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Hormigas verdes

Estudiante: Yeison Uriel Segura Bermúdez

Todo va bien hasta que nos realizamos el examen de conciencia, asunto que se ha vuelto

relativamente aperiódico, excesivamente positivo y la contraparte de ser testigos del

mundo, lo cual es algo a la vez estremecedor y fascinante. No dudamos de la sortílega

imaginación, hasta que los excesos de credibilidad desbordan nuestros diques pasionales,

que expresado en términos castizos querría decir, en voce de Quevedo, quien conjetura todo

esta vana fundamentación: “muchos son los buenos si se da crédito a los testigos; pocos si

se toman declaraciones a sus conciencias”.

Como llevar una conciencia de prestado. Sería absurdo llevar una sola, cuando las

interfaces de la realidad distorsionada permiten un juego de mascaradas infinito en el más

llano y plano sentido de las máscaras.

Pero las tensiones territoriales- si entendemos territorio, al contrario de las máscaras, a

partir de un amplio margen de significado- descodifican, de tanto en tanto, las barreras

socioespaciales y por momentos se logra entrever fracturas en el tiempo real de los

acontecimientos, que por lo general se presentan diacrónicamente y por lo común se

localizan en el punto de máxima tensión, entre una dialéctica refinada por la burguesía y

un canglor de instrumento atemporal , que revela toda su fuerza milenaria contra este

atropello de su razón necesaria, como representación perenne de unas costumbres arcaicas

y por lo tanto universales.

Es el caso de una película de Werner Herzog, cuyo título es por sí mismo toda una

declaración de intenciones: “Donde sueñan las hormigas verdes”. Película que reclama toda
la atención en un mundo globalizado. Recorre los meandros desérticos habitados por una

tribu australiana de más de 40000 años de antigüedad. El conflicto surge cuando los

miembros más ancianos que conforman el núcleo son abocados a enfrentar al hombre

blanco, a los desordenados de la orden chupeterras, que se llegan a estos lugares sagrados

en busca de Uranio, mientras un nativo tañe el diyeridú que invoca a lo que ellos conocen

como “el tiempo de los sueños”. “No debemos perturbar los sueños de las hormigas

verdes”, dice un anciano de la tribu y de repente vuelve a bramar el diyeridú con su nasal

cacofonía salvaje. Al principio un técnico en jefe destinado para la misión, reúne

argumentos conciliadores para enfrentar al primer arreón de negativas, pero se ve

inmediatamente forzado a dejarlo, al darse cuenta que poco o nada valen sus tentativas de

explicar un fenómeno de minería extractiva a los ancianos aborígenes, cuya única salvedad

en todo es brindar el cuidado necesario para su territorio, basados únicamente en sus

conocimientos ancestrales:

“Si van a minar estas tierras,

destruirán la zona,

y a las hormigas verdes.

Y estas saldrán...

y destruirán todo el universo viviente”.

Es la carrera por la destrucción colocada en tela de juicio por una comunidad de Worora y

Riratjingus. De entrada los blancos de la compañía derriban el único árbol en todo lo que

alcance la vista, y que se tenía según sus tradiciones como el lugar donde los padres sueñan
con sus hijos. Si pueden soñar con sus hijos, estos nacerán. Por su lado, los técnicos se dan

de cara con verdaderos hallazgos científicos y que los sobrepasan en lo que tienen de

enigmáticos:

“No hay ningún otro lugar de Australia donde el campo magnético de la Tierra esté tan

distorsionado. La hormiga verde es el único ser existente en la Tierra con un órgano

sensorial sintonizado en los campos magnéticos, como una pequeña brújula verde. Las

vuelvo locas interfiriendo otros campos magnéticos. Estas amiguitas son capaces de

transformar por completo el panorama. En menos de un día pueden construir hormigueros

de 2 m duros como la roca. Siempre se ubican de Norte a Sur. Cavan inmensos túneles bajo

la tierra. Se alimentan de madera. Lo devoran todo. Pueden incluso perforar techos de

plomo para llegar a la madera que hay en ellos. No disponen de aparato digestivo

desarrollado. Viven simbióticamente con bacteriofitos en su intestino. Hablando en

términos biológicos, la hormiga verde no es una hormiga corriente. Tan sólo se parecen a

ellas. Más bien es una termita que pertenece tal vez a la familia de las cucarachas. Los

negros han podido observar que nuestras amiguitas indican con anticipación las

tempestades. Como verdaderos ejércitos se alinean hacia el Norte y se detienen en la mitad

de su ruta. Se suele decir que están durmiendo. Sueñan con tiempos pasados. Con los

orígenes del mundo. Solamente una vez al año, les salen alas y vuelan hacia el Este en

grandes bandadas. Tan sólo dos miembros de esa imponente tropa asumen diferencias

sexuales y se aparean. La hembra se convierte en la Reina y el macho en el príncipe que la

corteja. La hembra pone 40.000 huevos diarios. Muchas veces exceden su propio peso.

Queda inmovilizada por esta situación y aumenta hasta 100 veces de tamaño. Llega a

alcanzar casi 5 cm. l macho se queda y fertiliza los huevos. También él busca el refugio de
la Reina. Se asusta con facilidad. Cuando la Reina queda estéril, toda la colonia empieza a

desaparecer. Y llegan multitudes de guerreros que atacan a la Reina hasta que la matan. Y

una nueva generación se prepara para volar al Este... sobre la montaña”.

Finalmente para acelerar los trámites que dificultan la invasión y con los argumentos de

ambas partes sobre la mesa, la demanda de los aborígenes es llevada ante un tribunal. Uno

de los ancianos sube a la palestra y en lengua muerta dispone sus ideas. Es el último de los

aborígenes de una tribu ya extinta, el Guardián Sagrado de los secretos de su tribu y nadie

más conoce su lengua. Al poco los otros enseñan una especie de tótem para demostrar la

poesesión sobre estas tierras que llevaba más de 200 años enterrado y cuyo registro se toma

de la siguiente manera:

“-¿Cómo he de describir eso, Señoría?

- Ehh, objetos de madera tallados con unas marcas... las cuales resultan indescifrables. El

significado de tales marcas no está claro para este Tribunal”.

El caso finaliza con la petición de los demandantes denegada, aduciendo que estas leyes

solo obraban entonces bajo los mandatos previstos en el derecho común británico.

Esta obra de Herzog está creada en los terrenos de la previsibilidad tanto en cuanto que

responde a lo que el espectador querría observar y en la medida que su plan sensibilizador

sólo es logrado en su planteamiento. De tal modo, aunque no sea un film a la altura de otros

que tienen ese giro sorprendente con la dosis de dramatismo a que nos tenía acostumbrado

Herzog, este merece su destaque particular, además porque las hormigas son simplemente

fantásticas.

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