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DIA MUNDIAL DEL SIDA

En este Día Mundial del Sida, queremos subrayar la importancia del derecho a la
salud y los desafíos que enfrentan las personas que viven con el VIH para satisfacer
ese derecho.

El derecho a la salud es un derecho humano fundamental —todas las personas


tienen el derecho de gozar del mayor nivel posible de salud física y mental—
consagrado en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales.

El mundo no alcanzará los Objetivos de Desarrollo Sostenible —entre ellos el de


poner fin a la epidemia de sida para 2030— si las personas no satisfacen su derecho
a la salud. El derecho a la salud guarda interrelación con una serie de otros
derechos, entre ellos de saneamiento, alimentación, vivienda digna, condiciones
laborales saludables y de un entorno sano.

El derecho a la salud significa muchas cosas diferentes: que ninguna persona tenga
mayor derecho a la salud que cualquier otra; que exista una infraestructura de
servicios de atención sanitaria adecuada; que los servicios de atención sanitaria
sean respetuosos y no discriminatorios, y que la atención sanitaria sea la adecuada
en términos médicos y de buena calidad. Pero el derecho a la salud es más que
eso: al satisfacerlo, los sueños de las personas y las promesas se pueden cumplir.

Cada Día Mundial del Sida traemos a la memoria a nuestros familiares y amigos
que murieron de enfermedades relacionadas con el sida, y renovamos nuestro
compromiso de solidaridad con todas las personas que viven con el VIH o están
afectadas por este.

Desde el comienzo, la respuesta al sida se construyó sobre la base del derecho


fundamental a la salud y el bienestar. La comunidad de personas comprometidas
con la respuesta al sida fomentó sistemas para la salud basados en los derechos, y
para acelerar los esfuerzos para que el mundo comprendiera qué es el VIH: cómo
prevenirlo y cómo tratarlo.

Demasiadas personas —especialmente las más marginadas y más afectadas por


el VIH— todavía bregan para tener acceso a los servicios sanitarios y sociales que
necesitan con urgencia. Todos debemos continuar hombro a hombro junto a los
olvidados y exigir que a nadie se le nieguen sus derechos humanos.

Este año hemos visto acciones significativas en la consecución de los objetivos de


tratamiento 90-90-90 con miras a acabar con la epidemia de sida en 2030. Cerca
de 21 millones de personas que viven con el VIH se encuentran ahora en
tratamiento y las nuevas infecciones por el VIH y las muertes relacionadas con el
sida están disminuyendo en muchas partes del mundo. Sin embargo, no debemos
darnos por satisfechos. En Europa oriental y Asia central, las nuevas infecciones
por el VIH han aumentado 60% desde 2010 y las muertes relacionadas con el sida,
27%. África occidental y central todavía permanecen en el olvido. Dos de cada tres
personas no tienen acceso al tratamiento. No podemos tener un abordaje a dos
velocidades para poner fin a la epidemia de sida.

A pesar de todos los éxitos, aún no hemos acabado con la epidemia. Pero
asegurarnos de que todas las personas de todas partes tengan acceso al derecho
a la salud lo hace posible.

Mensaje con motivo del Día Mundial del SIDA


La Dra. Margaret Chan, Directora General de la OMS

30 de noviembre de 2007

El primer Día Mundial del SIDA fue organizado por la OMS en 1988, cuando el mundo despertaba a esta
enfermedad y sus múltiples y catastróficas consecuencias. Desde entonces, la epidemia ha cambiado de
forma significativa y la conocemos cada vez mejor.
Ha habido algunas tendencias positivas. Los líderes de la mayoría de los países son plenamente concientes
de la amenaza. La concienciación ha traído consigo el compromiso, y los recursos siguen aumentando, en
particular para el desarrollo de nuevos instrumentos.
El informe de este año sobre la epidemia, preparado conjuntamente por el ONUSIDA y la OMS, indica que
la incidencia del VIH ha alcanzado su nivel máximo a finales de la década de los noventa y que la
prevalencia se mantiene estable desde 2001. Los datos presentados en ese informe también indican que las
medidas preventivas están reduciendo las nuevas infecciones, especialmente en los jóvenes, y que el mayor
acceso al tratamiento está contribuyendo a reducir las muertes asociadas al VIH.
Estas tendencias positivas enmascaran algunos cambios alarmantes. Mi principal mensaje de hoy es
sencillo: no olvidemos África ni las mujeres.
Hoy en día, el VIH/SIDA se concentra de forma abrumadora en el África subsahariana, donde se nutre de
la pobreza y al mismo tiempo atrapa en ella a las personas. Más de dos tercios de los infectados por el VIH
viven en esta región, donde se producen más de las tres cuartas partes de las defunciones relacionadas con
el VIH.
La proporción de mujeres infectadas por el VIH está aumentando en todas las regiones. En el África
subsahariana se acerca al 61%, la más alta del mundo. La infección de la mujer amplifica la tragedia. Se
trata de esposas, madres y cuidadoras, que a menudo constituyen la columna vertebral de la familia y de la
cohesión de la comunidad.
El acceso al tratamiento sigue en aumento, pero estamos lejos de la meta de acceso universal a programas
integrales de prevención, tratamiento, atención y apoyo. En 2007, hubo aproximadamente 1,7 millones de
nuevos casos de infección por el VIH en el África subsahariana. Se calcula que 1,6 millones de personas
murieron. Es decir, 1,6 millones de tragedias personales y familiares.
Al pensar en África es necesario recordar los importantes progresos alcanzados en un número cada vez
mayor de países. Esto nos da esperanzas, y una serie de modelos de éxito. En países como Côte d'Ivoire y
Kenya, la prevalencia ha alcanzado su valor máximo y ahora está disminuyendo año tras año. El liderazgo
puede invertir la tendencia. Puede ser un liderazgo al más alto nivel de gobierno o el liderazgo por una
figura pública que sirva de ejemplo hablando abiertamente del SIDA y de la necesidad de luchar contra la
estigmatización. El liderazgo tiene muchas otras caras y formas, que van de la política exterior a la
responsabilidad social empresarial y al apoyo de los líderes religiosos y la sociedad civil.
Tenemos varias cosas que hacer. El informe de 2007 utiliza una metodología más robusta, que permite
evaluar mejor la dinámica de esta epidemia. Las estimaciones actuales son más precisas, pero todavía
necesitamos mejores datos. ¿Cómo se explican las tendencias positivas? ¿Qué intervenciones específicas
funcionan mejor en determinados entornos? ¿Dónde es necesario concentrar nuestros esfuerzos?
Tenemos que fortalecer los sistemas asistenciales. La debilidad de los sistemas de salud limita la capacidad
de hacer llegar servicios preventivos y terapéuticos sostenibles a los más necesitados. Los servicios dotados
de recursos insuficientes no pueden prevenir eficazmente la transmisión maternoinfantil del VIH,
perpetuando una epidemia evitable en lactantes y niños.
Tenemos que prestar más apoyo a las mujeres. Aunque hace falta tiempo para mejorar las condiciones
sociales del sexo femenino, su control sobre los ingresos domésticos y su educación, en este momento es
posible mejorar el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva.
Los sistemas débiles también pueden ser incapaces de llegar de forma eficaz a las personas con alto riesgo
de infección, tales como las que se encuentran en situaciones de conflicto y crisis, los hombres que tienen
relaciones homosexuales, los consumidores de drogas inyectables, los trabajadores sexuales y los presos.
Tenemos que seguir adelante con los programas de atención y de tratamiento antirretrovírico para
asegurarnos de que los impresionantes logros alcanzados se mantengan y amplíen, y millones de personas
puedan recuperar la salud y la productividad. Tenemos que encontrar la forma de maximizar el impacto del
tratamiento en la prevención del VIH, empezando por las embarazadas y las parejas no infectadas de los
pacientes.
Para una mujer, el hecho de transmitir la infección a su hijo es causa de inenarrable dolor. Los servicios
dotados de recursos insuficientes no pueden prevenir eficazmente la transmisión maternoinfantil del VIH,
perpetuando una epidemia evitable en lactantes y niños. Debemos aprovechar todas las oportunidades para
que las mujeres puedan saber si están infectadas o no.
Por último, otra cosa que podemos hacer ya es afrontar la epidemia simultánea de tuberculosis. Sin acceso
al tratamiento antirretrovírico y a un tratamiento antituberculoso adecuado, la mayoría de las personas
infectadas por el VIH que contraen la tuberculosis mueren rápidamente, a veces en cuestión de semanas.
Existen intervenciones conjuntas eficaces contra la tuberculosis y el VIH, y es necesario ampliarlas de forma
integrada para evitar esas muertes.
Los avances hechos desde 1988 han sido notables, pero todavía nos queda un largo camino por recorrer,
especialmente en África, y sobre todo con respecto a las mujeres.

 Su Excelencia, Presidente Danilo Medina


 Honorable Ministra de Salud, Altagracia Guzmán Marcelino
 Sr. Lorenzo Jiménez de Luis, Coordinador Residente de las Naciones Unidas
 Dr. Víctor Terrero, Director del CONAVIHSIDA
 Sra. Dulce Almonte, Presidenta de la Red Dominicana de Personas que Viven con
el VIH
 Damas y Caballeros, Miembros de la Prensa
Es un gran honor para mí estar hoy aquí con ustedes, en el día en que se
conmemora el Día Mundial de la Lucha Contra el SIDA. Aunque conmemoramos
este importante día en este bello país, el día de hoy también representa una
oportunidad para recordar a aquellos que se fueron de nuestro lado de manera
prematura y, también, de una vez más comprometernos a lograr un mundo libre del
SIDA.
Recordamos a las 35 millones de personas a quienes hemos perdido a causa
de enfermedades relacionadas con el SIDA desde que la enfermedad fue detectada
hace ya unas tres décadas. Recordamos a los padres y a los niños que no tuvieron
la bendición de ver a sus respectivas generaciones crecer y desarrollarse. Aquí, en
la República Dominicana, recordamos a los casi 70,000 dominicanos que viven con
el VIH y que, a diario, se levantan todos los días con las mismas esperanzas y
sueños que todos nosotros. Son nuestras amistades y vecinos. Son nuestros
familiares.

Pero hoy, en este Día Internacional del SIDA, también tenemos razones para
celebrar. Celebramos a los héroes del sector salud, a los miembros de la sociedad
civil, y a los funcionarios gubernamentales que mantienen su compromiso de
asegurar que todos los dominicanos y dominicanas afectados con el VIH tengan
acceso a los servicios de prevención y tratamiento que necesitan para vivir vidas
largas, saludables y productivas. Celebramos el progreso que se ha realizado para
reducir el estigma y la discriminación en contra de las personas que viven con el
VIH, porque sabemos que la discriminación contra cualquiera de nosotros
disminuye nuestra dignidad humana colectiva. Celebramos el compromiso del
Gobierno de la República Dominicana de cumplir las metas “90-90-90”, al proveer
los medicamentos anti-retrovirales a todos sus ciudadanos.

Y nosotros, en la Embajada de los Estados Unidos, celebramos el acto histórico de


compasión expresado por el pueblo estadounidense el cual, desde el 2003, ha
facilitado estos tratamientos que salvan vidas a más de 10 millones de personas a
nivel mundial a través del Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA,
también conocido como el “PEPFAR”.

Aunque sabemos que todavía nos queda mucho trabajo por delante, reafirmamos
nuestra alianza con la República Dominicana de continuar trabajando para eliminar
el VIH/SIDA por ser una amenaza de salud pública en el país. También debemos
recordar que acabar con el VIH/SIDA empieza con cada uno de nosotros. Cada uno
de nosotros puede jugar su papel realizándose exámenes para detectar el SIDA, y
apoyar a que nuestros familiares y amistades hagan lo mismo. Tal y como dijo el
Presidente Obama: “Juntos, podemos forjar un futuro donde ninguna otra persona
– aquí en los Estados Unidos o en cualquier otra parte del mundo – conozca el dolor
o el estigma que provoca el VIH/SIDA”

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