28 agosto 2007
Pensamientos acerca de Pensar
por Edward Espe Brown
Saber qué hacer con los pensamientos errantes es tal vez
el mayor reto para las personas que meditan.
En mi primera entrevista formal con Suzuki Roshi no
sabía qué decir. Tal vez no sabía realmente qué decir, o
nada de lo que estaba pensando tenía importancia para ser
dicho. Yo era joven y sincero, y quería causar una buena
impresión. Después de un par de minutos sentados en
silencio el uno en frente del otro, me empecé a relajar y
Suzuki tomó la iniciativa.
- “¿Cómo va tu meditación?”
- “No muy bien,” respondí.
- “¿Qué es lo que no va bien?”
- “Pienso mucho.”
- “Y, ¿cuál es el problema con pensar?” me preguntó.
Me dejó desorientado. Cuando busqué el problema
con pensar en concreto, no podía encontrar ninguno. Mi
respuesta consistía en contarle lo que se debe y lo que no
se debe hacer en la meditación.
“Se supone que no debes pensar durante la
meditación,” dije. “Se supone que tienes que silenciar a tu
mente.”
“Pensar es algo bastante normal, ¿no crees?”
Tuve que dar la razón a Roshi, quien me explicó
entonces que el problema con pensar no era pensar en sí,
sino cuando los pensamientos se queden bloqueados.
Cuando la gente me dice que la meditación es
“difícil”, lo que realmente quieren decir es que mantener
sus mentes quietas o dejar de pensar es lo que es realmente
difícil. Y al igual como yo cuando era un estudiante nuevo,
son extremadamente reacios a examinar la situación con
más dedicación. No es tan sencillo. Y cuando algo no es
sencillo, la mejor forma de solucionarlo es ceñirse a las
normas.
He conocido a personas que se han dedicado
completamente al “no-pensar”, y cuando les pregunto si
hayan llamado a sus amigos para decirles que se van a
retrasar, dicen “No, no pensé en ello”. Este no es un
fenómeno nuevo. Un viejo maestro Zen chino dijo una vez
“Algunos de vosotros me tomáis de forma literal cuando
digo ‘No penséis’ y hacéis que vuestras mentes se
conviertan en rocas. Esta es una causa de inconciencia y
una obstrucción en el Camino. Cuando digo que no
penséis, lo que quiero decir es que si tenéis un
pensamiento, no penséis nada de él.”
La Mente Contra la Mente
La capacidad de pensar es un elemento esencial en
nuestras vidas. Necesitamos planificar, tomar decisiones y
comunicarnos. El problema no es que pensemos, sino que
no hayamos tenido un pensamiento realmente nuevo
durante la mayor parte de nuestra vida. En otras palabras,
nuestros pensamientos son fijos.
Por ejemplo, si yo creo que nadie me quiere, ¿crees
que le voy a dejar a alguien que me haga cambiar de idea?
De ninguna manera. Puedo explicar cualquier evidencia
contradictoria: “No me conoces lo suficiente”; “Si
realmente me conocieras, ya no me querrías”; “Tú sólo te
estás portando como si me quisieras para sacar provecho
de mí”. Pensar tiende a ser a favor o en contra (y a ser
intolerante frente a pensamientos que no son claramente
compatibles con el tuyo). A menudo se refiere a este
fenómeno como “la enfermedad de la mente es enfrentar
la mente contra la mente”.
Más que eliminar el pensamiento, se podría decir que
una de las habilidades básicas a desarrollar en la
meditación es la de ser capaz de mantener pensamientos
contradictorios, calmando el impulso de eliminar la
oposición. Un ejemplo obvio es el de estar sentado quieto.
Quieres estar sentado quieto, entonces ¿puedes tener el
pensamiento de moverte y a pesar de ello permanecer
quieto? ¿O tienes que hacer lo que te dicta ese
pensamiento?
Si estar sentado quieto significa eliminar el
pensamiento de moverte, tal vez encuentres la meditación
difícil, porque la forma de eliminar el pensamiento será
tensar los músculos y esto hace que permanecer sentado
sea bastante doloroso. Agarrarse a un pensamiento tal
como, “No me voy a mover,” también tensa los músculos.
Esto es lo que te mantiene ocupado gran parte del tiempo,
por lo que si realmente quieres soltarlos y calmar el cuerpo
y la mente, los pensamientos van a aparecer uno tras otro.
El truco consiste en que no te importen.
 Se podría decir que el objeto de la meditación es
liberar los pensamientos y, entendiendo esto, estarás listo
para examinar qué hacer con el pensamiento durante la
meditación. Hay dos estrategias básicas. Una es hacer algo
más que pensar y usar tu pensamiento para ayudar a
conseguirlo. La otra es dar a tu pensamiento algo de hacer
distinto a lo que habitualmente hace.
Es importante tener presente que el objetivo no es
eliminar el hecho de pensar. Oigo esto todo el tiempo:
“Estoy cansado de mis pensamientos. Quiero de una vez
por todas deshacerme de ellos”. Como tus pensamientos
saben que quieres quitártelos de encima, se van a agarrar
a ti todo lo que puedan.
Entonces, ¿qué es lo que se debe hacer con los
pensamientos durante la meditación? La primera
estrategia, fundamental en el Budismo, especialmente en
el Zen, enfatiza la postura y la respiración. Empleando
energía y dedicación, lleva toda tu atención a ellas en vez
de a tu pensamiento.
Esto significa enfatizar la postura recta de la columna
incluyendo curvar hacia dentro la parte baja del sacro y
mantener el cuello alargado. Y no tengas miedo de pedir a
tu pensamiento ayuda cuando la necesites. ¿Se está
acortando el cuello y saliendo la barbilla? Eso es un aviso
importante de que el pensamiento está floreciendo y
cuando tu pensamiento se dé cuenta de ello, debes estirar
el cuello otra vez. También puedes ocupar tu pensamiento
contando la respiración, por ejemplo las exhalaciones, o
sintiendo el aire entrando y saliendo.
¿Preguntas?
La segunda estrategia requiere dar a tu pensamiento
alguna tarea. Buenas maneras de hacerlo incluyen el
estudio Koan en Zen, la práctica de notar en Vipassana, y
cualquier otra fuente de propuestas creativas. Por ejemplo,
podrías retar a tu pensamiento con preguntas específicas,
tales como, “¿Cómo era tu cara original antes de que tus
padres nacieran?” (Dale vueltas a eso durante un rato). O
podrías practicar tomando notas mentalmente, como
resulte adecuado en cada caso: “pensamiento”, “juzgar”,
“planificar”, “recuerdo”, “enfado”, “alegría”, “ver” u
“oír”.
También existe el Koan del día a día: Pregunta a tu
pensamiento, “¿Qué es lo que realmente quieres?” o
“¿Qué es lo más importante?” Cualquiera de estas
actividades mantiene al pensamiento ocupado. En cierta
forma, lo que estás haciendo es invitar a tu pensamiento a
unirse a ti en tu meditación en vez de excluirlo. Esto es
parecido a cómo trabajarías con un niño, explicándole,
“Lo que estamos haciendo es meditar, y me gustaría que
me ayudaras observando mi postura, sintiendo la
respiración, o lo que sea en lo que nos estemos centrando.”
La tercera estrategia consiste en hacer un trato con tu
pensamiento: Déjame solo ahora y estaré contigo en un
© 2007 Yoga Journal & Edward Espe Brown
Fuente: http://www.yogajournal.com/article/practice-section/thoughts-on-thinking
rato. El secreto aquí es que no estás tratando de deshacerte
de tu pensamiento de forma permanente, sino sólo
temporalmente. Esto es parecido al modelo padre-hijo:
“Escucha cariño, estoy muy ocupado ahora mismo, no me
molestes ahora. ¿Podrías jugar un rato tú solo y después
jugaremos juntos?”. Tú directamente le dices a tu
pensamiento que te deje en paz (suspenda el juzgar, el
cotilleo, el hacer comentarios y así puedes meditar) y te
pones de acuerdo en escucharle a tu pensamiento después.
Pero incluso con esta estrategia, tu pensamiento, a
veces, puede sospechar. Aprendí a manejar este obstáculo
con un logopeda cuando tenía problemas para expresarme
en las reuniones.
- “Dime lo que querías decir,” me soltó.
- “No puedo.” Cuando preguntaba por qué no, le
expliqué: “Mi pensamiento no me deja. Me dice que no
será suficientemente bueno.”
Me dio unas instrucciones: “Pide a tu pensamiento
que vaya a la sala de al lado mientras tú hablas, y
prométele que volverás con él cuando hayas terminado.”
- “No se irá.”
- “Hay una televisión allí.”
- “No se cree que volveré con él.”
- “Prométeselo.”
- “Aun así no se irá,” me lamenté.
- “¡Cierra la puerta! ¡Con fuerza si necesario!”
insistió.
Finalmente, le dije lo que quería decir en la reunión.
“Ahora pregunta a tu pensamiento que qué pensaba,” me
dijo. Mi pensamiento estaba encantado y aliviado al
consultarle: “Eso ha estado bastante bien,” me ha dicho (el
pensamiento). Pero mi terapeuta no había terminado. “Y
ahora pregunta a tu pensamiento si tiene alguna sugerencia
de mejora.”
Mi pensamiento estaba encantadísimo y respondió
educadamente: “Podrías haber probado esto o enfatizado
aquello un poco más.”
Este fue un cambio fundamental respecto a la forma
habitual de decirle a mi pensamiento que se vaya y me deje
en paz. Aquí le pedí a mi pensamiento que estuviera quieto
y observara de cerca lo que estaba sucediendo para luego
comentármelo.
Estáte siempre consciente de que tú y tus
pensamientos apuntáis hacia descubrir formas creativas,
cautivadoras y disfrutables de meditar, así como de vivir,
despertarse y beneficiarse el uno del otro. Piensa en tu
pensamiento como en un amigo espiritual y no como en
un adversario.
Edward Espe Brown es un sacerdote Zen y el autor de The
Tassajara Bread Book (Shambhala, 1995) y Tomato
Blessings and Radish Teachings (Riverhead Books,1997).