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Tesis: Montevideo (1946-1973): “cantegriles” como discusión

urbana.

Capítulo uno

El fenómeno de los “cantegriles” en los estudios académicos.

Parte uno. La academia en el período estudiado

Para el estudio, sistematización y análisis de las fuentes académicas sobre el


fenómeno de los “cantegriles”, consideramos necesario abordar la evolución
de la relación entre academia, universidad y ciencia en Uruguay durante el
período estudiado, y el proceso por el cual el campo de las ciencias sociales,
especialmente el de la sociología, se conformó como campo científico. Por lo
tanto comenzaremos por describir y analizar ese proceso.

Relación entre academia, universidad y ciencia

En la exposición y análisis de la relación entre academia, universidad y


ciencia en el Uruguay de la segunda posguerra hasta principios de los años
setenta, estableceremos una periodización y delimitaremos determinado
campo de estudio. La periodización no se basa sólo en el proceso de la
relación entre estos tres ámbitos, sino también en el proceso por el cual el
estudio de los “cantegriles” en Montevideo fue incorporándose a la
investigación y a la reflexión académica, universitaria y científica. La
delimitación del campo de estudio a las ciencias sociales, y entre ellas
especialmente a la sociología, responde al hecho de que los “cantegriles”
aparecieron como parte de los análisis realizados en determinados ámbitos
académicos, universitarios y científicos 1, condicionados, cada uno de ellos,
por su propia evolución. En el contexto de la segunda posguerra la sociología
tendrá un desarrollo importante en el estudio de los fenómenos sociales de la
región, por lo tanto, es esta rama de las ciencias sociales, que estudió los
fenómenos sociales contemporáneos, la que produjo mayor cantidad de
fuentes académicas que permiten acercarse a la cuestión de los “cantegriles”
y su formación.
La evolución del conocimiento y del pensamiento sobre la realidad social en
Uruguay de la primera mitad del siglo XX estuvo caracterizada por un lado,
por una rica producción de literatura social, de tipo ensayística en general,
con algunos datos empíricos, que fue elaborada fuera del ámbito universitario
por intelectuales, funcionarios y políticos2; y por el otro por la ausencia de
diagnósticos precisos y sistemáticos y de datos estadísticos sobre la población
(el único censo nacional del período se realizó en 1908).

1
Hay estudios e informes sobre condiciones de vida y problemas de salud, mortalidad,
epidemias relacionados con los “rancheríos rurales” y “suburbanos” que provienen de otras
ramas del conocimiento, como medicina, agronomía, arquitectura, educación pero que no
serán abordados en este trabajo, excepto cuando aparezcan como parte de las fuentes
académicas analizadas. .
2
Algunos ejemplos son las obras de Julio Martínez Lamas, Alberto Zum Felde, Juan Vicente
Chiarino.
En el ámbito universitario, se impartía desde 1915, la enseñanza de la
Sociología como cátedra en la Facultad de Derecho. En ese sentido, Gerónimo
de Sierra y otros autores3, señalan que podría hablarse de un período de
“institucionalización parcial” 4 de las ciencias sociales, que contrasta con un
Uruguay de progreso cultural importante desde principios del siglo XX, que si
bien había ampliado el ámbito universitario e invertido en diferentes áreas de
la educación5, no lo había hecho en la enseñanza de las ciencias sociales, ni
en la investigación y el conocimiento estadístico de la realidad social. Esta
“paradoja”6, como la define de Sierra, responde de alguna forma, según el
mismo autor, a un “síndrome de auto conformismo “oficial”7 de un modelo de
“modernización social”, destacado en el ámbito latinoamericano, donde
“pareciera que los vínculos siempre mediados y complejos entre gobierno,
clases dominantes, elites dirigentes y la Universidad, no hubiera necesitado –
en el Uruguay exitoso del “medio siglo” y hasta ya avanzados los años sesenta-
construir un espacio académico de investigación y formación de cuadros en
CCSS”8, lo que constituyó un grave problema para el conocimiento de la
realidad social y la eficacia real de las reformas económicas y sociales de los
años cuarenta y cincuenta implementadas por el “neobatllismo”.
Fue el mundo de la segunda posguerra el que generó un cambio en la relación
entre academia, universidad y ciencia con respecto al desarrollo del
conocimiento de lo social. Este proceso, regional y nacional, se caracterizó
por la institucionalización y la internacionalización de las ciencias sociales. A
partir de 1950 en América Latina, el desarrollo de las mismas, estará
condicionado por: los niveles de intercambio profesional regional (circulación
de docentes, encuentros regionales e internacionales); los organismos
internacionales creados luego de la segunda guerra mundial (ONU, UNESCO,
CEPAL, FMI, BID); el contexto de la Guerra Fría y el triunfo de la Revolución
Cubana que marcaron un cambio en la política de los Estados Unidos hacia
América Latina; y los procesos nacionales, con sus riquezas y carencias en la
producción de conocimiento y reflexión sobre lo social y sus búsquedas de
respuestas para los problemas sociales y políticos de cada realidad nacional.
Por esa razón, Hélgio Trindade señala que la institucionalización de las
Ciencias Sociales en América Latina es un proceso “convergente y
autónomo”9, donde existen diferencias en los procesos nacionales, el caso
uruguayo se caracteriza por el retraso en la institucionalización de las ciencias
sociales y la ausencia de datos estadísticos.
La década del cincuenta en Uruguay marcó el camino hacia la
institucionalización de las ciencias sociales. Las áreas de economía e historia
tuvieron su impulso con la creación del Instituto de Economía en la Facultad

3
En una obra colectiva coordinada por Hélgio Trindade, “Las ciencias sociales en América
Latina en perspectiva comparada”, Ed. Siglo XXI, México 2007, primera edición.
4
Este concepto responde a la idea de que se reconoce parcialmente desde la universidad el
campo de lo social como objeto de enseñanza académica y estudio. Idem. Pág. 23
5
En los primeros treinta años del siglo XX fueron creadas las facultades de: Derecho,
Medicina, Arquitectura, Ingeniería, Agronomía, Veterinaria, Química, Ciencias Económicas,
Odontología.
6
Hélgio Trindade (coordinador) “Las ciencias sociales en América Latina en perspectiva
comparada”, Ed. Siglo XXI, México 2007, primera edición. Pág. 339.
7
Idem. Pág. 341
8
Idem. Pág. 341.
9
Idem. Pág. 39
de Economía y Administración a partir del plan de estudios de 1944,
comenzando a funcionar en 1949 bajo la dirección de Luis Faroppa, la
creación de la Facultad de Humanidades y Ciencias en 1945, en la cual se
fundó el Instituto de Historia en 1954 y, la fundación del Instituto de
Profesores Artigas en 1951, desde donde egresarán docentes de historia para
la educación media e investigadores.
En lo que respecta a la sociología, se le dio un impulso a su enseñanza en
diferentes profesiones, en el IPA se impartían, desde sus inicios, dos cursos
de sociología obligatorios para todas las carreras, en Facultad de
Arquitectura a partir del plan de estudios de 1952 se implementó el curso de
Sociología y Economía; en Facultad de Economía el curso de Sociología
general, Económica y de la Hacienda; y en 1958 el curso de Sociología y
Economía Rural en las facultades de Veterinaria y Agronomía.
Por lo tanto, en ese proceso de “institucionalización parcial” 10, que comenzó
con la cátedra de sociología en 1915, pero se afianzó en los años cincuenta, se
generaron las bases para la institucionalización de las ciencias sociales en la
década de los sesenta. Algunos intelectuales que participaron de la
producción académica en los cincuenta, protagonizarán la primera etapa del
proceso de institucionalización, un ejemplo de ello son Isaac Ganón y Aldo
Solari11.
Acompañaron estos cambios académicos una serie de transformaciones
institucionales en la universidad que procuraron su acercamiento a los
problemas sociales que vivía el Uruguay y, a su vez, buscaron ampliar el
espectro de sectores sociales que accedían a los estudios universitarios, sobre
todo desde el interior del país. Ejemplos de esas medidas fueron: la creación
del Departamento de Extensión Universitaria y Acción Social en 1959, cuyo
antecedente lo constituyó la participación de estudiantes universitarios en las
Misiones Socio-Pedagógicas, organizadas por los estudiantes de Magisterio
desde 194512; la fundación de la Escuela Universitaria de Servicio Social en
1957; la creación de la Comisión del Servicio de Bienestar Estudiantil que
estableció comedores, becas para estudiantes (en 1959 se otorgaron 206
becas)13,y un hogar estudiantil.
Para la literatura en general, señala Gerónimo de Sierra, el año 1958 marcó el
comienzo de la “institucionalización” de la sociología en el ámbito
universitario, con la creación del Instituto de Sociología en la Facultad de
Derecho. Éste inició la primera fase de institucionalización de las ciencias
sociales hasta 1968, cuando se produjo un cambio en el espectro de
académicos e investigadores sociales. En esa etapa se dio un impulso a la

10
Idem Pág. 23
11
Ambos, formados en la abogacía, ejercieron la enseñanza de la Sociología en la Facultad de
Derecho y en el IPA. Fueron directores del Instituto de Sociología en la Facultad de Derecho,
desde su fundación en 1958 hasta 1967.
12
Estas experiencias generaron una importante reflexión desde el estudio de campo. Ejemplo
de ello son: el número 19 de la Revista del Centro de Estudiantes de Arquitectura de 1950
sobre “rancheríos rurales”; y el estudio de Renzo Pí Hugarte y Germán Wettstein de 1955,
“Rasgos actuales de un rancherío uruguayo. El rancherío de Cañas del Tacuarembó en el
panorama general de nuestros rancheríos”.
13
Bralich, Jorge, “Historia de la universidad”, Ediciones Multiplicidades, Montevideo 1994.
Pág. 51
formación en el exterior, y el instituto estuvo dirigido por abogados que se
dedicaban a la enseñanza y a la investigación en Sociología 14. A partir de
1968, se produjo, según Gerónimo de Sierra, una refundación del instituto de
sociología, con profesionales que se habían formado en el extranjero (Flacso/
Chile), y que fundaron la Licenciatura en Sociología, luego de que el Consejo
Central de la Universidad le reconoce el carácter de “Instituto Central” 15,
permaneciendo en la Facultad de Derecho.
Esta primera fase de institucionalización de las ciencias sociales, fue
acompañada en el período de 1958 a 1963, por la promoción y el
financiamiento gubernamental de espacios de investigación social que
realizaron diagnósticos y estadísticas para la planificación económica y
social. Durante ese período se creó la Comisión de Investigación y Desarrollo
Económico que realizó el Muestreo Nacional de Vivienda, el IV Censo General
de Población y II de Vivienda, y el Plan Nacional de Desarrollo Económico
Social 1965-1974; a su vez, el Centro Latinoamericano de Economía Humana y
la Compañía Cinam de París realizaron, con financiamiento del Ministerio de
Ganadería y Agricultura, el “Informe sobre la situación económica y social del
Uruguay rural” publicado en 1963. En todos esos ámbitos participaron
profesionales y docentes universitarios de distintas áreas, predominando la
economía y la sociología16. Estos estudios generaron experiencia y datos
estadísticos para el conocimiento científico de la realidad social, incentivando
el pasaje de la “sociología de cátedra”17 que predominaba en el ámbito
universitario, a la “sociología científica”18, y otorgándole a esta un

14
Gerónimo de Sierra cita a Carlos Filgueira quien señala que en esta primera etapa podría
hacerse una subdivisión en los años 1964-68, ya que en ese período la figura de Aldo Solari, su
producción académica, sus vínculos con la masonería y el partido colorado, y su
trascendencia internacional marcaron, según Filgueira, “el verdadero inicio de la
profesionalización del Instituto”. Hélgio Trindade (coordinador) “Las ciencias sociales en
América Latina en perspectiva comparada”, Ed. Siglo XXI, México 2007, primera edición. Pág.
342.
15
Hélgio Trindade (coordinador) “Las ciencias sociales en América Latina en perspectiva
comparada”, Ed. Siglo XXI, México 2007, primera edición. Pág. 348-349.
16
A pesar del predominio de profesionales universitarios, los estudios estadísticos de vivienda y
el informe CINAM, fueron elaborados e implementados por los Equipos del Bien Común, que
funcionaban desde la década del cuarenta, y en 1958 habían fundado el Centro Latinoamericano
de Economía Humana (CLAEH). Los profesionales que actuaban en este ámbito, como Juan Pablo
Terra (arquitecto y docente del área de Sociología y Economía en la Facultad de Arquitectura,
coord. de los equipos) y Dionisio Garmendia (abogado e investigador social), habían desarrollado
durante la década del cincuenta investigaciones estadísticas que aportaron método y técnica al
estudio de lo social, basados en la sociología del padre Joseph Lebret. Un ejemplo de esos estudios
fue “Aspectos económicos de la familia en Montevideo” de la Unión Católica de Acción Social,
Montevideo, 1956.

17
Basándonos en el planteo de Alejandro Blanco, el concepto de “sociología de cátedra”
caracteriza el período en que, la enseñanza de la sociología prevalecía sobre la investigación
social, donde, según el autor, existía una fragmentación de la sociología y diversas
representaciones sobre la sociología empirista. Blanco, Alejandro, ““Razón y modernidad.
Gino Germani y la sociología en la Argentina”, Artes Gráficas del Sur, Argentina, 2006. Págs.
175,184. Puede señalarse como una característica, en Uruguay, del período denominado de
“institucionalización parcial” por Gerónimo de Sierra.
18
Para Alejandro Blanco, la “sociología científica” se constituye con la integración entre
teoría e investigación empírica en un esquema unificado. Esta se estableció en la región a
predominio sobre el conocimiento de la sociedad, con respecto a otras
ciencias sociales como la economía y la historia. Esta transformación se
realizó uniendo la teoría y el estudio empírico de lo social con la
planificación. En el contexto del triunfo de la revolución cubana y de la
guerra fría, la cuestión del desarrollo y las reformas se convirtieron en ejes de
las políticas gubernamentales. Para ello era necesario diagnosticar y
racionalizar los instrumentos y las técnicas de modernización que llevaran al
desarrollo a través de la reforma, en contraposición al camino
revolucionario 19.
Sin embargo y a pesar de este impulso gubernamental de las ciencias sociales,
a principios de los sesenta, la década se caracterizará por la crítica y la
oposición de la academia universitaria hacia el gobierno, sobre todo a partir
de 1965. Este proceso, en el campo del estudio de lo social, estuvo marcado
por la radicalización estudiantil, el abandono de postulados reformistas, el
cuestionamiento a la influencia norteamericana en el campo de las ciencias
sociales, especialmente en la sociología y el cambio en las teorías sociales20.
El proceso académico, universitario y científico, que se dio a nivel local y
regional, respondió, como vimos, en gran medida a la evolución de las
ciencias sociales a nivel internacional, a la relación con organismos
internacionales académicos y de financiamiento y con los gobierno de cada
estado.
En Uruguay, durante los años cincuenta predominaba en la sociología
“parcialmente institucionalizada”, una preocupación por el estudio de lo
rural21, los estudios sociales urbanos provenían de los Equipos del Bien

fines de los cincuenta, a través de la unión entre sociología y planificación, donde la técnica
se unió a la teoría constituyendo la “racionalidad instrumental”, para el dominio y
orientación de la acción. Blanco, Alejandro, “Razón y modernidad. Gino Germani y la
sociología en la Argentina”, Artes Gráficas del Sur, Argentina, 2006. Págs. 119-121 y 164.
19
El estudio de las teorías sociales que dominaban la investigación en este período se
realizará al analizar las fuentes históricas. A los efectos de la relación entre academia,
universidad y ciencia, nos interesa señalar el contexto nacional e internacional que llevó al
predominio de ciertas concepciones teóricas. En ese sentido la década de los cincuenta, pero
sobretodo los primeros años de los sesenta en Uruguay, estuvieron marcados por la influencia
de UNESCO y CEPAL, la teoría del desarrollo y la modernización basados en la división centro-
periferia.
20
Haciendo la misma salvedad que en el pie de página anterior, señalamos que a partir de
1963 se produjo una crítica teórica a la teoría de la modernización, señalando sus
contradicciones, y prevaleció, desde los organismos internacionales, como CEPAL, y centros
de estudios como FLACSO en Chile, la teoría de la dependencia. En la visión desarrollo-
modernización de principios de los sesenta, prevalecía la teoría estructural funcionalista de
Talcot Parssons, en cambio, a mediados de esa década, la teoría científico-crítica se basaba
en la sociología marxista.
21
La obra clave en ese sentido es “Sociología Rural Nacional” de Aldo Solari, Segunda
Edición, Biblioteca de Publicaciones Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de
la Universidad de Montevideo, Sección III-LXIX, Montevideo 1958. (arreglos a la primera
edición, 1953). Pero también, los trabajos realizados sobre rancheríos rurales por el Centro
de Estudiantes de Arquitectura Revista del Centro de Estudiantes de Arquitectura y
publicados en “El problema de los rancheríos”, Nos. 19-20, Órgano oficial del Centro de
Estudiantes de Arquitectura afiliado a la FEUU. Montevideo, Octubre 1949-Marzo 1950, y el
trabajo de Renzo Pí Hugarte y Germán Wettstein Pí Hugarte, “Rasgos actuales de un rancherío
uruguayo. El Rancherío de Cañas del Tacuarembó en el panorama general de nuestros
rancheríos”, Biblioteca de Publicaciones Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad de Montevideo, Sección III, LXXXIII, Montevideo, 1955.
Común22. Fue durante los años sesenta, junto al proceso de
institucionalización de la sociología y la planificación gubernamental, que la
ciudad y sus problemas comenzaron a estar en el foco de los estudios
sociales23, y con ello el problema de la pobreza urbana, su ubicación espacial
en la ciudad y la relación con la sociedad urbana, se convirtieron en objetos
de estudio social de los que debía dar cuenta la sociología.
El crecimiento urbano era un fenómeno importante y característico de nuestra
realidad desde principios del siglo XX, sin embargo la ciudad no conformó un
objeto de estudio de las ciencias sociales hasta los años sesenta. Tampoco la
pobreza urbana. Ese fenómeno observado en los “barrios de la miseria” 24 o
“rancheríos suburbanos”25, no era percibido por la sociología como un hecho
definitivo en la década del cincuenta, sino transitorio, ya que la confianza en
el “progreso” de alguna forma permeaba a las ciencias sociales, imbuidas en
el modelo de industrialización que se estaba desarrollando en Uruguay, y en
los países de la región. Por lo tanto, el fenómeno de los “rancheríos
suburbanos”, observado como transitorio, no constituía un objeto de estudio,
sí el de los “rancheríos rurales”, fenómeno social instalado en la realidad
uruguaya desde el siglo XIX. Los “rancheríos suburbanos”, serán abordados
como un problema social urbano, por la sociología, en parte cuando se
perciban como fenómeno social definitivo, y cuando se tengan datos
estadísticos sobre el mismo, a mediados de los años sesenta.
Esa transformación en la percepción de las ciencias sociales sobre la realidad
urbana durante los años sesenta, no sólo respondió a la crisis económica y
social que planteó la quiebra del modelo que iba a permitir la “movilidad
social ascendente” de los pobres de los “rancheríos suburbanos”, en su
mayoría “migrantes rurales”, sino también a un cambio en las teorías sociales.
Como ya se ha señalado, en los primeros años de la década de los sesenta, la
formación de una “sociología científica” estuvo condicionada por las teorías
cepalinas de centro-periferia, la teoría sociológica estructural funcionalista y
la idea de planificación del desarrollo. A partir de 1965, esa visión cambió, y
al prevalecer la lectura crítica y marxiana de la sociedad, el concepto de
desarrollo será criticado, en la CEPAL se desarrollará la teoría de la
dependencia26 para el análisis de la realidad económica, y aparecerá el

22
Terra, Juan Pablo, “La familia en Montevideo”, Equipos del Bien Común, 1955; Garmendia,
D. Jorge, “Montevideo Elementos para una sociología urbana”. Cuadernos del CLAEH, N°6,
1959.
23
Pueden señalarse como ejemplos los siguientes trabajos: Terra, Juan Pablo, “Algunas
magnitudes del problema de la vivienda”, Revista de la facultad de arquitectura, N°3,
Universidad de la República, Montevideo, setiembre 1961; los informes de la CIDE: “Muestreo
Nacional de Vivieda”, febrero de 1963, y el Plan Nacional de Desarrollo Económico Social
1965-1974 publicado en 1966; y diversos números de de la colección Nuestra Tierra del año
1969: Vidart, Daniel, “Tipos humanos del campo y la ciudad” N°12, Martorelli, Horacio, “La
sociedad urbana” n° 14, Terra, Juan P., “La vivienda” N° 38.
24
Ganón, Isaac, “Resumen de Sociología General”, Volumen II, Biblioteca de publicaciones
oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo,
Sección III, LXIII, Montevideo, 1952. Pág. 528.
25
Solari, Aldo, “Sociología Rural Nacional”. Segunda Edición, Biblioteca de Publicaciones
Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo,
Sección III-LXIX, Montevideo 1958. (arreglos a la primera edición, 1953). Pág. 379
26
La teoría del centro-periferia había sido elaborada desde un enfoque económico en la
CEPAL por Raúl Prebisch en 1949, la teoría de la dependencia fue elaborada en el Instituto
Latinoamericano de Planificación Económica y Social, dependencia de la CEPAL en Chile, por
concepto de “marginalidad” 27 para interpretar la ubicación social y urbana de
los barrios pobres en las ciudades latinoamericanas.
Por otra parte, dentro de la formación académica en ciencias sociales, hubo
un ámbito que comenzó a formar parte de las mismas en los años sesenta, el
de la profesión de Trabajo Social. Esta formación profesional sufrió un cambio
en esos años, que de alguna manera estuvo vinculado a la institucionalización
de las ciencias sociales en la Universidad y a la transformación en la
conceptualización de esa profesión. La formación primero de “visitadoras
sociales” en los años cuarenta y cincuenta estuvo bajo la órbita del Ministerio
de Salud Pública, vinculada a la prevención de enfermedades a través del
trabajo con familias e individuos de los barrios pobres de Montevideo, desde
los centros de salud principalmente. En ese sentido, los años cincuenta, así
como marcaron un proceso de “institucionalización parcial” de las ciencias
sociales, en el ámbito del Trabajo Social como profesión, iniciaron un camino
que se institucionalizó en los sesenta, y que también estuvo marcado por el
peso de organismos internacionales como la ONU. Así en los años cincuenta
comenzó a utilizarse el nombre de Asistente Social en lugar de Visitadora
Social, se creó la Escuela de Servicio Social bajo influencia de la ONU a través
de la asistencia técnica culminando este proceso en 1957 con la creación de la
Escuela Universitaria de Servicio Social, institución que concentró toda la
formación superior de Trabajadores Sociales a nivel público a partir de 1966,
lo que implicó un importante giro en la formación y objetivos de la profesión.
Acompañando los cambios en la “institucionalización” de las ciencias sociales,
especialmente de la sociología, la formación de Trabajadores Sociales parece
comenzar a formarse como una rama de trabajo social científico hacia fines
de los sesenta. Si bien las fuentes académicas emanadas de las ciencias
sociales en los años sesenta y principios de los setenta que trabajaremos no
provienen de Trabajadores Sociales, sino de Sociólogos, consideramos
importante señalar este cambio en la concepción del Trabajo Social dentro de
la academia, ya que acompañó los cambios en las concepciones académicas
sobre las cuestiones sociales de la ciencias sociales, su teoría y sus métodos,
la cuestión de la “pobreza”, la “marginación”, el conocimiento de lo social,
sobretodo de ciertos sectores sociales y la relación entre “investigación” e
“intervención”, “acción”, “asistencia”, “reforma” y “política” social. En este
sentido, Horacio Martorelli como docente de Investigación Social en la Escuela
Universitaria de Servicio Social en 1966, señalaba en un artículo titulado

Fernando Henrique Cardozo y Enzo Faletto (1969), donde se había dado una mayor
integración de las diversas ciencias sociales bajo la dirección del sociólogo José Medina
Echavarría y el economista Oscar Sunkel. Sierra Gerónimo, Garretón, Manuel, Murmis,
Miguel, Trindade, Hélgio, “Las ciencias sociales en América Latina en una mirada
comparativa”, en Hélgio Trindade (coordinador) “Las ciencias sociales en América Latina en
perspectiva comparada”, Ed. Siglo XXI, México, 2007. Pág. 43
27
En relación con las teorías del desarrollo y la dependencia planteadas por la CEPAL y el
ILPES, los trabajos realizados por el Centro para el Desarrollo Económico y Social de América
Latina (DESAL), también en Chile, plantearon en 1965 el concepto de “marginalidad”.
“Acotaciones sobre la Investigación social referida al servicio social” 28:
“Actualmente se sabe que no es posible el avance en la investigación social
aplicada sin un cuerpo sólidamente asentado de investigación social básica en
profundidad…., los trabajadores sociales demandan cada día con más
intensidad a la investigación básica la solución de problemas teóricos y
metodológicos.” 29, y diagnosticaba, la distancia entre la investigación social y
la “acción social tecnificada es reciente”30, “el tiempo dedicado a la
investigación social en los planes de estudio de las Escuelas de Servicio Social
de nuestro país es ínfimo” 31, “la investigación social científica de nuestro país
ha incursionado en áreas muy alejadas del trabajo profesional de los
Asistentes Sociales. … ha habido poco diálogo entre científicos sociales y
trabajadores sociales.”32. En la segunda mitad de la década de los sesenta, los
cambios en la investigación social, un mayor conocimiento empírico de la
realidad social y la institucionalización de la sociología estuvieron vinculados
también al cambio en la concepción del trabajo social, ello permitió un mayor
acercamiento al estudio de ciertos sectores sociales, como la población de los
“cantegriles”, como fenómeno social urbano, generando más conocimiento y
reflexión académica, que no existía en los años cincuenta y principios de los
sesenta, no por la inexistencia de los “cantegriles” sino por la etapa de
desarrollo en la que se encontraban las ciencias sociales en Uruguay y su
concepción teórica y metodológica.
Para finalizar esta primera parte, presentamos la forma en que estudiaremos
las fuentes académicas. Consideramos que deben señalarse tres etapas en el
estudio, sistematización y análisis de las fuentes académicas de los estudios
sociales en función de la aparición del fenómeno “cantegriles” como objeto
de estudio, en el período estudiado. Un primer período, de 1946 a 1958, se
caracterizó por la carencia de estudios sociales científicos, la no aparición de
la temática de los “cantegriles” en las fuentes académicas como objeto de
estudio y análisis, y por el proceso de institucionalización de la sociología en
el Uruguay. Un segundo período, de 1959 a 1968, donde la sociología se
institucionalizó como ciencia social, se realizaron estudios estadísticos que
permitieron obtener datos sobre la realidad social del Uruguay, apareció la
cuestión de la vivienda y las condiciones de vida de gran parte de los
habitantes de la ciudad como objeto de conocimiento, y la cuestión de lo
urbano como problema. Por último, un tercer período, de 1968 a 1973,
caracterizado por la ruptura de la academia con el gobierno y los debates
teóricos sobre la cuestión de la marginalidad.

28
Dr. Martorelli, Horacio, “Acotaciones sobre la investigación social referida al servicio
social”, en Revista universitaria de servicio social, Montevideo, Uruguay – Año 1966, N°1.
Universidad de la República, Escuela Universitaria de Servicio Social. Horacio Martorelli era
Doctor en Derecho y Ciencias Sociales, docente e investigador de Sociología en Facultad de
Derecho y en la Escuela de Servicio Social, hacia 1969 ejerció la docencia en Facultad de
Arquitectura, y en el IPA.
29
Idem. Pág.67
30
Idem. Pág. 73
31
Idem.
32
Idem. Pág. 74
Parte dos. Primer período: ausencia de estudios académicos
sobre el fenómeno de los “cantegriles” en Montevideo de 1946
a 1958

En este período, las fuentes utilizadas para conocer la visión de la academia


sobre los “cantegriles” son obras de “corte sociológico” 33 y estudios de
campo34 producidas entre 1946 y 1958.
A través de su estudio y análisis hemos observado que, durante este período,
los “cantegriles” no fueron objeto de estudio de las ciencias sociales. Sin
embargo, se reconocía su existencia, se intentaba caracterizarlos como
fenómeno diferente al “rancherío rural” y a los barrios pobres de las
ciudades, especialmente de Montevideo.
Como ya hemos señalado en la primera parte de este capítulo, los años
cuarenta y cincuenta estuvieron marcados por un escaso desarrollo científico
de la sociología en el Uruguay. La falta de institucionalización y
sistematización de los estudios sociales generaba el predominio de la filosofía
social desde la cátedra, por tanto en las publicaciones del período prevalecían
los intentos por sistematizar la historia, el campo y el método de la
sociología, para su enseñanza 35, más que su aplicación a la investigación

33
Hacemos la consideración de “corte sociológico”, porque fueron realizadas en una etapa
anterior a la institucionalización de la sociología como campo de estudio científico y
académico en la universidad, y porque todas ellas fueron realizadas por abogados o
estudiantes de derecho que tenían interés o practicaban el estudio y la enseñanza de la
sociología. Ellos son Aldo Solari, Renzo Pí Hugarte y German Wettstein, Isaac Ganón, Daniel
Vidart. Por otra parte, también analizamos las obras de Julio Martínez Lamas, anterior al
período de nuestro estudio, y de los abogados y representantes políticos como Juan Vicente
Chiarino y Miguel Saralegui, que constituyen obras de análisis y denuncia intelectual y política
sobre aspectos de la realidad social del Uruguay, sobretodo en el ámbito rural.
34
Los Equipos del Bien Común fundados en 1947 desarrollaron métodos de investigación
empírica durante los años cincuenta que, además de enriquecer el desarrollo de los estudios
sociales con metodología y técnica, generaron información y aportes para la reflexión sobre la
sociología urbana, una de las fuentes de este tipo es “La familia en Montevideo” en 1955
coordinado por Juan Pablo Terra. La otra fuente con estas características proviene del ámbito
universitario: Renzo Pí Hugarte, Germán Wettstein, “Rasgos actuales de un rancherío
uruguayo. El rancherío de Cañas del Tacuarembó en el panorama general de nuestros
rancheríos”, Biblioteca de Publicaciones Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de la Universidad de Montevideo. Sección III, LXXXIII, Montevideo, 1955. Constituye
un trabajo de investigación de campo, coordinado y sistematizado por estos autores, en el
marco de las Misiones Socio-Pedagógicas de los estudiantes magisteriales, acompañados y
apoyados por estudiantes de diversas facultades, en este caso se trata de dos estudiantes de
derecho.
35
La obra del catedrático de Sociología en la Facultad de Derecho, Isaac Ganón: “Resumen de
Sociología” Volumen I y II, 1952, Biblioteca de publicaciones oficiales de la Facultad de
derecho y ciencias sociales de la universidad de Montevideo. Sección III, LXIII, quien dictaba
clase en esa facultad y en el IPA. Por su parte la obra de Aldo Solari, “Sociología Rural
Nacional”, que hizo énfasis en la investigación social del medio rural, también consistió en
una “tesis…. a la que acompaña un trabajo de metodología general de la enseñanza de la
asignatura”, presentada para el concurso como profesor agregado de sociología en la facultad
de derecho. Solari, Aldo, “Sociología Rural Nacional”. Primer Premio del Concurso de Obras
Sociológicas de la Universidad de 1953. Biblioteca de Publicaciones Oficiales de la Facultad
de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo. Sección III – LXIX. Pág. s/n.
Ambas obras básicas de la sociología en el período son ejemplos del énfasis en la enseñanza
de la asignatura, más que la investigación social.
social. Todo ello, sumado a la escasez de datos estadísticos y los problemas
metodológicos existentes hasta ese momento, provocaba una gran imprecisión
en la investigación, y el predominio de la reflexión filosófica y social sobre la
investigación empírica. Esta situación de las ciencias sociales plantea una
primera explicación para la escasez de estudios sociales sobre los
“cantegriles”.
Sin embargo, las obras existentes demuestran que existió la delimitación de
un campo de estudio social: el mundo rural y dentro de ese ámbito aparece el
“rancherío rural”.
Existían aspectos teóricos e ideológicos que incidían en la elección del objeto
de estudio. Por un lado, la influencia de la sociología rural norteamericana de
Sorokin y Zimmerman36, y por otro lado, la visión estructuralista de influencia
cepalina. Con respecto a la influencia estadounidense, ella se debía a que
Estados Unidos era el país donde la sociología como campo de estudio
científico había alcanzado un importante grado de institucionalización en las
universidades, y dentro de ella la sociología rural especialmente. La influencia
teórica de Sorokin se observa en las interpretaciones con esquemas
funcionales e interdependientes, con una visión mecanicista de la acción
humana, que producían análisis totalizadores de la realidad, en una
concepción “pluralista” 37 de la tradición sociológica, que prioriza el uso de
diversas teorías sobre métodos empíricos. La estructura constituyó la unidad
de análisis social, la Sociología Nacional como rama de la Sociología General,
su campo de estudio, y dentro de ella el medio rural y el medio urbano 38, que
eran definidos como regiones y estructuras con “rasgos relativamente
constantes y universales de las relaciones sociales” 39, que las ramas de la
sociología, rural y urbana, debían describir y explicar.
Para los académicos que estaban desarrollando estudios sociales en Uruguay
desde la Facultad de Derecho, como Aldo Solari, el estudio del medio rural
era clave en el Uruguay de los cincuenta. El modelo industrializador y
reformista llevado a cabo por los gobiernos colorados desde la década del
cuarenta podría encontrar su freno en el estancamiento del medio rural. En
ese sentido, el pensamiento de la Cepal, desarrollado por Raúl Prebisch,

36
La obras de Isaac Ganón y Aldo Solari de los años cincuenta, basan sus categorías de análisis
y su metodología en las siguientes obras: Sorokin y Zimmermann, “Principles of Rural-Urban
Sociology”, N. York, 1929; P.A. Sorokin: “Society, Culture and Personality”, N. York, 1947.
37
Blanco, Alejandro, “Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología en la Argentina”,
Artes Gráficas del Sur, Argentina, 2006. Pág. 184.
38
Estas definiciones pueden encontrarse en Isaac Ganon, “Resumen de Sociología” Volumen I,
1952, Biblioteca de publicaciones oficiales de la Facultad de derecho y ciencias sociales de la
universidad de Montevideo. Sección III, LXIII. Págs. 46-52, 251-314. Idem. Volumen II, págs..
502, 512-514. La obra de Aldo Solari “Sociología Rural Nacional” es un ejemplo, desde su
título, del enfoque teórico que lo lleva a realizar un recorte “nacional” y “regional” del
campo de estudio social. En sus primeras páginas aparecen los conceptos también señalados
por Ganón. Solari, Aldo, “Sociología Rural Nacional”. Segunda Edición, Biblioteca de
Publicaciones Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de
Montevideo, Sección III-LXIX, Montevideo 1958. (arreglos a la primera edición, 1953). Pág. 16-
24.
39
Cita de la obra de Sorokin y Zimmermann, “Principles of Rural-Urban Sociology”, pág. 8,
realizada por Solari en Solari, Aldo, “Sociología Rural Nacional”. Segunda Edición, Biblioteca
de Publicaciones Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de
Montevideo, Sección III-LXIX, Montevideo 1958. (arreglos a la primera edición, 1953). Pág. 23.
brindaba, también, un marco conceptual de largo plazo para comprender que
los desniveles en las estructuras económicas urbana y rural ahondaban las
distancias entre países centrales y periféricos. En palabras de Solari, “El
estancamiento de la sociedad rural tiene no solamente un tremendo
significado para sus integrantes; lo tiene, también, para toda la situación del
país, es un freno…. El desarrollo de una sociedad nacional es armónico, o de
no serlo, no pasa de aparente, aún en los aspectos en que se cree adquirido…
La pobreza de la sociedad rural y un fuerte desarrollo industrial son
contradictorios y esa contradicción se hace evidente a partir de cierto grado
de desarrollo.”40
Las razones que llevaban al énfasis en el estudio de lo rural, no eran sólo de
inquietud intelectual o científica, sino también ideológica y política, y
provenían de la denuncia de los contrastes y la desigualdad entre el progreso
urbano y el atraso, la pobreza y el despoblamiento rural. El intentar dar
respuesta a esas diferencias, comprender los motivos y las dificultades para
un desarrollo “armónico”41, como planteaba Solari, es lo que llevaba a la
academia a focalizarse en el estudio del medio rural.
A pesar de ese énfasis de las fuentes académicas en el estudio de lo rural en
los años cincuenta, podemos observar intentos de definición y caracterización
de los “rancheríos suburbanos”.
Un antecedente en ese sentido fue la obra de Juan Vicente Chiarino y Miguel
Saralegui, dos políticos pertenecientes al partido de la Unión Cívica,
publicada en 1944. Su libro, “Detrás de la ciudad. Ensayo de síntesis de los
olvidados problemas campesinos.” 42, ya desde su título, planteaba las
contradicciones de un modelo económico y social que hacía énfasis en la
industria y la ciudad olvidando, aparentemente, abandonando al medio rural:
“lo que ha progresado es la capital… En cambio la campaña sigue igual, con
sus mismos ranchos y su mismo barro en los caminos, a pocas decenas de
kilómetros de la gran capital” 43. Si bien, de alguna manera, ambos autores
hacían énfasis en la dicotomía ciudad-campo, “El día y la noche” 44, ponían de
manifiesto algo más: “los rancheríos o puebluchos, denominados por algunos
también como “pueblos de ratas”, -designación que nos repugna y que
dejaríamos por nuestra parte de lado, en absoluto- son esas agrupaciones de
míseras viviendas, generalmente ranchos y algunas veces casillas de latas, que
se encuentran tanto formando arrabales de la ciudades, o integrando los
sectores más pobres de algunos pueblos,(…).
Hay barrios sub-urbanos de las capitales de los departamentos, que son casi
íntegramente rancheríos de la categoría más inferior en cuanto a miseria,
como hay asimismo pueblos en formación, progresistas y hacendosos, que
tienen su sector de rancheríos.” 45 El cuestionamiento político ponía en
evidencia la pobreza, el problema de la vivienda y el rancherío como un
fenómeno nacional, urbano y rural. Los análisis de la academia en los
cincuenta, al plantear la cuestión de los “rancheríos”, partirán de la misma

40
Idem. Pág. 562.
41
Idem.
42
Chiarino, J. Vicente, Saralegui, Miguel, “Detrás de la ciudad. Ensayo de síntesis de los
olvidados problemas campesinos”, Impresora uruguaya, SA, Montevideo, 1944.
43
Idem. Pág. 16-17.
44
Idem. Pág. 53.
45
Idem. Pág. 160
problemática, la cuestión de los “rancheríos” no era sólo un problema rural
solamente ya en los años cuarenta. La pobreza urbana expresada en
“arrabales” con “ranchos” y “casillas de lata” y en la “miseria” de esas
poblaciones parecía un fenómeno común a los pueblos y ciudades del Uruguay
a mediados de los cuarenta.
De la misma forma, en 1953, Solari cuestionaba en su obra “Sociología Rural
Nacional”46, el énfasis de la literatura académica y política en la existencia
de los “rancheríos rurales”, planteando la realidad de muchas personas en la
ciudad, “La miseria, las viviendas a punto de caerse, que no cuentan más que
un solo ambiente y en que viven hacinadas muchas personas, existen tanto en
la cintura de Montevideo y de toda las ciudades del interior, como en el
medio agrícola y en el ganadero.” 47, y el énfasis en la denuncia de los
“rancheríos rurales” hacía olvidar la pobreza en el medio urbano: “la vida de
muchos suburbios de la capital”48. Solari respondía de esta forma, desde la
academia, a los planteos políticos de Chiarino y Saralegui, y a los planteos
estudiantiles como los informes de la Misiones Socio-Pedagógicas de los
estudiantes de magisterio y la universidad sobre los rancheríos rurales, donde
a través del trabajo de las misiones y la información de los censos policiales,
se había elaborado un estudio y mapa con la ubicación de los mismos,
calculando la existencia de 201 rancheríos en 1950 y 80.000 pobladores en
todo el Uruguay.
La dimensión numérica, la realidad de sus habitantes y la antigüedad del
“rancherío rural” como fenómeno social de la campaña uruguaya, hacía que a
mediados del siglo XX, fuera visto como un problema de la estructura
económica y social del Uruguay. Ello explica, en cierta forma, la elección por
el estudio de ese fenómeno frente al “rancherío suburbano”. Aquel era un
hecho instalado desde fines del siglo XIX en la sociedad uruguaya, este era un
fenómeno relativamente reciente, difícil de ubicar y definir, su aparente
transitoriedad en un país que estaba desarrollando un modelo industrializador
y las dificultades estadísticas, teóricas y metodológicas en el estudio de lo
social, condicionaban y limitaban su abordaje.
A comienzos de los cincuenta, Solari enmarcaba el fenómeno de los
“rancheríos rurales” como parte de la estructura económica y social del
medio rural uruguayo. Y así los describía por un lado como parte de la “clase
proletaria cuya única fuente de ingresos es la venta del trabajo mediante el
pago de un salario”49, y por otro como una “realidad objetiva a describir” 50
que no era “producto de actividad económica o social, sino, precisamente, de
la inexistencia de esa actividad….” 51 porque “En el rancherío… Las pocas
actividades que existen no pueden procurar una entrada fija, ni significa
ninguna forma de explotación, comercialización o transformación de la

46
Solari, Aldo, “Sociología Rural Nacional”. Segunda Edición, Biblioteca de Publicaciones
Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo,
Sección III-LXIX, Montevideo 1958. (arreglos a la primera edición, 1953).
47
Idem. Pág. 379
48
Idem.
49
Solari, Aldo, “Sociología Rural Nacional”. Segunda Edición, Biblioteca de Publicaciones
Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo,
Sección III-LXIX, Montevideo 1958. (arreglos a la primera edición, 1953). Pág.411.
50
Idem. Pág. 381
51
Idem.
riqueza. De ahí la inmensa pobreza y miseria de rancherío, verdadero desecho
de la sociedad rural” 52. Las mismas categorías que planteaba Solari para el
“rancherío serán aplicadas por este y otros intelectuales 53 al “rancherío
suburbano”: “deshecho”, “inexistencia de actividad” o por lo menos de
actividad estable que lo integre de forma a una estructura económica y social.
La diferencia con respecto al “rancherío rural”, es que aún, en 1953, el
“rancherío suburbano” no parecía una “realidad objetiva a describir”. Ello
podía deberse al escaso desarrollo de una sociología urbana que pudiera dar
respuestas sobre ese fenómeno que no era rural, y a su vez, al hecho de que
el ámbito urbano ofrecía posibilidades a las poblaciones de los “rancheríos
suburbanos” que no generaba el medio rural, sobretodo el ganadero, por la
existencia del latifundio asociado a la explotación extensiva, donde no había
posibilidad de tierra para vivir y trabajar, y tampoco empleo. A principios de
los cincuenta, la industria y la expansión de los servicios urbanos parecían dar
expectativas de ascenso social a una población que se ubicaba en los
suburbios de la ciudad.
Sin embargo, a principios de los cincuenta, con la influencia de la teoría
cepalina de centro-periferia, había conciencia en la academia de los límites
que presentaba el modelo industrializador, y por tanto de la imposibilidad de
que esos “rancheríos suburbanos” dejaran de serlo. Así, Solari planteaba que
el modelo industrializador como “panacea” 54 para “levantar la hipoteca de
nuestra dependencia de los centros manufactureros” 55, encontraría “sus
límites en los altos costos de la manufactura” 56, y en “la situación de la
inmensa mayoría de los integrantes de la sociedad rural” 57 que “los excluye
total o casi totalmente como consumidores de productos manufacturados” 58.
He ahí otro de los motivos para focalizar el estudio social en el medio rural, y
no en el urbano, aunque los “rancheríos suburbanos” también eran una
preocupación, por las deficiencias y límites que el propio modelo presentaba,
en una sociedad “dependiente” de los centros industriales del mundo.
En este sentido, el trabajo realizado por Renzo Pí Hugarte y Germán
Wettstein en 1955 planteaban el aumento del número de “rancheríos
suburbanos” con respecto al de rurales, a diferencia de Chiarino y Saralegui,
que en 1944 observaban el aumento de los “rancheríos rurales”. Pí Hugarte y
Wettstein observaban que estos últimos crecían en población, pero no en
cantidad de “rancheríos”, a diferencia de los “suburbanos”. Las causas de ello

52
Idem. Pág. 381-382.
53
Como veremos en el estudio de Renzo Pí Hugarte y German Wettstein sobre el rancherío de
Cañas de Tacuarembo. Pí Hugarte, Renzo, Wettstein, Germán, “Rasgos actuales de un
rancherío uruguayo. El Rancherío de Cañas del Tacuarembó en el panorama general de
nuestros rancheríos”, Biblioteca de Publicaciones Oficiales de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo, Sección III, LXXXIII, Montevideo, 1955. Pí
Hugarte, Renzo, Wettstein, Germán, “Rancheríos rurales y rancheríos suburbanos”, Revista
del Centro de Estudiantes de Derecho, Tomo XIX, N° 84,Montevideo, setiembre 1955.
54
Solari, Aldo, “Sociología Rural Nacional”. Segunda Edición, Biblioteca de Publicaciones
Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo,
Sección III-LXIX, Montevideo 1958. (arreglos a la primera edición, 1953). Pág. 562
55
Idem.
56
Idem.
57
Idem.
58
Idem.
eran “la creciente industrialización” 59 y “la mayor urbanización” 60, es decir
que a mediados de los años cincuenta el modelo industrializador parecía
mostrar una de sus consecuencias, que “día a día” 61, “en derredor de las
ciudades se levantan los débiles resguardos de tablas y latas que cubren sin
disimular esa miseria orillera” 62.
Sin embargo, con respecto al número de “rancheríos suburbanos”, los mismos
Chiarino y Saralegui, señalaban ya en 1944, que existía un problema en la
cuantificación, generado por las categorías de los censos policiales, los cuales
no distinguían un “rancherío rural” de un “rancherío suburbano” en las
ciudades del interior, por lo tanto no se tenía “presente la enorme masa de
población que –bajo el rubro “campaña” o “ interior”-se haya diseminada por
ciudades, villas y pueblos de los departamentos del litoral e interior, y no es,
por consiguiente, población rural.”63 Estas “decenas de miles… son pobladores
de los suburbios de las ciudades del interior, de esas barriadas que forman un
cinturón en derredor de la ciudades; y que ofrecen un miserable nivel de vida,
hacinados en ranchos de ilevantable sordidez!”64.
Por lo tanto, la cuestión de los “rancheríos suburbanos” en el Uruguay no
parecía ser un fenómeno muy reciente en 1955, tal vez su número era
reducido en Montevideo a fines de los años cuarenta, de aquí su escaso
análisis desde la academia como fenómeno urbano, ya que no formaba parte
de la ciudad capital, donde residía la mayor parte de la población, el
gobierno y la academia65. A esta realidad se sumaban las dificultades que
presentaban las categorías censales y por tanto la recopilación de datos
fidedignos, problema que también planteaba Solari en 1953, diciendo que
“muchos de los rancheríos que en los censos policiales aparecen atribuidos al
medio agrícola, son realmente suburbanos.” 66
En los años cincuenta, si bien los “rancheríos suburbanos” no eran un
fenómeno reciente, si eran un hecho que se agravaba, y sobre todo en la

59
Pí Hugarte, Renzo, Wettstein, Germán, “Rancheríos rurales y rancheríos suburbanos”,
Revista del Centro de Estudiantes de Derecho, Tomo XIX, N° 84,Montevideo, setiembre 1955.
Pág. 179
60
Idem.
61
Idem.
62
Idem.
63
Chiarino, J. Vicente, Saralegui, Miguel, “Detrás de la ciudad. Ensayo de síntesis de los
olvidados problemas campesinos”, Impresora uruguaya, SA, Montevideo, 1944. Pág. 190
63
Martínez, Julio, “Riqueza y pobreza del Uruguay. Estudio de las causas que retardan el
progreso nacional”. Segunda Edición. Tipografía Atlantida- Zabala 1376, Montevideo, 1946.
Pág. 317
64
Idem.
65
Los mismos Pí Hugarte y Wettstein señalaban las dificultades en los profesionales
universitarios para preocuparse de las cuestiones del interior del país, citando a S. Rompani:
“nos desalienta ver que los montevideanos sean con tanta frecuencia nada más que
montevideanos”.65 En Pí Hugarte, Renzo, Wettstein, Germán, “Rasgos actuales de un
rancherío uruguayo. El Rancherío de Cañas del Tacuarembó en el panorama general de
nuestros rancheríos”, Biblioteca de Publicaciones Oficiales de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo, Sección III, LXXXIII, Montevideo, 1955.
Pág. 140. Cita de Santiago I. Rompani: “El ejercicio de la Abogacía en el interior del país”,
pág. 9
66
Solari, Aldo, “Sociología Rural Nacional”. Segunda Edición, Biblioteca de Publicaciones
Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo,
Sección III-LXIX, Montevideo 1958. (arreglos a la primera edición, 1953). Pág.76.
ciudad más industrializada del Uruguay: Montevideo. Por lo tanto, parecía,
para los académicos, que no necesariamente había una relación directa entre
la estructura económica y social rural y el “rancherío suburbano”. Este era
visualizado como parte de los límites del modelo industrializador, que tal vez
por los “altos costos” de la industria en un país “periférico” no establecía
salarios que permitieran acceso a vivienda y alimentación, o no facilitaba un
ascenso social rápido, o existía en la ciudad un proceso de exclusión urbana
generado por diversas causas. La dificultad se presentaba en plantearlo como
un hecho establecido, parte de la estructura social urbana, sobre todo cuando
el énfasis se hacía en la estructura del medio rural.
Para los académicos de los cincuenta que investigaban lo social, como Solari,
Pí Hugarte y Wettstein, más allá del interés por lo rural, de las dificultades
teóricas y metodológicas y de la imprecisión de los datos estadísticos, los
“rancheríos suburbanos” presentaban características que hacían de él un
fenómeno social a establecer.
Así, por un lado, Pí Hugarte y Wettstein planteaban que “Los suburbios
miserables, no pertenecen propiamente al ámbito ciudadano ni al campesino:
la urbe los arroja de sí cada vez más lejos, y el campo no los puede
absorber”67. Y por otro, Solari, discrepaba con el calificativo de “suburbano”
porque para él las poblaciones que existían “en la cintura de Montevideo y de
toda las ciudades del interior” 68 se caracterizaban por estar “vinculados” 69 al
medio urbano, “sacando de allí su sustento”70, eran los “desocupados
permanentes o accidentales, los rateros, las lavanderas, las prostitutas…” 71
cuyas condiciones de vida eran “desde ciertos puntos de vista, la
alimentación, por ejemplo, ….peores, quizás, que las de la mayoría de los
rancheríos rurales.”72
Por lo tanto, para estos autores, los “rancheríos suburbanos” eran un
fenómeno ambiguo, difícil de definir, por un lado eran “excluidos” de la
estructura urbana, eran el “deshecho”, pero por el otro formaban parte de
ella a través de sus ocupaciones. En ese proceso de “exclusión” e “inclusión”,
parecería que la explicación podría ser la dificultad para adaptarse a la
ciudad o para superar dificultades que permitieran su ascenso social.
A pesar de que Pi Hugarte y Wettstein, también planteaban la idea de que en
los “rancheríos suburbanos” quedaban “los elementos que uno y otro medio
desechan, los que no se adaptan al ritmo ciudadano o a la quietud
campesina.”73, estos autores hacían un énfasis importante en la idea de

67
Pí Hugarte, Renzo, Wettstein, Germán, “Rancheríos rurales y rancheríos suburbanos”,
Revista del Centro de Estudiantes de Derecho, Tomo XIX, N° 84,Montevideo, setiembre 1955.
Pág. 190
68
Solari, Aldo, “Sociología Rural Nacional”. Segunda Edición, Biblioteca de Publicaciones
Oficiales de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Montevideo,
Sección III-LXIX, Montevideo 1958. (arreglos a la primera edición, 1953). Pág.379.
69
Idem.
70
Idem.
71
Idem.
72
Idem.
73
Pí Hugarte, Renzo, Wettstein, Germán, “Rancheríos rurales y rancheríos suburbanos”,
Revista del Centro de Estudiantes de Derecho, Tomo XIX, N° 84,Montevideo, setiembre 1955.
Pág. 190. El subrayado en la cita es nuestro, busca destacar las ideas que parecen dominar en
la academia con respecto al fenómeno de los “rancheríos suburbanos”, planteadas también
por Solari y Ganon,
“exclusión” como factor común del “rancherío rural” y “suburbano”. Así
presentaban, al describir ambos fenómenos sociales, la serie de
denominaciones descalificativas que recibían: “pueblos de ratas”, “caseríos”,
“rancheríos”, “ranchada” 74 en el medio rural; “cinturones de miseria”,
“barrios de la mugre”, “barrios de ratas” 75, o también “rancherío” 76,
“ranchada”77, siendo en estos casos necesario “calificarlo ya de rural, o de
urbano”78. Luego, resaltando un fenómeno de discriminación, describían las
“designaciones particulares” 79 que recibían los “rancheríos suburbanos” de
Montevideo, que manifestaban, según los autores, un “espíritu cruelmente
irónico”80, y decían: “Recordemos el bautismo que con el nombre de
“Cantegril” se dio a un rancherío de los suburbios montevideanos, y que ya se
ha generalizado denominando a cualquier grupo similar (Cantegriles).” 81
De la misma forma, planteaban la idea de “margen”, y decían que una
característica común de ambos “rancheríos” era el encontrarse “hacia los
márgenes de lo no poseído”82 , es decir la no posesión de trabajo, vivienda,
educación, vestimenta, sanidad. De alguna forma ambos tipos de rancheríos
constituían formas de un “no lugar”, de una negación de los medios de
existencia, tanto en el medio urbano como en el rural. Y, ambos, eran objeto
de discriminación, lo que acentuaba su exclusión social. Esta idea, se refuerza
en el análisis de Pí Hugarte y Wettstein a través de la noción de “deshecho”.
La exclusión se generaba en un proceso de segregación que realizaba la
ciudad y la industria sobre personas que no lograban adaptarse a los cambios
urbanos e industriales. El proceso de crecimiento urbano e industrial había
hecho surgir en “las pequeñas ciudades… nuevos grupos de pobreza” 83,
integrados por personas que parecían no adaptarse “a la velocidad de la
transformación”84, y por esa razón eran “segregados por ese núcleo hacia las
orillas, donde arrastran un existir dependiente de los elementos que la
misma ciudad elimina”85. De esta forma, la visión de Pí Hugarte y Wettstein,
donde también aparecía el fenómeno de la inadaptación al medio urbano
dentro de un modelo económico industrializador, permitía, en 1955, entrever
la posibilidad de que fuera la misma sociedad urbana la que los expulsara, los
excluyera de ese desarrollo. Porque si bien entre los habitantes de los
“rancheríos suburbanos” se encontraban hombres “venidos del campo” 86 para
los cuales podría ser difícil su adaptación al medio urbano, en ellos también
habitaban “los verdaderos uruguayos desalojados ….tras cada inmigración de
extranjeros del comercio minorista y sus ramas afines..” 87, “los huelguistas
que perdieron el trabajo, los inmigrantes que nunca lo consiguieron, jóvenes

74
Idem. 177-178
75
Idem. 180
76
Idem.
77
Idem.
78
Idem. 178
79
Idem. 181
80
Idem.
81
Idem. 181
82
Idem. 181.
83
Idem. 179
84
Idem. 179
85
Idem. 179-180. Subrayado y negrita nuestro.
86
Idem. 183
87
Idem.
que se escupen con rabia las manos desperdiciadas en revisar sobras de
comida, viejos sentados al sol que clasifican minuciosamente peines
desdentados, latas abolladas y papeles” 88, y también “peones albañiles” que
la ciudad demandaba en su crecimiento y encontraban trabajo no calificado
en el “Municipio de Montevideo”, “jornaleros de múltiples tareas-sin
especialización y escaso saber material-“89, y trabajadores que en general
preferían “las changas intermitentes” 90 hasta obtener “un salario apto para un
vivir acorde con las condiciones que la ciudad ofrece” 91. Esto demostraba la
heterogeneidad de origen en la población de los “rancheríos suburbanos”,
quienes parecían tener en común: la exclusión de la urbe, el desalojo y las
pésimas condiciones de vida, a los cuales era difícil, desde una visión
estructuralista, prevaleciente en la academia de los años cincuenta, y con
escasos estudios estadísticos, conocer.
El origen del problema “rancherío” estaba en la exclusión de los medios de
existencia, eso tenían en común tanto el “rancherío” suburbano como el
rural, por tanto la solución a esta problemática, desde la perspectiva
estructuralista, se encontraba en el cambio estructural, cuya raíz estaba en el
medio rural, en la estructura de la tierra, en el latifundio, que expulsaba a los
“pobres” del campo. Aún no estaba claro qué papel jugaba la ciudad y la
industria en ese proceso, si bien había indicios de que parte de esos
habitantes de los “rancheríos suburbanos”, de los llamados “cantegriles” eran
de la ciudad de Montevideo, también expulsados.

Parte tres. Tercer período: Presencia del fenómeno de los


“cantegriles” en los estudios sociales de la academia de 1958 a
1968.
En este período los estudios académicos forman parte de un proceso de
transición de las ciencias sociales. En primer lugar, el período de 1958 a 1964
constituyó un proceso bisagra entre la sociología de cátedra y la sociología
científica que marcará la producción académica hasta 1968, produciéndose
una convergencia de la racionalidad científica sobre el estudio social y
económico de la realidad uruguaya con la planificación de reformas
estructurales, a través de los estudios y diagnósticos económicos y sociales
financiados con presupuesto del estado y los planes de gobierno, en el
contexto político de los colegiados blancos y de la Alianza para el Progreso
promovida por el gobierno de los Estados Unidos para Latinoamérica. En
segundo lugar, en un período de crisis de la industrialización, de debate
político-ideológico entre reforma y revolución, se produjo a nivel académico
un cuestionamiento a la teoría cepalina de centro-periferia, cuestionando la

88
Idem. Pág. 184. Cita de Carlos María Gutiérrez, tomado de Marcha, 27 de noviembre de
1953, “La basura debajo de la alfombra”.
89
Idem. Pág. 183.
90
Idem. Pág. 185.
91
Idem.
centralidad de la industrialización y planteando el fracaso del “Uruguay
batllista”92.
En ese contexto, se transformó la forma de producción intelectual. Las
investigaciones comenzaron a realizarse en equipos de técnicos, de
especialistas, cuyo producto eran “informes de investigación” 93 basados en la
“encuesta empírica”94, a diferencia de “la síntesis libresca” 95 característica
de la filosofía social y la sociología de cátedra de los cincuenta. La visión de
estos nuevos estudios seguía siendo, como en la década del cincuenta, global
y totalizadora de los fenómenos sociales, aunque desde otra perspectiva y con
otros instrumentos. Se seguía indagando desde la estructura, pero cambiando
métodos, lenguaje y la forma de trabajo intelectual, esta se investigaba
desde diversas variables, dimensiones, indicadores, los sectores estudiados
conformaban aquellos ámbitos sobre los que se debía actuar al mismo tiempo,
en su totalidad, para modificar la realidad en su conjunto. Así la vivienda, la
alimentación, la mortalidad, la natalidad, los servicios públicos, los ingresos
familiares, la ocupación, etc. constituían los parámetros para acercarse a la
realidad social, conocerla e interpretarla, realizando encuestas, muestreos y
tabulación de datos estadísticos, conformando una “racionalidad
instrumental”96 que luego permitiera planificar.
Entre 1957 y 1959 existió una búsqueda de reflexión académica sobre los
cambios que se habían producido con la industrialización de los años cuarenta
y cincuenta en la sociedad uruguaya: la urbanización centrada en Montevideo,
la migración campo-ciudad, la salarización de la población en un gran
porcentaje concentrada en las ciudades y la pobreza urbana. En general, en el
ámbito académico de las ciencias sociales apareció la preocupación por
focalizar el estudio social en el mundo urbano, aunque seguía siendo
considerado el medio rural y su estancamiento el mayor problema económico
y social del Uruguay.
En este sentido, el proceso que antecede en Uruguay a la transición de la
sociología de cátedra a la científica y de lo rural a lo urbano de principios de
los sesenta, está marcado, por un lado, por los estudios realizados por los
“Equipos del Bien Común” coordinados por Juan Pablo Terra y Dionisio
Garmendia, quienes desde principios de la década del cincuenta desarrollaban
una metodología de investigación empírica basada en el domínico francés
Joseph Lebret, y en 1957 fundaron el Centro Latinoamericano de Economía
Humana, siendo pioneros en los temas de sociología urbana y de familia. Por
otro lado, por la incorporación de nuevos sociólogos a la universidad, donde,
además de la fundación del Instituto de Sociología, se implementaron desde la
Facultad de Derecho investigaciones llevadas a cabo por equipos de

92
Expresión tomada de Gerónimo de Sierra quien plantea que “–desde fines de los años
cincuenta y con gran ímpetu en los sesenta cuando se generaliza la interrogación de las élites
intelectuales sobre fracaso del “ Uruguay Batllista” y los nuevos caminos de desarrollo posible
para el país.” Hélgio Trindade (coordinador) “Las ciencias sociales en América Latina en
perspectiva comparada”, Ed. Siglo XXI, México 2007, primera edición. Pág. 345
93
Blanco, Alejandro, “Razón y modernidad. Gino Germani y la Sociología en la Argentina”,
Siglo Veintiuno editores, Argentina, 2006. Pág. 203.
94
Idem. 202
95
Idem.
96
Idem. Pág. 120.
estudiantes coordinados por el docente e investigador Carlos Rama 97,
planteaba la realización de monografías en equipos de estudiantes, con temas
específicos, para el conocimiento empírico de la realidad social 98, basándose
en el método histórico, muestras elaboradas a través de cuestionarios y
entrevistas, estudio de prensa, biografías, etc.99
Carlos Rama también sugería establecer un nuevo “derrotero” 100 para la
“sociología nacional”101, estableciendo como primer problema social que “a)
un diez por ciento de la población del país vive en condiciones subhumanas,
como es el caso de los habitantes de los “ pueblos de ratas”, “cinturones de
miseria”, “cantegriles”, etc..,”, y como último, “las condiciones de una
rápida industrialización que se ha producido especialmente durante los
últimos veinte años.”102. De esta forma, planteaba dos problemas que aún no
habían sido abordados específicamente en la investigación social: los
“cantegriles” y los cambios sociales generados por la industrialización. Sin
embargo, a pesar de señalar las consecuencias del cambio industrial, para
Carlos Rama también era el mundo rural el problema, ya que esa “ sociedad
rural podrida”103, “incapaz de absorber las nuevas generaciones de sus hijos
repele anualmente por los caminos a millares de seres que constituyen nuevos
rancheríos, aumentan la delincuencia o llegan a establecerse en la ciudades
del interior, donde se incorporan –después de exhibir su miseria algún tiempo
en los “cantegriles”- a la industria creciente.” 104. Los “cantegriles” aparecían
nuevamente en los “cinturones”105 de algunas “ciudades del interior”106 como
“prolongaciones de la sociedad que,…, llamamos rural.”107. Conformaban un
fenómeno de “algunas” ciudades del Uruguay, se encontraban alrededor de
ellas, estaban integrados por migrantes rurales que buscaban mejorar su
condición de vida gracias a la industrialización, y que aparentemente lo
lograban, conformando el “cantegril” un fenómeno transitorio.
También en 1959, en su obra “Sociología Rural” 108, Daniel Vidart utilizaba la
categoría “tipos orilleros”109 para describir a las poblaciones que se ubicaban
“(…) en las orillas de las ciudades, en el rancherío sórdido, se hibridan el
campo y la ciudad, dando origen a un paisaje desorganizado y a una sociedad
marginal”110, y planteaba que habían “sido poco estudiados en el Río de la

97
Profesor de historia egresado del IPA, Doctor en Derecho y Ciencias Sociales, Docteur és
Lettres de l´Université de Paris. Se desempeñaba como docente de historia en Facultad de
Humanidades, docente de Sociología en el IPA y en la Facultad de Arquitectura.
98
Ejemplo de ello son los trabajos realizados con estudiantes de facultad de derecho,
coordinados por Carlos Rama sobre: “Estudio sociológico de una localidad uruguaya. 1.-Paso
de los Toros”98 y un proyecto de investigación sobre “La clase Obrera Montevideana”98 en el
marco de “El estudio de la clase obrera uruguaya”.
99
Rama, Carlos M., “Ensayo de sociología uruguaya”, Editorial Medina, 23 de setiembre de
1957, Mveo. Págs. 381-392
100
Idem. Pág. 13
101
Idem.
102
Cita del autor tomada “De la crónica publicada en El Sol, el 14 de junio de 1957”. Idem.
103
Expresión citada por Carlos Rama de otro autor nacional que no específica. Idem. Pág. 302
104
Idem. Pág. 302
105
Idem.
106
Idem.
107
Idem. Pág. 303
108
Vidart, Daniel, “Sociología Rural”, Salvat Editores S.A., Barcelona, 1959. Vol. 1 y 2.
109
Idem. Vol. 1. Pág. 463.
110
Idem.
Plata”111. Al igual que Solari, Pí Hugarte y Wettstein en el período anterior,
aparecía la idea de: orilla, margen, híbrido entre lo rural y lo urbano, la
escasez de información sobre estos grupos humanos y la imprecisión
conceptual sobre un fenómeno que no era nuevo, ya que Daniel Vidart lo
rastrea desde el origen de la palabra “orillas” en la ciudad indiana, que
“constituían la imprecisa zona donde el campo… y la ciudad indiana
dialogaban hasta confundir sus voces. La vivienda se desasía del cuadriculado
abrazo de las manzanas y cambiaba la solidaridad geométrica por la
improvisación individual….la casa se desnudaba de ladrillos y balcones y se
quedaba en cueros de rancho; las cañadas hacían viborear sus corrientes entre
cercos… y las paredes de adobe” 112. El fenómeno de zonas no urbanizadas,
regladas por la voluntad del que construía su “rancho” con los materiales que
el medio le proporcionaba, ubicándose en los “cinturones” de la ciudad
aparecía en la visión de Daniel Vidart como un fenómeno etimológico,
geográfico y tipológico de larga data en la ciudad hispanoamericana, que
había sufrido transformaciones con los cambios de la sociedad
contemporánea. Y así describía a los pobladores de estas “orillas” en la
contemporaneidad: “las familias de los soldados del vecino cuartel, las
naciones (italianos) de recién llegados y los paisanos lanzados por el trampolín
de la pampa y las cuchillas hacia la sede de una industria recién
amanecida,…”113. El “rancherío suburbano” volvía a aparecer, como en los
análisis de Pí Hugarte y Wettstein de 1955, como el lugar que “uno y otro
medio desechaban”, un “hibrido” entre dos mundos, el rural y el urbano,
ubicado en los alrededores de la ciudad, conformando un lugar de pobreza, de
marginación, de exclusión. A pesar de estas hipótesis el desconocimiento de
estas poblaciones seguía siendo una constante de los estudios sociales hacia
1960.
Rompiendo con los análisis de una sociología de lo rural y lo urbano, Carlos
Rama presentó en 1960 un trabajo titulado “Las clases sociales en el
Uruguay”114, en el cual conceptualizó y describió a las poblaciones de los
cantegriles, partiendo de una caracterización general como “población
marginal”115. Si bien esta caracterización no era del todo nueva, sí su
conceptualización: “se trata de un sector marginal…económica….socialmente,
pues se encuentra excluido de los beneficios de la sociedad constituida, ….y
en el plano del comportamiento, usos e ideales de vida, está absolutamente
al margen de los patrones locales o nacionales.” 116 Se trataba de
“marginados” de la “estructura social”, no de la ciudad o del campo, sino de
un “sistema”, esa marginación parecía ser económica, social, cultural, y hasta
legal. Y así establecía quiénes eran: “a) desocupados absolutos o estacionales;
b) prostitutas; c) delincuentes; d) presos, asilados e internados; e)
vagabundos, mendigos, y f) trabajadores ilegales extranjeros” 117, precisando
la dificultad de identificar estas poblaciones y sus características en el

111
Idem.
112
Idem. Pág. 464
113
Idem. Pág. 465
114
Rama, Carlos M., “Las clases sociales en el Uruguay”, Ediciones Nuestro Tiempo-Montevideo, 1960,
Montevideo.
115
Idem. Pág. 282
116
Idem.
117
Idem.
Uruguay “… donde todavía no se ha llegado si quiera a la estadística”118. Sin
embargo, basado en el censo del Concejo Departamental de Montevideo
realizado en 1957 sobre “los habitantes de los “cantegriles”119, con el
objetivo de “orientar la labor recuperadora de esta población marginal” 120,
Carlos Rama describía esos “barrios”121, como “agrupaciones de menos de
una decena de ranchos….” 122, que “se desarrollaron en los últimos años” 123,
dando origen a “un nombre nuevo, que tiene el especial sabor de la ironía ya
que se refiere a un barrio residencial de un balneario de la clase alta en la
costa este: “cantegriles” 124. A través de este análisis, Carlos Rama permite
observar la visión gubernamental sobre estas poblaciones: debían ser
recuperadas para que dejaran de ser marginales. Los “cantegriles” aparecían
como un fenómeno reciente, tan reciente como el interés por ellos. Sin
embargo, Carlos Rama señalaba que el “rancheríos” no era algo nuevo en
Montevideo, antes “su número se disimulaba porque aparecían aislados, junto
a viviendas de mejor calidad, eran refugio de grupos caracterizados de la
población urbana, como los mendigos, los “bichicomes”, o los “cirujas”
(recolectores de residuos).” 125 En cambio, en 1960 eran “barrios” con
“núcleos”126: “se trata de grupos de familias constituidos (hombres, mujeres
y niños), mientras antaño predominaba un lumpemproletariat de mendigos,
bichicomes y cirujas, casi exclusivamente adultos.” 127. El aporte de Carlos
Rama al conocimiento del “significado” de los cantegriles como fenómeno
social urbano hacía referencia a una nueva conformación urbano-social, de
familias pobres, lo que ponía en cuestionamiento el mismo concepto de
“marginal”, diferenciándolo de otras poblaciones como los mendigos. Sin
embargo, el autor mantenía la caracterización que hacían los académicos de
los cincuenta sobre el origen y las dificultades para la integración de los
habitantes de los cantegriles a la vida urbana: migración rural, trabajadores
no calificados, trabajadores de la construcción, que “tiene que proseguir su
vida marginal hasta tanto no se ajuste a las condiciones de mercado laboral
urbano.”128: población en tránsito, en proceso de adaptación al mundo
urbano. En esta caracterización del lugar y la población de los “cantegriles”
que los van ubicando como fenómeno urbano, es clave la visualización de un
proceso de transformación del “rancherío” al “cantegril” en la ciudad, de la
“pobreza urbana” aislada a los “barrios” de pobres, de marginales. En el
análisis de Carlos Rama, los pobladores de los “cantegriles” aparecían como

118
Idem. 289
119
Idem.
120
Idem. Esa “labor recuperadora” hace referencia a lo que fue parte del Plan Director de
Montevideo de 1956, por el cual se construyeron “viviendas de emergencia” en ciertas zonas
de Montevideo, como Barrio Marconi, y “Unidades de viviendas” como la “Unidad Casavalle”
con su respectiva policlínica, nursery y escuela primaria. Esto se analizará en las fuentes
gubernamentales. Pág. 299
121
Idem.
122
Idem.
123
Idem.
124
Idem.
125
Idem.
126
Idem. El Censo citado por el autor identifica la categoría “núcleo” como los habitantes de una
vivienda.
127
Idem.
128
Idem. Pág. 299-300.
“marginados” de una estructura social y ocupando un nuevo espacio en la
urbe.
Por último, otras novedades que brinda el trabajo de Carlos Rama son tres
datos que, a nivel descriptivo, el autor planteaba a través del análisis de
fuentes gubernamentales. El primero de ellos es sobre el sustento de las
poblaciones de los “cantegriles”: “ha terminado por vivir de socorros o
ayudas, de organismos públicos y de entidades privadas.” 129, así como en
“viviendas de emergencia” 130 que el gobierno municipal construye para
“rehabilitarlos”131 y de “expendios municipales” 132 que los proveían de
“artículos de primera necesidad a precios subsidiados”133. Obviamente estas
poblaciones no lograban insertarse en el mundo urbano y culminaban viviendo
de socorros públicos o privados. El segundo dato es “la distribución
geográfica”, “… en el año 1955 las grandes concentraciones (entre 50 y 102
ranchos) estaban situadas en las zonas determinadas134 por las calles
siguientes: 1) Burgues y Santa Ana; 2) Burgues y Chimborazo; 3) Eguren y Av.
Gral Flores y 4) Camino de las Tropas y arroyo Pantanoso. … para 1957 con esa
categoría solamente tenemos un núcleo sobre Camino Peñarol y Timbus 135. Se
trata en general de terrenos de propiedad municipal en plena zona fabril
suburbana, y sobre los caminos o carreteras que vinculan a Montevideo con el
centro y norte del país.” 136. Tercero, la evolución y el resurgimiento
permanente de estas poblaciones, que llevan a clasificarlos por “la
antigüedad de sus moradores, entre los “antiguos” (que en ocasiones tienen
hasta 10 años de instalados), y los recientes. … no se mezclan ambas
categorías, pues tienden a agruparse en forma separada. Entre los núcleos
más antiguos figuran por ej. los de Av. San Martín y Camino Peñarol, calle
Azara y calle Avellaneda, … No es ocioso destacar que buena parte de los
nuevos se agrupan en las cercanías de los barrios de casas de emergencia”137.
Este excepcional ejemplo que es el trabajo de Carlos Rama, en que aparece la
descripción de la población de “cantegriles” dentro de un análisis social
académico de Montevideo a fines de los cincuenta, permite observar como la
academia no había generado información sobre la población de los
“cantegriles” de Montevideo, ni categorías de análisis, y de alguna manera
reproducía las fuentes oficiales, incluyendo la idea de “rehabilitación” para
los pobladores de “rancheríos”. Por otra parte, se visualizan las políticas
gubernamentales y privadas de asistencia a esa población, que no parecían ser
del todo eficaces, ya que los “rancheríos” volvían a aparecer alrededor de las
“viviendas de emergencia”.
Por lo tanto, el análisis precedente nos deja en evidencia que al iniciarse la
década del sesenta había una realidad urbana nueva detectada por la

129
Idem. Pág. 300
130
Idem.
131
Idem.
132
Idem.
133
Idem.
134
El subrayado y negrita, nuestro, busca resaltar la categoría usada oficialmente, y que
toma Carlos Rama en la descripción de los cantegriles
135
Idem. Los datos que brinda la fuente coinciden con zonas donde se desarrolla el trabajo
con fuentes orales y gubernamentales para esta investigación.
136
Idem. Pág. 300
137
El subrayado y negrita nuestro, vuelve a destacar la categoría oficial y tomada por Carlos
Rama para describir los diferentes cantegriles. Idem.
academia: los “cantegriles” como “parte” del mundo social urbano. Si en los
cincuenta la industrialización y la teoría centro-periferia no permitían
visualizarlos como un “hecho social”, a principios de los sesenta, el cambio de
mirada, donde ya el centro no era la industria, sino el “desarrollo”, ponían en
el tapete a poblaciones que eran síntomas de “subdesarrollo”, ubicando a
Uruguay dentro del contexto latinoamericano, y a Montevideo como una típica
capital de ese mundo, con grandes contrastes de pobreza y riqueza, y
situaciones que podían considerarse de “marginación” social y urbana. De ahí
la necesidad de delimitar lo urbano, conceptualizarlo y analizarlo, y atender a
los problemas sociales que parecían ser un síntoma de esa realidad social de
“atraso”, contradictoria con un modelo de “modernización” urbana: bajos
ingresos, infra-consumo, vivienda de deshechos, escasez de servicios públicos,
bajos índices de urbanización, etc.
A su vez, quedaba en evidencia a principio de los sesenta que la escasez de
conocimiento empírico sobre las poblaciones de los “cantegriles” hacía
ineficaz cualquier solución, incluyendo las “asistencias” que brindaba el
estado, que no parecían acabar con el problema, sino reproducirlo y
aumentarlo.
Dos problemas que acercaban a los académicos a la cuestión de los
“cantegriles” como fenómeno urbano a principios de los sesenta eran: el alto
nivel de urbanización de la sociedad uruguaya concentrada en Montevideo y el
problema de la vivienda. Estas cuestiones convocaban a diversas ramas de la
academia, a la medicina interesada en la higiene personal y pública, las
enfermedades y epidemias 138, a la arquitectura por el crecimiento urbano
desordenado, el problema de los servicios públicos, la cuestión de la industria
de la construcción y la “vivienda popular” 139. Este punto no fue sólo una
cuestión de arquitectos y urbanistas, perspectiva que no será abordada en
este trabajo, sino que visualizada desde la relación entre ciudad, vivienda y

138
La cuestión de la “Higiene Pública”, plantea Elizabeth Ortega, que era definida en 1956
como “rama del conocimiento”, “rama de las Ciencias Sociales y de los servicios públicos”, la
mortalidad infantil y los convenios que Uruguay había firmado con la OMS y la OPS lo
comprometían en políticas públicas de prevención en la salubridad. La autora señala que “los
centros de salud” distribuidos por zonas y distrititos, “conformaron un dispositivo de
vigilancia que se fue construyendo específicamente”, aquí tomaba relevancia la “ficha
individual” y “la visita domiciliaria” realizada por la visitadora social como formas de control
sanitario. Ortega, Elizabeth, “El Servicio Social y los procesos de medicalización de la
sociedad uruguaya en el período neobatllista”, Montevideo, marzo 2003, Págs. 87, 96-97. Las
fuentes generadas en estas instituciones (Policlínicas, Centros de Salud), junto con los
documentos producidos en escuelas e instituciones diversas de las zonas donde se
establecieron cantegriles, constituyen parte del puzzle para conocer esas poblaciones, en
este trabajo serán abordadas algunas de ellas para complementar los testimonios orales en el
capítulo tres.
139
La aprobación de un nuevo plan de estudios en Facultad de Arquitectura en 1952 “convalidó
una corriente de pensamiento que comprendía a la Arquitectura como una disciplina de alto
contenido social a la que competía la planificación”, el planeamiento se abordaba como
“proceso único, que integraba los conocimientos disciplinares e incorporaba además la
sociología y la economía para obtener el bienestar de la comunidad”, este cambio en la visión
de la arquitectura se enmarca en la elaboración del Plan Director para Montevideo (1955-
1958), y el papel del arquitecto Carlos Gómez Gavazzo como Director del
Instituto de Teoría de la Arquitectura y el Urbanismo de la Facultad. Elena Mazzini, Mary
Mendez, “Polémicas de Arquitectura en el Uruguay del siglo XX”, Departamento de
Publicaciones, Unidad de Comunicación de la Universidad de la Republica (UCUR).
Montevideo, 2011. Págs. 152-153.
desarrollo social, la cuestión de la vivienda y el urbanismo, la ciudad y sus
habitantes como problema fueron abordados desde la sociología urbana, con
diferentes perspectivas durante los sesenta.
Desde el CLAEH, Dionisio Garmendia publicó un artículo en 1959, titulado
“Montevideo Elementos para una sociología urbana” 140, planteando las
funciones históricas de la ciudad capital, sus transformaciones sociales y su
centralidad en la realidad social uruguaya. Si bien el artículo no analiza las
poblaciones de los “cantegriles”, tuvo la importancia de descentrar la
cuestión de lo rural, y en un contexto de transformación temática y
metodológica, explicar la necesidad de focalizar el estudio de lo urbano y
elaborar hipótesis sobre la sociedad montevideana, que distaban mucho de
una sociedad donde la movilidad social ascendente fuera una realidad. Así
describía: “La distancia social en individuos y familias… tenemos como
hipótesis a comprobar que es mucho más estable”141, “aparece la movilidad
inter-clases de mucho menor volumen del que se habla;” 142, observaba que
“más o menos la tercera parte de Montevideo tiene ingresos insuficientes, y
se halla en situación de infra consumo”143. A su vez, Dionisio Garmendia luego
de presentar datos sobre la realidad urbana montevideana, señalaba los
desequilibrios, no sólo sociales, sino también urbanísticos, en cuanto a
servicios de salud, educativos y de infraestructura urbana, planteando que
“sólo la parte de la ciudad comprendida dentro de las áreas de densidad 120-
300 habitantes por hectárea tienen todo el equipamiento requerible a una
ciudad moderna”144. De esta forma, presentaba el desafío de Montevideo
como “ciudad moderna”, transformada por la industrialización, cuyas
“exigencias… crecieron siempre más rápido que los esfuerzos para
satisfacerlas.”145 generando una ciudad con “desequilibrios y carencias” 146.
La urbanización concentrada en Montevideo y los “desequilibrios” que esta
provocaba comenzaba a ser la preocupación de los cientistas sociales,
urbanistas y arquitectos que centraron la atención en la cuestión de la
vivienda y el ordenamiento territorial.
Estas cuestiones presentaban varias aristas. En primer lugar el problema
habitacional sobre el cual no existía un conocimiento preciso antes de 1963,
pero se tenía conciencia de que había aumentado la población de Montevideo
a un ritmo mayor que la construcción de viviendas. Juan Pablo Terra en un
artículo publicado en la revista de la Facultad de Arquitectura en 1961,
planteaba, basado en los datos del trabajo sobre “La familia en
Montevideo”147, que “un 10% de las viviendas de Montevideo resultaban
clasificadas por distintos motivos como infrahumanas y 35% más tenían

140
Garmendia, D. Jorge, “Montevideo Elementos para una sociología urbana”. Cuadernos del
CLAEH; N°6, 1959.
141
Idem. Pág. 292.
142
Idem. Estas descripciones se basaban en datos estadísticos recogidos por los Equipos del Bien Común
en “La Familia en Montevideo” por UNCAS, Montevideo, 1956.
143
Idem.
144
Idem.
145
Idem.
146
Idem.
147
Equipos del Bien Común en “La Familia en Montevideo” por UNCAS, Montevideo, 1956.
insuficiencias graves”148, de 290.000, que era el total de viviendas según ese
informe, 38.000, o sea el 13% eran “ranchos” y “casillas”, con la salvedad de
que era difícil saber si el número de estas construcciones había aumentado,
debido a que se construían sin permiso municipal, por tanto no hay registro
estadístico oficial de las mismas. Sin embargo, para el autor eran evidente dos
elementos en 1961: primero, el estancamiento de la construcción de
viviendas, cuyo descenso comenzó en 1953, “para la vivienda económica ese
descenso es pronunciado desde 1956” 149; segundo, las transformaciones en la
industria de la construcción, “el cambio real es un paso de la producción
artesanal dispersa, a una producción concentrada capitalista, alimentada por
el capital financiero”150. Si la población de Montevideo había crecido, la
construcción de viviendas había decaído y el capital financiero se había
dedicado a la especulación inmobiliaria, decayendo hacia 1960 la intervención
estatal en materia habitacional, el resultado no podía ser otro que: “un
déficit de gran magnitud” 151, correspondiendo “las desigualdades en
vivienda… a la de ingresos” 152, aunque las primeras eran “más profundas” ya
que “el rubro alimentación es muy incompresible y tiende absorber la casi
totalidad de los presupuestos bajos.” 153
En 1961, parecía claro para la academia, a pesar de la escasez de datos
estadísticos, el empobrecimiento de gran parte de la población, que junto a
los bajos ingresos o el desempleo, no tenía posibilidades de acceder a una
vivienda. Esa población parecía ser la que aumentaba, día a día, el número de
“cantegriles”, que no sólo crecían en número y tamaño, sino que iban
cambiando su conformación poblacional, ya que no eran sólo migrantes del
interior, en “proceso de transición” hacia la urbe, sino sectores de
trabajadores empobrecidos, desocupados del medio urbano, sin acceso a
vivienda, por sus bajos ingresos, por el desempleo o por la escasez de
viviendas accesibles a los sectores de más bajos ingresos.
En 1963 Mario Bon Espasandin, docente de Sociología del Instituto Normal de
Magisterio, publicó un trabajo titulado “Cantegriles”, el mismo se basó en
encuestas realizadas con un grupo de estudiantes de magisterio en
“cantegriles” de Montevideo. El objetivo de la encuesta era “tomar contacto
con esos núcleos, apreciar en forma visual sus características más salientes y
determinar niveles de educación, vivienda y ocupación.” 154. Si bien este
constituye el único trabajo de campo sobre la población de los “cantegriles”,
y por esa razón luego será citado por otros autores como Anibal Barrios Pintos
y Daniel Vidart cuando hablan de estas poblaciones, el mismo presenta escasa

148
Terra, Juan Pablo, “Algunas magnitudes del problema de la vivienda”, Revista de la
facultad de arquitectura, N°3, Universidad de la República, Montevideo, setiembre 1961. Pág.
68
149
Idem. Pág. 70
150
Idem. Pág. 70
151
Idem. Pág. 73
152
Idem.
153
Idem.
154
Bon Espasandín, Mario, “Cantegriles: familia, educación, niveles económico-laborales,
vivienda y aspectos generales de la población que componen el collar de miserias de
Montevideo”, Ed. Tupac Amaru, Montevideo, 1963. Pág. 7
base empírica y precisión técnica. Se basaba en datos que estaban
procesándose del censo de población y vivienda de 1962, en el censo
agropecuario de 1961 y en impresiones de la experiencia urbana
contemporánea del “collar de miseria” 155, como describía a las zonas de
“cantegriles” de Montevideo. Esa imprecisión se manifiesta también en la
explicación que da al origen del nombre “cantegril”, diciendo: “Oímos el
nombre por primera vez hace unos quince años, en la posguerra inmediata.
Llegábamos del interior del país e hicimos un alto en un barrio suburbano de
Montevideo. ….averigüé que se trataba de un miserable caserío, próximo al
lugar, donde se bebía, jugaba y tomábase contacto con “chicas” del ambiente
bajo.”156. Ubicando a los “cantegriles” como un barrio suburbano,
caracterizado, en una primera impresión, por la “miseria”, el alcohol, el
juego y la prostitución, marginación urbana, la pobreza y los vicios sociales
parecían ser los elementos descriptivos de esas poblaciones.
Para Mario Bon Espasandín desde una visión estructuralista, seguía siendo la
estructura rural en cuya base estaba el problema de la tierra, la causante de
esas “formaciones” urbanas y sociales. Sin embargo, aparecían dos elementos
importantes en su planteo, que también lo había señalado Carlos Rama: los
“cantegriles” como problema urbano, de la “Sociología Urbana, relacionado…
con lo rural.”157; y el acercamiento a través de un trabajo de campo, con
imprecisiones técnicas, pero que buscaba conocer de cerca un problema
“escala nacional…. las poblaciones marginales…” 158. Las imprecisiones
teóricas y técnicas de la fuente generan inconvenientes al analizar datos e
interpretaciones planteadas por el autor, sin embargo la publicación
representa una inquietud académica por acercarse a una población no
estudiada, para “divulgar los aspectos” 159 de ese problema muy poco
conocido. En ese sentido, el trabajo constata ciertos “factores” que
generaban la marginación de la población del “cantegril” estudiado a través
de las encuestas realizadas en el trabajo de campo: la “procedencia
campesina”160 de los habitantes, sus dificultades de “adaptación a las tareas
urbanas”161 y de capacitación por su “bajísimo nivel de educación”162, esta
era la causa de un “bajo promedio de ingresos” 163. Por lo tanto, la
problemática del “cantegril” se sintetizaba y expresaba a través de “la
función “CANTEGRIL=MISERIA” 164. Desde un análisis focalizado, se constataban
factores de “exclusión” social, fenómeno comparable, con algunas “variantes
ligeras” 165 a otras ciudades de América Latina. Aparecía en este trabajo un
análisis teórico que dominará la teoría social en Uruguay hacia fines de los
sesenta: la marginalidad dentro de la teoría de la dependencia como
fenómeno del subdesarrollo, que visualizaba a una población marginada con

155
Idem. Pág. 22
156
Idem. Pág. 18
157
Idem. Pág. 25
158
Idem. Pág. 9
159
Idem. Pág. 8
160
Idem. Pág. 92
161
Idem.
162
Idem.
163
Idem.
164
Idem.
165
Idem. Pág. 8
ciertas características, pero faltaba, en 1963, aún teoría y método científico.
El final de nuestro análisis de fuentes académicas en este período es en base
a los documentos y al conocimiento producido por la Comisión de Inversiones
y Desarrollo Económico entre 1964 y 1967. El Plan Nacional de Desarrollo
Económico y Social elaborado por esa comisión técnica, coordinada por
Enrique Iglesias, realizó diagnósticos y planes, como ya vimos, basados en una
visión de “desarrollo” a partir de reformas en diversos sectores: agropecuario,
industria, energía, transporte, comunicaciones, turismo, educación, vivienda,
planeamiento territorial, agua y servicios sanitarios, salud, administración
pública, tributario, seguridad social, comercio exterior, financiero, precios.
Los planes fueron aprobados por el Consejo Nacional de Gobierno en 1966,
pero no fueron aplicados en su totalidad ni por ese gobierno con mayoría del
partido nacional, ni por los siguientes gobiernos colorados. Más allá de esa
realidad política, el trabajo de la CIDE, sobretodo el censo de 1963, significó
una importantísima fuente de información para la academia. En ese sentido
observamos dos aspectos.
Primero el énfasis político-académico en la cuestión de la vivienda, que llevó,
dentro de la aplicación de los planes de la CIDE, promovida y redactada por
Juan Pablo Terra, técnico de la comisión, a la aprobación en el parlamento
del Plan Nacional de Vivienda dentro de la Ley de Vivienda, la Dirección
Nacional de Vivienda y el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, promulgada en
1968. En 1964, con los datos del censo, se confirmaba la siguiente realidad,
“el déficit de la “vivienda mínima” 166, el hecho de que “El 26% de las urbanas
y el 40% de las rurales se consideran totalmente inadecuadas…..el numero de
estas viviendas oscila en 200.000 aproximadamente” 167 y la existencia de
grandes inversiones de capital privado especulativo en vivienda suntuaria,
sobre todo en los balnearios del este del Uruguay.
Por lo tanto, en 1964 el incremento en la desigualdad habitacional era
evidente, la especulación financiera en un aspecto de la vida humana que era
visualizado por muchos académicos como un derecho y la falta de
intervención estatal que lo dejaba librado al mercado, generaban en ese
momento críticas y denuncias de un problema que se agravaba, por la escasez
de la inversión pública que no llegaba a cubrir el déficit 168 y las políticas
públicas de endeudamiento y direccionamiento de la inversión. Es interesante
visualizar como en ese contexto de escasez habitacional crecían las viviendas
suntuarias de veraneo en el este, y el nombre “cantegril” se popularizaba,
denunciando una contradicción que parecía romper los ojos en un Uruguay
que se veía cada vez menos “Suiza de América” y cada vez más
“latinoamericano”. En ese sentido, el arquitecto Rafael Lorente, señalaba:
“Mientras que los gobiernos han concentrado su atención realizando obras
aisladas,….el pueblo ha tomado la ley en sus propias manos ejecutando a su
166
Lorente, Rafael, “Anotaciones sobre vivienda popular”, Revista “Arquitectura”, Sociedad
de Arquitectos del Uruguay, Montevideo, mayo 1964. Director Responsable: Rafael Lorente.
Pág. 12
167
Lorente, Rafael, “Comentarios de la conferencia del arquitecto Juan P. Terra”, Idem. Pág.
23
168
Según planteaba Rafael Lorente, el gobierno había recibido un préstamo del BID y del AID
que permitía construir 4200 viviendas, pero se necesitaban 16000, si no se atendía ese
número “se habrá creado un grupo de privilegiados, el país habrá contraído una deuda más y
el problema de la vivienda popular continuará sin solución”. Idem. Pág. 24
manera una gran parte del crecimiento urbano contemporáneo” 169, y en la
misma página publicaba una foto de una “casilla” o “rancho”, que podía
ubicarse en cualquier zona periférica de Montevideo. Parecía que a mediados
de los sesenta, la cuestión de los “cantegriles” eran un problema habitacional
y urbano para la academia, y era una forma de “ocupar” la ciudad y
conformar nuevos espacios “urbanos” para muchos de sus pobladores.
Segundo la cuestión de “las poblaciones marginales” 170, como las definía el
Plan de la CIDE en el capítulo de los “Aspectos sociales y demográficos” no
era “tan importantes en Montevideo como en otras grandes ciudades
latinoamericanas”171, y conformaban “uno de los medios de absorción de la
inmigración sobre todo, aunque no únicamente campesina”172. El diagnóstico
constataba su heterogeneidad, ya no eran solamente de origen rural;
planteaba el desconocimiento que en Uruguay existía sobre las mismas, “Esas
poblaciones marginales no han sido estudiadas sistemáticamente en el
Uruguay”173; y establecía la imposibilidad de “resolver el problema si su
función”174 era “una mera transición adaptiva del inmigrante rural a las
funciones de vida urbana” 175 o si se trataba de “grupos segregados” 176 que
adquirían “una consistencia propia y pautas de conducta también
diferentes”177. A pesar de la realización del censo, a través del cual se había
constatado el estancamiento demográfico del Uruguay y la
178
“montevideanización” de su población altamente urbanizada, la CIDE no
podía, por la escasez de estudios y de datos específicos, que conciernen al
análisis del censo en sí mismo y del procesamiento de sus datos 179, establecer
quiénes eran los pobladores “marginados”. Aunque se reconocía el
desconocimiento sobre estas poblaciones, el informe afirmaba que eran
“marginadas”, caracterizando el proceso de urbanización vivido por el
Uruguay en los cincuenta y estableciendo que se trataba de “grupos
segregados de algún modo, que la ciudad”180 no podía “incorporar plenamente
a las pautas de la vida urbana”181 o que lo hacía “con extrema lentitud” 182,
esto constituía un “rasgo peculiar de la urbanización uruguaya” 183, “más en el
Interior que en Montevideo” 184. Es probable que “ese rasgo peculiar” al que
hace referencia el informe, fuera el hecho de que la urbanización en Uruguay
había sido mucho más alta que la capacidad de absorción de mano de obra por

169
Lorente, Rafael, “Anotaciones sobre vivienda popular”, Idem. Pág. 15
170
Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (Uruguay 1960-1967). Plan Nacional de
Desarrollo Económico Social 1965-1974”, Compendio/CIDE, Montevideo, CECEA, 1966. Pág.
27. Subrayado y negrita nuestro.
171
Idem.
172
Idem.
173
Idem.
174
Idem.
175
Idem.
176
Idem.
177
Idem.
178
Idem. Pág. 26
179
Análisis que realizaremos con las fuentes gubernamentales.
180
Idem. Pág. 28
181
Idem.
182
Idem.
183
Idem.
184
Idem.
la industria, ello había generado que “la situación urbana” 185 se definiera “en
gran parte alrededor del servicio estatal”186 y de “los servicios
tradicionales”187 como “el servicio doméstico”188, que absorbían mano de obra
con “muy baja calificación” 189. Sin embargo, es difícil establecer, si esas
poblaciones “marginales” eran desocupados o formaban parte de los sectores
urbanizados asalariados, es probable, que según interpreta la CIDE, eran
“marginales” por sus dificultades en la integración de una economía que por
salarizada, mostraba “un intenso pasaje a una económica de mercado
generalizada que es también un elemento de modernización” 190. Las
poblaciones que estaban “al margen” de esa “modernización”, o sea al
margen del “salario” y por tanto del “mercado”, conformaban las
“poblaciones marginales”, no adaptadas a la nueva urbe o con dificultades
para su adaptación.
En conclusión, desde los informes de la CIDE a mediados de los sesenta, se
observa un problema habitacional caracterizado por el déficit y la
desigualdad, y un problema social relativamente reciente, “las poblaciones
marginales” de las ciudades, que en el caso de Montevideo se agravaba por la
concentración de población mayoritaria en esa ciudad. Pero la generalidad de
los datos e índices no permite observar a través de estos documentos a la
población específica de los “cantegriles”, localizarla, caracterizarla ni
definirla. Si es importante tener presente que se identificaba un sector social
en la ciudad “segregado” con existencia “permanente” y “consistencia
propia”, es decir, los “cantegriles” eran visualizados por la academia como un
nuevo fenómeno social de la vida ciudadana, sobre el cuál no se tenía
conocimiento.

Parte cuatro. Cuarto período: los “cantegriles” como problema


de marginación social y urbana en la academia de 1968-1973.
A fines de los años sesenta las ciencias sociales vivían cambios institucionales
e intelectuales en Uruguay. Si los primeros años de esa década estuvieron
marcados por una demanda gubernamental hacia las ciencias sociales,
especialmente la economía y la sociología, a partir de 1968, el cambio político
y la nueva coyuntura marcada por un incremento del autoritarismo, generaron
un distanciamiento de la academia con respecto al gobierno y la represión
hacia los ámbitos intelectuales. Sin embargo, a nivel institucional se dio una
reestructuración del Instituto de Ciencias Sociales con un recambio
generacional y profesional de sociólogos: se retiró Isaac Ganón, se va del país
Aldo Solari, y el nuevo Instituto Central de Ciencias Sociales, que conformará
la Licenciatura en Sociología, estará integrado por sociólogos formados en el
extranjero (Flacso, Ilpes 191, Clacso192). Este paso importante en la

185
Idem. Pág. 27
186
Idem.
187
Idem.
188
Idem.
189
Idem.
190
Idem.
191
Ilpes y Flacso creadas en 1957 seguían la línea de análisis cepalino. Ambas centraron sus
estudios sociales en Chile en los años sesenta, y desde allí junto al Centro para el Desarrollo
reinstitucionalización de las ciencias sociales permitió un cambio teórico y en
la investigación, pero la producción intelectual fue escasa, la falta de
financiamiento 193 y el advenimiento del golpe cívico-militar de 1973 hicieron
dificultoso el desarrollo de las investigaciones sociales a nivel público.
Por lo tanto, debemos señalar que si bien en la región se habían desarrollado
investigaciones y se había teorizado sobre la “marginalidad” en América
Latina, como el ejemplo de DESAL194 a principios de los sesenta y de José
Nun195 en la segunda mitad de la década, en Uruguay la falta de estudios
sobre la temática y de investigación sobre los “cantegriles” siguió siendo una
característica de las ciencias sociales.
Las publicaciones que generaron un espacio e incentivaron la realización de
investigaciones y el análisis social, político, económico y cultural, de tipo
ensayístico y científico fueron: Cuadernos de Marcha, Enciclopedia Uruguaya,
Capítulo Oriental, Cuadernos de Nuestra Tierra; y el debate teórico regional

Económico y Social de América Latina (DESAL) generaron elementos de análisis y


conceptualización sobre la ”marginalidad” en América Latina.
192
Clacso fue fundada en Buenos Aires en 1967. Desde la Ciencias Sociales una de las figuras
que integrará los comités directivos de la organización será Gino Germani, quien a fines de
los años setenta realizará un análisis crítico de la teoría de la marginalidad planteada por
DESAL. Gino Germani, “El concepto de marginalidad. Significado, raíces históricas y
cuestiones teóricas, con particular referencia a la marginalidad”, 29 fichas, Ediciones Nueva
Visión, Buenos Aires. 1980. Este planteo está fuera de nuestro marco cronológico, así como
otros debates que se generaron en los ochenta en Uruguay sobre “la marginalidad en
Uruguay”, un ejemplo de ellos puede verse en: Astori Danilo, Castagnola, José Luis; Ferrando,
Jorge; Marinoni, MIrtha; Marotrelli, Horacio: “Los “marginados” uruguayos. Teoría y
realidad”, Ed. De la Banda Oriental, Uruguay, 1986
193
El financiamiento para investigaciones sociales provenía en gran medida de organismos
internacionales, en Uruguay había resistencia a ese tipo de financiamiento desde ámbitos
intelectuales, por la importancia del gobierno de Estados Unidos en el mismo y sus
condicionamientos, en un contexto de agravamiento de la crisis política y la guerra fría. Eso
implicó que las escasas investigaciones que se hicieron fueron con financiamiento local.
194
Desal definía la “marginalidad” “por la falta de participación pasiva o receptora en “los
bienes constitutivos de la sociedad global” cuyos indicadores eran: alfabetización,
desempleo, vivienda; y activa, como participantes de la toma de decisiones en una sociedad.
Esta última es la causa de la primera y de la “desintegración interna de estos sectores
marginales”, que aparecen “atomizados”. Nun, José, Murmis, Miguel, Marin, J. Carlos, “La
marginalidad en América Latina-Informe preliminar”, Fundación de Cultura Universitaria,
UDELAR, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Instituto de Ciencias Sociales. Tomado de
Documento de Trabajo N°53, Instituto Torcuato Di Tella – Diciembre 1968. Pág. 9.
195
José Nun definía y caracterizaba la marginalidad desde un análisis economicista,
estructuralista y dentro de la teoría de la dependencia, Así planteaba: “la masa de
marginales es el resultado del tipo de desarrollo dependiente de América Latina y, en tanto
tal, parte de su sistema productivo” (pág. 45), los diferenciaba de la clase obrera porque,
principalmente “los obreros, en tanto categoría concreta históricamente determinada, se
situarían espontáneamente en el plano corporativo mientras que los marginales, dada su
posición peculiar en el sistema de producción, oscilarían entre la adhesión a metas más bajas
o más altas.” (pág. 52). La “posición particular en el sistema de producción” de los
“marginales” se refería al concepto de “ejército de reserva “excesivo” como función de un
mercado de trabajo dependiente” (pág. 26), idea base en su concepto de marginalidad. Por
tanto proponía para el trabajo empírico en la investigación de estos sectores sociales, las
siguientes dimensiones: ocupación, ingreso, consumo, solidaridades, organización,
movilización (pág. 55). Nun, José, Murmis, Miguel, Marin, J. Carlos, “La marginalidad en
América Latina-Informe preliminar”, Fundación de Cultura Universitaria, UDELAR, Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales, Instituto de Ciencias Sociales. Tomado de Documento de Trabajo
N°53, Instituto Torcuato Di Tella – Diciembre 1968.
estuvo presente en estudios y análisis sobre la sociedad urbana, los tipos
humanos, la cuestión de la vivienda y los cambios sociales.
En 1969 Daniel Vidart planteaba en su trabajo “Tipos humanos del campo y la
ciudad”196, la elaboración de tipologías “de naturaleza empírico-
estadística”197 donde la “sociología y antropología cultural”198 eran “guías
conceptuales y metodológicas”199, y desde un enfoque cultural
conceptualizaba a los tipos “orilleros y los marginales.”200, explicitando que
su análisis era de “las causas y efectos de la cultura de la pobreza” 201 porque
se trataba de “desencantar” tipos folclóricos construidos mitológicamente.
Para el análisis de los “orilleros” vuelve a hacer referencia a un concepto que
también había planteado en su obra “Sociología Rural” 202 en 1959, como un
espacio intermedio entre la ciudad y el campo, y agregaba: “Reflejan, y esto
es lo que importa, una infraestructura económica responsable de la
organización del espacio, los dispositivos culturales y la condición humana de
sus habitantes son algo así como la tierra de nadie de la batalla ecológica que
libran la ciudad y el campo dónde, además de manifestarse las tensiones
espaciales de dos distintos hábitats, se vacían los residuos materiales y
sociales de un orden (¿o desorden?) clasista.”203, y planteaba: “Las orillas
actuales de Montevideo, están pobladas por los llamados Cantegriles “204. Por
lo tanto, Daniel Vidart realizaba una nueva definición de “las orillas”
sintetizando tres dimensiones desde donde analizaba los tipos humanos
uruguayos: la espacial destacando el tamaño de la ciudad y cómo en ella las
distancias sociales son mucho mayores que las espaciales; la temporal, que
refiere a la contemporaneidad de diferentes tiempos socioculturales; y la
social, enmarcando las tipologías en una sociedad estratificada, en este caso
de clases sociales. La idea de tensión, vacío, residuo material y social daba al
“cantegril” una imagen del mismo que luego el autor la expone a través de
dos tipologías: “Los orilleros de la agresión” 205 y “Los orilleros del hambre” 206.
Los primeros eran los “infanto-juveniles… grupo de muchachos cuyas bandas
azotan el perímetro y aun el centro de Montevideo…..Agreden a los vecinos,
roban sistemáticamente, combaten con la policía. Una y otra vez son
recluidos en los reformatorios,… están determinados por infra consumo e
ignorancia de sus familias, por los ejemplos de los delincuentes de mayor
edad, por el resentimiento cultural de su condición subproletaria.”207. Los
segundos eran “los refugiados… Llegados en su mayoría del interior del país,
sin especialización, sobreviven como míseros trabajadores independientes –en
196
Vidart, Daniel, “Tipos humanos del campo y la ciudad”, Ed. Nuestra Tierra, N° 12,
Montevideo, 1969.
197
Idem. Pág. 8
198
Idem.
199
Idem.
200
Idem.
201
Idem.
202
Vidart, Daniel, “Sociología Rural”, Salvat Editores S.A., Barcelona, 1959, V1 y 2.
203
Vidart, Daniel, “Tipos humanos del campo y la ciudad”, Ed. Nuestra Tierra, N° 12,
Montevideo, 1969. Pág. 49. Subrayado y negrita nuestro.
204
Idem. Pág. 56
205
Idem.
206
Idem.
207
Idem. Pág. 56,57. Negrita y subrayado nuestro.
el caso de que haya changas-…. rodeados por basurales que sus habitantes
revuelven y clasifican, circundados por una flota de “yoyos” –los carritos para
acarrear botellas, latas y otros aparentes desperdicios que tienen valor para
los “cirujas”208-…”209. Y, culminaba definiendo a los “Cantegriles” como “un
planetario destartalado en derredor del núcleo urbano. Allí se aposenta el
lumpenproletaroado, se esconden los criminales,… la enfermedad se ceba
y el hambre crónico y agudo celebra su diario jubileo”210. Luego de esta
descripción, el autor concluía definiendo que “los orilleros” eran “marginales
del campo y la ciudad respectivamente.” 211
El aporte teórico de Daniel Vidart se encontraba en el análisis tridimensional
de estas poblaciones desde un enfoque cultural, sin embargo, al hablar de los
“cantegriles”, el autor no se basó en datos provenientes de la sociografía o de
estudios estadísticos, que según él existían, sino que prefirió basarse en
fuentes cualitativas como el trabajo de Mario Bon Espasandin, analizado
anteriormente y un artículo publicado en Época, “Vivientes de un
cantegril”212, realizado por Julio Barreiro, educador cristiano vinculado a
experiencias pedagógicas en los “cantegriles” en los años sesenta que recogía
testimonios orales. Dentro de los estudios de las ciencias sociales
encontrados, este trabajo de Daniel Vidart, es el único que ofrece la
búsqueda de una descripción conceptual y la utilización de categorías teóricas
que en ese momento estaban en la discusión académica, como
“subproletariado”, “lumpemproletariado”, “marginales rurales y urbanos”
además de los trabajos basados en el informe de la CIDE 213, como el de Aldo
Solari214 y Horacio Martorelli215 desde la sociología, que también planteaban la
significación social de una población “marginal”, o el trabajo analizado en el
punto anterior sobre las clases sociales en el Uruguay de Carlos Rama 216.
En conclusión, la pobreza teórica y empírica es la característica de los
estudios académicos en Uruguay sobre los habitantes de los “cantegriles”, ello
seguía generando ambigüedades, dificultades de definición y categorización
conceptual a fines de los sesenta y principios de los setenta.

208
“Ciruja” era el nombre que se le daba a los clasificadores de residuos.
209
Idem. Pág. 58.59.
210
Idem. Pág. 60,61
211
Idem. Pág. 62
212
Barreiro, Julio, “Vivientes de un cantegril”, publicado en ¨Época”, 6 de noviembre de
1964, Montevideo.
213
Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (Uruguay 1960-1967). Plan Nacional de
Desarrollo Económico Social 1965-1974”, Compendio/CIDE, Montevideo, CECEA, 1966.
214
Solari, Aldo, “El desarrollo social del Uruguay en la postguerra”, Ensayo. Editorial Alfa,
Montevideo, octubre 1967. En este trabajo Aldo Solari reproduce las conclusiones del informe
analizado de la CIDE sobre las poblaciones marginales, del cual él había participado.
215
Martorelli, Horacio, “La sociedad urbana”, Colección nuestra tierra, n° 14, Montevideo,
1969.
216
Rama, Carlos, “Las clases sociales en el Uruguay”, ediciones Nuestro Tiempo, Montevideo,
1960. Este fue uno de los escasos trabajos sobre clases sociales y estratificación social en
Uruguay se basaban en la sociología norteamericana, los debates teóricos de la región no
llegaron a verse reflejados en trabajos de investigación social. Otros ejemplos en los sesenta
fueron, pero con escasa base empírica, fue: Solari, Aldo, “Estructura de la población activa y
desarrollo económico y social en el Uruguay”, en Cuadernos de Ciencias Sociales, Centro de
Estudiantes de Derecho, Mveo. 1961; Ganón, Isaac, “Estructura social del Uruguay”, Editorial
AS – Montevideo, diciembre 1966. (este último basado en los datos del censo de 1963).
La categoría de “refugiados” que planteaba Daniel Vidart, también había sido
planteada por Aldo Solari en 1967, pero desde una visión estructural y
funcionalista. Él señalaba, en base a los datos censales de 1963, la
funcionalidad de los “cantegriles” para el medio rural, ya que eran población
que migraba del campo a la ciudad y que en ella no encontraba lugar,
conformando una “válvula de seguridad”217 para la estructura social rural, que
se conservaba intacta, y generando problemas “disfuncionales” en la
estructura urbana, donde los migrantes conformaban “los grupos más bajos
de la estratificación de la ciudad” 218. Esa “disfuncionalidad” se comprobaba al
observar que esos grupos no disminuían, por el contrario, su situación se
deterioraba “de una generación a otra”219. Por lo tanto, a fines de los
sesenta, algunos académicos sostenían, aún, que la “transición” del campo a
la ciudad de poblaciones migrantes campesinas que debería haber sido
acompañada de una “movilidad social vertical” en el medio urbano, no se
había completado, y era esa la causa de la formación de sectores sociales
marginados y/o segregados. La pobreza urbana era producto de la estructura
rural y de una estructura urbana en crisis que no había podido absorber a los
“expulsados del campo”, no de un sistema o una estratificación social
determinada, se mantenía en vigencia la regionalización sociológica, los
análisis de estructuras globales, y la pobreza teórica de investigaciones sobre
estratificación social en Uruguay.
Un planteo desde la sociología que a fines de los sesenta observaba la ciudad
y establecía “categorías sociales” dentro de ella, era el de Horacio Martorelli
en su trabajo: “La sociedad urbana” 220. En él, de forma sintética pero
integrando datos estadísticos 221, con una visión desde la sociología urbana,
vinculada a los trabajos de Dionisio Garmendia 222 , establecía categorías
sociales relacionadas con la conceptualización planteada por DESAL: trabajo,
enseñanza, urbanización y vivienda, salud y participación social en la sociedad
urbana. A partir de esos criterios Horacio Martorelli establecía “cinco niveles
de vida en la sociedad urbana”223 encontrándose en el “Nivel de vida 0” 224, las
poblaciones caracterizadas por “deficiencias extremas. Marginados de la
circulación de los bienes y servicios. Pocas relaciones sociales
(aislamiento)”225. Sin profundizar aún en los análisis de la “marginalidad”, el
autor planteaba hipótesis sobre las causas de la formación de poblaciones
marginales en las ciudades del Uruguay, no sólo Montevideo, “La pobreza en
nuestros centros urbanos no es generadora de solidaridades ni de

217
Solari, Aldo, “El desarrollo social del Uruguay en la postguerra”, Ensayo. Editorial Alfa,
Montevideo, 19 de octubre 1967. Pág. 93
218
Idem.
219
Idem. Pág. 95
220
Martorelli, Horacio, “La sociedad urbana”, Colección nuestra tierra, n° 14, Montevideo,
1969.
221
Las fuentes estadísticas que utilizaba eran los trabajos realizados por los Equipos del Bien
Común, el informe CLAEH-CINAM, el Muestreo de vivienda de la CIDE de 1962 y el Censo de
1963.
222
Como Garmendia, D. “Montevideo, elementos para una sociología urbana”, Cuadernos del
CLAEH, N°6, Montevideo, 1959.
223
Martorelli, Horacio, “La sociedad urbana”, Colección nuestra tierra, n° 14, Montevideo,
1969.Pág. 56
224
Idem.
vinculaciones grupales; más bien es generadora de aislamiento, de
atomización individual…., de marginados sociales en fin.” 226 Al igual que
Daniel Vidart, pero desde un análisis sociológico, resaltaba los rasgos
culturales y sociales, no sólo los económicos, de la “cultura de la pobreza” en
la ciudad, generadora de “marginación social”. El planteo de Horacio
Martorelli demostraba la aparición de análisis que buscaban explicaciones al
problema de los “cantegriles” como una cuestión urbana, no sólo, ni
especialmente, como un problema de transición entre lo rural y lo urbano.
Junto a estas reflexiones sociales, en la coyuntura política de aprobación de
la ley de vivienda de 1968, Juan Pablo Terra, su principal promotor y
redactor, como diputado del Partido Demócrata Cristiano, publicaba en 1971
un trabajo titulado “La vivienda” 227, donde además de realizar un informe
sobre la situación de la misma en los años sesenta, basado en los datos
estadísticos de principios de la década, exponía el proceso hacia la
conformación de la ley y las necesidades urbanísticas. Su visión, al igual que
la de otros arquitectos y urbanistas, era la de que la política de vivienda
debía ir unida al ordenamiento territorial, siendo una de las urgencias en
política social que el Uruguay requería.
En su trabajo, Juan Pablo Terra clasificaba las viviendas existentes en
Uruguay en cinco categorías según el tipo de construcción, el cuarto lugar lo
ocupaban “los ranchos”228, definidos por “sus paredes de tierra o paja” 229,
existiendo en “el país unos 50.000” 230, la mayoría en el medio rural. Y el
quinto lugar “las casillas de materiales de desecho” 231, construcciones de
“materiales descartados, principalmente chapas usadas y deterioradas,
hojalata de envases, maderas de cajones y viejos pisos” 232. Señalaba que en el
momento de la realización del censo de 1963 existían 12 o 13 mil de estas
viviendas la mayoría ubicadas en zonas urbanas, ubicándose en forma
dispersa. De esta forma explicaba la diferencia entre esas “viviendas”
dispersas y las “grandes aglomeraciones marginales” 233, de ese tipo de
construcciones, que daba la “impresión”234, se habían desarrollado en los
últimos años, formando los llamados “cantegriles”. Este documento permite
visualizar un proceso de concentración de determinados tipos de
construcciones que dieron origen a los “cantegriles”, pero, según señalaba
Juan Pablo Terra, no eran sólo un problema constructivo, sino que deberían
ser una “preocupación”235 desde el “punto de vista social” 236. Dejaba
establecido la idea de una “impresión”237 porque “no disponemos de datos
objetivos sobre su número” 238.

225
Idem. Pág. 56-57.
226
Idem. Pág. 61
227
Terra, Juan P., “La vivienda”, Ed. Nuestra Tierra, N° 38, Montevideo, 1969.
228
Idem. Pág. 23
229
Idem.
230
Idem.
231
Idem. Pág. 24
232
Idem. Pág. 25-26
233
Idem.
234
Idem.
235
Idem.
236
Idem.
237
Idem.
238
Idem.
La otra dificultad para conocer la realidad con respecto a la vivienda y su
relación con lo social era, según Juan Pablo Terra, “las ideas confusas que
existen sobre la estratificación social en el Uruguay” 239. A pesar de ello, el
autor estableció “indicadores” 240 que permitieran relacionar el estrato social
y la vivienda, estos eran: “el nivel de ingresos y la categoría socio-profesional
del jefe de familia”241, concluía que “El déficit de vivienda” 242 estaba “muy
asociado a la escasez de recursos…” 243, y existía una “relación estrecha” 244
entre “viviendas deficitarias” y “condiciones culturales e institucionales
ligadas a la profesión”245. Por lo tanto establecía que un grupo con “vivienda
deficitaria” eran los “Asalariados rurales y empresarios muy pequeños” 246,
tanto en el campo como en centros urbanos, que en estos últimos formaban
“verdaderas agrupaciones suburbanas con fisonomía de rancheríos”247, y así el
nivel de vivienda “tradicionalmente, bajo”248 en el medio rural, era
trasladado al urbano, planteándole al migrante “dificultades para
incorporarse a la cultura y a las instituciones urbanas, lo que contribuye a
marginarlos.”249. Es interesante ver como la variable vivienda agregaba
elementos de “marginación social” dificultando la integración a la vida urbana
a una población que, según señalaban las fuentes académicas, provenía en
gran cantidad del medio rural. El otro grupo con “vivienda deficitaria” era el
de los “obreros urbanos;… personal de servicio, los artesanos, pequeños
comerciantes y grupos marginales, como desocupados, pensionistas, etc.” 250
Es decir, que la vivienda era un problema social de los estratos bajos de la
sociedad uruguaya y de los “grupos marginales”, a los que agregaba un factor
más de marginación. Por lo tanto, para Juan Pablo Terra, el problema de la
vivienda era un problema social, vinculado directamente a la distribución de
la riqueza en dos sentidos. Por un lado, los bajos ingresos y el desempleo se
asociaban a las malas condiciones de la vivienda y al hacinamiento, y por el
otro la política urbanística y de la industria de la construcción se
caracterizaba por la falta de planificación, la concentración de las industrias
de la construcción y la especulación inmobiliaria.
Al comenzar los años setenta los “cantegriles” eran una realidad plausible,
que parecía haber llegado para quedarse, eran parte de la forma de
crecimiento urbano montevideano. En 1971, Anibal Barrios Pintos en su
trabajo sobre los “barrios” 251 de Montevideo los incluía describiéndolos como
las “zonas de los desamparados “cantegriles montevideanos” 252 sobre los

239
Idem. Pág. 34
240
Idem.
241
Idem. Pág. 35
242
Idem.
243
Idem.
244
Idem.
245
Idem.
246
Idem.
247
Idem.
248
Idem. Pág. 36
249
Idem.
250
Idem.
251
Barrios, Anibal, “Montevideo. Los Barrios I y II”, Nuestra Tierra, N° 4 y 8, Montevideo,
Agosto 1971.
252
Barrios, Anibal, “Montevideo y los barrios”, N°8, Nuestra Tierra, Montevideo, Agosto
1971.Pág. 59
cuales desconocía “estudios realizados en profundidad, individualmente y en
conjunto”253. Esa realidad de desconocimiento académico y la dificultad de
conocer el origen de su denominación, “cantegril”, a pesar de saber su
significado, eran parte de esa historia de ausencia, de no lugar, “dentro” del
conocimiento social de la realidad uruguaya.

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María José Bolaña

Montevideo, 10 de setiembre 2015

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