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Esto que enseña Freud, es decir que nadie está en armonía con su naturaleza y que todos tenemos una
falla, vale más que lo que triunfa en la escena del mundo que es la terapéutica. Se quiere reducir el
ejercicio del psicoanalista a una terapéutica. Pero la enfermedad es parte del ser pensante. Lacan creía
que la falla que vuelve enfermo al hombre es la ausencia de relación sexual y eso es irremediable,
nada puede colmar ni curar la distancia entre un sexo y otro, que cada uno está aislado de lo que
siempre quiso considerar como su complemento. La ausencia de relación sexual invalida toda noción
de salud mental, es decir no hay estándar. Contrario a lo que el optimismo gubernamental profesa no
hay salud mental. Por lo tanto tampoco terapéutica , que es lo que se supone que conduce a ella.
La salud mental se opone a la erótica, o sea al aparato del deseo, singular para cada uno. El deseo está
en contra de cualquier norma. Es extranormativo. “Y si el psicoanálisis es la experiencia que permitirá
al sujeto explicitar su deseo en su singularidad, este no puede desarrollarse más que rechazando toda
intención terapéutica. Así , la terapia de lo psíquico es la tentativa profundamente vana de estandarizar
el deseo para encarrilar al sujeto en el sendero de los ideales comunes, de un como todo el mundo”
(Miller, 2014, p. 36). El discurso del amo quiere un como todo el mundo. El psicoanálisis representa
la rebelión, un no como todo el mundo, se dirige a un habla ser que no se mide con norma alguna,
incompatible con un totalitarismo. El psicoanálisis promueve el derecho de uno solo, lo singular del
Uno, se pone del lado del Uno, a diferencia del discurso del amo que hace valer el derecho de todos.
El falso psicoanálisis
El verdadero psicoanálisis es el que se pone en la senda del deseo y apunta a aislar para cada uno su
diferencia absoluta, la causa de su deseo eventualmente contingente. Contingente es siempre porque
es del orden del encuentro. “Su goce no es genérico, no se debe a la especie; la modalidad propia de
su goce obedece en cada caso a una contingencia. El goce no está programado en la especie humana.
Hay allí una ausencia, un vacío” (Miller, 2014, p. 37). El goce no está ajustado a normas y con esto
se estrellan todos los discursos universalistas. El falso psicoanálisis es el que sigue los pasos de la
norma, ese que reduce la singularidad al ideal de la especie. Pero el psicoanálisis también tiene efectos
terapéuticos de tapón, de ordenamiento, de alivio, siempre que reconoce la singularidad del deseo.
“No terapeutiza cuando conduce a la norma, sino cuando autoriza el deseo en su desviación constitu-
tiva. Los sujetos llegan al análisis con su queja, con su vergüenza en relación con su goce, y los
efectos terapéuticos del análisis no consisten en conducir esta desviación a la norma, sino por el
contrario en autorizarla, siempre que su base sea auténtica” (Miller, 2014, p. 37). Por ejemplo si llega
un sujeto homosexual que sufre de esta desviación en relación con la ideología común lo que hacemos
es autorizarle, fijarlo en eso que supuestamente es lo “incorrecto", decirle “¡está permitido!”. No
queremos curar el goce. Sino reconciliar al sujeto con el goce. “[…] y esta reconciliación se hace
desafiando lo que se propone como norma” (Miller, 2014, p. 37). La única norma que el discurso
analítico reconoce es la singular. Solo un psicoanálisis verdadero puede alcanzar la Una verdad del
sujeto. Cada vez que la operación consiste en reducirse a finalidades que son las del amo lo que se
está haciendo es psicoterapia. (el psicoanálisis es una experiencia, no una terapéutica, se mide la plata
y el tiempo, se mide las sesiones que le quedan )
HASTA ACA
Miller reconoce que se equivocó en conseguir que se despierte entusiasmo al revalorizar la operación
analítica calificándola de psicoanálisis aplicado para que suene con más glamour. Eso es sugestión.
Hay sugestión cuando no se lee el deseo mismo que es comunicado entre líneas. Hay sugestión cuando
se conduce al analizante por la vía de la norma social. Cuando se orienta por el deseo hay acto analí-
tico.
El deseo de psicoanalista no es lo mismo que el deseo de ser psicoanalista. Deseo de ser psicoanalista
es falso. Es pertenecer a una categoría. Uno se vuelve psicoanalista cuando no puede hacer otra cosa
que eso, es del orden de una elección forzada, cuando se ha hecho un recorrido por otros discursos
que parecen débiles y se vuelve al psicoanálisis, uno se arroja en el psicoanálisis sin poder hacer otra
cosa. Es muy distinto de un curso honorífico de psicoanálisis o de saltear etapas de grado académico.
Uno se transforma en psicoanalista cuando piensa que no hay otro discurso mejor, no hay otra ilusión
que seduzca mejor. Sin embargo cuando los analistas ya están consolidados en su profesión tienden
a olvidar el acto que los convirtió en tales. Es decir, toman al inconsciente como un hecho de sem-
blante y no como algo que exige permanente elaboración.
Para situar cómo alguien se vuelve analista Lacan inventó el pase con el fin de que puedan dar cuenta
de lo que la experiencia analítica modificó de su inconsciente. Es decir dar testimonio de cuánto
ayudó el análisis para no estar sometido a los lapsus y actos fallidos. Freud prescribe y enseña enton-
ces a los analistas en “Análisis terminable e interminable” que cada cinco años rehagan una experien-
cia analítica. O sea nunca abandonar la posición de analizante. Miller está advirtiendo que a pesar de
que nos importe solamente el inconsciente del analizante y no el nuestro, no tenemos que olvidar la
relación con nuestro propio inconsciente, aunque no mientras tenemos un paciente al frente. En la
práctica analítica misma el único inconsciente en juego es el del analizante, nuestro inconsciente no
está. Eso es lo que debe haber permitido nuestro análisis personal. El testimonio debe ser entonces el
del inconsciente psicoanalítico, no el que hace semblante, sino el que se reelabora. Así como lo hizo
Freud en 1933, mostrando un inconsciente que todavía se reelabora. No como un semblante quieto y
cerrado. Testimoniar lo que como sujeto amamos, el psicoanálisis.