Este sistema se creó a comienzos de los años 80 y establece el descuento a cada trabajador de
un porcentaje (aproximadamente 11,5%) lo cual se va acumulando en un fondo, que se
invierte en instrumentos financieros fijos y variables tranzados en la bolsa de valores de Chile y el extranjero, con lo cual se espera que el ahorro y la rentabilidad permita el engordamiento de un poso que servirá para financiar las futuras pensiones de quienes jubilen. Sin embargo lo inconveniente del modelo queda en evidencia si consideramos que del 11,5% que entrega cada trabajador a las AFP, un 10% va al fondo de capitalización individual y un 1,5% va a gastos de administración, donde tal gasto de administración corresponde en realidad a un margen que varía entre un 11 y un 21% del monto que administran, pese a que en promedio solo entregan un 8% de rentabilidad (fondo C). Esto último es incomprensible, puesto que en cualquier otro servicio un consumidor no estaría dispuesto a pagar por él, más de lo que recibe a cambio, acá sin embargo está obligado a hacerlo por ley.
El sistema genera grandes preocupaciones si consideramos la irregularidad por parte de los
trabajadores en los aportes que realizan al sistema previsional. Esto es fácil de observar dado que casi ningún trabajador tiene la continuidad laboral supuesta en los cálculos iníciales y el fuerte de las cotizaciones está en los primeros 15 años de trabajo, período en que los trabajadores reciben un salario más bajo, por lo que el monto de las remuneraciones que se entregan a la hora de jubilarse dista mucho del prometido al inicio del sistema. Ejemplo de ello es que las pensiones actualmente no sobrepasen en promedio los 170 mil pesos, pese a que hemos tenido un periodo de más de 30 años en los cuales ha habido altas rentabilidades para las AFP y en el cuál la industria no han sido capaces de entregar mejores pensiones a los chilenos. Esto no se puede entender sino como una clara señal de la ineficiencia del mismo sistema, que por lo demás, arrojaría resultados inferiores a los que se obtendrían de invertir en el mercado inmobiliario o mejor aun en las empresas de servicios básicos, donde en cambio la decisión política fue dejar en manos de inversionistas extranjeros estos monopolios regulados.