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ASÍ TERMINÓ EL REINADO DEL

CARTEL DE LOS CACHIROS


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Mar 31, 2015
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Desde que a mediados de 2013 el Presidente Barack Obama señaló a “la
banda de Los Cachiros” como uno de los más peligrosos y poderosos grupos
de narcotraficantes en Centroamérica y México inició el declive de este grupo
mafioso. ¿Qué sigue después de la entrega de los jefes Cachiros a la DEA en
enero de 2015?
Ismael Moreno. Tomado de Revista Envío Nicaragua.

La criminalidad en Honduras, el país al que llaman el más violento del mundo,


está estrechamente ligada al narcotráfico. La situación en Honduras se le ha
ido de las manos a Estados Unidos, que ha puesto en marcha
en Honduras una versión del Plan Colombia, que incluyó una militarización de
aquel país y una negociación con los grandes capos colombianos de la droga,
un plan que Estados Unidos presenta como un gran éxito de su política
exterior.
En Honduras, el primer paso del plan fueron, en 2013, las declaraciones del
Presidente Obama señalando a Los Cachiros como una peligrosa mafia
centroamericana. En septiembre de 2014 inició la caza y captura de varios de
los más señalados mafiosos. Y en enero de 2015 se produjo la entrega de los
dos jefes Cachiros en Estados Unidos. O se entregaban o los capturaban y los
mataban.
Leonel Rivera Maradiaga negoció su entrega en las Bahamas y Javier Rivera
Maradiaga se entregó en Miami. Estados Unidos trata de eliminar a los grupos
mafiosos del negocio de la droga. La Alianza para la Prosperidad de los tres
países del Triángulo Norte centroamericano tiene que ver con la versión del
Plan Colombia que quieren para Honduras. Pero, estando tan atravesada la
sociedad hondureña por el crimen organizado, por sus causas y por sus
efectos, tal vez estos planes llegan demasiado tarde.
DON ISIDRO EL PATRIARCA
Hagamos historia de la familia Rivera Maradiaga, matriz en donde nacieron los
Cachiros. El patriarca, Isidro Rivera Cardona, es un hombre religioso, de misa
dominical, fervoroso devoto de San Isidro Labrador. Cada año
sin falta, y hasta 2014, en la víspera de la fiesta del santo, la noche del 14 de
mayo, don Isidro ha participado en la construcción del jacalito, una pequeña
enramada a donde los devotos llevan frutas y animales como ofrenda al santo
por las gracias recibidas. Después, don Isidro ha cargado, año a año, la imagen
del santo desde el templo hasta
el jacalito y al día siguiente, fiesta de San Isidro, la ha cargado de regreso al
templo, encendiéndole decena de velas durante la reventazón de los cohetes.
Todos los domingos a las siete de la noche, en el mismo sitio y siempre de pie,
durante décadas, se ha visto a don Isidro asistiendo a misa en Tocoa,
departamento de Colón. Esperanza Maradiaga, su esposa, es también una
devota católica. En el barrio La Esperanza de la ciudad de Tocoa fue siempre
una activa integrante de los círculos bíblicos.
La familia de don Isidro es originaria de Gualaco, en el e tenso departamento
de Olancho, tierra de hombres rudos y laboriosos, leales hasta la muerte con
sus amigos y vengativos también hasta la muerte si sufren un agravio. Entre
ellos no hay perdón posible ante una traición y sólo la muerte dirime los
conflictos. La familia de don Isidro emigró de Gualaco a Colón hará unos
setenta años huyendo de alguna de esas venganzas, cuando él aún no había
nacido.
Y durante toda su vida la familia Rivera Maradiaga se mantuvo al acecho ante
un posible ataque en respuesta a la afrenta por la que habían huido de sus
tierras.
UN LADRÓN DE GANADO
En Olancho nadie llama Isidro a quien se llame Isidro. Todos los Isidros son
llamados “Cachiros”. El padre de don Cachiro Rivera también fue don Cachiro.
Y también fue Cachiro su abuelo. Y como no podía ser de otra manera,
también un hijo de don Cachiro Rivera, y al menos tres o cuatro nietos, fueron
bautizados con el nombre de Isidro y todos fueron nuevos Cachiros.
Don Cachiro Rivera tiene hoy 67 años y una salud a prueba de artritis,
indigestiones y presión arterial. Es reconocido por su acendrada devoción a
San Isidro y también por ser un ladrón de ganado. Todo el mundo lo sabe, pero
nadie lo dijo en voz alta. Abigeo les dicen a quienes se dedican a este delito.
Cuando ya la fama, el dinero y el poder habían elevado a don Isidro y a sus
hijos, los Cachiros, a una cúspide que nunca pudo imaginar, se contaba que
yendo en una de las tantas decenas de camionetas Toyota Prado que tenían,
conducida por su hijo Javier, se les cruzó una vaca en la carretera y el viejo
Cachiro gritó que se detuviera: “¡Pará, que ahí hay una vaca y la quiero!”
LOS INICIOS: ROBAR LA NOVILLA AJENA
Sin saber si son verdades o leyendas, cuentan también que su abigeato
comenzó cuando quiso quedarse con la novilla de un compadre, don Manuel.
Las dos propiedades colindaban y un día una novilla de don Manuel
desapareció. La buscó por toda su finca hasta que la divisó entre el ganado de
don Cachiro. Don Manuel la fue a reclamar. “¿Cuál novilla?”, preguntó muy
serio
don Cachiro. “Aquella, compadre”, señalando al animal. “No, compadre, se
equivoca, esa novilla es muy mía.
Si la quiere, ofrézcame una cantidad para que comencemos el trato”, dijo don
Cachiro. Don Manuel decidió presentar la denuncia ante el juez de paz, quien
se apersonó en la finca de don Cachiro.
Sin tener seguridad de quién de los dos estaba diciendo la verdad, tomó la
sabia medida de colocar a los dos hombres
a igual distancia de la novilla y les pidió que cada uno la llamara. Según hacia
quién si dirigiera la novilla, ése sería su dueño. La prueba duró poco, porque
apenas don Manuel comenzó a dar palmadas y a llamarla, la novilla caminó
hacia él. A pesar de todo, a los pocos días la novilla desapareció para siempre
del potrero de don Manuel. Así se inició don Cachiro como ladrón de ganado.
EN LAS BASES DEL IMPERIO: GANADO Y MARIHUANA
A finales de los años 80, en los extensos y despoblados cerros de Colón, en la
margen derecha del río Aguán, don Cachiro, junto a varios amigos olanchanos,
comenzaron a sembrar marihuana. Los cultivos de la yerba se confundían entre
las milpas de maíz y los frijolares. Fue así, trasladando marihuana, como los
tres hijos de don Cachiro comenzaron a incursionar en el tráfico de droga.
Javier, Leonel e Isidro -Cachirito, el más pequeño de los tres- pasaron de
colaborar con su padre en el robo de ganado a ser sembradores y
distribuidores de marihuana en el corredor que de la zona del Aguán conduce a
San Pedro Sula.
Muy pronto ese corredor se extendió hasta la frontera con Guatemala por los
departamentos occidentales de Santa Bárbara y Copán, en donde los Cachiros
establecieron alianzas con ganaderos de la zona. Hasta allí llevaban el ganado
robado en los potreros de Colón y Olancho.
Más adelante se aliaron con otros ganaderos del departamento de Izabal, en
Guatemala, para trasladar, además del contrabando de ganado, la marihuana.
Fue así como se sentaron las bases de un lucrativo negocio.
Como abigeos, los Cachiros eran insuperables. Como traficantes de droga
tuvieron que comenzar como aprendices.
LA CONEXIÓN COLOMBIANA
En esos ires y venires conocieron el mundo de los carteles colombianos,
seguramente mientras eran subordinados de los referentes que los
colombianos tenían en Honduras, probablemente los vinculados al también
olanchano Ramón Matta Ballesteros, el decano y más conspicuo de los jefes
narco en Honduras, capturado por la DEA en abril de 1988, en complicidad con
militares y políticos hondureños, acusado de asesinar a Kiki Camarena.
Matta Ballesteros fue extraditado a Estados Unidos y condenado a cadena
perpetua en una cárcel de máxima seguridad en Colorado.
Aunque desde los años 70 ya se usaba el territorio hondureño para mover la
droga colombiana, fue hasta la década de los años 90, cuando Estados Unidos
logró eliminar a Pablo Escobar en diciembre de 1993, que el tráfico por
Honduras se consolidó, al redefinir los capos colombianos la ruta del
narcotráfico. Ya a mediados de los 90 la Moskitia, Colón y Olancho se habían
convertido en zonas estratégicas para el transporte de cocaína hacia México y
Estados Unidos.
LOS ESTRATÉGICOS CORREDORES HONDUREÑOS
Los Cachiros se iniciaron como peones de capos muy experimentados. Los
contactos con los carteles de Colombia se habrían hecho a través de la
Moskitia, un vasto territorio de nadie, despoblado, con costas sin ningún control
hacia Nicaragua y hacia el mundo. Los capos colombianos hacían llegar la
cocaína por mar y por aire y desde la Moskitia hondureña la transportaban
hacia Islas de la Bahía y desde allí hacia Guatemala, México o Estados Unidos.
También la internaban en territorio hondureño por varios corredores.
El más importante habría sido el corredor de Colón, atravesando el inmenso
municipio de Iriona, llegando a Colón y cruzando los departamentos norteños
de Atlántida, Yoro y Cortés, creando una importante infraestructura en la ciudad
de San Pedro Sula, hasta penetrar en el occidente por los departamentos de
Santa Bárbara y Copán y desde allí alcanzar Guatemala. Otro corredor fue el
que desde la Moskitia se interna por el departamento de Olancho, atravesando
Tegucigalpa y siguiendo al sur del país para ingresar por El Salvador y
Guatemala rumbo a México.
Al terminar el siglo 20 los hermanos Rivera Maradiaga estaban ya plenamente
comprometidos con los carteles internacionales de la droga. Javier se había
logrado ubicar como segundo al mando en la jefatura del cartel del Atlántico, y
tras una feroz disputa que acabó con la muerte de Jorge Aníbal Echeverría
Ramos, conocido como “Coque”, en marzo de 2004, se convirtió en el más
poderoso comprador de cocaína a los carteles colombianos y venezolanos y en
el más importante vendedor de cocaína a los carteles mexicanos, en especial
al cartel de Sinaloa.
“COQUE”: EL JEFE DEL CARTEL DEL ATLÁNTICO
“Coque” fue asesinado antes de cumplir los 30 años, cuando ya tenía
capacidad para imponer su ley comprando o negociando con políticos, oficiales
del ejército y de la policía y funcionarios del sistema judicial. Se había
convertido en el gran capo de la droga en Honduras como jefe del cartel del
Atlántico y había logrado convertir el territorio hondureño en puente aéreo y
marítimo en el tránsito de la cocaína entre Colombia, México y Estados
Unidos.
Era el enlace estratégico entre los capos de la droga de Colombia y el cartel de
Sinaloa liderado por Joaquín, “el Chapo” Guzmán.
Había logrado establecer conexiones muy estrechas con autoridades civiles, de
las fuerzas armadas y de la policía. Se cuenta que a mediados de la década de
los 90 “Coque” se codeaba con importantes políticos del departamento de
Colón, logrando que algunos compraran miles de hectáreas de tierra entre el
departamento de Colón y el de Gracias a Dios para construir allí pistas de
aterrizaje para el tráfico de la droga, lo que consolidó el corredor entre la
Moskitia y el resto del territorio hondureño.
Establecido en la comunidad de Francia, entre el municipio de Bonito Oriental y
el de Limón, al noreste del legendario municipio de Trujillo en el Atlántico,
“Coque” logró construir un emporio. En él los hermanos Cachiro ocupaban a
finales del siglo 20 un lugar privilegiado en la toma de decisiones.
EL CONTROL DE LA POLICÍA
“Coque” logró estrechar relaciones con los políticos del noreste del país hasta
hacerse novio y compañero sentimental de Margarita Lobo, hija de Ramón
Lobo Sosa, hermano del ex-Presidente Lobo. Ramón era en ese momento
diputado al Congreso por el Partido Nacional. Ha sido el mayor de los caudillos
de la región en las últimas cuatro décadas.
También se ha sabido que para esas fechas, los finales del siglo, “Coque” tenía
estrechas relaciones con oficiales del ejército y había sentado las bases para
controlar a todos los jefes policiales que llegaban destinados al departamento
de Colón. De acuerdo a fuentes confirmadas, otro hijo de Ramón Lobo Sosa,
Jorge Lobo, así como un hijastro, y varios primos y sobrinos, formaron parte del
cartel que lideraba Jorge Aníbal Echeverría Ramos, “Coque”, aquel muchacho
oriundo de Macuelizo en el departamento de Santa Bárbara, también
proveniente de una familia profundamente católica.
LOS CACHIROS INICIAN LA DISPUTA TERRITORIAL
Muy bien colocados en la línea de mayor autoridad del cartel dirigido por
“Coque”, la familia Cachiro, bajo el liderazgo de Javier, comenzó a dar señales
de querer disputarle a “Coque” el control del cartel. Para lograrlo los Cachiro
abrieron líneas directas y canales de coordinación autónomos con capos
colombianos y comenzaron a crear sus propias estructuras de seguridad y de
transporte de la droga, aprovechando el trillado camino de contrabando de
ganado que durante tantos años habían establecido entre Colón y la frontera
con Guatemala, pasando por San Pedro Sula.
Y así como “Coque” logró echarse a la bolsa al caudillo y político más grande
de la región conquistando a una de sus hijas, Javier Rivera afianzó la relación
con “Coque” al hacerse amante de una de sus hermanas. Sin embargo, la
lucha por el control del cartel fue más apasionante que la pasión sentimental y
pronto comenzaron las desconfianzas y los primeros amagos de confrontación.
UNA GUERRA A MUERTE
El momento de la ruptura llegó el 22 de marzo de 2003, cuando al calor de los
tragos y en disputas por faldas, el hermano menor de los Cachiros, Isidro
Rivera, el Cachirito, peleó a golpes con “Coque” en “Los talibanes”, una cantina
de Tocoa. La disputa terminó cuando “Coque” mató a Cachirito e hirió a varios
de los más cercanos colaboradores de los Cachiros.
Se abrió entonces una guerra a muerte entre la gente de los Cachiros y la de
“Coque”. Comenzó a correr la sangre porque el objetivo de los Cachiros no era
sólo acabar con “Coque”, sino con toda su parentela, para que no quedara
semilla “que diera continuidad a su sangre”, como recuerdan eran en aquel
tiempo las amenazas que lanzaban los Cachiros.
HERIDO DOS VECES, PERO VIVO
El 19 de octubre de 2003 los Cachiros lograron detectar el movimiento de su
enemigo en San Pedro Sula y organizaron una emboscada. “Coque” iba con su
amante Margarita Lobo y un nutrido grupo de guardaespaldas cuando en pleno
día y en plena calle fueron atacados por un comando de los Cachiros. “Coque”
y su compañera fueron severamente heridos pero no murieron. Después de
varios días de estar internados ambos en una clínica privada, con una
importante custodia privada que en un momento mató a un infiltrado que llegó a
la clínica para matarlos, “Coque” y Margarita salieron rumbo a Cuba, gracias a
diversas manos invisibles de la alta política que les tramitaron por arte de
magia pasaportes y visas a una velocidad que no pasó de una tarde.
La emergencia era importante: en el mejor de los casos, si “Coque” continuaba
en esa clínica perdería su brazo derecho. Y en el peor, se exponía a un seguro
asesinato. En Cuba permaneció dos meses. En febrero de 2004 “Coque”
decidió trasladarse a Costa Rica para acabar su convalecencia y desde allí
organizar su retorno a Honduras.
Estaba internado en una clínica en Escazú, cuando el 18 de febrero de 2004
pistoleros encapuchados irrumpieron en su habitación y le dispararon tres
balazos. Quedó gravemente herido, pero volvió a salvar la vida.
EL PACTO COLOMBIA – CACHIROS
Para entonces los Cachiros habían logrado apoderarse de todos los hilos en el
control de los corredores del tráfico de la cocaína y habían establecido nuevos
pactos con los barones de la droga de Colombia y México. Algunos dicen que
el intento de asesinar a “Coque” en Costa Rica habría sido organizado por los
colombianos, decididos a eliminar a “Coque” como principal intermediario e
interlocutor de la droga en Honduras, como una expresión del pacto que ya
habían establecido con los Cachiros.
Sabiendo del peligro que corría en cualquier clínica costarricense, “Coque”
decidió huir a Panamá cargando la bolsa de suero inyectada a su cuerpo. Las
autoridades panameñas fueron advertidas -¿por qué poderosas voces?- de la
presencia de “Coque”, que fue capturado e inmediatamente repatriado a
territorio hondureño en marzo de 2004. Bajando del avión en el aeropuerto de
San Pedro Sula, “Coque” pidió auxilio a gritos cuando reconoció a unos
pistoleros que se disponían a eliminarlo apenas saliera del aeropuerto.
EL FIN DE “COQUE” Y DE “TODA SU SANGRE”
Sin reponerse aún de sus graves heridas, “Coque” fue conducido primero al
hospital de La Ceiba, de donde intempestivamente fue trasladado en
helicóptero a la cárcel de Támara, la de máxima seguridad de Honduras, y
recluido en la clínica de la cárcel.
En el cuarto y a su lado, en otra cama, totalmente vendado, dependiendo de un
tanque de oxígeno y con todo el cuerpo lleno de tubos de suero, había otro
hombre. Cuando “Coque” preguntó quién era le dijeron que era un herido que
estaba tan grave que difícilmente amanecería vivo al día siguiente. Pero a la
medianoche de ese día, 18 de marzo de 2004, cuando todos dormían, el
“moribundo” se levantó de la cama y descargó todas las balas de una pistola
nueve milímetros en el cuerpo de “Coque”. Después, todas las puertas se le
fueron abriendo y tranquilamente salió de la prisión de máxima seguridad de
Honduras.
Desde ese día los Cachiros, con Javier Rivera Maradiaga, como líder
indiscutible, se convirtieron en dueños y señores del narconegocio en
Honduras, afianzando así sus alianzas con sus pares en el sur y el norte del
continente. En los tres años siguientes, de 2004 a 2006, Javier y su hermano
Leonel, el más sanguinario de toda la familia según diversos testimonios,
eliminaron a todo el que encontraron vinculado a la familia de los Echeverría
Ramos.
Mataron o mandaron a matar al padre, a la madre, a hermanos, hermanas,
primas, cuñadas y cuñados, tíos y a cualquier otro miembro de su extensa
parentela, tanto a los que vivían en la zona del Aguán como a los que residían
todavía en su lugar de origen, en el departamento de Santa Bárbara. Se cuenta
que la hermana de “Coque”, amante de Javier hasta el día en que fue
asesinado Cachirito, logró salvar su vida porque escapó a tiempo hacia
Estados Unidos.
UNA DÉCADA DE REINADO
El reinado del cartel de Los Cachiros ha sido el más largo de la historia de la
droga en Honduras. Se extendió desde el asesinato de “Coque” en 2004 hasta
la entrega a Estados Unidos de Javier Rivera el 31 de enero de 2015.
Los Cachiros tuvieron un enorme poder real en el país, sólo superado en
número de años por los que tuvo el dictador Tiburcio Carías Andino (1932-
1949), con un poco más de 16 años en el poder, y por el que tuvieron los
militares, que mandaron por cerca de 20 años consecutivos. Hoy, el Presidente
Juan Orlando Hernández ha decidido a obtener un récord insuperable, al estar
empeñado en reformar la Constitución para legitimar su reelección indefinida.
Hernández aspira a seguir en el gobierno por 50 años… Su permanencia, al
menos por un buen tiempo, parece convenir a los planes de Estados Unidos
para Honduras, “fotocopiados” del Plan Colombia.
UN TIRO POR LA CULATA
¿Qué hicieron los Cachiros a lo largo de su década de poder? Muchos
políticos, hombres de negocios, jefes policiales y del ejército podrían responder
a esta pregunta con detalle. Importantes espacios de la política, del
comercio, de las fuerzas armadas, de la justicia, de las diversiones, de las
finanzas, y también algún que otro espacio religioso, tuvieron que ver durante
años con estos forajidos abigeos convertidos en reyezuelos de la droga en el
Atlántico hondureño.
Varios diputados que hoy ocupan curules en el Congreso, decenas de alcaldes,
fiscales, jueces, banqueros, empresarios agroindustriales, comerciantes,
oficiales del ejército y de la policía y algún que otro ex-Presidente deben estar
muy preocupados y tensos a la espera de lo que de ellos hayan dicho, o vayan
a decir, a la DEA Javier y Leonel Rivera después de la entrega que pactaron
con Estados Unidos.
Por fuentes que se mueven en los subterráneos mundos de la criminalidad
organizada se sabe que a estos políticos y empresarios el asunto “Cachiros”
les ha representado un auténtico tiro por la culata. El plan de asesinarlos para
romper todos los cabos que probaran su vinculación con ellos quedó abortado
con la entrega de los dos hermanos al gobierno de Estados Unidos.
¿NEGOCIARON LA MUERTE DE JUAN GÓMEZ?
En el caso Cachiros es difícil separar la verdad de la especulación. Lo cierto es
que el 22 de enero de 2015, días antes de que se consumara la entrega de
Javier, el jefe de los Cachiros, Juan Gómez Meléndez fue asesinado por
sicarios a pleno día y en pleno centro de la ciudad de Tocoa. Se dice que
habría sido un asesinato, si no negociado al menos tolerado por los
estadounidenses, como una concesión a los Cachiros dentro de la negociación
de su entrega a la DEA.
Si es cierto que los Cachiros negociaron desde muchos meses antes su
entrega, a cambio de entregar a sus principales socios -el alcalde de Yoro, el
Negro Lobo y su lugarteniente, los hermanos Valle, Héctor Emilio Fernández
“Don H”-, entonces puede ser cierto que también hayan decidido eliminar a
Juan Gómez. En primer lugar, para que las propiedades de Gómez fueran
intervenidas por el Estado, a cambio de que se les respetaran las propiedades
que estaban a nombre de su padre, su madre y su hermana. En segundo lugar,
porque los Cachiros no podían abandonar su principio: no dejar vivo a quien les
traicionara. Y sabían que Juan Gómez había dejado de ser su principal socio
en el lavado de dinero y se había convertido en el principal delator de la
actividad del cartel como informante de la DEA.
EL DETONANTE DE ESTA COYUNTURA
Otros dicen que Javier y Leonel Rivera estaban negociando con Estados
Unidos su entrega desde muchos meses antes y que la negociación incluía el
destino de sus propiedades, la información que facilitarían y las condiciones de
la entrega, del juicio y del tiempo de las condenas que recibirían en tribunales
de Estados Unidos.
La entrega se precipitó después del asesinato de Juan Gómez, que
representaba la señal más evidente de que sus socios y amigos, políticos y
empresarios, estaban dispuestos a asesinar a los Cachiros para proteger los
expedientes de complicidad que tenían con ellos.
El asesinato de Gómez fue el detonante que indicaba el fin del reinado de los
Cachiros y la entrada en la coyuntura en la que estamos hoy, en la que el
nerviosismo de las élites políticas y empresariales hondureñas es el centro de
mucho de lo que sucede. En resolver esta coyuntura de nervios y temores es
en lo que están muy ocupados muchos de los que declaran en público estar
muy preocupados por la situación del país, cuando su mayor preocupación en
este momento es salir airosos de lo que digan o dejen de decir los hermanos
Cachiro en Estados Unidos.
VIDA Y MUERTE DE JUAN GÓMEZ
Era muy difícil imaginar otro final para la vida de Juan Gómez. Su historia es la
de un perpetuo testaferro que vivió para dar sombra y proteger la sombra de
gentes con poder. Su poder siempre fue subsidiado, una regalía de quienes
tenían el verdadero poder. Nunca tuvo brillo propio, siempre brilló a la luz de
otros. Vivió mezquinamente adulando a los de arriba y humillando a los de
abajo. Su oficio fue la de ser un servil. El poder que tuvo fue la limosna que
recibía de otros.
En la década de los 80 Juan Gómez fue un civil, pero nadie lo veía como tal,
porque vivía al servicio de los militares.
Y los militares lo despreciaban porque lo veían como un civil adulador. Cumplió
el papel de delator de dirigentes populares. Muchos de los que aparecieron
asesinados en el río Aguán o en las plantaciones de palma africana fueron
delatados por él. Por su lealtad a los uniformados, a finales de la década de los
80 y durante la década de los 90 fue gobernador del departamento de Colón.
Después, por apañar negocios sucios ya relacionados con el narcotráfico, se
colocó a la sombra del prominente político y eterno diputado de Colón, Óscar
Nájera. Fue su diputado suplente. Y eso fue hasta que en los últimos cinco
años se dedicó con alma, vida y corazón a lavarle dinero a los Cachiros, a
través de una empresa constructora y como prestanombre de unos 120
negocios: desde el de maquinarias y viviendas hasta sucursales de bancos,
pasando por un cementerio privado.
Este mandadero de los hombres de poder tenía que tener un final como el que
tuvo. Después de que lo asesinaron, todos los que lo conocían lo
desconocieron. Y pocas semanas después de muerto ya nadie lo nombra como
su amigo. El Estado decidió intervenir todas sus propiedades y hasta sacaron a
su viuda y a su familia de la casa donde vivió toda su vida. Y nadie defendió a
esa familia. Nadie quiere recordarlo en los círculos en donde anduvo, todos
contaminados de los sucios negocios de los que fue testaferro. “¿Qué se dice
de Juan Gómez?”, le pregunté a uno de sus vecinos en Tocoa. “Nadie sabe
nada, nadie dice nada, un mes ha pasado y parece que nunca existió o que
murió hace muchos años”, me dijeron.
LOS QUERÍAN MATAR
Dicen que en el proceso de negociación que culminó con la entrega de los
Cachiros, los negociadores de la parte estadounidense se cuidaron muy mucho
de no filtrarle información de esta estrategia a la inteligencia hondureña, menos
aún al resto de las autoridades del gobierno, incluyendo al Presidente
Hernández. Dicen. Igualmente, parece tener solidez la hipótesis de que las
autoridades hondureñas tenían el plan de eliminar a los Cachiros y Javier y
Leonel lo sabían.
Los Cachiros no querían de ninguna manera ser capturados en Honduras
porque eso significaba una muerte segura. Y sus aliados en Honduras no
querían de ninguna manera que fueran extraditados por la información que
poseen. Desde que el Presidente Obama externó a mediados de 2013 su
preocupación por la existencia de la banda de los Cachiros, una de las más
peligrosas y poderosas de Centroamérica y México, los socios y aliados
internos de los Cachiros empezaron a preocuparse.
Pero por mucho que quisieran romper vínculos, los negocios y los
compromisos llegaron a ser tantos, tan importantes, tan inmensos, que es
imposible que no dejaran huellas. Por eso, sólo asesinando a los Cachiros
podrían salir bien librados o, al menos, no tan salpicados. Sin embargo, el
gobierno de Estados Unidos disponía ya de información suficiente, en algunos
casos detallada, sobre los vínculos políticos y económicos de los mafiosos
hondureños. En cualquier caso, matar a los Cachiros era indispensable para
muchos políticos y empresarios de este país.
LOS MUCHOS FAVORES DEL CACHIRO MAYOR
Cuentan que en el departamento de Colón resulta muy difícil encontrar a un
comerciante, a un banquero, a un empresario agroindustrial, a un funcionario
público o a un oficial de las fuerzas armadas que no le deba favores a los
Cachiros o que no haya visto crecer sus ganancias con sus aportes…
Favores les deben mucha gente, no solo gente adinerada. Cuando en
septiembre de 2013, a raíz de las palabras de Obama, fueron intervenidas
varias de las propiedades y negocios de los Cachiros, unas dos mil personas
salieron a las calles de Tocoa a protestar, a exigir que se les restituyeran sus
bienes a la familia Rivera y a hacer reconocimiento público de los beneficios
sociales que representaban los negocios “de don Javier Rivera”, como lo
llamaba todo mundo cuando se dirigían en público al Cachiro mayor. Nadie
sabe a ciencia cierta las cantidades, pero del dinero de los Cachiros dependían
varios miles de familias de la zona del Aguán y muchas podrían dar testimonio
de los favores y buen trato recibidos de manos de “don Javier Rivera”.
“¡DELE MI SALUDO AL AMIGO!”
Los Cachiros se convirtieron de hecho en el Estado o, en todo caso, las
instituciones del Estado acabaron siendo mandaderas de las decisiones de los
Cachiros.
Un ejemplo de su poder se ve en esta anécdota. Una noche, un joven con su
novia iban de La Ceiba a Tocoa en un vehículo de lujo cuando los detuvieron
en una de las postas policiales, ya dentro de la zona del Aguán para revisar el
vehículo. Un oficial le pidió al joven sus documentos, y aunque nada tenía que
ver con los poderosos Cachiros, pero sí se apellidaba Rivera, el oficial le
preguntó sin esperar respuesta: “¿Usted es familia del Amigo?” El joven no
respondió, el oficial interpretó que sí lo era y sin revisar el vehículo le dijo:
“Tenga buen viaje, aquí estamos para servirles, ¡y por favor dele mi saludo al
Amigo!”
IMPONÍAN LA SEGURIDAD
Convertidos en el Estado, al menos en el departamento de Colón, los Cachiros
lograron pacificar toda la zona. Mucha gente ha manifestado que con el control
de ellos se sentían segura porque los delincuentes se la pensaban muy mucho
para cometer sus fechorías. En Tocoa, el centro urbano más pujante del
departamento, no había pandillas ni asaltos ni secuestros y el índice de
muertes violentas era muy bajo en relación con las cifras del resto del país.
Se sabe que entre los años 2009 y 2011 los Cachiros desarrollaron una
campaña de profilaxis social eliminando a las bandas de delincuentes que
actuaban en el corredor de Trujillo y La Ceiba asaltando autobuses. Entre los
eliminados hubo algunos oficiales. Así, los Cachiros impusieron el orden, lo que
la gente les reconoce y les agradece.
HABLA OBAMA, INICIA LA CAMPAÑA
La campaña para capturar a los Cachiros inició con las palabras de Obama en
2013. El paso siguiente se dio, por orden de Estados Unidos, en septiembre de
2013, interviniendo algunas de las propiedades y cuentas bancarias de los
Cachiros.
Fueron intervenidas haciendas ganaderas extensísimas, en las que, al
momento de los operativos no se encontró una sola res. Fueron intervenidas
cuentas bancarias que o estaban vacías o sólo tenían en depósito unos pocos
lempiras. Cuando se realizó el operativo para intervenir el zoológico “Joya
Grande”, de los Cachiros, ya todos los empleados habían abandonado el
lugar.
Todas eran señales que apuntan a que toda esta primera operación pudo
haber estado concertada entre la DEA y la banda de los Cachiros. Esta
hipótesis cobra mayor peso cuando se confirma que varias semanas después
de estas intervenciones, las propiedades habrían sido devueltas, si no a los
Cachiros, a algunos de sus testaferros.
En esos operativos las propiedades que estaban a nombre de Juan Gómez
quedaron intactas, lo que hace suponer que, o este conspicuo personaje
formaba parte de la negociación entre los Cachiros y la DEA o que ya se había
convertido en informante colaborador de la DEA en contra de los Cachiros,
sabedor, como las ratas, que el barco se estaba hundiendo y quería, como
ellas, ser el primero en abandonarlo…
CAE “EL NEGRO” LOBO
En el lapso de 16 meses (septiembre 2013 – enero 2015) la tortilla se le volteó
a los dueños del reinado narco en Honduras. La presión se hizo más intensa a
partir del segundo semestre de 2014. Antes se dieron capturas de menor
cuantía, muchas dentro de ajustes de cuentas o disputas territoriales entre
jefes de bandas locales. Las capturas y los golpes decisivos ocurrieron
después, en un período corto y siguiendo la estrategia diseñada y conducida
directamente por instancias y autoridades estadounidenses. Las autoridades
locales se limitaban a ejecutar los operativos de campo subordinándose a los
gringos.
La primera captura tuvo un impacto mediático muy fuerte. Arnoldo “el Negro”
Lobo, un reconocido narcotraficante que había acumulado una enorme fortuna
transportando cocaína desde Honduras a Estados Unidos, fue capturado el 27
de marzo de 2014 en una de sus residencias en San Pedro Sula, en un
operativo planificado detalladamente por la DEA y ejecutado con personal
especializado de la policía y el ejército hondureño.
Con Lobo se implementó por primera vez el decreto hondureño de extradición,
aprobado dos años antes, cuando Juan Orlando Hernández fungía como
presidente del Congreso Nacional. La extradición se hizo efectiva el 9 de mayo
de 2014.
CAE EL ALCALDE DE YORO
Otra operación de captura se realizó el 27 de julio de 2014 en contra de
Arnaldo Urbina, alcalde del municipio de Yoro, cabecera del departamento de
Yoro, quien formaba parte de una banda liderada por los hermanos Urbina y
que, a diferencia del modus operandi de tantos capos de la droga, que buscan
ganarse a la gente a través de favores, había sembrado el terror en las
comunidades, obligando a algunas a abandonar masivamente sus casas y sus
sembrados porque requería las tierras para sus operaciones.
El alcalde Urbina fue enjuiciado y condenado por posesión ilegal de armas, por
negocios ilícitos y otros delitos y actualmente está preso en la cárcel de San
Pedro Sula.
CAEN “CHANCLETA” Y “DON H”
La tercera captura ocurrió el 11 de septiembre de 2014 en La Ceiba en contra
de Juvin Alexander Suazo Peralta, alias “Chancleta”, lugarteniente de “el
Negro” Lobo, Fue el segundo capo extraditado el 28 de octubre de 2014.
La cuarta operación de captura se realizó el 7 de octubre de 2014 en contra de
Héctor Emilio Fernández Rosa, conocido como “Don H”, uno de los más
exitosos transportistas de droga hacia Estados Unidos, íntimamente vinculado
a la banda de los Cachiros. También fue extraditado el 5 de febrero de 2015.
CAE LA BANDA DE LOS VALLE DE COPÁN
La quinta captura fue sin duda la más sonada y la de mayores repercusiones.
Los poderosos hermanos Valle Valle (Miguel Arnulfo, Luis Alonso, José
Inocente y su esposa Marlen Amaya Argueta) tenían su base en el
departamento de Copán. Primero capturaron a una hermana, Digna Valle Valle,
el 20 de julio de 2014, en territorio estadounidense
y de inmediato la enjuiciarony condenaron a prisión en una cárcel de ese país.
Después, el 5 de octubre de 2014 capturaron a los tres hermanos y a la esposa
de José Inocente. Todos fueron extraditados. Miguel Arnulfo y Luis Alonso el 18
de diciembre de 2014. José Inocente y su esposa el 23 de enero de 2015.
Serán enjuiciados y encarcelados en Estados Unidos.
La captura de esta poderosa banda familiar estuvo acompañada de la
expropiación de decenas de propiedades y de varios millones de dólares
encontrados en sacos enterrados en varias de sus propiedades. Los hermanos
Valle Valle, dueños y señores de todos los movimientos narco que se hacían
en la frontera entre Honduras y Guatemala, en los departamentos de Copán y
Santa Bárbara, ponían y quitaban autoridades y, por sus vínculos con
empresarios y banqueros, eran el enlace con los corredores de la droga
controlados por los Cachiros. En el proceso que culminó
con su captura fueron siendo abandonados por todo mundo. Antes de subirse
en el avión que los trasladaría a Estados Unidos, Miguel Arnulfo, el jefe de la
banda, amenazó: “¡Me voy con el archivo y con los nombres de los que nos
traicionaron!”.
PUGNA ENTRE DOS SECTORES DE LA POLICÍA
Existen versiones de que el operativo de captura de los Valle fue realizado por
autoridades hondureñas. Un sector de las autoridades, el vinculado a oficiales
corruptos de la policía y a políticos, funcionarios y empresarios metidos en el
negocio de la droga, habría dado la orden de no capturarlos con vida para así
borrar huellas, mientras que otro sector de la policía nacional -oficiales no
ligados directamente a la corrupción- estaba decidido a cumplir con la captura y
posterior extradición.
Este conflicto habría sido la razón para que el entonces ministro de Seguridad,
Arturo Corrales Álvarez, en contubernio con poderosos oficiales de la policía, y
siguiendo orientaciones del más alto nivel, despidiera abruptamente al Director
General de la Policía Nacional, Comisionado Ramón Sabillón y a su cúpula de
oficiales, sustituyéndola por otro sector, de historial menos limpio.
LAVANDO IMAGEN
El reinado de los Cachiros ha llegado a su fin. Javier Rivera Maradiaga, 42
años, y su hermano Leonel, 38 años, junto con su clan, fueron capos
poderosísimos por más de una década, superando el promedio de los capos
hondureños, que en promedio suelen durar como jefes del narconegocio no
más de cinco años.
En los últimos cinco años antes de su entrega, Javier Rivera quiso limpiar su
imagen codeándose en público con personalidades de la sociedad e invirtiendo
públicamente en una amplia gama de negocios. Lo vimos, por ejemplo, en la
inauguración de una gasolinera y un centro comercial de su propiedad, sentado
a la mesa con Ramón Lobo Sosa, con el diputado Óscar Nájera y con un
miembro de la poderosa familia Rosenthal, que representaba al Banco
Continental, con el que Javier realizaba sus transacciones.
UN PACTO EN LA HACIENDA DE LOS CACHIROS
Algunos rumores con fuerte fundamento indican que la relación de Javier
Rivera con las personalidades de la política se estrechó al afiliarse al Partido
Nacional. Sin embargo, el apoyo que daba a alcaldes y diputados de las zonas
que controlaba trascendía su afiliación.
Aunque su principal compromiso político estuvo con el Partido Nacional, se
cuenta que alcaldes de Tocoa, Trujillo, Sonaguera, Iriona, Sabá, Bonito
Oriental, entre otros municipios, le debían, unos más otros menos, algún
favor por el respaldo que les daba el Cachiro mayor para financiar sus
campañas proselitistas.
Su gran compromiso fue con el Partido Nacional. Se rumora que tras las
elecciones primarias de ese partido, celebradas en noviembre de 2012, la
pugna entre el ganador, Juan Orlando Hernández, y el perdedor, Ricardo
Álvarez, se profundizó a extremos de que Álvarez acusaba de fraude a
Hernández, impugnaba los resultados y exigía un recuento voto por voto.
Los diversos liderazgos del partido propiciaron diálogos y negociaciones entre
ambos, hasta que decidieron un pacto: Juan Orlando Hernández prometía
llevar a Álvarez en su fórmula presidencial como primer Vicepresidente. Ese
pacto, celebrado el 7 de abril de 2013, se habría llevado a cabo, según
diversas fuentes, en una de las haciendas de los Cachiros, siendo Javier
Rivera el anfitrión y principal financiador del encuentro, en el que abundaron la
carne asada y las cervezas. A la sombra de Rivera fumaron la pipa de la paz
los dos principales líderes del nacionalismo, quienes desde enero de 2014 son
Presidente de la República y Designado presidencial.
¿ESTO TERMINA AQUÍ?
El reinado de los Cachiros terminó, pero sus secuelas se sentirán por mucho
tiempo más. Ambos capos están vivos y en la cárcel y ambos están cargados
de información hasta los dientes. También están vivos sus principales socios.
Todos tienen mucha información, la que nunca antes, como en el actual
escenario coyuntural, se convierte en una poderosa arma que puede ser mortal
para muchos de los que aún siguen vivos y sin ninguna acusación judicial.
Terminó el reinado delictivo de los Cachiros, pero Estados Unidos sigue siendo
el país con mayor consumo de drogas del planeta y la droga sigue siendo
traficada desde el sur de América hacia Estados Unidos. Y así como a
comienzos de los años 90 los capos de la droga abrieron nuevos corredores
para el narcotráfico y el territorio hondureño se convirtió desde entonces en el
espacio de mayor importancia estratégica para los narcos, no hay duda que
nuevos capos sustituirán a los Cachiros para sacarle provecho a lo mucho que
han invertido ya en Honduras.
¿MURIÓ EL PERRO? ¿SE ACABÓ LA RABIA?

Se cuenta que autoridades de Estados Unidos aceptan que en esta primera


etapa lo que buscaban era sólo eso: eliminar, capturar y neutralizar a los
principales mafiosos. Sin embargo, están sobradamente informados los
estadounidenses de quiénes son, en la política y en el empresariado
hondureño, los socios de estos mafiosos. ¿No quieren eliminar el
narconegocio, que les es tan rentable, sino sólo capturar a los peores
mafiosos?
En cualquier caso, falta ver qué relaciones seguirá teniendo Estados Unidos
con los honorables personajes que fueron socios de los Cachiros. Hasta ahora
sus planes y su estrategia, de 2013 a 2015, era impedir la amenaza que los
mafiosos, los peores narcos, representaban para la seguridad nacional de
Estados Unidos. ¿Pensarán que muerto ese perro se acaba la rabia? Pero, ¿de
verdad ha muerto el perro? ¿Bastará para eliminar la rabia con capturar a unos
cuantos de los más conocidos bribones?
¿TOCARÁN A ALGUNOS DE SUS SOCIOS?
Si los funcionarios del gobierno de Estados Unidos siguen relacionándose con
los políticos, banqueros y empresarios que fueron socios de los Cachiros,
¿pretenden desconocer sus vínculos con el crimen organizado, siendo un
secreto a voces que están no sólo salpicados sino embarrados en negocios
ilícitos? ¿Tocarán en su momento a algunos?
¿Por qué solo capturaron a un alcalde, el de Yoro, cuando hay firmes
sospechas de que muchos otros alcaldes, como el que lo fue de El Paraíso o el
de Copán, así como diputados del departamento de Colón, Copán, Santa
Bárbara, Yoro, Cortés, entre otros, están comprometidos a fondo con la
narcoactividad?
¿MÁS MILITARIZACIÓN?
Aunque resultaron decisivos en la implantación de la droga y son responsables
de la violencia ligada al narcotráfico en Honduras, los Cachiros no pasan de ser
un capítuloen esta historia. Hoy, de ese “árbol caído” muchos quieren hacer
leña para esconder sus responsabilidades.
Unos quieren usarlos como chivos expiatorios y otros como argumento para
militarizar aún más la zona del Aguán. Para justificarlo, dicen que con la
desaparición de los Cachiros ha reaparecido en el Aguán la inestabilidad
laboral y, sobre todo, la delincuencia y la descomposición social. La
militarización de Honduras es también uno de los ejes del Plan Colombia que
Estados Unidos va a aplicar en nuestro país.
SERÁN LOS MISMOS
¿Quiénes sucederán o ya están sucediendo a los Cachiros? Habiendo
capturado a los principales mafiosos, el gobierno de Estados Unidos parece
estar empeñado en pasar a otra etapa: atacar con dólares las causas que han
originado la violencia, el crimen organizado y la migración.
Mil millones de dólares al año durante cinco años han anunciado en la Alianza
para la Prosperidad para los tres países del Triángulo Norte. En el caso de
Honduras, aliándose con los mismos personajes que aparecen vinculados a la
violencia y al crimen organizado.
El capítulo que sigue al de los Cachiros apenas comienza a escribirse. No hay
dudas de que, con otros nombres y otros rostros, los mafiosos resurgirán. Y
sus aliados, nombres más nombres menos, seguirán siendo políticos, grandes
empresarios y oficiales del ejército y de la policía. Saldrán de la misma cantera
con la que el gobierno de Estados Unidos se empecina en construir un
escenario diferente para nuestro país.

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