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El autor presenta el objetivo ya que por ser una ciencia debe buscar conocer la verdad de la
sexualidad humana. Y empieza con dos preguntas ¿Cuás es la bondad de la sexualidad?
¿Por qué la sexualidad es un bien?
La dignidad del ser humano lo describe como el ser que radica en esa participación en el ser
substancia y esta participación la hace a través del alma que informa un cuerpo. El cuerpo
del hombre es cuerpo sexuado, de ahí que la importancia que deben tener los actos del
hombre, porque en sus actos no puede desligarse de su sexualidad, pues ella está en su
esencia misma, diciendo que se es persona humana femenina o masculina, solo y solo si, así
existe el hombre.
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Cf. Página 22.
Las propuestas que el autor ofrece de la ética de la sexualidad son las siguientes: “La
unidad de la persona y la corporalidad son a realidad de redención del cuerpo: razón y fe.
El autor del libro dice que los actos son humanos si se realizan libremente. Esta forma de
actuar se corresponde a un ser espiritual, dimensión espiritual que hace que la persona sea
alguien y no algo. Es decir, que sea persona, no solo individuo. Sin embargo, la persona
humana también es corpórea, de ahí que indaga si lo corpóreo pertenece al ser de persona o
es meramente accidental. A través de la misma experiencia se afirma que el cuerpo también
es la persona.
Por lo tanto: La esencia (aquello que hace que algo sea “eso” y no otro) de la persona
necesita del cuerpo “para ser persona”, es decir, el acto de ser es participado por el cuerpo
y el alma, no como cosas separadas sino en unidad (aunque es cierto que el acto de ser está
en el alma pero en la persona el alma nunca está separada del cuerpo). Alma y cuerpo son
co-principios de la unidad substancial del ser humano. El cuerpo es la misma persona en su
visibilidad.
El escritor afirma que “La Unidad de la Persona”: Ya es dada; sin embargo, también debe
integrarse. Tres niveles de dimensiones operativas que deben ser integradas: la física, la
psíquica y la espiritual. En estas dimensiones hay una jerarquía; y el motor de toda la
integración humana es la voluntad (facultad espiritual del hombre). La voluntad se mueve
por sí misma, las otras facultades en la persona humana tienen un objetivo exterior. Este
autodominio que en definitiva es la libertad permite al hombre realizarse, permite que el
reflexione sobre si y capte su fin; por lo tanto, la belleza de la verdad hace que el hombre
actúe en verdad, así el conocimiento del bien nos hará más libres.
Corporalidad “El cuerpo Redimido”: La redención abarca todo su ser, por ende abarca el
cuerpo. La revelación divina nos da a conocer que en un primer momento la unidad del
cuerpo y alma estaba ya realizada y había una armonía en la integración de las dimensiones
del ser humano; esta integridad se da porque la persona conoce y ama el bien moral. Sin
embargo, el hombre cayó, y la huella del pecado original en el hombre es lo que se conoce
como concupiscencia, por ello tendemos a la des-integración.
La bondad de la Sexualidad: El ser humano existe, pero existe como varón o como mujer,
no como ser humano “puro”. Es decir, hay una diferencia ya desde su constitución, la
persona en concreto es persona sexuada, esta es una consecuencia de ver la sexualidad
como perteneciente a la esencia de la persona, a su ser.
La bondad de la Sexualidad:
Bondad de la misma persona en cuanto la facultad sexual esta ella. La sexualidad del
hombre descubre que es don para el otro, y en ese donarse está su realización, de ese modo
el hombre se hace más hombre. Por tanto, la sexualidad bien vivida hace que el hombre se
vea como “alguien” para amar y no como “algo” parar usar.
Los actos buenos en su dimensión procreadora: se trata de dar las condiciones necesarias para
la concepción de un nuevo ser: Será moralmente bueno todo lo que se hace respetando la
dignidad de ese nuevo ser; y esto se realiza sólo: 1) dentro del matrimonio pues es una
institución que asegura el cuidado y realización del nuevo ser humano, y 2) Asegurando al
nuevo ser su educación e inserción a la comunidad, el autor habla aquí de la “Procreación
Responsable”.
Los actos buenos en su dimensión unitiva: Serán actos moralmente bueno en cuento
expresen y realicen la comunión interpersonal total (que se expresa no sólo por la unión de
los cuerpos), y esto acontece sólo dentro del matrimonio monógamo e indisoluble.
Los actos buenos: Estas dos dimensiones son éticamente inseparables. La persona debe
integrar su sexualidad a su propio fin: La castidad, hay una natural atracción del hombre y
la mujer que encuentra su fin en la unión sexual en cuanto este acto les satisface. Esta
dimensión erótica no es buena ni mala, pero ella debe someterse a la voluntad que la
conformará con el fin de la persona. Esta integración en el movimiento de la voluntad es
ayudada por la castidad, ella hace que el eros se deje penetrar por el amor, y así dirige al
eros a integrarse dentro de la bondad inteligible de la sexualidad. Pero es verdad que el
hombre aquí y ahora, aunque ve el bien, no lo hace, y esto porque estamos “dañados”, pues
ello en la sexualidad el movimiento psíquico físico prevalece a la voluntad, y si esta se deja
someter, no alcanza su fin. De ahí la urgencia de la vida en virtud, y de ella a más elevada
es la caridad que cuando gobierna la voluntad la inclina establemente a su bien.
Los actos malos: Resulta que lo contrario al fin procreativo es la anti-pro creatividad.
Diferencia entre voluntad no procreadora que no es un acto malo y voluntad anti-
procreadora que rechaza positivamente el concebir. La voluntad anti procreativa puede ser
vista como voluntad de un fin (es lo que se quiere: no concebir) o voluntad que conduce a
un fin (se quiere eso con vista a un bien) Hay que saber que en la conducta humana el acto
tiene dos dimensiones: lo interior, y lo exterior. En el acto sexual la voluntad puede
inclinarse hacia su bien entre formas: obrar el bien, abstenerse de obrar el bien, o realizar el
acto pero destruyendo su capacidad de poner condiciones para una posible concepción
(aquí se da una doble decisión voluntaria: una libre decisión de realizar el acto sexual y una
libre decisión de destruir la fertilidad inherente a él.
Los actos malos: Los actos contrarios a la unitividad, son aquellos en lo que no se quiere
la donación interpersonal; esta conducta se ve en la fornicación, el adulterio, la
masturbación y en la misma anticoncepción. Por eso la lujuria o intemperancia sexual
destroza la unidad sexual de la persona y hace a éste cada vez más ciego para ver la bondad
de la sexualidad, el hombre se hace menos libre y es sometido por las pasiones que lo
incapacitan para actuar como verdadero hombre.
Para que el hombre llegue a la consecución de su bien, no sólo le basta sus fuerzas, debe ser
movido por Dios, y la acción de Dios en primer lugar se da instituyendo su ley divina en el
corazón de los hombres, y luego ayudándolos con su gracia. Por tanto, la ley moral se
enmarca en la participación de la misma Sabiduría Divina. El uso recto de la propia razón
hace que encontremos la ley divina, esta forma de instrucción es lo que se llama Ley
Natural; es decir, con la razón se descubre la verdad del bien de la sexualidad humana en la
misma sexualidad, pues ella nos da una vía en sus inclinaciones naturales. Estas
inclinaciones son humanas, por tanto dirigidas a un bien y en el recto uso de ellas se conoce
el bien de la sexualidad. Ahora bien, esa ley natural esta opacada en el hombre, pues éste es
un ser caído, de ahí la ley de la concupiscencia presente en el hombre. Por eso Dios viene
en su ayuda revelándole su bien a través de las leyes divinas positivas (los diez
mandamientos).
La Ley de la Sexualidad Humana: De ahí que tengan sentido leyes que favorezcan el buen
ambiente con el respeto al pudor, y se promueva la cultura de la castidad; además de
prohibir aquellos que atenten contra la dignidad de la persona humana. Debemos entender
que la ley divina es anterior a la ley humana, por ello la ley humana no puede cubrir todos
los aspectos del hombre.
La Tercera Parte del Libro trata sobre Los Estados de Vida Cristianos
El desplegarse del bien en la vida de cada cristiano. La gracia de Cristo hace ver más claro
que ese bien sólo se realiza en dos caminos: Matrimonio, la comunión íntima en la relación
sexual se logra por ser monógamo e indisoluble; y esto es así si se ve al “otro”, como “otro
igual”: una persona única e irrepetible que vale en sí para el otro. En el matrimonio la
dimensión procreativa es realizada en el cuidado y educación de los hijos. Toda esta
argumentación, aunque verdadera, choca con la experiencia de la dificultad de percibir ese
bien, de ahí que ve la necesidad de ahondar en la reflexión y dar un paso más: la unión en el
estado conyugal debe participar de la unión de amor de Cristo a su Iglesia.
Es un libro un poco difícil de entender al principio y bueno hay que leer una y otra vez para
tratar de ir entendiendo lo que el autor quiso escribir. Aclara muchas ideas erróneas que en
mi caso cuando recibí moral en el bachillerato hace más de 15 años pues no quedaron muy
claras y no había leído nada para actualizarme; ahora con la lectura de este libro el último
de los cuatro que en este primer semestre he leído se abre un campo más en el
entendimiento de esta materia.
No es lo mismo leer libros fuera de un contexto de ser alumno, estar recibiendo clases y
donde se tiene la oportunidad con el maestro de poder preguntar y aclarar dudas, a no tener
esa oportunidad.
El libro es de gran valor, fue un poco difícil de asimilarlo pero creo de los cuatro que hasta
hoy leí de este primer bloque me parece uno de los que se tiene que esforzar uno para poder
sentirle el sabor. Claro no quita méritos a los otros tres que leí pues también ya estoy
leyendo algunos temas de Pinckaers en las materias de don Tomas Trigo y que es uno de
los que entra en el bloque de los otros 4 libros del siguiente semestre.
En mi caso por mi labor necesito tener claras muchas de estas cosas pues la pastoral exige
del conocimiento de los sacerdotes de manera especial para orientar la juventud y la
adolescencia a quienes hay que guiar en un mundo actual marcado por tanta información
incorrecta y bombardeado por un pansexualismo exagerado. “No tiene, por lo tanto, la
Iglesia católica, un sentido tergiversado de lo que es la sexualidad ni de lo que supone la
relación sexual entre un hombre y una mujer en el seno del matrimonio. Muy al contrario,
reconoce la importancia de la misma. Sin embargo “la Iglesia se opone firmemente a un
sistema de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente
difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un
estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la
inocencia“ (FC 37)