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Seminario de Profundización II 01-11-18

John Jairo Osorio Giraldo

La pesquisa estética de Saer

Esta novela es ella misma una pesquisa. Una especie de investigación intelectual,
laberíntica –un poco en el estilo de Borges– que busca su propio centro para recogerse en él. Juan
José Saer se mueve delicadamente por un gran entramado narrativo, un empastado de lugares y de
voces, en el que somos testigos de varias historias a la vez. La indagación concienzuda del
detective Morvan sobre un asesino de ancianas en París, que tiene de trasfondo la amistad literaria
entre Pichón Garay –narrador éste de ese primer relato–, Tomatis y Soldi; y la aparición de un
viejo y misterioso manuscrito titulado Entre las tiendas griegas. Esos son los argumentos que van
tejiendo el entramado de esta novela, aunque quizá la trama sea, como el mismo Juan José Saer
afirma, lo menos importante: “la verdad es que la anécdota de mis libros no me gusta mucho
contarla, pero no porque haya ningún secreto ni ninguna superstición, sino porque en general en
mis libros la anécdota siempre es un poco secundaria. Y a veces ni siquiera hay anécdota...”.

Nada más cierto para esta novela, en la que somos testigos de un despliegue vertiginoso
del lenguaje, de la construcción de un verdadero artificio que, aunque evidente para los lectores,
logra introducirse con verosimilitud en el universo de los universos construidos con palabras. Esta
mezcla de policiaco y thriller psicológico, narrada con la cadencia de un despeñadero, avanza
como un caballo desbocado por las praderas de locuacidad que extiende con su voz un narrador
desenfrenado, que pretende abarcar el mundo y sus detalles con una acumulación de palabras que
desborda las páginas del libro. Esta es una novela a la que no le preocupa eso que los modernos
adornan con el nombre técnico de “economía del lenguaje”, como si las palabras pudieran
reducrise a meros portadores de información, según sueñan los burócratas que pretenden censurar
la poesía.

En contravía, esta es una novela de declaraciones estéticas, de exploración y amasamiento


del lenguaje; una novela atiborrada, a veces barroca en su pretensión un tanto artificiosa de abarcar
la realidad tal como es (como si tal cosa fuera posible). Tal vez por eso aquí no importan tanto los
hechos que se narran como la manera de narrarlos. La pesquisa es la sonda lanzada a un pozo
oscuro del que no sabemos bien qué puede salir. La forma se corresponde con el contenido
Seminario de Profundización II 01-11-18
John Jairo Osorio Giraldo
abriendo boquetes en el laberinto de la narración, y así nos vemos envueltos en esa especie de
marasmo en el que la realidad se disuelve en la ficción, la razón se difumina en la locura, y la
verdad es brumosa y escurridiza de una manera que puede llegar a ser exasperante.

Esta es una de esas novelas en las que no se trata de entender, sino sobre todo de sentir, de
dejarse envolver por ese rompecabezas incompleto, lleno de pistas y de atmósferas que no
conducen a ninguna parte. Esa es, justamente, una de sus genialidades: la mirada que acota un
mundo en el que siempre pisamos en falso. Juan José Saer logra en la pesquisa, con demasiada
precisión, lo que sea quizás el reto más importante para una novela: darle vida a un mundo que se
basta a sí mismo (en sus rasgos, en sus contradicciones, en las voces de sus personajes). Como él
mismo sostiene en una entrevista, su única preocupación es por la coherencia interna de lo que
escribe, por ser fiel a sí mismo, porque sobre todo: “Me preocupa escribir cosas en las que no creo.
No podría hacer eso. Pero no como credos políticos o morales, sino estéticos.” Y yo también creo
que ese es el único deber de un escritor.

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