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Otra realidad que desmiente la correspondencia nación-lengua es la coexistencia de dos o más lenguas
en una misma nación. Unas veces en condiciones de igualdad, disfrutando todas ellas de carácter oficial;
otras, ostentando tal carácter solamente una de ellas. La lengua española es la lengua oficial en toda España,
aunque comparte la oficialidad en algunas comunidades autónomas.
Así, la cuestión no es tan clara como parece. China por ejemplo, tiene 6 sistemas lingüísticos diferentes,
algunos de ellos totalmente incomprensibles ente sí. Pero se habla del “chino” en general. Sus hablantes de
entienden gracias a la escritura ideográfica, que no guarda relación entre los caracteres y los fonemas, sino
que relaciona el carácter con la realidad, Es lo mismo que ocurre en Europa con los números, que se
representan mediante signos fónicos distintos en las diferentes lenguas (cinco cinq, five), pero que, al
representarse con el mismo grafema en todas ellas (5), permite la comprensión por parte de todos.
Algo parecido a la situación del chino es lo que ocurre con el árabe, que es diferente en las distintas
naciones en las que se habla, pero en la escritura se utiliza el árabe clásico, que es comprendido por los
habitantes de todas las comunidades árabes. Es el mismo caso que se producía en la Europa medieval con el
latín, que era la lengua a la que recurrían los ilustrados para comunicarse.
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Es un hecho evidente que los españoles, losmexicanos, los cubanos, los puertorriqueños, los
centroamericanos y los sudamericanos, exceptuados los brasileños y los guyaneses, constituimos todos una
comunidad lingüística, puesto que todos nos consideramos y somos considerados hablantes de una misma
lengua. Esta comunidad en una de las 5 mayores del mundo.
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3.1. Variedades geográficas (coordenada horizontal)
La coordenada horizontal es la geográfica. Por nuestra experiencia, sabemos que no son superponibles las
formas del español propias de Andalucía, Argentina, México, etc., no por el uso individual de cada hablante,
sino por la presencia de un conjunto mayor o menor de variantes. El conjunto de esas variantes se designa
vulgarmente como acento (decimos que alguien habla con acento aragonés, cubano…). Las variantes no
sólo se basan en la entonación, sino que afectan a diversos aspectos del sistema fonológico, del léxico y de
la gramática.
Las variedades geográficas de la lengua española están determinadas, en su mayoría, por el bilingüismo.
Así, el castellano hablado por catalanes presenta rasgos fonéticos determinados (relajación de la a tónica,
entonación característica, etc.), peculiaridades gramaticales (han habido) y en el léxico, se observan calcos
semánticos (pedir por preguntar, vengo por voy), préstamos (chafardear, empreñar, encante). Igual pasa con
el gallego y sus peculiaridades fonéticas (caráter), léxicas (préstamos y calcos como sacarse la gorra por
quitarse la gorra).
No obstante, el grado de peculiaridad que presenta el castellano en boca de españoles que tienen otra
primera lengua no es más marcado que el de los españoles de otras zonas no bilingües. Así, la fonética
andaluza, canaria, extremeña, etc., ofrecen rasgos bien acusados. Así en el plano gramatical, son típicos de
Castilla el leísmo y el laísmo. Todas estas diferencias, en su mayoría poco acusadas, que tiñen el español
hablado en una determinada región, constituyen en conjunto una variedad geográfica de la lengua común.
Se producen variaciones de región en región, de comarca a comarca y de aldea en aldea.
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lengua, y son estables para un mismo individuo, es decir, cada hablante usa una determinada variedad, y la
usa siempre. Otros lingüistas las llaman dialectos; otros, niveles de uso.
Pero hay otras variedades lingüísticas que no están propiamente en función del sujeto hablante, sino en
función de sus actos reales de comunicación, que están determinadas por las circunstancias en que pone en
uso esa variedad de lengua que le ha sido dada. No dependen del hablante mismo, sino del destinatario de su
mensaje. Dentro de las variedades, tiene que escoger según las circunstancias concretas del momento de la
comunicación, una concreta manera de expresarse que sea la adecuada a esas circunstancias. El surtido de
variedades entre las que en ese instante puede y debe elegir el hablante se suele llamar registros, aunque
Seco prefiere el nombre de niveles del habla porque afectan exclusivamente a los actos de uso de la lengua,
es decir, al habla.
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El criterio democrático. Lo único que considera es el número de los que usan una palabra o una
forma.
El criterio lógico. Juzga la corrección de una forma lingüística de acuerdo con su conformidad
con las leyes universales del pensar.
El criterio estético. Rechazan determinadas formas apoyándose en que no les gustan o suenan
mal.
Todos estos criterios tienen algo positivo, aunque ninguno es válido por sí solo. Lo lingüísticamente
correcto es aquello exigido por la comunidad lingüística determinada a la que se pertenece. El criterio
democrático parece ser el favorito, porque representa el uso, según los lingüistas.
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Algunos lingüistas han defendido que la lengua no sufra estos cambios, que se quede como está. El
primero en adoptar esta postura fue Elio Antonio de Nebrija, que decía (en 1492) que nuestra lengua estaba
tanto en la cumbre, que más se puede temer el descendimiento de ella que esperar la subida.
Otros autores, en cambio, como Jerónimo de Feijoo se rebelaba contra los inmovilistas del idioma.
Entendía que tratar de conservar la lengua es menguar su utilidad y querer cortar su vitalidad. Hay que
aceptar como un hecho cierto el cambio lingüístico y darlo como bueno, puesto que se produce para adaptar,
es decir, para hacer más apto el instrumento de comunicación a la altura de los tiempos.
El cambio lingüístico no es ruptura, sino evolución, porque cada generación, al heredar de sus padres la
lengua, introduce los retoques necesarios, la adapta a las nuevas circunstancias. Pero esa adaptación sólo
debe producirse en lo que sea verdaderamente necesario. La mayor parte de la herencia lingüística se
conserva y pasa de una a otra generación, pero siempre aporta su toque, mayor o menor. La gran
responsabilidad que cada eslabón humano tiene con la lengua es legarla manteniéndola y enriqueciéndola
según las necesidades de los tiempos sin deteriorarla en su unidad.
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El otro fenómeno es el desdoblamiento entre acento normal y acento enfático. Lapesa indica que este
desdoblamiento tuvo lugar antes en Hispanoamérica que en España. En nuestra propia lengua ha tenido
presencia como rasgo de expresividad, pero para que conserve su calidad expresiva es indispensable que no
haya inflación en su uso. Este redoble acentual encierra una amenaza contra la transparencia de la
comunicación, ya que se pueden producir ambigüedades (estabilidiad / esta habilidad), y además el acento
es un componente estable, característico de cada palabra y no se puede jugar con él sin lesionar la integridad
de ésta.
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distinción (ha llegado hoy y llegó ayer), pero el hábito radiotelevisivo se enfrenta a la norma (informó
desde Cáceres, escucharon noticias de Radio Nacional).
Más trascendencia tiene para el hecho de la comunicación la creciente afición por el uso de los tiempos
prospectivos, futuro y potencial, en la narración. Así, el escritor, para vivificar más el suceso pasado al que
se está refiriendo, presenta los acontecimientos no como pasados, que también lo son, sino como venideros.
Por ejemplo, en 1980 fue a Roma donde contemplaría el Coliseo, o en presente histórico: donde
contemplará, en vez de la fórmula más sencilla donde contempló y donde contempla, respectivamente. El
fenómeno se ha vulgarizado y hay críticos de arte y musicales, y comentaristas deportivos que todo lo
narran en futuro, como profetas: los locales se harían dueños de la situación.
Entre las observaciones que se podrían hacer sobre el sistema verbal, se puede destacar el caso del
infinitivo optativo que empezó como novedad de los informativos orales. Se trata del uso del infinitivo en
lugar de subjuntivo o futuro: Y ya en la información internacional destacar... (en lugar de destaquemos o
destacaremos) Añadir ya para terminar… (en lugar de añadamos, añadiremos). El uso va penetrando en los
periódicos, y hoy ya es habitual incluso en el habla culta.
Por otra parte, las preposiciones son uno de los elementos esenciales en las estructuras de las frases. Son
muy frecuentes las confusiones en el régimen preposicional. Pío Baroja dudaba entre en zapatillas, con
zapatillas, de zapatillas. Hoy ya no se duda, se tira por el camino de en medio. La confusión de uso se
produce en el nivel popular y en el culto, en la lengua hablada y en la escrita. Limitándonos a la preposición
a, mayor a la de años anteriores se observa la tendencia a extender su empleo a casos en que el uso normal
tiene establecida otra construcción, como ocurre, por ejemplo, en el sintagma hacer mención de, que con
frecuencia se ve sustituido por hacer mención a; en los comparativos: mayor a la de años anteriores, en vez
de la conjunción que. Otras construcciones incorrectas son ejercicios a realizar (en vez de por o que),
pienso de que (“Dequeísmo” por pienso que); informar que (“Queísmo” por ultracorrección, por informar
de que); contra más lee (vulgarismo por cuanto más lee).
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De una manera sencilla, se entiende por léxico todo lo que es objeto de un diccionario común. En primer
lugar, todo lo que en él constituye entrada, es decir, esas unidades gráficas que llamamos palabras. En
segundo lugar, las combinaciones estables o locuciones, que aparecen registradas dentro de cada entrada. Y,
por último, el contenido semántico de las palabras y de las locuciones, en el cual radica la fundamental
razón de ser de los diccionarios.
La unidad léxica (palabra o locución) es un signo compuesto de significante y significado. Así el signo
lingüístico, según Saussure, es una entidad psíquica de dos caras, formada por la unión de dos elementos
psíquicos asociados: significante y significado. El significante es una imagen acústica, no un nombre; y el
significado es un concepto, no una cosa, ni un referente.
Saussure aclara que la imagen acústica no es el sonido físico, sino la huella psíquica de ese sonido en
nuestra mente. El signo lingüístico es, por tanto, una combinación indisociable de esos dos elementos
psíquicos que tiene las siguientes características:
a) arbitrariedad del signo: la unión entre significante y significado es arbitraria. La idea de “mesa”
no mantiene ningún vínculo con la serie de sonidos que constituyen su significante (/m/-/e/-/s/-/a/), por lo
que una misma idea puede estar representada por significantes diferentes en las distintas lenguas. Es
importante tener en cuenta que hablamos de la unión entre significante y significado, no entre palabra y
cosa, ni entre signo y referente.
b) inmutabilidad del signo: el signo lo impone la comunidad lingüística, por lo que no puede
alterarse por decisión individual. La lengua supone una herencia que se admite como convención
tradicionalmente instaurada y que debe ser inmutable para que sirva a su cometido de instrumento de
comunicación.
c) mutabilidad del signo: aunque esta característica parezca contradictoria con la anterior, no lo es,
puesto que se refiere a la posibilidad de la lengua de alterarse con el tiempo, en función de factores
exteriores a la lengua. Los cambios pueden ser fonéticos, morfológicos, sintácticos o léxicos.
Sufijación
De entre los sufijos verbales se mantiene la fecundidad de –ear e –izar (homenajear, privatizar). Pero el
procedimiento más fecundo para hacer verbos nuevos es la aplicación del simple morfema verbal –ar
(promocionar, desmadrar, liderar…).
De los sufijos de adjetivos, se observa una cierta regresión del sufijo –ante, principalmente por razones
de economía. Las formaciones con ese sufijo, igual que las de –able, están siempre en plena actividad en el
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nivel culto, lo que impulsa al lexicógrafo a limitar con severidad la acogida de estas derivaciones por
razones fundamentales de sentido práctico.
Un sufijo en auge por la presión del inglés es –al (operacional, opcional, secuencial…). En algunos
casos, la nueva formación viene a competir con otra preexistente construida con otro sufijo (educacional –
educativo, opcional – optativo). Se producen así dobletes que, en principio, son superfluos, y que se
resolverán o bien por la derrota de uno de los dos, o por el desarrollo de una diferenciación semántica.
También se observa la vigencia actual en el nivel popular del sufijo de adjetivos –ón (resultón, molón,
mirón, buscón…). Otro sufijo muy animado es –ero (politiquero, futbolero, sindicalero…). A cierta distancia
figura también -oso entre los sufijos hoy favorecidos (marchoso, izquierdoso, derechoso…).
Entre los sufijos de nombres, destacan –ica y su variante -ática (temática, panorámica) e –ismo
(entreguismo, marxismo, evolucionismo…).
El lenguaje tecnocrático se deja llevar con frecuencia por la tentación de la sufijación, dando origen a
palabras más largas de lo que es digerible por el hablante normal (institucionalización, asociacionismo,
concienciación…).
En el lenguaje de la calle viven plenamente los tradicionales -ada, -ida (gozada, pintada, chorrada,
parida). Disfruta de amplia difusión la formación de posverbales en -e (desfase, alterne, desmadre).
En el lenguaje juvenil emerge un sufijo -ata de masculinos (drogata, cubata, bocata) y a su lado -ota
(pasota, drogota) y -eta (fumeta).
Prefijación
El prefijo des- parece haber ganado puntos en los últimos años (desempleo, descapitalizar, desaconsejar…).
No es inadecuado en estos casos el empleo del prefijo, pero su extensión puede dar lugar a una cierta
desestabilización del léxico (por ejemplo, algún día podríamos llegar a decir desdormirse, en lugar de
despertarse o desecribir en vez de borrar).
El prefijo auto- tiende a hacerse redundante. Por ejemplo, cuando un periodista escribe “los obispos se
autoproclaman pastores”, ese autoproclaman tiene una sobrecarga expresiva semejante a la de se
proclaman a sí mismos. Tal vez más evidente es cuando los periódicos informan de un autosuicidio.
En cambio, el prefijo mini-, que durante varios años tuvo un uso empalagoso por excesivo, está en
declive.
Sigue ganando terreno en la prefijación el modelo prefijo + nombre para la formación de adjetivos:
dispositivo antirrobo, ley antimonopolio, máscara antigás…
Composición
En la composición de palabras se observa en la lengua común un doble fenómeno: la cada vez más
abundante formación de compuestos por mera yuxtaposición, con grafías que oscilan entre la separación en
dos palabras o la unión con guión (hora punta, hombre rana, conferencia cumbre…), y el segundo
fenómeno consiste en la formación de palabras telescopio, es decir, las formadas por contracción de otras
dos (autobús, contracción de autómnibus, y electrocutar, contracción de electroejecutar). Otros ejemplos
más recientes son cantautor (cantante + autor), telemática (telecomunicación + informática)…
Los lingüistas hablan de la derivación impropia, que es la traslación o metábasis, o cambio de la
función propia de cada palabra. La verdadera derivación impropia se presenta en la llamada
adverbialización de los adjetivos, como por ejemplo hablar bajo. Otros ejemplos muy frecuentes en la
conversación cotidiana son vengan ustedes rápido, ése te lo arregla seguro…
La sustantivación de adjetivos es un fenómeno aún más frecuente que el anterior, pero sólo es legítimo
hablar de ella cuando no es meramente funcional, como ocurre en muchos casos en que, en los periódicos, la
reiteración del sintagma completo a lo largo de muchos días anteriores, o la alusión previa en el mismo
contexto al referente, evocan con mayor o menor nitidez el nombre omitido. Por ejemplo, cuando se habla
de los mundiales, el mundialito, la eliminatoria (hablando de deportes), el utilitario (hablando de
vehículos), la antológica, la retrospectiva (hablando de exposiciones). También hay casos en que se ha
consumado la lexicalización, como en un sencillo, cuando se habla de discos, o un colectivo, cuando se
designa una asociación o un partido. El paso de un verbo pronominal a uno no pronominal o viceversa,
como cuando un deportista entrena, en lugar de se entrena, o cuando en política un caballero es cesado o es
dimitido.
Siglas
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Las siglas son una fuente léxica peculiar de nuestra época que cumplen una función de economía importante
dentro del lenguaje, puesto que consisten en reducir a una unidad léxica, generalmente breve, una unidad
sintagmática generalmente larga. Es evidentemente un ahorro de esfuerzo y tiempo en el enunciado y de
espacio en la escritura.
Se alinea la sigla con procedimientos lingüísticos cuya raíz es la tendencia al menor esfuerzo, como la
elipsis, que convirtió vehículo automóvil en automóvil, y la apócope, que redujo el nombre automóvil al
nombre auto.
Las siglas han sido en general nombres propios hasta hace poco tiempo. Su función principal ha sido y
sigue siendo la designación de entidades políticas, partidos, sindicatos, organismos oficiales… Junto a la
vigencia ininterrumpida de la sigla como nombre propio, Seco señala dos fenómenos de interés lingüístico:
uno, el desarrollo cada vez más intenso de la sigla como nombre común (en educación ESO, LOE; en el
ámbito médico MIR, ATS; emisoras FM, trenes TALGO, AVE), y, otro, la creciente facilidad con que la sigla
da lugar a derivados dentro del idioma.
En el primer caso, hay que destacar que en ejemplos como ICONA, ADELFA, etc., se produce una
verdadera lexicalización; no sólo nombres como delco o radar se escriben con minúsculas, como nombres
normales, sino que también es ya frecuente esta práctica con, por ejemplo, ovni.
El segundo fenómeno es la creciente facilidad de derivación. Por ejemplo, peneuvista, etarra,
pesoísta… La derivación se produce también por el procedimiento impropio, es decir, trasladando el uso de
nombre propio al de adjetivo, como en el caso de las fuerzas polisarias, o al de nombre común, como en el
caso de los grapos.
La ventaja de economía que llevan consigo las siglas tiene también el riesgo de la opacidad. El sintagma
completo es más comprensible para el hablante común si se le dice “Plan Energético Nacional”, que si
escucha “PEN”, a menos que esté metido en el asunto.
Préstamos
En cuanto a los préstamos, se distinguen dos tipos: el diatópico, que procede de una lengua ajena, y el
diastrático, que penetra en la lengua común procedente de sectores particulares.
En el primer caso, hay que diferenciar el préstamo formal, que implica el intento de repetir la forma de la
lengua extranjera, y el préstamo semántico o calco en el que se agrega un contenido nuevo, de origen
foráneo, a una forma ya existente en la lengua. Además, hay que distinguir el préstamo léxico del
préstamo sintáctico; el primero es especialmente el formal, el que más ha llamado la atención de
gramáticos y de hablantes cultos, pero son los sintácticos los que encierran más daño para la lengua porque
afectan a su estructura.
El préstamo, como todos los factores de cambio de la lengua, no es en sí rechazable. Sí es rechazable el
aislamiento, sobre todo en el mundo de la lengua. Lo que es difícil de conseguir es que los hablantes
desarrollen una conciencia crítica que les permita, con sentido práctico, preferir, entre las varias formas
importadas que en cada momento hacen su aparición, las más adecuadas a los moldes del idioma.
Los extranjerismos son necesarios y no se puede impedir que entren. Lo que sí se puede impedir es que
trastornen el sistema de la lengua.
En cuanto al préstamo diastrático o interno, que penetra en la lengua común a partir de sectores
particulares de la propia lengua, se trata de un fenómeno universal. Las distintas ciencias técnicas y
actividades han suministrado al hablar general una gran multitud de metáforas que con frecuencia acaban
por lexicalizarse. (de las matemáticas, convergencia, coordenadas, parámetros…; de la física y la química,
presión, dinámica, tensión…; de la astronomía, eclipse, eclipsar, satélite…; de la medicina, parálisis,
colapso, diagnóstico…; de la psiquiatría y el psicoanálisis, depresión, nerviosismo, psicosis, obsesión,
represión, frustración, fetichismo…).
Dentro de los préstamos internos se da un trasvase de elementos populares y vulgares al léxico común.
Además, una parte de ese nivel léxico es acogida por escritores y periodistas, lo cual favorece su difusión.
Por ejemplo, Rafael Alberti usaba expresiones como uno está puteado o a mí me joden estos calificativos.
Al lado de esto resulta totalmente académico que los diputados digan, por ejemplo, que el pueblo pasa de
política, que los del partido rival le comen el coco al ciudadano…
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⎯ Derivación por prefijación: megaguai, hipercariñoso, superborde (connotación negativa); unión de
varios: supermegahiper…; deconstrucción/desconstrucción, decodificador/descodificador, cibercafé…
⎯ Derivación impropia: [niño] abusado, móvil (paso de adjetivo a sustantivo)
⎯ Composición: falda-lápiz, sandalia joya, toalla pareo, yonki-bus [palabra telescopio]
⎯ Siglas: AVE, SIDA (>sida), DVD, CD- Rom, dj, ADN, ARN, TDT…
⎯ Préstamo diatópico: sunami, gay, surf, estileto, light, chat…
⎯ Préstamo diastrático: clonación, supernova (del lenguaje científico)
⎯ Lenguaje juvenil: rollo, enrollado, enrollarse; flipar, alucinar, abrirse, pillar (`coger’), talego (`cárcel’),
pimiento (`taxi libre’), loro (`radio´), MP-3, iPod…
El lenguaje juvenil
El lenguaje juvenil tiene como primer rasgo el de constituir un lenguaje de grupo, como lo es cualquier jerga
profesional, con la particularidad de que el elemento aglutinador fundamental es la edad.
Según Seco, “el joven se siente como formante de una clase y su instrumento de identidad es el lenguaje,
pero, atención, identidad de clase, no de individuo; en él, la persona se impersonaliza dentro del grupo, se
viste el uniforme, algo así como unos vaqueros lingüísticos, que lo distingue frente al mundo despreciable
de los viejos (los viejos son los que tienen más de 25 años”.
El ámbito conceptual de esta jerga, como el de todas las de su tipo, es muy limitado; alude a procesos
anímicos rudimentarios como aburrirse, divertirse o lucirse, al trato sexual, a personas del círculo, a
valoraciones simples de personas y objetos. Sin embargo, la pobreza léxica está compensada con el carácter
oral de la comunicación, que suple con el gesto y con la situación la insuficiencia verbal y, sobre todo, con
el hecho de que las jergas no son léxicos cerrados sino que rellenan con el lenguaje común los huecos no
ocupados con su terminología propia.
Como sentencia Seco: “¿Sobrevivirá la jerga juvenil? En Lingüística, como en lo demás, no se pueden
hacer profecías; lo más probable es que ocurra lo que con otras jergas del pasado: después de una época
de auge irá desvaneciéndose, dejando tras de sí algunas palabras desparramadas por el léxico coloquial
común y, tal vez, elevada a categoría artística tras los cristales de la prosa de algún escritor que supo
cazarlo”.
LA DISPERSIÓN
1. Factores que actúan sobre la lengua, desmontando la unidad entre expresión y contenido (corriente
disgregadora desde el interior de la lengua: el uso individual del idioma)
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La evolución semántica, es decir, el cambio en el significado de las palabras, es mucho más rápida que la
evolución sufrida en la forma del léxico. Uno de los caminos más importantes del cambio semántico es el
eufemismo.
El eufemismo social surge de una actitud de temor ante el interlocutor. Se esquiva así la mención directa
de las realidades que pueden herir la sensibilidad del oyente. Es decir, las realidades se mencionan, pero no
se nombran, falsificando palabras, usando, en lugar de la palabra verdadera, otra cuyo contenido propio es
ajeno a la realidad referida. Por ejemplo, el verbo morir se oculta; no se dice cuando sus padres mueran,
sino cuando sus padres falten; no decimos si murieses durante el viaje, sino si te pasara algo durante el
viaje. Hemos atribuido a estas palabras un sentido que no es el suyo. Hemos falsificado estas palabras. Este
es un eufemismo disimulador de realidades negativas. Pero hay un segundo tipo conocido como el
eufemismo magnificador de realidades no negativas. Por ejemplo, cuando usamos ingeniero técnico por
perito.
Ambos tipos de eufemismos se producen abundantemente en el lenguaje de la administración, el de la
propaganda política y el de la publicidad. Los tres lenguajes tienen en común un carácter que Seco
denomina vectorial, es decir, su calidad de mensajes dirigidos a un receptor pasivo, sin respuesta, sobre el
cual se trata de ejercer una influencia. Además, los tres coinciden en la utilización de los medios de
comunicación de masas.
Durante el régimen de Franco el eufemismo tuvo bastante desarrollo. La epidemia de cólera era un ligero
brote de diarrea estival; no se prohibía la publicación de un libro, sino que se desaconsejaba; no existía la
huelga, sino la anormalidad laboral. Hemos perpetuado muchos eufemismos magnificadores del antiguo
régimen: empleada de hogar, empleado de finca urbana... Se han conservado también muchos eufemismos
disimuladores, como llamar insuficiente al suspenso, evaluación al examen...
Además seguimos creando aparatosos eufemismos, porque ahora mismo el ayuntamiento no cobra un
impuesto por recoger basuras sino una tasa por recogida de residuos sólidos urbanos. Mafalda llamaba a
los niños: seres humanos en vía de desarrollo.
Los dos caracteres externos del eufemismo administrativo, político, publicitario, su condición vectorial y
la utilización de los medios de difusión lo convierten en un motor poderoso del cambio lingüístico con
consecuencias peligrosas sobre la actividad mental de los individuos.
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2. Factores que actúan sobre la lengua, partiendo a la comunidad hispanohablante en unidades
menores (corriente disgregadora desde el exterior: la vertiente social del lenguaje)
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entre usos como acá y aquí, o entre carro y coche, pero es cierto que en los niveles populares de muchas
regiones de América, la expresión deja casi de ser inteligible para un español.
Parte de la peculiaridad de algunas zonas es de índole fonética. Pero en el nivel medio, los rasgos
fonéticos más generales, como el seseo y el yeísmo, así como otros menos generales, como la aspiración de
la -s implosiva, no son desconocidos en algunos regiones españolas. En cuanto a la gramática, son escasos
los rasgos diferenciales, aunque algunos sean muy acusados, como el voseo.
El único elemento realmente fraccionador en potencia es pues el léxico.
Por tanto, la agresión contra nuestra lengua se produce en dos grandes frentes: interior y exterior. El primero
es el uso individual del idioma que conduce a una destrucción de éste por inanición, debido a la indigencia
mental de quienes lo usan desusándolo o vaciándolo, o a una perturbación interesada de su función
comunicativa. En cuanto al frente exterior, está en la vertiente social del lenguaje. Una de sus brechas es la
inferioridad cultural de los países hispanohablantes con relación a las comunidades que hoy son rectoras del
mundo. Otra brecha es la realidad de que esta misma unidad léxica se presenta levemente agrietada en los
niveles medio y popular de las zonas hispanohablantes. La última brecha es la lucha de lenguas existente en
nuestro país.
LA UNIDAD
1.1. Desde el punto de vista individual, la lengua es nuestra conexión más perfecta y completa con la
realidad objetiva, el instrumento que utilizamos para almacenar y ordenar en la mente el universo que nos
rodea. Con ella podemos crear nuestros propios juicios, asimilar los ajenos o someter a crítica las ideas o los
hechos que nuestros sentidos nos transmiten.
1.2. Desde el punto de vista social, la lengua no sólo es el vehículo natural de la cultura que hace
posible la convivencia y el avance de la sociedad, sino que es, por esencia, un instrumento de solidaridad.
Quien lucha por la lengua lucha por la paz.
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Para ello, se debe establecer el principio de unidad basado en el concepto de lengua estándar, una forma de
lengua reconocida por el conjunto de los usuarios, la cual elimine o tienda a eliminar las variedades locales
o sociales de cada individuo o de cada grupo. Este concepto va apoyado necesariamente en el de norma, que
a su vez lleva consigo la exigencia de una codificación.
En el ámbito de la lengua española opera la conciencia de comunidad lingüística, y esto hace posible
que, por encima de la existencia de una serie de normas nacionales de realización (la española, la
argentina…), exista una supernorma, un ideal supranacional de lengua postulado por la lengua escrita.
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