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androcentrismo
Estudios de
Género para la
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Profesional
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Androcentrismo y patriarcado
En esta Lectura llevaremos adelante el recorrido sobre dos conceptos que
son centrales para comprender cuáles son y han sido históricamente los
mecanismos de la desigualdad, de los prejuicios negativos de género, de la
exclusión de las diversas identidades de género y el establecimiento del
orden sexual normativo sobre lxs sujetxs.
Androcentrismo
La primera definición más transparente de androcentrismo alude a una
visión del mundo desde el punto de vista masculino, donde el Hombre se
encuentra en el centro del pensamiento y las ideas.
Podríamos pensar que en sí misma esta situación es una más de todos los
modelos de pensamiento o ciencia; incluso podría parecer que es
simplemente una metodología o una epistemología del conocimiento.
Pues bien, es todo ello, pero también es algo más. El pensamiento
androcéntrico no es solo un tipo de visión del mundo y de las relaciones
sociales basado en la mirada masculina, sino que a lo largo de nuestra
historia del conocimiento ha sido el tipo de visión del mundo y de las
relaciones sociales establecido como el parámetro de lo universal.
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adosando a esta diferencia «material» significados y ejemplificaciones de
desigualdad e inferioridad. Así, se aseveraba científicamente que las
mujeres eran menos inteligentes, que su biología las hacía tendientes a la
debilidad, la emocionalidad, la irracionalidad y que el amor por las tareas
de cuidado era una predisposición natural.
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Esto nos lleva a comprender, a su vez, que no todas las mujeres eran ni son
acreedoras de la fragilidad, belleza, delicadeza y cuidado, sino que,
intersectadas con la raza y la clase, miles de mujeres de color, mestizas,
mulatas, amarillas, etcétera, quedaron emplazas en un marco de no-
humanidad, pues el trato sobre sus cuerpos no se nutría de la fuerza –que
les era exigida– y de la producción –que les era arrebata– pensada como lo
era para los Hombres, sino que quedaban relegadas a una asimilación
animal. Lo mismo acontecía con los hombres racializados.
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Por eso las feministas insistimos en que la perspectiva que
pasa por una no-perspectiva es androcéntrica en tanto las
interpretaciones de la realidad con más conocimiento
intelectual, son aquellas que no han tomado en cuenta las
relaciones de poder entre los géneros o las han marginado a
tal punto que su visión o explicación de cualquier fenómeno
social o cultural se ha visto parcializado, incompleto o
tergiversado. Sin embargo, las perspectivas de género
sensitivas o perspectivas de género como se les dice más
comúnmente, no pretenden sustituir la centralidad del
hombre por la centralidad de la mujer aunque partan de una
mirada que corresponde a la experiencia de un sujeto
específico. Pretenden poner las relaciones de poder entre
hombres y mujeres en el centro de cualquier análisis e
interpretación de la realidad. (Facio, 2002,
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=18320201).
Patriarcado
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administraba los bienes, recibía la dote1 del padre de su esposa y tomaba
las decisiones de autoridad sobre lxs hijxs. Este sistema no se limitaba
solamente al ámbito privado de la familia, sino que se extendía y replicaba
en las cuestiones de Estado, en la concepción del sistema económico, del
sistema de saber, etcétera.
Podríamos aproximarnos a la definición del sistema patriarcal, a través de
los esfuerzos de las teóricas feministas, como aquella institucionalización
del dominio masculino que se despliega a través del entramado social
general, por medio de una jerarquización política, económica, jurídica e
institucional. Hacemos hincapié en la forma de institucionalización del
patriarcado, como dijimos, no circunscripta al ámbito familiar, sino
sostenido, constituido y replicado en las instituciones sociales y sus
relaciones.
1) Es histórico.
2) En su seno se presenta un orden de diversas economías de violencia que
son desplegadas sobre el cuerpo de la mujer (apropiación del ideal
reproductor por parte del hombre, objetivación y dominación sexual).
3) Las relaciones de dominación y subalternidad dentro del binomio
hombre/mujer parecen ser mantenidas a través de las diversas
jerarquizaciones sociales.
4) La justificación, validación y legitimación de las desigualdades ancladas
en relaciones de poder de género tienen su base en presupuestos
biologicistas que plantean esta diferencia como natural, moralmente
correcta, jurídicamente legítima y normalmente válida.
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Algunas instituciones son el lenguaje, la familia patriarcal, la
heterosexualidad obligatoria, las religiones, el saber androcéntrico, entre
otras.
A su vez, es erróneo pensar que lxs sujetxs que son subalternizadxs por
estructuras o mecanismos relacionales de poder no tienen ninguna agencia
o capacidad de acción para modificar la situación desfavorable en la que son
colocadxs. Por ejemplo, si pensáramos que la mujer es solamente
dominada, solamente vulnerable, la ubicaríamos ya vulnerabilizada en
todos los espacios, con una nula o casi inexistente posibilidad de resistencia.
Las identidades de género no masculinistas no son en sí mismas un grupo
vulnerable, sino que por el contrario, son a lo sumo vulnerabilizadxs en y
por las relaciones de poder de género. Tampoco es interesante reducir el
discurso de emancipación al debate de mayorías y minorías. El hecho de
que las mujeres constituyan el 50 % o más de la población en términos
cuantitativos no significa en sí un argumento liberador de igualdad, porque
nuevamente dejamos sin cuestionar, sin debatir y sin deconstruir el campo
de poder en donde se articulan las relaciones de género. Podríamos,
además, preguntarnos ¿cuál es el porcentaje poblacional representativo
necesario para no ser subalternizadx? ¿50, 30 o 20 %? Si caemos en la
trampa del discurso de las mayorías y las minorías, corremos el riesgo de
invisibilizar cómo se producen las desigualdades, los cuerpos sobre los que
se imprimen y que su deconstrucción en sí es un problema de la sociedad
toda, pues sus ramificaciones nos afectan a todxs, sea cual sea el grado de
privilegio social que ostentemos. No es un problema de aquellas minorías,
sino que el campo normativo y la articulación de poder de las relaciones
desiguales a través del género, la raza y la clase nos atraviesan a todxs y es
un problema de la sociedad en su conjunto.
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Referencias
Facio, A. (2002). Engenerando nuestras perspectivas. Otras Miradas, 2(2),
pp. 49-79. Recuperado de
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=18320201