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El dispositivo Cortázar/Perec y los “nuevos” avatares del libro artefacto.

Walter Romero
Cátedra de Literatura Francesa, FFyL, UBA
wallyrom@yahoo.com

Intervenciones gráficas en los dispositivos textuales de Cortázar y Perec: actualizaciones


acordes a las literaturas del después como un modo de revisitación de la literatura de los
años setenta. Cortázar como plagiario por anticipación y Perec como un “continuador” de
algunas estrategias textuales de vanguardia del gran cronopio argentino. Los libros
artefactos como manifestación de enlace de un dispositivo autoral que la contemporaneidad
lee necesariamente “en sintonía”.-
grafismos- dispositivo- oulipiano- cronopio- libro artefacto

A Beatriz Álvarez, in memoriam

Hay una zona de atracción, a modo de tenso punto ciego, que ha sido capturada por

cierto tipo de escritura, que se originó en los años setenta y que es motivo de un inesperado

update en nuestros días. Renovados ciertos protocolos, y, revisadas ya, con extrema

dedicación, esas escrituras “cercanas” y lejanas a la vez, -también en ese límite dudoso, que

vuelve indistintamente familiar o extrañamente conocido, un producto cultural de aquellos

años; con las prevenciones debidas a esta ostranenie vital-; hay escrituras -o más bien zonas

de esas escrituras que persisten- cuyo enfático anclaje en el hoy las ha vuelto aún más

visibles. Tanto lo actual como lo inactual de estas neovanguardias está siendo parte de las

manifestaciones de lo extremo contemporáneo, ahí donde una suerte de literatura del

después1, muy formalista y continuadora de la tradición rupturista de los escritores que nos

1
“¿Debemos escribir libros tontos? La forma o la vida: un dilema en el arte de nuestro tiempo” de Gerardo Jorge en
Kozac, Claudia (comp.), Deslindes. Ensayos sobre la literatura y sus límites en el siglo XX, Rosario, Beatriz Viterbo
Editora, 2006, pp.107-117.
convocan, intenta confrontarse a sí misma en un “movimiento desesperado” pero calmo,

acaso como si se tratase del instante previo a un apocalipsis. Una literatura sin

imaginación, diremos; en la que Georges Perec, que reconocía no tener imaginación

alguna, se ha vuelto un autor central del canon.

Para entrar de lleno, y antipáticamente en el tema, tanto Julio Cortázar como el

autor de Je me souviens, han merecido, o sabido recibir, “reconsideraciones”,

denostaciones, acusaciones, incriminaciones ideológicas y otros etcéteras. Cortázar es un

caso conocido en nuestro ámbito; Perec, si bien ahora es reverenciado por las nuevas tribus,

supo, sin embargo, ganarse el desdén, que en algunos todavía se escucha, a causa de esa

literatura para burgueses empeñados en ponerse a buscar una letra e, que estaría perdida en

una trama muy razonada, y varios dislates.

Puestas ya, a modo de íncipit, estas impugnaciones, reinvocamos esos puntos de

irradiación de la obra de Perec, de productividad inusual, que son ya, para toda la literatura

contemporánea, una suerte de puntos cardinales: 1) nos referimos a la matriz

autobiográfica y/o autoficcional de muchos de sus textos, y, acaso la pulsión-faro de las

mayores reverberancias, 2) la matriz novelesca y/o de ficción pura, 3) la matriz

lipogramática, o surgida del ouvroir, y, 4) la matriz sociológica o “de indagación social”.

Cada una de estas pulsiones que pueden aparecer combinadas o recombinadas en uno o

varios libros, tiene representantes notables en la literatura francesa actual: baste citar a

Annie Ernaux, a Jean Echenoz, a François Bon, a Gérard Macé, a Jean-Philippe Toussaint.

En franca reversibilidad, y, en algunos casos, a modo de anticipación de algunas

fenoménicas oulipianas, varias de estas dinámicas forman parte de la textualidad

cortazariana. Tanto en el “argentino oulipiano” nacido “no accidentalmente” en Bruselas,


como en el “enormísimo cronopio francés” muerto hace ya treinta años, ciertos

procedimientos, del orden de la miscelánea2, -y, referidos más bien-, a ciertas

“intervenciones gráficas” en el cuerpo del texto, que es el síntoma que quisiéramos

someramente señalar, son parte importante del funcionamiento de sus obras, acaso, más

caleidoscópicas. Desde la lógica oulipiana, Cortázar sería un “plagiario por anticipación”

que aplicó a sus textos procedimientos que luego desarrolló el OULIPO, la penúltima

contravanguardia de la inteligencia francesa a la cual el autor de Rayuela estuvo invitado,

pero a la que nunca se integró. Cortázar/Perec o Perec/Cortázar,3 indistintamente,

conforman un dispositivo combinatorio que asumió la proeza de “la no linealidad del

hipertexto”. Estas escrituras, ahora aggiornadas, pensaron la realidad mediante un

trastocamiento que hizo del texto un “artefacto trufado de implicancias culturales. Como

dijo Jean Paul Sartre, la literatura de una época es la época digerida por su literatura.

En el tratamiento de pequeños “restos de realidad”, observamos procesos de

“asimilación o de deglución estética y política de una época”, tildados antes de artificiales,

pero presentes en varios rasgos de las escrituras del hoy. Si bien algunos, han envejecido;

otros, por el contrario, han resistido el desalojo del hoy caduco (pos) modernismo, al

ostentar su condición artefactual, que se proyecta sin más en las artes del presente: ahí

donde la literatura es menos un libro y más una migrancia. Obras pensadas más como work

in progress, metalepsis o comedias de autor donde éste interviene o aparece en el esfumado

entre la realidad y la ficción, usos de la fotografía o de la imagen, experimentos de vida o

“estratificaciones del pasado”, texturas de fuente abierta, participación activa del lector de
2
En torno del “carácter misceláneo (la miscelánea) que cobra progresivamente la escritura cortazariana”
véase el imprescindible artículo “Cortázar: los modos de la ficción” en Rosa, Nicolás, La letra argentina
crítica 1970-2002, Buenos Aires, Santiago Arcos, 2003, pp.83-101.
3
Como modelo de dispositivo, véase “El dispositivo Genet/Sartre” de Juan José Saer, suplemento Babelia,
Diario El País de Madrid, sábado 20 de diciembre de 2003, p. 12.
los procesos fictivos y de las comunidades que una obra crea, actos de escritura pensados

más como performance o como instalaciones, son todas operativas que podemos chequear

en las obras de Coetzee, Sebald, Aira, Pitol, y en los autores franceses de la “última hora”,

como Houellebecq o Carrere. Más allá de estas “legitimaciones”, en el seno de las

polémicas sobre la posliteratura, los nombres de Perec y de Cortázar siguen siendo

problemáticos: Richard Millet, el gurú de las literaturas posautónomas, sostiene, en su

último libro, que la obra del autor de Divertimento “est malaisée á definir” y que su

“démarche litteraire hybride” revela, al igual que la de Perec, una “nécessité de

l’inappartenance littéraire”.

Los artefactos4 creados por ambos hace ya más de cuarenta años, pretendían y

pretenden, casi agonísticamente, mostrar, tanto desde el punto de vista narratológico (en

sentido amplio) como en la mera mis en page, la forma de torcer los “modos de

representación” que se resistían a desaparecer y que, constricción o miscelánea mediante,

había que “hacer saltar por los aires”. La manipulación, en muchos casos excéntrica, de

estos materiales fabrica un assemblage que se hizo cargo de su tiempo y de un legado que,

tras una sonrisa, esconde un tembladeral5 que ocupa el centro de las preocupaciones

literarias del siglo XX. Acaso el modo cosmopolita y libresco de entender la realidad, como

sólo un argentino en Paris o un parisino hijo de emigrantes de condición judía podrían

hacerlo, ayude a comprender mejor esta vigencia y la trastienda existencial de estas

operaciones. Detrás del “espectáculo verbal de las palabras”, hay un detritus de absurdo y

de mudo teatro, que, en uno y en otro, ocupan un lugar despacializado, pero inquietante: en

4
Reemplazamos el concepto de libro-almanaque que el mismo autor acuñara y, sus derivados: libro-collage o
libro-objeto, por el concepto de libro-artefacto que nos parece más pertinente para una lectura contemporánea
de esas especies en Cortázar.
5
“Lacan vio con mucha claridad que la experiencia de lo real siempre es, en parte, experiencia del horror”, en
Badiou, Alain, El siglo, Buenos Aires, Manantial, 2005, p. 36.
Cortázar, la muerte real de la Osita de treinta y seis años, clausura, a modo de post-

scriptum, la expedición de los autonautas de la cosmopista; en Perec, la memoria y el

olvido de un huérfano, que reconoce no tener recuerdos de infancia, vuelve como una

reprise infinita, la evocación de una madre gaseada posiblemente en Auschwitz.

De entre todas las máquinas que ambos crearon, me detengo en algunos libros-

artefactos montados o “intervenidos” por heteróclitos fragmentos, suerte de “átomos de

antirrepresentación” que “emancipan” su materialidad y que oscilan entre un anclaje

epocal y/o un guiño stendhaliano a los lectores del futuro. Acaso la monumental Vie de

Henry Brulard, autobiografía novelada e ilustrada con más de cien croquis, mapas y

dibujos topográficos a mano, sea el precedente decimonónico de estas manifestaciones. No

olvidemos que 53 jours, la obra que Perec dejó inconclusa, es un libro-homenaje que alude

al tiempo de escritura que le llevó a Stendhal completar La chartreuse de Parme. El texto

comprende once de los veintiún capítulos previstos, más un abundante carpeta de notas y

borradores que en mucho recuerda al Cuaderno de Bitácora de Rayuela, pieza impar de la

crítica genética en Argentina.

En el Libro de Manuel (1973), verdadera reescritura de Rayuela, “libro que no

solamente no parece lo que quiere ser sino que con frecuencia parece lo que no quiere”, a

través de un complejo sistema que cruza lo literario y lo ideológico, en iconoclasta

intención política, cada uno de sus capítulos -y cada una de las notas o recortes de prensa

que (en el cruce de, al menos, dos sistemas semióticos) el personaje de Susana debe

traducir- se performatizan o se “ponen en escena” problemas que, en su ensamble de

dispositio y decodificación, anticipan varios de los scrapbook modernos. Afiches,

comunicados de agencias de prensa, croquis, organigramas, retazos de notas con tipografías


extremas, infografías, publicidades, “neofonemas”, cuadros de estadísticas, documentos o

tipeos dactilográficos son parte de un gran jeroglífico a descifrar que es literatura y, a la

vez, pero denuncia. Su publicación tenía como objetivo señalar las acciones represivas que

se venían ejecutando en Argentina y en otros países de la región, que muy pronto degeneró

en terrorismo de Estado.

Publicada cinco años después de Libro de Manuel, en La Vie mode de emploi

(1978), encontramos, en insólita coexistencia: dibujos del troquelado de un puzzle, frases-

enigmas, entradas de diccionarios, insólitas bibliografías al final de un capítulo, dibujos a

modo de dintel de página, listas del supermercado, copias de instructivos de un manual

técnico, árboles genealógicos, fragmentos de epistolarios, crucigramas a medio hacer o

bajorrelieves que decoran la página y que funcionan como cesuras gráficas6. La condición

de novela total que la crítica señala para esta summa, no invalida, más allá de sus

experimentaciones, sorprendentes lecturas políticas que, como en W ou le souvenir

d’enfance, encuentran correlato en la realidad argentina; la noción de “agujero” o de falta,

de ausencia o de fantasma, y el abordaje y la densidad metatextual y problemática con que

fue abordado hacen, de Perec, el gran autor en torno del problema de la desaparición, en

sus múltiples y argentinos sentidos.

Es en el tratamiento de los materiales y en la construcción de estos extraños libros

con incrustaciones y recortes, donde reconocemos un proceso difuso de afabulación que

vuelve, a esas mónadas discontinuas de subjetividad y objetividad, un rompecabezas que

termina por parecerse bastante a lo real. De una regla nunca expresada, pero tácita en

6
Véase sobre la “discontinuidad espacial” y “el micro-nivel de las mutaciones estilísticas” el libro de Franco
Moretti, Graphes, cartes et arbres. Modeles abstraits pour une autre histoire de la littérature, Paris, Les
prairies ordinaires, 2008, p. 125
Aristóteles, se desprende que, del entrelazamiento sutil de las partes del tragedia -la liaison

de scenes-, depende la belleza última de la forma trágica; en nuestro caso, en la articulación

y en este ensamble de “imagos”, hay una manera equívocamente no causal de combinar la

heterogeneidad de esos retazos como “vectores de posibilidad” de la realidad, que irrumpen

y dialogan con la ficción, o viceversa. Como en la teoría del clínamen, cada uno de estos

fragmentos introduce una desviación que responde a la ley de “la pluralidad y de la

independencia total de las causas”. Estos “libros que no se leen como libros”, son, como en

La vuelta al día en ochenta mundos, “con sus anversos y sus reversos”, con sus

“confecciones reversibles”, un compendio “suelto y despeinado, lleno de interpolaciones y

saltos y grandes aletazos y zambullidas”. En su “urdimbre”, parecen ser esos mismos

heteróclitos fragmentos los que, hasta el día de hoy, nos interpelan como coágulos de

sentido. En esa “irrupción osmótica de la realidad”, a través de un espaciamiento y de una

complejización de la lectura, que es visión simultánea de la página y de la realidad, las

“virutas del presente” se vuelvan “prismáticas subdivisiones de la Idea”.

Hay algo cortazariano y perecquiano de gran actualidad y, a su vez, de anclaje en la

tradición, que mima el gesto mallarmeano de “salirse de la página”, en su rechazo a ese

monótono rectángulo: “unidad artificial” que se ha vuelto “superficie” donde postear

premeditadas “fracciones de realidad”. De la emergencia insólita de estos injertos, saldrán

inesperadas revelaciones, sampling, remixing o empalme mediante.

Acaso el logro de estas literaturas conexas de Perec y Cortázar y sus “gráficas

sorpresas”, sea la deriva de un sueño borgeano: la biblioteca sin novelas; cuyo colmo o

reverso, es una biblioteca donde los libros ya no sean lo que fueron, sino que se parezcan
más bien a esos extraños libros-artefactos de la década del setenta, repletos de guijarros de

sentido y de deshilachadas porciones de realidad, que algo querrán decirnos. –

Referencias bibliográficas

BELLOS, David. 1994. Georges Perec. Une vie dans les mots. Paris, Seuil.

CORTAZAR, Julio y BARRENECHEA, Ana. 1983. Cuaderno de Bitácora de Rayuela.


Buenos Aires, Sudamericana.
CORTAZAR, Julio. 1973. Libro de Manuel. Buenos Aires, Sudamericana.
…………………… 1970. La vuelta al día en ochenta mundos. Buenos Aires, Siglo XXI.

DUNLOP, Carol y CORTAZAR, Julio. 1983. Los autonautas de la cosmopista o Un viaje


atemporal Paris-Marsella. Buenos Aires, Muchnick Editores.

MAFESSOLI, Michel. 2009. El reencantamiento del mundo. Una ética para nuestro
tiempo. Buenos Aires, Dedalus Editores.

PEREC, Georges. 1987. W o el recuerdo de infancia. Barcelona, Península.

RANCIERE, Jacques. 2009. La palabra muda. Ensayo sobre las contradicciones de la


literatura. Buenos Aires, Eterna Cadencia.

ROMERO, Walter. 2009. Panorama de la literatura francesa contemporánea. Buenos


Aires, Santiago Arcos.

SAINT-GELAIS, Richard. 2011. Fictions transfuges. La transfictionnalité et ses enjeux.


Paris, Seuil.

MILLET, Richard. 2010. L’enfer du roman. Réflexions sur la postlittérature. Paris,


Gallimard.

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