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Conciencia social

Ser líder

“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. Si una de mis ramas no da uvas, la corta;
pero si da uvas, la poda y la limpia, para que dé más. Yo soy la vid, y ustedes las ramas. El que
permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer
nada” (Jn 15,1-2.5).

Quince días atrás, la Iglesia Universal celebró la fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo
sobre los apóstoles. Podemos comenzar a reflexionar hasta donde hemos dejado a la Luz de la
vida penetrar en nuestros corazones e iluminar el caminar en la misión que nos ha sido nada:
“Vayan, pues, a las gentes de todas naciones, y háganlas mis discípulos” (Mt 28,19). Esta misión
tiene sus exigencias; pero, también sus necesidades. Hablemos de una en concreto: espíritu de
liderazgo.

Jesús, llegado su momento, se plantó de frente ante la vida y llevó a término su misión. Él es el
único modelo a seguir, y en él encontraremos las medidas para crecer en el liderazgo. Primero,
por liderazgo entendamos el deseo, que todo bautizado debe de tener, de buscar los medios
necesarios para llevar la Buena Nueva de Jesús a todas las gentes, primordialmente dentro de las
estructura pastoral de la Iglesia, pero, respondiendo a la voz de Cristo en su magisterio, en todas y
cada una de las ocupaciones y trabajos del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida
familiar y social.

Punto de partida: estar con Jesús, pues sin mí no pueden ustedes hacer nada. Este Jesús que
acompaña, camina a nuestro lado, no nos deja solos, el líder que crea líderes según Dios, y nos
manda al Abogado. Punto central: dejarse poseer por el Espíritu de amor, que poda y limpia la
rama. Este Espíritu que transforma corazones, los enciende y los haces dóciles a sus inspiraciones;
humildes a sus indicaciones, pues la humildad y sencillez es primordial en los líderes según Dios, es
un signo del Espíritu. Punto final: realizar la voluntad del Padre, la que cultiva y hace dar mucho
fruto. Pues el líder según Dios, no buscar satisfacer sus deseos, ni llevar a término sus ideas sino la
voluntad de Dios.

El espíritu de liderazgo responde a la llamada que Dios nos hace a colaborar en la construcción de
su reino, y que la exhortación Christifideles Laici indica: La llamada a crecer, a madurar
continuamente, a dar siempre más fruto. Pues en esto consistirá la formación del líder: un
continuo proceso personal de maduración en la fe y de configuración con Cristo, según la voluntad
del Padre, con la guía del Espíritu Santo.

José Jesús Carrera Mendoza

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