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El auge de Internet ha convertido a las postales de cartón o papel en objetos de colección y

poco usados en la práctica. Las postales digitales, que se envían a través del correo
electrónico y que permiten la inclusión de animaciones, las han reemplazado. Entre las
ventajas de las postales digitales, se encuentran la inmediatez y el bajo o nulo costo.

La lenta desaparición de las cartas y las postales, para ser reemplazadas por sus
alternativas digitales, lejos está de representar un mero cambio de medios. Años atrás,
muchos años ya, el envío de una nota escrita a mano, con imperfecciones, con una
escritura única, con lágrimas, besos, dibujos, garabatos y todo tipo de ornamentos
absolutamente personales mantenía vivo un lazo de una forma más espontánea, menos
cotidiana. Cuando alguien emprendía un viaje, sus seres queridos esperaban ansiosos las
noticias, sin saber con certeza cuándo o si éstas llegarían.

Por otro lado, si se piensa que los teléfonos móviles con acceso a Internet permiten acortar
las distancias las 24 horas del día al punto de volverlas casi insignificantes, no
necesariamente deben ser considerados un paso atrás en las relaciones humanas. Este
dilema debería resolverse de una manera más generosa: escoger el sistema de
comunicación con el cual contaminemos menos el planeta, destruyamos menos bosques,
dejemos a menos especies animales sin hábitat.

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