sino alumna que algún día será la maestra de los futuros escri-
tores argentinos, ya que estas correcciones las hace para resaltar un estilo
“digno de su talento y de la bella literatura argentina” (11). El trato de iguales
se hace patente cuando Cané expresa su deseo de reunirse con Guerra porque
“de ella resultará algo que valga mucho para nuestra literatura” (12). Incluso
cuando decide hacer del tema de la novela el gran amor que existe entre los
esposos, que evidentemente es una lectura problemática, no lo hace dentro de
una percepción de que el tema es producto de una visión y de una escritura fe-
menina, sino, más bien, dentro de una cosmovisión romántica, la pasión, por-
que compara la creación de Guerra con la de Shakespeare: “En ninguna crea-
ción, á excepción de Julieta y Romeo de Shakespeare, he encontrado mas dulce
poesía de amor, que entre los dos esposos de su novela; ella no es común entre
dos seres, y será por eso que tal vez me ha seducido tanto” (11-12).3
A la luz del análisis presentado, es evidente que Cané inscribe la novela
de Guerra en un imaginario de producción nacional “sin marcas genéricas”.4
Al anular las marcas de género en su evaluación de la producción de Guerra,
la sombra de la feminidad y el fantasma de la masculinidad, con que se eva-
luaba a las escritoras que producían textos que rompían las convenciones ge-
néricas del momento, desaparecen. De este modo, Cané posiciona a Guerra
como sujeto, como individuo y a su producción como parte de la literatura na-
cional.
90 Elena Grau-Lleveria
Guerra crea una Lucía que es una reformista social romántica, es una héroe
utópica romántica que cree, como los románticos sociales, que la transforma-
ción moral se da por medio de la educación. Lucía es así más que un nuevo
modelo de feminidad, un sujeto romántico complejo configurado por las ten-
siones entre lo que debe hacer según las normas sociales y aceptar por educa-
ción y lo que ella misma cree que debe hacer, el tipo de sociedad por el que
debe luchar y lo que percibe como verdad en tanto que individuo independiente
intelectualmente.
Para el desarrollo de tan complicada y peligrosa subjetividad en un perso-
naje femenino, Guerra adopta el lenguaje amoroso que es el único al que tie-
nen acceso sus lectoras y el único que puede seducirlas a la lectura de su no-
vela y a la aceptación de una protagonista para quien tan importante es su ma-
rido como el plan de colonización que están llevando adelante. Es a través de
este lenguaje amoroso, asociado con las novelas sentimentales, que Guerra les
presenta a sus lectores un mundo de amores distintos a los que solían leer. Lu-
cía es la transmisora de unos valores políticos y económicos que compaginan
con la ideología colonial del momento, si bien se los encubre bajo la articula-
ción de un lenguaje amorosamente femenino, como puede verse en esta cita:
denomina una lucha por el conocimiento histórico (8), donde los poderes he-
gemónicos se combinan, en este caso, no con lo que la gente sabe, sino con lo
que algunas mujeres y hombres saben (Foucault 75). Por lo tanto, el discurso
de género implícito en la construcción de la protagonista muestra, siguiendo la
terminología foucaultiana, un conocimiento subyugado que se entrelaza con
una sutil crítica a los sistemas coloniales. La transformación física de Mango-
ra debido a la lucha interna que mantiene por no dar a conocer la pasión que
siente por Lucía estalla y lo hace poniendo de manifiesto el trato de coloniza-
do que ha recibido de Lucía que nunca lo ha considerado hombre sino un niño
al que debía educar, al que debía conquistar para su utopía:
va implícita en esta última frase de la cita hace referencia a una de las caracterís-
ticas sexuales que diferenciaban las esferas de acción de hombres y mujeres,
pues si bien los hombres eran capaces de imaginar un bien más allá del personal,
de ahí que su esfera de acción sea la pública, las mujeres detentan ese “egoís-
mo” que las hace incapaces de ver el mundo más allá del propio círculo de la in-
timidad y por ello deben limitar su actuación a la esfera privada.
Existe una tensión evidente entre los modelos de feminidad impuestos y
defendidos por el sistema patriarcal argentino del momento, y al que la voz
narrativa parece adscribirse, y unas propuestas de feminidad que amplían, al-
teran y contradicen dichos modelos y que son presentados como lo deseado
por el sujeto Lucía, si bien de una forma oblicua. La elaboración de este difícil
andamiaje discursivo crea aparentes contradicciones ideológicas entre los mo-
delos de feminidad impuestos y los anhelados, como señalan Arambel-Guiña-
zú y Martin: “La narración no logra emanciparse totalmente del modelo que
aborrece y desemboca en un personaje ambiguo cuyas cualidades morales
mantienen un alto grado de idealización. La dificultad de liberarse del antiguo
modelo prueba cuán arraigado está y cuán problemático resulta construir un
imaginario nuevo” (167). Sin embargo, esta discrepancia textual forma parte
de las estrategias y dispositivos que Guerra elabora para producir un texto que
le permite crear un sujeto romántico idealista encarnado por una mujer sin se-
guir la preceptiva implícita del concepto de sexo biológico (mujer) de su épo-
ca. Estas contradicciones deben entenderse, como explora Nancy Saporta
Sternbach en “‘Mejorar la condición de mi secso.’ The Essays of Rosa Guerra,”
a través de la disparidad que se instituye en los escritos de Guerra entre una vi-
sión del sexo mujer esencialista y una concepción de sujeto mujer que se define
por su posicionalidad sociohistórica. A este respecto es interesante subrayar la
interpretación que Mataix, en el artículo anteriormente citado, ofrece de este
texto y del de Eduarda Mansilla:
Si con los paratextos Guerra crea sujetos de mujer relacionados con seg-
mentos socioculturales (novelista, novelista nacional, mujer que sabe que debe
educar a otras mujeres, creadora romántica), con la novela que escribe crea
una protagonista que es un sujeto romántico idealista pero a la vez Rosa Gue-
rra se inscribe como una escritora romántica idealista al hacerse intérprete del
archivo histórico legendario de la nación argentina y proponer una nueva ideo-
logía de construcción nacional.
NOTAS
1
La primera obra teatral sobre el tema es Siripo (1789) de Manuel José La-
vardén.
2
La edición que manejo es la de 1956, a cargo de José María Monner Sans,
quien escribe una especie de prólogo con el título de “Noticia” en la que inscribe la
novela de Guerra dentro de un imaginario de producción femenina con claros tonos
peyorativos. Monner Sans le resta todo valor artístico al texto al considerarlo una sim-
ple “curiosidad” y añade que su publicación se debe no al valor de éste, sino a la obli-
gación contraída por él de cumplir la voluntad de Ricardo Rojas que habiendo prepara-
do el texto para su reedición, murió sin poderlo haber hecho (7). Considero que el tex-
to de Monner Sans no forma parte del texto original, y que altera el significado que
Guerra le quiso dar a su novela con los paratextos que ella incluyó inicialmente, por
eso no forma parte de mi análisis. En esta edición se ha respetado la ortografía original
del texto.
3
Es interesante notar la alteración que Cané hace de la política amorosa que
detenta el texto de Guerra. Si para Cané el referente literario del amor que existe entre
Lucía y Sebastián es el amor socialmente prohibido entre Romeo y Julieta, el texto de
Guerra es una apología ideológica del amor conyugal que es una de las bases con las
que Lucía diseña su proyecto utópico nacional.
4
La afirmación “sin marcas genéricas” está dentro de la ideología del perio-
do donde lo no marcado sexualmente, lo “universal,” era lo masculino, y lo femenino
siempre se identificaba como tal ya que era lo “diferente,” lo “particular,” lo no uni-
versal.
5
La imaginación era una característica que se les negaba a las mujeres en el
periodo. Las mujeres eran capaces de imitar pero no de imaginar y de crear. Esta ca-
racterística del creador romántico era considerada antifemenina. Las mujeres podían
crear copias de alta calidad pero no producir una creación independiente que surgiera
de su propia imaginación.
6
Guerra se inscribe como la maestra de Elena Torres, la que la impulsa a la
lectura. Este hecho también subvierte las feminidades tradicionales puesto que, como
señala Aldaraca, “La instrucción para la mujer era considerada peligrosa para su vir-
tud” (80).
7
La madre republicana fue el arquetipo femenino que triunfó en el romanti-
cismo argentino.
Novelando mujeres sujeto 99
8
La terminología que utilizo en este apartado procede del trabajo de Euge-
nia Molina, “Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde la
perspectiva metodológica de redes (1830-1852).” En la amistad instrumental “tiene
cierta relevancia la búsqueda del acceso a recursos sociales, políticos o intelectuales” y
esta “amistad sobrepasa las fronteras de grupo para establecer nuevos contactos perso-
nales” (402). Si bien Molina no incorpora el texto de Guerra por quedar fuera de su
periodo, creo que la aplicación de la teoría de redes es esencial para comprender las
estrategias que esta escritora pone en funcionamiento para legitimar su creación, sus
propuestas de mujeres como sujetos y su identidad como escritora e intérprete cultural.
9
La otra novela analizada por Mataix en este artículo es Lucía Miranda de
Eduarda Mansilla, publicada en 1860, el mismo año que la de Rosa Guerra.
10
María Cristina Arambel-Guiñazú y Claire Emilie Martin analizan, en Las
mujeres toman la palabra. Escritura femenina del siglo XIX, el valor de figura funda-
cional que tiene el personaje de Lucía Miranda en esta novela de Guerra (167).
11
El personaje de Lucía Miranda de Guerra es excepcional incluso dentro
de la producción narrativa de las escritoras decimonónicas, pues como indica Mary
Louise Pratt, en “Las mujeres y el imaginario nacional del siglo XIX,” en la mayoría de
los casos las protagonistas de sus novelas se imaginan como “marginales y mediadoras
cuya autoridad se construye a partir de la misma ambigüedad de su ciudadanía” (54)
que es la misma posición que tenían las escritoras. Sin embargo, la Lucía Miranda de
Rosa Guerra participa directa y activamente en el proyecto fundacional e impone una
forma de imaginar una futura nación mestiza de sangre y occidental-cristiana de cultu-
ra en la que ella misma estaría dispuesta a participar, uniéndose a Mangora, si no estu-
viera ya casada.
12
Guerra rechaza explícitamente los imaginarios literarios que configuran a
las mujeres dentro de una imaginería petrificada por la repetición y el estereotipo que
ella expone como la mujer-niña de quince años, con labios de coral, dientes de perlas,
ojos color de cielo, cabellos de ángel. Su Lucía ni mira siempre el firmamento “ni me-
nos se alimenta de suspiros y lágrimas” (19).
13
Remedios Mataix, en “Romanticismo, feminidad e imaginarios nacionales.
Las Lucía Miranda de Rosa Guerra y Eduarda Mansilla,” expone el valor modélico de
Lucía Miranda “como instrumento que pudiera ofrecer una feminidad ejemplar para
las lectoras del momento. Porque estas dos Lucías son, sin duda, personajes muy ‘mo-
dernos’: en ambos casos la protagonista es una mujer inteligente, madura, culta, que
decide su destino, ejerce una independencia de su esposo insólita para la época y exi-
ge, por tanto, la creación de un tipo literario femenino distinto a los que hasta entonces
había codificado la feminidad romántica” (215).
14
Este aspecto es importante porque el enamoramiento de Mangora no es un
amor a primera vista debido a la belleza física de Lucía. Mangora se enamora de Lucía
debido a su calidad humana, a su saber decir. Mangora queda seducido por la capaci-
dad oratoria de Lucía que es una de las características más preciadas por los románti-
cos argentinos de la primera y segunda generaciones románticas en “los hombres de
estado.”
15
La ideología nacional romántica de la Argentina postrosista permea toda
esta novela donde se enfatizan el refinamiento de hábitos, la civilidad y la sociabilidad
como una forma de identidad nacional. Son los presupuestos ideológicos del orden
burgués: progreso y civilización.
100 Elena Grau-Lleveria
16
De este modo, Lucía Miranda en la pluma de Guerra es una mártir nacio-
nal, con lo cual reivindica lo que Mary Louise Pratt, en “Women, Literature and Na-
tional Brotherhood,” analiza que se le negó a las mujeres: el morir por la patria (51-
52). La Lucía Miranda de Guerra renuncia a asumir la posición de “sobreviviente” y se
apodera de su destino, al compartir el mismo destino que su marido y compañero en la
empresa de colonización.
BIBL IOGRA F ÍA
Aldaraca, Bridget. “‘El ángel del hogar’: The Cult of Domesticity in Nineteenth Cen-
tury Spain.” En Theory and Practice of Feminist Criticism. Ed. Gabriela Mora &
K. S. Holoft. Ypsilanti: Michigan U P, 1982. 62-87.
Arambel-Guiñazú, María Cristina y Claire Emilie Martin. Las mujeres toman la pala-
bra. Escritura femenina del siglo XIX. Madrid: Iberoamericana, 2001.
Foucault, Michel. “Society Must Be Defended.” Lectures at the Collège de France
1975-76. Ed. Mauro Bertani & Alessandro Fontana. Trad. David Macey. Nueva
York: Picador, 1997.
Guerra, Rosa. Lucía Miranda. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, Departa-
mento Editorial, 1954.
Hanway, Nancy. “Valuable White Property: Lucía Miranda and National Space.”
Chasqui 30 (2001): 115-28.
Mataix, Remedios. La escritura (casi) invisible. Narradoras hispanoamericanas del
siglo XIX. Alicante: Anales de Literatura Española. Universidad de Alicante, 2003.
––––––. “Romanticismo, feminidad e imaginarios nacionales. Las Lucía Miranda de
Rosa Guerra y Eduarda Mansilla.” Río de la Plata 29-30 (2006): 209-29.
Molina, Eugenia. “Aportes para un estudio del movimiento romántico argentino desde
la perspectiva metodológica de redes (1830-1852).” Revista Universum 15 (2000):
399-426.
Pratt, Mary Louise. “Las mujeres y el imaginario nacional en el siglo XIX.” Revista de
Crítica Literaria Latinoamericana 19, 38 (1993): 51-62.
––––––. “Women. Literature and National Brotherhood.” En Women, Culture and Pol-
itics in Latin America. Seminars on Feminism and Culture in Latin America. Ber-
keley: U of California P, 1990. 48-73.
Sosa, Carlos Hernán. “En los umbrales del texto: Prólogos, legitimaciones, dedicato-
rias y complicidades (Notas sobre el uso del paratexto en algunas escritoras argen-
tinas del siglo XIX).” Verba Hispanica 13 (2005): 59-68.
Spurr, David. The Rhetoric of Empire. Colonial Discourse in Journalism, Travel
Writing and Imperial Administration. Durham & Londres: Duke U P, 1993.
Sternbach, Nancy Saporta. “‘Mejorar la condición de mi secso.’ The Essays of Rosa
Guerra.” En Reinterpreting the Spanish American Essay. Ed. Doris Meyer. Austin:
U of Texas P, 1995. 46-56.