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Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
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Taylorismo. La revolución mental que llega a Europa
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Índice de cuadros
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Capítulo 4
EL TAYLORISMO EN EUROPA
I. INTRODUCCIÓN
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José Manuel Rodríguez Carrasco
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Otro factor a considerar es la distancia entre los dos continentes, y esta referencia a la distan-
cia no solamente se refiere a la distancia geográfica, sino a otras tres distancias como pueden ser
la cultural, la económica y la administrativa (Ghemawat, 2001), quizá todas ellas más importan-
tes que la geográfica. Véase cuadro 4.1.
Así, de los países que se analizarán en los capítulos siguientes, todas las distancias menciona-
das en el cajetín de distancia cultural les afectan de algún modo, excepto el idioma al Reino
Unido, la raza afecta de algún modo a Rusia pero no a los otros países. Dentro de la distancia
administrativa, la debilidad institucional, siempre comparada con EE UU, afecta a los países
estudiados. En lo que respecta a la distancia geográfica, el tamaño del país, no cabe dude que
EE UU es superior a Reino Unido, Francia, Alemania y España, pero esta distancia quizá no
sea tan significativa como las anteriores. Finalmente, en lo que a distancia económica se refiere,
en el periodo histórico que se analiza, los recursos financieros y humanos y posiblemente, la
superioridad de EE UU sea un factor a considerar a la hora de juzgar las dificultades que podría
encontrar el taylorismo para su adopción en Europa.
Debe advertirse asimismo a modo de observación general, que no hay dos países donde se
pueda percibir un estricto paralelismo en las pautas seguidas en la recepción de los principios de
la dirección científica porque, además de todos los factores sociales, culturales y políticos que
uno se pueda imaginar en ese mosaico que es Europa, hay que tener en mente el grado de de-
sarrollo industrial de cada país, incluso la rama específica de la industria que estemos contem-
plando. No puede igualarse la recepción por la metalurgia y el automóvil en Francia, la minería
en Rusia, la industria del chocolate en Reino Unido o el grado de desarrollo tecnológico de
Alemania.
De todo el material que pueda servir de ayuda en esta investigación destaca, en primer lu-
gar, la propia obra de Taylor, principalmente Los principios de la dirección científica y La dirección de
talleres traducidas a la mayoría de las lenguas europeas, incluso al tártaro. A partir de los docu-
mentos originales aparecen una serie de documentos en libros, revistas o panf letos donde los
aspectos teóricos del taylorismo se mezclan con los aspectos prácticos, si bien en todos ellos so-
bresalen y abundan las cuestiones técnicas del taylorismo quizá es lo que más llama la atención
y es más fácil de tratar olvidándose de la ideología subyacente en toda la obra de Taylor22. Por
otro lado, que abunden los factores técnicos es una ventaja desde el punto de vista de los exper-
tos técnicos encargados de implantar el taylorismo en sus factorías o en la galería de las minas.
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Devinat menciona que la mayoría de las publicaciones sobre el taylorismo en Europa (Devinat, 1927:10) aparecidas antes de 1920 han sido
recogidas por H. Cannons (1920) Bibliography of Industrial Efficiency and Factory Management, Routledge, Londres. Este libro está disponible en Internet
y de él se ofrece la referencia en la bibliografía. El libro recoge referencias, hasta la fecha de su publicación, sobre eficiencia industrial. La primera
parte son libros, la segunda artículos de revistas técnicas y los califica en sesenta y tres materias. Así, los tres capítulos están dedicados a la clasificación
de: I. Literatura de Dirección Científica. II. Eficiencia Industrial: Historia, Teoría y Principios Generales. III. Eficiencia Industrial: Aplicaciones
Prácticas.
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Estas publicaciones difieren enormemente tanto en cantidad como en calidad. Así el nú-
mero de artículos publicados en Alemania antes de 1920 asciende a cerca de 1000, mientras
que en Rusia antes de 1924 se contabilizan 400 y, sin embargo, si se busca la calidad de la lite-
ratura conviene mencionar a Francia según Devinat (Devinat, 1927) y no debe olvidarse que
en el Reino Unido no hubo necesidad de traducir la obra original de Taylor ni la de sus co-
mentaristas.
En cualquier caso, cuando se examina de un modo más detenido la introducción y el desa-
rrollo de los principios de la dirección científica deben distinguirse a juicio de Devinat (Devinat,
1927) tres fases que se explican a continuación.
Debe considerarse, en primer lugar, que Taylor no cae en terreno inerme y baldío sino que
se recibe en un ambiente donde existe una preocupación por el futuro de la industria. Esta
preocupación y búsqueda para resolver los problemas de la eficiencia industrial se manifiesta en
una variedad de escritos de los que se dan noticias en los capítulos posteriores dedicados a cada
país. Estas circunstancias de preocupación, plasmada en algunas contribuciones, tienen especial
relevancia en Francia y Alemania.
Se comenta, no obstante, la inf luencia de Karol Adamiecki 23 un profesor polaco (1886-
1933) poco conocido, como uno de los pioneros del taylorismo porque su obra guarda semejan-
za con muchos aspectos del taylorismo. Su padre fue un ingeniero de minas y de él heredó la
preocupación por la situación industrial de su país y estudió ingeniería en el Instituto de
Tecnología de San Petersburgo donde se graduó en 1891. Después de su graduación trabajó en
varias empresas de la minería y fundición. Fue en una de éstas, en Yekaterinoslav, donde en
1905 llegó a director técnico y desarrolló su investigación sobre la organización del trabajo
(Wilczynski, 2004).
La aportación de Adamiecki tuvo su origen en la observación del proceso de producción de
varias empresas donde desempeñó puestos de dirección. Desde esa perspectiva, llegó a la con-
clusión que una mejor organización del trabajo permitiría elevar la productividad sin aumentar
el número de trabajadores ni las horas de trabajo. Elaboró también unos gráficos para ordenar el
trabajo que tenían un cierto parecido a las gráficas de Gantt. Estas investigaciones y conclusio-
nes de Adamiecki fueron simultáneas a los trabajos de Taylor en EE UU. Su inf luencia se ex-
tendió a toda una serie de industrias como la fundición, construcción, cerámica, minería, in-
dustrias textiles, agricultura, el sistema ferroviario e incluso entre los funcionarios del estado, de
hecho en Rusia se le conocía como el Taylor polaco (Mihalasky, 1996). Comenta asimismo
Wilczynski, que si bien el área de inf luencia de Adamiecki fue principalmente Polonia, tam-
bién en Rusia se hicieron eco de sus enseñanzas (Wilczynski, 2004).
Adamiecki estuvo presente en el congreso sobre dirección científica de Praga y presentó un
trabajo titulado «La armonía como uno de los pilares de la dirección científica». Hasta su falle-
cimiento en 1933 continuó dando charlas sobre sus investigaciones, y fue consciente de la co-
rrespondencia entre su trabajo y el de Taylor, de quien incorporaba elementos en sus conferen-
cias (Mihalasky, 1996). Según refiere este autor en el momento de su fallecimiento estaba
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Al no dedicar un capítulo especial a Polonia se incluye la contribución de Adamiecki en esta fase de la introducción del taylorismo en
Europa.
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Una serie de estos temas pueden verse en la revista Journal of Industrial Hygiene que comenzó a publicarse en 1919 y siempre aparecen
artículos relacionados con estos temas. Estos primeros números están disponibles en la Web como cortesía de Googlebooks sólo para uso acadé-
mico.
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te empero es que la semilla ya estaba plantada antes de la guerra y que el periodo posbélico con-
tribuyó a la adaptación de los principios a las circunstancias especiales del continente europeo.
La fase de adaptación del taylorismo a la realidad europea, sobre todo de la posguerra, está
marcada por las consecuencias, enseñanzas y ref lexiones sobre el periodo bélico que llevaron a
cabo tanto los intelectuales, la clase política, los empresarios y los trabajadores. Hay que tener en
cuenta también que a mediados de la segunda década aparece la contribución de Fayol sobre las
prácticas de gestión y administración que tiene una gran inf luencia en Francia donde el taylo-
rismo tuvo una buena acogida así como en los países geográficamente cercanos.
Terminada la guerra era urgente ofrecer a la población los productos de consumo de los que
se habían visto privados durante la contienda. Se estaba planteando pues un problema de pro-
ducción que, en muchos ámbitos, se trató de resolver con urgencia mediante la aplicación de los
principios de Taylor. Esta implantación del taylorismo en buen número de casos estuvo lejana
del auténtico pensamiento de Taylor como se verá posteriormente en los capítulos dedicados a
los principales países (Devinat, 1927).
Una de las enseñanzas derivadas de la guerra fue que el éxito no había dependido tanto del
número y valor de las tropas como de los recursos económicos que los países más ricos pusieron
a disposición de la clase militar. De ahí el énfasis que se puso en lograr crecimientos en la pro-
ductividad. Esta mirada atrás a las enseñanzas de la guerra no pudo evitar la inf luencia de una
mentalidad militar que se puso de manifiesto en las factorías, así como en los departamentos de
la armada. Tanto los propios militares como quienes estaban inf luidos por su mentalidad sabían
que los principios científicos habían contribuido a la victoria y podían ser asimismo útiles en
tiempos de paz.
La literatura existente de esa época sobre el taylorismo en Europa da pie para afirmar que se
estimaba que la aplicación de los principios era algo mecánico y que estaba al alcance de toda la
industria. Una de las consecuencias de este afán por la rápida puesta en práctica es que tareas en
las que Taylor había insistido que llevaba su tiempo, como el análisis de la tarea, fueron realiza-
das con demasiada rapidez, en algunos casos ni se estudiaron, con lo que se aseguraba el fracaso
del proyecto. No es de extrañar que ante esta realidad nos encontremos con los que algunos
llamaban tayloristas estrictos y liberales. Los primeros, partidarios de una estricta lectura de
Taylor y los segundos, que aún estimando que todos los principios tenían valor, pero algunos ya
se consideraban como superados y podían ser utilizados en la construcción, la minería, el sector
textil e incluso el público, cuando Taylor en sus inicios los había introducido en un sector muy
concreto y desde la base de su formación como ingeniero.
Otro hecho concomitante con esta adaptación de los principios de Taylor fue la actitud sin-
dical ante la introducción de estos principios. Si la ganancia en productividad era algo irrenun-
ciable para los empleadores está claro que algo tenían que ofrecer a los sindicatos para obtener
su favor y dentro de esta negociación entró la reciente inaugurada jornada laboral de ocho horas
y el aplazamiento en la aplicación de algunas características de los principios de Taylor como el
uso del cronómetro, la supervisión de los capataces e incluso el reparto de las ganancias.
Ha de añadirse que otra de las características de esta fase de adaptación fue la necesidad sen-
tida de modernizar los métodos de administración y gestión de las factorías como algo indepen-
diente del movimiento taylorista. La respuesta a esta necesidad vino de la mano de lo que se
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conoce como la escuela administrativa que fue recibida con entusiasmo en Francia y de allí se
irradió al resto de Europa.
La fundación de esta escuela de administración se atribuye a Henry Fayol, ingeniero y em-
presario francés que curiosamente había tenido una aproximación al estudio de lo que ocurría
en la cúspide de la pirámide empresarial, un método que guardaba similitud con la observacio-
nes de lo que sucedía en la factoría llevadas a cabo por Taylor. Véase figura 4.1.
Figura 4.1.
Todas estas enseñanzas fueron publicadas en 1916 por Fayol en su libro Administration
Industrielle et Générale (Fayol, 1956), un resumen de las cuales aparece en el cuadro 4.2.
Fayol, al igual que Taylor, tuvo una aproximación científica al trabajo pero fijando su atención en la dirección y
observó que ésta era una actividad común a todas las actividades humanas, bien fuese en el hogar, en la empre-
sa o en el trabajo. Comenzó, pues, dividiendo las actividades de la empresa en los seis grupos siguientes:
1. Operaciones técnicas (producción, fabricación, transformación).
2. Operaciones comerciales (compras, ventas, intercambios).
3. Operaciones financieras (búsqueda de capital y óptima utilización del mismo).
4. Operaciones de seguridad (protección de los bienes y de las personas).
5. Operaciones de contabilidad (inventario, balance, coste, estadística).
6. Operaciones administrativas (planificación, organización, dirección, coordinación y control).
Fayol afirma que los cinco primeros grupos son conocidos y apenas necesitan explicación; no ocurre así con el
sexto grupo, operaciones administrativas, del que Fayol da la siguiente definición:
ADMINISTRAR es prever, organizar, dirigir, coordinar y controlar.
Finalmente, Fayol afirmó que su teoría de la administración, para ser efectiva, habría de descansar en los siguien-
tes catorce principios:
1. División de trabajo. 2. Autoridad. 3. Disciplina. 4. Unidad de mando 5. Unidad de dirección. 6. Subordinación
del interés del individuo al interés general. 7. Remuneración del personal. 8. Centralización. 9. Escala en cadena
de superiores de mayor a menor. 10. Orden. 11. Equidad. 12. Estabilidad del personal. 13. Iniciativa. 14. Espíritu
de equipo.
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A primera vista pudiera parecer que lo que se ha dado en llamar fayolismo es contrario a la
doctrina taylorista. En realidad, las mayores divergencias se encuentran en el área de observa-
ción y estudio de uno y otro. La comparación resulta difícil, pero desde el punto de vista de
publicaciones, que dimanan de las obras originales, nadie puede negar que los comentarios y
traducciones de la obra de Taylor superen sobremanera a la obra de Fayol, admitiendo siempre
la importancia de la obra de éste. Devinat llega incluso a decir que la obra de Fayol ayudó a la
introducción del taylorismo en Francia por énfasis en la responsabilidad del administrador ge-
neral y por la importancia de coordinar los diferentes departamentos (Devinat, 1927). En cual-
quier caso, y como se verá más adelante en la crónica del Congreso Internacional de Dirección
Científica celebrado en Bruselas en 1925, se estima que no hay antagonismo entre los principios
de Taylor y Fayol.
Recientemente Rahman ha publicado un artículo sobre las semejanzas y disparidades entre
los escritos de Fayol y Taylor cuyo resumen aparece en el cuadro 4.3.
Debe considerarse asimismo que en esta segunda fase de adaptación la psicofisiología conti-
nuó con sus trabajos sobre la inf luencia que ejercían los métodos de producción sobre la salud y
fatiga de los trabajadores y todas sus observaciones sobre cómo deberían diseñarse las tareas no
estaban lejos del taylorismo y favorecieron también la introducción de éste.
Los americanos habían mostrado su superioridad durante el desarrollo de la primera guerra
mundial, en parte por la aplicación de los principios de Taylor durante la contienda, lo cual
despertó cierta admiración entre los contendientes y es, por consiguiente, después de la guerra
cuando comienza esta fase de adaptación que para unos consiste en una aplicación estricta,
mientras que otros lo adaptan a sus necesidades específicas. Téngase en cuenta que para esta
época ya se conocían los escritos de Fayol sobre la administración industrial y todo ello contri-
buía a tener una perspectiva más amplia sobre el diseño de las tareas y la ejecución del trabajo.
Es en esta fase de adaptación cuando comienza la colaboración con los denominados fisiólogos
del trabajo.
Así denomina la tercera fase Paul Devinat, que tiene lugar hacia la mitad de los años vein-
te (Devinat, 1927). La característica de esta fase es el estudio del ajuste sistémico de las teorías
elaboradas anteriormente y de las prácticas puestas en marcha durante el periodo bélico. Hay
una necesidad sentida en este periodo por los pioneros del taylorismo en cada país de coordinar
los esfuerzos emprendidos por todos los entusiastas de la dirección científica para difundir el
conocimiento de la misma, así como emprender un programa educativo entre los técnicos y la
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opinión pública en general con el objetivo de una mayor utilización del taylorismo en la in-
dustria. Como parte esencial de este periodo se destaca la constitución de instituciones dedi-
cadas al estudio y la vulgarización del taylorismo en la industria y, sobre todo, la formación de
trabajadores.
En esta tercera etapa debe recordarse que los principios de Fayol ya hacía prácticamente diez
años que se habían publicado y es donde se aboga por unos principios para su aplicación en el ám-
bito de la administración de las empresas en general y lo que sirve de elemento coadyuvante para
introducir los principios de la dirección científica en el sector comercial, el financiero así como en
la administración pública. El interés que despierta el taylorismo en esta época concilia la reunión
e intercambio de ideas entre expertos en varios congresos internacionales que se celebran en
Europa como son los de Praga (1924), Bruselas (1925) y Lucerna (1926).
II.3.1. Instituciones
Cuadro 4.4. Principales instituciones que intervienen en la fase de ajuste del taylorismo en Europa
Ámbito Institución
Internacional Comité Internacional de Dirección Científica (CIOS), (1924)
Instituto Internacional de Dirección Científica (IMI), (1927)
Francia Comité national de l órganisation française
Centre d’études d’administration industrielle (Fayol)
Societé d’encouragement à l’industrie nationale
Comité Michelin
Alemania Reich Kuratorium für Wirtschaftlichkeit
Instituto Piorkowski de Berlín
Taylor Gesellschaft
Reino Unido National Institute of Industrial Psychology
Taylor Society
Council for the Scientific Management of Labour
Rusia Central Labour Institute of Moscow
España Instituto de Orientación Profesional
Fuente: Elaboración propia.
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Los países que en primer lugar solicitaron la constitución de este comité fueron
Checoslovaquia, el Reino de Serbia-Croacia-Eslovenia, Polonia y Rumania. Más tarde las or-
ganizaciones belgas, francesas y españolas se adhirieron a este comité. Su primer presidente fue
el italiano Francesco Mauro y secretario el Dr. Verunae de Praga. Los miembros del comité
ejecutivo fueron representantes de Bélgica, Checoslovaquia, Francia, Polonia, Reino de Serbia-
Croacia-Eslovenia, España y EE UU.
Los objetivos que se marcó este comité fueron:
1. Decidir en qué país se celebraría el próximo congreso bianualmente.
2. Organizar el intercambio de información entre los diferentes comités nacionales.
3. Publicar una revista cuatrimestral donde se difundieran noticias de carácter internacional so-
bre el taylorismo.
El Instituto Internacional de Dirección (IMI) fue fundado el 31 de octubre de 1927 con
sede en Ginebra. Su nacimiento se debió a la iniciativa de Edward A. Filene, representante del
Fondo Boston del Siglo XX; Albert Thomas, director de la Oficina Internacional del Trabajo
(ILO) y Francesco Mauro, presidente del Comité Internacional de Dirección Científica. El na-
cimiento de este instituto tuvo su origen en una visita de Albert Thomas y Paul Devinat, am-
bos dirigentes del ILO, a los EE UU. Allí se encontraron con Edward Filene que acababa de
constituir el Fondo Boston del Siglo XX, quien estimaba que los problemas económicos mun-
diales podrían ser resueltos con la aplicación de la dirección científica para resolver en particular
los problemas de la industria europea. Estas reuniones dieron origen a la fundación del IMI en
1927 (Wrege et alii, 1987). En el artículo 4 de sus estatutos figuran como sus objetivos: Recoger
y distribuir toda la información pertinente a la administración y gestión, efectuar investigacio-
nes sobre problemas de gestión y administración, poner en contacto a las instituciones y perso-
nas interesadas en problemas de organización científica de la producción y distribución y a las
instituciones nacionales e internacionales en sus trabajos sobre dirección científica.
La mayor contribución del IMI al desarrollo y divulgación de la dirección científica en
Europa fueron sus publicaciones, la mayoría de las cuales vieron la luz siendo presidente el co-
ronel Lyndall Urwick. Desde casi sus inicios, el IMI padeció una serie de intrigas y oposiciones
de partes involucradas en su dirección o de quienes aspiraban a la dirección del mismo. Estos
conf lictos concluyeron en su estrangulamiento económico y desaparición en 1934, trasladándo-
se sus activos y una serie de manuscritos no publicados al ILO (Wrege et alii, 1987).
II.3.2. Congresos
Otro factor que ha contribuido sobremanera al desarrollo de las tres fases del taylorismo en
Europa, y en particular la tercera parte de ajuste, ha sido la celebración y convocatoria de con-
gresos sobre aspectos relacionados con el taylorismo, tanto a escala nacional como internacio-
nal. Entre estos últimos, no todos revistieron la misma importancia, cabe citar los celebrados en
Praga (1924), Bruselas (1925), Lucerna (1926), Roma (1927), París (1929), Ámsterdam (1932),
Londres (1935) y Washington (1938). A nuestro parecer, los más importantes fueron los tres
primeros porque el congreso celebrado en Roma en 1927, aunque contó con la presencia de la
viuda de Frederick Taylor, también tuvo la participación estelar de Il Duce que se describió a sí
mismo como un pionero en el campo de la dirección científica; la organización de este congre-
so fue un auténtico caos y la pléyade de conferenciantes sólo contó con cinco minutos para
exponer sus ideas. Por otro lado, la labor de divulgación y puesta en escena de estos congresos
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internacionales fue substituida por algunos congresos nacionales y, sobre todo, por la labor del
IMI antes de su temprana desaparición en 1934 (Bloemen, 1996).
El Congreso de Praga (1924) fue preparado por la Masaryk Labour Academy y estuvieron
presentes cerca de 50 expertos americanos entre ellos H. S. Person, el director de la Taylor
Society, L. W. Wallace, secretario del American Engineering Council y Frank and Lillian
Gilbreth (Devinat, 1927 y Bloemen, 1996). El objetivo del Congreso fue exponer el concepto
de la Dirección Científica para beneficio de la realidad europea. Los americanos vinieron gra-
cias a la generosidad de la factoría de Skoda y a que ellos mismos se hicieron cargo de sus gastos
de viaje. Una de las novedades de este primer congreso internacional fue la presencia de la re-
presentación de los sindicatos (Bloemen, 1996). Presencia llamativa pues para estas fechas ya era
conocida la animosidad que el taylorismo presentó en algunos círculos sindicales de EE UU así
como en algunos países europeos. Sorprendentemente, el representante sindical adoptó una de
las tesis de Taylor para quien la dirección científica debería cumplir una misión social. Se espe-
raba, según este representante, que de la colaboración de los técnicos y trabajadores se crearan
nuevos espacios donde el trabajador se liberara de la esclavitud de la materia y pudiera dedicarse
a un trabajo más creativo.
La mayor parte del Congreso estuvo protagonizada por los representantes americanos que
refirieron las características del movimiento en EE UU, pero sin mucho intercambio de ideas
por parte de los europeos. Una de las características más relevantes del Congreso fue la narra-
ción de los pasos que se habían dado en la Unión Soviética en referencia a la implantación del
taylorismo para sacar al país de su atraso industrial, un dato desconocido por una buena parte de
los asistentes (Devinat, 1927). Desde el punto de vista educativo este congreso quizá no haya
tenido mucho relieve pero teniendo en cuenta que fue el primer congreso internacional sobre
la materia, en lo que atañe a la difusión del taylorismo, no se le puede negar su valor.
El Congreso de Bruselas (1925) no revistió la importancia del de Praga aunque contó con
una mayor participación de empresarios y sobre todo con la presencia de Henri Fayol (Devinat,
1927). Quizá para entender el escenario de este congreso sea preciso ofrecer unas pinceladas
sobre el interés despertado en Bélgica sobre el taylorismo. Con anterioridad al congreso hubo
dos figuras belgas que viajaron a EE UU, como parte de una comisión, para apreciar en vivo los
avances de la dirección científica. Uno de ellos fue Steels un profesor de mecánica, como presi-
dente de la comisión y el otro Hendrick de Man encargado de estudiar las dimensiones sociales
del taylorismo. Al concluir su visita, este último manifestó que el sistema de Taylor solía termi-
nar en fracaso porque los empleadores utilizaban técnicas que producían el máximo beneficio
tan rápido como fuera posible a los costes más reducidos (Bloemen, 1996). Es decir, si se nos
permite el comentario, algo diametralmente opuesto a las ideas originales de Taylor. Aseguró
asimismo H. de Man que el taylorismo no tenía consideración alguna por los factores psicoló-
gicos de la mano de obra y los trabajadores eran tratados como máquinas. A pesar de estas rápi-
das conclusiones de su breve visita, en su retorno a Bélgica, también declaró que la organización
científica, los salarios elevados y el socialismo eran la solución para Bélgica.
En este escenario de contradicciones la apertura del congreso contó con la presencia de más
de 150 ingenieros franceses entre ellos Le Chatelier y Henri Fayol. Una buena parte de los asis-
tentes eran, sin embargo, empresarios relacionados con la Cámara Internacional de Comercio,
que rehusaron desde el primer momento tratar sobre la visión social del taylorismo (Cayet,
2007). A pesar de esta oposición a la visión social se ofrecieron definiciones de la dirección
científica que resultaron interesantes. Así el secretario general del congreso, Edmond Landauer,
defendiendo la objetividad del taylorismo dijo que la dirección científica no pone un énfasis
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