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ISSN 2519-0253
Marina Ari1
Resumen:
Abstract:
The figures of the Indian leader Tupac Katari’s wife and sister,
protagonists of the Indian rebellion of 1781-1782 in the Qullasuyu
under Spanish power, shone in their own light and have become
referents for us, Indian women. But they are only part of a group of
Indian women who fought in the rebellion alongside male fighters,
despite their participation, goals and thinking developed in the In-
dian libertarian their struggle has been ignored by the majority of
the historians of the Rebellion. The situation of the Indian women
on the plain who were held in the besieged city of La Paz, or those
facing Hispanic aggression in the provinces and sectors where the
rebellion was developed, is not known either. The present research
intends to contribute with new elements of knowledge presenting
the situation of the Indian women during this rebellion.
indios constaría de seis a ocho mil, unos pocos con escopetas y logran-
pero compuestos de varias muje- do coger dormidos algunos indios,
res” (Diez de Medina, 1994: 118). mataron 20 entre hombres y mu-
En otro relato, el criollo dice: “Ba- geres” (Segurola, 1872: 45). Obvia-
jaron muchos indios y mujeres del mente las mujeres indias que fue-
alto de San Pedro y se fueron em- ron asesinadas eran hijas, madres y
boscando en diferentes lugares de esposas, pero eran consideradas por
la campaña” (Ibíd.: 198). los españoles no como mujeres sino
como guerreras enemigas. La su-
El mismo brigadier español Se- premacía blanca y sus conceptos de
bastián de Segurola y Olidén9 se género basados en una minusvalía
asombró de la participación activa y esencia pecaminosa e inferior de
de las mujeres indias guerreras pero la mujer hicieron las mujeres fueran
no dudó en asesinarlas sin ninguna tratadas con mayor rudeza y barba-
distinción como aquel 11 de mayo, rie pues estaban indignados de que
cuando los españoles salieron de la ellas tuvieran un espíritu bravío y
ciudad sitiada de La Paz y encon- osaran enfrentarse a los ejércitos es-
traron a las guerreras dormidas: “Al pañoles.
amanecer de este día salieron de
esta ciudad al pueblo de S. Pedro Estas mujeres no sólo eran comba-
tientes de segunda línea: también
comandaban, lo que provocaba el
9 Sebastián de Segurola y Olidén nació asombro y odio de los españoles y
en la provincia de Guipúzcoa (Espa-
criollos patriarcales como Diez de
ña); en 1740, siendo capitán fue nom-
brado mediante cédula real como co- Medina en cuyo diario se percibe
rregidor de la provincia de Larecaja y que estuvo obsesionado con la figu-
Comandante de armas de la ciudad de ra de Bartolina Sisa, refiriéndose a
La Paz en noviembre de 1776. Residió ella en los peores términos:
en Sorata hasta el inicio de la rebelión
de Tupac Katari cuando fue llamado
a La Paz por el presidente de la Au- Dícese que el Apaza, con mil in-
diencia de Charcas, Ignacio Flores, dios, partió el jueves (mayo) de
quien lo nombró corregidor de La Paz madrugada para Calamarca a resis-
en 1781. Segurola fue el principal re- tir a las tropas nuestras auxiliares y
presor de las rebeliones indígenas del que su amasia (a quien la da de pa-
Alto Perú, llevando adelante sangui- los cuando está borracho) se trasla-
narias represalias.
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Con admirable espíritu que no te- Las mujeres, madres e hijas de los
mía a la muerte, muchas guerreras caciques fueron las primeras en ser
sisa-kataristas prefirieron suicidarse victimadas. Así ocurrió en Sicasica
antes que caer bajo la perversidad (La Paz) donde tanto la mujer del
española, por horror hacia el yugo cacique de Urinsaya como el de
hispano y con admirable valentía Aransaya fueron muertas junto a las
al elegir la muerte por sobre la vio- mujeres españolas:
lación y la tortura. El militar espa-
ñol que masacraba a los rebeldes ... mataron los indios, con la bár-
indios, Sebastián de Segurola, fue bara ferocidad que acostumbran
testigo de este drama “… se siguió al cacique de Urinsaya don Pablo
concluir con el resto de los que ha- López, su madre, mujer e hijos, al
bían quedado vivos de ambos sexos alcalde Ambrosio, a la mujer del
de los cuales algunos y particular- otro cacique de Aransaya, Apaza y
mente las mujeres se sacrificaban su hijo y Eugenio Nina, así mes-
precipitándose a la laguna…” (Se- mo indios. Y de los españoles (…)
gurola, 1872: 138-139). don Pedro Guzmán, su mujer e
hijas (Ibíd.: 61).
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Lo mismo pasó con las mujeres del y algunos mozos y las más indias y
cacique de Ayoayo y el de Sapaaqui. una que otra esclava y los conduje-
Asimismo, las mujeres de comuni- ron al alto de San Pedro (Ibíd.: 188).
dades cercanas a la ciudad de La Paz
sufrieron de hambre y desespera- Los alimentos eran utilizados como
ción, lo que las llevó a tomar medi- señuelos para matar españoles y
das extremas: por ejemplo, un grupo capturar a mujeres que se atrevían
de 30 indígenas hizo un forado por a todo para obtenerlos:
la cerca de la huerta del convento de
San Francisco y estos se refugiaron … se metían los indios por las que-
allí, “y habían sido mujeres de los al- bradas, de las que salían á hacer al-
zados, las que clamaban por retirar- gunos robos y muertes por la par-
se con ellos mediante el hambre de te de Achachicala, siendo en más
que se quejaban” (Ibíd.: 118). número las mugeres, que salieron,
confiadas en que los indios esta-
ban de paz, en solicitud de algunas
Otras víctimas fueron las mujeres
comidas que por allí había, lo que
indias que estaban encerradas en
dio mérito á que muriese á manos
La Paz. El motivo era el aprovisio- de los infieles (Segurola, 1872: 69).
namiento de víveres, supuesto “de-
ber” de las mujeres y sobre todo
La trampa del mercado funcionó has-
de las indias que conformaban la
ta el mes de octubre de 1781. Diez
servidumbre de los hispanos y de
de Medina relata que varias mujeres
los criollos. Mientras el hambre,
fueron atraídas al mercado de la plaza
la plaga y la muerte rondaban por
de San Pedro, donde los rebeldes
la ciudad, las indias encerradas en
La Paz acudían desesperadas a
… las fueron entresacando y sepa-
un mercadito que las comunarias
rando en dos clases: la una, de toda
habían instalado en la plazuela de mujer de cara blanca, de buen pa-
San Sebastián pero en realidad, recer, de buen ropaje, niña o vieja,
era una trampa que tendieron los casada, las que llevaron a las 11 y
kataristas para capturar a estas media del día prisioneras al cam-
osadas: po enemigo de Munaypata (…)
…repentinamente aparecieron los La otra de indias, y las de mal pe-
Kataristas aprehendiendo a 60 per- laje fueron repudiadas y las envia-
sonas entre muchachos y muchachas ron con libertad a la ciudad donde
Ari 79
milias y a sus “patrones”, más aún en sus calles; pero se nota que los
cuando los habitantes de La Paz ya más de los muertos son del nú-
se habían comido y a sus mulas, ca- mero de los indios amigos, de las
ballos, burros, gatos y perros indias y sus hijos. Las calles están
regularmente con cadáveres arroja-
y los cueros más despreciables (…) dos. Los niños y muchachos gritan
como del que suministraban las pidiendo socorro por las calles, es-
petacas y zurrones, (…) se aventu- quinas y plaza mayor (Ibíd.: 226).
raban algunas gentes, en particular
las mugeres, á quienes únicamen- Capturada Bartolina en julio de
te se permitió salir á comprar los 1781, los habitantes de La Paz, fun-
bastimentos (Segurola, 1872: 128). damentalmente mujeres y niñas
indias, arriesgaron sus vidas para ob-
El hambre era el incentivo para tener alimentos: “Mataron en aquel
reclutar indígenas que se habían puesto varias mujeres y niñas que
quedado encerrados en La Paz. salieron por comidas” (Ibíd.: 226) y
Los kataristas lo sabían y por ello, este fenómeno no paró: “hubo algu-
les gritaban que se unieran al ejér- na mortandad de los nuestros y mu-
cito de Julián Apaza y no murieran jeres que fueron a lavar y por víveres
de hambre y se fueran al Alto don- a Callapampa y Achachicala, cometi-
de tendrían toda asistencia: “y a la da por los rebeldes” (Ibíd.: 243).
verdad, que muchos cholos pícaros,
oficiales mecánicos y acuartelados y Pero en las áreas rurales y especial-
de Larecaja se nos han descandilla- mente cuando las guerrillas –como
do, desertando al campo enemigo” el líder e historiador indígena Feli-
(Diez de Medina, 1994: 189-90). pe Quispe las caracteriza– de Tupac
Katari fueron perdiendo terreno,
Cuando, en junio de 1781, los ata- también hubo una tremenda ham-
ques del ejército katarista se incre- bruna y muertes:
mentaron, la ciudad languideció
pero quienes más sufrieron fueron Este día vino una chola y un indio
las mujeres y hombres indios que ha- chipana de Yungas (…) Aquella
bían quedado al interior de la misma: dice que hay en el campo enemigo
La mortandad ha seguido con los miseria y penuria de víveres, que
días, por la causa de la hambre; la dan 26 papas por medio real, lo
ciudad se halla exhausta de gentes que es mucha desdicha entre los
Ari 81
indios (…) que los más están dis- Aquello se manifestó en los terri-
plicentes con el Apaza (…) y que bles actos de robo, tortura y ma-
ya lo entregasen a no ser los man- tanza de hombres y mujeres de las
dones que se hallan a favor suyo comunidades:
(Ibíd.: 245).
“fueron también aprehendidos
Algunas mujeres que desertaban in- un indio de Yungas y una india
tentaron ingresar a la ciudad; aquello de este pueblo de San Pedro con
se fue incrementando a medida que su hijo y una hija tiernos de edad,
mataron uno u otro de los levanta-
se debilitaba el movimiento katarista:
dos e hirieron a algunos…” (Diez
de Medina, 1994: 280).
Con la entrada de algunas muje-
res, que estaban entre los alzados,
se fue ratificando la noticia de irse Hubo incursiones brutales a las zonas
acercando a esta ciudad nuestras donde estuvo Katari. El gesto de una
tropas (Segurola, 1872: 122). mujer india que iba a ser masacrada
debería quedar en la memoria de
Una india, que entró por la noche nosotras, las mujeres indias: la mu-
nos aseguró había sido un Coronel, jer ocultaba la cara en señal de co-
que derrotado por las tropas de nocimiento de su inminente y cruel
nuestro ausilio, venía de retirada muerte: “ordenó el Comandante una
(Ibíd.: 123). correría a Potopoto y campo de Ca-
tari (…) mataron muchas mujeres,
Por la mañana entraron varias mu-
geres, que estando presas entre los
indios, párvulos y aun corren, a una
alzados, pudieron escaparse: dicen chola que, sentada, ocultaba su cara”
que los indios, desocupando el (Ibíd.: 293). Es notable como el rela-
alto de la Púna, se habían retira- tor deshumaniza a las mujeres indias
do hacia el paraje llamado Vilaque y más aún a la “chola”.
(Ibíd.: 124).
Asimismo, estremece la frialdad
La causa del desbande en las co- con la que Segurola relata la ma-
munidades era el pánico ante a las sacre del 25 de febrero de 1781
represalias: llegó la hora de la ven- cuando sus tropas y una columna
ganza, la crueldad y el abuso de los de mercenarios cochabambinos
españoles contra los originarios. sorprendieron en Ancoraimes a las
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liberadas mientras que las esposas primero que hacía era ver si entre
de los caudillos indios fueron cas- las familias de aquellos indios había
tigadas con penas brutales por los mujer que saciase sus carnales ape-
españoles. Por ejemplo Lupiza o titos, sin precaver el menor escán-
María López, que fue apresada con- dalo” (Ibíd.: 12). Evidentemente,
juntamente con Katari, se victimizó Borda era un enemigo de los indios
en los interrogatorios que le hicie- kataristas y en especial de Katari, lo
ron los españoles hasta lograr su li- que pudo haber justificado su de-
bertad, argumentando que “Apaza claración. Pero lo preocupante es
la había sacado cautiva de la casa del que otros participantes de la rebe-
cura de Sicasica y, convirtiéndola en lión como Bastidas y otros corone-
su barragana, hacía que le siguiese les amaristas confirmaron la misma.
de puesto en puesto a fuerza de
‘golpes y martirios’…” (Del Valle, Otra probable amante de Katari fue
1990:254). No importaron los tes- la mestiza Josefa Anaya. En los in-
timonios de Gregoria Apaza y Bar- terrogatorios a los que fue sometida
tolina que afirmaban que Lupiza se por los españoles, cuenta que era
había quedado con diferentes “jo- objeto de los celos de Lupiza y que
yas de oro y diamante, gargantillas, por eso, Gregoria Apaza la tuvo que
rosarios, zarcillos, sortijas y pepitas trasladar al campamento de Mi-
de oro” y que era regular que “la tal guel Bastidas. Anaya, en esas cir-
Lupiza” conservara algunas de esas cunstancias, se puso al servicio de
alhajas “puesto que las había mane- Gregoria Apaza que le delegó ta-
jado desde antes” (Ibíd.) reas que le parecían intrascenden-
tes como preparar la comida, hacer
Por otro lado, es posible que algu- chicha, atender a los hombres: “…a
nos líderes indios desarrollaran ac- Gregoria no le importaban estas
tos de violencia sexual incluso hacia menudencias ni sentía que fuera
las mujeres indias. El cura agustino parte de sus tareas preocuparse de
Borda ‒que permaneció un mes menesteres que otras mujeres, in-
junto a Katari, al que odiaba‒ lo cluso las criollas o mestizas Josefa
acusó de ser un depredador sexual: Anaya y Agustina Serna podían ha-
“cuando Apaza estaba borracho, sa- cer en su lugar” (Del Valle, 1990:
lía de ronda con sus secuaces y lo 136). Pese a ello, no dudó en acusar
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Y como nuestra soldadesca lle- mataron de una bala a una negra es-
vaba la ansia del pillaje excitado, clava que salió por agua y una mu-
que sí se les frustró, acometieron chacha tierna de edad” (Ibíd.: 291).
a las casas de una pobre española,
del cura, del cacique y otros y las Las mujeres indias demostraron
saquearon y puede decirse de la
mucha más compasión hacia las
primera, que sin dejar estaca en la
pared (Ibíd.: 91).
españolas que la que demostrarían
estas tras la caída de Katari y Sisa:
Y por supuesto también fueron pre-
El 25 caminaron los auxiliares al
sas de los ejércitos indios. En las ac-
ingenio de Patacamaya y se halla-
ciones demostrativas de fuerza, las ron con unas mujeres que, llorosas
tropas kataristas ahorcaban o eje- y prosternadas de rodillas, daban a
cutaban a palos o a pedradas a los gritos muchas gracias a Dios, cla-
prisioneros sin importar si eran mu- mando por la justicia y besando el
jeres: así sucedió el 12 de abril de suelo repetidas veces, pues a la vis-
1781 en La Paz cuando sacaron a los ta de tal socorro libraban sus vidas
prisioneros que tenían “fuera de las y salían de los fosos subterráneos
mujeres de la ciudad, prisioneras, a donde se habían mantenido el es-
pacio de cuatro meses por el rigor
quienes mataron a palos y con las
de los rebeldes, gracias a la caridad
cabezas destrozadas” (Ibíd.: 126).
de una indias… (Ibíd.: 223).
Asimismo las esclavas africanas su-
frieron los rigores de la guerra: “aca-
Respecto al carácter de las muje-
baban de degollar una esclava y su
res españolas, el contraste con las
hijo, por no avisarles el paradero
rebeldes indígenas era palmario,
de sus señoras” (Ibíd.: 224). Se las
dando lugar a observaciones de los
consideraba como aliadas de sus pa-
españoles y criollos respecto a la na-
trones españoles y muchas de ellas
turaleza de las hispanas:
lo eran, pero cargaban con el peso
de la esclavitud que las obligaba a “En esta noche en que se pensó
depender de los españoles y eran tocar las filas de la Parca, las bue-
tan víctimas como las mujeres in- nas mujeres dieron el más piadoso
dias. “Amanecieron los sublevados ejemplo de edificación implorando
con sus pedradas y escopetas que el favor divino (…) en las iglesias y
nos disparaban a menudo (…) nos en las casas donde se combinaron
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