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Críticas al eurocentrismo
de las ciencias sociales occidentales
Eje temático El capitalismo neoliberal y sus críticxs: de la desposesión y el
gobierno a la construcción de alternativas.
Ignacio Testasecca(Universidad de Morón/Untref)
Nicolás Monpelat(Untref)
Guido Fernández Parmo(Universidad de Morón)
1. Introducción
En la siguiente comunicación intentaremos pensar a China como un modelo de
Modernidad alternativa. La experiencia de este país nos presenta una oportunidad para
descentrar a nuestro pensamiento fuertemente anclado en categorías forjadas por
Europa. En este sentido, decimos que China desafía a las categorías occidentales
tradicionales fundadas en el sistema mundo-moderno colonial.
Entre otros temas, el Estado chino se presenta actualmente como una alternativa tanto al
Estado Neoliberal como al Benefactor. Siguiendo a algunos pensadores chinos
contemporáneos, como Wang Hui, Lin Chun y Wang Shaoguang, nos proponemos
pensar a la política desde una perspectiva no eurocéntrica. Categorías como
“nacionalismo”, “distribución”, “mercado”, “socialismo” o “modernidad” se
transforman cuando crecen en las tierras de Mao.
Tomaremos al Estado como punto de comparación entre los dos proyectos (el europeo-
moderno-colonial y el chino-moderno-socialista), y a tres variables constituyentes del
mismo: la Economía, la Nación y la Representación.
Una mirada posible para analizar China consiste en pensarla como una Modernidad
alternativa. Siguiendo a LinChun (2006: 34), podemos afirmar que China logra un
camino alternativo a la Modernidad en el sentido de poder correrse de la impronta
eurocéntrica, capitalista y colonial que Europa proponía. El mismo planteo hace Wang
Hui cuando recuerda que el período que se abre luego de la Segunda Guerra Mundial
permitió “desmantelar el sistema inter-estatal eurocéntrico” en el que el mundo había
entrado (Wang Hui, 2009: 5).En efecto, la modernidad occidental responde al esquema
que Europa logra imprimirle al sistema mundo, donde se articula un nuevo patrón de
poder (Quijano, 2005: 230) que organiza a todos los pueblos en un esquema de centro y
periferia. Se establecen lazos de dominación de la producción donde el centro será
quien logra disponer de la acumulación del capital, reservando para la periferia un papel
de dependencia y subordinación.
En el caso de China, las potencias imperiales europeas buscaron, a mediados del siglo
XIX, su dominación a partir de las guerras del opio. Es en este punto donde puede
visualizarse el esfuerzo de Occidente por someter al mundo Chino al lugar reservado
para toda periferia. Una de las estrategias de dominio e incorporación a la modernidad
eurocéntrica fue la imposición de la forma Estado-nación como "estrategia narrativa,
dice Chaterjee, y como un aparato de poder" (2008:76). Este Estado, liberal, ha
mantenido, según la propia historia del capitalismo, dos grandes formas: el Estado
Benefactor y el Estado Neoliberal.
Por otro lado, el Estado Benefactor también genera esas condiciones pero a partir de una
producción en términos sociales o colectivos mediante una distribución de los ingresos
sin cuestionar la naturaleza del Capital. Produce subjetividades no atomizadas sino en
relación con una determinada comunidad nacional. Si el modelo neoliberal se ancla en
la economización de la totalidad de la vida, el modelo benefactor buscará anclarse en la
nacionalización, es decir, en un principio ideológico o imaginario común.
El capitalismo es quien sintetizará las nociones de individualidad y Estado-nación
(Chaterjee, 2008: 171) mediante el desarrollo de la sociedad disciplinaria. Allí, el
individuo, sujeto de derechos, átomo aislado, se articulaba perfectamente con aparatos
de dominio. El Estado Benefactor nace de esta ambigüedad de convertir a la nación en
un conjunto atomizado de individuos perfectamente homogeneizados.
Wacquant dice que en el Estado Benefactor hay un reconocimiento de derechos. En este
sentido, se parte de una concepción liberal de individuos como sujetos de derecho como
fondo de la nación. El Estado debe proteger esos mismos derechos y buscar el
empoderamiento de estos sujetos dentro de la contradicción de clase de la economía
capitalista (Wacquant, 2009: 80).
La estrategia que emplea es la de la Distribución para achicar la desigualdad social.
Según esta exigencia, la relación entre el mercado y el Estado se da como una captura
de la plusvalía. El foco está puesto en la Distribución pero no en la Producción de la
riqueza. Y el objetivo de la Distribución es la Nación como comunidad de sujeto de
derechos, todos ciudadanos individualizados, independientemente de sus clases sociales.
El modelo benefactor, así, busca homogeneizar individualizando y pone a la economía
al servicio de su proyecto normalizador. La economía debe estar sometida a esas
exigencias. Como si se tratara de un bien ajeno, ella debe ser puesta al servicio de la
nación de individuos-ciudadanos. En este sentido, supone una especie de disfraz del que
el neoliberalismo puede cínicamente prescindir: como si todo se tratara de un proyecto
de nación y no de las exigencias de las particulares formas históricas del modo de
producción capitalista.
Tanto el Estado Neoliberal como el Benefactor ocupan un lugar de partícipes de la
economía, esto es, de ser parte de un sistema que no depende de ellos. El Estado no es el
principio a partir del cual se define la economía, incluso cuando pueda poseer empresas
o industrias, sino que es el Mercado. El Mercado capitalista funciona como el principio
a partir del cual se definen las relaciones económicas: ningún poder por encima de él
puede operar. En este sentido, el Estado juega como un actor privado junto a otros
actores (administrando flujos económicos, controlando a la población o produciendo
bienes). Podríamos decir, entonces, que la Modernidad europea define un modo de vida
en donde la economía es el principio rector y primero. El capitalismo así es un sistema
en donde la economía está determinada económicamente, y esto quiere decir que todas
las variables de la vida deben quedar subsumidas a la lógica del Capital. La Modernidad
reemplazaba a Dios por el Capital.
3. El Estado-Partido en China
La clave entonces es identificar cuál es el principio a partir del cual se define la vida en
el modelo alternativo chino. Identificar ese principio equivale a definir el Estado-
Partido chino y, en definitiva, el socialismo con características chinas.
La relación con la economía
Si el Estado Neoliberal se mueve en la inseguridad, el Estado chino tiende, por el
contrario, a general condiciones de estabilidad. Esta seguridad se alcanzar mediante la
planificación. Planificar no es Distribuir. Esto quiere decir que el foco está puesto en la
Producción de la riqueza y no en su Distribución ni en su Garantía.
4. Conclusión
La conjunción del nacionalismo con la irrupción del socialismo de Mao permitió a
China comenzar un camino alternativo a la Modernidad al distanciarse del modelo del
Estado-nación, del individualismo disciplinario y del mercado como principio rector de
la sociedad.
Mientras que Occidente eligió la vía capitalista, democrática, liberal e imperialista,
China, desde 1949, ha buscado una modernización corriéndose de los estándares
señalados por el sistema mundo moderno colonial. El socialismo chino, con su
economía planificada, se presenta como una alternativa a la modernidad occidental-
colonial. Por esta razón, la Revolución era tanto socialista como nacionalista: al mismo
tiempo se luchaba contra el Capital y el Imperialismo de Occidente. No podía ser de
otra manera: eran lo mismo. El socialismo de Mao era tanto una ideología de la
modernización como una crítica a la modernización capitalista euronorteamericana. Sin
embargo, esto no implicaba una crítica a la modernización per se, por el contrario,
cuestionaba la forma o estadio de la modernización capitalista basada en una ideología
revolucionaria y desde un punto de vista nacionalista (Wang Hui 2009:166).
La modernización socialista, más allá de ciertos procesos que tuvieron malos resultados,
es considerada por LinChun, la única opción viable en países como China involucrados
en una economía de guerra (2013 :75). La opción es modernidad revolucionaria o
colonial. La primera opción es por un lugar en el mundo mediante la lucha por la
liberación y modelos autónomos que atiendan a lo propio; en cambio la segunda opción
es ingresar a la historia no como sujetos sino como meros objetos de la fuerza
destructora del capitalismo.
La modernidad socialista en China instaurada a partir de 1949 implicó no solo un
desarrollo nacional, que abarcó el crecimiento humano y social, sino también una vida
política. Esta última, considerablemente participativa en la que los ciudadanos actuaron
desde sus lugares de trabajo, comunas de residencia, como así también en las campañas
masivas a favor de transformaciones sociales. Por lo tanto, la revolución transformó la
china tradicional y en consecuencia su lugar en el mundo (LinChun 2013: 71).
China nos muestra que la Historia no es homogénea ni única y que, por lo tanto, hay
alternativas al modelo hegemónico occidental. Si hay futuro será porque, como dice
Wang Shaoguang, "el pueblo chino no cree en el fin de la Historia" (Wang Shaoguang,
2012: 66).
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