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“El lugar de la cultura” de Homi Bhabha

Bhabha expone en su libro “El lugar de la cultura” sus ideas acerca del discurso
colonial y la necesidad de una revisión del mismo, en un contexto de posmodernidad que
permite la reconfiguración de las bases de ese pensamiento para elaborar un nuevo discurso
revisado, un discurso poscolonialista.
Ya desde la introducción, nos llama la atención sobre el hecho de que debemos
abandonar los convencionales sistemas de clasificación humana de clase o género para
acercarnos a otras realidades, lo que llama “espacios entre-medio”, donde aparecen nuevas
identidades: ya no hay blancos y negros, latinos y americanos, sino híbridos que originan
una “realidad Otra”. Y estas nuevas realidades aparecen desde la perspectiva de las
minorías, de aquellos que se han situado a medio camino entre la tradición y la modernidad,
cuyas voces han sido soterradas por las voces dominantes, las mismas que han escrito la
Historia que encontramos en los libros, esa Historia contada por los vencedores.
Ahora se está viviendo un proceso de redefinición de culturas y tradiciones, en un
marco de límites epistemológicos que van más allá de los discursos impuestos por los
dominadores (occidentales). En contraposición a Mignolo, que piensa que el principal
motor de la construcción de los discursos es la economía, Bhabha ve en la cultura el
elemento definitorio de las identidades, y es en base a ella que el poscolonialismo debe
reformular un nuevo discurso. Pero este discurso “Otro” no aparece en el continuum
temporal-espacial de la Historia, sino que ha surgido simultáneamente al discurso principal
o preponderante del dominador, solo que es ahora, con la perspectiva que nos da el tiempo,
cuando podemos entresacar esas realidades intersticiales y valorarlas en su justa medida,
dando paso a una poscolonialidad que, como dice Bhabha, “es un saludable recordatorio de
las persistentes relaciones neocoloniales dentro del nuevo orden mundial” (pág. 23).
Elaborar una nueva teoría crítica, cuando la teoría ha estado tradicionalmente
asociada a las élites (que inevitablemente estaban en Occidente) no es tarea fácil y depende
del tipo de compromiso que esa teoría vaya a tener pues, como bien señala Bhabha, la
escritura no puede sólo identificarse desde un punto de vista político (de la posición desde
donde se escriba) sino también desde un punto de vista social, es decir, donde esta escritura
pretende (o no) transformar. Un “discurso crítico” es efectivo cuando da como resultado un
discurso “Otro”, que según Bhabha debe cambiar nuestras “formas mismas de nuestro
reconocimiento del momento de la política” (pág. 45), aunque más que cambiar sería mejor
decir aportar nuevos puntos de vista desde los que repensar nuestras ideas. Una concepción
materialista de la Historia nos lleva a estancarnos en un único punto de vista y contra esto
está Bhabha claramente. En la negociación entre el discurso hegemónico y el de la alteridad
es donde está el progreso, en ese espacio “entre-medio” que es donde se configura el
espacio político. Pero el nuevo discurso debe construirse desde el campo de la diferencia
cultural, no la diversidad cultural, que obliga a revisar pasado y presente, tradición y
modernidad, tanto de dominados como de dominadores, y así poder establecer un auténtico
debate crítico.

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