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muy cerca de áreas urbanas, lo que significa un riesgo químico muy alto debido al tipo
de material con el que las empresas trabajan. Las zonas de mayor riesgo están en Dock
Sud, en Capital Federal, Avellaneda, Lanús y Quilmes y en Ingeniero White en Bahía
Blanca.
Esta fase del circuito productivo, junto al último eslabón de comercialización, se conoce
como downstream (corriente abajo).
El transporte merece una mención especial, ya que se presenta en varias etapas
durante todo el circuito productivo, denominada midstream (centro de la corriente). El
petróleo se traslada mediante oleoductos, que son extensas tuberías de acero revestido,
cuyo diámetro varía entre unos pocos centímetros hasta más de tres metros en todo el
país. También, se utilizan los poliductos son muy similares a los oleoductos, pero están
diseñados para transportar varios derivados del petróleo, como nafta y gasoil, en
camiones cisternas o buques. En un primer momento, el transporte se realiza desde los
lugares de extracción hacia las refinerías y luego, se comienza con la distribución de los
productos finales desde allí. Los buques petroleros se utilizan para el traslado de crudo
para el mercado externo. Este es un medio de transporte muy cuestionado debido a los
posibles derrames de petróleo en los océanos lo cual afecta a los ecosistemas marinos.
El eslabón comercial está orientado tanto al mercado interno como externo. En el
mercado externo, se coloca especialmente el petróleo crudo o sus derivados con poco
valor agregado, mientras que en el país se comercializa el resto de los productos del
circuito.
Circuito frutícola en el alto valle de Río Negro
El alto valle comienza en la confluencia de los ríos Limay y Neuquén donde nace el río
Negro, y se extiende aproximadamente a lo largo de 65 kilómetros del curso inferior del
Río Neuquén, 50 kilómetro del curso inferior del Río Limay y 120 kilómetros del curso
superior del Río Negro. Esta región se ha especializado en la producción de frutas de
pepita (manzanas y peras), que se comercializan principalmente en el mercado externo
como fruta fresca y para la elaboración de jugos. En menor medida, se producen frutales
de carozo (cereza, ciruela, durazno, damasco, pelón) y frutas finas (frambuesa, guinda
y frutilla).
La colonización del alto valle se llevó a cabo en la década de 1880, con la finalización
de la campaña militar conocida como la Conquista del Desierto. La región comenzó a
poblarse muy rápido, primero por soldados que habían participado en la campaña militar
y luego por inmigrantes, principalmente alemanes y franceses, que vieron la oportunidad
del desarrollo del cultivo de frutales y alfalfares. Como esta zona se caracteriza por sus
escasas precipitaciones anuales, fue necesario buscar alternativas de riego, para el
aprovechamiento de las aguas fluviales. Ya a comienzos del siglo XX, se construyó el
primer canal de riego en Río Negro, que permitió la extensión de zonas cultivables.
En la década del 30, la actividad logró un mayor desarrollo con la llegada del ferrocarril
y la instalación de la empresa Argentine Fruit Distributors (AFD), de origen británico y
que, a su vez, era subsidiaria del ferrocarril. Esta empresa monopolizó la
comercialización de las frutas, que era transportada hacia Buenos Aires en el Ferrocarril
del Sud para luego ser colocada en el mercado externo. Además, la empresa además
instaló tres plantas empacadoras y una estación experimental con el objetivo de mejorar
la calidad de los productos. Hacia fines de 1940, junto con la nacionalización de los
ferrocarriles, la empresa AFD pierde protagonismo en la región y comienzan a
afianzarse agentes económicos nacionales.
En la década del 60, se dan varios cambios en el circuito productivo frutícola. La
demanda europea de peras y manzanas argentinas aumentó, y se incorporaron cambios
tecnológicos fundamentales, sobre todo en la etapa de empaque de la fruta y su
conservación de frío en cámaras refrigeradoras. Además, se reemplazó el transporte
del ferrocarril por camiones.
Hacia mediados de la década del 70, la mayor parte de producción frutícola provenía de
pequeños productores, con explotaciones de menos de 10 hectáreas, con poco acceso
a la tecnología y que comercializaban la totalidad de su producción a terceros que se
encargaban de continuar con los eslabones del circuito. Pero, por otro lado,
comenzaban a tener preponderancia en la región los productores con mayor capital y
mayor integración vertical, que manejaban no solo el empaque de la fruta sino la
comercialización en el exterior.
A partir de la década del 90, comienzan a tener mayor presencia los capitales
transnacionales en la actividad y, como consecuencia, se acentúa la concentración y
centralización de la actividad, lo que perjudica al sector de los pequeños y medianos
productores que no han logrado la tecnificación necesaria ni la integración vertical para
sobrevivir en el circuito productivo regional.
Hoy en día, el circuito productivo mantiene en su eslabón primario a pequeños
productores que utilizan formas de producción tradicionales, poco tecnificadas y que
solamente forman parte de este primer eslabón que se constituye como el más débil de
todo el circuito. Luego, venden su producción a los empacadores y comercializadores.
Como en general las frutas no cumplen
con los requerimientos de calidad, que
involucran estándares crecientes de
sanidad e inocuidad, se utilizan para la
industria de jugos, elaboración de sidra o
como frutas deshidratadas principalmente
y no para la exportación como fruta fresca.
El eslabón industrial abarca los
procesos de conservación, empaque de
fruta fresca o trituración de la fruta para la
elaboración de jugos. En este eslabón, se
encuentran los productores integrados y
grandes empresas que abarcan todo el
proceso productivo: desde la producción
primaria, conservación, empaque y comercialización. Además, los agentes económicos
que participan de manera integral incorporan nuevas variedades, sabores y tamaños
pensados, en especial, para la exportación, lo cual genera una barrera tanto técnica
como económica con los pequeños productores.
En la última década, ha surgido un nuevo agente económico, que representa el último
eslabón del circuito productivo, es el agente comercial, que se encarga en forma
exclusiva de la colocación de los productos, en particular, en el mercado externo. Si bien
este agente es relativamente nuevo, ya se observa una gran concentración teniendo en
cuenta que solo tres empresas concentran el 50% de las exportaciones.
La exportación de productos del circuito
frutícola se realiza a más de 40 países,
donde predomina la Unión Europea,
Rusia, Estados Unidos y norte de África.
En los casos de exportaciones de
ultramar, se comercializa en buques con
contenedores y bodega refrigerados
desde San Antonio Este en Río Negro,
donde se encuentra el principal puerto de
salida. Además, se realizan exportaciones
durante todo el año a Brasil y, en menor
medida, a Bolivia, Paraguay, a través de
camiones refrigerados.
En el caso del mercado interno, que es
porcentualmente mucho menor que el externo, los productos se comercializan durante
todo el año en las distintas provincias. En el caso puntual de las manzanas,
aproximadamente un 33% de lo producido en el alto valle se vende en Argentina, la
mayoría (alrededor de un 80%) en la región pampeana. Para el caso de las peras, tan
solo un 14% del total producido en la región se comercializa en el mercado interno donde
también la región pampeana es la mayor consumidora.