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relaciones intracomunitarias en su propio centro escolar, sino con los otros colegas de profesión
docente y, por supuesto, con otros profesores cristianos, para su enriquecimiento y estimulación
apostólica.
Eclesial: Un educador con sentido eclesial como laico católico, pertenece por el bautismo al
pueblo de Dios y participa del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, de manera que su acción
apostólica se deriva de la misma misión salvífica de la Iglesia, según enseña el Vaticano II Ha de
estar agradecido por su pertenencia eclesial desde su propia identidad católica, frente al riesgo del
silencio, cuando se requiera el testimonio confesional manifestado con sencillez, sin disimulo
u ocultamiento.
Esperanza: El profesor católico es como un sembrador del Reino de Dios, y Jesús dijo esta breve
parábola que se le aplica perfectamente a quien ejerce esta función docente: El Reino de Dios se
parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche, y se levanta de mañana;
la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo" (Mc 4, 26-27).
Discipulado: Un educador con sentido de discipulado no se aprende del todo nunca; siempre se
es discípulo más que maestro. Y todo debe enseñar, supuesto este afán de seguir aprendiendo.
Dice el Vaticano II: Prepárense (los profesores) con especial cuidado de suerte que posean una
ciencia, lo mismo profana que religiosa, garantizada con los debidos títulos, y se enriquezcan, a
tono con los avances del progreso, en el arte de educar a la juventud (GE 8).
Igualdad: Un educador con sentido de Igualdad sin exclusión de ningún tipo y que dé prioridad a
los que menos oportunidades tienen. “No hay verdadera paz si no viene acompañada de
igualdad”.
Tolerancia: Un educador con sentido de tolerancia acepta opiniones diferentes o se adapta a las
normas y límites. “Aprovecha tu cultura para tender puentes entre tú y quienes te rodean”