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Enfoques innovadores frente al

problema de las drogas y el


encarcelamiento
Ana Jimena Bautista
Julio 10, 2017

Publicado en: Global Rights Blog

Las experiencias de Uruguay, Costa Rica y Ecuador muestran de una parte, que es
posible y útil aplicar enfoques innovadores, sin embargo también evidencian los
límites de dichos programas.

De acuerdo con el Colectivo de Estudio Drogas y Derecho (CEDD) en América


Latina se ha dado en los últimos años un aumento sostenido de la población interna
por delitos de drogas, incremento que es mayor al de otro tipo de delitos, tal y
como se aprecia en la gráfica a continuación:

¿Por qué razón se ha producido esta situación? una de las principales respuestas
se encuentra en el populismo punitivo del que se ha hecho uso, que se caracteriza
por el establecimiento de penas desproporcionadamente altas, el uso desmesurado
de la prisión preventiva, el pago obligatorio intramural de un tiempo de la
sentencia; la imposición de sanciones a partir de la cantidad de droga incautada
sin que se considere el rol de quien comete la conducta sancionada. Políticas que
se concretan en la sanción y no en la prevención de los crímenes de drogas, y que,
no han logrado reducir de manera significativa el mercado de la droga, ni evitar
que siga prosperando la delincuencia organizada.
Ante esta situación es necesario volver la mirada a aquellas experiencias globales,
que impulsan un enfoque innovador frente a la tradicional respuesta punitivista al
problema de las drogas. Con este objetivo con Wola, el Consorcio Internacional
sobre Políticas de Drogas, la Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA y
Dejusticia, se inició la tarea de recopilar estas experiencias.

En esta entrada, me referiré a aquellas implementa que se han implementado en:


Uruguay, Costa Rica, y Ecuador, países que han optado por medidas alternativas
frente a la respuesta punitiva tradicional a la criminalidad relacionada con las
drogas. Medidas que buscan reducir los daños que produce la cárcel en personas
en condiciones de vulnerabilidad, que no obstentan roles de liderazgo en el
mercado de las drogas, pero que sin embargo, tienen como reto abordar los
problemas de inequidad y pobreza de quienes son sancionados/as por este tipo
de delitos, entre quienes ocupan un rol preponderante las mujeres y los jóvenes.

En Uruguay se han impulsado varios programas, especialmente dirigidos a prevenir


la comisión de delitos de drogas, a dar tratamiento en salud a personas con
dependencia de algún tipo, y a avanzar en materia de reinserción de quienes han
estado en las cárceles, los cuales se han llevado a cabo con el uso de recursos del
Fondo de Bienes Decomisados -Órgano encargado de la recepción, inventario y
administración de los bienes incautados y decomisados en causas por narcotráfico
y lavado de Activos-. Programas que han estado especialmente dirigidos a
mujeres y mujeres trans que están encarceladas.
Parte de un foto ensayo producido por WOLA para demonstrar el costo humano
de las políticas de drogas en América Latina. Crédito: WOLA Flckr

De acuerdo con evaluaciones de los programas, entre 2011 y 2014, en materia de


inclusión social, un 50% de las participantes de los programas se encontraban
trabajando; el 72.7% de ellas, dentro de la economía formal. En materia de
consumo de drogas un 66% de quienes participaron en los programas ya no
consume, el 24% consume esporádicamente, y el 10% consume cantidades iguales
o más que antes.

En Costa Rica, en 2013 se reformó la ley nacional de drogas (Ley 8204 de 2001)
para incluir una mayor proporcionalidad y asegurar que dicha norma tuviera
enfoque de género (artículo 77bis). Así se incluyó el tratamiento penal diferenciado
(reducción de los años de la pena impuesta: pasó de 8 a 20 años, a una de 3 a 8
años) para mujeres en condiciones de vulnerabilidad que fuesen autoras, o
hubiesen participado del delito consistente en introducir drogas al sistema
penitenciario.

Pero el cambio no paró con la reforma legal. En 2014 se creó un programa


denominado la “Red Interinstitucional”, que busca “alejar a las mujeres en situación
vulnerable del sistema judicial penal y derivación hacia servicios de asesoría,
tratamiento de drogas y formación laboral”, facilitando su acceso a subsidios
económicos, becas, formación profesional, y asesoramiento sobre la creación de
microempresas, y ofrece apoyo para el cuidado de los hijos y las hijas, de manera
que las mujeres puedan trabajar y estudiar.

Finalmente, está el caso de Ecuador, país que tenía una de las leyes de drogas más
duras de América Latina, que había contribuido a incrementar el hacinamiento
dentro del sistema carcelario y penitenciario (Llegaba al 157%). En respuesta a
esta situación, en 2008 la Asamblea Constituyente indultó a 2.300 personas
condenadas por delitos menores de drogas, el 30 % de las cuales eran mujeres.

Sin embargo, con posterioridad se han presentado reformas normativas

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