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Relativo a las formas de supervivencia: eran otoños, nos estábamos besando.

Adyacente:

cielo consagración con lo caducifolio radicaliza el valor tiempo, regala centésimas no más,
escenas; carismáticas sentencias. Pequeños átomos sobre los cuales inscribirse y que el
sabor de tu boca me quede entendido en boca hasta que un cuerpo tenía que terminar el día.

Olores :

a racimo de fulgor fértil la virtud de la misma piedra y la tierra los cuadernos y


conjunciones consecuentes, interjección; tambaleantes llantos hacia la alfabética aunque no
en arguyo al deseo ni tampoco átono sino loba embebida en baile de luna y sincero a voraz,
de pura y alcalina compañía.

Relato:

ayer soñé varios a explicar graduable, tumultuoso y la velocidad de la semiología como


empedrados reconocibles para mi pavor; lo dificultoso del anonimato y la teoría de la
acción implícita; artículos para la profundidad de una longitud inverificable y fraguada,
locuaz, amantísima.

Olor a relato adyacente:

convergencia lírica en tanto encuentros, patíbulos y resurrecciones, agonías. El


desconcertante conflicto hacia la travesía de vivir sin conflictos. (Todo) punto del espacio
tiene una extensividad sublimada, en sí misma; subjetividades tantas como focos de
experiencia.
Propiciar es la palabra importante, digo: que no sé si necesito cómo llamarnos cuando ataca
el caudal de sí u olvido, que a veces necesito cómo llamarnos. Referencia estática a la
convalecencia que determina la herida primordial, aprender de los hechos y no de las
palabras y aunque no se entienda hay que seguir. (Pausa)

Un camping, cierta hermosa mujer que me salva, una falta de dinero (otra falta de dinero
diferente a la de hoy) y las hojas apiladas en colchón gravitatorio. Mi pie virgen de
estigmas, su resquebrajamiento cuando desnudo las reafirmo contra el piso lisérgico del
terreno cercano al tren sin furgón la tarde del último abyecto total o quizás la siguiente. Ese
mismo día en que la virtud de una amapola aislada se filtró ficticia y no así peligrosamente
la multidensidad de colores cuando la eternidad anochecía sobre todo la eternidad,
convenciéndome.

Me dirijo o debido digo desde ese día digiriendo dudas domables:


sentido que no merece escolástica,
tan solo una articulación:
peldaños-ocasiones-perplejas-discreciones.

Vos como célula de la incandilencia, un cuerpo acordillerándose (lo tuyo) y los primeros
mates que compartimos en el Bolsón, las otras melodías que se suceden desde nuestros
nombres hacia nuestro nombres. Diría que ahí empezó vida (unidad) que no nos pertenece y
aunque formalmente la insignia, el pasto siempre nos espera, la cursiva símil que desde tu
recuerdo nos asfixia y hoy no tengo nada más que la necesidad de escribir para tenerte por
lo menos ausente en algún lugar más que la fragilidad.
En tanto la claridad, digo:
bajo un techo que podría ser mundo o bien tribal o bien uno quizás revelación hasta casi
antídoto metódico solo porque será para siempre (pausa) que quede la duda una vez
inscripto en materia sustancia hacia la fecunda tangencialidad (y el rigor de relatarlo, pausa
prolongada) un relato intervenido como quizás lagos o flores o delimitaciones y marcas,
táctiles alfileres metafísicos al ojo pero no al cuerpo; ansiosa rima de noche extendida
lunada si solo y solo sí para siempre. (Reflexión obligada) Entonces (sí) los primeros días,
veo estrictamente tu aparición sobre fondo de ojo, fondo de montaña, temblor (propio) de
sujeto quebrado, cuaderno de cartón con la cúspide de dos días toda manchada de tinta

¿te acordás?

Que somos como un mártir roto, un juguete de madera que deviene del ocaso;
que si regalaran rarezas (si me estabas entendiendo, sí) preferiría quedarme dormido.

Tu aparición sobre fondo de montaña y mesa recóndita de camping casi alterno a partir de
comparación con dos semanas anteriores y los niños jugaban desnudos en el arroyo y vos y
yo nos mirábamos caminando de espacio crudo a espacio movible y quizás espejo y quizás
uno más o muchísimo más bien uno más y tertulia y por tanto:
mi universo pictórico y su sabia tolerancia a mis reiterativos intentos de escape.

Y lo litúrgico, decisiones en virtud de la composición; flecha irrefrenable tan


irrefutable como la casualidad y la casualidad como estamento del vigor, tus gestos
luminosos acompañados del pelo en dos y de la espalda de hormiga y la causalidad; los
recueros que bien desnudos o no tanto y la amalgama, el sopor, una renuncia desmedida
hacia todo lo nombrable.
Vigor de madera caoba o flores cuyo nombre desconozco y solo así podría estar realmente
enamorado.
Lugares desde los que una boca enuncia o enunciados embaucados en hogares y la canción
refugio a cuenta de espesor cordillerano y espesor de fina lluvia casi en el camino de barro,
casi y ya atravesado por lo que vendría después.

La reconstrucción de lo hecho concreto por sobre lo hecho apacible, determinación de no


espejo y tan solo flecha tan solo llanto en ese posterior cuarto de Colegiales casi un año
después mientras del cielo nada caía más que lágrimas de tus ojos y la módica referencia a
la finalidad de un cuerpo en tanto cuerpo en tanto lo dificultoso del anonimato en tanto el
paulatino desarrollo de la descreíble historia de la cultura en tanto sin creer en lo ella es
difícil creer en lo uno.
Vos:
¿cuánto tardan en esculpirse los cuerpos, Fausto?

Relato: caminarnos solos y solo por la experiencia, siendo algo más que transeúntes
y algo menos que personas, consignándonos en animalidades y suaves prospectos para un
amor sin significantes; la plaza nunca enrejada, el beso que (ese día) por tanto no te di y
que me habrías creído todo pero establecer la distancia y tu mano ridículamente suave
tomándome la punta del dedo índice para apretar el interruptor y llevarme a la mejor cama
que tuvimos ese invierno. Yo con el virus adentro y las punzadas en el abdomen debajo de
las costillas; los ruidos entre sueños, tu consciencia atravesando mi percepción, las juntas
soledades sísmicas soldadas en compañía, preciada e ignota la acumulación de caminatas
por Colegiales, mañanas, y las noches saboreadas de vino también saboreadas de cuerpo y
las hojas que en diciembre fueron asimiladas contra la tierra entonces lo estaban siendo
contra el adoquinado y la velocidad de lo certero confiscándole toda posibilidad semiótica a
la articulación de un encuentro con otro y a veces un cuerpo tenía que terminar el día antes
de lo previsto y también a veces todo contra el deber de la contradicción. Chacarita nos veía
correr abajo de la lluvia y en otra plaza una cerveza barata me acuerdo que te esperaba
sentado en una esquina y entonces mi pavor y ahora lo interminable de llevarte
consecuentemente adentro.
Encastrando reseñas en donde nos dejara penetrar el aire, coloración del acto continuo a
pesar de violencia intermitente, de transversalidad sobre lo exigible, una pautada
indiferencia para recitarse en el mismo ahínco que el propio movimiento reclamaba, que lo
manejen en rigor, que él siempre pide que lo acobijen ;
lo particular y lo desgranable y el momento casi terminal de si la finalidad o constituirse o
si son fauces o insignias o tan solo juguetitos de mimbre de sustancia cerebral de todo eso
que podría ser el engaño con los que nos recreamos y caemos y recitamos palabras
prudentes pero volvemos a caer.
Sobre tu cara, en silencio, puedo posarme prematuramente, intercalando
repeticiones maduras y la saliva en todo tu cuerpo, también apropiándome de las palabras
permisivas mientras te apilabas mezclando posibilidad con la posibilidad para decir que de
algo hay que comer, querido; de algo más que el aire. La pauta de lo que es y lo que es en
una hoja y lo que es en un espacio o en un espejo y que lo que es hacia lo que es
inequívocamente no podría no ser marginal.

Leerte en las gotas de la lluvia al fin sin comparaciones y digitando construcciones


sencillas: tu quietud en las mañanas de invierno.

Que toda forma libidinal es una forma de supervivencia


y las horas finitas con los labios parsimoniosamente pegados en el cuarto de paredes
blancas y un balcón inmediato hablando de la posesividad y los imaginarios y pisar sobre el
otro; pisar sobretodo en prodigiosos peldaños para perderse y puntualizarnos hacia los ojos,
acobijándonos ante lo dolor, ante lo guía, antelación al contorno anterior de tu cuello
contra mi mano frotada.

El semen de una brisa polar por la ventana en esa casilla del Tigre una mañana casi seis
meses después de asumir en cuerpo la condición terminal. Cinco tomas de un rollo
analógico y el turquito masturbando la heladera y el alcohol o el contraste del invierno y los
otros solo quietud y nosotros quemando (nosotros dos quemando) y el semen por la
ventana posterior al baile libidinal y a una erección perdida en las efemérides del tiempo.
Atributivo:
la gema deshaciéndose en mis manos las noches de todo un año, el bochornoso
desvanecimiento sobre lo propio y hacia lo propio cuando la ubicuidad de una presencia no
se corresponde con las necesidades de un deseo. El hábito de inmiscuir todo recuerdo a
contraimagen de un presente que supo haber sido ilusorio casi cáliz o diáfano o más dicción
premonitoriamente aún antes del desliz de precisar un asco genuino; digamos dos o tres
sílabas de realización, nubes que parecen incontables tanto al costado del arroyo como por
encima del camino de barro; mi cuello quebrado por mis propios brazos seis meses antes en
esa casilla del Tigre, una inspiración manchada fuera o dentro de la historia, los viajeros y
las novelas, el retorno, la famélica y direccionalmente inoportuna repetición de algunos
nombres.
Direccionalmente
inoportuna
repetición de algunos nombres.

Aquí le abriría un espacio al cielo estable, voluptuoso, un tajo sobre el vientre del umbral
tangible y qué tarde será la precisa para describir, además de los muebles y las calles y las
modas y nosotros: somos una forma de estar. Describir y algo más: cierto temor
inalcanzable a titubeos desaterciopelados y lo control como hecho absoluto en lo que bien
podría ser deseable por una semejanza o el día que empezó todo lo que digo está mal
dicho.

El niño (yo) haciendo exteriorizaciones en virtud de los requisitos del desorden ,


deseando que caigan las palabras o las ideas de las palabras tal como ellas mismas y no
como las pronunciamos y así crecen las plantas y las civilizaciones; la consciencia se torna
y nunca, él (el niño) hablándome de los límites y las manchas, el círculo que encierra el
círculo, solo y únicamente por el soslayo.
Referencia estable a la no soberanía del uno mismo sobre el uno mismo.
Lo fértil y por tanto la maduración del tacto, ya sin detalles erróneos ni sendos cercos
calcables para el mismo o para otro o para la complejidad del concepto en tanto todo lo
embadurnable.

Arte dice : trastornar el valor.


Yo: que entendeme, que hay literaturas cuyo único marco es su propia necesidad.
Que simplemente la no posibilidad de no aludir tu cara a los presagios del tiempo.
Aún permeabilizándonos; corresponder.

Lumínicamente resplandecer en la cúspide: atravesar una vida sin artificios.


.-Le pertenece al terreno de lo no enunciable:

(Ese Juguete Rabioso

que ahora somos Nosotros Dos;

una literatura unida en carne

con otras literaturas)

la Caminata Misiva.-

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