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Recibido: 16/02/2014
Aprobado: 28/05/2014
ABSTRACT
1. Cuestiones Generales
El derecho del trabajo cobija un principio universal como lo es
“a trabajo igual, salario igual”, constituyéndose éste como garantía
de igualdad y no discriminación por concepto alguno, es decir, ni
por género, raza, credo, ideología, condición social, entre otros. Tal
principio ha adquirido constitucionalmente un carácter de derecho
humano fundamental, protegido e inherente a la relación laboral,
evidenciando que la discriminación salarial atenta contra la igualdad
y la equidad, implicando ello, que cuando se presenten realidades de
trabajo iguales y se dé un trato jurídico diferente habrá de procla-
marse el referido principio.
Las perspectivas de salarios distintos, son factibles que surjan
cuando la diferenciación sea razonada en función de la calidad y
cantidad del trabajo, y esta debe ser objetiva y rigurosamente proba-
da por el empleador/a, estableciendo para ello, criterios que deben
ser utilizados conjuntamente para que permitan la transparencia en
la determinación de las ponderaciones retributivas, a los fines de ex-
cluir cualquier sospecha de factores que tengan influencia determi-
nante en la desigualdad remunerativa.
Toda remuneración no sólo debe tenerse como la contrapresta-
ción del trabajo efectuado, sino que el mismo, ha de ser adecuada al
esfuerzo que implica la tarea cumplida por el trabajador/a, así como
a su preparación, experiencia y conocimientos y al tiempo durante el
cual vincule su potencia de trabajo a los fines que interesen al patro-
no/a. Ello implica que el empleador/a no puede fijar de manera arbi-
traria los salarios de sus empleados/as, preferir o discriminar a algu-
8. A modo de conclusión
Concretar el ideal del principio “a trabajo igual, salario igual”,
es asumir la no discriminación remunerativa como garantía de igual-
dad y equidad en el Derecho del Trabajo, constituyéndose este cómo
una de las metas fundamentales que aspira alcanzar las ciencias jurí-
dicas, pues esto no es más que la demanda de igualdad en la distri-
bución de las ventajas y cargas que la sociedad atribuye a cada uno
de los elementos que la componen (Estado – empleador – trabaja-
dor). El verdadero y correcto sentido del principio de igualdad, no
excluye, sino que impone, la necesidad de establecer distingos entre
aquellos que no se encuentran en idéntica situación. Para alcanzar la
equidad, tales diferencias deberán poseer un sentido inversamente
proporcional al de las fuerzas que en la realidad condicionan la desi-
gualdad de las posiciones que cada uno ocupa.
Reconocer la existencia de un tratamiento jurídico diferencial
no necesariamente es contrario a derecho, sino que solamente lo será
cuando el mismo esté sustentado en motivaciones discriminatorias;
esto es, cuando las distinciones reposan en consideraciones jurídica-
mente inaceptables y por lo tanto ilícitas. El amparo contra la discri-
minación, necesariamente supone que las motivaciones o fundamen-
tos de un tratamiento desigual, sean contrarias a derecho.