LA
VUELTA
DE LOS DIAS
EDVARD MUNCH: LA DAMA Y EL ESQUELETO
ACE YA MUCHOS aiios, en
‘una exposicién internacional ce-
lebrada en Paris, pude ver algunas
obras de Edvard Munch: El Grito, Mo-
dona, varios retratos y wutorretratos,
grabedce, dibujos. La seduccién fue ine-
tantdnea y de una especie particular
que no puedo llamar sino abismat: co-
‘mo asomaree a un precipicio. Deede en-
tonces la pintura de Munch no cess
de atraerme. La verdadera revelacién
In experimenté més tarde. En el vera-
no de 1986 mi mujer y yo pasamos una
corta temporada en Oalo y uno de los
primeroe lugares que visitamos fue el
‘Museo Edvard Munch. Volvimoa va-
rina veces: no 96lo¢8 uno de los mejores
del mundo, entre loe consagrados a un
artista y su obra, sino que puede verse
como una sorprendente ssamblea de
retratos simbélicos. Aclaro: esos cua-
dros no nos cuentan una vida sino que
noe revelan un alma, Nuestra impre-
sién fue més honda porque recorrimos
Ins Salas del Museo bajo el imperio del
‘verano nérdico. La pasién que atravie-
sa la pintura de Munch nos parecié una
respuesta a Ia intensidad de la luz y a
In vehemencia de los colores. Erupcién
de vida: los érboles, las flores, loa ani-
males, Ia gente, todo, estaba animado
por una vitelidad a un tiempo inocen-
tey terrible. Las ventanas de nuestra
habitecién daban a un parque y cada
noche ~era imposible dormir— veta-
moo dealizarve entre los arboles las
sombras de Oberén, Titania y au cor-
tajo de elfoa y trangos. También pass-
bban los personajes que habiames visto
‘unas horas antes en el Museo Munch,
‘elfos reconcentrados y perseguidos por
Ocravio Paz
1 idea fija, elfos sonrientes, enigmé-
ticos, erueles. Pensé: el solsticio de ve-
ano y su vegetacién de sangre es un
‘noorde del ritmo eéemico; el otz0 son loa
desiertos blancos, azules y negros del
solsticio de invierno. Ambeoe combaten
y ne funden en Ia obra de Munch,
Hay artistas que se desarrollan en
miltiples direcciones, como érboles de
‘muchas ramas; otros siguen siempre la
‘misma ruta, guiados por una fatalidad
interior. Munch pertenece a la segun-
da familia. Aunque pint6 durante més
de sesenta aos y au obra es extensa,
zo es variada. En gu evolucién se ad-
‘vierten titubeos, periodos de busqueda
y otros de plenitud creadora, no eece
‘cambios buenos y esas rupturas que
‘noe sorprenden en Picaseo y en tantoa
otros artistes modernoe. Su relativa
simplicidad estiltstica contrasta con su
complejidad psicolégica y espiritual.
Pero al hablar de “simplicidad estilis-
tien” temo haber cometide una inexac-
titad; deberia haber escrito unidad: las
obras pintadas en 1885 prefiguran a las
‘que pintar‘a toda ou vida. Esta unidad
io es carencia técnica; Munch utilizé
diversoa medios, del éleo al gra-
bbado, y en todos ellos revelé maestria.
Foe un innovador en el dominio del
grabado en madera y como dibujante
‘noe ha dejado obras memorables, en las
‘que no a¢ si admirar més la segurided
de le nea o la emocién del trazo. Fue
un verdadero colorista, no por el equi-
Iibrio de los tonos o Ia delicadeza de la
paleta sino por la vivacidad y energia
del pincel. En suma, I unidad de su
estilo fue ol resultado de una fatalidad
personal: no una eleccién estética sino
‘Vuette 137 50 Abril de 1968
un destino, Pero un destino libremente
ceptado.
‘En ous comienzoe, después de un bre-
ve periodo naturalist hizo suya Ia lec-
idm de los impresionistas. Por poco
‘lempo pues muy répidamente dio el
‘gran salto hacia su propia e inconfuun-
ible manera: un expresioniamo avant
Ja lettre, Es comprensible que su ejem-
plo haya influido profundamente en
los expresionistas de Die Briicke, como
Nalde y Kirchner, en Max Beckmann y
en los austrincos Kokoochka y Schiell
Son conocidas las influencias y afini-
dades entre Orozco y los expresionis-
tas. Es muy probable que el artista
mexicano haya conocido Ia obra de
Munch: las acuarelas y dibujos de la
primera época (Bacenas de mujeres)
resentan indudables parecidos con te-
las y grabedos de Munch que tienen
también por temas bailes y eecenas de
bburdel. Munch fue un precursor del ex
presioniamo pero eata tendencia no lo
define enteramente; no es dificil per-
cibir en su pintura la presencia de una
corriente antagénics: el simbolismo.
Extrafias nupcias entre la realidad
‘és real y la transrealided. Munch fue
tun heredero de Van Gogh y de Gau-
‘ruin; mds tarde, se intereed en el fau-
‘vismo, con el que tiene més de una
‘finidad. Pero la “ferocidad” de loa fau-
vex es més epidérmica y carece de Ia
angustiosa ambigiledad pricoldgica de
‘Munch. Ea un breve enssyo consagra
do al pintor noruego, André Breton
‘acerté a delinear su verdadera genes
logia espiritual: “Munch supo, ejem
plarmente, utilizar In leccién de
Gauguin en un sentido muy distinto alel fauviamo... Fiel al eoptrite de las
grandes interrogaciones sobre el des.
tino humano que marcan a las obras
de Gauguin y de Van Gogh, nos preci
pité en el espectéeulo de la vida en todo
lo que éste ofrece de locura y perdi-
cidn”. La intervencién de las potencias
nocturnas —el suefio, el erotismo, la
angustia, 1a muerte— une « Munch,
por el puente de Gauguin, con la tra-
dicién visionaria de la pintura. Ast
anunei6, oblicuamente, algunas tenta-
tivas del surrealismo,
El gran periodo creador se inicié en
‘Alemania, hacia 1892. Pueron los afios
de au amistad con Strindberg y de su
interés por el pensamiento de Nietz-
sche; asimismo, los de In serie de esas
obras maestras, por su intensidad y por
su hondura; que 6 lamé BI friso de la
vida, Antes habla frecuentado, en sus
afios de Paris, In poeta de Mallarmé
(nos dejo un retrato del poeta) y siem-
pre la de Dostoievski. La serie La ru-
{eta (1892) €9 un homenaje al novelista
uso, Leyé también a Kierkegaard y
admiré a Ibsen (decorados para Hedda
Glabec, carteles para Peer Gynty Juan
Gabriel Borkman). El pensamiento an-
arquista lo mareé, como a otros artis-
tas de esa época. Extas influencias li-
terarias y filoséficas tuvieron la misma
La DAMA ¥ EL BSQUELETO
funcién que Ins pictérieas: luminarlo
por dentro. En pocos artistas Is fuer
as instintivas ¢ inconscientes han si-
do tan poderosas y contradictorias
como en Munch; también en muy po-
cos ha sido tan lcida y valerona le mi
rada interior. Vasos comunicantes:e]
alma y sus conflictos ce transformé en
la Tinea sinuosa y enérgica; el hervor
de la pasion se voleé en el chorro de
pintura. El crtico Arne Eggun subra:
ya que en 1893 Munch empeaé a sal
picar sus elas con pigmentos para uti-
Iizar las manchas e incorporarlas a la
composicién. Medio siglo antes de An:
dré Masson y de David Alfaro Siquel
roe, reconocié y usé las posibilidades
de! accidente en la creacign artis:
tice, Strindberg fue sensible a las ex:
periencias de su amigo y dos afos des-
pués, sefiala Eggun, “publics un
ensayo con el titulo de El azar en Ja
creacién artiatica”. A Munch no le in
tereaaba la invencién por ai misma;
dijo alguna vez, “lo que debe pin-
tarve no es la silla sino 1a emocién
sentida ante ella”. Sin embargo, pars
expresar hay que inventar: las confe-
siones del artista se vuelven fiociones
‘y las ficciones emblemas vivientes del
‘destino humane.
En Ia pintura de Munch aparecen
‘una y otra vee, con eaealofriante regu-
laridad, ciertos temas y asuntos. Repe-
ticiones obsesivas, fatales pero,
‘asimismo, voluntariamente aceptadas
¥y quizd buscadas, Munch Iamé a es-
tas repeticiones: copias radicales. Por
una parte, son documentos, instants.
reas de ciertos estados recurrentes,
‘unos de extrema exaltacién y otros de
abstimiento no menos extremo; por
otra, son revelaciones del misterio del
hombre, perdido en la naturaleza on:
tre sus semejantes. Perdido en s{ mis-
‘mo, Para Munch e] hombre es un ju
guete que gira entre los dientes acera-
dos de la rueda céemica. La rueda lo
levanta y un momento después lo tri
tura, En esta vision negra del destino
‘humane se alian el determiniamo biolé-
‘ico de su época y wu cristianismo pro-
testante, au infancia deedichada —las
‘muertes tempranas de su madre y de
tuna herman, la locura de otra— y el
pesimismo de Strindberg, su creencia
‘supersticiosa en la herencia y la som:
bra de Raskolnikov, sus tempestuodoe
amores y su alcoholismo, eu profunda
comprensién del mundo natural —boe-
ques, colinas, cielos, mar, hombres,
‘mujeres, nios— y au horror ante la ci-
vilizacién y el feroz animal humano.
‘Todos los dias tengo a la vista un re-
trato de Stéphane Mallarmé. De todas
las contrabechuras de mis contempo-
‘raneos que he conservado,es una de las
‘que més aprecio. Muchos aioe hace ya
‘que la mandé enmarear, y me ha acon-
pafiado en todos mis ‘vagabundeos.
‘Cuanta vez llego & un nuevo alojamien-
‘0, 8 uno de los primeros retratos que
‘cuelgo de Ia pared. Me sirve de doble
rrecordatorio, dado que no lo me trae
‘a la mente la visién del poeta sino la
de quien lo dibuj.
aguas machonretrats de Ma
Tarn peo los que hay som de alto
pintado par Manet, Renoir
W Gauguin, grebade por James McNell
‘Whistler y dibujado por otros artistas,
como Luque, Vallotton y Cazals. Las
fotografias de Mallarmé son bien esce-
de la edicién reunida de sus Posies.
MALLARME ¥ Munce
Henry Davray
RADUCGION DE JUAN ALMELA
Aparece de frente, puesta sobre los
hombros la manta de viaje, menuda-
mente cuadriculada, que siempre lle-
‘vabs, sun dentro de ease, de miedo &
resfriarse. Dicha fotografia, por cierto,
1o presenta idéntico a come era, tal co:
mo lo vi tantisimas veces, con'un ojo
més abierto que el otro, con un mechén
‘entrecano cargado a la izquierda de la
frente, un largo bigote tUpicamente
francés, una perilla cortay una amplia
cholina alrededor de un cuello alto.
El retrato que poseo se reduce a la ca-
ra, miréndolo a uno de frente. Pese a
no ser sino poco més que un eabozo, se
Je parece muchisimo, Bs obra del artis
ta noruego Bdvard Munch, quien lo
realin6 en 1802 y lo exhibié con una ve-
leocién de sus demés trabajos en una
aaleria do Bood Street, poco antes de
Ia segunda guerra mundial. A fines del
‘siglo pasado, Munch se detuvo untiem-
poen Paris, a fin de darle los sltimos
toques a su formacién artistica. Lo asis-
‘tid un subsidio del gobierno noruego,
al igual que a no pocos otros pintores
Yy escritores escandinavos, a quienes
atraia irresistiblemente el brillo de Ia
(Ciudad Luz.
‘Munch era més que medicere para
Jos idiomas, y necesité un tiempo muy
‘considerable antes de poder expresar-
‘seen un francés més 0 menos inteligi-
ble. Sin embargo, dado que sabia un
[Poco de inglés, conseguimos, echando
mano de ambes lenguas, establecer al-
{go que se asemejaba aceptablemente &
tuna conversacion. Esta line
‘ilistica sirvi6 de enlace entre nosotros
nos hicimos amigos eereanos. Munch
habfa.ofdo hablar mucho de Mallarmé
‘a sus compstrictas, quienes se suma-
ban évidamente a Ia admiracién, més
bien cargante, hacia el poeta de Héro-
diade, que le profeaaba la joven gene-
rracién francesa. En cuanto supe que yo
‘Voetta 137 51 Abril de 1968Ocravio Paz
Munch trasciende su pesimismo a tra-
‘vés de la misién tranafiguradora q
‘signa ala pintura. El artista no ese!
héroe solitario de lon roménticos; es
€l testigo, en el antiguo sentido de la
palabra: el que da fe de la realidad de
la vida y del sentido redentor del do-
lor de los hombres. El arte es sacrifi.
cio y la obra es Ia transubstanciacién
de ese sacrificio.
Enel mundo moderno el artista es un
Cristo. Su cruz es femenina. La Mado-
na es Ia conjuncin de todos los pode-
res naturales, es tierra y es agua,
hierba y ee plaga, la luna y una baba
pero sobre todo es tigre. Es uno de los
dientes de la rueda eSamica. La contra-
diccidn universal — vida y muerte—en-
carna en la lucha entre los sexoe y on
ena batalla Ia eterna vencodora es la
mujer. Dadora de vida y de muerte,
mate para vivir y vive para matar
Une de las “copias radicales” més re-
petidas y turbadoras de Munch es la
pareja Marat y Carlota Corday, Nama-
da también La asesina 0 E! ascsinato.
La primera versidn ex de 1906 y al prin.
cipio tenta como titulo: Noturaleza
auerta. Su comentario es revelador:
“He pintado una naturaleca muerta
tan bien como cualquiera de Cézanne”
(ve refiere a un plato de frutas que
aque yo difrutaba de entre mls recep
ciones del poeta los martes, me rogé
que lo presentase, asi que un dia, con el
Sroventionnate dal nestro, hice que
toe acompafara.A Munch fo impreso:
wt hondamenee ol retro peotandarnce
te expresivo de Mallarmé, y en seguida
se le metié en la cabeza la idea de pin-
tie eu retro, Me imploré que hclera
conocer deseo. Como yo sabia. que el
poeta cca cast miebidarsente sensible
Y cudnte detestaba cualquier cosa que
‘se asemejara, aun remotamente,
publicidad, lo penaé dos veces y trate
Se persuadir a Munch de que sbando
Iason iden, Pero Munch nose dept de
tonlzner. Bl resultado fue que, supe
ando mis escrdples, planteé in pro-
posilén, que me fue negade. Con to
do, Mallarmé habia lucido tal gracia y
fncanto al exponer au negaliva,y 90
tenia tam agude conciencte dl seco
deaqueloscbre mi oven amigo eacan
dinavo, que volvia la carga, con tan
buena fortuna que Mallarmé, edien
do a mis argumentos, convino en fijar
fecha para lesion Inicil. Tal seen
staba destinada a ser In primera y la
‘time: no hubo otra, Habian tranacu
‘rida vente minoto cuando Mallarmé,
‘aparece en el primer plano) ‘con la Gni-
ea diferencia de que, en el fondo del
ccundro, pinté a una asesina y a su vic
tima”. Las dltimas versiones de este
‘cundro son de 1989 y 1935, un poco an-
tee de su muerte, La comparacién en
<1 eélebre 6leo de David es instructive
Jos personajes abandonan el teatro de
In historia, dejan de ser personajes y
se convierten en personas comunes ¥
corrientes. Ae{ slcanzan una ejempla-
ridad més profunda e intemporal: son
imagenes de 1a rotacién de la rueda
ebernica.
‘La mujer es uno de los ejes del uni-
verso de Munch. El otro es el hombre
6, més exactamente, su soledad: el
hombre solo ante le naturaleza o ante
1a multitud —sole ante si mismo. Sus
autorretratos son numerosos y perte-
necen a todas sus 6pocas. Nunca cess
de fascinarlo su persona pero en esa
fascinacién no hay complacencia: es un
Jjuicio mds que una contemplacién y,
‘més que un juicio, una diseccién. Pro-
‘meteo no encadenado a una roca sino
sentadoen una silla y picoteado no por
tun iguila sino por su propia mirada.
Prometeo es un hombre de hoy, uno de
‘nosotros, no ha robado el fuego y paga
tuna condena por un pecado sin romi-
sign: estar vivo. El lugar de su condena
Vuelta 137 52 Abril de 1988
‘noes uns montasia en el Céucaso ni les
‘entravas de la tierra: es una habitacion
‘cualquiera en esta o aquella ciudad. O
tuna calle por la que desfilan transetin-
tes anénimos. Munch fue uno de los
primeros artistas que pints ta enajena-
ign de los hombres extraviados en las
ciudades modernas. Su cuadro mas ct
lebre, E/ Grito, parece una imagen an-
ticipada de ciertos pasajes de The
Waste Land. Nada de lo que han hecho
los pintores contemporéneoe, por ejem:
plo Edward Hopper, tiene la desolacion
yy Ia angustia de esa obra. Oimos Ef
Grito no con los oidos sino con los ojos
con el alma. ;¥ qué es lo que oimos?
El silencio eterno. No el de los espacios
{infinitos que aterré a Pascal sino el
silencio de los hombres. Un silencio
‘ensordecedor, idéntico al inmenso e
insensato clamor que suena desde el co-
mienzo de Ia historia. E/ Grito esel re
verso de Ia misica de Ins esferas
Aquella misica tampoco podia ofrse
‘con los sentidos sino con el espiritu.
Sin embargo, aunque inaudible, otor
gabe a los hombres la certidumbre de
vivir en un cosmos armoniosa; E! Gri:
to de Munch, palabra sin palabra, es
el silencio del hombre errante en las
ciudades sin alma y frente a un cielo
deshabitado.