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LA LENGUA, LOS NIVELES Y LA NORMA (primera conferencia)

1. ¿Qué entendemos por lengua española?

1.1 Correspondencia nación-lengua


Según afirma Manuel Seco, la lengua es un ente en constante evolución. Trazar límites sobre lo que en
ella es correcto o incorrecto sólo puede hacerse refiriéndose a determinado momento histórico.
La lengua, en su sentido más corriente, es el sistema de signos sonoros formados con el aire de los
pulmones, y que es propio de cada comunidad humana. Sin embargo, tendemos a asimilar con infantil
ingenuidad las fronteras lingüísticas con las políticas (las naciones); así pensamos en el francés como lengua
de Francia, o el español como lengua de España.
No obstante, la correspondencia nación-lengua, aunque es común, no siempre coincide. Así, aunque
afirmamos que el español es la lengua de España o el francés, de Francia, también son lenguas de otros
países.

Otra realidad que desmiente la correspondencia nación-lengua es la coexistencia de dos o más lenguas
en una misma nación. Unas veces en condiciones de igualdad, disfrutando todas ellas de carácter oficial;
otras, ostentando tal carácter solamente una de ellas. La lengua española es la lengua oficial en toda España,
aunque comparte la oficialidad en algunas comunidades autónomas.
Así, la cuestión no es tan clara como parece. China por ejemplo, tiene 6 sistemas lingüísticos diferentes,
algunos de ellos totalmente incomprensibles ente sí. Pero se habla del “chino” en general. Sus hablantes de
entienden gracias a la escritura ideográfica, que no guarda relación entre los caracteres y los fonemas, sino
que relaciona el carácter con la realidad, Es lo mismo que ocurre en Europa con los números, que se
representan mediante signos fónicos distintos en las diferentes lenguas (cinco cinq, five), pero que, al
representarse con el mismo grafema en todas ellas (5), permite la comprensión por parte de todos.
Algo parecido a la situación del chino es lo que ocurre con el árabe, que es diferente en las distintas
naciones en las que se habla, pero en la escritura se utiliza el árabe clásico, que es comprendido por los
habitantes de todas las comunidades árabes. Es el mismo caso que se producía en la Europa medieval con el
latín, que era la lengua a la que recurrían los ilustrados para comunicarse.

1.2 Criterios para establecer la noción de comunidad lingüística: geopolítico, estructural y


sociológico
Dentro de los criterios geopolíticos nos encontramos con la situación de España. La lengua española, por
un lado, es la lengua oficial de toda España, a pesar de la existencia de otras lenguas hermanas dentro de la
nación; y, por otro lado, compartirá la oficialidad con otra lengua en determinadas CC. AA.
Sin embargo, en otros casos la solución no es tan clara. Por ejemplo, China cuenta con 6 sistemas
lingüísticos principales, lo cual no es óbice para que todo el mundo hable de la lengua china como un todo
unitario. En este sentido, hay que tener en cuenta un aspecto: la escritura ideográfica usada por los chinos
que, a diferencia de las europeas, carece de relación con los fonemas y representan directamente los objetos.
De esta forma, y frente al inconveniente que supone el aprendizaje de varios millares de caracteres, este
sistema ideográfico hace posible la perfecta comunicación escrita entre individuos que de ningún modo
podrían entenderse oralmente.
En cuanto al criterio sociológico, Halliday, McIntosh y Strevens lo definen utilizando como base el
concepto de comunidad lingüística. Según estos autores, una comunidad lingüística es un grupo de
personas que se consideran a sí mismas como hablantes de una misma lengua (así, los chinos, como
hablantes de chino, se ven como comunidad lingüística; en cambio, los escandinavos no se denominan
comunidad lingüística, al no considerar sus hablantes que hablen una variedad de la lengua escandinava,
sino que su lengua es el noruego, sueco o finlandés).

1.3 La comunidad lingüística hispánica


En el mundo hispánico, el gallego y el portugués no pertenecen a una comunidad lingüística a pesar de que
son tan inteligibles recíprocamente como el castellano de Soria y el castellano de Río de la Plata, que sí se
sienten dentro de una misma comunidad. Este concepto tiene interés, porque refleja la actitud del hablante
hacia su lengua y hacia su manera de usarla. La conciencia de hablar una determinada lengua implica un
sentimiento de solidaridad entre todos sus hablantes y actúa de forma más o menos consciente sobre el uso
individual de este instrumento comunicativo.

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Es un hecho evidente que los españoles, losmexicanos, los cubanos, los puertorriqueños, los
centroamericanos y los sudamericanos, exceptuados los brasileños y los guyaneses, constituimos todos una
comunidad lingüística, puesto que todos nos consideramos y somos considerados hablantes de una misma
lengua. Esta comunidad en una de las 5 mayores del mundo.

1.4. ¿Castellano o español?


Curiosamente, los hispanohablantes no saben muy bien cómo se llama su lengua: ¿castellano, español,
lengua oficial? La Constitución Española de 1978 establece: “el castellano es la lengua española oficial del
Estado”, y las Cortes adoptaron el nombre de castellano para referirse a nuestra lengua. Por ello, según
Manuel Seco, el término “español” resulta superfluo.
Según matiza Seco, español y castellano son ambos igualmente aceptables para el uso común. Señala que
en algunas regiones se usan indistintamente, y que el hecho de que en algunas zonas peninsulares y de
América se prefiera el uso de “castellano” se debe a una larga tradición. Para el caso sudamericano, hay que
unir a esta causa el recelo al colonialismo. En las zonas bilingües de España, el uso casi exclusivo de
“castellano” es una denominación más apropiada, pues españolas son también el gallego, el catalán o el
vascuence.
Según Seco, el empleo sistemático del nombre “castellano” con negación del nombre “español” implica
una inexactitud, la de suponer que la lengua oficial de España y de todas las regiones hispanoamericanas es
patrimonio de una sola región. Idea falsa, pues la lengua castellana hace ya muchos siglos que no es
propiedad de Castilla, sino de todas las regiones y naciones que la tienen como medio de comunicación.
Sólo existen dos casos en los que lo adecuado es, precisamente, el empleo de “castellano”: uno, por
exigencia de exactitud histórica y científica cuando se trata de designar la lengua que durante la Edad Media
fue privativa del Reino de Castilla; y, en segundo lugar, cuando en un mismo contexto aparece esa lengua
general al lado de otra lengua de España (por ejemplo, lengua vasca y lengua castellana).

2. La lengua como abstracción. La distinción saussureana entre lengua y habla


La lengua, entendida como una entidad de rasgos bien definidos, constituye una abstracción, porque se
está haciendo referencia a un sistema de signos, a un código de comunicación que está al servicio de una
comunidad. Sin embargo, al hacerlo así, se omite conscientemente la diferencia que existe entre el sistema
en sí y su utilización concreta en cada momento.
La lengua es un conjunto de posibilidades, de las que cada hablante aprovecha unas pocas en cada acto
de comunicación. Se trata de una distinción que Saussure enseñó entre la lengua y el habla: “la lengua es la
parte social del lenguaje exterior al individuo, que por sí solo no puede crearla ni modificarla. No existe más
que en virtud de un contrato de los miembros de la comunidad. El estudio del lenguaje comporta dos partes:
la una, esencial, tiene por objeto la lengua que es social en su esencia e independiente del individuo; la otra,
secundaria, tiene por objeto la parte individual del lenguaje”.
El lenguaje es la capacidad de la especie humana para comunicarse por medio de un sistema de signos
que constituye la lengua.
Saussure establece la oposición lengua/habla. Considera la lengua como un producto social, mientras
que el habla es un producto individual del lenguaje. La lengua es una institución social en tanto que el
individuo la recibe y la interioriza de forma pasiva y no puede ni crearla ni modificarla, puesto que consiste
en un conjunto de impresiones depositado en la conciencia de todos los miembros de una comunidad
hablante. Constituye un código común a todos los hablantes de una lengua. Se trata de un sistema de signos
cuyos elementos toman valor precisamente por las relaciones que los vinculan entre sí. Saussure ilustra esta
idea con una comparación con el juego del ajedrez, en el que, si se sustituyen las piezas de madera por otras
de marfil, el cambio que se produce no altera el sistema, pero la disminución o el incremento del número de
piezas sí afectaría profundamente el juego. El valor de cada pieza depende de su posición en el tablero, del
mismo modo que, en la lengua, cada elemento adquiere su valor por oposición a los demás.
El habla, al contrario que la lengua, es un acto creativo; la manera personal de utilizar ese código que es
la lengua. Como opuesta al acto pasivo de recepción y asimilación que constituye la lengua, el habla es el
dominio de la libertad creadora individual.

3. Niveles de lengua (en función del sujeto hablante)


Para cada hablante, la lengua se presenta determinada por dos coordenadas, una horizontal (geográfica) y
otra vertical (socicultural).

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3.1. Variedades geográficas (coordenada horizontal)
La coordenada horizontal es la geográfica. Por nuestra experiencia, sabemos que no son superponibles las
formas del español propias de Andalucía, Argentina, México, etc., no por el uso individual de cada hablante,
sino por la presencia de un conjunto mayor o menor de variantes. El conjunto de esas variantes se designa
vulgarmente como acento (decimos que alguien habla con acento aragonés, cubano…). Las variantes no
sólo se basan en la entonación, sino que afectan a diversos aspectos del sistema fonológico, del léxico y de
la gramática.
Las variedades geográficas de la lengua española están determinadas, en su mayoría, por el bilingüismo.
Así, el castellano hablado por catalanes presenta rasgos fonéticos determinados (relajación de la a tónica,
entonación característica, etc.), peculiaridades gramaticales (han habido) y en el léxico, se observan calcos
semánticos (pedir por preguntar, vengo por voy), préstamos (chafardear, empreñar, encante). Igual pasa con
el gallego y sus peculiaridades fonéticas (caráter), léxicas (préstamos y calcos como sacarse la gorra por
quitarse la gorra).
No obstante, el grado de peculiaridad que presenta el castellano en boca de españoles que tienen otra
primera lengua no es más marcado que el de los españoles de otras zonas no bilingües. Así, la fonética
andaluza, canaria, extremeña, etc., ofrecen rasgos bien acusados. Así en el plano gramatical, son típicos de
Castilla el leísmo y el laísmo. Todas estas diferencias, en su mayoría poco acusadas, que tiñen el español
hablado en una determinada región, constituyen en conjunto una variedad geográfica de la lengua común.
Se producen variaciones de región en región, de comarca a comarca y de aldea en aldea.

3.2. Variedades socioculturales (coordenada vertical)


La coordenada vertical está constituida por los diferentes estratos culturales en que se reparte la comunidad
hablante dentro de un lugar determinado. De acuerdo con esta coordenada sociocultural, existen en la lengua
una serie de niveles que suelen reducirse a dos: el culto y el popular.
Se distinguen entre sí por el empleo exclusivo o preferente de unas determinadas formas fonéticas,
gramaticales y léxicas. No hay una rígida separación de los estratos. Pero es evidente su existencia para los
propios hablantes: el individuo de nivel alto evita los rasgos populares, mientras que el de nivel más popular
evita hablar fino o cursi. Las interferencias son muy abundantes (tacos en la boca de hablantes
pertenecientes a la clase educada).
La coordenada sociocultural se encuentra en estrecha relación con la coordenada geográfica, de manera
que cuanto más bajo sea el nivel sociocultural del hablante, más acusados son en él los particularismos
locales. Inversamente, cuanto más alto es aquel nivel, más exento se halla el hablante de dichos
particularismos.

3.3 Las “extralenguas”


Al margen de la lengua común en sus distintos niveles, existen además las lenguas especiales. Por un lado,
como forma marginal del nivel culto, el lenguaje técnico, que no es solamente el lenguaje de la tecnología,
sino el de las distintas ramas del saber, tanto en su vertiente teórica como aplicada. Por otro lado, como
forma marginal del nivel popular están las jergas.
Cada una de estas dos extralenguas, técnica y jergal, se divide en muchas ramas. Así, no hay solamente
un lenguaje técnico, sino tantos como ciencias y técnicas. Igualmente, en el lenguaje jergal, hay que
distinguir las de los distintos oficios y profesiones (mecánicos, pescadores, etc.), y las de los delincuentes y
los llamados, en general, marginados. Este último grupo se distingue, además, por su carácter críptico, es
decir, por el propósito de no ser comprendido por individuos ajenos al grupo.
Todas las lenguas especiales de uno u otro nivel hacen uso del mismo sistema fonológico y gramatical de
la lengua común en su respectivo nivel; tan sólo se caracterizan, pues, por un léxico propio, limitado al
campo de la actividad en cuestión.
Como los usuarios de las lenguas especiales las emplean sólo para una parcela de su vivir diario, y fuera
de esa parcela hacen uso de la lengua común, son verdaderamente personas bilingües y por ello no es raro
que pasen a esta lengua común, préstamos procedentes de las otras, los cuales, a veces, acaban siendo
adoptados por la lengua general.

4. Niveles de habla (en función de la situación de comunicación)


A las variedades que están en función del sujeto hablante, sus circunstancias personales, lugar de
nacimiento, educación, nivel profesional y económico, bagaje cultural…, Seco las denomina niveles de

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lengua, y son estables para un mismo individuo, es decir, cada hablante usa una determinada variedad, y la
usa siempre. Otros lingüistas las llaman dialectos; otros, niveles de uso.
Pero hay otras variedades lingüísticas que no están propiamente en función del sujeto hablante, sino en
función de sus actos reales de comunicación, que están determinadas por las circunstancias en que pone en
uso esa variedad de lengua que le ha sido dada. No dependen del hablante mismo, sino del destinatario de su
mensaje. Dentro de las variedades, tiene que escoger según las circunstancias concretas del momento de la
comunicación, una concreta manera de expresarse que sea la adecuada a esas circunstancias. El surtido de
variedades entre las que en ese instante puede y debe elegir el hablante se suele llamar registros, aunque
Seco prefiere el nombre de niveles del habla porque afectan exclusivamente a los actos de uso de la lengua,
es decir, al habla.

4.1 Ejes de las relaciones sociales


Los niveles de habla están basados en los dos ejes de las relaciones sociales: un eje vertical, el del poder, y
un eje horizontal, el de la solidaridad.
Cuando nos dirigimos a otra persona llamándola de tú es o porque nos consideramos socialmente
solidarios con ella (es un miembro de la familia, un compañero de trabajo…), o porque nos consideramos
socialmente poderosos con respecto a ella, que es lo que ocurre cuando un adulto dirige la palabra a un niño,
o la señora a la sirvienta. El tratamiento de usted está determinado por los mimos factores (a un señor
desconocido con el que comparto la parada del autobús-trato ocasional, o al dueño de mi trabajo porque
aunque trabajamos juntos él es el jefe y yo el esclavo- caso de relación de poder)
El sistema de uso de los pronombres tú y usted, aunque hoy bastante inestable, es la manifestación más
elemental de los niveles de habla.

4.2. Clases de niveles de habla


En líneas generales, se clasifican los registros o niveles de habla en formales e informales, clasificación
que debería subdividirse en muchos matices, dependiendo de las posibles situaciones de la comunicación,
pero, en todo caso, el factor esencial es el interlocutor.

5. La norma o lengua estándar


Cada hablante, dentro de su cerebro, tiene el sentimiento de comunidad lingüística que forma parte de
nuestro instinto social. Ese sentimiento se genera sobre una noción fundamental, la norma.
Entre la lengua, sistema de signos a disposición del hablante, y el habla, utilización concreta e individual
de ese sistema, se intercalan una serie de imposiciones y condiciones que la sociedad tiene establecidos, y
que actúa de filtro entre lo que teóricamente se podría decir y lo que de hecho se puede decir. Por ejemplo,
de acuerdo con la norma, el que vende algo se designa por un nombre con el sufijo –ero, por lo que quien
vende pan sería panero, y el que vende flores sería florero, pero la norma impone el veto y manda decir
panadero y florista.

5.1. Criterios para establecer la norma


La norma tiene siempre su fundamento histórico, aunque muchas veces carezca de fundamento lógico.
Podemos no estar de acuerdo con ella, pero debemos someternos a ella, porque ella representa los poderes
fácticos del idioma.
La primera exigencia de un sistema de normas es la eficacia de la comunicación. La diversidad de
formas lingüísticas coexistentes dentro de una comunidad puede hacer defectuosa la buena comunicación
entre los distintos miembros de la comunidad. Por ello, es necesario aspirar a una forma de lengua unitaria
que sea reconocida por el conjunto de los usuarios. Esta forma de lengua de importancia vital para una
comunidad lingüística recibe el nombre técnico de norma estándar, y es el medio de comunicación
considerado óptimo, que prescinde de las variedades sociales o locales de cada individuo o grupo.
Los criterios existentes para determinar cuál es esa lengua modelo hacia la que deben tender los
esfuerzos normativos fueron clasificados por Jespersen de la siguiente forma:
 El criterio de autoridad. Es al que apelan las personas cuando aseguran la corrección o
incorrección de una forma, basándose en lo que dice el diccionario.
 El criterio geográfico. Al que recurren, por ejemplo, los que opinan que donde mejor se habla
español es en Valladolid.
 El criterio literario. En él se fundan quienes proclaman el uso de los escritores del Siglo de Oro.
 El criterio aristocrático, según el cual el mejor lenguaje es el de las personas distinguidas.

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 El criterio democrático. Lo único que considera es el número de los que usan una palabra o una
forma.
 El criterio lógico. Juzga la corrección de una forma lingüística de acuerdo con su conformidad
con las leyes universales del pensar.
 El criterio estético. Rechazan determinadas formas apoyándose en que no les gustan o suenan
mal.
Todos estos criterios tienen algo positivo, aunque ninguno es válido por sí solo. Lo lingüísticamente
correcto es aquello exigido por la comunidad lingüística determinada a la que se pertenece. El criterio
democrático parece ser el favorito, porque representa el uso, según los lingüistas.

5.2. La nivelación lingüística. La misión del lingüista


Para Seco, es necesaria la existencia de una lengua unitaria para toda la comunidad lingüística, que esté
desprovista de particularismos, lo que se denomina una lengua estándar, un medio de comunicación
considerado óptimo. De este modo es necesaria una nivelación para garantizar la intercomunicación. Se
imponen unos modos comunes de comunicación.
El lenguaje es un hecho humano y, como tal, sometido a la voluntad humana, no sólo a la de quien propone
un uso, sino también a la de quien decide seguirlo. Lo que conduce a hablar de una dirección impuesta a la
lengua.
Aunque sea deseable lograr una nivelación lingüística, es una utopía suicida pretender que esa nivelación
se realice hacia abajo, hacia el nivel popular. El nivel popular de la lengua no sólo carece de unidad, sino de
la precisión y del caudal indispensable para servir de instrumento de comunicación en una sociedad. Este
nivel sólo es suficiente para el medio en que se usa (doméstico, familiar, coloquial).
Por tanto, la nivelación lingüística debe realizarse hacia arriba. El progreso de una nación ha de empezar
por el progreso en su educación lingüística.
En esta tarea, desempeña una importantísima labor el lingüista. El lingüista, como especialista del idioma,
tiene la misión de examinarlo y analizar el lenguaje constantemente, pero además tiene la responsabilidad
de exponer su opinión de usuario públicamente para influir sobre el idioma común en un sentido de mayor
unidad y de mayor utilidad para todos los hablantes.

ESTABILIDAD Y CAMBIO EN LA ESTRUCTURA DE LA LENGUA (segunda


conferencia)

1. Adquisiciones y pérdidas en la lengua patrimonial


Nuestra experiencia registra a menudo una palabra o un cliché de moda que antes no existía o que no
sabíamos que existía, y los adoptamos e incorporamos con total naturalidad en nuestro decir habitual. A lo
largo de nuestra vida se produce una constante adquisición de masa lingüística, en forma muy intensa en los
años infantiles y juveniles, y de manera más paulatina en la edad madura, hasta hacerse casi o totalmente
nula en la senilidad.
La adquisición no sólo individual sino colectiva de los neologismos se produce en la mayoría de los
casos de manera inconsciente. Pero junto a esta adquisición individual y colectiva de estos elementos
lingüísticos, se produce una pérdida de otros.

2. La evolución de la lengua. El cambio lingüístico


La lengua, en su conjunto, está constituida por una gran masa de usos que se retienen de los estados
anteriores, pero esa masa está en constante evolución. Esta evolución implica la desaparición constante de
muchos elementos, cuyo lugar es también constantemente invadido por otros nuevos.
Las causas del cambio lingüístico son siempre los mismos: las necesidades de la comunicación, que a su
vez están subordinadas a la evolución de la sociedad.
La intensidad con la que estas causas actúan sobre las diversas fachadas del idioma es desigual. El léxico
es siempre el más inmediatamente afectado, más suavemente lo es la gramática y, por último, de manera
más difícilmente perceptible lo es la fonología.
El cambio lingüístico se produce como consecuencia de necesidades expresivas que no son iguales para
cada generación y, además, el cambio no implica aniquilación de lo anterior, sino conservación selectiva de
aquella parte del pasado que aún tiene alguna vigencia en el presente.

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Algunos lingüistas han defendido que la lengua no sufra estos cambios, que se quede como está. El
primero en adoptar esta postura fue Elio Antonio de Nebrija, que decía (en 1492) que nuestra lengua estaba
tanto en la cumbre, que más se puede temer el descendimiento de ella que esperar la subida.
Otros autores, en cambio, como Jerónimo de Feijoo se rebelaba contra los inmovilistas del idioma.
Entendía que tratar de conservar la lengua es menguar su utilidad y querer cortar su vitalidad. Hay que
aceptar como un hecho cierto el cambio lingüístico y darlo como bueno, puesto que se produce para adaptar,
es decir, para hacer más apto el instrumento de comunicación a la altura de los tiempos.
El cambio lingüístico no es ruptura, sino evolución, porque cada generación, al heredar de sus padres la
lengua, introduce los retoques necesarios, la adapta a las nuevas circunstancias. Pero esa adaptación sólo
debe producirse en lo que sea verdaderamente necesario. La mayor parte de la herencia lingüística se
conserva y pasa de una a otra generación, pero siempre aporta su toque, mayor o menor. La gran
responsabilidad que cada eslabón humano tiene con la lengua es legarla manteniéndola y enriqueciéndola
según las necesidades de los tiempos sin deteriorarla en su unidad.

3. El papel de los medios de comunicación


El papel de los celadores de la norma no ha de ser el de aduaneros que impidan la entrada de géneros
prohibidos, sino de vigías que mantengan despierta la conciencia lingüística de los hablantes y les hagan
reflexionar sobre su responsabilidad como miembros de la comunidad lingüística para que actúen en
consecuencia.
Las desviaciones respecto a la norma son más graves cuanto mayor alcance tienen los medios de
comunicación. Manuel Seco se centra en los medios del periodismo hablado y del periodismo escrito.

3.1. El periodismo hablado (radio y TV)


El periodismo hablado, por su propia índole, ejerce sobre el individuo un influjo más directo que el escrito,
pues se produce en la forma de transmisión natural del lenguaje (forma sonora). Esto determina una
percepción de carácter más sensible y menos intelectual, es decir, una mayor asimilación de las formas
fónicas que de los contenidos. A su vez, las formas fónicas tienden a fijarse y a provocar la imitación más
que las formas escritas.
El periodismo hablado más formal es el informativo. En líneas generales, Seco reconoce que la fonética
de los locutores es normal. Sin embargo, hay excepciones. A veces, existen consignas muy personales sobre
locución emanadas de los jefes de los respectivos centros, teniendo en cuenta el peculiar ritmo y la peculiar
entonación que caracterizan a alguna cadena de radio. Otras veces por exigencias del tiempo, por imprimir
dinamismo al asunto, etc., la lectura de noticias se produce con una rapidez impresionante y con inflexión
melódica del final de sílabas tan típico.
Otras distorsiones del sistema normal son imputables a la ignorancia particular del locutor o, tal vez, a
lapsus ocasionales, que, por otra parte, casi nunca se preocupan de rectificar. Un fenómeno que se presenta
con cierta frecuencia en los programas radiofónicos se refiere a las pausas interiores, cuya dislocación puede
llegar a ocasionar alteración del sentido de la frase o, al menos, perturbar su comprensión.
Bastante más frecuentes son las acentuaciones anormales. Por ejemplo, la palabra proveniente del
francés “elite”, pronunciada por los locutores como /élite/, y que a día de hoy es ya aceptada en sus dos
formas.
En los locutores se presenta una deformación profesional que tiene su origen en una virtud. El locutor
considera que lo esencial de su trabajo está en la articulación de los fonemas y pone en ello especial esmero,
huyendo de la pronunciación relajada del habla coloquial. Lo que ocurre es que la exageración de este
cuidado lleva fácilmente al énfasis, y el énfasis lleva fácilmente al exceso. Así, se llega a encontrar una
cuidada pronunciación de x en palabras que no la tienen (texitura y cohexión), o se pronuncian palabras
como objección, inflacción, sujección… Otras veces el elemento perturbador es el mal conocimiento de las
estructuras léxicas.

4. Fenómenos en expansión en la lengua general

4.1. Aspectos fónicos


Hay dos fenómenos en expansión que ocurren en la lengua general. El primer fenómeno es el yeísmo, que
se ha expandido como consecuencia de las emigraciones rurales a las ciudades industriales, y de la difusión
del yeísmo de las ciudades al resto del país a través de los medios de comunicación, y también del cine y del
teatro.

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El otro fenómeno es el desdoblamiento entre acento normal y acento enfático. Lapesa indica que este
desdoblamiento tuvo lugar antes en Hispanoamérica que en España. En nuestra propia lengua ha tenido
presencia como rasgo de expresividad, pero para que conserve su calidad expresiva es indispensable que no
haya inflación en su uso. Este redoble acentual encierra una amenaza contra la transparencia de la
comunicación, ya que se pueden producir ambigüedades (estabilidiad / esta habilidad), y además el acento
es un componente estable, característico de cada palabra y no se puede jugar con él sin lesionar la integridad
de ésta.

4.2. Aspectos morfológicos. La estructura gramatical


En cuanto a la estructura gramatical, existen varios problemas.
Uno de ellos es el de la forma genérica de los nombres que designan mujer que ejerce una profesión
u ocupa un cargo que históricamente ha sido realizado exclusivamente por hombres. Existen desde
antiguo en la lengua formas femeninas de nombres de profesión o cargo, las cuales designan a la consorte
del varón titular de tales funciones (alcaldesa, almiranta, generala, jueza, embajadora…). Junto a esta serie
existen otras formas femeninas con que se designa, no a la mujer del que ocupa el puesto, sino a la propia
mujer que lo ocupa: oficiala, aprendiza, ayudanta, dependienta, maestra…En una real orden del ministro de
instrucción pública de 1931 ya se resolvía que había que feminizar en la documentación las palabras que
designaban los cargos desempeñados por mujeres terminándolas en -a (catedráticas, bibliotecarias,
arquitectas…)
En cualquier caso, existe una gran resistencia a usar la forma femenina. En un contexto donde aparece
varias veces la palabra torera, se emplea también mujer torero. Seco señala también la pintoresca
nomenclatura de la primer ministro, la primera ministro, la primer ministra y la primera ministra.
En un libro feminista acerca de la discriminación sexual en el lenguaje, no se propone ninguna de esas
dos soluciones, ni el uso sistemáticamente masculino ni el uso alternativamente masculino y femenino. Así
la palabra abogada se encuentra en la Salve (“sea, pues señora abogada nuestra”), pero hay resistencia a
usarla por las mismas afectadas, que prefieren la forma masculina.
Así, la explicación de estas rigideces, que no parece que tenga nada que ver con el feminismo y
contradicciones surge de una mentalidad lingüística pobre, no desarrollada, consiguiente a una educación
idiomática deficiente. Así, en la escuela, en el instituto no sembramos en el cerebro del estudiante la
verdadera riqueza de la lengua, sus posibilidades creadoras reales, no sabemos para qué les enseñamos
gramática. Son muchas las personas de cultura media o superior que muestran su rechazo a una palabra
nueva porque les suena mal, y les suena mal simplemente porque es nueva.
Con un instinto lingüístico más amplio y cultivado, serían más liberales ante lo nuevo sin perjuicio de
aplicar la reflexión para discernir racionalmente lo que es conveniente y lo que no. El problema de estos
nombres femeninos no se queda aquí. Quedan varios cabos sueltos.

El verbo constituye un punto central en la estructura de la lengua. En el aspecto morfológico, la


regularidad del paradigma trata de ganar terreno entre los verbos irregulares (prevalece el sistema sobre la
norma) (andara por anduviera, satisfaciera por satisficiera).
Se mantiene el pulso entre el uso normal del verbo haber, impersonal (“ha habido varias llamadas”), y la
personalización, es decir, la concordancia del verbo con el objeto (han habido varias llamadas). Este uso
concordante ha tenido un inesperado apoyo que le otorga la relativa frecuencia con que lo emite el
periodismo hablado, sobre todo la televisión.
El tema de la impersonalidad afecta a las construcciones con se. En nuestro idioma existen dos
construcciones pronominales ligeramente divergentes en la forma pero convergentes en el sentido: una es la
construcción pronominal pasiva, tradicionalmente llamada pasiva refleja (se venden pisos); esta
construcción sólo se presenta referida a cosas. (pisos es sujeto y por eso concuerda el verbo- venden y no
vende)
Otra es la construcción pronominal impersonal (se habla demasiado), en el que no hay sujeto, no se afirma
la acción de nadie en concreto. La complicación surge cuando entra en juego el caso particular en que la
construcción impersonal es con un verbo transitivo. A partir de este modelo, un tipo pronominal pasivo
como se vende un piso tiende a sentirse como impersonal, y de ahí se pasa a decir se vende pisos,
desmontando la concordancia exigida por la norma. (erróneo).
En el caso de los tiempos que expresan acción pasada, se produce una pugna entre los tiempos que
suelen llamarse perfecto simple y perfecto compuesto (canté y he cantado). La norma estándar mantiene la

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distinción (ha llegado hoy y llegó ayer), pero el hábito radiotelevisivo se enfrenta a la norma (informó
desde Cáceres, escucharon noticias de Radio Nacional).
Más trascendencia tiene para el hecho de la comunicación la creciente afición por el uso de los tiempos
prospectivos, futuro y potencial, en la narración. Así, el escritor, para vivificar más el suceso pasado al que
se está refiriendo, presenta los acontecimientos no como pasados, que también lo son, sino como venideros.
Por ejemplo, en 1980 fue a Roma donde contemplaría el Coliseo, o en presente histórico: donde
contemplará, en vez de la fórmula más sencilla donde contempló y donde contempla, respectivamente. El
fenómeno se ha vulgarizado y hay críticos de arte y musicales, y comentaristas deportivos que todo lo
narran en futuro, como profetas: los locales se harían dueños de la situación.
Entre las observaciones que se podrían hacer sobre el sistema verbal, se puede destacar el caso del
infinitivo optativo que empezó como novedad de los informativos orales. Se trata del uso del infinitivo en
lugar de subjuntivo o futuro: Y ya en la información internacional destacar... (en lugar de destaquemos o
destacaremos) Añadir ya para terminar… (en lugar de añadamos, añadiremos). El uso va penetrando en los
periódicos, y hoy ya es habitual incluso en el habla culta.

Por otra parte, las preposiciones son uno de los elementos esenciales en las estructuras de las frases. Son
muy frecuentes las confusiones en el régimen preposicional. Pío Baroja dudaba entre en zapatillas, con
zapatillas, de zapatillas. Hoy ya no se duda, se tira por el camino de en medio. La confusión de uso se
produce en el nivel popular y en el culto, en la lengua hablada y en la escrita. Limitándonos a la preposición
a, mayor a la de años anteriores se observa la tendencia a extender su empleo a casos en que el uso normal
tiene establecida otra construcción, como ocurre, por ejemplo, en el sintagma hacer mención de, que con
frecuencia se ve sustituido por hacer mención a; en los comparativos: mayor a la de años anteriores, en vez
de la conjunción que. Otras construcciones incorrectas son ejercicios a realizar (en vez de por o que),
pienso de que (“Dequeísmo” por pienso que); informar que (“Queísmo” por ultracorrección, por informar
de que); contra más lee (vulgarismo por cuanto más lee).

5. La tendencia de la lengua hacia la estabilidad


La lengua tiene una tendencia natural a la estabilidad, porque así conviene a su mayor eficacia como
instrumento de comunicación de la sociedad que la utiliza. Todos sentimos la necesidad de una mínima
fijeza en el código de señales con el que nos relacionamos con nuestros cohablantes. Se produce así una
constante tensión entre las fuerzas del cambio y las de la estabilidad.
Es deseable que esta tensión se mantenga dentro de un equilibrio de fuerzas. La actitud de los
observadores de la lengua y la de los usuarios no debe ser pasiva, no debe tomar partido por el inmovilismo
como pretenden los puristas, sino que debe aspirar a refrenar la proliferación excesiva que puede acelerar la
marcha y la intensidad del cambio en perjuicio de la estabilidad, que es un componente esencial de la
lengua, en cuanto sistema al servicio de una gran comunidad.

EL LÉXICO DE HOY (tercera conferencia)


1. La estructura de la lengua
La estructura de la lengua está constituida por tres pisos: el fonológico, el gramatical o morfosintáctico y
el léxico. Los dos primeros pisos constituyen sistemas cerrados y, en principio, son susceptibles de estudio
exhaustivo. En cambio, el léxico es un sistema abierto, lo cual no quiere decir que no constituya un
sistema.

2. La estructura del léxico

2.1. Sectores que la determinan


Las palabras forman parte de una estructura determinada por dos ejes: paradigmático, que es el eje de las
sustituciones o conmutaciones posibles dentro de un enunciado; y sintagmático, que es el eje de las
combinaciones o de las capacidades de la palabra dentro de la cadena hablada.
Por ejemplo, padre se sitúa paradigmáticamente dentro de una serie de términos con los que podría
conmutarse en un contexto: pariente, señor, madre... Y está sintagmáticamente determinado por su presencia
en un enunciado dado, por ejemplo, la diferencia entre decir mi padre es calvo, o me he armado el lío padre.

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De una manera sencilla, se entiende por léxico todo lo que es objeto de un diccionario común. En primer
lugar, todo lo que en él constituye entrada, es decir, esas unidades gráficas que llamamos palabras. En
segundo lugar, las combinaciones estables o locuciones, que aparecen registradas dentro de cada entrada. Y,
por último, el contenido semántico de las palabras y de las locuciones, en el cual radica la fundamental
razón de ser de los diccionarios.

2.2. Sectores en que se puede distribuir el caudal léxico castellano


Tres son los grandes sectores en que se puede distribuir el caudal léxico castellano: el heredado, el
multiplicado y el adquirido.
El léxico heredado es el fondo amplio de palabras que formaban parte del latín de Hispania, cuando esta
península era provincia romana, y también cuando más tarde era una monarquía visigoda. Acervo de
palabras que como es natural sufrió con el paso de los siglos muchos cambios en sus formas y en sus
contenidos, y muchas incorporaciones.
El léxico adquirido es el conjunto de elementos que, a lo largo del tiempo, se fue incorporando a aquel
léxico primitivo. Primero como simples huéspedes, luego como miembros de la familia, procedentes de
otras lenguas, ya vecinas, como el gallego-portugués, el catalán o el vascuence, y, sobre todo, el gran
invasor árabe, o ya de otras lenguas con las que se tuvo contacto comercial o militar. Entran en este apartado
los occitanismos, galicismos, anglicismos, italianismos, indigenismos de América, y gitanismos; más
helenismos y latinismos, así como combinaciones de unos y otros que se introdujeron en la lengua culta de
las ramas del saber a partir del Renacimiento.
El léxico multiplicado es el que ha surgido de la industria interior, utilizando procedimientos mediante
los cuales, a partir de los elementos ya existentes en la lengua, se puede producir un número indefinido de
elementos nuevos, con lo que se multiplican las posibilidades del léxico propio sin necesidad de recurrir a la
importación. Los dos procedimientos más importantes son la composición y, sobre todo, la afijación.
También utilizamos el cambio semántico (consistente en dar un significado nuevo a un significante ya
existente).

La unidad léxica (palabra o locución) es un signo compuesto de significante y significado. Así el signo
lingüístico, según Saussure, es una entidad psíquica de dos caras, formada por la unión de dos elementos
psíquicos asociados: significante y significado. El significante es una imagen acústica, no un nombre; y el
significado es un concepto, no una cosa, ni un referente.
Saussure aclara que la imagen acústica no es el sonido físico, sino la huella psíquica de ese sonido en
nuestra mente. El signo lingüístico es, por tanto, una combinación indisociable de esos dos elementos
psíquicos que tiene las siguientes características:
a) arbitrariedad del signo: la unión entre significante y significado es arbitraria. La idea de “mesa”
no mantiene ningún vínculo con la serie de sonidos que constituyen su significante (/m/-/e/-/s/-/a/), por lo
que una misma idea puede estar representada por significantes diferentes en las distintas lenguas. Es
importante tener en cuenta que hablamos de la unión entre significante y significado, no entre palabra y
cosa, ni entre signo y referente.
b) inmutabilidad del signo: el signo lo impone la comunidad lingüística, por lo que no puede
alterarse por decisión individual. La lengua supone una herencia que se admite como convención
tradicionalmente instaurada y que debe ser inmutable para que sirva a su cometido de instrumento de
comunicación.
c) mutabilidad del signo: aunque esta característica parezca contradictoria con la anterior, no lo es,
puesto que se refiere a la posibilidad de la lengua de alterarse con el tiempo, en función de factores
exteriores a la lengua. Los cambios pueden ser fonéticos, morfológicos, sintácticos o léxicos.

2.3. Procedimientos de ampliación del léxico a partir del léxico heredado

Sufijación
De entre los sufijos verbales se mantiene la fecundidad de –ear e –izar (homenajear, privatizar). Pero el
procedimiento más fecundo para hacer verbos nuevos es la aplicación del simple morfema verbal –ar
(promocionar, desmadrar, liderar…).
De los sufijos de adjetivos, se observa una cierta regresión del sufijo –ante, principalmente por razones
de economía. Las formaciones con ese sufijo, igual que las de –able, están siempre en plena actividad en el

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nivel culto, lo que impulsa al lexicógrafo a limitar con severidad la acogida de estas derivaciones por
razones fundamentales de sentido práctico.
Un sufijo en auge por la presión del inglés es –al (operacional, opcional, secuencial…). En algunos
casos, la nueva formación viene a competir con otra preexistente construida con otro sufijo (educacional –
educativo, opcional – optativo). Se producen así dobletes que, en principio, son superfluos, y que se
resolverán o bien por la derrota de uno de los dos, o por el desarrollo de una diferenciación semántica.
También se observa la vigencia actual en el nivel popular del sufijo de adjetivos –ón (resultón, molón,
mirón, buscón…). Otro sufijo muy animado es –ero (politiquero, futbolero, sindicalero…). A cierta distancia
figura también -oso entre los sufijos hoy favorecidos (marchoso, izquierdoso, derechoso…).
Entre los sufijos de nombres, destacan –ica y su variante -ática (temática, panorámica) e –ismo
(entreguismo, marxismo, evolucionismo…).
El lenguaje tecnocrático se deja llevar con frecuencia por la tentación de la sufijación, dando origen a
palabras más largas de lo que es digerible por el hablante normal (institucionalización, asociacionismo,
concienciación…).
En el lenguaje de la calle viven plenamente los tradicionales -ada, -ida (gozada, pintada, chorrada,
parida). Disfruta de amplia difusión la formación de posverbales en -e (desfase, alterne, desmadre).
En el lenguaje juvenil emerge un sufijo -ata de masculinos (drogata, cubata, bocata) y a su lado -ota
(pasota, drogota) y -eta (fumeta).

Prefijación
El prefijo des- parece haber ganado puntos en los últimos años (desempleo, descapitalizar, desaconsejar…).
No es inadecuado en estos casos el empleo del prefijo, pero su extensión puede dar lugar a una cierta
desestabilización del léxico (por ejemplo, algún día podríamos llegar a decir desdormirse, en lugar de
despertarse o desecribir en vez de borrar).
El prefijo auto- tiende a hacerse redundante. Por ejemplo, cuando un periodista escribe “los obispos se
autoproclaman pastores”, ese autoproclaman tiene una sobrecarga expresiva semejante a la de se
proclaman a sí mismos. Tal vez más evidente es cuando los periódicos informan de un autosuicidio.
En cambio, el prefijo mini-, que durante varios años tuvo un uso empalagoso por excesivo, está en
declive.
Sigue ganando terreno en la prefijación el modelo prefijo + nombre para la formación de adjetivos:
dispositivo antirrobo, ley antimonopolio, máscara antigás…

Composición
En la composición de palabras se observa en la lengua común un doble fenómeno: la cada vez más
abundante formación de compuestos por mera yuxtaposición, con grafías que oscilan entre la separación en
dos palabras o la unión con guión (hora punta, hombre rana, conferencia cumbre…), y el segundo
fenómeno consiste en la formación de palabras telescopio, es decir, las formadas por contracción de otras
dos (autobús, contracción de autómnibus, y electrocutar, contracción de electroejecutar). Otros ejemplos
más recientes son cantautor (cantante + autor), telemática (telecomunicación + informática)…
Los lingüistas hablan de la derivación impropia, que es la traslación o metábasis, o cambio de la
función propia de cada palabra. La verdadera derivación impropia se presenta en la llamada
adverbialización de los adjetivos, como por ejemplo hablar bajo. Otros ejemplos muy frecuentes en la
conversación cotidiana son vengan ustedes rápido, ése te lo arregla seguro…
La sustantivación de adjetivos es un fenómeno aún más frecuente que el anterior, pero sólo es legítimo
hablar de ella cuando no es meramente funcional, como ocurre en muchos casos en que, en los periódicos, la
reiteración del sintagma completo a lo largo de muchos días anteriores, o la alusión previa en el mismo
contexto al referente, evocan con mayor o menor nitidez el nombre omitido. Por ejemplo, cuando se habla
de los mundiales, el mundialito, la eliminatoria (hablando de deportes), el utilitario (hablando de
vehículos), la antológica, la retrospectiva (hablando de exposiciones). También hay casos en que se ha
consumado la lexicalización, como en un sencillo, cuando se habla de discos, o un colectivo, cuando se
designa una asociación o un partido. El paso de un verbo pronominal a uno no pronominal o viceversa,
como cuando un deportista entrena, en lugar de se entrena, o cuando en política un caballero es cesado o es
dimitido.

Siglas

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Las siglas son una fuente léxica peculiar de nuestra época que cumplen una función de economía importante
dentro del lenguaje, puesto que consisten en reducir a una unidad léxica, generalmente breve, una unidad
sintagmática generalmente larga. Es evidentemente un ahorro de esfuerzo y tiempo en el enunciado y de
espacio en la escritura.
Se alinea la sigla con procedimientos lingüísticos cuya raíz es la tendencia al menor esfuerzo, como la
elipsis, que convirtió vehículo automóvil en automóvil, y la apócope, que redujo el nombre automóvil al
nombre auto.
Las siglas han sido en general nombres propios hasta hace poco tiempo. Su función principal ha sido y
sigue siendo la designación de entidades políticas, partidos, sindicatos, organismos oficiales… Junto a la
vigencia ininterrumpida de la sigla como nombre propio, Seco señala dos fenómenos de interés lingüístico:
uno, el desarrollo cada vez más intenso de la sigla como nombre común (en educación ESO, LOE; en el
ámbito médico MIR, ATS; emisoras FM, trenes TALGO, AVE), y, otro, la creciente facilidad con que la sigla
da lugar a derivados dentro del idioma.
En el primer caso, hay que destacar que en ejemplos como ICONA, ADELFA, etc., se produce una
verdadera lexicalización; no sólo nombres como delco o radar se escriben con minúsculas, como nombres
normales, sino que también es ya frecuente esta práctica con, por ejemplo, ovni.
El segundo fenómeno es la creciente facilidad de derivación. Por ejemplo, peneuvista, etarra,
pesoísta… La derivación se produce también por el procedimiento impropio, es decir, trasladando el uso de
nombre propio al de adjetivo, como en el caso de las fuerzas polisarias, o al de nombre común, como en el
caso de los grapos.
La ventaja de economía que llevan consigo las siglas tiene también el riesgo de la opacidad. El sintagma
completo es más comprensible para el hablante común si se le dice “Plan Energético Nacional”, que si
escucha “PEN”, a menos que esté metido en el asunto.

Préstamos
En cuanto a los préstamos, se distinguen dos tipos: el diatópico, que procede de una lengua ajena, y el
diastrático, que penetra en la lengua común procedente de sectores particulares.
En el primer caso, hay que diferenciar el préstamo formal, que implica el intento de repetir la forma de la
lengua extranjera, y el préstamo semántico o calco en el que se agrega un contenido nuevo, de origen
foráneo, a una forma ya existente en la lengua. Además, hay que distinguir el préstamo léxico del
préstamo sintáctico; el primero es especialmente el formal, el que más ha llamado la atención de
gramáticos y de hablantes cultos, pero son los sintácticos los que encierran más daño para la lengua porque
afectan a su estructura.
El préstamo, como todos los factores de cambio de la lengua, no es en sí rechazable. Sí es rechazable el
aislamiento, sobre todo en el mundo de la lengua. Lo que es difícil de conseguir es que los hablantes
desarrollen una conciencia crítica que les permita, con sentido práctico, preferir, entre las varias formas
importadas que en cada momento hacen su aparición, las más adecuadas a los moldes del idioma.
Los extranjerismos son necesarios y no se puede impedir que entren. Lo que sí se puede impedir es que
trastornen el sistema de la lengua.
En cuanto al préstamo diastrático o interno, que penetra en la lengua común a partir de sectores
particulares de la propia lengua, se trata de un fenómeno universal. Las distintas ciencias técnicas y
actividades han suministrado al hablar general una gran multitud de metáforas que con frecuencia acaban
por lexicalizarse. (de las matemáticas, convergencia, coordenadas, parámetros…; de la física y la química,
presión, dinámica, tensión…; de la astronomía, eclipse, eclipsar, satélite…; de la medicina, parálisis,
colapso, diagnóstico…; de la psiquiatría y el psicoanálisis, depresión, nerviosismo, psicosis, obsesión,
represión, frustración, fetichismo…).
Dentro de los préstamos internos se da un trasvase de elementos populares y vulgares al léxico común.
Además, una parte de ese nivel léxico es acogida por escritores y periodistas, lo cual favorece su difusión.
Por ejemplo, Rafael Alberti usaba expresiones como uno está puteado o a mí me joden estos calificativos.
Al lado de esto resulta totalmente académico que los diputados digan, por ejemplo, que el pueblo pasa de
política, que los del partido rival le comen el coco al ciudadano…

Algunos ejemplos actuales:


⎯ Derivación por sufijación: surfero/surfista, bocadillería, tortillería, mileurista, descodificador, disquetera,
alunizaje…

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⎯ Derivación por prefijación: megaguai, hipercariñoso, superborde (connotación negativa); unión de
varios: supermegahiper…; deconstrucción/desconstrucción, decodificador/descodificador, cibercafé…
⎯ Derivación impropia: [niño] abusado, móvil (paso de adjetivo a sustantivo)
⎯ Composición: falda-lápiz, sandalia joya, toalla pareo, yonki-bus [palabra telescopio]
⎯ Siglas: AVE, SIDA (>sida), DVD, CD- Rom, dj, ADN, ARN, TDT…
⎯ Préstamo diatópico: sunami, gay, surf, estileto, light, chat…
⎯ Préstamo diastrático: clonación, supernova (del lenguaje científico)
⎯ Lenguaje juvenil: rollo, enrollado, enrollarse; flipar, alucinar, abrirse, pillar (`coger’), talego (`cárcel’),
pimiento (`taxi libre’), loro (`radio´), MP-3, iPod…

El lenguaje juvenil
El lenguaje juvenil tiene como primer rasgo el de constituir un lenguaje de grupo, como lo es cualquier jerga
profesional, con la particularidad de que el elemento aglutinador fundamental es la edad.
Según Seco, “el joven se siente como formante de una clase y su instrumento de identidad es el lenguaje,
pero, atención, identidad de clase, no de individuo; en él, la persona se impersonaliza dentro del grupo, se
viste el uniforme, algo así como unos vaqueros lingüísticos, que lo distingue frente al mundo despreciable
de los viejos (los viejos son los que tienen más de 25 años”.
El ámbito conceptual de esta jerga, como el de todas las de su tipo, es muy limitado; alude a procesos
anímicos rudimentarios como aburrirse, divertirse o lucirse, al trato sexual, a personas del círculo, a
valoraciones simples de personas y objetos. Sin embargo, la pobreza léxica está compensada con el carácter
oral de la comunicación, que suple con el gesto y con la situación la insuficiencia verbal y, sobre todo, con
el hecho de que las jergas no son léxicos cerrados sino que rellenan con el lenguaje común los huecos no
ocupados con su terminología propia.
Como sentencia Seco: “¿Sobrevivirá la jerga juvenil? En Lingüística, como en lo demás, no se pueden
hacer profecías; lo más probable es que ocurra lo que con otras jergas del pasado: después de una época
de auge irá desvaneciéndose, dejando tras de sí algunas palabras desparramadas por el léxico coloquial
común y, tal vez, elevada a categoría artística tras los cristales de la prosa de algún escritor que supo
cazarlo”.

EL ESPAÑOL, ENTRE LA UNIDAD Y LA DISPERSIÓN (cuarta conferencia)

LA DISPERSIÓN

1. Factores que actúan sobre la lengua, desmontando la unidad entre expresión y contenido (corriente
disgregadora desde el interior de la lengua: el uso individual del idioma)

1.1 La pobreza léxica del lenguaje juvenil


La jerga juvenil tiene limitaciones conceptuales, que se traducen en una limitación cuantitativa del léxico
propio, lo que no implica insuficiencia para la comunicación, ya que los usuarios de la jerga no dejan de
tener a su disposición el fondo de la lengua común, aunque no sea más que en un grado elemental.
En aquel sector de la juventud que no utiliza habitualmente la jerga se da un rasgo común que le pone en
conexión con aquellos que sí la utilizan. Ese rasgo común es la actitud de despego y desgana de los jóvenes
ante la lengua normal.
Además de esta vía hacia la incomunicación, como es el desuso del lenguaje cultivado por una
generación juvenil, hay otra vía que conduce al mismo destino: el abuso deshonesto del lenguaje cultivado
por una generación adulta.
Existe una tercera actitud en el lenguaje de aquellos hombres públicos que adoptan una actitud ecléctica,
mezclando la forma balbuciente del sector juvenil con el fondo mayestático del pasaje administrativo. Esta
postura obedece igual que la juvenil a una vergüenza de hablar bien por estimar que la atención a la forma
de expresión podría ser tachada de prejuicio burgués o de estigma de derechas, como si el mutilar la propia
capacidad de expresión tuviera algo que ver con la libertad, la democracia o la justicia social.
Las tres actitudes, en definitiva, son expresiones diversas de una única realidad: la indigencia mental.

1.2. El falseamiento semántico

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La evolución semántica, es decir, el cambio en el significado de las palabras, es mucho más rápida que la
evolución sufrida en la forma del léxico. Uno de los caminos más importantes del cambio semántico es el
eufemismo.
El eufemismo social surge de una actitud de temor ante el interlocutor. Se esquiva así la mención directa
de las realidades que pueden herir la sensibilidad del oyente. Es decir, las realidades se mencionan, pero no
se nombran, falsificando palabras, usando, en lugar de la palabra verdadera, otra cuyo contenido propio es
ajeno a la realidad referida. Por ejemplo, el verbo morir se oculta; no se dice cuando sus padres mueran,
sino cuando sus padres falten; no decimos si murieses durante el viaje, sino si te pasara algo durante el
viaje. Hemos atribuido a estas palabras un sentido que no es el suyo. Hemos falsificado estas palabras. Este
es un eufemismo disimulador de realidades negativas. Pero hay un segundo tipo conocido como el
eufemismo magnificador de realidades no negativas. Por ejemplo, cuando usamos ingeniero técnico por
perito.
Ambos tipos de eufemismos se producen abundantemente en el lenguaje de la administración, el de la
propaganda política y el de la publicidad. Los tres lenguajes tienen en común un carácter que Seco
denomina vectorial, es decir, su calidad de mensajes dirigidos a un receptor pasivo, sin respuesta, sobre el
cual se trata de ejercer una influencia. Además, los tres coinciden en la utilización de los medios de
comunicación de masas.
Durante el régimen de Franco el eufemismo tuvo bastante desarrollo. La epidemia de cólera era un ligero
brote de diarrea estival; no se prohibía la publicación de un libro, sino que se desaconsejaba; no existía la
huelga, sino la anormalidad laboral. Hemos perpetuado muchos eufemismos magnificadores del antiguo
régimen: empleada de hogar, empleado de finca urbana... Se han conservado también muchos eufemismos
disimuladores, como llamar insuficiente al suspenso, evaluación al examen...
Además seguimos creando aparatosos eufemismos, porque ahora mismo el ayuntamiento no cobra un
impuesto por recoger basuras sino una tasa por recogida de residuos sólidos urbanos. Mafalda llamaba a
los niños: seres humanos en vía de desarrollo.
Los dos caracteres externos del eufemismo administrativo, político, publicitario, su condición vectorial y
la utilización de los medios de difusión lo convierten en un motor poderoso del cambio lingüístico con
consecuencias peligrosas sobre la actividad mental de los individuos.

1.3. La complicación artificial de la terminología en la lengua común


Hay que tener en cuenta que un importante sector de la lengua culta se caracteriza por un factor de
distanciamiento respecto a la lengua media. Se trata de la lengua propia de determinadas ciencias y
profesiones, cuyo léxico se renueva constantemente en una línea de mayor complicación y exotismo, no
siempre justificado por verdaderas necesidades de precisión científica. Como afirma Emilio Lledó, “la
terminología, a pesar de que muchas veces puede ser una valiosa ayuda en la precisión conceptual, puede
convertirse en un recurso paralizador del pensamiento”.
El lenguaje inútilmente complicado fuera de la ciencia encierra, además, una trampa sutil, ese lenguaje
que Seco llama tecnocrático, y que tiene como uno de sus propósitos primordiales el deslumbramiento; por
eso está enunciado junto al eufemismo magnificador.

1.4. El cliché lingüístico


El deslumbramiento provoca automáticamente la imitación, y al cabo de cierto tiempo el cliché sonoro
confundidor de los conceptos tiende a ocupar de manera avasalladora los variados y matizados modos de
decir de la lengua común. Es la misma fuerza paralizadora que tienen los eslóganes políticos.

1.5. El anquilosamiento de la expresión


Las siglas también son con frecuencia un arma en manos de los manipuladores del lenguaje. La sigla,
convertida en un vocablo oficial continuamente repetido en el uso común, ha perdido todo valor cognitivo y
sirve solamente para poner un hecho fuera de discusión. Por ejemplo, en las siglas OTAN queda casi
borrada la referencia al Atlántico Norte.

La pobreza léxica, la turbiedad de la expresión, el falseamiento semántico a través del eufemismo, la


complicación artificial de la terminología, el cliché lingüístico como suplantador de la actividad mental y el
anquilosamiento de la facultad de expresión, son factores que por separado y combinadamente actúan de
manera negativa sobre la lengua, dificultando el normal funcionamiento del sistema dentro de la comunidad
hablante.

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2. Factores que actúan sobre la lengua, partiendo a la comunidad hispanohablante en unidades
menores (corriente disgregadora desde el exterior: la vertiente social del lenguaje)

2.1. Los neologismos


El neologismo penetra en nuestras naciones traído de la mano del progreso técnico. Es evidente que las
cosas nuevas requieren nombres nuevos. Si las cosas nuevas vienen a nuestros países importadas de otro
medio lingüístico, puede darse una de estas soluciones:
a) Conservación del nombre extranjero del nuevo objeto en su forma original (film).
b) Conservación del nombre extranjero en una forma adaptada (film – filme).
c) Calco, es decir, utilización de la traducción literal del significante originario dotándola del nuevo
significado (film – película o cinta).
d) Formación de un término nuevo con los recursos del idioma (tocadiscos).
En el caso de la conservación del término extranjero en su forma original puede ocurrir que se realice a
través de la grafía exclusivamente, como ocurrió con club, o a través de la pronunciación, como en fútbol, o
conservando simultáneamente grafía y pronunciación, como en boutique, o conservando la grafía y
atribuyendo una pronunciación particular (el color francés beige – beis), o con alternancia de
pronunciaciones, como el inglés lunch, que en labios españoles oscila entre “lanch”, “lonch” y “lunch”.
Dámaso Alonso cita varios casos de divergencias léxicas entre diversos países hispanohablantes, incluido
el nuestro, para la designación de diversos objetos y operaciones de la vida moderna. Por ejemplo, el
volante del automóvil puede conocerse, según zonas, como volante, manubrio, timón o guía; el bolígrafo es
esferográfico/a para los colombianos; esferográfica para los bolivianos; birome para los argentinos;
lapicero de tinta para los peruanos...
Estas divergencias se producen en la nominación de objetos de consumo creados por la industria de
nuestro siglo que para el mundo hispánico es masivamente un elemento importado como consecuencia del
lugar secundón que nuestros países ocupan en ese campo de la actividad. Si el bolígrafo se hubiera
inventado y comercializado en España o en Argentina sería probable que hubiera recibido un mismo nombre
en todos los países de nuestra lengua. Relacionado con este aspecto está el de la terminología científica y
técnica.

2.2 La terminología científica y técnica


Por lo general, la mayor parte del vocabulario científico y técnico es de importación, como lo son la propia
técnica, la ciencia y la industria. Pero en esa terminología, el riesgo de dispersión es menor que en el de los
objetos de consumo o en la de las costumbres relacionadas con ellos.
Tradicionalmente, el vocabulario de la ciencia y de la técnica se ha nutrido de las lenguas clásicas, bien
utilizando términos griegos o latinos, bien multiplicando su potencialidad mediante prefijaciones,
sufijaciones o composiciones sobre la misma base. Sin embargo, estos casos han descendido notablemente
en los últimos decenios, como consecuencia natural del abandono creciente de los estudios humanísticos.
Por el contrario, ha ido avanzando cada vez más rápidamente la utilización del inglés, siendo en algunos
campos, como en el de la informática, un avance avasallador.
Al ser tan grande el influjo norteamericano tanto en Hispanoamérica como en España, puede ocurrir que
ese influjo sea un elemento unificador de nuestro léxico. Sin embargo, las diferencias entre los sistemas
morfológico y fonológico del inglés y del español constituyen barreras para la adopción de los materiales
llegados desde esa vía, de modo que la acomodación oral de esas formas puede presentarse realmente con
grandes divergencias individuales y locales, lo cual ya es un factor de dispersión.

2.3. Diversidades locales de la lengua común


Mayor amenaza que los extranjerismos científicos suponen las diversidades locales de la lengua usual.
No sólo hay diferencias entre el español europeo y el americano, sino que también las hay entre los
países del nuevo mundo. Dámaso Alonso señaló la importancia que tiene en esta diversificación el tabú
lingüístico. El hecho de que determinadas palabras sean perfectamente inocentes en unos lugares y en otros
sean obscenas o insultantes.
La variedad léxica del español americano, vista en conjunto, radica unas veces en indigenismos, otras en
evoluciones semánticas independientes respecto al español, otras en formas que éste había dejado en desuso,
otras en una actitud selectiva propia entre varios sinónimos. Es cierto que no es muy profunda la separación

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entre usos como acá y aquí, o entre carro y coche, pero es cierto que en los niveles populares de muchas
regiones de América, la expresión deja casi de ser inteligible para un español.
Parte de la peculiaridad de algunas zonas es de índole fonética. Pero en el nivel medio, los rasgos
fonéticos más generales, como el seseo y el yeísmo, así como otros menos generales, como la aspiración de
la -s implosiva, no son desconocidos en algunos regiones españolas. En cuanto a la gramática, son escasos
los rasgos diferenciales, aunque algunos sean muy acusados, como el voseo.
El único elemento realmente fraccionador en potencia es pues el léxico.

2.4. La situación del español de España frente a las lenguas “regionales”


España es una nación plurilingüe, y existe en ella una pasión por la defensa y el cultivo de las lenguas
regionales. Este fenómeno se produce por dos causas: una sentimental y otra política. Es natural que todo
el mundo ame su lengua materna y que desee honrarla y usarla; y es normal que este sentimiento se haya
agudizado como reacción a una situación en que esa lengua sufrió prohibiciones y trabas. El motivo político
es la idea de que la autonomía o la independencia de un pueblo tiene como uno de sus pilares la existencia
de una lengua propia.
Las dos causas, sentimental y política, se han reunido para dar como consecuencia una actitud más o
menos abiertamente hostil hacia la lengua oficial a la que se considera erróneamente como una imposición
extraña, olvidándose que esta lengua, sin llamarse oficial, había sido libremente aceptada como medio de
comunicación útil al lado de la lengua propia hacía más de cuatro siglos.
En España, se da ahora un caso verdaderamente insólito en sociolingüística, que es lo que Gregorio
Salvador llama deslealtad lingüística. Consiste este fenómeno en que personas que tienen como única
lengua el castellano, deciden abandonarlo, para adquirir apresuradamente el idioma de su región o
comunidad, que consideran verdaderamente suyo aunque jamás lo hablaron, con lo cual se sentirán
liberados de la opresión del castellano, es decir, de su auténtica lengua materna.
Si sinceramente se desea mantener la unidad de España, debe mantenerse la lengua española sin trabas al
lado de la lengua autonómica. Si ésta tiene auténtica vida, no necesita ningún tipo de proteccionismo para
florecer y crecer. La convivencia armoniosa del castellano con el catalán, el vascuence o el gallego, es una
riqueza que no se puede rechazar.

Por tanto, la agresión contra nuestra lengua se produce en dos grandes frentes: interior y exterior. El primero
es el uso individual del idioma que conduce a una destrucción de éste por inanición, debido a la indigencia
mental de quienes lo usan desusándolo o vaciándolo, o a una perturbación interesada de su función
comunicativa. En cuanto al frente exterior, está en la vertiente social del lenguaje. Una de sus brechas es la
inferioridad cultural de los países hispanohablantes con relación a las comunidades que hoy son rectoras del
mundo. Otra brecha es la realidad de que esta misma unidad léxica se presenta levemente agrietada en los
niveles medio y popular de las zonas hispanohablantes. La última brecha es la lucha de lenguas existente en
nuestro país.

LA UNIDAD

1. Necesidad de contrarrestar los factores de dispersión

1.1. Desde el punto de vista individual, la lengua es nuestra conexión más perfecta y completa con la
realidad objetiva, el instrumento que utilizamos para almacenar y ordenar en la mente el universo que nos
rodea. Con ella podemos crear nuestros propios juicios, asimilar los ajenos o someter a crítica las ideas o los
hechos que nuestros sentidos nos transmiten.

1.2. Desde el punto de vista social, la lengua no sólo es el vehículo natural de la cultura que hace
posible la convivencia y el avance de la sociedad, sino que es, por esencia, un instrumento de solidaridad.
Quien lucha por la lengua lucha por la paz.

2. La lengua estándar como base del principio de unidad lingüística

2.1. La norma y la supernorma


Hoy en día, la defensa de la lengua sólo es posible concebirla con la mirada puesta en su eficacia en
cuanto a instrumento de comunicación y en cuanto a componente básico de la actividad intelectual.

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Para ello, se debe establecer el principio de unidad basado en el concepto de lengua estándar, una forma de
lengua reconocida por el conjunto de los usuarios, la cual elimine o tienda a eliminar las variedades locales
o sociales de cada individuo o de cada grupo. Este concepto va apoyado necesariamente en el de norma, que
a su vez lleva consigo la exigencia de una codificación.
En el ámbito de la lengua española opera la conciencia de comunidad lingüística, y esto hace posible
que, por encima de la existencia de una serie de normas nacionales de realización (la española, la
argentina…), exista una supernorma, un ideal supranacional de lengua postulado por la lengua escrita.

2.2. La importancia de la enseñanza de la lengua


La enseñanza, y concretamente la enseñanza de la lengua, debe ser concebida como un largo proceso
encaminado exclusivamente a sembrar, fomentar y desarrollar la facultad lingüística del individuo en todos
sus aspectos. De esta enseñanza debe desterrarse todo tecnicismo gramatical y toda teoría lingüística que no
tenga una utilidad inmediata en el aprendizaje efectivo del idioma. Hay demasiados profesores que, en vez
de proponerse formar hablantes, se proponen formar lingüistas. Se han conseguido con ello que tengamos
lingüistas que no conocen su lengua, así como alumnos que sean incapaces de escribir una carta, pero
capaces de informarnos sobre la vida privada de la cuñada de Chomsky.
Una buena enseñanza intensa y sistemática de la lengua es clave para todas las demás enseñanzas. Un
alumno debe aprender primero a descifrar con soltura el lenguaje escrito y oral en general para saber
descifrar las explicaciones, por ejemplo, de su profesor de biología. La lengua es la materia central de todo
el sistema educativo y este hecho debe reflejarse rotundamente en los planes educativos.
Igualmente, la enseñanza de la lengua es responsabilidad de todos los profesores (no solo de los que
imparten lengua), cuyo uso y aprecio del idioma es tan decisivo en cuanto ejemplo para el alumno, como las
lecciones directas del profesor de español. Esto lo saben bien quienes no se conforman con la enseñanza del
catalán o del vascuence, sino que pretenden la enseñanza en catalán y en vascuence.
No se debe creer que la enseñanza se adquiere sólo en los centros de enseñanza. Así, la cultura
idiomática se adquiere con o sin escuela en la vida cotidiana. Loa medios de comunicación de masas son los
principales maestros, buenos o malos del lenguaje, de ahí la enorme responsabilidad de sus dirigentes y de
aquellos que dirigen u orientan a sus dirigentes.
Pero ¿quién educa a los dirigentes? El Estado no da a la educación los recursos que corresponden a un
país europeo. No vale el argumento de las arcas vacías, ya que cuando ha hecho falta para el mundial 81,
bien nos las hemos ingeniado para que no falte. La sociedad española exige que la Academia actúe, publique
y oriente. Pero esa misma sociedad no aporta ni la colaboración ni los medios que serían necesarios para esa
actuación. ¿Podremos esperar que un día los españoles y sus gobernantes caigan en la cuenta que la atención
a la lengua es de importancia vital para su convivencia y para su existencia como comunidad?

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