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A las afueras del hospital Edgardo Rebagliati Martins, los buitres de lentes
rimbombantes y chalinas adefesieras van oliendo la muerte. Aletean
desesperados cogiéndose el pene erecto y las chuchas calientes esperando el
momento del clímax en el que el agonizante polígrafo autodidacto Marco
Aurelio Denegri (MAD), luego de décadas de lucha quijotesca en la televisión y
el medio escrito, deje de joder Perulandia y se convierta en el alimento de las
bestias, de esas élites y de sus respectivos ayayeros de toda la vida.
Lo cierto es que al fiambre lo detestaba la misma pandilla que por esas fechas
no dudó en enaltecerlo. No era un invitado recurrente del set de los canales
televisivos, por no decir que no era invitado, a secas. Ya Ricardo Belmont lo
mencionó recientemente: “(…) yo quiero que Marco Aurelio descanse en paz.
Que no vengan todos estos homenajes falsos en esta sociedad hipócrita,
porque Marco Aurelio nunca fue entrevistado en ningún medio, en ningún
canal de televisión para que el explicara y contara lo que el sentía, lo que él
pensaba de la política, de la prensa, del mal uso del idioma, de la poca calidad
de los periodistas, del comportamiento de los medios en torno a la cultura.
Entonces ahora que muere, que ya no puede hablar ni puede expresarse,
quienes los valorábamos en vida y quienes fuimos amigos de él no vamos a
estar en este show porque creemos que es delirante esa posición, la misma
que Marco Aurelio Denegri odiaba. No quería homenajes, él nunca quiso
homenajes. Era un hombre modesto, sencillo, como todos los hombres que
están por encima del nivel intelectual de todos nosotros.”
Con respecto a los malos tratos, algunos podrán replicar que Belmont solo es
un pillo buscando un poquito de atención, exagerando, inventando datos,
desvirtuando la realidad. Pero para los escépticos están los datos fácticos.
Primero, que su no participación en los medios de desinformación puede
corroborarse tranquilamente revisando la programación palomitera peruana
durante las últimas décadas. Segundo, un canal de la flamante marca Perú en
el que trabajaba conduciendo su programa cultural le pagaba la lamentable
suma de 600 lucas mensuales, lo que es menos del salario mínimo. Vamos,
que con eso le alcanzaría para el emoliente y medio terno. Y tercero, habría
que mencionar que él mismo recordando su participación en un esperpento
conducido por la cantinflesca Gisela Valcárcel, dijo una vez: “Me lastima estar
sentado frente a una persona que gana US$ 30 mil por su talento, cuando yo
gano solo S/. 600 por el mío”.
No nos engañemos, MAD nunca fue el centro de los titulares, de este ataque
repentino de amor por la cultura. MAD fue la excusa, el medio, la carnada. El
verdadero centro de atención lo buscaron estos parásitos, contrabandeando de
pasadita un lavado de imagen y un postureo de intelectualidad avinagrada.
Una de las mentes más prodigiosas de esta nación fue reducida en cuestión de
segundos a un vídeo gracioso de gatitos, compartido viralmente por pelotudos
incontinentes de fama tratando de venderse como personas simpáticas e
interesantes. Los cinco minutos de fama que pronosticaba ya Andy Warhol y
que ahora se ejecutan cotidianamente sobre el trabajo de terceros, eh la
maravilla posmoderna, eh la marca personal.
27/07/2018. Es el mismo día del mismo mes y del mismo año, pero es otro el
hospital. El poeta Enrique Verástegui parte en una suerte de deceso
sincronizado. En Cusco, meses antes, recuerdo que uno de mis editores me
comentó que el escritor aparentemente tenía todo planeado, que cada fecha
tenía un profundo significado para él. Incluida quizá la fecha de su muerte.
Hoy todo escritorzuelo resalta que fue una personalidad grata para el mundo
de la poesía, que hizo un gran trabajo al fundar el grupo Hora Zero. Que es
ante todo el maestro de las últimas generaciones. Y esto no es más que una
mezcla de ignorancia e hipocresía. Con respecto a Hora Zero habría que
invocar las palabras del mismo Verástegui:
“- ‘PRIMO’ MUJICA: ¿Qué opinión del grupo Hora Zero del que usted fue
partícipe?
- VERÁSTEGUI: Pues yo me siento muy mal, porque yo me he entregado a
Hora Zero. Y no solamente me he entregado, les he enseñado a hacer poesía.
He luchado toda mi vida por Hora Zero. Y esta gente de Hora Zero, Tulio Mora
y Pimentel, lo único que han hecho es sin que yo les diga nada atacarme en
los semanarios limeños, atacarme en la Internet. Yo no digo nada porque
bueno qué voy a hacer, seguir escribiendo, seguir teniendo mis amigos, seguir
besándome con las chicas.”
Pero cuando se hace patente este comentario también surgen las acusaciones
de senilidad, de locura, de resentimiento irracional que caen sobre el difunto.
Que si dice tal o cual en contra de tal o cual, es porque le falta un tornillo al
pobre. Lo que viene acompañado de una campaña de desprestigio de sus
últimos textos (que más allá de ser de buena o mala calidad) no simbolizan ni
toda su obra ni mucho menos son excusa para la burla sobredimensionada
propia de los animales carroñeros.
Ay la fauna poética, recuerdo que a inicios del 2018, en medio de una de sus
conferencias, un grupo de feministas ¿poetas? gritaba a viva voz que lo
expulsaran del recinto simplemente porque mencionó algo sobre el piropo y el
uso del lenguaje poético. Nada realmente machista, salvo si se lo sacaba e
contexto. Supongo que no habrán leído ni mierda de Verástegui, o supongo
que siempre es buena idea fabricar los dimes y diretes. He allí el futuro de las
letras. No en el oficio. Finalmente los editores buscan más el chisme (si posan
de rebeldes mejor) que el talento. Ya Enrique lo mencionaba: “Creo que hay en
la industria falsos capitalistas, porque no producen para ganar, producen
para el hígado. Me siento herido cuando alguien promete editar un libro y no
lo hace”, y agregaba como explicación a lo último “la literatura también es una
relación de contactos y amigos”.