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Testimonio: Mario García, historiador de generaciones

Roberto Kaput

In the beginning
we were here.
I declare us here today
and speaking.
Lorna Dee Cervantes

Keynotes
Mario T. García es Profesor Distinguido de Estudios Chicanos e Historia en la Universidad
de California, Santa Bárbara. Doctor en Historia por la UC SD, ha sido becario de la
Fundación Guggenheim. Además de autor y editor de libros, es formador de investigadores.
El profe García, como le llamaron sus estudiantes en repetidas ocasiones, es uno de los
referentes obligados de la historia chicana. Prueba de ello son los muchos títulos que ha
publicado sobre la materia: Desert Immigrants: The Mexicans of El Paso, 1880-1920
(1981); Mexican Americans: Leadership, Ideology & Identity, 1930-1960 (1989);
Memories of Chicano History: The Life and Narrative of Bert Corona (1994); Luis Leal:
An Auto/Biography (2000); The Latino Generation: Voices of the New America (2014); The
Chicano Generation: Testimonios of the Movement (2015); Literature as History:
Autobiography, Testimonio, and the Novel in the Chicano and Latino Experience (2016),
ninguno de ellos traducido al español. “Hay muchos intelectuales y académicos mexicanos
que no aprecian esta experiencia,” me dice en el restaurant del Hilton de San Gabriel. “Es el
síndrome pocho, consideran que nuestra experiencia no forma parte de la historia
mexicana”. Peor para nosotros, pienso ahora que transcribo la entrevista. Porque lo que
escuché aquellos dos días de abril en Cal State LA enriquecería mucho nuestros programas
de estudio. En 2016, sin ir más lejos, Mario fue galardonado con el Stetson Kennedy Vox
Populi Annual Award que concede la Oral History Association por conectar el ejercicio de
la historia oral con problemas de justicia social.

¿Les interesa conocer su testimonio? Tomen asiento, el jugo de naranja es natural, la


comida china abundante.

El Plan de Santa Bárbara


En UC Santa Barbara, donde enseño, el departamento de Estudios Chicanos arrancó
formalmente hasta 1975. Las compañeras sintieron que el nombre excluía la experiencia de
las mujeres, así que poco después lo rebautizamos como Chicana and Chicano Studies. En
este departamento estudiamos la historia, la política, la cultura de la población
mexicoamericana en Estados Unidos, experiencia que incluye a los inmigrantes de aquel
país. Por muchos años la historia, las ciencias sociales, las humanidades ignoraron la
cultura de nuestra gente. La comunidad chicana creció creyendo que no tenía historia, lo
que, por supuesto, es mentira. Los estudiantes se sentían inseguros, creían que no eran
americanos, que su gente no había hecho ninguna contribución a la historia de los Estados
Unidos. Eso afectaba su desempeño académico. Muchos estudiantes desertaron. El sistema
escolar los trataba como extraños, les enseñaba que no había nada interesante en East LA,
en los barrios mexicoamericanos. No había nada, nada, sobre su historia. Lo que sabían lo
aprendían en casa, desde luego, pero los planes de estudio descartaban esos contenidos. Esa
fue una de las demandas del Movimiento Chicano: que la escuela reflejara la cultura, la
historia, las contribuciones de los mexicoamericanos. Esa demanda está detrás de la
creación del primer departamento de Chicano Studies, aquí, en Cal State LA, en 1968. Un
año después, en UC Santa Barbara, hubo una conferencia que reunió a estudiantes,
maestros, administradores de ascendencia mexicana. Cien personas, poco más. En abril
redactaron El plan de Santa Bárbara. Interesante, ¿no? Sabían que en la historia de México
todo movimiento tiene su plan. El plan de Santa Bárbara abogaba por la creación de
Estudios Chicanos en todas las universidades de California. En pocos años, algunas
universidades de Texas, Arizona, Nuevo México hicieron lo propio. Algunos empezaron
como departamentos, con maestros propios; otros como programas, compartiendo maestros
con otros departamentos. El departamento de Santa Bárbara se fundó hasta el 75, gracias a
la apertura que creó El plan. Del Movimiento surgió también el primer cuerpo significativo
de doctores chicanos, antes de eso teníamos pocos PhDs.

Los departamentos empezaron con historia por la importancia de esta disciplina en el


rescate de la experiencia mexicoamericana. La idea de que había una literatura chicana fue
importante desde el principio. ¿Sabes quién fue una de las figuras principales en el estudio
de la literatura? El profesor Luis Leal. El profesor Leal, de Nuevo León, había venido en
los 30 a estudiar en Northwestern University, obtuvo su PhD en University of Chicago,
bueno, él se convirtió en uno de los principales académicos del cuento mexicano, de
literatura latinoamericana, y, a principios de los 70, impulsó la idea de que había una
literatura chicana. No sólo eso, afirmaba que su historia era larga. Si nos remontamos a la
colonia española, en Nuevo México, Texas y California se escribieron toda clase de
documentos, memorias. Esa producción es parte de la literatura chicana, parte de la
literatura norteamericana. Don Luis difundió esa idea. La gente comenzó a descubrir
escritos tempranos. En 1959 José Antonio Villarreal publicó Pocho. Pero, también, durante
el Movimiento, se gestó el Renacimiento Chicano, un florecimiento de escritores, poetas,
artistas influidos por los grandes muralistas de México. Algunos de esos murales todavía
existen. Poetas como Alurista, novelistas como Rudolfo Anaya, Tomás Rivera se
identificaban como activistas. Esas fueron las bases de las clases de literatura chicana.
Otras disciplinas: ciencias políticas, sociología, de alguna manera antropología, educación.
Hubo cierto número de personas que obtuvieron su PhD en educación, especializándose en
las condiciones educativas de los chicanos. Los departamentos de Estudios Chicanos, en
todo caso, ofrecían materias de varios campos, eran interdisciplinarios.
La investigación, el gran éxito
Nuestros departamentos han enfrentado muchas dificultades. Los recursos son siempre un
problema. Al principio las administraciones otorgaron recursos, abrieron plazas; conforme
el Movimiento menguó, recortaron recursos. Actualmente no contamos con las plazas
necesarias, los apoyos a los estudiantes son insuficientes. La otra cosa que suele
preocuparme, las administraciones consideran los Estudios Chicanos en términos políticos.
Y es cierto, los Estudios Chicanos surgieron de una lucha política. Pero siempre hemos
pedido que se nos evalúe en términos académicos. Las consideraciones de las
administraciones, sin embargo, son políticas: ¿vamos a tener manifestaciones
estudiantiles?, ¿habrá huelgas de hambre? Yo siempre les he contestado: “No nos traten de
manera política, somos un departamento académico, trátenos de manera intelectual, como a
cualquier otro departamento”.

Ayer, en la conferencia, decía que la mayor contribución de los Estudios Chicanos radica
en la investigación, en la cantidad de conocimiento generado, no en la creación de
departamentos. Éstos enfrentan muchas dificultades, divisiones, no necesariamente
ideológicas, personales. Yo me impongo estándares de calidad altos, exijo de mis colegas
exactamente lo mismo. Si éstos no publican lo que creo que deben publicar, no apoyo sus
ascensos. Naturalmente eso crea tensiones. Tenemos diferentes ideas acerca de la manera
en que deben crecer nuestros departamentos. Por eso, creo que nuestra gran contribución es
la investigación. En 50 años los Estudios Chicanos han creado una tremenda cantidad de
conocimiento. La primera vez que preparé un curso sobre historia chicana no había nada.
Por ahí descubrí a Carey McWilliams, llegué a usar Tortilla flat de John Steinbeck sólo por
el título. No había nada. Había algunos libros pero eran horribles, trataban a los
mexicoamericanos de formas estereotípicas, estudios que aseguraban que biológicamente
esta población estaba predeterminada a formar gangas. Horribles. Ahora, cuando elaboro un
programa, el reto no radica en que exista poco, el reto consiste en seleccionar lo mejor de
todo lo que se ha publicado. La cantidad de libros, artículos, revistas es un gran éxito.
Sabemos mucho más de lo que significa ser mexicano (y de cierta manera, latino) en los
Estados Unidos. En términos de generación de conocimiento, es un éxito.

Las generaciones
Quería entender el cambio en el interior de la historia chicana, ¿cómo sucede?, ¿cómo
puedo identificarlo? Comencé a usar la teoría generacional. En el libro que dediqué a los
inmigrantes mexicanos que llegaron a El Paso entre 1880-1920, comencé a conceptualizar
que esa primera ola, estimada en un millón de personas, bien podía considerarse como la
generación de los inmigrantes de la historia chicana. ¿Por qué decidí llamarla así habiendo
otras olas? En el libro argumento que no ha habido otro momento en que los inmigrantes
mexicanos dominaran la experiencia chicana. Eran mayoría. Para los 30, los nacidos en
Estados Unidos disputaban a los inmigrantes la mayoría. Todavía había un número
considerable de inmigrantes, siempre los hay; pero, de acuerdo con el censo, a partir de ese
periodo la mayoría de los latinos, no sólo los mexicoamericanos, nacen en Estados Unidos.
Ahora mismo los inmigrantes son minoría. Bien, llamé generación mexicoamericana a este
segundo grupo, los nacidos entre 1930 y principios de los 60, antes del Movimiento
Chicano.

La experiencia de los mexicoamericanos es la clásica historia de las segundas generaciones


en Estados Unidos: bilingües, biculturales, hyphenated. De esa generación surgió el primer
movimiento de derechos civiles mexicoamericano. Nuevas organizaciones comenzaron a
desarrollarse, LULA la más conocida. No es que esas instituciones olvidaran a los
inmigrantes, sólo que se concentraron en los derechos de los nacidos en Estados Unidos.
Esa generación es afectada significativamente por la Segunda Guerra Mundial. Se estima
que casi medio millón de latinos lucharon en ella. Esa experiencia es tremenda: enviados a
campos de Europa o el Pacífico, muchos jamás regresaron, otros regresaron condecorados.
Eso también los define como generación. Pelearon por su país, querían demostrar su
patriotismo. Pero al regresaron descubrieron que en su país se les discriminaba o segregaba.
Entonces decidieron luchar por los derechos de su comunidad.

Esa fue la manera en que percibí el cambio histórico: el paso de una masa de inmigrantes a
una experiencia mexicoamericana. Era previsible que enseguida quisiera ocuparme de la
generación chicana, la generación del Movimiento. Este grupo es el más comprometido con
la defensa de los derechos civiles y el empoderamiento de su comunidad. Introdujeron en la
discusión pública términos como autodeterminación, procedente de los movimientos
independentistas del tercer mundo; colonialismo interno; revolución, término que usaron
ampliamente sin aclarar su significado.

Los teóricos del Movimiento sugirieron que el rezago social de las comunidades mexicanas
se debía a que eran un pueblo colonizado. La historia chicana redescubre así la guerra
México Americana, de ahí procede la idea de colonialismo interno: históricamente los
chicanos encarnan la experiencia de los pueblos colonizados internamente, diferente a la
colonización del tercer mundo. Los chicanos son los colonizados dentro de la sociedad de
los colonizadores. Eso ayudó a explicar por qué no habían avanzado tanto como otros
grupos estadounidenses. Esta era una interpretación militante. La lucha no se limitaba a los
derechos civiles, insistía en la autodeterminación: empoderar a la comunidad de manera
que llegara a controlar sus propios recursos económicos, construir su propio sistema
educativo. La militancia de esta generación es mucho más agresiva, radical: los
mexicoamericanos creían que el capitalismo, la democracia liberal, el sistema
norteamericano podía autorreformarse; los chicanos no tenían fe en la capacidad reformista
de Estados Unidos.

Recientemente escribí otro libro donde hablo de la generación latina. Entrevisté a muchos
de mis estudiantes. Esta cuarta generación representa a los millennials... En fin, el modelo
generacional me da una idea más clara de cómo se percibe el cambio en el tiempo. Se
pueden usar otras interpretaciones, desde luego, ese es mi acercamiento. Mi interés siempre
ha sido hacer la clase de historia donde los chicanos aparecen como agentes de cambio, no
en hacer historia chicana. No sólo son víctimas, también son agentes, sus acciones han
cambiado positivamente a este país. Escribo sobre personas que luchan por su liberación.

El espejo californiano
La diversidad étnica, racial, cultural de Estados Unidos han renovado su rostro. Este país se
está transformando en una sociedad donde las minorías serán mayoría. En California, el
estado con más población, los latinos representan el 40% de la población total, seguido de
los anglos (38%), los asiáticos (14%), los afroamericanos (6%). Eso mismo ha pasado en
otros estados, no sólo en el Southwest. Ese es el rostro cambiante de América: nuevas voces
nos transforman en un país bilingüe, bicultural. El impacto puede apreciarse en términos
del crecimiento del poder político de los latinos. El voto blanco se ha reducido
drásticamente. El incremento poblacional de latinos y asiáticos tendrá consecuencias
políticas. Mira a tu alrededor, parece que estuviéramos en alguna región de China, mientras
que en otras partes de Los Ángeles parece México o El Salvador.

Se dice que si uno quiere entender el futuro de los Estados Unidos, hay que prestar atención
a California. Este es el futuro, los anglosajones no quieren aceptarlo, de ahí el llamado a
recuperar su país, un país de blancos. Como dicen, las elecciones tienen consecuencias.
Trump es un desastre. No recuperarán su país a menos que se pongan a tener más hijos.

El síndrome pocho de los académicos mexicanos


Los inmigrantes mantienen conexiones familiares, algunos incluso van y vienen, aunque
cada vez es más complicado regresar sin papeles. El Movimiento Chicano, según he podido
corroborar, estuvo en contacto con organizaciones estudiantiles o radicales de México.
Algunos chicanos fueron a Cuba en los 70; durante los 80, no sólo apoyaron a los
refugiados centroamericanos, también viajaron a Nicaragua o El Salvador. Dicho esto, creo
que esas relaciones deben fortalecerse, debería haber más intercambio intelectual. En estos
50 años, todo el conocimiento producido acá no se ha traducido o distribuido
apropiadamente en México o América Latina. Las editoriales universitarias no se muestran
interesadas. Es el síndrome pocho, consideran que nuestra experiencia no forma parte de la
historia mexicana. Creo que es un prejuicio relacionado con el idioma. Una de mis mayores
decepciones consiste en que ninguno de mis libros ha sido traducido al español. Ustedes
tendrían que dar cursos acá, nosotros tendríamos que dar cursos allá. Y más importante,
nuestros estudiantes deberían tener intercambios.

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