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ALBERTO Y MAGDALENA

Autor: Francisco José Aguirre Silva

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ALBERTO.

MAYO DE 1904.

--- ¡Lo mataste, lo mataste! ---

Grito Simón cuando vio caer sangrando de la cabeza al canijo de Cándido. Alberto

quedo parado sin moverse viendo a su oponente, en el piso. No podía creer que lo

había vencido y tampoco podía creer que sangrara tanto. El golpe que le dio en el

mentón lo aventó hacia atrás contra la reja donde uno de los filos le abrió la

cabeza.

Alberto no lo pensó más, había oído que eso se pagaba con la cárcel y él solo se

había defendido, no iría a ninguna prisión por algo que él no quería ni había

planeado que sucediera. Ágilmente trepo a la reja, salto fuera del internado y

empezó a correr, al principio sin dirección, frenéticamente, por las callejuelas de la

ciudad.

Al agotarse, después de varios minutos de loca carrera se detuvo y volteo para

todos lados, nadie lo seguía y nadie se interesaba por él. Era cerca del mediodía y

hacía calor, el calor de San Luís Potosí en el verano.

*** ¿A dónde me voy?, ¡no tengo a donde ir! ***

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Se preguntó todavía asustado.

Cumpliría apenas 12 años el próximo mes de julio, y sabía que no tenía a nadie o

que nadie se preocupaba por él.

El Sr. Juan Puente Valerio, Director del orfanato lo trataba muy bien, desde que lo

dejo su papá, pero ahora….., no sabía que pasaría, si

Cándido estaba muerto, tendría que entregarlo a la policía. Decidió seguir su

camino.

Hacia 6 años que su papá lo había dejado en el internado con la promesa de

volver a verlo seguido; jamás volvió y en enero de ese año, 1904, el director del

orfanato le notifico que su padre había muerto el pasado 14 de diciembre.

De su mamá solo recordaba pocas cosas, como el día que se marchó de su casa

después de haberse gritado con su papá, se fue con su hermana Isabel y su

hermano Francisco ambos mayores que él. ¿Por qué lo había dejado su mamá?

Un buen día, su papá le dijo:

--- ¡Nos vamos a San Luis, caminando!, anda junta algo de tu ropa y amárrala con

una camisa y vámonos.---

Llegaron a San Luís caminando después de varios meses desde que habían salido.

Su papá consiguió trabajo en el correo, así como había conseguido trabajos en el

camino. Él se tenía que sentar junto al escritorio y no molestarlo, era difícil y al fin

un niño de seis años, se paraba de su lugar corría entre los escritorios de los otros

empleados, tomaba sus cosas, las movía, en total daba lata, un buen día, después

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de algunas quejas de los empleados del correo, lo llevo al internado, no supo para

que hasta que le dijo:

--- Aquí te quedas, te van a cuidar estos señores, son muy buenos, yo vendré a

verte seguido.---

Lo vio alejarse y trato de correr para alcanzarlo; no lo dejaron, le grito:

--- ¡No me dejes, no me dejes, me voy a portar bien!, papá, papá no me dejes.---

De nada sirvieron sus gritos y lágrimas…, su papá se fue.

El internado estaba lleno de huérfanos y niños como él, el gobierno ahí los llevaba

cuando los encontraban abandonados o que sus padres murieran y no sabía a

quien entregarlos o bien que los dejaban por no poder cuidarlos más. El ambiente

era difícil, como el de una correccional o tal vez peor, la lucha por subsistir era

diaria, a los maestros y celadores poco les interesaba lo que ahí pasaba.

Había niños grandes de 16 o 17 años que no había terminado sus estudios de

primaria y de superior. Después a los 18, deberían dejar el internado. Ellos

formaban y lideraban pandillas que peleaban eventualmente entre si o que

maltrataban a los pequeños y a los débiles.

Debieron de pasar seis años para que Alberto se convirtiera en líder de un

pequeño grupo de niños de su edad, otros menores a él e incluso uno más

grandecito. Este grupito se formó para defenderse de los muchachos grandes,

unas veces escondiéndose y otros, cuando no había más remedio peleando

aunque sacando la peor parte.

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A pesar de su corta edad Alberto era fuerte, los músculos delgados de los brazos y

piernas se dejaban ver como su tuviera cuerdas metidas bajo la piel, no era muy

alto pero con su metro cincuenta, parecía mayor que los otros niños de su misma

edad.

Ese día, Cándido y su grupo los acorralo, pretendía golpear a Alberto, él se

defendió y hubo una pelea dispareja, Alberto llevaba las de perder, por cada golpe

que daba, él recibía cuatro. Hubo una oportunidad, Alberto apoyo sus dos pies en

el piso en el momento que Cándido bajaba su guardia y entonces poniendo todo

sus coraje Alberto lanzo un derechazo que fue directo al mentón de Cándido y ahí

acabo la pelea.

Ahora tenía que huir, sin saber a dónde ir.

Recordó que cuando caminaba con su papá rumbo a San Luís, el sol y la luna

siempre salían por su lado derecho, entonces pensó:

*** Si caminaba con la salida del sol o la luna a su izquierda estaría regresando a

México, donde había nacido, tal vez allá encontraría a alguien que fuera su

pariente y lo quisiera ayudar. ***

Empezó a caminar, tomo rumbo hacia el sur, para la tarde, antes de que cayera el

sol ya estaba lejos de la ciudad, iba en una vereda de ganado en zigzag entre

nopales, donde sería difícil que lo vieran a simple vista.

La noche le llego cerca de una ranchería donde oyó que los perros le ladraban, por

lo que decidió darle la vuelta y seguir otro rato, pero tenía hambre y sed.

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Cambio de parecer, se fue acercando con cuidado hasta que pudo darse cuenta

que solo eran unas pocas casuchas donde dos de ellas tenían luz de velas y se

veía algo de movimiento, los perros por alguna razón se habían callado.

Permaneció en silencio, acostado en el piso asechando, tratando de descubrir algo

de comer o de beber. El cansancio por la fuerte emoción, la carrera y la caminata

le ganaron al hambre y a la sed y se durmió.

El gruñido de un perro y el grito del hombre parado frente de él lo despertaron, se

paró de un salto y trato de huir, el hombre le grito nuevamente,

--- ¡quién eres! ---

Se quedó quieto, no podía correr, dos perros y el hombre lo rodeaban, contesto,

--- ¡Me llamo Alberto! Y solo pasaba por aquí y me quede dormido.---

--- ¡Estabas esperando que nos durmiéramos para robarnos!, ¿verdad?---

--- ¡Sí!---

Contesto Alberto.

--- Quería tomar algo de comer y de beber, tengo hambre y sed.---

El hombre se quedó pasmado, el chamaco reconocía lo que sospechaba y lo

declaraba, unos momentos no supo que decir y luego agarrándolo del brazo y

jalándolo le dijo:

--- Pues anda ven y come, solo hay tortillas y pocos frijoles, también algo de

agua.---

Alberto pasó la noche afuera del jacal, las pocas tortillas y frijoles con chile le

había medio calmado el hambre y el sueño volvió a ganar.

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Antes del alba lo despertó el hombre y le dijo:

--- Vete, si estas huyendo, vete ahora, no quiero que quien te busque te encuentre

aquí, ya tenemos nosotros nuestros propios problemas, anda vete y que Dios te

cuide.---

*** ¿Dios? ¿Quién era Dios?, a quien cuidaba, ¿Por qué lo cuidaría a él?***

Con estas y otras preguntas emprendió la marcha dejando La Estancia, como se

llamaba la ranchería, con el sol que ya despuntaba a su lado izquierdo.

La señora le había dado otras cuantas tortillas y un guaje lleno de agua.

El sol ahora le picaba la cabeza y el agua del guaje se acabó hacía rato, tendría

que encontrar más agua o moriría, él lo sabía a pesar de su corta edad, pues eran

de las cosas que los maestros le habían enseñado, eran buenos después de todo,

enseñaban muchas cosas, ya sabía todo tipo de cuentas aritméticas, sabía escribir

y lo hacía muy bien, sabía de historia como que la independencia se había logrado

cuando el cura Hidalgo había levantado al pueblo en armas y sabía que Porfirio

Díaz era el presidente, que había sido un general importante en la guerra contra

los franceses y muchas cosas más, él sabía. Pero ahora sin comida y sin agua de

nada le serviría tanto conocimiento.

Casi arrastrándose, al caer de la tarde llegó a un poblado, también era pobre pero

algo podría conseguir. Había caminado por las rodadas de las carretas pero a ratos

se subía a la ladera de los cerros que le quedaban a la izquierda, sin subir muy

alto, solo lo necesario para evitar encontrarse con gente, aún tenía miedo de que

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lo estuvieran buscando. Al ver que el poblado era más grande que el anterior,

decidió aventurarse, tenía hambre y sed.

Encontró un tendejón de mercancía, poco surtido pero era el comercio más grande

del lugar o al menos era el primero que veía.

Entro y vio a una mujer que le pareció que estaba muerta, sentada en una silla

mecedora y sin moverse.

--- Buenos días tenga usted señora.---

La mujer abrió lo pequeños ojos ocultos entre tantas arrugas de su piel quemada

por el sol y le contesto.

--- ¿Qué se te ofrece?, tú no eres de por aquí ¿verdad?---

--- No señora, estoy de paso y voy a México.---

La anciana rio y mostró que le faltaban la mayoría de los dientes y los que

quedaban eran negros y carcomidos por la suciedad y el tiempo.

--- México está muy lejos, te falta mucho… pero allá tú, ¿Qué quieres pues? ---

Le pregunto.

--- Comer y beber, señora, no tengo dinero, pero le hago el trabajo que usted

quiera por la comida y el agua.---

La mujer se quedó quieta un rato, que pareció interminable y con mucho esfuerzo

se paró de su sitio, sígueme, le dijo y lo condujo al cuarto de atrás de la tienda

donde había una vieja cama con una cabecera de madera que debió de ser en

algún tiempo un mueble fino y ahora estaba todo raspado y mugriento. También

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había una mesa con dos sillas y en el rincón un anafre de carbón donde se veía

que calentaba sus alimentos.

--- Siéntate ---

Le ordeno.

--- Solo tengo algo de frijoles y unos huevos, yo ya no los como, pero la gallina

sigue poniéndolos y hoy tú tienes suerte, no los he vendido y te los voy a preparar,

mientras toma agua, sírvetela de ahí del cántaro, usa el mismo vaso.---

Alberto bebió hasta hartarse, era mucha su sed.

Le sirvió un plato con frijoles revueltos con los dos huevos que había, tortillas

recalentadas y café.

--- Al terminar vienes para que te diga que vas hacer.---

Los frijoles con huevo sabían a gloria y el café aunque amargo ayudaba mucho a

calmar el hambre que tenía después de casi no comer en dos días.

Con la alegría de sus 12 años y el estómago medio lleno fue con la anciana

chimuela para iniciar su trabajo.

--- ¿Qué debo de hacer seño? Ya estoy listo.---

Ya era tarde y empezaba a obscurecer afuera de la tienda-casa.

--- Por ahora busca un lugar donde dormir, algún rincón en el cuarto para que

descanses; que mañana te espera un largo día.---

Se acomodó en un espacio en el piso de tierra apretada cerca del anafre se

recostó sobre uno de sus brazos y no tardo en dormirse pensando que si seguía su

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camino escapándose por la noche o se quedaba a cumplir con lo que ofreció,

escogió lo segundo.

Brígida, como se llamaba la anciana, lo despertó muy de mañana, apenas

despuntaba el sol y algo de luz entraba por la pequeña ventana. Le acerco un tarro

con café y dos tortillas tapando los pocos frijoles en el mismo plato de barro donde

la noche anterior le sirvió los frijoles con huevo.

Al terminar su desayuno busco a la anciana en el frente de la casa donde estaba

el tendejón.

--- Ya termine seño ya estoy listo.---

La anciana su paro pesadamente de su mecedora y se encamino al cuarto de

comer y dormir, donde habían estado antes, pero esta vez se acercó a lo que

parecía una pared hecha de tablas y palos viejos, las otras eran de adobe y el

techo de varas y lodo mezclado con pasto y hierbas, empujo una de las tablas y se

abrió una puerta sostenida por tiras de cuero que hacían las veces de bisagras.

Entraron a otro cuarto, pero este sin la ventanita, que el otro tenía y que permitía

la entrada de algo de luz, por que quedaron en completas tinieblas,

--- Pásame ese quinqué que está en la esquina.---

Alberto volteo a las esquinas del cuarto y no vio nada todo era oscuro, se regresó

al otro cuarto y busco igualmente en las esquinas, lo encontró, busco cerillos que

hallo cerca del anafre, lo encendió y se lo paso a la anciana que lo veía con una

mueca en la desdentada boca muy semejante a una sonrisa.

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El cuarto iluminado con la poca luz del quinqué, era una especie de bodega llena

de muebles viejos y cajas de madera de mediano tamaño. También había costales

que al parecer tenía fríjol y otros harina, tablas tiradas por un lado, una vieja silla

de montar y otros trebejos, total un tiradero.

El cuarto tenía otra puerta de la misma construcción que por la que entraron. La

vieja se acercó ayudándose con la luz del quinqué para no tropezar con el tiradero

de triques y la abrió quitando primero un grueso palo que servía de tranca para

evitar que se abriera desde afuera.

El cuarto se ilumino y permitió ver mejor el tiradero del cuarto.

--- Vas a sacar todo y cuando lo tengas afuera yo te voy a decir que vuelves a

meter y que dejas afuera para quemarlo.---

Dijo la anciana.

Sin pensarlo mucho, Alberto empezó la tarea sacando lo que estaba cerca de la

puerta. Unas tres horas después había sacado arrastrando en ocasiones y

cargando en otras la mayoría de los muebles viejos.

Arrastraba un baúl que parecía se desbarataría por lo apolillado y podrido, de

pronto se cayó la tapa, tenía el lomo medio curvado y por dentro estaba forrada

de tela que en un tiempo tal vez fue roja, por fuera estaba cubierta de cuero

labrado con diversas figuras. Al tratar de ponerla en su lugar, se quedó un

momento viendo el contenido del viejo baúl, había algunos aparejos, un morral de

cuero y una pistola, un revolver negro con las cachas de madera, con una cabeza

de vaca grabada en la misma madera.

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El piquete que sintió en el dedo de la mano que sostenía la tapa del baúl fue

primero como si un alfiler se le hubiera clavado profundo, después calor en la

mano que empezó a recorrer todo el cuerpo, sintió que la garganta se llenaba de

pelos y alcanzo a gritar después de ver el alacrán que lo había picado y que se

movía dentro de la tapa entre lo roído de la tela que la forraba.

Cuando la anciana llego, Alberto se encontraba de rodillas sentado sobre sus

piernas agarrándose la mano fuertemente.

--- ¡Que te paso muchacho! ¿Por qué gritas tanto?, ¿Qué tienes?---

Lo vio con una mano agarrando a la otra como si quisiera exprimirla.

Alberto con dificultad en el habla por tener la lengua como gruesa y pastosa, le

contesto:

---Me pico ese alacrán---

Señalándolo con toda la mano cuando este seguía moviéndose dentro de la tapa

que yacía tirada en el suelo junto de él.

La anciana se acercó a la tapa y sin ver a Alberto, fijo su pobre vista en el alacrán,

con habilidad lo tomo de la cola y lo levanto a la altura de la boca de Alberto, le

dijo en tono firme y sin soltar al animal,

--- ¡mastícalo para que se muera y trágatelo! ---

Alberto abrió los enormes ojos negros y se quedó viendo asombrado a la anciana,

--- Solo así te salvaras.---

Le dijo Brígida,

--- ¡ándale rápido! ---

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Alberto abrió la boca y cerró los ojos, la anciana con cuidado y sin soltar al animal

de la cola se lo metió a la boca y le dijo:

--- ¡mastica!---.

Alberto apretó los dientes y sintió las patas y tenazas del animal moviéndose

dentro de su boca y volvió a masticar, en esta ocasión la anciana dejo ir la cola

que también mastico Alberto.

---Ven te voy a dar un té de tila para el susto así te sentirás mejor.---

Lo llevo dentro del cuarto acostándolo en su desvencijada cama.

Después de tomar el té con mucha dificultad, pues la lengua la sentía más gruesa

y el manojo de pelos en la garganta se había hecho más grande, se quedó

dormido costándole mucho trabajo respirar.

Cuando despertó, se sintió como flotando con la mano medio entumecida como si

se le hubiera dormido por acostarse sobre de ella. Brígida no estaba en la

habitación, se incorporó y camino hacia el frente donde estaba el tendejón, era de

noche, todo estaba oscuro, a duras penas podía ver con la luz mortecina del

quinqué. La anciana estaba acostada a medio camino, junto al anafre, donde él

había dormido cuando llegó.

---Doña Brígida, doña, seño, ¿qué hace usted ahí?, ¿está usted bien?--- Pregunto.

La anciana levanto un poco la cabeza al contestar.

--¿Ya despertaste?, vuelve a dormir, déjame descansar, aquí estoy bien.---

La luz del sol entro por la ventanita e ilumino la habitación, Alberto despertó y de

inmediato se levantó, buscando a Doña Brígida, no la halló donde la dejo hacia

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quien sabe cuánto, cuando estaba oscuro todavía. Fue al frente, a la tienda, ahí

estaba en su vieja silla.

--- ¿Ya te sientes mejor muchacho?---

--- Haz dormido por tres días luego te despertaste una noche y volviste a dormir

dos días más. No pensaras quedarte dormido toda la vida, ¿verdad? Anda ven

come algo ya llevas muchos días sin nada, solo el agua que te di estando

dormido.---

Le dio frijoles con algo de carne, que parecía de puerco, pero seca, las tortillas

estaban calientes, recién hechas, todo le supo a gloria. Bebió agua, mucha agua y

café. Sintió como pasaba el agua adentro de él, una sensación que lo hacía

sentirse bien, con mucha tranquilidad, como nunca había sentido, o por lo menos

no recordaba haber sentido. Se dio cuenta que casi muere y estaba ahí, vivo,

bebiendo agua y comiendo frijoles.

---Ya estoy bien, bueno creo que estoy bien, gracias Doña Brígida, usted me

salvo.---

--- Dale gracias a Dios.---

Contesto la anciana.

--- ¿Dios?, si fue usted quien me cuido a mí, Dios no me tiene en su lista.---

Rezongo Alberto y hablando entre dientes se alejo diciendo;

--- Mejor voy a seguir arreglando la bodega.---

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--- Si ándale porque no tarda en llover, ya llevamos varias semanas sin agua y ya

debe de venir pronto y se me mojará todo, que aunque parece que ya no sirve lo

que sacaste, algo se quedara todavía.---

Alberto se fue hacia el cuarto, paso a la bodega que estaba a oscuras, pues doña

Brígida había cerrado la puerta otra vez. La abrió y encontró en el patio todo

como lo había dejado. Movió con cuidado la tapa del baúl hasta cerciorase que ya

no tenía otro maldito alacrán. Las cosas en el interior seguían como las dejo, la

pistola encima del morral de cuero y abajo los aparejos.

Puso la tapa en su lugar y siguió sacando los otros muebles, cuando les tocó el

turno a los costales llegó doña Brígida y le dijo:

--- Déjalos adentro, solo acomódalos cerca de la puerta, para que los vaya

sacando cuando los necesite y vamos a ver que quemamos y que guardamos.---

Selecciono varios muebles que estaban tan dañados que solo para leña servirían,

Alberto lo fue poniendo en un extremo del patio para después partirlos en pedazos

para leña del anafre.

El baúl de los alacranes también deshazlo y lo quemamos aquí mismo con todo y

lo que trae dentro.

--- Seño, seño, no queme usted el morral, está bien bueno y si me lo regala me

servirá mucho en mi viaje… cuando me vaya claro, y la pistola no se va a quemar.

¿Por qué esta ahí?, ¿de quién era?---

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La vieja se sentó en una de las sillas de bejuco medio roto que se iban a salvar del

fuego, perdió la mirada un rato, suspiro y dejo correr unas lágrimas.

--- Es una larga historia, es la causa de que viva aquí, en este pueblo.---

Alberto, no dijo más, siguió en su labor, ahora metiendo los muebles rescatados.

Doña Brígida se había metido cuando él empezó la labor después de la breve

platica en que no dijo nada.

Alberto sentía el gran dolor que le había causado a la anciana recordar su pasado y

aunque había vuelto con agua para él, no había hablado siquiera, su mirada estaba

triste como viendo su pasado antes olvidado.

Cuando oscureció, Alberto ya tenía varios muebles en pedazos para leña y el baúl

seguía en el centro del patio como esperando ser quemado por el mal que causo.

Doña Brígida lo llamo para que comiera los frijoles con tortillas que había

calentado ya.

Se sentaron uno enfrente del otro por primera vez. Se había formado entre ellos

un lazo invisible de amistad y respeto. La anciana veía en el muchacho al hijo

perdido y le gustaban sus modos, era un buen muchacho. Alberto por su parte

nunca había sentido los cuidados de una mujer y eso era muy agradable.

--- Hace más de cincuenta años, haya por 1850 mi marido, mi hijo y yo vivíamos

en Acámbaro.---

Rompió el silencio la anciana.

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---Teníamos una tienda, bastante mejor que esta, vendíamos en el pueblo, telas,

hilos, aparejos, sillas de montar, harina, fríjol, en fin de casi todo lo que la gente

necesita. Mi esposo hacia viajes a la capital a traer mercancía, llevaba varias

carretas jaladas por mulas y siempre teníamos la tienda bien surtida y aunque no

éramos ricos si teníamos nuestro dinero.---

--- Vivíamos en una casa que se construyó atrás de la tienda junto de la bodega y

nos habían fabricado los muebles de pura madera buena. Vivía yo muy contenta,

pues en el pueblo se nos quería y respetaba.---

--- Aunque la gente en todos lados siempre estaba como muy inquieta, siempre

peleando, la guerra de independencia ya había pasado hacia mucho y cuando los

gringos nos invadieron, pues allí las cosas seguían igual que casi no lo sentimos,

solo que se escasearon muchas cosas, pues mi marido no podía ir por mercancía

como antes.---

--- Entonces un día allá por 1874 el cura del pueblo nos dijo en la misa, que el

gobierno nos quería quitar la religión católica, que quería que ahora fuéramos

protestantes como los gringos; la gente se inquietó en la misa y gritaban que no

se le dejaría hacer eso al mal gobierno.---

Nota del Autor: El Padre José Bravo Ugarte, S.J., en su obra “Historia de México”, páginas

360 y 363, dice: “Todo el año 1874 operaron en Michoacán y en las regiones confines de

Guanajuato, Querétaro y Jalisco, numerosos grupos de los que luchaban contra el gobierno y

fueron conocidos con el nombre de cristeros por llevar como distintivo una imagen de Cristo

crucificado”.
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Según Jean Meyer, no eran menos de 10,500 los alzados, o “religioneros”. Para los alzados

no cabía duda: el Gobierno había caído en manos de los protestantes. (La Cristiada, Tomo II,

página 39).

--- Así empezó todo, mi marido siguió trabajando en la tienda junto con mi hijo,

pero muchos del pueblo se juntaron, agarraron sus rifles y pistolas, montaron a

caballo y se fueron,… que a la revolución de los “Religioneros” a defender a la

religión del mal gobierno.---

--- Mi esposo se quedó, a veces parecía muy triste pero luego hablábamos y se

componía, pero un día, ¡hay infeliz de mí!, le dije que él también debería ir a la

guerra a defender su religión, que él y nuestro hijo podían ayudar.

El cura se había ido quien sabe pa donde, pero antes, un día en la hora del rosario,

donde estábamos pura mujeres, nos sentenció:

“Los que ayuden, si mueren, se van derechito al cielo y los que no al

infierno”.

--- Los curas te meten ideas en la cabeza que no razonas y cómo crees que todo lo

que dicen es cierto, pues les haces caso. Mi mamá me decía que ellos habían

hecho la guerra de Independencia contra los reyes de España, que aunque ellos

eran también españoles querían dejar de ser mandados por los reyes y por eso

aconsejaron a la gente del pueblo que siempre les hacemos caso y los llevaron a la

guerra.

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Olvidé eso que me contó mi mamá y como me quede angustiada porque mi

marido y mi hijo se fueran al infierno, pues fui a convencerlos de que se unieran a

la lucha.---

--- Tomaron sus armas y sus caballos y se fueron a la revolución, a Jesús Reza,

como se llamaba mi viejo, lo siguieron además de mi hijo Domingo, muchos otros

del pueblo.---

--- Después supe que había juntado harta gente y que andaba guerreando allá por

toda la sierra al grito de ¡Viva la religión! Y ¡Muera el mal gobierno!---

--- Yo me quede cuidando la tienda y aunque la mercancía se estaba acabando, se

seguía vendiendo, aunque fuera poco, porque no había dinero en todo el pueblo.

Ya había pasado casi un año y algunas veces me surtía de otros mercaderes que

pasaban, pero entonces tenía que dar más caro y menos se vendía.---

--- Un mal día…---

La anciana callo y se le quebró la voz, las lágrimas salieron de sus pequeños ojos y

corrieron entre las arrugas de su cara como el agua de lluvia corre entre los surcos

de la tierra.

--- Un mal día.---

Repitió después de un profundo suspiro,

--- Tocaron la puerta de la casa ya entrada la noche, Pedro, un hombre que había

nacido lisiado de las piernas y que trabajaba ayudándome con la tienda y cuidando

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la casa de noche, fue a ver quién era. Me fue a llamar después de abrir y ver qué

pasaba.---

--- Ahí estaban dos hombres, agarrando a dos caballos y sobre de ellos los cuerpos

de mi esposo y de mi hijo.---

--- Los agarraron y los fusilaron sin más ni más, nosotros los levantamos y se los

venimos a traer. Los caballos son los ellos y sus aparejos también, esta es su

pistola y su morral, tenga seño y mejor deje el pueblo, no sea que la vengan a

buscar a usted también, como ya les han hecho a mucha gente.---

Dijo uno de ellos que se llamaba Socorro Reyes.

--- Váyase señito, las cosa van muy mal.---

--- Pedro metió los caballos y bajamos los cuerpos de mi esposo y de mi hijo. Al

día siguiente y sin más, los enterré en el panteón del pueblo. El cura ya no

regreso, así que no le dije a nadie y solo escarbamos en un espacio del panteón,

que estaba dentro del patio de la iglesia. En el pueblo no había autoridad que

preguntara y así los enterré, sin compañía de amigos ni parientes.---

--- Entre Pedro y yo cargamos dos carretas con lo que creí era más necesario y

salimos del pueblo por la noche, si alguien nos oyó, pues se ha de haber quedado

callado, porque nadie pregunto ni nadie nos siguió.---

--- Caminamos toda la noche a la luz de la luna, ya casi en la madrugada, nos

paramos a descansar un rato y luego seguimos todo otro día y otra noche. A la

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mañana del tercer día nos encontramos a unos soldados que pasaron de largo en

dos filas, una a cada lado de las dos carretas, no dijeron nada, parecían muy

cansados, como si ya estuvieran muertos. ---

--- Así es como llegue a este pueblo olvidado de Dios y de los hombres, yo si

llegue al infierno mal llamado La Estancia. ---

--- Pedro.---

Prosiguió la anciana.

--- Murió hace ya diez años y desde entonces estoy sola y sola moriré.---

En la penumbra de la noche que llenaba la habitación reino el silencio, así

permanecieron unos minutos y después la anciana se levantó pesadamente, más

que en otras ocasiones, como si los recuerdos sacados del fondo de su blanca

cabeza le hubieran agregado peso a su espalda. Fue a su desvencijada cama y se

recostó, Quédate con el morral y la pistola, le dijo y se quedó dormida.

Alberto hizo lo mismo, pero a su rincón cerca del anafre donde aún había calor.

Cuando Alberto despertó, doña Brígida seguía en su cama, lo que le extraño

sobremanera ya que cuando él despertaba ella ya había hecho el café y calentado

tortillas. Se acercó a ella y se percató que no se movía, su rostro estaba muy

pálido con una expresión como que estaba muy contenta.

Salió de la tienda y fue a avisar a la vecina, que en varias ocasiones había visto

que iba a la tienda y platicaba con doña Brígida por mucho rato.

--- Señora, señora.---

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Le toco en su puerta, y cuando salió dijo:

--- Sepa usted que doña Brígida no despierta, venga usted a verla.---

La mujer se hecho el rebozo encima corrió hacia la tienda de doña Brígida y a toda

prisa entro al cuarto de la anciana.

La llamo por su nombre varias veces, la movió por el hombro y confirmo lo que

sospechaba; había fallecido.

--- Ya se murió, al fin se fue con su marido y su hijo que tantos años les lloro.---

Alberto se quedó en la casa mientras Juana, la vecina, llamo a otras mujeres del

pueblo y entre todas arreglaron el cadáver de la mujer, así al día siguiente a las

doce del mediodía, la metieron en una caja de madera que alguien trajo de quien

sabe dónde y enterraron a doña Brígida en el pequeño panteón del pueblo.

Después de ver como todas la vecinas iban agarrando lo que les gustaba de las

pertenecías de dona Brígida, incluso las provisiones de la tienda, Alberto tomo el

morral de piel, metió su vieja ropa ya lavada ocultando la pistola y la cajita con

balas se vistió con una camisa, unos calzones y una guaripa que doña Brígida le

dio, llenó de agua el guaje y se fue del pueblo.

Con el sol de la tarde a su lado derecho, pensando en doña Brígida con lágrimas

en los ojos, se fue por un camino por donde transitaban las carretas.

Era un cuatro de septiembre de 1904 cuando murió la primera mujer que le brindó

algo de cariño, algo que no conocía y que no tendría hasta muchos años después.

Le quedaba el consuelo que sin quererlo él, Doña Brígida no murió sola como lo

había dicho.

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En el camino pensaba y recordaba cuando su papá lo había llevado a San Luis

Potosí, recordó que paso por un lugar llamado San Luis de la Paz y recordaba muy

bien el nombre, pues su papá le dijo cuando llegaron que ahí encontrarían la paz

y, así fue, durante los meses que se quedaron, mientras su papá trabajaba con el

cura de la iglesia arreglándole los registros de los bautizos y bodas y de todas las

ceremonias que se realizaban y cobraban por ello, registraba los gastos del cura en

reparaciones, flores y su propia comida y siempre sobraba.

Recordó también que antes de llegar a ese lugar se había asustado mucho pues

unos asaltantes los habían tratado de robar, pero como no tenía nada los dejaron

ir. Después fue cuando llegaron a San Luis de la Paz.

*** ¡La pistola!, que hare con la pistola***

Pensó.

*** Lo primero es saber cómo funciona***

Nunca había tenido una en las manos y ahora a su corta edad era dueño absoluto

de un arma de verdad, con la que podría defenderse de los asaltantes o volverse

asaltante o tal vez solamente cazar un conejo para comer.

Se sentó a la sombra de un mezquite sobre una piedra que alguien antes puso ahí

para sentarse y la dejo para los siguientes viajeros. Saco la pistola, la empuño con

su mano derecha, era pesada pero la podía tener firme, estiro el brazo y apunto a

una nopalera cercana, pesaba pero podía con ella. Jalo el gatillo un poco y

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sucedió; un estruendo y la mano se le fue para atrás con todo y pistola, la penca

de nopal a la que apunto, no se movió siquiera, pero si alcanzaba a ver

perfectamente el agujero que le hizo la bala.

Que emocionante era disparar, se sintió poderoso con el arma, podría disponer de

la vida de un ser con tan solo apuntar y jalar el gatillo. Pensó que si la hubiera

tenido en el internado habría matado a Cándido mucho antes,… pero realmente lo

mate, no, no era lo que quería, ni hubiera querido, se sentía muy mal al pensar

que el pobre infeliz estuviera muerto por tan solo quitarle unos pocos centavos a

los compañeros, no, no le hubiera disparado aunque tuviera la pistola, el tener una

arma, tener el poder de matar es algo muy serio y así lo tomaría, solo la usare

para conservar mi propia vida.

Por lo pronto y con el hambre que tengo para conservar mi vida; cazare un conejo.

Pero ¿dónde estaban los conejos?, se metió entre los arbustos y después de varios

arañazos en brazos y cara no vio a ningún conejo. Después de una hora de

martirios en la búsqueda infructuosa, decidió… Será mejor que me acomode para

dormir por aquí, ya se está haciendo noche y habrá frío, tengo que buscar con que

taparme.

Se acurruco entre unas matas y trato de dormir, así el hambre se olvida, ya lo

había pasado en el internado, cuando lo castigaban por angas o mangas.

Un ruido lo despertó, había poca luz, el sol aún no salía pero empezaba a clarear,

el ruido era como de unos pasos de algo muy ligero que de pronto se oía y

después se detenían; era algún animal, un coyote tal vez o…era una liebre, la

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orejotas se vieron primero atrás de la pequeña loma como a unos veinte pasos de

donde estaba. Casi sin moverse saco del morral la pistola y así como estaba

sentado, apoyado sobre la mitad de la espalda en un tronco que le protegió del

frío en la noche, apunto, ahora con las dos manos hacia las orejas que se habían

detenido, de pronto la liebre apareció por completo en un movimiento rápido, él

jalo el gatillo, un estruendo y se llenó de polvo donde estaba la libre.

Se acercó, la liebre estaba a un paso de donde la vio antes de jalar el gatillo, tenía

la cabeza deshecha y había sangre por todos lados. Recordó que las cabezas

sangran mucho.

Con una piedra filuda despellejo a la libre como pudo, la puso a un lado y se puso

a juntar leña, traía cerrillos que también había guardado en el morral de piel.

Pudo hacer una fogata después de un rato, recordando las veces que vio a su

papá hacerlo en el camino a San Luis.

También de los recuerdos de esa travesía se acordó que su papá ponía el conejo o

libre o ardilla o hasta una rata de campo en las brasas, ya que la lumbre se había

apagado. Su papá le decía que la carne no debería quemarse con las llamas, sino

cocerse con las brasas, con el puro calor. Esa mañana comió liebre, sin sal, pero

sazonada con el hambre, no tenía pero alguno, dejo solo los huesos y las tripas

que también quito con cuidado.

La siguiente noche; un tlacuache. Otro día diviso a lo lejos lo que parecía un

pueblo, mucho más grande que La Estancia y hacia allá se dirigió.

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En San Felipe, como se llamaba el pueblo, pudo quedarse a pasar una noche en un

establo, llego tarde pero encontró gente despierta a las que les pidió lo dejaran

quedarse a dormir, que él les ayudaría con el trabajo, si le daban algo de comer y

lo dejaban quedarse por ahí, bajo algún techado. Lo dejaron y luego le avisaron a

Melquíades, el dueño del establo. Melquíades accedió sin trabas ni condiciones,

como si estuviera acostumbrado a recibir huérfanos escapados en su paso a

México.

En la cena donde hubo nopales y calabazas cocidos en salsa roja, acompañados de

frijoles y tortillas recién hechas, le preguntaron que a donde iba, les dijo que

quería llegar a San Luis de la Paz pero que su destino final sería la ciudad de

México. Melquíades le comento que a San Luis de la Paz no le convenía ir, porque

había una trifulca entre dos familias del pueblo donde se estaban matando a

balazos que mejor se fuera hacia Dolores que estaba más cerca y que de alli

podría seguir su camino hacia México.

Al día siguiente, al despuntar el sol, ya estaba en camino, no sin dar la gracias al

señor Melquiades por lo recibido para el camino; algo de carne seca, agua en su

guaje y un dulce de semillas de amaranto que le regalo uno de los peones.

Tuvo que cruzar la sierra y se perdió varias horas entre los huisaches y nopaleras,

había muchas piedras y ya tenía lastimados los pies, los zapatos que le dieron en

el orfanatorio el año anterior, ya le apretaban un poco y el cuero se puso tieso con

las mojadas al pasar los ríos y lluvias que había recibido en su camino. Tarde

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encontró la rodada de carretas nuevamente y siguió su camino, cuando cayó la

noche busco refugio entre los matorrales y ahí se quedó dormido.

El sol en la cara lo despertó, había dormido más de lo acostumbrado, la jornada

del día anterior había sido muy cansada y la poca carne seca y el dulce de

amaranto apenas le calmaron el hambre un poco, pero era evidente que ya se

estaba debilitando.

Emprendió la marcha de nuevo y lo sorprendió ver que se había quedado muy

cerca de unas rancherías, se veía también una casa grande como de hacienda.

Cuatro días llevaba de caminar después de haber salido de la Estancia cuando

llegó a la hacienda, esta estaba sembrada de maíz en todos sus campos, al centro

había varias construcciones y la casa grande, que era muy bonita.

Al cabo de media hora de caminata llegó al rancho. Antes tuvo el cuidado de

esconder la pistola, envuelta en la piel que la protegía dentro del baúl de Doña

Brígida, se fijó muy bien que la ponía a solo unos pasos del camino en un hueco

que se le había formado en el tronco a un viejo pirul, metió la mano y escarbo un

poco, luego de poner la pistola y las balas que traía las tapo con piedras y tierra.

En el rancho había mucha gente trabajando en los campos, la casa ahora le

parecía que además bonita, era más grande de lo que pensó al principio, cuando la

diviso a lo lejos.

Pregunto a los primeros peones que encontró a una lado del camino por donde él

venía, que si habría trabajo para él. Se le quedaron viendo con extrañeza y lo

mandaron con el caporal, Pascual. Este era un hombre de unos cuarenta años,

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muy grande y se veía muy fuerte, vestía con pantalones de algodón grueso y traía

botas largas como de montar, su sombrero era hecho de palma.

--- Cómo te llamas muchacho.---

Preguntó el caporal.

--- Alberto Aguirre, para servirle.---

Contesto como se le enseño en el orfanato.

--- Y ¿de dónde vienes?, no eres de por aquí.---

---No señor, vengo de San Luis Potosí, me escape de un internado para huérfanos

y he caminado desde allá.---

--- Busco trabajo para comer.---

El recio hombre se enterneció un poco, vio al muchacho como el que mide a un

hombre con el que empezó a tratar y quiere saber con quién está hablando.

--- ¿Qué sabes hacer?---

--- Se cortar con serrucho y clavar clavos, también me enseñaron y he usado la

pala y pico para hacer hoyos.---

--- Bueno vamos a ver como trabajas; ve allá a donde está la troje para que

agarres un azadón y te vienes a mover la tierra de ese surco para dejar pasar el

agua de riego, eso me está haciendo falta y después veré en que te ocupo.---

Alberto, se puso contento, ahora tenía un trabajo y donde quedarse y desde luego

que comer. Saco el azadón y se aplicó a mover la tierra como se lo enseño el

mismo caporal.

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Ya era pasado el mediodía cuando llegó a la Hacienda, lo peones y demás gente

habían almorzado, ahora tendría que esperar hasta más tarde para comer, no

había comido nada esa mañana, las provisiones que le dieron en San Felipe se

agotaron el día anterior y ya tenía hambre.

Por la tarde, después de haber movido toda la tierra del rancho de un lugar a otro,

al menos así le había parecido, Remigio, un peón que tenía como 20 años, se le

acercó y le dijo que se viniera ya, que guardara el azadón donde lo tomo y se

fuera para el comedor de peones, allá, señalándole el lugar.

--- Dice el caporal que te apures para comer, porque después te va a llevar a la

casa grande.---

El comedor era un construcción de sillar y adobe que formaba un edificio largo

junto con los cuartos en donde dormían los peones con sus familias y otro cuarto

donde se quedaban los solteros. En el comedor, que era el más grande de los

cuartos, había mesas largas donde sentarse a comer y también había una cocina

de leña y carbón donde dos mujeres jóvenes, hijas de peones preparaban comida

y echaban tortillas.

Alberto entro con algo de timidez, entonces una de las muchachas, una joven de

unos 18 años, muy bonita y muy alegre, le indico:

--- Lávate las manos y la cara antes de entrar aquí, allá afuera esta la pila y hay

jabón.---

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Salió corriendo, recordando a los maestros del internado cuando daban órdenes

que había que cumplir de inmediato o exponerse a recibir un castigo que podría

ser desde quedarse sin cenar o hasta golpes en las manos con una regla de

madera que las dejaba hinchadas y rojas.

Una vez cumplido lo indicado por la joven, que se llamaba Eugenia, se volvió a

meter al comedor, había sentados como ocho peones repartidos en las mesas.

Todos voltearon a verlo, mientras permanecía de pie, sin saber dónde sentarse.

Se sintió un poco desconcertado, los recuerdos del internado volvieron, esto se

parecía al internado, pero no sentía la tensión con que siempre vivió dentro de él,

sino todo lo contrario, a pesar de no conocer a nadie, sentía que estaba tranquilo y

como una calidez dentro de sí, como había sentido con Doña Brígida, cuando

cenaba con ella y platicaban de cualquier cosa.

Eugenia, riendo le dijo,

--- ¿Qué te vas a quedar ahí nomás parado viendo comer?, anda siéntate donde

quieras, ahorita te llevo un plato.---

Remigio, el peón que antes había ido por él, le llamo a que se sentara en la misma

mesa de él junto con otros dos que también parecían jóvenes. Estos eran más

grandes que Cándido.

Eugenia le llevo un plato de barro con frijoles aguados y trozos de carne, también

tenía calabaza y cebolla, un tortillero tejido de palma con varias tortillas recién

hechas.

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--- Ándale come y al terminar lavas tu plato y lo dejas allá donde está la mesa con

el trastero.---

Sus compañeros que ya habían empezado siguieron en la plática que tenían, hasta

que Marcos uno de los que ahí estaban le pregunto:

--- ¿Cómo te llamas?.---

Alberto dijo su nombre.

--- ¿De dónde eres?, ¿vienes solo?---

--- Si, vengo de San Luis Potosí, vivía en un internado para huérfanos y me

escape, quiero llegar a México, ahí nací y creo que a lo mejor encuentro

parientes.---

Lo peones se quedaron callados unos segundos, como tratando de entender como

alguien de tan corta edad no tenía a nadie que le dijera que hacer, que le

regañara, que le dijera algo bonito, mucho menos pensar que alguien así, llegara

de quien sabe dónde y buscara trabajo para comer.

Ellos habían nacido y crecido en el rancho, sus papás ahí trabajaban cuando

nacieron y cuando crecieron les dieron trabajo también, para reemplazar a los que

murieron y a los que se llevó la leva. Solo Remigio llego hacía más de un año, pero

con sus padres, buscando trabajo.

El silencio lo rompió Eugenia, que había escuchado la plática y, como buena mujer

de campo, sintió la ternura materna dentro de ella.

--- ¿Has venido caminando desde San Luis?, debes estar cansado, con razón estas

tan sucio.---

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--- Te voy a prestar una ropa de mi hermano mientras te lavo la tuya, así que al

rato, pasas a nuestro cuarto, es la tercera puerta hacia la casa grande saliendo de

aquí, para que te de la ropa y te vas a bañar allá, atrás de la troje, hay jabón y

estropajo y unas tinajas con agua.---

Encontró atrás de la troje el baño, como le dijo Eugenia; era un espacio techado

con atados de zacate y tablas y con la mitad de los lados cubierto de tablas, un

solo lado, hacia las siembras, no tenía tablas, adentro había una tinajas con agua

limpia y jícaras sobre unos bancos de madera que servían para dejar la ropa. A las

tinajas les llegaba el agua por tubos de barro que estaban fijos a la pared de la

troje y que conducían el agua desde la noria, el agua sucia corría hacia un canal

que repartía el agua sobre las melgas de alfalfa que estaban atrás de la zona

construida.

Después de haberse bañado y puesto la ropa prestada, que casi era de su talla,

regreso con Eugenia para darle su ropa sucia, como ella misma le indicó. Al llegar

a la casa-cuartos de la familia de Eugenia se encontró ahí a Pascual, el caporal,

sentado en una mesa con mantel. Comía lo mismo solo que su plato era como de

peltre, parecido a los del orfanato y enfrente tenía una jarra de agua de jamaica.

Eugenia y una mujer mayor le atendían echando las tortillas y platicaban algo que

al pedir permiso Alberto para pasar, suspendieron y dirigieron su atención al

muchacho.

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--- Pásale, dijo Pascual, ya conociste a mi hija y a Ana, mi esposa, ahorita te llevo

a la casa grande con Pancha para que te diga que vas hacer, nomás termino de

comer, anda siéntate aquí conmigo.---

Su mujer y Eugenia se voltearon a ver con caras extrañadas, les pareció algo

extraordinario y digno de recordar, Pascual invitando a un peón a su mesa.

--- Cuéntame, lo que ya todos saben, me dijiste que eras huérfano, que te

escapaste, ¿Cuándo fue eso? ---

--- Pues apenas tendrá un mes señor.---

--- ¿Por qué te escapaste?, ¿no te daban de comer bien? o que ¿te fastidiaste de

estar encerrado?---

Alberto, bajo la cabeza, no sabía mentir y no quería que lo fueran a echar por

asesino, dudo unos instantes y contesto;

--- Había unos muchachos más grandes que siempre nos pegaban y nos quitaban

el dinero que ganábamos haciendo algunas cosas útiles para las casas de la gente

rica que nos las compraban, como canastos para tortillas tejidos con palma, mesas

de madera, cosas muy simples.---

--- Yo y otros niños de mi edad, andábamos siempre juntos y así nos defendíamos

de los grandotes.---

Dijo Alberto.

--- Pero el otro día, ---

Continúo casi exhalando las palabras.

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--- Nos acorralaron, Cándido que era el más grande nos amenazó y entonces me le

fui a las trompadas. Estaba muy grandote y me pego muy duro, pero le di un buen

golpe y se pegó contra un pico de la reja del internado y cayó sangrando.---

--- Me asusté mucho,…todos gritaban que lo había matado y pues entonces me

escape, salte la reja y hui corriendo.---

--- Viví con una señora en un pueblito llamado La Estancia, le ayude a arreglar su

tienda, pero un día amaneció muerta.---

Hizo una pausa que pareció interminable.

--- Ya estaba muy viejita la señora Brígida. Yo me quede hasta que la gente del

pueblo la enterró y entonces seguí mi camino.---

Pascual, se quedó otra vez sin saber que decir, fue Eugenia quien de nuevo rompió

el silencio.

--- No te apures, de seguro el tal Cándido solo tiene un chichón y mucho coraje, ya

debe estar molestando de nuevo a los otros niños, o a lo mejor ya lo volviste

mansito o mensito.---

Ja ja ja, todos rieron de la puntada de Eugenia, solo Alberto quedo como

sorprendido, nada estaba pasando, no lo estaban echando del rancho como creyó

pasaría.

--- Bueno muchacho, ya tomaste tu primera decisión y ahora en adelante lo

estarás haciendo solo toda tu vida. ¿Cuánto tiempo te piensas quedar?---

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---No lo sé señor, aquí me gusta, pero quiero llegar a México a buscar familiares,

pero ni se si los tengo, así que si usted me recibe, aquí me quedare mucho

tiempo.---

--- Mira, mañana o pasado mañana llegan los patrones, vienen a pasar varias

semanas como todos los años y van aprovechar para bautizar a su nueva hija, así

que vendrá mucha gente de invitados, habrá mucho que hacer en la casa grande y

aquí afuera, no nos sobra la ayuda estos días, así que quédate a trabajar mientras

están aquí los patrones, te daré la comida y donde dormir, después dirá el mismo

patrón, que hacemos contigo.---

--- Señor.---

Hablo Alberto.

--- Los zapatos que traigo ya no me quedan y me lastiman mucho los pies,

¿tendrán otros más grandes aunque estén usados, pero con los que pueda trabajar

y caminar sin dolor?---

Pascual busco en un ropero y saco unas botas negras que su hijo había dejado,

también porque no le quedaban ya. Alberto se las probó y quedo complacido que

estas no le lastimaban los pies, agradeció al caporal y salió con él rumbo a la casa

grande, donde encontrarían a Pancha.

Pancha, como se llamaba la nana de todos los niños, incluido el mismo patrón,

Don Luis de Silva, lo recibió y lo mando a dormir a un cuarto que estaba junto a la

cocina, después de la alacena. Era un pequeño cuarto como una extensión de la

misma alacena, pero que tenía una puerta hacia el patio trasero donde se

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ubicaban lavaderos y letrinas para los que laboraban en la casa grande, sobre todo

cuando los patrones estaban ahí.

Al día siguiente, después de haber dormido en un catre cómodo toda la noche, y

haber desayunado huevos revueltos, frijoles y café, en la cocina de la casa grande,

junto con Eugenia y Ana su mamá, que estaban ahí para ayudar con la limpieza de

la casa, Pancha lo puso a trabajar de inmediato.

Alberto se encargó de limpiar con un trapo todas las cosas que había en la sala

grande y en el comedor, así como de barrer las habitaciones y el pasillo techado

con cristales emplomados de colores que circundaba el patio central y daba acceso

a cada recamara.

La actividad dentro de la casa grande era frenética, además de Alberto, estaban;

María la otra mujer joven que estaba en el comedor cuando él llego la tarde

anterior y que era hija de Jovita y Juan uno de los peones y, dos mujeres más que

debería de ser esposas de los peones, todas limpiando, poniendo flores, lavando

vajillas y cubiertos, tendiendo camas y aseando los baños.

--- ¡Pancha!, ¡Panchita!---

Entro Pascual abruptamente en la casa grande, dos pasos después de la puerta

principal, donde se recibía a las visitas que lo mismo daba al patio central, como a

la sala y desde donde se podría ir a las recamaras sin pasar por la sala o el

comedor ni mucho menos la cocina.

--- ¿Qué pasa Pascual?---

Contesto la mujer.

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--- Pues que acaba de llegar Ruperto, solo para avisar que los patrones llegan

antes de que caiga el sol el día de hoy, quise avisarte para que esté lista la casa,

afuera ya tenemos todo en orden, muy limpiecito.---

--- Aquí ya está todo terminado solo faltan detalles, vamos hacer la comida para

que cuando lleguen se puedan sentar a la mesa, como le gusta a la señora.---

Terminó diciendo Pancha dejando a Pascual en la puerta, que por su parte dio

media vuelta y regreso a lo suyo.

Todas las mujeres se fueron a la cocina y empezaron los preparativos para hacer

la comida. Alberto, siguió barriendo ahora el patio central y limpiando la fuente,

como se lo indico Pancha.

Las mujeres en la cocina ya en plena acción, eran hábilmente dirigidas por Pancha,

brazo derecho de Doña Guadalupe Carrasco y Téllez, esposa de Don Luis de Silva y

madre ahora de ocho hijos.

MAGDALENA. SEPTIEMBRE 8 DE 1904.

En la casa, junto a la presa de “La olla”, en la ciudad minera de Guanajuato, todo

era actividad, dos mozos llevan baúles de ropa, cajas de sombreros y accesorios a

las carretas mientras otros acomodaban las cosas y las amarraban perfectamente.

A la casa, construida por Don Luis de Silva, se entraba por la cochera situada a un

costado o por escaleras hasta la terraza. Frente a la casa estaba la cortina de la

presa de “La Olla”, la cual fue construida con aportación de la mitad de su costo

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por Don Vicente Manuel de Sardaneta y Legaspi, Marques de San Juan de Rayas y

Vizconde de Sardaneta, tatarabuelo de Doña Guadalupe Carrasco de Silva.

El mismo Marques también apoyo la construcción del templo de la Compañía de

Jesús y construyo la Capilla de la misma mina de Rayas. Socorrió a los pobres de

Guanajuato e hizo un considerable préstamo al Ayuntamiento cuando una

inundación causo muchos perjuicios.

Las sirvientas corrían de un lado a otro sin parar. Los niños, hijos de Don Luis de

Silva y Doña Guadalupe, se preparaban también con mucha emoción para la ida a

la Hacienda, ahí pasarían al menos dos semanas durante las fiestas del bautizo de

su hermanita, Magdalena, recién nacida el pasado 23 de agosto, así como también

pasarían las fiestas de celebración de la Independencia.

Se ponía muy bonito, pues se organizaban juegos entre los peones y sus familias

en los que también participaban los niños De Silva, habría fuegos artificiales y

mucha comida muy sabrosa incluida la barbacoa hecha en un poso entre pencas

de maguey.

Don Luis y Doña Guadalupe, platicaban solos en el despacho de la casa, este, era

una habitación espaciosa con puertas hacia el patio interior que tenía un pasillo

techado con cristal que permitía iluminar todas las habitaciones a su alrededor,

otra puerta comunicaba a la terraza que era el frente de la casa levantada a 2

metros sobre el nivel de la calle empedrada.

--- Te he mencionado que nos quieren comprar la cantera.---

Dijo Don Luis a Doña Guadalupe.

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--- Es Pánfilo Jimenez, un hombre muy corrupto que trabaja con el Gobernador.---

--- Me ha ofrecido una suma que paga los activos de la mina pero no paga el valor

que esta tiene por lo que produce. Sin embargo…---

Continúo sin esperar comentarios.

--- Lo estoy pensando, pues quiero dedicarme a la política ahora, tal vez si mejora

su oferta.---

--- A que te refieres que te vas a dedicar a la política, no me digas que quieres ser

Gobernador.---

Respondió algo exaltada Doña Guadalupe.

--- No mujer, no,…Te acuerdas de aquel amigo que nos visitó hace dos años, se

llama Francisco Madero.---

--- Si me acuerdo, un hombre letrado que estudio en Francia, muy agradable, de

buenos modos, algo bajo de estatura, ¿qué pasa con él?---

--- Bueno me escribió una carta invitándome a participar con él en un nuevo

partido político de Coahuila pero con la visión futura de llegar a la Presidencia de la

República. Quiere derrocar al Presidente Díaz.---

--- Yo la verdad estoy indeciso, por un lado me parece que Don Porfirio ha sido un

buen dirigente que ha llevado al país a una buena situación económica.---

--- ¡¿A cuál situación te refieres?!, si; efectivamente el país está más tranquilo,

salvo que la cada día hay más gente necesitada, algunos se vuelven asaltantes,

viven como pueden, robando, matando, tratando de sobrevivir.---

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--- Por otro lado, casi nos lleva a otra guerra, ahora contra Guatemala y ten la

seguridad que los gringos iban a intervenir y no de nuestro lado, sino a favor de

sus intereses en ese pequeño país, a nosotros ya nos robaron suficiente tierra,

ahora nos roban de otra manera y nos seguirán robando por resto de días de la

humanidad.---

Despotrico Dona Guadalupe.

--- Calma Guadalupe, calma…..., tienes razón, por eso necesitamos un cambio,

alguien que se atreva a no aceptar las condiciones impuestas por los gringos,

como les dices, que trate de hacer progresar al país aprovechando nuestros

recursos naturales, nuestra minería, el campo que tanto se ha venido olvidando.---

--- El campo donde se produce el alimento. México podría ser el proveedor de

alimentos al mundo entero, siempre y cuando mejoremos las condiciones de los

trabajadores del campo, así como a los que tienen pequeñas parcelas, como a los

jornaleros.---

Continúo Don Luis.

--- Dándoles seguridad en su ingreso, en su salud y sin olvidar educar a sus hijos

para que estén mejor capacitados para el trabajo y sobre todo, pagar lo justo.---

--- En el resto del mundo, incluyendo los Estados Unidos, se progresa en el campo,

con máquinas que ayudan al trabajo del hombre, con mejoras en la forma de

riegos y selección de granos y aquí seguimos con los mismos métodos de hace 200

años.---

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--- Madero tiene esos ideales, él también es hacendado y considera que sus

trabajadores merecen ser tratados como seres humanos y no como esclavos de la

época de los españoles. Por ahora estamos igual que antes de la independencia.

Necesitamos el cambio.---

--- Por otro lado la situación de la mayoría del pueblo es difícil porque muchos de

los hacendados, si no la mayoría, prácticamente esclavizan a sus trabajadores, los

hacen trabajar más que una jornada normal, les pagan poco y les obligan a

comprar en sus tiendas dentro de las mismas haciendas, caro pero a plazos,

luego los pobres no les alcanza con la raya para pagar y así los obligan a seguir

trabajando hasta terminar su deuda, lo que difícilmente llega, incluso la deuda es

heredada a su hijos en caso de morir, eso no es justo, el pueblo tarde o temprano

se levantara en armas nuevamente.---

--- Y tú ¿qué harías como político?---

Pregunto Doña Guadalupe.

--- Te has desenvuelto muy bien como ingeniero de minas, dando cátedras en la

universidad, has publicado tratados de geometría aplicada, en fin, más te veo

como intelectual que como político.---

--- La política es muy sucia, los que están, solo buscan su propio beneficio y no les

importa lo que su puesto representa, y para lograrlo no les importa hacer daño a

sus semejantes.---

--- Piénsalo bien, vas a tener tiempo allá en el rancho, durante las fiestas.---

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--- A propósito, Pancho Madero está invitado a pasar unos días, tal vez llegue al

bautizo de Malenita, por favor ordena que tengan una habitación preparada.---

La conversación terminó, salieron del despacho en dirección al comedor, donde se

debería servir la cena en unos minutos, y los hijos ya deberían estar sentados en

sus lugares, muy formales esperando a sus padres.

La cena trascurrió sin contratiempos, bueno sin contar el alboroto que hacían los

niños. En la mesa se sentaba Doña Guadalupe a la derecha de Don Luis, que

ocupaba la cabecera, después de Doña Guadalupe seguían en el mismo lado

Pepe, el mayor de los hijos, de 14 años, un muchacho muy serio, que seguía los

pasos de su papá, sin dejar de ser como todos muy alegre, después seguía Luis,

de 10 años, pensador y siempre dispuesto a entablar polémicas de todo asunto

entre sus hermanos, le seguía Joaquín de 6 años, aunque travieso, era muy

noble, le encantaba su nueva hermanita, en el otro lado de la mesa se sentaba

junto a su papá Guadalupe, una bella jovencita de 12 años, era todo amor hacia

sus hermanos, principalmente a Magdalena con la que prácticamente había

tomado el papel de nana. Después de Guadalupe se sentaba en el mismo lado,

Carmen de 8 años, una niña algo seria para su edad, eso sí muy preocupada de su

arreglo personal, le seguía Juan un pequeñín de 4 años que requería asistencia

permanente de su nana en la mesa y otros lugares.

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Elena la menor de tan solo 2 años, era acomodada en una silla alta especial para

los pequeños, pero a un lado de la mesa y también era atendida por su nana

durante los alimentos.

Se hablaba de todo, principalmente de temas que tocaban Pepe y Pona, como le

decían a Guadalupe de cariño, se hablaba de cosas simples, de sucesos en

Guanajuato, de la llegada del primer auto de motor de gasolina, que hacía mucho

ruido y se movía más lento que un burro viejo.

Se comentaba de la llegada de Magdalena y de su próximo bautizo en el Rancho y

de las fiestas que seguirían. Recordaban el viaje anterior al rancho, hacia no más

de dos meses, pero tan solo para pasar el sábado y el domingo, en fin se platicaba

de cualquier cosa como preparativo para la salida a la madrugada del día

siguiente.

A las 10 de la mañana del día 9 de septiembre llegaron al rancho, el viaje había

sido tranquilo, el camino aunque un poco dañado por las lluvias no represento

mayor problema.

Se sabía que había algunas gavillas de asalta-caminos en la región, motivo por el

cual Don Luis mandaba llamar a cuatro de sus guardias de la mina, que armados y

a caballo los acompañaban en el trayecto. Se regresarían, después de almorzar,

con la instrucción de volver por ellos el próximo 18 de septiembre, cuando tenía

planeado el regreso.

Los peones del rancho y las mujeres que ayudaban en la casa grande con Pancha

y Pascual al frente, formaban el comité de recepción, todos mostraban un

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verdadero gusto de recibir a sus patrones, aquellos que les daban un trato digno,

les pagaban oportunamente y sin descuento amañado, los que los ayudaban, en lo

posible, para que formaran sus familias, incluso llegando a construir más casas

para los nuevos o por matrimonios que se formaban.

A los De Silva les llamo la atención un nuevo miembro del grupo, que no estaba

hacia dos meses cuando estuvieron ahí. Este era un jovencito moreno, delgado,

fuerte, de unos doce años, que parado atrás del grupo esperaba instrucciones para

hacer lo que le mandaran. Estaba serio pero contagiado por la alegría del grupo

de peonada y de la familia de los ricos patrones, mostraba a la vez un semblante

alegre, como sorprendido y contento por la forma en se llevaban las cosas en el

momento.

Don Luis se quedó parado junto a Pascual y volteo hacia Alberto, preguntándole;

--- ¿Quién es ese joven?, no lo conozco.---

--- Lo contrate para ayudar en la casa mientras son las fiestas, claro si usted no

tiene inconveniente, señor Don Luis.---

---No; no tengo inconveniente, si tú consideraste que era necesario, pues está

bien, pero dime, ¿quién es?, ¿dónde vive?.---

Hablaban viendo a Alberto, como si este no estuviera ahí.

Alberto, que estaba a unos pocos pasos y oía todo lo que hablaban los hombres,

sin decir agua va, se acercó a un metro de distancia de Don Luis y hablo con voz

firme y segura:

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--- Me llamo Alberto Aguirre Palacios, para servir a usted, soy un huérfano y vengo

desde San Luis, quiero llegar a México a buscar algún familiar que pueda tener por

allá, señor.---

Don Luis se sorprendió de que el muchacho, aunque de aspecto campesino, no

mostrara la extrema humildad de sus semejantes y que se atreviera, a hablar en

lugar de dejar al capataz hacerlo como se acostumbraba.

Además el muchacho sabía expresarse, no era un analfabeto, le agrado, sonrío y

volteo de nuevo con Pascual;

---Está bien Pascual, ¿cuáles son sus deberes?---

Pregunto Don Luis.

--- Pues por ahora ha ayudado a Pancha con la limpieza de la casa, pero también

puede trabajar el campo.---

Acordándose de que lo puso con el azadón el primer día, e hizo más faena que lo

que hubiera hecho otro de su edad.

También nos puede ayudar con los caballos, si se les antoja montar, tareas es lo

que le va a sobrar.

Don Luis sin decir más, dejo la pequeña reunión y se encamino para alcanzar a su

esposa que ya entraba a la casa. Pascual viendo a Alberto le dijo;

--- Cada vez me sorprendes más muchacho, solo cuida de no excederte, no hagas

nada ni digas nada que no te pidan o pregunten, por lo pronto ayuda con el

equipaje.---

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Pancha entró a la casa con Magdalena en brazos, la que ya mostraba su

inconformidad por estar sucia y hambreada. La amorosa nana le hablaba con

palabras suaves y dulces, la niña dejo de llorar y se calmó, incluso sonreía a la

cara cercana que le hablaba.

La organización fue fácil, los niños fueron entrando en las habitaciones, de acuerdo

al orden ya establecido y acostumbrado; la primer recamara era la de Doña

Guadalupe y Don Luis y estaba inmediatamente al tomar por la izquierda el pasillo

techado alrededor del patio central.

La siguiente recamara era ocupada por los más pequeños, en este caso serían

Elena y Magdalena, Guadalupe y Carmen ocupaban la siguiente, después de uno

de los dos baños que se ubicaban estratégicamente en las esquinas de la casona.

La recamara quedaba al dar la vuelta el pasillo techado y noventa grados a la

derecha.

La cuarta recamara, antes del segundo baño y contigua a la de Guadalupe y

Carmen, sería ocupada por los pequeñines, Joaquín y Juan y por último Pepito y

Luis ocuparían la quinta recamara, la primera al dar otra vuelta de noventa grados

y formar el rectángulo alrededor del patio.

La sexta recamara, junto a la de Pepe y Luis y justo en el lado opuesto de la

principal se dejaba para visitas, que en este caso sería ocupada por Don Francisco

I. Madero.

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Desde luego, se esperaba que vinieran otros parientes, para lo cual, tal vez

pasado mañana se acomodaría a los niños dejando juntos en una sola recamara a

los varoncitos y en otra a las niñas, quedando así dos recamaras libres para

visitas.

El clima de la mañana era muy agradable, el frío que sintieron en la madrugada al

salir de Guanajuato, aunque no fue mucho, si hubo que abrigarse y acurrucarse

con las nanas en las carretas, a la hora que llegaron la temperatura estaba

alrededor de los 23 grados centígrados y parecía que no subiría a más de los 27.

Los niños, después de dejar en las habitaciones el equipaje que bajaron con ellos,

se dispusieron a salir en tropel a darle un recorrido al rancho.

Pona y Carmen se fueron directo a la cocina, donde estaban la mayoría de las

mujeres del rancho y que alegre y bulliciosamente preparaban la comida. Les

gustaba ir con ellas pues todas eran muy amables y comedidas con ellas, que

además de enseñarles a cocinar dejándolas en ocasiones meter las manos,

participaban en sus pláticas.

Ese día el tema principal era que la niña Magdalena, la que ya había sido vista por

casi todas ellas cuando la llevo Pancha a su cuarto, donde después de asearla, la

dejo dormida al cuidado de María, la joven hija de Juan, que a pesar de sus 16

años, era muy trabajadora y responsable. Le gustaban los niños chiquitos y

siempre buscaba obtener como tarea principal, el cuidado de los niños De Silva,

como ya lo había hecho con Juan y Elena.

---¿Que te parece tu hermanita?---

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Le pregunto Ana a la pequeña Carmen.

---Es muy llorona, solo quiere que la estén cargando.---

---Bueno todos los niños cuando son recién nacidos les gusta que los tengan

cargados, por eso se les dice que son de brazos.---

Contesto amorosamente Pona. A Carmen no le gusto, la réplica y se conformó con

hacer una mueca con la boca.

La plática siguió alrededor de Magdalena, sobre lo preparativos del bautizo el

próximo 12 de septiembre, se comentó que vendría a celebrarlo Don Atenogenes

de Silva, Arzobispo de Michoacán y pariente de Don Luis.

Los muchachos, Pepito, Luis y Joaquín salieron en tropel hacia el campo, les

gustaba caminar en busca de lagartijas y otras alimañas, con las que tenía poco

contacto en su vida. Rápido se perdieron entre las siembras.

A pesar del alboroto por el bautizo de Malenita, como cariñosamente le decía Pona

a su hermanita y que todos habían adoptado, los días pasaron apacibles. El

Arzobispo llegó el mismo día y Pancho Madero el día anterior al bautizo.

Realmente él había hecho un pequeño desvío a sus planes, él se encontraba en

pleno trabajo político, recién nombrado presidente del Partido Democrático

Independiente en su natal Coahuila.

El bautizo fue todo un acontecimiento, Malenita se portó de maravilla, era toda

sonrisa, aun cuando le derramaron el agua en la cabecita. La fiesta duro hasta

cerca de la media noche, los señores, incluidos Don Atenogenes y Pancho Madero,

departieron alegremente con Don Luis y sus otros invitados.

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Doña Guadalupe había dispuesto que Malenita fuera llevada a su cuna por Pancha,

ella se hizo cargo de inmediato y puso de nuevo al cuidado permanente de María.

También le encargo al nuevo mozo, Alberto, que diera vueltas al cuarto y le

preguntara a María si se le ofrecía algo y que en tal caso de inmediato corriera a

decirle a ella.

La ceremonia se realizó en la capilla de la casa y el banquete se sirvió en el patio

central, las viandas de comida llegaron en manos de las muchachas del rancho,

todas vestidas con sus mejores ropas. Se sirvió una deliciosa sopa de fideos, arroz

rojo con zanahorias y chicharos y por supuesto el mole, al final hubo un delicioso

postre hecho con claras de huevo batidas y con un ligero sabor a licor de naranja.

Buenos vinos de mesa, algo de ron de cuba y tequila, después, en la sala de

recepción, a los señores les servían coñac francés, aunque varios prefirieron seguir

con el tequila, que había sido traído de Atotonilco.

Alberto el joven mozo recién llegado, cuando no daba su vuelta al cuarto de

Malenita a preguntarle a María, debería permanecer parado cerca del Don Luis

para lo que se le ofreciera, como dar un recado o traer algo. Ahí parado casi en la

puerta de la sala cerca de su patrón pudo oír cuando el señor Madero le hablaba

sobre el nuevo partido y de su oposición a la reelección del gobernador de

Coahuila, Miguel Cárdenas, con vehemencia le decía: ¡que si se permitía tal

reelección, así como la del Presidente Diaz, el país se convertiría nuevamente en

una monarquía disfrazada de democracia!

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Que debería aplicarse la Constitución del 57. Alberto pensó para sus adentros, que

los ricos hablaban por los pobres pero que no cambiaban nada para mejorarlos.

El 16 de septiembre, tres días después del bautizo y ya sin Don Atenogenes ni

Pancho Madero, como le decía Don Luis, se hizo otra fiesta, esta para celebrar la

Independencia de México, hubo buñuelos, atole y tamales y también se preparó

pozole al estilo Michoacán.

En la fiesta participaron todos los peones y sus familias, la nana Pancha y Pascual,

el capataz, y desde luego; los patrones, todos juntos pero no revueltos, siempre

con una prudente distancia, solo los niños, que todos se agrupaban para lanzar

cohetes, incluso Alberto, participo lanzando los cohetones al aire, llamando la

atención entre los niños de Silva por su atrevimiento a tomarlos entre los dedos y

prenderlos con un cigarrillo que le dio uno de los peones. El cigarrillo nunca se

apagó pues furtivamente Alberto le daba una chupada, como lo llego hacer en el

internado.

Los de Silva regresaron a Guanajuato dos días después, los niños debería regresar

a la escuela y Don Luis a sus asuntos con la Cantera, Doña Guadalupe seguiría con

su vida, fácil en ocasiones y muy difícil en otras.

Magdalena crecía día con día, llena de amor propiciado por su hermana Guadalupe

pero principalmente, por su madre y, desde luego, por la nana Pancha, la que se

trasladó junto con la familia a casa de Guanajuato, como era la costumbre, hasta

que adoctrinara a otra nana joven que sería quien viera que estuviera limpia

siempre, bien alimentada y calientita.

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La presa de la olla, era un lugar muy agradable para vivir, solo algunas casonas de

gente con dinero habían sido construidas a su alrededor, para llegar desde la

cuidad era necesario usar carreta.

ALBERTO. FEBRERO DE 1905.

Habían pasado cinco meses desde que los De Silva, dueños de la hacienda habían

venido para el bautizo de Magdalena y a pasar la fiesta de Independencia, como

era su costumbre.

Nunca había experimentado tal sensación, había oído que los ricos eran fríos, que

no se dignaban a voltear a verte y mucho menos dirigirte la palabra, a menos que

necesitaran algo de ti y estos eran diferentes. Don Luis y Doña Guadalupe,

saludaban a cada uno de las personas de mano y mencionando su nombre, se

detenían a platicar de cualquier cosa.

Eso sí, durante la fiesta del bautizo de la niña Magdalena, la paso parado cerca del

patrón para lo que necesitara él. Sintió envidia de que los niños De Silva, que uno

era mayor que él, se la pasaran jugando afuera o sentados en el comedor

atendidos por todas las muchachas del rancho.

Las labores de Alberto, a cambio de comida y alojamiento, se habían dividido en

trabajos de campo, con el azadón, abriendo surcos para que pasara el agua de

riego o cerrándole el paso para desviarla a otra parte de la siembra. En otras

ocasiones, ayudaba en la limpieza de la casa grande.

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Sus días eran apacibles y cansados, congeniaba con el resto de peones, sobre todo

los jóvenes poco mayores que él. Le gustaba mucho montar a caballo cuando se

lo permitían u ordenaban. Recorría junto con Juan los linderos del rancho,

inspeccionando cercas.

La hacienda estaba sembrada principalmente de maíz, aunque en unas pocas

hectáreas cerca de las casas, se sembraba frijol y algunas verduras como lechuga

orejona, col y zanahoria. Parte del maíz y del frijol se enviaba a Guanajuato donde

Don Luis lo vendía a buenos precios en el tianguis del Baratillo.

En la hacienda se guardaba el maíz y frijol suficiente para que junto con las

verduras que se cosechaban, sirviera de alimentación de los trabajadores y

patrones, cuando estos la pasaban ahí. Había también huevos frescos de gallina,

leche y queso elaborado con leche de la ordeña de cinco vacas.

Una mañana durante el desayuno Pascual lo busco para darle otra encomienda.

--- Necesito que acompañes a Juan a llevar el maíz a la ciudad.---

Dijo Pascual.

---Llévate tus cosas porque estarás dos o tres días y quien quite los patrones

quieran que te quedes, les caíste bien muchacho, así que apúrate que ya está por

irse Juan.---

Alberto agarro su morral, lo lleno con la ropa que tenía y salió buscando la carreta,

se trepo rápidamente, pues Juan ya lo estaba carrereando, había que salir

temprano para que no les agarrara la noche en los caminos.

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Se sentó a un lado de Juan en la carreta que venía bien cargada de maíz y algunas

otras pertenencias que los De Silva habían dejado. La tiraban dos de las mejores

mulas de la hacienda, una parda que Alberto ya había montado en una ocasión y

la otra, la negra vieja, que ya pronto sería retirada del trabajo.

Pesadamente empezó a moverse la carreta agarrando un buen paso rápidamente,

de la cocina salieron las mujeres, entre ellas la esposa de Juan, para decirles adiós.

Alberto experimento algo nuevo en él, alguien se preocupaba por su partida,

aunque fuera por corto tiempo, no cabía duda que encontró un magnifico lugar

para quedarse.

Estos pensamientos lo llevaron a lo que Pascual le había dicho; que si los patrones

quisieran que se quedara con ellos para servirles en su casa. A él no le gustaba la

idea, él quería buscar a su familia y entonces estudiar, ser algo, más que un peón

o un mozo de casa o del campo.

Los patrones eran buenos, ya lo había visto, incluso pudo jugar y entablar pláticas

con Pepe, con Luis y con Joaquín, pero eso de quedarse con ellos para siempre,

como mozo, no era para él. Reconocía su orfandad, pero sentía que él solo podría

hacer algo más que lo que se le presentaba enfrente.

Durante todo el viaje, Juan y Alberto habían platicado de todo, de los caballos, de

la siembras, de los patrones, de Pascual y de su propia vida.

Alberto volvía a pensar en lo que le dijo Pascual.

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En eso estaba cuando oyó el disparo de un arma y después de otro, Juan fustigo a

las mulas y las arriaba para acelerar el paso, gritando:

--- ¡arre, arre! ¡Nos asaltan! ---

Las mulas corrían ya a todo lo que podían los disparos seguía, entonces oyó que

Juan soltaba un gemido, quedo, profundo, vio como sangraba por el pecho y

aflojaba las riendas, la cabeza de Juan se movía de un lado a otro, pero su cuerpo

parecía empeñarse en mantener su posición, hasta que, antes de poder hacer algo

cayó a un lado de la carreta.

Alberto trato de agarrar las riendas pero estas se soltaron y brincaban sin control

entre las patas traseras de los animales, que ahora con la presencia de la muerte

corrían más rápido, los disparos seguían, oía como abejorros que pasaban junto de

él. El morral y el guaje los traía colgados como Dios manda, así que cuando salto

fuera de la carreta al dar vuelta en una curva del camino, el morral, la guaripa, el

guaje y Alberto dieron de marometas entre los arbustos hasta quedar tendidos;

Alberto boca abajo, el morral en su espalda, pero firmemente agarrado a su

cuerpo, el guaje a un lado y la guaripa a unos metros.

Estando aun aturdido por el golpe al caer, levanto un poco la cabeza y vio a los

ladrones pasar a galope, eran dos, corrían casi juntos, cuando el caballo de uno de

ellos tropezó y cayó rodando sobre su jinete.

Alberto se levantó rápidamente, agarro sus cosas, guaripa y guaje y salió corriendo

entre los arbustos, casi era de noche y después de correr sin rumbo, encontró una

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pequeña cueva, como de coyote, se metió sin pensarlo más, estaba desocupada,

se recostó y lloro por largo rato.

Más tarde, después de haber pasado muchas horas, que no oía ningún ruido

extraño, salió de su escondite, lentamente, temiendo encontrarse a los ladrones.

Ya había caído la noche hacía rato, a su alrededor, todo estaba obscuro, oía grillos

pero nada más.

Camino por donde el instinto le decía, casi a tientas y cuidando no hacer ruido en

cada paso.

Después de un rato, que no supo cuánto, la luna empezó a clarear la noche y pudo

distinguir el camino por donde venía con Juan, se encaminó entonces hacia la luna

y casi de inmediato se topó con un caballo muerto pero el ladrón no estaba, se

quedó paralizado, podrían estar viéndolo acercarse, acechándolo para matarlo.

Respiro hondo y después de voltear a todos lados avanzo paso a paso, saliéndose

del camino entre los arbustos,…..no pasó nada, seguramente el otro ladrón

regreso por él en la carreta y se habían ido ya.

Siguió caminando ahora con más confianza por sus propias conjeturas, caminó

otro poco y calculando donde habría caído Juan, lo busco entre los matorrales, por

donde caminaba, pero no tuvo resultado, ¿y si se lo llevaron los ladrones?, pensó,

o tal vez esté vivo y él mismo se fue del lugar, por rato no supo que hacer, hasta

que pensándolo bien, decidió regresar al rancho para avisar, a lo mejor ya estaba

Juan ahí.

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Había caminado siempre entre los arbustos, pero sin perder de vista el camino.

Caminó toda la noche, afortunadamente traía agua en el guaje, vio luces y el lugar

que ya era conocido por él, había llegado al rancho por fin.

Después de otro rato y ya con el sol clareando llego a la hacienda; era la hora del

desayuno, todos incluso Pascual, estaban en el comedor, platicaban y reían

mientras las muchachas les daban de desayunar.

Todos voltearon a la puerta al oír que se abría y aparecía Alberto, sucio con sangre

seca en la cara, asustado, ahí parado sin decir nada, se hizo un silencio total en el

comedor que fue roto otra vez por Eugenia, después de un pequeño grito, corrió a

la puerta cerca del niño.

--- ¿¡¡ que te paso ¡!?---

Antes de que pudiera responder, Pascual pregunto también.

--- ¿Dónde está Juan?---

Alberto con la mirada al piso, no queriendo ver a María ni a Jovita, contesto:

--- ¡Nos asaltaron!, ¡nos dispararon unos ladrones!, a Juan le dio una bala en la

espalda y cayó de la carreta, después yo salte y me escape corriendo de ahí.---

Pascual lo tomo de la manga y lo sacudió.

--- ¿cómo que le dieron un balazo?, ¿dónde está?,

--- ¡quiero verlo!---

María grito fuerte, primero, luego se tapó la boca conteniendo el llanto en un afán

imposible, los gemidos y lágrimas brotaban y escapaban de su mano.

---No lo sé.---

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Contesto Alberto…, al momento que Eugenia lo jalaba hacia ella y lo abrazaba

llevándolo a sentarse en una de las bancas.

--- Todo fue muy aprisa….de pronto disparos, las mulas se desbocaron, Juan grita

y cae de la carreta, yo trate de agarrar las riendas pero no pude, los bandidos

seguían disparando entonces salte y…...me escondí. Después de mucho rato

salí…encontré el camino pero no a Juan, así seguí hasta llegar acá.---

--- Vamos, Remigio ensilla los caballos, vamos a buscar a Juan.--- Salieron a todo

galope, Pascual, Marcos y Alberto a pesar de las protestas de Eugenia para que no

se lo llevara, pero Pascual necesitaba que Alberto le dijera por donde fue el asalto.

Al cabo de un rato redujeron el galope siguiendo a un trotecito más despacio,

--- ¿Falta mucho?---

Pregunto Pascual.

--- ¡no se!, yo iba distraído---

Pascual calculo que ya debería de ser el lugar, redujo más el paso a los caballos y

siguieron por el camino, Marcos por un lado y Pascual por otro, buscando cerca,

entre los arbustos.

Alberto dio un respingo, ahí estaba el pirul grande que vio a su derecha cuando él

salto después de la caída de Juan.

--- ¡por aquí!, por aquí debió de caer, ya me acuerdo de este lugar, el pirul se veía

a lo lejos.---

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Pascual regreso sobre sus pasos, al ver algo a uno metros del camino, ¡sí! ¡Era

Juan! Ahí estaba, tirado revolcado, tal que se confundía con la misma tierra y las

matas a sus lados.

Tenía un agujero de bala en la espalda, casi en medio, como a una cuarta de la

cabeza, la espalda y alrededor se encontraba cubierta de sangre ennegrecida por

la mezcla con el polvo y yerbas que se la pegaron al rodar después de caer de la

carreta.

El cuerpo fue envuelto en la manta de campo que traía la silla, lo subió en ancas

de su caballo y en silencio empezó el regreso al rancho.

Del lugar donde encontraron a Juan solo faltaba menos de la cuarta parte del

camino para llegar a Guanajuato.

***ya casi habían llegado, ¡malditos ladrones!***

Pensó Pascual.

Desgraciadamente había muchos; el país entero era un polvorín, el presidente Díaz

había sido reelecto por quinta vez, y la juventud no sabía o no tenía que hacer, los

puestos públicos estaban ocupados desde hace más de veinte años envejeciendo

sus ocupantes en sus puestos y sin dar oportunidad de dejar vacantes con su

retiro, no había posibilidad de hacer carrera en el Estado, esto en cuanto a la clase

media, otro tanto sucedía en la vida rural, donde los jóvenes campesinos no tenía

trabajo por falta de expansión de las haciendas que propiciara una demanda de

mano de obra, los jóvenes se veían obligados a emigrar del país o a volverse

asaltantes, como el famoso Doroteo Arango que se hacía llamar Pancho Villa.

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Con sus pensamientos, no se acordó del niño, el susto que debió de llevarse y él

así lo trajo, pero el muchacho es valiente, ni siquiera protesto y seguramente no

había comido desde ayer. Le pesaba la muerte de Juan, tendría que ir a

Guanajuato para avisar al patrón, que ya debería estar preocupado por la tardanza

de la carreta con el maíz.

Cuando llegaron al rancho, todos con Jovita y María por delante, corrieron al verlos

llegar, casi anochecía, María no se contuvo, cayo de rodillas frente al caballo con el

cuerpo envuelto, sabiendo que era su papá. Jovita lloraba sin consuelo, en silencio,

afligida por su suerte, sentada en un escalón de la entrada a las viviendas.

Eugenia, por su parte, también lloraba pero jalo a Alberto y lo llevo a que se lavara

para curarle los raspones, algunos eran profundos. Luego lo llevo al comedor y le

sirvió un plato de frijoles calientes, mientras le asaba un trozo de cecina que le

llevo después con crema y tortillas calientes y una jarra de café con leche. No

hablaron, Alberto comía, pero se daba cuenta de la desgracia de esa gente, habían

perdido al ser querido, como él había perdido a su papá, solo que el de él lo

abandono y a lo mejor aún vivía y lo encontraría, María, con la que había hecho

amistad, sufriría sin esperanza de volver a ver a su papá.

Cuando termino, Eugenia recogió los trastes esta vez y lo mando a dormir,… lo

velaran toda la noche, tú ve a descansar, mañana será otro día, dijo la muchacha

empujando por los hombros suavemente al niño-hombre para que se fuera a

dormir.

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Para Alberto la respuesta a sus dudas había llegado, no quería ir a trabajar a la

casa de los patrones ni quedarse en el rancho, ¿a que?, a servir como peón hasta

hacerse viejo, ¡No!, se quedaría a pasar la noche y mañana le avisaría a Pascual

que se iba, hoy estaba agotado.

A la mañana siguiente algunos tomaban café, entraban y salían en silencio,

Pascual había salido temprano a la ciudad a dar la noticia a los patrones. Cuando

Alberto entro al comedor, ya era tarde, había dormido mucho, recuperándose del

desgaste del día anterior, se sentó junto con Marcos y Remigio, el silencio

continuo, Eugenia le sirvió de almorzar sin decir palabra, solo puso su mano

sobre su hombro y dio un pequeño apretón, afectuoso, lleno de ternura,.. Alberto

volteo a verla y haciendo una mueca que parecía una sonrisa.

Saliendo del comedor, fue a buscar a Pascual, no se había enterado que se fue en

la madrugada, Ana la esposa de Pascual y mamá de Eugenia le informo que tal vez

regresara con los patrones en uno o dos días, pero que si lo que quería era saber

qué hacer, que ayudara a Marcos en sus tareas, que ya cuando Pascual regresara,

le diría él que hacer.

Tres días después, muy temprano, llegó Don Luis de Silva acompañado, desde

luego, por Pascual, por Ruperto y dos de los guardias armados de la mina. Entro a

la casa grande con sus alforjas que retiro del caballo, las dejo y salió

encaminándose a la casa donde vivía Juan con Jovita y María.

Pascual le aviso a Jovita, que estaba en la cocina, que se fuera a su casa, pues el

patrón iba para allá.

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Cuando Jovita entro a su casa ya estaba ahí Don Luis.

--- Jovita, estoy aquí porque me pesa mucho la muerte de Juan en manos de

bandoleros.---

--- Jovita, la paga de Juan tú la seguirás recibiendo, como si él estuviera aquí,

además de la tuya y podrás permanecer con nosotros todo el tiempo que quieras

junto con tu hija.---

Dijo Don Luis.

Después de dejar a Jovita y a María en su casa, Don Luis y Pascual regresaron a la

casa.

---Llama a Alberto, que venga, quiero hablar con él.---

Dijo Don Luis a Pascual.

Poco después Alberto con la guaripa en la mano estaba frente al patrón explicando

todo como había sucedido.

--- Bien muchacho, te portaste bien, muy valiente, arregla tus cosas, para que

mañana te vayas conmigo de regreso a la ciudad.---

--- Perdone usted señor. De eso quería hablar con Pascual, ya me quiero ir,.. Voy

a México a buscar a mis parientes, solo me quede para avisarle a Pascual. Le doy

las gracias por la comida y la cama pero ya me quiero ir.---

Don Luis se quedó sin saber que decir, el niño era algo menor que su hijo Pepe y

le pesaba dejarlo ir a si nada más, pero al parecer era un muchacho que sabía

valerse a sí mismo.

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--- Como quieras, es tu decisión, pero recuerda que aquí, siempre serás bien

venido,…

--- Pascual; ¿se le ha pagado algo a este joven?---

--- No señor, esperaba que usted me dijera que trabajo le dábamos, mientras, le di

lo que pidió, comida y donde dormir.

--- Págale lo de un peón por el tiempo que permaneció aquí y dos quintas más

para su partida.---

--- Si señor; como usted diga, ven conmigo Alberto, con su permiso señor Don

Luis.---

Alberto vio fijamente por unos instantes a Don Luis y se retiró.

--- ¿Estas seguro de que te quieres ir?, aquí estas mejor, ya vez los caminos están

llenos de ladrones, es más seguro que te quedes en el rancho.---

Le decía Pascual mientras caminaban.

--- Sí señor, quiero llegar a México, quiero ser más que peón, toda mi vida.---

La franqueza del muchacho dejo callado a Pascual, él hubiera querido hacer lo

mismo hace muchos años, correr una aventura, conocer más allá de Guanajuato,

de Celaya, de Irapuato y del rancho.

--- ¿Cuándo te vas?---

--- Mañana después de almorzar, si me lo permite.---

--- Claro que sí, entonces sigue con las tareas que hacías.---

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Empezaba a clarear cuando Alberto ya estaba en la cocina donde las mujeres

tenían preparado los almuerzos. Desayunó en silencio, pensando lo feliz que había

sido en tan poco tiempo. Los señores De Silva eran gente buena, no como los ricos

que le habían descrito antes en varias y distintas ocasiones.

Estos se preocupaban por el bienestar de sus trabajadores y respetaban su vida

privada. Por unos instantes llego a dudar que si estaba haciendo bien en irse a

correr aventuras. ¿Dónde le darían de almorzar cada mañana?, ¿Dónde le darían

afecto junto con comida y paga? Eso sería una vida cómoda, tal vez el patrón lo

mandaría a terminar la escuela, pero sin embargo seguiría siendo un peón de la

casa de los De Silva.

En su interior había algo más fuerte que esas comodidades, que el cariño de esas

alegres muchachas, de Eugenia, tan hermosa, tan buena con él, del respeto y

buenos modos de su capataz y de su patrón, era algo que lo impulsaba a seguir,

adelante, a buscar lo nuevo.

La misma sensación que sintió en el internado muchas veces y que logro contener,

tal vez por su edad, tal vez madurez. Y que violentamente se disparó sin mucho

análisis cuando se vio acorralado por los resultados de la pelea con el mendigo de

Cándido.

Eugenia le lleno el morral de tacos de cecina envueltos en un trozo de tela bordada

a mano con dibujos de flores con colores chillantes, el guaje él lo lleno de agua y

salió de ahí.

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Pascual por último, le entrego la paga de cinco meses más un quinto, como lo

ordenó el patrón y le conmino.

--- Cuídate, llevas mucho dinero contigo, si lo cuidas con eso podrás llegar a

México sin problemas.---

Alberto, guardo sin contar el dinero en su viejo y heredado morral, se acercó a

Pascual y lo abrazo sin darle tiempo a reaccionar, se separó, dio la vuelta y partió.

Era el 3 de marzo de 1905 cuando Alberto tomo el camino por donde llego hacía

ya unos meses, volvió la cabeza a despedirse otra vez de los que, con tristeza

contemplaban su partida. Más adelante volvió otra vez ya no estaba ahí; entonces

siguió su camino hasta que encontró el pirul ahuecado donde dejo la pistola, la

saco con cuidado, la sacudió del polvo con el mismo pedazo de piel con el que la

envolvió y la guardo en su morral.

Siguió con su técnica rudimentaria pero efectiva; inició su marcha con el sol a su

lado izquierdo por el mismo camino por donde había llegado. Uno o dos kilómetros

de donde partió, encontró un cruce de caminos. Dudo por cual seguir, el del lado

izquierdo tenía algo de matorrales, lo que significaba que no circulaban las

carretas, el del lado derecho parecía que lo llevaría nuevamente a la hacienda de

los Silva.

Tomo el camino hacia el sur, con la emoción de conocer algo nuevo, de encontrar

a su papá o a su mamá, a su hermana mayor, de la que tenía pocos recuerdos,

pero sabía que existía. A la fugaz ilusión de encontrarse con su verdadera familia,

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que lo había abandonado, se le encimaba la tristeza y remordimiento de dejar a

esa gente buena del rancho de los De Silva.

Pasado el mediodía, cuando el sol ya iba de caída, llego a Dolores, él sabía que ahí

el cura Hidalgo había levantado al pueblo en armas por la independencia de

México, tenía que conocerlo.

Entro por el lado poniente. Un arroyo casi seco bordeaba las siembras más

cercanas al poblado, camino a un lado del arroyo por un rato hasta que diviso a su

izquierda las torres de una iglesia, parecía muy grande, dio la vuelta y se encamino

a la iglesia.

Recordó que su papá llegaba a las iglesias y hablaba con los curas y casi siempre

consiguió donde dormir y que comer, claro a cambio de hacer un trabajo.

Entro en la iglesia, había poca gente, una señora de negro sentada hasta atrás y

otra más joven adelante, un hombre su mujer con un niño en brazos, rezaban

hincados muy cerca del altar. Había algunas velas prendidas y silencio, mucho

silencio, ¿sabría Dios que los que estaban ahí, incluido él, lo necesitaban?, pensó

Alberto, ¿Cómo es Dios que deja que unos bandidos maten a un hombre bueno

que hacia su trabajo para mantener a su esposa e hija?

Salió de la iglesia y siguió su camino, nuevamente al sur, en el pueblo había poca

gente por las calles, como si fuera hora de estar metidos en su casa, él no tenía

una casa, la que pudo ser, la dejo hacia pocas horas antes.

Al salir del pueblo recordó a Juan, muerto, los cuidados de Eugenia, el trato

afable de Don Luis, a Pascual queriendo parecer muy serio y en el fondo era muy

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bueno con él, las lágrimas llenaron su ojos mientras salía del pueblo y tomaba su

camino nuevamente.

No supo cuando dejo de llorar, con tristeza, con ilusión, pero supo que él estaba

solo otra vez y que solo seguiría su camino. Al menos eso creía, porque después

de unas horas de caminar en la misma dirección; a la sombra de un árbol de pirul,

vio sentado a un hombre, el hombre lo veía acercarse sin hacer o decir nada.

Alberto se puso tenso, aminoro la marcha hasta casi detenerse, ¿será un

asaltante? ¿Habrá otro escondido?, acababa de sufrir la experiencia del asalto a la

carreta y de la muerte de Juan. Tenía miedo y una pistola.

El corazón parecía que se saldría, poco a poco, al ritmo de sus pasos fue

metiendo la mano al morral, sujeto la pistola por la cacha y jalo para atrás el

martillo, volteando a los lados, tratando de ver a alguien más.

--- ¿De dónde vienes, muchacho?---

Dijo el hombre cuando Alberto estaba casi frente de él, a unos veinte metros.

--- De un rancho allá por San Felipe, ¿y usted que hace aquí?---

--- Voy a la capital, tengo unos asuntos pendientes que arreglar, ¿tú a dónde vas?-

--

--- También voy a la capital, voy buscando a mi familia.---

La tensión de Alberto se notaba, pero el hombre no parecía darse cuenta, hablaba

muy calmado, vestía un traje oscuro con rayas blancas, lleno de polvo y algo raído,

pero parecía que alguna vez fue un fino traje, la corbata de listón, iba floja,

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dejando abierto el botón de la camisa que dejaba verse lo sucio de esta, de varios

días de viajar y no cambiarla.

Cuando se puso de pie, Alberto se tensó más, no se había acercado a más de diez

pasos del hombre y no dejaba de voltear a todos lados, esperando que saliera

alguien más para quitarle su morral, la mano se crispo sobre la pistola; pero nada

raro paso, el hombre siguió hablando como si lo conociera desde hacía mucho

tiempo, con su voz gruesa pero muy calmada.

Cuando se volteo, a ver frente a frente al joven con el que hablaba, dejo que se le

viera, con intensión, la pistola que usaba en una funda al exterior agarrada al

cinturón, al costado derecho, casi en la espalda.

Pero ni seña de querer agarrarla, al contrario, su rostro se mostraba amable al

igual que su voz.

Alberto fue aflojando nuevamente la pistola, dejándose llevar por la voz que lo

calmaba de su miedo, dejo de voltear para todos lados, ya estaba parado a solo

dos o tres pasos de aquel señor.

--- ¿Quieres que sigamos juntos el camino?, me gusta la compañía y sabes, ya

estoy viejo y en ocasiones necesito algo de ayuda.---

--- Si,…. creo que si podemos.---

Trago saliva.

--- ¿Sabes?---

Inicio la plática al mismo tiempo que la marcha, en la misma dirección en que

venía Alberto.

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--- Yo tengo un hijo que cuando él tenía tu edad, ¿que son, unos doce años?, se

escapó de la casa y después de varios días en que anduvo vagando por ahí,

regreso.---

--- Nos dio mucho gusto pues todos estábamos muy angustiados sin saber que le

había pasado.---

--- Su mamá lo regaño por quien sabe qué tontería y él se sintió mucho, agarro

cualquier cosa de ropa y se fue, paso hambre y sed y entonces regreso.---

--- Ojala yo tuviera una mamá que me hubiera regañado y una casa donde volver,

yo estoy solo y no tengo a nadie.---

El hombre guardo silencio por largo rato, trato de ayudar a que ese muchacho

volviera con unos padres y se encontraba a un joven, como otros tantos en

México, huérfanos, sin nadie que vea por ellos.

--- ¿Cómo te llamas?---

Pregunto el hombre.

---Alberto, Alberto Aguirre Palacios señor, soy huérfano, vivía en un orfanatorio en

San Luis Potosí, del que escape hace como cinco meses. Y usted, ¿Cómo se

llama?---

--- Catarino Garza;(*) tengo una casa en Texas donde vive mi familia, a la que no

veo desde hace trece años en que tuve que salir huyendo de México.---

--- Al parecer somos un par de fugitivos. Te contare mi historia en el camino y si

quieres luego me cuentas la tuya, ¿te parece? ---

* Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

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Volumen 36, Número 1, p. 251-282, 2009. ISSN electrónico 2256-5647. ISSN impreso 0120-
2456.

Catarino Garza, un mexicano en la guerra civil colombiana de 1895 por Leónidas Arango
Loboguerrero Instituto Internacional de Periodismo Werner Lamberz.

El mexicano Catarino Erasmo Garza ejerció el periodismo en Estados Unidos y desde allí
organizó las primeras incursiones armadas contra el gobierno de Porfirio Díaz. Huyendo del
acoso al que lo sometieron las autoridades de su propio país y de los Estados Unidos, se
integró a un núcleo de radicales colombianos exiliados en Costa Rica y se comprometió en los
planes para combatir a la Regeneración y para encabezar el ataque a los cuarteles militares
de Bocas del Toro en Panamá durante la breve guerra de 1895. Garza abrió un frente aún
no estudiado en la actividad internacionalista liberal que floreció en América Latina durante
la última década del siglo xix, aún poco estudiada.

Alberto, sonrió, ahora el hombre, el señor Catarino, le influía confianza, había

soltado el martillo de la pistola y esta estaba suelta en el fondo del morral.

--- Como usted quiera y emprendió la marcha nuevamente.---

--- ¿Qué sabes tú de Porfirio Díaz?, pregunto Catarino.---

--- Pues muy poco, solo que es el presidente de México, que peleo contra los

franceses que nos invadieron hace unos años. Pero oí a unos señores que

hablaban de él, que ya debería dejar que otro fuera el presidente.---

--- Pues parece que sabes más de lo que esperaba. Yo pienso igual que esos

señores que oíste, solo que yo no me quede en pura platica y hace trece años me

levante en armas en contra de él.---

--- Perdí y por eso salí huyendo de México, ahora veras, allá por 1877 Porfirio Díaz

fue electo Presidente de la República, aunque realmente antes se había auto

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nombrado, dado que Sebastián Lerdo de Tejada había abandonado la presidencia.-

--

--- ¿Sabes quién fue Lerdo de Tejada?---

--- No señor,---

Contesto Alberto.

--- Bien; Lerdo de Tejada fue el presidente sucesor a Benito Juárez cuando este

murió.---

---Al mismo tiempo en todo el país había guerrillas peleando entre ellos y contra

las mismas fuerzas federales, en fin era el caos peor que ahora.---

--- El señor Lerdo de Tejada era muy bueno con las cosas de economía del país,

pero no sabía nada de política además de ser…digamos indolente, es decir no

hacia su trabajo por pura desidia.---

--- Esa actitud permitió que en la frontera con los Estados Unidos proliferaran las

gavillas de bandoleros que robaban en el lado mexicano las mercancías que

llegaban de contrabando de Europa para ir a venderlas a los Estados Unidos,

donde robaban ganado y lo traían a vender a México.---

--- Propiciando con todo esto, que los texanos formaran un grupo de bandidos,

pero con placa de sheriffs, llamados Rangers, que supuestamente ponían el orden

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pero que realmente además de combatir a los forajidos, también se dedicaban a

roban y asaltar a los mercaderes mexicanos.---

--- A esto y otras cosas más, como el asesinato de indios de la tribus Lipanes,

Kikapu y otros, por parte de los soldados gringos que llegaban a meterse a

territorio mexicano para llevarse a los pobres indios que quedaban vivos disque

que para encerrarlos en llamadas reservaciones, que no eran más que campos de

prisioneros.---

--- Por si fuera poco, empresas extranjeras, principalmente inglesas y gringas,

construyeron vías de ferrocarril y abrieron camino para las carretas en México para

facilitar su comercio ya que con el pretexto de que la nación no tenía el capital

suficiente para hacerlo, entonces este dejo que empresas privadas lo hicieran,

pero sin ninguna regla ni ley que beneficiara al país.---

--- La gente con dinero de México, los que heredaron sus fortunas de sus

antepasados los colonizadores españoles, los que la hicieron al amparo de la

guerra de independencia, de la guerra contra los gringos, la guerra de Reforma, la

guerra contra los franceses y todas las otra que hemos tenido, vendiendo

mercancías, armas municiones a los dos bandos, robando las tierras de aquellos

que morían en tales guerras, los que compraban propiedades como

prestanombres del clero católico para disfrazar la propiedad y que por tal acción de

prestanombres les toco su buena tajada, todos ellos no quisieron invertir sus

riquezas en el país donde nacieron y crecieron y se enriquecieron.---

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--- Facilitaron o justificaron que fueran los extranjeros los que vinieran a invertir su

dinero, si para sacar mucho más de lo que metían y facilitar el saqueo de la

nación.---

--- Todo eso facilito que el General Díaz llegara a la presidencia. Así el 5 de junio de

1877 juro como Presidente constitucional.---

--- Don Porfirio, como se le nombra, rápidamente se dedicó a estabilizar la situación

del país, capturando y fusilando a todos los alzados y también a los que se oponían

a sus ideas. También te puedo decir que mejoro la hacienda pública.---

--- ¿Cuál es esa hacienda? ---

Pregunto Alberto, que oía atento a la plática de Catarino, su ahora amigo.

--- Así se le dice a la parte del gobierno que se encarga de cobrar los impuestos y

distribuir el dinero en los gastos del país, como construir caminos, hospitales,

pagar a los soldados, para muchas cosas más y para que los políticos se roben una

parte.---

--- Don Porfirio supo restablecer la confianza de los burgueses nacionales y

extranjeros, pues a tan solo dos años de su mandato las minas principales de

Guanajuato, de Hidalgo, Zacatecas y otros estados volvieron a trabajar

intensamente.---

--- Claro está, con eso el país recaudo mayores impuestos, se abrieron fuentes de

trabajo en las minas, pero la riqueza obtenida, el verdadero producto de los bienes

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naturales de la nación se iba y se va al extranjero, con los grandes capitalistas que

manejan el mundo a su antojo.---

---Los malos tratos a los trabajadores, aunque ahora tenían empleo, produjo el

descontento. No todo el pueblo se beneficiaba con la bonanza de minas y

haciendas. En estas, los hacendados de los que un buen número de ellos había

robado las tierras a los campesinos pobres que se alzaron en la infructuosa guerra

de los llamados Religionarios y que murieron dejando sus tierras abandonadas o

en manos de viudas asustadas, tan solo con amenazarlas de delatarlas como

mujeres de alzados dejaban sus tierras y se iban sabe Dios para donde, abusaban

de sus jornaleros.---

--- Si eso ya lo había escuchado de doña Brígida---

Interrumpió Alberto.

--- Pues todo eso produjo que se formaran muchas bandas o gavillas de asaltantes

y abigeos que asolaban al país, pero que también supo combatir Don Porfirio,

dando una relativa paz a la nación.---

--- Pero el cuento no es tan bonito como lo has oído, pero eso te lo cuento

mañana, porque ya está obscureciendo y mejor buscamos donde guarecernos para

pasar la noche.---

Alberto, que venía fascinado oyendo todos esos relatos de su compañero de viaje,

acepto la propuesta con algo de contrariedad, pues él podría haber seguido la

caminata y por supuesto la charla.

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Apenas clareaba cuando Alberto despertó, la hoguera que habían encendido la

noche anterior y que sirvió para hacer café y calentar unas tortillas para cenar,

estaba apagada y Catarino Garza no estaba, se había marchado.

Alberto se contrarió pues quería seguir oyendo la interesante plática de aquel

hombre, pero ya se había acostumbrado a no depender de nadie ni física ni

emocionalmente, así que se preparó para seguir su camino.

Al recoger su morral de cuero, lo sintió más ligero que antes, lo abrió y comprobó

lo que sospechaba, la pistola ya no estaba. El atado de billetes de su paga si

estaba. Seguía como lo dejó, envuelto en la delgada y suave piel que una vez

protegió a la pistola.

Catarino se la llevo, a fin de cuentas era un ladrón, pensó Alberto y empezó su

caminar siguiendo la regla que se había trazado desde el principio, el sol a su

izquierda.

La vegetación ahora era más escasa, algunos huizaches y nopaleras, el suelo era

duro, muy pedregosos.

Llego a una ranchería a la orilla de una cañada por donde había bajado. Al llegar

al poblado encontró un labriego que salía del poblado, al que le pregunto el

nombre del pueblo. Supo que se llamaba San Damián.

Siguió caminando por la calle de tierra con unas cuantas casas a los lados y otras

un poco más retiradas y entonces vio una tienda, parecida a la de doña Brígida, el

recuerdo le entristeció.

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Entro a la tienda donde compro algo de comer y consiguió agua para su guaje, el

tendedero le pregunto lo de siempre; ¿Quién era y de dónde venía?, después de

decirle su nombre, el tendero le dijo:

--- Pasó un señor por aquí y me dejo un recado para ti, no sé qué quiera decir

pues dijo “que lo perdonaras que era mejor para ti”.---

Alberto supo que le seguía los pasos a Catarino Garza y pensó, desde cuando un

ladrón me dice que es mejor para mí, tal vez si se apuraba lo alcanzaría y ya

buscaría la manera de recuperar su pistola.

--- Y para dónde vas, muchacho, pregunto nuevamente el tendero.---

--- Quiero llegar a la capital, de donde salí hace ya mucho tiempo.---

--- Pues síguele por el camino, vas a llegar a San Miguel, seguro que ahí va estar

el señor ese Catarino.---

Después de pagar y dar las gracias Alberto siguió su camino. Era ya pasadas las

ocho de la mañana cuando salió de la tienda, según el viejo reloj de pared que

tenía el tendero.

El camino era polvoriento y la vegetación escasa, como ya había notado cuando

venía caminando con Catarino.

Cerca de las tres de la tarde, según calculó Alberto, diviso a lo lejos lo que parecía

un poblado grande, más que San Felipe. Le entusiasmo pensar que era San

Miguel y podría encontrarse con Catarino.

Una hora más tarde entro al pueblo, era efectivamente más grande que San

Felipe, pero más chico que San Luis Potosí. Las casas eran como de piedra o

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ladrillos grandes pero cubiertas de algún material y con pintura, unas muy bien

pintadas que se veía muy bonito, aunque otras se les veía ya maltratada la pintura.

Había varias tiendas de muchas cosas donde entraba solo a curiosear los

productos. La gente caminaba como si no quisieran llegar a donde iban, sus pasos

eran lentos, pausados. Había pocos en la calle, algunos con ropa buena, serían

patrones, otros con el calzón de manta y su morral terciado.

Buscaba un lugar para comer, traía dinero, su dinero, por primera vez en su vida

tenía dinero que se había ganado con su trabajo.

Encontró una fonda llamada “Doña Juana”, entro con cierto temor, busco donde

sentarse y espero que lo atendieran. Se acercó una mujer gorda, ya grande, como

Pancha, pero muy desarreglada, sucia.

---¿Qué quieres muchacho?.---

---Quiero comer, si me hace el favor de decirme que hay.---

--- Traes dinero para pagar.---

---Si, si tengo para pagar.---

---Quiero verlo primero.---

---Yo quiero ver la comida.---

---No te traeré comida si no me enseñas el dinero.---

Alberto, sintió coraje por las formas, pensó que no sería la única fonda del pueblo

y que no tenía por qué soportar a una señora con esas formas.

Se puso de pie agarro su guaripa y se dirigió a la puerta sin decir nada. Antes de

salir, saco algunos billetes del morral y se los mostro a la mujer.

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--- ¡Yo si tengo dinero, usted no tiene ni comida ni ganas de servir, que le vaya

bien!---

Salió y empezó a caminar con la misma dirección de cuando llegó. No había dado

diez pasos cuando salió la señora junto con un hombre y le grito:

---No te vayas, ahorita te doy de comer.---

---No señora, ya me quito usted el hambre, a ver si más adelante encuentro

personas amables.---

Se dio la vuelta y siguió por la calle del Canal, así se llamaba y parecía que era la

más importante del pueblo.

Como dos manzanas adelante, se veían las torres de una iglesia muy grande y un

parque.

Antes de llegar al parque, encontró otra fonda, esta con el nombre de “San

Miguel”, entro y busco quien la atendía, se acercó a la mujer que se encontraba

atrás de una mesa que servía para pasar los platos por un hueco por donde se

veía la cocina y las cuatro mesas de madera de la fonda, de las cuales estaban

ocupadas tres.

--- Señora, tengo hambre y puedo pagar mi comida con dinero, ¿me puede usted

dar de comer? ---

--- Aunque no tuvieras dinero, te doy de comer.---

---Lávate allá atrás y luego siéntate; dijo la mujer.---

Alberto recordó a Eugenia, siempre lo mandaba a lavarse antes de comer.

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Cuando regreso, en la mesa había una jarra con agua de limón, un vaso de vidrio

y un canasto con tortillas, más tardo en sentarse en que la señora le llevara un

plato con arroz y frijoles negros y un trozo de carne que tenía muchas cebollas

encima.

Comió todo con muchas ganas, desde el día anterior en la noche, no había comido

nada, solo beber agua.

Lo de siempre sucedió, al terminar de comer, la buena señora se acercó y le

pregunto:

--- ¿A dónde vas?, ¿andas solo? ---

--- Si señora, voy a México y busco a mi familia.---

--- ¿Por qué no te quedas a dormir aquí y mañana temprano sigues tu camino?. Yo

tengo un cuarto disponible allá atrás.---

--- Si señora, tiene razón, ya es tarde.---

--- ¿Cuánto me cobra por el cuarto y la comida.---

--- Si realmente traes dinero, págame cincuenta centavos, mañana, antes de irte,

esto es por la comida de hoy por lo que te daré más tarde, unas gordas con queso

y por lo de mañana, que serán huevos con frijoles e incluye la cama para dormir.--

---También te puedes bañar, que buena falta te hace.---

--- Gracias señora, acepto el trato.---

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Alberto, después de comer salió a caminar por el pueblo donde se maravilló por la

iglesia grandota a la que entró, era la iglesia de San Miguel Arcángel. Se sentó un

rato a contemplarla por dentro.

Salió de la iglesia un rato después y camino por la plaza, había árboles y muchas

urracas que hacían mucho ruido, unas pocas personas paseaban alrededor, niños

de varias edades jugaban correteándose entre los árboles.

Después de contemplar un edificio que tenía en la parte de arriba los números

1736 resaltados y donde estaban policías cuidando. Pidió permiso de entrar y se

lo dieron, uno le dijo que ahí era la Presidencia Municipal y que tenía una pequeña

biblioteca, que si quería entrar había un encargado que lo atendería.

La biblioteca era un cuarto amplio, pero se veía vacío, pues solamente tenía un

librero donde había apilados algunos libros maltratados y papeles sueltos. En los

muros había unos pocos cuadros de una especie de lámina plateada con grabados

representando a campesinos en plena labor y en una esquina estaba un escritorio

desvencijado donde estaba sentado un señor, canoso y arrugado pero no como

Brígida, se veía de menos años. Se llamaba Manuel y era amable aunque de pocas

palabras.

Después de acercarse al librero y tomar algunos libros para hojearlos, el señor

Manuel le pregunto:

--- ¿Qué estás buscando muchacho?---

--- Nada en particular, señor.---

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Contesto Alberto. Empezó a leer un librito ya sin pasta pero aun con su título

“FUNDACIÓN DE SAN MIGUEL DE ALLENDE”, le llamo la atención siguió la lectura.

El nombre de San Miguel de Allende se deriva de los nombres de Fray Juan de San

Miguel, fundador de la población y de Ignacio Allende, caudillo de nuestra

Independencia Nacional.

La ciudad de San Miguel el Grande, hoy de Allende, fue fundada el año de 1542

por Fray Juan de San Miguel, cuando en aquel entonces era un pueblo que carecía

de agua, por lo que se le abastecía de un manantial cercano llamado Izquinapan

que traducido al castellano significa "Río de perros", y el cual es hoy conocido

como "Manantiales del Chorro".

El 18 de julio de 1561 el Virrey Don Luis de Velasco (padre), autorizó al alcalde

mayor de la jurisdicción que concediera una cantidad de hectáreas para la cría de

ganado y la tierra solicitados por los vecinos y moradores.

San Miguel de Allende era un punto de paso importante del Antiguo Camino Real,

parte de la ruta de la plata que se conectaba con Zacatecas.

El poblado fue elevado a la categoría de ciudad, el 8 de marzo de 1826 (durante el

primer sistema federalista), por decreto del Congreso Constituyente, con el

nombre de San Miguel de Allende.

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En el siglo XVIII y primera década del siglo XIX, San Miguel era un centro

mercantil, industrial y agrícola de mucha importancia, actividades que se

incrementaron con los fundos mineros de Guanajuato, San Luis Potosí y Zacatecas.

El señor Manuel, interrumpió su lectura diciendo que cerraría en unos minutos, que

si quería regresara mañana a seguir su lectura, Alberto dio la gracias, salió de la

biblioteca y luego del Palacio de Gobierno, dio la vuelta y regreso a la fonda donde

doña Blanca, la dueña que lo había atendido, lo mando de nuevo a lavarse y que

se sentara para darle las gordas.

Dos días se quedó Alberto, caminando por ahí y por allá, por un lado admirando

los edificios antiguos y el movimiento de tanta gente, sobre todo en la mañana y

por otro buscando a Catarino, si lo encontraba tenía que devolverle su pistola.

La mañana era esplendida, Alberto se sentó a desayunar y mientras Doña Blanca

daba vueltas entre su clientela, abundante a esa hora, él pensó que el tiempo de

partir, pronto no tendría para pagar y quería llegar a México, ¿Por qué?, no lo

sabía, estaba bien en la hacienda de los De Silva y ahora doña Blanca lo trataba

como a un hijo.

Bastaría que buscara algún trabajo para mantenerse y tal vez ir a la escuela, había

terminado la primaria y sabía que debería seguir estudiando algo, para no ser toda

la vida un peón.

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Estaba decidido; terminando de desayunar, tomaría su morral, le pagaba a doña

Blanca y seguía su camino.

--- Quédate conmigo Alberto, se ve que eres buen muchacho y me hace falta

alguien que me ayude aquí, y a ti un lugar donde vivir, ¿a qué vas a México?, si no

conoces a nadie.---

--- No lo sé Doña, algo me mueve a seguir adelante.---

Le pago a Doña Blanca por su estancia y comidas y emprendió su camino. Le dio

tristeza ver que la Doña se quedaba llorando, pero siguió su camino.

Como sabía, tomó el camino con el sol de las siete de la mañana en su lado

izquierdo, sin embargo al salir de la zona poblada, le quedo al frente un cerro algo

grande que no le invitaba a subir para seguir su camino.

Prefirió rodear el cerro, para más adelante seguir el mismo rumbo, como ya antes

lo había hecho con situaciones parecidas.

Llego hasta una hacienda llamada de Buenavista, donde paso la noche adentro de

la iglesia sin que el cura o el sacristán lo vieran. A la mañana siguiente, después

de que abrieran las puertas, salió de su escondite entre una banca y el muro de

atrás, casi junto a la puerta.

Afuera de la iglesia, encontró la típica tienda, donde compro algo de carne seca y

tortillas, las guardo en su morral y siguió su camino. Poco más adelante encontró

un camino mucho más ancho, como para dos carretas, le pareció que siguiendo

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ese camino hacia el sur, llegaría a la ciudad de México. Efectivamente era el

Camino Real de México a San Luis Potosí.

Pasaron varios días de caminata y dormir en el campo cuando una mañana fría de

finales de marzo de 1905, ya sin dinero, muy sucio y con hambre, cruzo un canal

de aguas negras pestilentes y horas después, tras una loma entre dos cerritos

entro a la ciudad de México.

Una media hora, después de caminar por una carretera entre árboles de eucalipto

que olían muy bonito, llego a un punto donde a su izquierda, se veía una iglesia

muy grande a donde dirigió sus pasos.

Había mucha gente afuera de la iglesia, era la Basílica de Guadalupe.

Se mezcló entre ellos, había personas que avanzaban de rodillas, estas les

sangraban y no podían ocultar su dolor, pero algo hacía que ellos siguieran hasta

entrar en la Basílica. Otros cantaban: “En el cerro una hermosa mañana, la

guadalupana, la guadalupana llego al Tepeyac”.

Iban también personas con ropaje fino que solamente caminaban abriéndose paso

entre la multitud, pero sin verlos, sin embargo entraban a la iglesia y se hincaban

a rezar. Alberto nunca había visto tal cosa, *** ¿Acaso Dios existía?, ¿Por qué la

gente hacia eso por alabarlo?, ¿Qué les daba a cambio?, ¿La felicidad?, era

evidente que no les daba riqueza, la mayoría iban tan desarrapados como el

mismo, entonces pues; ¿en qué consistía esa fe de la personas?, sobre todo los

más pobres, ¿acaso será la esperanza de que algo va a cambiar en sus vidas? y

entonces si encontraran la felicidad. No lo entiendo. ***

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La gente no se conformaba con entrar al templo, sino que buscaba estar lo más

cerca de una imagen, colocada arriba del altar, se iban empujando unos a otros,

ahí se mezclaban completamente los ricos y los pobres como en una gigantesca

masa humana, se oía un murmullo monótono y hueco, toda la gente rezaba en voz

baja, pero no se distinguía más que un especie de zumbido grave y continuo.

Alberto siguió los pasos de todos y se dejó arrastrar por ese frenesí de

acercamiento a la imagen que empujaba la masa humana hacia ella y desplazaba a

los más cercanos hacia los lados, porque más allá no se podría pasar, había un

especie de barandal hecho como de oro, con barrotes gruesos y cerrado por un

travesaño donde la gente que había llegado hasta ahí se topaba y al sentir la

presión de atrás, instintivamente avanzaba hacia los lados dando paso a los de

atrás para repetir el movimiento.

Cuando llego a la imagen la observo con admiración. Era la de una mujer, con

vestido largo de color café muy clarito y cubierta por un manto de color entre

verde y azul que tenía estrellas estampadas.

Estaba parada sobre unos cuernos como de toro y que eran sostenidos por un niño

con alas de colores, atrás de la mujer había pintados como rayos de sol como si

este estuviera tapado por ella y solo sus rayos se veían.

Tenía la piel morena como la de él y el pelo muy negro, peinado con raya en

medio como la mayoría de la mujeres que vio en su travesía en los diversos

pueblos donde paro, incluida doña Brígida o como Eugenia, la hija de Pascual del

rancho de los De Silva.

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Su expresión era dulce, como si estuviera en paz, sus manos juntas al frente.

No supo nunca que le paso, pero las lágrimas salieron de sus ojos y de pronto se

sintió como muy contento y tranquilo, ya no estaba como cuidándose de todos, ya

no tenía coraje contra todos, ya nada, ni los empujones de la gente de atrás

importaba, ahí se sentía en paz.

Estuvo parado contemplándola mucho rato, no supo cuánto pero el hambre lo

regreso a la realidad por lo que decidió salir y buscar que comer.

Al frente de la basílica había una gran plaza llamada atrio donde la gente se

agrupaba después de haber estado adentro de la basílica, unos bailaban vestidos

de indígenas, como antes de la conquista, otros simplemente estaban sentados

comiendo y al centro el río de personas queriendo llegar a ver a la Virgen de

Guadalupe.

En las orillas de la plaza o atrio, había gente comiendo en puestos que vendían de

todo, quesadillas, sopes, tacos, pozole, menudo, de todo, Alberto encamino sus

pasos hacia allá tal vez podría conseguir algo.

Llegando a un puesto donde vendían sopes, pambazos y otros antojitos

mexicanos.

--- Señora, señora.---

Llamó a la mujer que cocinaba y daba órdenes a una niña como de quince años,

sucia, desarreglada, llenita, sin estar gorda, no fea de cara, tal vez si se peinara se

vería bonita, pensó Alberto.

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--- ¿Les puedo ayudar en algo del trabajo señora; no me pague, solamente deme

de comer.---

La señora y la niña voltearon a verlo quedándose en suspenso como pensando la

respuesta.

--- Ándale pues ve y tráeme esas dos cubetas llenas de agua, llénalas allá donde

esta esa como capilla.---

Alberto agarro las cubetas y se dirigió a donde se veía una como capilla donde se

agrupaba más gente.

La capilla era realmente una ermita, que se había construido alrededor de un

manantial de agua, la gente decía que el agua era milagrosa y lo mismo la tomaba

para beber como para lavarse.

Alberto entro a la ermita pidiendo permiso para pasar a la gente que obstruía la

entrada, lleno las cubetas de agua y regreso donde la señora; esta atendía a una

pareja con dos niños, como de cuatro y seis años.

--- Aquí está el agua señora, ¿algo más? ---

Pregunto Alberto.

--- No eso es todo---

Dijo la señora y le paso un plato de barro con un pambazo y dos quesadillas.

--- Toma come, siéntate ahí en esa piedra.---

--- Gracias señora, no sabe el hambre que traigo.---

Alberto empezó a comer, primero las quesadillas.

Mientras comía le pregunto a la señora:

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--- ¿Por qué hay tanta gente? ¿Así es siempre?---

--- No que va, esto es porque apenas el año pasado le dieron el título de Basílica al

templo de la Virgen y eso trajo mucha gente que no ha parado de llegar de todos

lados.---

---Toma, comete otro pambazo, se ve que la traías atrasada.---

Dijo la señora al tiempo que le extendía la mano con otro pambazo para ponerlo

sobre su plato.

La niña solamente soplaba al anafre sin decir nada y volteaba de vez en cuando

discretamente a ver al joven mugroso que platicaba con su mamá.

Llego al puesto un señor vestido de negro con ropas algo raídas con huellas de

muchas lavadas, canoso un poco encorvado y arrugado al igual que su ropa. Se

acercó a la señora y ella le dio unas monedas. No hablaron nada, la mujer le dio y

el hombre recibió y se fue al siguiente puesto, donde Alberto vio que pasaba lo

mismo, el hombre fue de puesto en puesto recibiendo monedas de los dueños de

los puestos.

--- Señora, ¿Por qué le dan dinero a ese hombre, no se ve que sea limosnero y ni

siquiera se lo pidió?---

--- Es el ayudante del sacristán de la Basílica, Gumaro, pasa todos los días a

recoger la cuota que cobran por dejarte poner el puesto, dicen que la lana es para

mejoras del templo, pero para mí que se lo roba el sacristán.---

--- Hay mamá tan ingenua.---

Por fin hablo la niña del anafre.

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--- Pos que no te has fijado que diario pasa uno de los curas, muy bien arreglado

por cierto, y va sonriendo a todo mundo sin decir nada, hasta parece que va

rezando pero ya me lo cache, va contando los puestos para que después no lo

trance el sacristán con las cuotas.---

--- El mismo cura sale por las tarde en una carreta rete bonita y quien sabe a

dónde se vaya, pero regresa hasta la mañana después de que ya vendimos varios

desayunos. Eso es buena vida, por eso esta tan gordo.---

Alberto termino su segundo pambazo y aunque seguía con hambre, mejor se

despidió dando las gracias no sin antes preguntar dónde estaba el zócalo de la

ciudad.

Tomó el camino recto que llegaba hasta la Basílica, que la señora de la que no

supo su nombre le dijo que tomara.

El camino era ancho, como de 12 metros. La niña, de la que tampoco supo su

nombre, había dicho que por esa calzada caminaba la gente que venía de todos

lados del país a visitar a la Virgen, pero que la costumbre era desde antes de que

los españoles llegaran, pues antes venían a ver a la misma madre de Dios pero con

el nombre de Tonantzin.

--- Y tu ¿como sabes eso? ---

Le pregunto su mamá, un poco malhumorada por las cosas que decía su hija,

primero, lo del cura gordo y ahora esto.

--- Porque yo leo, en la biblioteca del convento de las Carmelitas, hay libros viejos

que luego me dejan leer.---

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Alberto se había ido por esa calzada pensando en las cosas que dijo la niña con

muchas preguntas en su cabeza como:

*** ¿Será este Dios y su madre los mismos que veneraban los pueblos de México

antes de la llegada de los españoles, pero con nombres diferentes?.***

Llego así hasta el zócalo de la ciudad de México, por una calle con muchos edificios

y de pronto llego junto a una iglesia, grandísima, más que la Basílica de

Guadalupe, esta era la Catedral de México, entro y quedo sorprendido de la

construcción y de los lujos de las decoraciones.

*** ¿Acaso Dios quiere que le hagan iglesias grandes y tan lujosas? ¿Esta era

superior a la de la madre de Dios? ¿No debería ser al revés? ***

No entendía, cuando camino con su papá y se quedaba en las iglesias por

semanas, mientras su papá trabajaba con el cura, él jugaba con niños del pueblo,

pero se acordaba que las iglesias eran muy pobres, no tenían los lujos de estas y

como nunca recibió clase de catecismo, no sabía muchas cosas, pero había visto

en casa de los De Silva que rezaban mucho y Pepe, el mayor de los hijos, un día le

pregunto que si había hecho la primera comunión, Alberto contesto que no, que no

sabía que era eso.

Esta iglesia era más grande y suntuosa que los palacios alrededor de la

plaza.

La plaza era muy grande llena de árboles por todos lados, había bancas para

sentarse. Ahí llegaban todos los trenes eléctricos y de mulitas. Los eléctricos

solamente iban y venían a y de Tacuba.

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En cada lado de la plaza había una edificio donde llegaba los tranvías y al centro

un quiosco, donde en ese día tocaba una banda de música.

El sol casi se metía, ya no había luz en la plaza y un señor iba encendiendo las

farolas con un palo largo que en la punta llevaba una mecha encendida.

Alberto, pensó que en donde podría pasar la noche, se acercó a la terminal de

tranvías que quedaba del lado de la plaza por donde él había llegado. Había unas

pocas personas sentadas en las bancas y otros permanecían de pie. Tímidamente

se acercó a una banca y se sentó. Al poco llego un tren jalado por las mulitas,

algunas personas bajaron y se alejaron caminando mientras que los que estaban

adentro se subían al trenecito.

No quedo solo, un señor sentado en una banca que anotaba cosas, levanto

la vista hacia él y le dijo:

--- ¡Aquí no puedes pasar la noche, si es lo que estas planeado, no se aceptan

vagos, así que si no vas a tomar un tren mejor ya lárgate! ---

--- ¿Quién le dijo que no iba a tomar un tren? ---

Contesto Alberto, solo por el coraje por la forma en que lo estaba corriendo ese

señor.

--- ¡Pues toma el siguiente tren o vete!---

Insistió el encargado de la estación.

Alberto sintió que ya no tendría nada que alegar, que ahí no pasaría la noche y era

mejor empezar a buscar otro lugar.

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Ya se había quedado adentro de las iglesias, pero por lo regular no había quien le

corriera, sin embargo pensó en la catedral y para allá dirigió sus pasos.

Aun había gente rezando, unos hincados otros sentados, así que se sentó en una

banca desde donde podría buscar un buen lugar para esconderse.

Ahí donde se subía el cura para hablar, bajo de la escalera, parecía un buen lugar.

Se acercó y se acomodó en una banca desde donde podría ver todo el movimiento.

La escalinata empezaba por un lado de la columnas, dando frente hacia el altar, el

hueco formado por los escalones quedaba tapado por una pared que seguía la

curva de la escalera alrededor de la columna , terminando donde se paraba el

sacerdote bajo un techito de adorno, adentro no llovía.

La pared tenía una puertita por la que podría entrar, tal vez había espacio y si no,

arriba donde se paraba el sacerdote solo que ahí tendría que subir sin ser visto.

Al cabo de un rato, la iglesia se quedó casi vacía al mismo tiempo que una persona

con sotana negra y una vara larga terminada en una campana, apagaba las velas

del altar.

La gente que quedaba dentro se empezó a mover dirigiéndose a la salida, como

respuesta a una señal que diera el hombre al ir apagando velas, las veladoras,

bajo las imágenes, permanecían encendidas creando una penumbra que hacia

parecer que se movían la imágenes.

Alberto aprovecho que la gente no lo veía y que el de las velas le daba la espalda,

para subirse al pulpito, despacio sin hacer ruido. Una vez ahí, se recostó siempre

en silencio y espero a ver qué pasaba.

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La noche fría dentro de la iglesia transcurrió sin contratiempos, de hecho durmió

bien, salvo por el hambre que lo atormentaba.

El sonido de las campanas llamando a misa despertó a Alberto, había una poco de

luz en el interior de la iglesia, rayos que entraban por las ventanitas en la parte

superior iluminando algunas imágenes y el altar principal, dando una misteriosa

sensación en el espíritu infantil de Alberto.

Con mucho cuidado se asomó por la orilla del pulpito de madera, dos personas de

negro acomodaban las bancas, al terminar uno de ellos se puso a prender las velas

y quitar veladoras acabadas mientras que el otro corrió los seguros de las puertas

de madera del frente y abrió las dos hojas asegurándolas a los lados en el piso.

Alberto siguió esperando, le inquietaba que pudiera alguien subir y lo encontraran,

pero paso un rato nadie subió. La gente empezó a entrar, a la iglesia por el frente

y sentarse donde mejor les placía, entonces Alberto aprovecho para bajar del

pulpito, sentado, escalón por escalón hasta abajo, se puso de pie y se acercó a

una banca donde se sentó y permaneció por un rato, todo seguía tranquilo.

Al salir de la catedral, camino al principio sin rumbo, después como si siguiera los

paso de la gente que ya se movía por las calles, se encamino por una donde había

tiendas de todo tipo, eso era atrás del Palacio Nacional, nunca había visto tantas

tiendas, muchas cerradas todavía, otras que estaba abriendo y otras que ya

atendían a los transeúntes invitándoles a pasar a la tienda, caminaba despacio

viendo esa escena nunca antes vista por él.

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Le llamo fuertemente la atención el bullicio que ya había en el lugar y que crecía

cada segundo. Decidió dejar, para después conocer, toda esa calle, ahora era más

importante conseguir que comer.

Poco a poco fue aumentando el número de tiendas, como bodegas, donde unas

tenían naranjas otras jitomates y así cada bodega tenía algo diferente, pero la

gente que andaba de compras solo se paraba en la que tenía lo que quería, lo

echaba en costales que cargaban señores o niños como él.

Se fijó que una señora le daba monedas a uno de los niños que le llevo sus

costales hasta su carretón.

Otras señoras llegaban en automóviles, Alberto había visto algunos cuando entro a

la ciudad después de la calzada de los Misterios, esas señoras iban mejor vestidas.

Después de un rato vio llegar un automóvil y bajarse de el a una señora, se acercó

y le pregunto:

--- Señora ¿le puedo ayudar cargando lo que compre?---

La señora volteo a verlo y con una mueca casi sonrisa y acepto la ayuda, le

entregó una canasta y un costal. Alberto la siguió, guardando todo lo que ella

compraba, ya sea en la canasta o en el costal, como ella le decía.

Después de un buen rato y de llenar tanto canasta como el costal y cargarlos hasta

el automóvil la señora le dio unas monedas, eran 15 centavos, con eso sabía que

podría comprar algo de comer.

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Le dio las gracias a la señora y se encamino a donde había visto un puesto que

vendía tamales y atole. No dio más que unos pasos cuando un hombre mal

vestido, barbas de varios días y algo sucio, lo detuvo y le dijo:

--- ¡Tienes que darme tu cuota si quieres seguir trabajando aquí! O que ¿creías

que nada más llegas y nos quitas el pan de la boca y te vas tan campante?, ¡No

escuincle, a pagar! ---

Alberto se quedó sorprendido, parado frente al señor que le exigía un pago por el

trabajo que él hizo.

--- ¿Y cuánto le debo de pagar?---

Respondió al fin. Los recuerdos del orfanato llegaron a su mente,… ahí también

tenía que pagar por lo que ganaba.

--- Tienes que darme 50 centavos por todo el día---

Dijo el hombre.

--- Pero, ¿y si no los gano?---

--- Eso es tu problema, si flojeas y no ganas, haber de donde los consigues, te

puedes quedar a dormir en esa casona donde se quedan todos los escuincles como

tú.---

Señalando una vieja casa que estaba a punto de caerse.

--- La otra es que te largues de aquí y ya no trabajes pero antes me das lo que te

dio la señora.---

Lo pensó un momento Alberto, el hombre solo estaba a un paso de él, podría darle

una patada en los huevos y echarse a correr con su dinero o bien aceptar el trato y

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quedarse ahí pagando su cuota, eso sería peor que haberse quedado de peón en

la Hacienda de los De Silva. Opto por lo primero. Después de la fenomenal patada

que le dio al hombre y de que este se dobló por la cintura, salió de ahí corriendo

sin parar, ya tenía experiencia en escaparse de situaciones difíciles, solo que esta

era real.

En su camino entre la muchedumbre, otro jovenzuelo trato de detenerlo al oír los

gritos de Palemón, como se llamaba el hombre recién, casi castrado, se le paro

enfrente para quererlo agarrar pero nunca espero que el que corría desaforado

con cara de susto, fuera a atropellarlo, ambos rodaron por el suelo pero Alberto se

levantó más rápido y siguió su carrera. Después de unas calles volteo y nadie lo

seguía, había escapado.

Siguió caminando por las calles de México hasta que encontró otro puesto de

tamales y atole donde se paró y pregunto:

--- ¿Cuánto los tamales y el atole seño? ---

--- A dos centavos los tamales solos, pero en torta son a tres, el atole también a

tres centavos, ¿Qué vas a comprar?---

Contesto la señora gorda que atendía el puesto, que no era más que un bote lleno

de tamales sobre un anafre con carbón que los mantenía calientes y otro anafre

que calentaba la olla del atole.

--- Pues deme una torta y un atole por favor.---

La señora abrió el bote de tamales y pregunto:

--- ¿de que el tamal?, hay verdes, rojos y de dulce.---

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--- pues de verde.---

Contesto Alberto.

--- Señora, perdone usted la pregunta, ¿Dónde puedo conseguir algún trabajo?---

Pregunto Alberto.

--- Nooo, pos no sé dónde, muchacho, pero dicen que por allá por el rumbo del

Salto del Agua un señor contrata jóvenes como tú, para vender cosas en las

calles.---

--- ¿Sabe cómo se llama? ---

--- No se, pero le dicen “el gato”, ve tú a saber.---

Juana, como se llamaba la señora de los tamales, no necesitaba de mucho para

empezar hablar y dar santo y seña de todo, lo que no sabía lo inventaba, pero en

esta ocasión le dio datos verdaderos al joven que le compraba una torta de tamal

y un atole.

--- Y ¿por dónde se va a Salto del Agua? ---

Pregunto Alberto.

--- Vete ahí derecho por esta calzada hasta que encuentres otra calzada más

ancha, por donde pasan artos carros, ahí le das para la izquierda hasta que

encuentres una como fuente de piedra, ese es el Salto, por ahí pregunta por “el

gato”.---

Alberto llego a la fuente del Salto del Agua, que realmente ya no tenía agua.

Alguna vez esta fuente realmente fue el lugar donde terminaba el acueducto que

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partiendo del cerro del Chapulín (Chapultepec) llevaba el vital líquido hasta la Gran

Tenochtitlán y sirvió aun hasta finales del siglo XVIII.

Alberto vio que frente a la fuente estaba una pequeña iglesia, donde afuera un

niño poco mayor a él, vendía periódicos.

Alberto se acercó y le pregunto directamente al muchacho.

--- ¿Oye, como le hago para vender periódico o cualquier otra cosa?, necesito

trabajar para comer.---

Ramiro, como se llamaba el joven, volteo a verlo y contesto.

--- Te lo digo, solo que prometas que no venderás aquí, pues aquí es donde yo

vendo.---

--- Te doy mi palabra que no.---

Contesto Alberto.

--- Bueno pues espérame un rato a que termine y mientras vete fijando para que

aprendas.---

“El Imparcial”, era el nombre del periódico que vendía Ramiro. Lo voceaba sin

parar y con singular entusiasmo, con un tono agudo y cantado, ante las personas

que iban y venían por la calle o que entraban o salían de la pequeña iglesia.

Alberto paso las dos horas en que Ramiro tardo en vender todos los ejemplares

que le faltaban leyendo un ejemplar del día anterior que le dio Ramiro.

Aún se comentaba la reelección del General Porfirio Díaz a la presidencia, con la

novedad que se instituía la Vicepresidencia, ocupándola Don Ramón Corral, que

había sido Gobernador del Estado de Sonora, que también era un rico empresario

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en el ramo de las harinas. El artículo que leía Alberto, mencionaba que José Yves

Limantour regresaba a la Secretaría de Hacienda y que el General Bernardo Reyes

seguía al frente del gobierno de Nuevo León.

El articulista mencionaba también que el país aún no estaba en condiciones

democráticas suficientes para elegir a otro que no fuera Porfirio Diaz, según había

vaticinado el Diputado Francisco Bulnes durante la convención de los llamados

científicos.

Alberto era muy joven para entender la política pero recordaba lo que escucho en

casa de los De Silva, en el bautizo de la niña recién nacida, donde un tal Francisco

Madero había creado la polémica de la plática al decir que Porfirio Díaz ya tenía

muchos años en la presidencia de México, que era tiempo de reemplazarlo y que

para eso se estaba preparando, formando un partido político que se le opusiera.

Cuando Ramiro termino la venta, llamo a Alberto y con una seña le indico que lo

siguiera. Caminaron juntos platicando, o más bien, Alberto narrando su escapatoria

del orfanato y su necesidad de buscar como comer y donde dormir.

Ramiro tenía 13 años pero se veía menor por lo flaco y chaparro, le dijo que él

estaba casi igual, su papá se había muerto cuando tenía como 5 años, y que su

mamá al no tener como mantenerlos, se dedicó a trabajar de puta, que a él no le

molestaba, pues de eso había comido mucho tiempo antes de empezar a trabajar

vendiendo periódico. Que ahora entre los dos llevan dinero a la casa, aunque a él

le gustaría tener más dinero para que su ma dejara de trabajar.

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El trabajo se lo dio un señor llamado Justino, que era cliente de su mamá y que

algunas noches llegaba con ella y se sentaban a cenar y platicar mucho rato.

--- Justino compra muchos periódicos o se los dan a vender a él, no sé, pero luego

él los reparte entre muchos chavos y deja varios en tiendas y estanquillos.---

Aclaro Ramiro.

---Yo creo que si le digo, también te dará para vender y hasta te dirá un lugar y

mientras encuentras te puedes quedar conmigo.---

Alberto agradeció la oferta y esa misma noche conoció al señor Justino.

Habían matado a uno de sus vendedores, allá por la calzada Tacuba, cerca de

donde están construyendo el Teatro de la Ciudad y Alberto podría empezar

mañana mismo.

Alberto empezó a trabajar al día siguiente, no fue tan fácil como le pareció

primero, al ver a Ramiro hacer su trabajo, pero poco a poco encontró la manera de

acercarse a la gente y venderles el periódico. Las ganancias eran pocas, pero le

daba para comer y Ramiro seguía hospedándolo en su casa, se habían hecho

buenos amigos.

Trato de encontrar a su familia, al menos donde vivió, pero era difícil, solamente

recordaba una vecindad obscura, muy grande, con cuartos que parecían haber

sido celdas de un convento cerca de la iglesia de Nuestra Señora de Loreto, por la

plaza de Loreto, allá por la calle del Carmen y San Ildefonso. No encontró alguien

que le informara acerca de su papá. La tristeza de su soledad, su amenguaba con

la amistad de Ramiro Pérez y de su mamá, la puta.

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Alberto leía los periódicos que vendía y pensaba que si quería ser más que un

peón o un vendedor de periódicos, tendría que seguir estudiando.

Por otro lado tenía el remordimiento de haber dejado el orfanato de esa manera.

En alguna ocasión en el orfanato le habían platicado de la Escuela Militar

Industrial para cursar la escuela Superior, allá en San Luis Potosí y un militar que

diario le compraba el periódico, le habló de la Escuela Militar de Aspirantes, donde

podría entrar y graduarse como Subteniente.

También le platico del Colegio Militar, el que estaba en Chapultepec y que en

alguna ocasión, cuando Alberto fue a dar un paseo por ahí, lo había visto, era un

Castillo grande, imponente, hasta arriba del cerro desde donde se veía toda la

ciudad. El mismo militar le comento; que el Colegio Militar era para jóvenes de

familias con dinero, por eso él le recomendaba que buscara entrar a la Escuela

Militar de Aspirantes que ahí sería más fácil para él entrar, pero que tendría que

terminar la escuela Superior y por supuesto la Primaria.

Alberto sentía como una ansiedad dentro de su estómago al pensar que podría ser

un militar, había cursado los cuatro años de la Primaria y poco antes de pasar a la

Superior se había escapado, ahora tendría que regresar a terminar la Primaria y

estudiar la Superior para obtener su certificado si quería entra a la escuela de

Aspirantes.

Alberto no lo pensó mucho; regreso a San Luis en 1906, un año y meses después

de su escape, esta vez pudo pagar un pasaje en 3ª clase en el ferrocarril que

pasaba por San Luis y llegaba a Laredo Texas.

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Caminó desde la estación del ferrocarril hasta el orfanato. Alberto antes de pedir

hablar con el Director, se acercó a la reja del orfanato, por donde había escapado

hacía ya 2 años, con la esperanza de ver alguno de sus amigos.

Estuvo buen rato parado afuera, hasta que de pronto se acercaron a él dos niños

algo menores que él.

--- ¿Eres Alberto verdad? ---

Dijo un chico gordito, pero con cara simpática, muy roja, con pecas, el pelo rojizo,

casi de la estatura de Alberto.

--- Si, y tú eres Malaquías, ¿o no? ---

--- El mismo que viste y calza.---

--- ¡Cuéntanos!, ¿a dónde te escapaste?, aquí todavía se habla de ti, como el que

le pego al mendigo de Cándido, que por cierto, por la tunda y las burlas, se estuvo

tranquilo por un rato, pero luego siguió igual, jodiendo a los más chicos, lo bueno

es que ya cumplió dieciocho años y lo sacaron, dicen que se hizo ratero y ya está

en la cárcel.---

Despotrico Malaquías casi sin respirar.

Alberto sintió que algo se aflojaba en su interior, como un alivio a algo que

cargaba y le apretaba el pecho. Ahora sabía que Cándido no murió en la pelea.

Llamo a la puerta y pidió hablar con el director. El conserje que ya lo conocía, se

negó a atenderle.

--- A que vienes chamaco, tú ya no perteneces aquí, así que vete.---

--- No señor, por favor dígale al director que quiero hablar con él.---

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--- ¡Ya te dije que te fueras, aquí no tienes nada que hacer! ---

Los gritos llamaron la atención de la secretaria del director, acercándose esta a la

puerta.

--- ¿Qué pasa aquí, Remigio. ---

--- Este chamaco que quiere pasar a hablar con el señor director y es el que se

escapó a hace más de un año, ¿se acuerda? ---

--- ¿Qué es lo que quieres? ---

Pregunto la señora Clarita.

--- Mire usted, quiero pedir perdón por escaparme y pedir que me permita seguir

aquí hasta terminar mis estudios.---

Clarita, se quedó pensativa viendo al muchacho ante ella.

--- Déjelo pasar Remigio, yo me hago cargo.---

Ordeno la secretaria.

Media hora más tarde, Alberto se presentó con el Director del orfanato, este lo

reconoció y después de darle una fuerte reprimenda por haber huido, escucho

atentamente los planes de Alberto y su petición de reingresar, terminar sus

estudios primarios e ingresar a la Escuela Industrial.

Esta escuela era manejada por el mismo Gobierno estatal y se podría decir

hermana del orfanato “Presidente Juárez” de donde Alberto había huido.

El Director después de haber oído a Alberto dijo:

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---Te voy a recibir nuevamente, solo porque un día le prometí a tu papá cuidarte

hasta que cumplieras los dieciocho años, pero me vas a prometer que te portaras

bien y no volverás a escaparte.---

--- Primero que todo ¿Por qué te escapaste? ---

Alberto sabía que Cándido no murió y que el director no sabía sobre la pelea, solo

supo que el muchacho por andar correteándose con otro, se descalabro y se

desmayó un ratito, después lo llevaron a la enfermería donde dijo el mismo

Cándido que se tropezó y pego contra la reja y ahí había quedado todo.

--- Me escape señor, porque tuve una pelea con Cándido, cuando nos quiso

golpear, como era su costumbre, solo que esa vez me puse bravo y le conteste los

golpes, pero luego en la pelea él se golpeó contra la reja y cayó desmayado y

sangrando, entonces me asuste y salte la reja.---

--- Eso fue todo señor, yo creí que se había muerto.---

El Director se quedó pensativo un rato de no más de treinta segundos, para

Alberto fueron horas.

--- Tuve que ir con la policía para informar de tu huida, tú no lo sabes, pero todos

los internos que están aquí, tienen un registro en el Gobierno del Estado y si algo

le pasa a cualquiera hay que avisar. Unos compañeros fueron testigos que un día,

sin más ni más te saltaste y te fuiste, ellos tuvieron que acompañarme a declarar…

¡Por supuesto que mintieron! o mejor dicho, me ocultaron la pelea.---

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--- Ahora tendremos que ir otra vez a la policía y declarar que ya regresaste, pero

eso será otro día, por ahora vamos con el prefecto para que te asignen una cama.-

--

Alberto volvió a cursar el cuarto año que dejo inconcluso y al terminar, con ayuda

del mismo director, ingreso en la Escuela Industrial Militar en 1907.

En esta escuela su vida cambió, el régimen era tipo militar, estaban organizados

en compañías, secciones y pelotones, todas la unidades compuestas por los

mismos alumnos.

Tenían viejas armas Remington de un solo cartucho, que por cierto, nunca vieron

los cartuchos. Alberto disfrutaba su vida, dominaba el orden y disciplina, le

gustaba mucho oír a la banda de guerra y a la de música.

Las clases de instrumentos de cuerda impartida por el profesor Julián Carrillo

Trujillo eran algo aburridas, pero lo bonito era cuando el maestro tocaba el violín.

Alberto llego a ser Sargento 1º de alumnos, destacando en casi todas sus materias

con las mejores calificaciones.

Aprendió rápidamente el manejo de la imprenta que tenía la escuela y que incluso

publicaba un periódico local, participando Alberto como tipógrafo, oficio que

aprendió y que posteriormente le sería muy útil.

En diciembre de 1909 terminaría la escuela superior y podría entrar a la Escuela

Militar de Aspirantes, por lo que el 12 de diciembre de ese año solicito mediante

carta escrita dirigida a la Secretaria de Guerra y Marina ser aceptado como alumno

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en dicha escuela, para lo cual firmo como tutor un de sus maestros en la Escuela

Industrial.

Casi un mes después, le contestaron que por no haber vacantes no podrían

recibirlo en ese año.

Alberto sintió que el piso se abría a sus pies, había hecho mucho esfuerzo por

tener las mejores calificaciones para que al examinarlo no fuera rechazado y ahora

lo rechazaban por falta de lugar.

El Director de la Escuela Industrial trato de conformarlo y le ofreció que aunque ya

no podría tenerlo como alumno al terminar el año, lo podría alojar como maestro,

que le ofrecía que diera la clase de tipografía, que la paga era poca pero ahí podría

comer y tener un techo.

Para Alberto, no era problema no tener un techo, su escape a la ciudad de México

le dio una bella y valiosa experiencia, tampoco la falta de comida, sabía que

siempre se consigue que comer,….si te pones listo y no te rindes.

Acepto la oferta advirtiendo que volvería a solicitar entrar a la Escuela Militar de

Aspirantes el siguiente año.

En mayo de 1910, cuando el país estaba convulsionado por las futuras elecciones y

las manifiestas inconformidades por la pretendida reelección de Díaz, solicito

nuevamente ingresar a la Escuela Militar de Aspirantes. Esta vez le contestaron

que tendría que enviar un certificado del Registro Civil.

***Eso sí es un problema***

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Pensó Alberto.

***Donde puedo conseguir un certificado si no en la ciudad de México, entonces

debo de irme para allá.***

Paso el resto del año de 1910 con muchas experiencias y emociones tratando de

reunir dinero para viajar a la ciudad de México y conseguir el certificado.

En ese tiempo, el país seguía agitado y las elecciones serían pronto. El candidato

opositor a Don Porfirio era el señor Madero, al que conoció cuando trabajo con los

De Silva.

Un día, sorprendió a todos, que trajeran preso al señor Madero desde Monterrey

para encerrarlo en la penitenciaría de San Luis, que disque por haber dicho un

discurso subversivo que provoco que en Valladolid se levantaran en armas un

grupo de hombres al que ya habían apresado.

Después Madero, aunque seguía preso, gano las elecciones pero el gobierno anulo

los votos y se declaraba ganador a Porfirio Díaz y a Ramón Corral como

vicepresidente.

Una tarde cuando Alberto paseaba por el centro, vio a Don Luis de Silva,

caminando hacia la penitenciaria, que estaba cerca de la escuela, trato de

alcanzarlo para saludarlo, pero este se metió a la penitenciaria y ya no pudo verlo,

Alberto pensó que iría a visitar a su amigo Madero.

Poco después, el 6 de octubre de ese año, se enteró que Madero se había

escapado de la cárcel, pero que mientras estaba ahí, escribió un plan para

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derrocar a Porfirio Díaz. En el tal plan, se llamaba a los mexicanos a coger las

armas y derrocar al gobierno el próximo 20 de noviembre de 1910.

El Plan llamado de San Luis, dio resultado, la Revolución inicio en todas partes, se

supo de enfrentamientos armados entre revolucionarios y el Ejército Federal.

Alberto, por su parte, logro llegar a la capital, nuevamente viajando en tren, el 14

de enero de 1911, todo ahí era caos, se temía que los revolucionarios entraran en

la ciudad en cualquier momento, pero Alberto siguió con lo suyo, busco el Registro

Civil y solicito su certificado de nacimiento, busco trabajo también, consiguiéndolo

en una imprenta, donde se imprimían libros. Su jefe y dueño de la imprenta pronto

quedo complacido por el esmero y atención que Alberto ponía al trabajo.

Mientras esperaba que le entregaran el certificado busco a Ramiro, el vendedor de

periódicos que lo ayudo tanto. No tuvo éxito, no le encontró en su acostumbrada

esquina de venta de periódico ni en su casa, ya no vivían ahí, la gente no sabía

nada de ellos.

Las cosas en la capital seguían de mal en peor, las noticias eran muchas, Madero,

después de huir de la prisión se fue a refugiar en San Antonio Texas, de donde

partió para entrar al país el 13 de febrero por El Paso Texas.

Fue nombrado por sus seguidores, como Presidente interino, ahora teníamos dos,

dijo Alberto a su jefe, en todo el país hay levantamientos y combates.

Las cosas siguieron de ese modo hasta que el 25 de mayo Porfirio Díaz dimitió

ante el congreso a la presidencia… nadie sabe que va a pasar, dicen que el

presidente ahora es Don Francisco León de la Barra y que habrá nuevas

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elecciones, pero ¿entonces ya no existe el ejército al que se supone voy a darme

de alta como cadete?, se preguntaba Alberto.

Obtuvo su certificado y lo llevo personalmente el 9 de junio a la Secretaría de

Guerra y Marina, comprobando que las cosas no cambiaron, el ejército seguía

siendo el mismo, solo que ahora el Presidente era León de la Barra.

El 10 de junio, un día después, la Secretaría le pide que traiga la autorización

escrita que le dé su papá para ingresar a una escuela militar.

*** ¿y de donde saco yo un papá?***

Piensa Alberto y le comenta a su Jefe.

--- ¡Esto es desesperante!, ahora me piden la autorización de mi padre y no se

siquiera si está vivo, no se de él desde que me dejo en el orfanato, ¿qué puedo

hacer? ---

--- Pues si quieres yo te hago una carta explicando tu orfandad y que soy tu

tutor.---

--- ¿Se puede eso?, ¿me la aceptarán?---

--- No hay peor lucha que la que no se hace.---

--- Pues sí, por favor hágame la carta.---

Esa misma tarde el señor Macario M. Puente, dueño de la imprenta, hizo la carta y

se la entregó a Alberto.

Con dudas, Alberto se presenta en la Secretaría de Guerra donde le reciben la

carta y el 17 de junio le contestan al domicilio de la imprenta, domicilio que había

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dado para ser localizado, que se presentara ante el Director de la Escuela para que

se le practiquen todos los exámenes.

Todo lo aprobó satisfactoriamente, Alberto estaba muy sano y su preparación

académica en la Escuela Industrial había sido excelente, el 30 de junio Alberto

ingreso a la Escuela Militar de Aspirantes.

La Escuela estaba instalada en lo que fue la fábrica de hilados y tejidos “San

Fernando” y había sido inaugurada el 29 de enero de 1905 después de que el

Presidente de la República Don Porfirio Díaz había decretado su fundación el 7 de

diciembre de 1904.

Era un sobrio edificio, ya modificado y adecuado para albergar a los cadetes,

futuros oficiales del Ejército Mexicano. El decreto de su fundación fue el resultado

de las gestiones del entonces Secretario de Guerra y Marina, General Bernardo

Reyes, como parte de un ambicioso programa de dar educación a las fuerzas

armadas.

Del Colegio Militar se graduaban pocos oficiales para cubrir todas las plazas del

Ejército y mucho de ellos terminaban sus estudios y eran comisionados a otras

dependencias. Por tal situación, Porfirio Díaz había decretado su fundación, ahora

con su salida del gobierno y el carácter transitorio de la presidencia, todo en la

Escuela parecía igual, igual que en el Colegio Militar e igual en el mismo Ejército, la

tropa era la misma, los oficiales, los mismos, los generales, los mismos.

MAGDALENA. 6 DE DICIEMBRE DE 1910.


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La Revolución había empezado, el país estaba en crisis, otra guerra más, como si

no hubieran sido suficientes todas las anteriores después de la de Independencia.

Magdalena con sus escasos seis años, no se percataba de la magnitud de la

desgracia que estaba viviendo su familia, pero si veía que sus papas y hermanos

mayores, hablaban mucho y parecían muy enojados.

Su infancia había sido muy feliz, hasta ese momento, y no comprendía que

pasaba, su nana trataba de distraerla con juegos y paseos en el parque que se

construyó al frente del canal de salida, después de la cortina de la presa “De la

Olla”.

Aunque la casa de Guanajuato se la habían quedado, Don Luis sabía que no podría

permanecer en la ciudad, que tendrían que salir pronto de ahí.

Madero había empezado una revolución en el país, había levantamientos por todas

partes, se oían noticias de combates entre el ejército de Don Porfirio y los

levantados.

En Guanajuato, el gobernador había impuesto un toque de queda y durante el día

no se podía circular libremente por la ciudad, Don Luis dejo de dar su catedra en la

Universidad y se veía acosado constantemente por funcionarios del gobierno.

Nunca se le pudo comprobar que había ayudado a Madero con dinero para su

escape y huida a Texas, pero esta situación lo ponía en la mira de funcionarios

ambiciosos dispuestos a quedarse con lo que aún le quedaba.

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Semanas después de estos acontecimientos, la familia De Silva empezó a guardar

su ropa en baúles, algunos de los muebles, como las camas y roperos se habían

cargado en carretas y enviado a la ciudad de México, se enviaron usando con un

salvoconducto preparado por el Obispo de Morelia, el primo Atenogenes, como si

fueran muebles de la iglesia.

El desconcierto era tremendo para Magdalena, su nana ya no la atendía, se había

ido junto con otras de las nanas, cocineras y mozos de la casa, ahora la cuidaba

todo el tiempo su hermana Pona al igual que a sus hermanitos Nacho y Jorge.

Ya nada era igual, su mamá y sus hermanas grandes hacían todo en la casa y a

Don Luis, su papá, lo veía muy poco y siempre como muy enojado y triste.

Una semana después de que se enviaron a México los muebles y que todos

dormían en el suelo sobre cobertores y colchas, muy de madrugada del seis de

diciembre, antes de que amaneciera, la despertaron y toda la familia fue a la

capilla, se hincaron ante el cristo y rezaron porque Dios y la virgen de Guadalupe

los protegieran en lo que estaban por iniciar… su huida de Guanajuato.

La subieron junto con Elena, Juan y sus hermanos menores, Ignacio y Jorge, en

una carreta que conducía su hermano Luis acompañado de su hermana Pona.

Le seguía otra carreta conducida por Pepe, el mayor de sus hermanos, ahora de

veinte años, iban su mamá y sus hermanos Carmen y Joaquín.

Cerraban el convoy dos carretas más cargadas con sus pertenencias, conducidas

por Pascual y Remigio que habían venido a buscar a Don Luis al saber que la

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hacienda era ahora propiedad de un tal Pánfilo Jimenez, él que había ido y tratado

muy mal a todos, después de inspeccionar la casa grande.

Más atrás de las carretas les seguían cuatro de los guardias armados de la cantera,

los que no habían querido seguir trabajando con el nuevo dueño.

Don Luis sabía y se los aviso, que este era un trabajo temporal, que les pagaría

sus servicios sus gastos para ir y volver a la ciudad de México y después se dirían

adiós.

Magdalena, se dio cuenta que su papá había salido a caballo muchos días antes.

Otras veces lo había visto salir a caballo, pero esta vez, se sintió muy triste al estar

en la terraza de la casa y verlo partir, intuía que algo estaba por pasar.

Don Luis había salido a la capital, quería recorrer nuevamente el camino a la

ciudad de México y buscar posibles lugares donde alojar a su familia en su viaje a

la capital.

El plan era de reunirse en la que era su hacienda y seguir juntos hasta México.

Al llegar a la hacienda, bajaron todos a saludar a los peones y sus familias. Todos,

incluso la mayor parte de los hombres, lloraban en silencio. Las lágrimas corrían

por sus mejillas sin decir nada.

La escena triste siguió por un momento. Don Luis que se encontraba desde el día

anterior, había explicado a todos, lo que había pasado, les había dicho que él creía

que ellos podrían seguir trabajando sin preocuparse, pero que él, Don Luis no

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podrá pagarles más. Sin embargo les había dado algo de dinero de lo poco que

recibió por la hacienda.

Los De Silva, durmieron en la hacienda esa noche, fueron atendidos por las

mujeres y peones como si aún fueran los dueños. A la madrugada siguiente

siguieron su camino a la ciudad de México.

El primer día tras una intensa jornada, aunque sin contratiempos llegaron a la

ciudad de Querétaro, donde se alojaron en una casa de huéspedes ubicada cerca

de la plaza principal, ahí pudieron dejar las carretas a resguardo mientras todos

dormían en cómodas pero austeras habitaciones.

Los guardias durmieron en una habitación aunque se turnaron para vigilar los

accesos a las habitaciones y a las carretas que estaban en el patio cercado que se

ubicaba en la parte de atrás de la casona.

Habían pasado por un lado de San Miguel de Allende sin detenerse, Don Luis había

hecho este recorrido a caballo previamente y había calculado los tiempos para

cada jornada con el fin de no viajar durante la noche.

Iniciaron el día, como era costumbre de la familia, hincados rezando a Dios y a la

virgen de Guadalupe porque siguiera protegiéndolos, ahora encabezando los rezos

por el mismo Don Luis.

La siguiente jornada fue muy intensa, a partir de Querétaro iniciaba el ascenso del

terreno desde una altitud de 1920 metros sobre el nivel del mar hasta 2500 metros

que tiene el punto más alto del camino, poco antes de llegar a Jilotepec.

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El paso de las acémilas se hizo muy lento al salir de Querétaro, las pendientes del

terreno dificultaba a las mulas avanzar a su paso normal, varias ocasiones Don

Luis ordeno que todos se bajaran y caminaran a un lado, el conductor caminando

ayudaba jalando a las bestias.

Los niños pequeños, incluida Magdalena, eran cargados por sus hermanos

mayores, pero solo en tramos mucho más difíciles.

Después de cansadas 10 horas en que solamente habían recorrido algo así como

120 kilómetros, cuando ya había empezado a oscurecer, llegaron por fin a

Jilotepec, pequeño pueblo del Estado de México, donde Don Luís, en su anterior

recorrido, había pedido alojamiento para su familia y sirvientes en la casa de un

conocido, el Lic. Andrés Molina Enríquez.

Habían sido presentados dos años atrás en la Universidad de Guanajuato, durante

el ambigú servido después de la conferencia que impartió el Lic. Molina, referente

al fraccionamiento de las grandes propiedades y el mejoramiento de los salarios,

para la naciente clase obrera, que al igual que la de los campesinos, se veían

explotados por lo hacendados y grandes terratenientes.

En su primer recorrido de exploración, Don Luis de Silva, busco su casa y toco a su

puerta, recordaba que el Lic Molina menciono tener su casa en Jilotepec,

afortunadamente lo encontró ese día y fue bien recibido. Después de narrar sus

forzados planes y la peligrosa situación que estaban viviendo en Guanajuato, le

pidió alojamiento para su familia y él, durante su recorrido a la capital que sería la

siguiente semana.

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La casa del Lic. Molina no era muy grande, pero había el suficiente espacio para

albergar a la numerosa familia De Silva.

Después de bajar de las carretas lo indispensable para cambiar de ropas, el Lic.

Molina y su esposa los sentaron en su mesa, aunque hubo que instalar otra mesa

para sentar a algunos de los niños, entre ellos Magdalena.

Al terminar la cena, el Lic. Molina invitó a Don Luis a pasar a la sala donde le sirvió

una copa del mejor tequila que hubiera antes probado.

Platicaron de las peripecias del viaje y lo tortuosa que fue la subida desde

Querétaro.

Tocaron el tema de la huida de Guanajuato, Don Luis narro detalladamente como

lo habían amenazado con detenerle si no firmaba las escrituras de su mina y de su

hacienda. Y después de pagarle menos de la mitad del verdadero valor le habían

amenazado nuevamente por ser amigo de Francisco I. Madero el insurrecto que

causaba problemas al régimen porfiriano.

Había empezado a planear su salida de Guanajuato desde el mes de junio y

aunque Madero había iniciado la revolución el pasado 20 de noviembre, la

situación estaba más a favor de las gentes del gobierno porfirista, al menos en el

Estado de Guanajuato.

La plática siguió por el mismo camino, el Lic. Molina manifestó que él era partidario

del fraccionamiento de los grandes latifundios y sobre todo del extermino de los

líderes políticos que sangraban al país e impedían su sólido desarrollo.

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--- Desgraciadamente los periódicos escriben alabanzas al régimen de Porfirio Díaz,

todos están en mayor o menor proporción subvencionados por la Hacienda

Pública, dando la idea de que el gobierno respeta la libertad de imprenta.---

--- La gran cualidad del presidente Diaz ha sido en no aparecer como realmente es

y en eso los periódicos le favorecen.---

Comento el Licenciado Molina

--- Es cierto que el país ha tenido grandes transformaciones económicas,

propiciadas por la inversión extranjera, principalmente de los gringos y de Europa.-

--

--- México está creciendo en gran medida gracias a estas inversiones, que han

traído la infraestructura para ferrocarriles y medios de comunicación como el

teléfono, el telégrafo y la electricidad. El comercio está siendo una de las

actividades económicas con más crecimiento en esta época. Se han suprimido las

alcabalas y el gobierno se encargó de fomentar el comercio exterior, que alcanza

niveles nunca antes vistos desde 1805.---

--- El aspecto negativo de esto.---

Seguía diciendo el Lic. Molina.

--- Es el crecimiento de las importaciones de productos elaborados con alta

calidad, por lo que la balanza de pagos ha estado creciendo desfavorablemente a

México.---

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--- Usted, que está relacionado con hacendados y mineros y no ignora de la

existencia de terrenos baldíos cuyos títulos otorgados en la Colonia no se

reconocen, lo que ha propiciado que muchos de ellos han pasado a manos de las

familias más poderosas del país creando grandes latifundios y además;

hacendados que han hecho uso de su poder para arrebatar tierras a campesinos

desde el primer periodo de gobierno del General Porfirio Díaz.---

Concluyo el licenciado Molina.

Don Luis estableció que él era también partidario de la fracción de los grandes

latifundios.

Sin embargo, Don Luis defendió la propiedad donde se lograban buenas cosechas

y a los trabajadores se les pagaba lo justo, que sería un error para el país destruir

las haciendas donde se producían los alimentos del pueblo. Que un país que quiera

conservar su libertad política, debe lograr la libertad económica primero, esto es;

ser autosuficiente en su alimentación y si, hacer comercio con otras naciones,

comprando aquello que aquí no se obtenga para la alimentación y vendiendo los

excedentes de producción.

--- Una vez que el país tenga que conseguir sus alimentos con otros países, estos

establecerán obligaciones indeseables para nosotros.---

Menciono Don Luis.

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--- Estaremos obligados a comprar otras cosas, como armas, por ejemplo, a

cambio de conseguir el maíz que debiéramos producir para nuestro consumo y

venta al exterior.---

Que al contrario, se debería permitir un crecimiento controlado de cada unidad

productiva y más aún, el desarrollo de cooperativas formadas por campesinos sin

empleo y gente con instrucción que ocupen las tierras no productivas y aquellas

recuperadas de los latifundios que hubiese sido mal habidas. Desde luego con

apoyo económico del gobierno.

--- En el país existe mucha gente sin empleo y sin posibilidades de obtenerlo, como

bien dices; el comercio de artículos extranjeros ha crecido y ha propiciado la

quiebra de los productores nacionales, principalmente en el ramo textil.---

Dijo Don Luis.

--- Facilitar el crecimiento del país por la producción agrícola lo llevará a ser

reconocido mundialmente, el problema es que los Estados Unidos están buscando

a todo costa que eso no suceda.---

--- Sería un grave error pretender repartir los latifundios entre los trabajadores, sin

antes darles una preparación adecuada, no solo en las tareas del campo, que ellos

saben mejor, sino que en aspectos de cómo mejorar el aprovechamiento del

campo, del uso de nueva maquinaria.---

Que al otorgarles tierras sin la preparación adecuada y sin más recursos que sus

propias manos se estaría destinando al país al fracaso alimentario.

Don Luis concluyo su disertación con estas palabras.

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Estuvieron de acuerdo que los políticos han hecho de este país la ruina. Que para

ellos los puestos en el gobierno no significan hacer crecer al país y crear bienestar

a sus ciudadanos, sino significa un botín donde enriquecerse.

El mismo Lic. Molina comento:

--- Estoy de acuerdo con su postulado y no dudo que usted ha sido un empresario

exitoso y sobre todo justo con sus trabajadores, sin embargo el pueblo en general

esta oprimido y a punto de reventar, Madero acaba de proclamar el Plan de San

Luis e iniciar la Revolución Mexicana. Yo mismo estoy pensando unirme a

principios del siguiente año.---

--- Cuénteme sobre lo del levantamiento de Madero.---

Dijo Don Luis.

--- He estado tan ocupado preparando mi salida de Guanajuato que no estoy al

tanto de esos acontecimientos.---

Ocultando que había visitado a Madero en la prisión de San Luis Potosí y había

colaborado con dinero, una buena suma en oro, para facilitar su fuga, porque

quería saber más acerca de lo que opinaba su anfitrión a fin de no establecer

polémicas y verse descortés.

--- Pues bien, como usted sabe, el pasado 15 de abril, se celebró la Convención

Antireeleccionista, y aunque falto su promotor, Francisco I. Madero, si asistieron

ciento veinte delegados y la plana mayor del partido formada por José María

Maytorena, Manuel Bonilla, Abraham González y José María Pino Suárez.---

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--- Madero había sido impedido de salir de casa, por estar acusado de robo de

ganado; para dar risa, ¿diga usted si no?. Sin embargo, Madero fue proclamado

como candidato por el partido, a la presidencia de la República.---

---- Con los principios básicos de no reelección, estricto cumplimiento de la

Constitución de 1857, libertad de los municipios y respeto a las garantías

individuales, Madero inicio su campaña electoral recorriendo el país.---

--- Al mismo tiempo, en Valladolid Yucatán, Maximiliano Bonilla, al frente de un

puñado de hombres tomo la plaza, exigiendo libertades políticas, lo que provoco la

inquietud de Don Porfirio, que viendo que la campaña de Madero tomaba fuerza,

lo mando aprender.---

--- Llegando Madero a Monterrey fue aprendido el 7 de junio por la policía local,

aunque el General Mier, Gobernador del Estado, tuvo sus dudas respecto a

detenerlo, al final lo llevaron a la penitenciaría.---

--- Posteriormente, a mediados de julio, fue trasladado a la prisión de San Luis

Potosí donde se le acusaba de haber pronunciado un discurso subversivo el pasado

4 de junio.---

--- En un desplante de libertad, otorgado por Don Porfirio, se celebraron las

elecciones y Madero gano en la mayoría de las casillas del Distrito Federal y en

otros estados, sin embargo, para el gobierno las elecciones habían sido ganadas

por la formula Díaz-Corral, ya que los votos a favor de Madero-Vázquez Gómez,

fueron anulados.---
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--- Mientras se celebraban los festejos de septiembre, Madero, desde su prisión en

San Luis Potosí, preparo un plan contra el gobierno, contra la reelección.---

--- El 6 de octubre pasado logró huir de la cárcel, hacia San Antonio Texas, donde

lo esperaban sus principales seguidores y a finales del mismo mes, promulgó el

Plan de San Luis, en el que declaraba nula dicha reelección.---

--- Madero llamó a la insurrección nacional, que debía iniciarse el 20 de noviembre

de 1910 a las seis de la tarde.---

--- Por otro lado, el día 18 de noviembre, en el Estado de Puebla, trataron de

apresar a los hermanos Serdán, seguidores de Madero, los sitiaron en su casa

desatándose una balacera, donde al parecer murieron todos menos Carmen, no se

decirte que fue de ella.---

--- El 20 de noviembre, según lo planeado, Madero cruzo la frontera en Ciudad

Porfirio Díaz, pero fue rechazado, teniendo que regresar a los Estados Unidos.---

--- Por el sur, en el Estado de Morelos, se levantaron Emiliano Zapata, Ambrosio y

Rómulo Figueroa, y Manuel Asúnsolo.---

--- Se desencadenaron levantamientos armados en varios estados del país. En

Hidalgo, un tal Gabriel Hernández que al parecer deserto del ejército de Porfirio

Díaz y en Chihuahua se levantó Pascual Orozco.---

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--- Pancho Villa, un abigeo, hasta ahora, ha logrado formar un ejército con sus

seguidores y al parecer se puso a las órdenes de Pascual Orozco.---

Siguieron, el Lic. Molina y Don Luis su plática por largo rato, alrededor de ese tan

apasionante y polémico tema, así como de otros de menor relevancia. El Lic.

Molina invito a la familia a quedarse unos días, la feria del pueblo empezaría al día

siguiente. Don Luis acepto con agrado la invitación, pensando en dar un descanso

más prolongado a su familia antes de continuar su viaje.

Dos días después, el 10 de diciembre continuaron su viaje a la ciudad de México.

Llegaron a Mixcoac, ubicado entre la ciudad de México y Coyoacán, poblado

cercano a la ciudad, donde se han construido casas de descanso de la gente rica

de la ciudad.

Don Luis consiguió una casa en la calle de Poussin a buen precio de renta. Pago

por adelantado lo correspondiente a un año de renta, pensando que pronto se

arreglarían las cosas y podría regresar a Guanajuato. La casa era de suficiente

tamaño para alojar a la familia y además contaba con una bodega en la parte

trasera, que le gusto a Don Luis para sus futuros planes.

Esa noche, después de que los hermanos mayores; Pepe y Luis junto con Pascual,

Remigio y los guardias, bajaron, muebles, baúles de ropa y huacales con trastos

de cocina y platos, cajas de madera con otras cosas como libros, armas y cuanta

cosa útil habían traído con ellos, ensamblaron las camas y se acomodaron para

dormir, no sin antes rezar todos juntos para dar gracias a Dios y a la Virgen por

haberlos acompañado en su viaje.

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El sol de la mañana siguiente los despertó, primero tal vez a los vigilantes,

acostumbrados a velar, pero que esa noche pasada, habían dormido todos por

instrucciones de Don Luis.

Magdalena, aun vistiendo camisón, busco a su nana, pero recordó con tristeza que

ya no estaba con ellos, entonces busco a su hermana Pona, para pedirle que le

hiciera un “guevito” revuelto. Pona busco entre la comida que se había traído, pero

no encontró huevos, solo había tortillas, pan virote, café, azúcar, sal frijoles

crudos, maíz entero y harina de trigo. Había algo de carne seca, como la preparan

en el norte del país, seca completamente.

Sin preguntarle, le calentó, en un anafre con carbón que había llegado también,

algo de café, que Magdalena y los otros niños no tomaban por costumbre pero que

ese día sería una excepción. Se lo dio con pan virote, al que mojaba en el café,

pues ya estaba duro.

A Malenita, como le decía Pona, le gustó mucho, tanto que se le quedo la

costumbre de hacerlo cada vez que podía.

Doña Guadalupe, después de tomar una taza de café, del que había hecho Pona,

organizo a todos sus hijos, hombres y mujeres, hasta a los más pequeños para

acomodar los muebles en la nueva casa, la ropa en su lugar, los trastos a la cocina

y hacer aseo, principalmente.

La casa de Poussin era más pequeña que su casa de Guanajuato, pero había las

suficientes habitaciones para alojar al matrimonio de Don Luis y Doña Guadalupe

con sus diez hijos y el que nacería en mayo próximo.

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Estaba algo sucia y descuidada, pero nada que una buena barrida y trapeada no

arreglara, los muros fueron encalados tanto por dentro como por fuera.

Después de dos días de trabajo en la casa, Don Luis pago a Pascual, a Remigio y a

los vigilantes, les agradeció mucho su ayuda y lealtad, se disculpó por no poder

seguir contratándolos, pues ahora carecía de una fuente de ingresos y la familia

tendría que vivir austeramente durante algún tiempo, no sabía cuánto.

Pascual y Remigio también agradecieron a Don Luis por haberlos empleado y

tratado como Dios manda, tomaron lo poco que traían y regresaron a Guanajuato,

con sus familias.

Los vigilantes también se despidieron de Don Luis, excepto Cutberto, que le pidió a

Don Luis, en privado, que le permitiera quedarse, aunque fuera sin paga, explico:

--- No tengo a nadie que me espere, ni un lugar donde ir, allá me quedaba a

dormir en la misma cantera cuando terminaba mi turno, a veces paseaba por la

presa o iba al mercado a comprar alguna ropa y comida para preparar en la misma

mina.---

Don Luis pensó lo que le pedía el hombre y contesto:

--- Está bien Cutberto, te agradezco, más que todo por tu lealtad pero tengo que

advertirte, pasara tiempo para poder pagarte pero por mientras tendrás un lugar

para quedarte y desde luego la comida.---

Aunque la revolución había empezado, esta no llegaba aún a la ciudad de México,

por lo que la familia con cierta tranquilidad y aunque no pudo festejar a Doña

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Guadalupe el pasado 12 de diciembre, por estar todos con los arreglos de la casa,

se reunieron para planear como se ganarían el sustento.

La diversidad de caracteres de los jóvenes De Silva, creaba fuertes discusiones

entre ellos, Pepe con sus 20 años, sensato, influenciado en la Universidad por el

concepto Antireeleccionista y por su papá en el apoyo a Madero, oía con cierto

desenfado a Luis con sus escasos 16 años decir:

--- ¡El pueblo no puede gobernar, porque no sabe, porque en toda sociedad habrá

siempre, las clases sociales! ¡Unos nacen para gobernar otros para dirigir

empresas, otros para pegar ladrillos, otros para arar la tierra!---

--- Así Dios hizo a los hombres con diferentes cualidades, para que cada quien

hiciera en su vida lo que esas cualidades le permitieran.------- Imagínense que si

todos fuéramos iguales, ¿Quién pegaría los ladrillos para construir viviendas? o

¿Quién escarbaría los surcos para sembrar? Y ¿Quién cosecharía los alimentos

necesarios para todos?

O del otro extremo, ¿Quién dirigiría las haciendas, las industrias y los gobiernos?---

Por tales argumentos, Luis opinaba que el gobierno de Díaz era el más favorable al

país, aunque el problema estaba en que Porfirio Díaz, ya tenía 80 años.

Pepe argumentaba que sí, que tenía razón en eso, pero que lo que no era válido

era que los mejor dotados abusaran de los menos y sobre todo, no les dieran

oportunidad de progresar y ocupar su lugar en la pirámide socioeconómica. Porfirio

Díaz había facilitado las cosas para que así fuera. Nunca había intentado leyes que

favorecieran a los trabajadores en la justa medida.

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Al final Don Luis puso el orden de la discusión, sin verse a favor ni de uno ni de

otro y menciono que buscaría un empleo donde pudiera pasar desapercibido.

Pepe, el mayor, manifestó querer seguir sus estudios de ingeniería y Luis que

estudiaría Leyes, Pona dijo que se quedaría en casa ayudar a su mamá con los

quehaceres y cuidado de los niños. Al resto de niños y niñas se les buscaría una

buena escuela católica donde continuaran sus estudios.

Magdalena y sus hermanas mayores, Helena y Carmen entraron al Instituto de

Carmelitas Misioneras de Santa Teresa, fundado el 8 de marzo de 1903.

Pepe se logró matricular en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de

México, recién inaugurada por Porfirio Díaz el 22 de septiembre de 1910, apenas

unos meses atrás. Aunque valga decir que realmente solo cambio de nombre,

pues antes se le conocía como Real y Pontificia Universidad de México que había

iniciado en 1551, siendo esta, la primer universidad de America.

Don Luis de Silva que ahora se afanaba en instalar una fábrica de chocolate con la

que esperaba obtener ingresos con el trabajo de la familia y la ayuda de Cutberto,

se puso muy contento, parecía que las cosas podrían cambiar si Madero lograba

derrocar a Díaz.

--- ¡Te imaginas Guadalupe, que logremos recuperar todo, la cantera, la hacienda

y volver a nuestra casa de Guanajuato!.---

--- No te entusiasmes mucho Luis.---

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Contesto Doña Guadalupe, ocultando un reclamo por la decisión de haber ayudado

a Madero y entonces ser amenazado por aquel funcionario del gobierno de

Guanajuato que les arrebato todo.

--- Mejor sigamos con lo que ya empezamos y vamos viendo cómo se dan las

cosas, el ejército de Don Porfirio esta mejor organizado y equipado que el de los

revolucionarios, aunque he leído en el Imparcial, que los Estados Unidos están

proporcionando armas a los revolucionarios, pero nosotros que sabemos de eso,

mejor nos enteraremos en los periódicos lo que está ocurriendo.---

--- Tienes razón Guadalupe, creo que comprare el molino que vi para el cacao,

está en buenas condiciones, funcionando y a buen precio.---

--- ¿Ya conseguiste quien te mande el cacao?---

Pregunto Doña Guadalupe.

--- Tengo dos productores, uno ya me mando precio por costal de cincuenta kilos y

estoy esperando la cotización del otro.---

--- Mientras, estoy arreglando la bodega de atrás, ya Cutberto escombro todo y

con la madera que ahí se encontraba, construyo una mesa de trabajo.---

Los días transcurrían en la casa de los de Silva con poca tranquilidad, la principal

inquietud la generaba La Revolución de México.

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Se sentía que el Porfiriato estaba en sus últimas, había levantamientos y

enfrentamientos en todas partes de la República que el ejército ya no podía

contener.

Preocupado Don Luis platicaba con Doña Guadalupe durante el desayuno, después

de haber despachado alimentados a sus hijos a su respectiva escuela.

--- El pasado 23 de abril, se suspendió el ataque a Ciudad Juárez, era una tregua.-

--

Comento Don Luis sin dejar de leer las noticias en el diario.

Siguieron los días iguales, de tensión por las noticias recibidas, Ciudad Juárez

estaba sitiada y se informaba que llegarían unos comisionados de Don Porfirio para

negociar la paz.

Pero no solamente en Juárez había levantamientos, los había muchas partes de la

república, como Luis Moya en Zacatecas, Gertrudis Sánchez en Michoacán, Calixto

Contreras en Durango, Emiliano Zapata en Morelos, los Figueroa en Guerrero y

otros en diversos sitios del país.

Días después, el 9 de mayo, con gran alborozo, Don Luis entraba a su recamara,

donde Doña Guadalupe se terminaba de arreglar.

--- ¡Lupe!, ¡Lupe!, Porfirio Diaz anuncio ayer que se retira del gobierno.---

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--- Con esto la revolución ha terminado, ahora tendremos paz y solo hace falta

saber qué hará Madero.---

Pero el lado negativo de los revolucionarios, trajo a la familia De Silva un gran

desasosiego. Don Luis, indignado, leía las últimas noticias del Imparcial.

--- ¡No puedo creer esto, debe ser un error!, ¡esto no es posible!---

--- Sabes Lupe.---

Dijo Don Luis.

--- Torreón fue tomado el pasado 13 de mayo por Pascual Orozco al frente del

ejército y el hermano de Madero como responsable político.---

--- El día quince.---

Continuaba Don Luis.

--- El destacamento del ejército abandono la ciudad y algunos rebeldes para

celebrar, se bebieron unas botellas de coñac adulterado, muriendo envenenados,

pero no queda en eso, sino que le echaron la culpa a los chinos que viven en

Torreón y han iniciado una matanza de cuanto chino encuentran.---

Torreón, una ciudad pequeña de catorce mil habitantes pero con la gran relevancia

estratégica de ser un cruce de dos líneas de ferrocarril; la línea del Ferrocarril

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Central Mexicano y la del Internacional con mucha importancia en el movimiento

del comercio y en este caso de las tropas.

Esta ciudad albergo un gran número de “Culíes”, como se le llamaba a los

trabajadores a destajo de origen chino. Son unos 700 colonos, dedicados al

comercio a la horticultura, lavanderos de ropa o cocineros, aunque también había

uno que otro empresario capitalista que poseía el Banco Wah Yick, los tranvías del

mismo nombre, un hotel llamado del Ferrocarril, un Casino de juego y otros de

menor importancia.

Estos chinos se han mantenido aislados del resto de la población creándose un

ambiente hostil, racista hacia ellos.

El odio racial siempre encuentra razones o pretextos. Los jornaleros que cosechan

algodón odian a los trabajadores chinos porque les quitan la fuente de empleo.

Hace apenas unos años un manifiesto del Partido Liberal Mexicano,

floresmagonista, prohibía la inmigración china.

Las autoridades argumentaban que los chinos eran insalubres y que propagaban

epidemias. La policía local afirmaba que algunos fumaban opio y se volvían

violentos.

Todo eso ha avivado las pasiones de los revolucionarios que se han dedicado a la

matanza de chinos.

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--- Esto puede traer serias consecuencias a la Revolución y principalmente al país,

ahora que ya se suponía que estaríamos en paz.---

Terminó diciendo Don Luis muy apesadumbrado.

--- Creo que no.---

Contesto Doña Guadalupe.

--- Yo creo que son noticias alarmistas para desprestigiar a la revolución,

esperemos, como siempre, a ver qué sucede los próximos días.---

El 21 de mayo, en Ciudad Juárez, se firmó un convenio en el cual Madero cesaba

las hostilidades, la paz ya era una realidad.

El jueves 1º de junio de 1911 al abrir Don Luis su diario, como era costumbre

antes de tomar el desayuno, encontró en la primera plana del Imparcial:

VERACRUZ, MAYO 31.- Esta mañana tuve la satisfacción de saludar y

despedir al señor General D. Porfirio Díaz, en representación de EL IMPARCIAL.

Momentos antes presencié un acto sumamente conmovedor, que fue el

siguiente:

Cuando iban a sonar las diez de la mañana formaron el Batallón de zapadores y

la Guardia Presidencial frente al chalet de las obras del puerto en donde se aloja

el ilustre viajero. Se iban a despedir los fieles y denodados soldados de quien

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durante treinta años había sido su jefe. El General D. Victoriano Huerta hizo uso

de la palabra brillantemente, pronunciando un discurso breve y sentido.

El señor General Díaz tomando la palabra dijo: “si emocionados están ustedes,

más lo estoy yo. Recomiendo muy encarecidamente al Ejército la obediencia, la

más absoluta subordinación, para que así sea el respeto de su patria. Yo me voy,

aunque temporalmente, pero mi corazón se queda con ustedes.”

La breve y sentidísima arenga del señor General Díaz impresionó intensamente a

aquél grupo de jefes y oficiales que durante muchos años habían obedecido

lealmente sus órdenes. En la tropa causó también profundo efecto, y el pueblo

que se encontraba congregado allí, fue presa asimismo de una gran emoción. En

muchos ojos se asomaron las lágrimas, oyéndose innumerables vivas en honor

del señor expresidente, que en esos momentos estaba notablemente

emocionado.

El señor General Díaz se halla bastante aliviado de la dolencia que lo aquejaba.

Cuando le saludé vestía traje de casimir oscuro y sombrero de jipi. Está bastante

fuerte, camina con agilidad asombrosa, como si no soportara el peso de ochenta

gloriosos inviernos.

El vapor “Ipiranga”, que llegó esta mañana al puerto, procedente de Tampico y

Coatzacoalcos, atracó en el muelle de Sanidad. Sobre el amplio malecón que

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lleva el mismo nombre, se tendieron los batallones de Zapadores, el 11°., una

sección de ametralladoras, dos compañías del 21°. Y una del 16°. Batallones, con

el objeto de hacer los honores al señor General Díaz, cuando abandonara las

playas de Veracruz.

En cuanto se vio aparecer al ilustre caudillo, el pueblo no pudo contener su

admiración y su entusiasmo y le tributó una estruendosa ovación, una larga

manifestación de simpatía. Se le quería estrechar en los brazos, cogerle la mano

de hierro que tantas veces empuñó la espada para conducir a nuestros soldados

a la gloria; palparlo como a algo sagrado que se iba. Sonaban doquiera los

aplausos: de todas las bocas surgían gritos, trémulos por la emoción, vítores al

egregio ciudadano, que en medio de aquella masa humana que se estrujaba

para verlo de cerca, no podía dar un paso.

Avanzando dificultosamente, pudo por fin llegar al vapor. Cuando subía para

embarcarse, los aplausos arreciaron: fue una tempestad vibrante de palmas que

pasó encima del mar como un saludo de victoria.

El señor General Díaz se detuvo en la escalinata, y desde allí, destacándose su

cuerpo fornido con vigorosos trazos, y pronunció, con voz clara y potente, las

siguientes palabras:

“Veracruzanos: al abandonar este rincón querido del suelo mexicano, llevo la

inmensa satisfacción de haber recibido hospitalidad de este noble pueblo, y esto

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me satisface doblemente, porque he sido su representante ante el Congreso de

la Unión.

“Al retirarme de vosotros, guardo este recuerdo en lo más íntimo de mi

corazón, y no se apartará de él mientras yo viva.”

Las últimas palabras del gran ciudadano fueron subrayadas por los 21

cañonazos que en esos momentos hizo la plaza. Las bandas militares llenaron los

aires con los emocionantes acordes del Himno Nacional, en tanto que el pueblo

se descubría respetuosamente y aplaudía con delirio las frases del señor General

Díaz, que se situó en la cubierta del buque junto al puente del capitán, para dar

la despedida a los jefes, oficiales y amigos.

(Nota copiada de la página:

http://www.taringa.net/comunidades/taringamexico/6926020/El-

adios-de-Porfirio-Diaz.html)

--- No cabe duda que los mexicanos somos un tanto folclóricos, hace menos de un

año, vitoreábamos al presidente Díaz en la celebración de los cien años de inicio de

la guerra de independencia, y hace unos días se le rechazo con grandes

manifestaciones en su contra por haber sido el tirano, ahora que se va…ya lo

extrañamos.---

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Comento Don Luis después de leerle la nota a su esposa, Doña Guadalupe.

--- ¿Sabes que creo?, contesto Doña Guadalupe, que el Presidente Díaz, si era un

buen gobernante, bien intencionado, fue un verdadero héroe de guerra de nuestro

país, tuvo la visión futurista para nuestro desarrollo, permitió la inversión

extranjera, como dice Luis nuestro hijo, pero se dejó dominar por la gran cantidad

de parásitos políticos a su lado, esos son los nocivos para todo país y el nuestro no

es la excepción.---

--- Si Lupe, tienes razón, ¡sin embargo él debió de contenerlos y evitar sus

tropelías, así como también evitar los abusos de los hacendados y de los

propietarios de minas para con sus trabajadores y aunque la inversión extranjera

es buena, no permitirles que vengan a explotar al pueblo, como hace cien años,

para eso fue la independencia! ---

--- Calma, calma… no te apasiones tanto.---

--- También tienes razón, pero de cualquier modo el cambio será benéfico, siempre

y cuando quien gobierne detenga a los paracitos políticos, si no, dentro de otros

cien años México será igual que ahora.---

Magdalena entro en la recamara y con carita triste pregunto:

--- ¿Por qué todos pelean, pelean Pepe y Luis, pelean Carmen y Helena y pelean

papá y mamá?---

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--- No Malenita, no peleamos, solo platicamos, pero las cosas de las hablamos son

muy emocionantes y entonces hablamos fuerte, pero no estamos peleando.---

--- A tus hermanos les gusta también platicar de muchas cosas que están

sucediendo en el país, pero no es pleito.---

Continúo Don Luis.

--- Pero Carmen le pego a Helena, porque le agarro su muñeca y la ensució.---

Repuso Malenita.

--- Bueno eso si tendremos que ver que pasó, pero está muy mal que Carmen le

pegue a su hermanita.---

Concluyo Don Luis.

Magdalena, disfrutaba de ir a la escuela, ahí encontraba mayor atención de la

gente, principalmente de su maestra y como pasaba casi todo el día ahí, le habían

tomado mucho cariño. En su casa solamente Pona le hacía caso, cuando no

estaba ocupada ayudando con los quehaceres.

Poco se enteraba de los acontecimientos del país, pero le parecía que su familia

era diferente de cuando vivían en Guanajuato, allá paseaba en el parque con su

nana o en ocasiones su hermano Pepe la subía, junto con sus hermanos, en el

carro de motor y paseaban alrededor de la presa de “La Olla”, frente a su casa, o

cuando iban a la misa a la Basílica de Guanajuato o al templo de “La Compañía”.


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Encontró una entretención cuando descubrió que su papá, trabajaba en la bodega

de atrás de la casa fabricando chocolate, el olor la llevo hasta las puertas de la

bodega, donde encontró a su papá, a Joaquín su hermano y a Cutberto el guardia.

--- Pasa Malenita, pasa, mira de cerca lo que estamos haciendo, no tengas miedo.-

--

Dijo Don Luis al percatarse de la presencia de su pequeña hija bajo el dintel de la

puerta.

Malenita se acercó sin quitar la vista de aquellas cosas que estaban en costales.

--- ¿Qué son esas cosas?---

Pregunto señalando los costales.

--- Son las vainas de cacao, contesto Don Luis, mira, dentro de estas hay muchas

semillas; te voy a enseñar.---

Tomando una vaina, la partió con las manos en dos partes, y saco de adentro

muchas semillas blancas, como cremosas.

--- Estas semillas las guardamos en estos canastos de mimbre y los tapamos con

estas hojas de plátano.---

--- ¡Qué hojotas papá! ---

--- Si, son muy grandes y por eso nos sirven para tapar.---

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--- ¿Y para que las guardas papá? ---

--- Para que se sequen y se fermenten, tócalas, ¿Cómo las sientes?.---

--- Muy blanditas, contesto Malenita.---

--- Bueno pues eso es lo que protege a la semilla y se tiene que secar para

después tostarlas.---

--- ¿Dónde las tostas?---

--- Aquí en esta maquinita que da vuelta y que por abajo tiene carbón que la

calienta y se dice tuestas.---

--- ¿Y para qué? ---

Volvió a preguntar Malenita.

--- Para poder molerlas y hacer el chocolate.---

--- ¿Y me vas a dar a mí?---

--- ¡Claro que sí!, lo vamos hacer tablillas y vender, pero te puedo dar unos

pedacitos.---

Malenita siguió observando como hacían, entre los tres, los trabajos, mientras

Cutberto tostaba las semillas que le pasaba Don Luis, Joaquín trabajaba en el

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molino, donde se metían las semillas después de quitarle la cascara que les

quedaba después del tostado.

Durante la molienda se añadía canela y piloncillo, para que todo saliera bien

mezclado.

Del molino salía una pasta que se escurría dentro de una cazuela de barro grande,

para que después entre todos, se ponían hacer tablillas sobre la mesa de madera

que Cutberto había construido.

En la escuela, Malenita aprendía rápidamente el catecismo, lo aprendía con solo las

explicaciones de las catequistas. Por las tardes al salir de la escuela, se metía en la

fábrica de chocolate a ver como lo hacían, no molestaba, solamente se sentaba en

un banco de madera y contemplaba todas las actividades hasta que Pona iba por

ella para darle de cenar y llevarla a dormir.

A sus recién cumplidos siete años disfrutaba de la vida como lo hacía antes,

cuando tenía nana y sirvientes que la cuidaran, mantenía su vida completamente

al margen de lo que acontecía en el país, sin embargo sorprendía a sus hermanos

mayores y a sus padres por sus ocurrencias, siempre oportunas para hacer reír a

todos y por su carácter fuerte y decidido cuando se enojaba con su hermana

Helena.

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ALBERTO 23 de julio de 1912.

Para entonces, el presidente Madero había logrado muchas mejoras en el

gobierno de la República.

La separación de los tres poderes ahora era una realidad, no fingida. Se logró la

autonomía municipal y se promulgo una ley electoral respetando la autonomía

municipal y estatal. Aunque el cacicazgo en los estados continuaba y tal vez

continuaría por muchos años.

Lo obreros recibieron el beneficio de reducción de la jornada de trabajo, protección

laboral a mujeres y niños y por primera vez en la historia de México, el pago de

indemnización a un obrero que sufriera un accidente.

Mejoro la infraestructura del país con la construcción de presas y ampliación de la

red ferroviaria.

Un error de orden político internacional fue designar inspectores que vigilaran la

explotación petrolera en manos extranjeras, eso inquieto a gobiernos como el de

los Estados Unidos.

Salvo lo anterior y que la misma libertad que ahora disfrutaba la prensa y que

usaba para atacar a Madero por razones como su práctica espiritista que realmente

no afectaba en lo más mínimo el manejo del país, todo parecía encaminado al

desarrollo sano de la economía. No se vislumbraba los verdaderos nubarrones a

los lejos.
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El Presidente Madero, recibió en su despacho de Palacio Nacional a una

representación de alumnos de la Escuela Militar de Aspirantes que el día siguiente

se graduarían como Subtenientes del Ejército Mexicano.

El grupo estaba encabezado por el Sargento 2º Alberto Aguirre Palacios quien con

voz firme dijo:

--- “Señor, tengo el honor de presentar a usted nuestros respetos y manifestarle

nuestra lealtad. Mañana nos graduaremos como subtenientes y estaremos

sirviendo a la patria con orgullo en las unidades que se nos asigne.”---

--- Gracias Sargento, los felicito a todos. Como deben saber, el país aún se

encuentra algo convulsionado por los grupos que tomaron las armas para derrotar

a Porfirio Díaz y aunque este hecho ya sucedió, algunos de estos grupos no están

del todo conformes con la forma democrática de mi elección como Presidente

Constitucional de la República.---

--- Por el norte el General Pascual Orozco se ha levantado en armas el pasado 6 de

marzo, he tenido que enviar tropas al mando del General González Salas, quien fue

terriblemente emboscado y derrotado en Torreón. Esto me obligo a enviar al

General Victoriano Huerta quien el pasado 3 de julio logro por fin derrotar a las

fuerzas de Orozco; a los “Colorados”, como se hicieron llamar.---

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--- Por el sur tenemos a Salgado en Guerrero y a Zapata en Morelos y en Baja

California a Flores Magón, todos sentidos por no haber participado en el nuevo

gobierno, creyéndose traicionados.---

El Presidente Madero hizo una pausa y después de un suspiro continuo…

--- ¡Jóvenes, la nación les demanda el cumplimiento de su deber, vayan y hagan

respetar nuestra Constitución! ---

Al día siguiente la ceremonia de graduación en la Escuela Militar de Aspirantes fue

austera, el Director de la Escuela; Coronel Miguel Ruelas, acompañado por los

jefes y oficiales se ubicó atrás de una mesa larga cubierta con un paño verde, al

frente a quince pasos, aproximadamente, se encontraban en formación por

compañías de cadetes y en seguida, a un costado, los nuevos oficiales graduados.

Después de hacer honores a la Bandera, el Teniente Coronel Oliva, Ayudante de la

Escuela, inicio el nombramiento de cada nuevo oficial, empezando por Alberto

Aguirre Palacios, este paso marchando y haciendo el saludo, se paró firmes frente

al Director quien le entregó su patente de Subteniente, sus órdenes para

incorporarse a una unidad del ejército, una caja con una arma, y le expreso una

felicitación con un estrechón de manos, más de trámite que sentida.

Alberto, que el mes siguiente cumpliría 20 años, se retiró dando media vuelta y se

incorporó a la formación seguido por los catorce oficiales que ese día se

graduaban, unos igual de jóvenes y otros de mayor edad. Al terminar la entrega

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de patentes, se repitieron los honores a la bandera, las compañías de cadetes

marcharon a sus dormitorios para continuar, después de dejar su armamento, con

sus actividades.

Los graduados rompieron filas y después de felicitarse mutuamente y de comentar

acerca de sus destinos, se fueron retirando uno a uno.

Alberto busco un hotel cerca de la estación San Lázaro, de donde, al día siguiente

partiría a su nuevo destino.

No había familia con quien compartir su felicidad por lo que antes de irse al hotel

paso a buscar al señor Macario, dueño de la imprenta donde trabajo antes de

entrar a la Escuela y a quien había visitado dos o tres veces cuando salía franco el

fin de semana.

Al llegar al hotel, después de su visita, empaco sus pertenencias; uniformes que

recibió un día antes de la graduación, el revólver calibre 38 que también le

entregaron en la ceremonia, que por cierto, era igual al que doña Brígida, un día le

regalo y más tarde le robo Catarino. Llevaba también un libro sobre la historia de

la conquista de México, escrito por Bernal Díaz del Castillo, regalo de Don Macario.

Eran las cinco de la mañana cuando despertó y se alisto, en unas horas más

tendría que estar en la estación de trenes de San Lázaro, donde se embarcaría

junto con otros oficiales y tropa de refuerzo con destino al 17º Batallón de

Infantería en Iguala Guerrero.

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El viaje fue tedioso, al bajar la sierra; el calor era cada vez más sofocante

conforme se acercaban a su destino, así después de más de veinticuatro horas, el

tren llego a Iguala a la cinco de la tarde, desembarcaron los oficiales y tropas y se

desplegaron en formación en el andén de la estación.

En el trayecto Alberto se había presentado con un Mayor que viajaba en el mismo

vagón unos asientos adelante preguntándole; que debería hacer al llegar a Iguala.

El Mayor, un hombre joven de unos treinta años, le contesto:

--- No te apures, todos vamos al 17, al bajar se formara a las tropas, tu toma una

sección donde no haya oficial, de ahí todos marcharemos hacia el cuartel, no está

muy lejos de la estación.---

Ya en el cuartel, se formó todo el personal del 17º Batallón en el patio central, los

recién llegados se formaron a un lado, formando una escuadra, donde al centro se

encontraba el comandante y sus oficiales.

Un oficial con una hoja de papel en la mano hablo en voz alta y dijo:

--- ¡Conforme se vayan nombrando, se incorporaran en la unidad, el Sargento de

cada pelotón levantara la mano para que sea identificado!---

--- ¡Soldado Pedro Flores…segundo pelotón, segunda sección, primera compañía!--

El soldado al paso veloz se incorporó a la unidad asignada.


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--- ¡Cabo Juan Pablo Barrera….primer pelotón, primera sección, tercera compañía!-

--

Así fue incorporándose toda la tropa, Alberto, otros oficiales y el Mayor que venían

en el tren, quedaron solos al final.

El Mayor pasó al frente a incorporarse con el grupo que acompañaba al Coronel

Melquiades Angulo y todos los oficiales, incluido Alberto, el más joven de ellos,

pasaron al frente del comandante formando una fila.

El Coronel Melquiades, les dio una breve bienvenida y los exhorto a tomar su papel

de oficiales ante las circunstancias que se estaban viviendo en la región.

Alberto fue asignado a la segunda compañía al mando de la 3ª sección, con 30 de

tropa, incluidos tres sargentos.

El capitán Otero, comandante de la compañía le dio instrucciones para retirar a su

personal y presentarse posteriormente en su comandancia.

Le sorprendió ver que las tropas adolecían de preparación, salvo los sargentos,

todos los soldados y cabos habían sido reclutados recientemente en la “Leva”.

Algunos se les veía asustados, otros, tal vez los que ya tenían más tiempo,

parecían más enojados que asustados. Ninguno tenía el semblante igual al de

Alberto, para él esto era el hacerse realidad un sueño infantil, estar al mando de

tropas armadas y listas para entrar al combate.

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Alberto dio la orden de retirarse a su “cuadra” y ahí esperar instrucciones.

--- ¿En dónde se encuentra la comandancia? ---

Pregunto a uno de los Sargentos, antes de que se retirara.

--- Es ahí mismo donde vamos, es el cuarto que se entra por el frente.---

Contesto el Sargento señalando un edificio a la derecha del cuartel.

El cuartel era un conjunto de jacalones construidos con adobe y techados con

hojas de palma, los jacalones estaban ubicados formando un rectángulo, cada uno

alojaba a una compañía de ciento diez hombres, en un extremo de estos había un

cuarto donde dormía el capitán comandante de la compañía y los tres oficiales.

Uno de los lados del rectángulo formado por los jacalones, estaba formado por dos

edificios, uno más pequeño que el otro, en este se alojaba la comandancia del

Batallón, las oficinas de la Ayudantía y del segundo comandante.

Cuando Alberto entro en la comandancia de la compañía, ya se encontraban ahí el

capitán y dos oficiales. El comandante le asigno uno de los catres y en seguida,

presento a Alberto con los otros dos oficiales. Uno era el Teniente Juan Martinez,

comandante de la 1ª sección y que se veía más grande de edad que el mismo

Capitán, el otro el Teniente Rigoberto Fernandez, comandante de la 2ª sección, un

joven algo mayor que Alberto.

--- ¿De dónde eres muchacho? ---


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Pregunto el Teniente Martinez.

--- Nací en el Distrito Federal, mi Teniente.---

--- ¿Pero cuando te enrolaste? O mejor; ¿de qué unidad vienes? ---

--- Acabo de graduarme de subteniente en la Escuela Militar de Aspirantes, mi

Teniente.---

--- Nuevecito ¿eh?, ¿todavía no disparas un arma? ---

--- Bueno, tuvimos prácticas de tiro en la escuela, tiramos con el mosquetón y con

la ametralladora Colt-Browning.---

--- Ya tendrás oportunidad de dispararle a un calzonudo.---

El comandante Otero, oía la plática e intervino.

--- ¿Cuántos años tiene subteniente? ---

--- Veinte, mi Capitán.---

--- Entonces, por su bien, aprenda de sus sargentos y de los oficiales antiguos y no

haga nada que no se le ordene, ¿está claro? ---

Espeto el comandante.

--- Mañana después de rancho, saldremos de volanta, familiarícese con su personal

por que podrá haber enfrentamiento y al menos debe conocer a los que dirige.---

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Alberto dejo su saco de lona con sus pertenecías y salió a donde estaba los catres

de la tropa, eran iguales a los de los oficiales pero distribuidos más cerca uno de

otro. Llamo a los Sargentos y se sentó en uno de los catres, el del Sargento del

primer pelotón, pidió que los tres se sentaran cerca de él.

--- Señores, soy el Subteniente Alberto Aguirre Palacios, como ya vieron me

nombraron comandante de esta sección. Acabo de graduarme de la Escuela Militar

y no tengo experiencia alguna, por lo que les pido su consejo para que

espontáneamente me lo den cada vez que se presente una situación que así lo

amerite.---

--- Las órdenes yo las doy, pero háganme ver si estoy en algún error, mi principal

cometido al mando de esta sección es mantenerlos a todos vivos para que yo

también lo este.---

--- Mañana después de “rancho”, saldremos de volanta, así que por favor

comuníquenlo a su personal y aseguren que estén listos cuando ordenen la

marcha.---

--- Mi sub.. ¿Vendrán las soldaderas con nosotros?---

Pregunto el Sargento Lino, un poco tanteando al Subteniente.

El Sargento Justino se adelantó a contestar.

--- ¡No sea usted pendejo, no ve que vamos y venimos, para que iba de ir.---

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--- Mire mi Sub.---

Continúo Justino.

--- Aquí hay muchas mujeres que siguen a sus hombres, ellas les dan de comer y

se encargan de darle a los que no traen vieja. Se les presta una carreta donde

echan lo que pueden y suben a las más amoladas, ellas saben que hacer al llegar a

un lugar y también cuando hay chingadasos, usted no se preocupe por ellas,

cuando tenga hambre, acérquese con cualquiera y ella le dará de comer, hay le da

usted lo que quiera como pago, pero no sea ojete como luego muchos que creen

que obligación de ellas y no les dan nada.---

--- Gracias Sargento, lo tomare en cuenta.---

Alberto paso con cada soldado de su sección y los saludo de mano, al terminar, le

pregunto a Justino.

--- Oiga Sargento, y ahorita ¿dónde me hecho un taco? ---

--- A pues vamos acá afuera del cuartel, hay como dos fondas donde puede cenar

cecina y frijoles.---

Inició la marcha a las siete de la mañana, después de haber almorzado café,

tortillas y frijoles con una soldadera. Alberto iba al frente de su sección que

marchaba en columna por tres, a la izquierda del sargento comandante del primer
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pelotón, el Sargento Justino, este era un hombre de unos treinta y cinco años,

fuerte de brazos, pelo rizado negro, parecía mulato, muy serio, aunque contestaba

afablemente a todo lo que Alberto le preguntaba.

Los recorridos por la sierra de Guerrero fueron frecuentes, dos o tres veces por

semana la compañía salía y recorría carreteras y veredas buscando a “los alzados”

del llamado Jesús H. Salgado.

En ocasiones se oía que había habido combates por la región de Cuautla y

Tepalcingo, aunque también se reportó una emboscada a una sección de la

primera compañía por el rumbo de Teloloapan.

El resto de 1912, Alberto recorrió varios lugares de la sierra entre Taxco,

Teloloapan, Iguala y Huetamo.

En sus recorridos platicaba con Justino, el Sargento con el que había hecho cierta

amistad, le ensañaba tácticas que no aprendió en la Escuela de Aspirantes, como

dirigirse a la tropa, sin faltarles al respeto, pero imponiendo la autoridad de su

grado.

Alberto también platicaba con el capitán Otero, pero principalmente sobre la

guerra que libraba el país. Ahora sabía que en tiempos de Porfirio Díaz se

formaron latifundios al robar los hacendados tierras de labor a los campesinos, y

explotándolos como peones de sus haciendas.

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La revolución se inició en todo el país por el llamado de Madero, pero ahora

Salgado y Zapata, entre otros, desconocían al presidente Madero por considerarlo

incapaz de cumplir los objetivos de la Reforma Agraria pronunciando el Plan de

Ayala, donde se expropiaría un tercio de las tierras de los terratenientes.

Alberto, empezó a dudar de estar en el bando correcto, el provenía de una familia

pobre y su vida nunca había sido digamos un poco cómoda, y aunque aún no se

enfrentaba con los Zapatistas, pensaba que si no tendrían ellos la razón.

El 15 de enero de 1913, la 2ª compañía es enviada a la región ocupada por el

municipio de Coahuayutla, un lugar más cercano a la costa, a unos 350 kilómetros

de Iguala. En el mes de abril del año anterior alzados al mando de Jesús H.

Salgado habían tomado la ciudad de Teloloapan.

Aunque la plaza estaba recuperada, por toda la región había guerrillas de alzados

en permanente actividad, lo que obligaba al Ejército Federal a mantenerse en

constante actividad.

El plan era que la 2ª compañía marchara hacia el Platanillo, comunidad del

municipio de Coahuayutla, mientras que la 3ª, recorrería los poblados y rancherías

desde Iguala hasta Huetamo, pasando por Taxco en busca de los alzados, la 1ª

compañía se quedaba al cuidado del cuartel en Iguala.

Alberto preparo a su sección, considerando la escases de equipo, prácticamente

llevaban solamente cartuchos de reserva y algún uniforme extra, los que lo tenían.

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Guardo sus pertenencias en el morral que le regalo años atrás doña Brígida, antes

de morir, incluyendo una imagen de la Virgen de Guadalupe que había comprado

afuera de la Basílica, que aunque no entendía la religión y el papel de una virgen,

por aquello que le pudiera ayudar en sus aventuras.

Tropa y soldaderas, marcharon juntos, el primer día, sin novedad, llegaron a

Xalostoc, ranchería ubicada en la sierra, la caminata había sido pesada, subieron

500 metros desde Iguala en solo 30 kilómetros de recorrido.

Las soldaderas echaron tortillas que, con salsa y hambre supieron deliciosas, algo

de café como cena antes de dormir, en el camino habían comido sobre la marcha,

cecina de res y tortillas frías, en los altos eventuales.

Acamparon en pleno monte, el viento frío soplaba y calaba los huesos, Alberto ya

conocía esas condiciones, recordaba sus caminatas entre la capital y San Luis con

su papá y su regreso solo, cuando escapo.

Ahí permanecieron tres días, el capitán mandaba pelotones a recorrer veredas y

rancherías, debiendo estos, regresar para informar antes de la puesta del sol.

Al cuarto día, antes del amanecer ya estaban en marcha nuevamente, el

comandante Otero había ordenado levantarse a la cinco de la mañana. Alberto

despertó a toda la tropa y oficiales, a él le toco la última guardia junto con un

pelotón de su sección.

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La siguiente parada fue en el pueblo de Teloloapan ahí acamparon en el atrio de

la iglesia.

Teloloapan se encuentra en una planicie otros 300 metros más alto que Xalostoc.

El ascenso fue menos pesado, pero el camino por donde marchaban, era más

escabroso.

La iglesia fue construida en 1590 por los conquistadores españoles, al establecerse

ahí en busca de oro y plata, el pueblo creció a su alrededor, sin orden alguno.

El pueblo ahora estaba en paz, aparentemente, la gente del pueblo los veía con

rencor y cerraban las puertas de casas y negocios, contestaban con monosílabos a

las preguntas y no vendían nada a las soldaderas, hasta que estas amenazaban

con arrebatar lo que necesitaba, maíz, pollos, cerdos, lo que fuera para alimentar a

sus “Juanes”.

Los salgadistas no habían sido muy diferentes, la gente recordaba que siempre los

que llegaban armados, tomaban lo que querían, ellos solo querían trabajar y vivir.

El capitán Otero decidió pasar una semana en el lugar, haciendo recorridos diarios

a la redonda, de ida y vuelta el mismo día, la tropa se alojó en el palacio

municipal.

El 27 de enero el capitán ordeno levantar el campamento, dando oportunidad a las

soldaderas de hacerse de más comida antes de partir.

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Empezaron a bajar la sierra hacia Arcelia, si apuraba el paso aprovechando la

pendiente a su favor; el capitán esperaba llegar ese mismo día a Tlapehuala, unos

20 kilómetros después de Arcelia.

Alberto platicaba con el sargento Justino.

--- ¿Cómo es que te enlistaste en el ejército? ---

--- Pues primero me obligaron, la leva, usted sabe, después ya me iban a licenciar,

pero como en el pueblo de donde soy, no tenía a nadie ni nada, solo andaba de

malora, pues me gusto quedarme, estoy en el ejército desde 1907 con el

presidente Díaz. Me mandaron para el norte y allá peleé contra los revolucionarios

del General Pascual Orozco, cuando tomaron Juárez, a las tropas federales que nos

rendimos nos ofrecieron seguir peleando por Madero, luego cuando Porfirio Díaz

salió de la presidencia y el señor De la Barra, como provisional, reorganizo al

ejército, pues me volví federal otra vez, pero ahora con el presidente Madero.---

--- Fíjate nada más, yo hice mi primer solicitud en la Secretaría de Guerra cuando

Porfirio Díaz era presidente, los papeles que lleve me los recibió un teniente en

una oficina en la capital al que se los envíe por correo, como me rechazaron, que

por no haber vacantes, volví a solicitar un año después; el mismo teniente me los

recibió, y me contestaron que necesitaba presentar un certificado de nacimiento o

fe de bautizo, ah como me costó trabajo conseguirla, pues era huérfano, tarde una

año en llevarla, la lleve personalmente en junio del 11, cuando era presidente León

de la Barra, entonces conocí al teniente, un viejo malhumorado, que desde quien


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sabe cuando estaba en esa oficina de la Secretaría de Guerra. Entré a la Escuela,

que años atrás había fundado Porfirio Díaz. Cuando entre y me gradué de

subteniente, el presidente era Madero, el ejército solo ha cambiado de mandos y

aquí estamos combatiendo a los salgadistas que ayudaron a derrocar a Díaz, pues

quien entiende.---

Concluyo Alberto.

--- Son los mismos ricos de siempre, siempre peleándose entre ellos por tener el

poder y usando al pueblo como carne de cañón, de uno y otro lado, a nosotros los

pobres solo nos queda tratar de vivir, en el lado que sea que te pague o te deje

robar, como lo hacen ellos.---

Dijo Justino.

Alberto estuvo de acuerdo en parte, pero a él no se le daba lo de tomar ajeno, de

quien fuera.

Siguieron caminando en silencio, meditando lo que oyeron y lo que dijeron. El

camino era más fácil, pues se empezó a bajar y la terracería se encontraba en

mejor estado, solo era dejarse ir por su propio peso.

Así siguió todo hasta que al llegar al poblado de Tlapehuala, el Capitán ordeno

detenerse y llamó a los oficiales para darles instrucciones.

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Se debería de acampara afueras del pueblo, y que se pusieran guardias alrededor

del campamento, los oficiales también debería turnarse, vigilando con sus

secciones, esa ocasión toco a Alberto el primer turno.

Acamparon en una caleta que formaba el río Balsas donde se junta con el rio Palos

Altos, el pueblo ubicado en la llamada Tierra Caliente, y que hacía honor a su

nombre. La noche sin luna era obscura como estar adentro de una cueva, no se

veía más de 5 metros alrededor de la fogata, a unos metros se veían las luces

mortecinas del poblado. Alberto estaba por levantar al Teniente Martinez cuando

se oyó un disparo, venia de otro lado del río, Alberto dudo una fracción de

segundo y enseguida grito tan fuerte como pudo ¡A las armas!

El Capitán, en medio de la confusión inicial, le grito a Alberto.

--- ¡De donde salió el disparo! ---

--- Del otro lado del río, solo vi un fogonazo oí el disparo y nada más.---

--- ¿Tenemos heridos? ---

Pregunto el Capitán.

Los oficiales buscaron a sus sargentos y estos que ya se habían puesto a contar a

sus hombres informaron que todo estaba sin novedad.

No se produjeron más disparos, pero la tropa ya no pudo dormir, al menos como

antes.
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La 1ª sección se emplazó con frente hacia el norte y hacia el poniente cuidando el

otro lado del río, la 2ª con frente hacia el oriente y parte del sur y la 3ª, la de

Alberto, hacia el poniente, hacia el río Balsas.

Se ordenó duplicar la vigilancia y que el personal durmiera en sus puestos, las

soldaderas y las acémilas con abastecimientos en el centro del círculo formado.

El resto de la noche no hubo eventos, a la mañana siguiente, el capitán ordeno

que el personal de la primera sección recorriera las márgenes del río hacia el sur,

llegando hasta unos dos kilómetros y regresando a informar.

La segunda sección marcho al poblado para recórrelo y buscar armas casa por

casa, hasta encontrar al que había disparado.

La tercera, cuidaba el campamento. Una hora después se ordenó la marcha, la

misma tercera conducía a las acémilas y protegía al grupo de soldaderas,

moviéndose con rumbo hacia el pueblo.

La tercera sección, se distribuyó a los flancos de la pequeña columna la cual se

dirigía a donde se veía una capillita en lo alto de una loma.

Al llegar, el Capitán ordeno que se acampara en la cúspide del cerrito, de donde se

dominaba el terreno en todas direcciones.

Alberto estableció a su personal formando un círculo alrededor de las acémilas y

soldaderas. Desde ahí pudo ver el movimiento de la 1ª sección regresando de su

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recorrido por las márgenes del río y de la segunda moviéndose en las calles del

pueblo.

Permanecieron acampados ahí dos días más, al amanecer del tercero, el Capitán

ordeno que se levantara el campamento, pues era importante llegar a Los Placeres

del Oro antes del anochecer, ahí acamparían antes de iniciar el ascenso a la sierra.

Después de que las soldaderas dieran un taco a sus hombres, inicio la marcha.

Ahora la 1ª sección en formación “V” invertida, marchaba al frente, cubriendo todo

el camino y sus lados. Atrás, en columna por dos, la 2ª sección seguida por

acémilas y soldaderas, al final Alberto cerraba el contingente con su sección.

La marcha fue tranquila y sin novedad, al pasar por Coyuca de Catalán, después

de cruzar el río por el viejo puente, pararon para abastecerse de maíz, harina,

manteca, café y aunque realmente no había mucho, el capitán solo compro poco,

como para que alcanzara para su siguiente travesía y aprovecho para dar parte a

la comandancia del 17º Batallón en el telégrafo del pueblo. Informo de lo

acontecido en Tlapehuala y que iniciaría el ascenso a la sierra para llegar al

Platanillo.

A partir de ahora estarían incomunicados hasta su regreso.

Espero un rato a la respuesta de la comandancia, esta llegó confirmando las

órdenes dadas, seguir hasta el Platanillo y de ahí regresar pero ahora por

Huetamo, donde se unirían con la 3ª compañía.

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Se estableció el campamento al poniente del poblado en la parte más alta, desde

donde se dominaba con la vista los diversos caminos y veredas que llegaba a Los

Placeres del Oro.

Llegaron a “Los placeres del Oro”, mina abandonada donde ahora vivían algunos

indígenas que no hablaban español, huraños y desconfiados, vieron acampar a la

tropa, no volteaban a verlos directamente pero se mantenían alertas, ya en otra

ocasión había llegado la tropa para llevarse a los jóvenes que encontró para

enlistarlos en el ejército.

La noche fue tranquila, al día siguiente 1º de febrero de 1913, la 2ª compañía

inició la marcha, después de unas horas de caminar en una zona semidesértica con

el sol apenas levantando, iniciaron el ascenso a la sierra, la Sierra Madre

Occidental, donde la abrupta montaña pareciera que les impediría el paso.

Ese día acamparon en una planicie rodeada de abruptos cerros cubiertos de

huizaches y cactus, a la mañana siguiente continuaron por un camino muy

angosto, solo permitía la marcha en una fila. En momentos, se pasaba por

barrancos profundos con la pared de la montaña a su derecha y el abismo a su

izquierda, cualquier descuido terminaría en una desgracia.

El capitán mando que cada carreta fuera conducida por un solo arriero, jalando a

la acémila y que todo el personal , incluidas las soldaderas, marcharan en una fila.

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--- Justino, pasa la voz de la orden a todo el personal y por lo que veo adelante

deberemos ir muy atentos al suelo que se pisa y hacia arriba, donde pudiera haber

emboscados.---

Dio orden Alberto a su personal.

--- Si mi Sub, en seguida.---

El recorrido era tortuoso, la tensión se sentía en toda la tropa, los animales

percibían el miedo y la peligrosidad del camino. De pronto una de la mulas que

cargaba municiones, resbalo con su cuarto trasero.

--- ¡Suelte la rienda soldado!.---

Grito el capitán.

La orden llego tarde, la mula se fue de ancas con todo y carga de municiones

llevándose al soldado arriero.

Acamparon en la siguiente planicie. Más para reorganizarse y recuperarse de la

escena recién vista en que arriero y mula daban tumbos rodando en el barranco.

Al día siguiente siguieron la marcha, sin embargo dos o tres noches siguientes

durmieron en la vereda, en una fila.

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No encontraron “alzados” hasta diez días después. Llegando a una ranchería

conocida como El Pino, cuando terminaron de entrar al valle que se forma entre

los cerros.

Del lado norte, desde media altura del cerro empezaron los disparos, con el

primero callo un cabo que iba entre los que flanqueaban a la columna, en seguida

todo mundo tomo posiciones, las soldaderas y las acémilas, siguieron por el

camino cubriéndose con la loma a su derecha.

La 2ª sección, que cubría ese costado, contesto el fuego inmediatamente, al

mismo tiempo, el capitán ordenaba al teniente Martinez que atacara por el costado

norte y a Alberto que regresando por dónde venían, atacara por el flanco sur.

Alberto, ordeno a su sección le siguieran, el corazón le latía fuertemente, era su

primer combate real, por la cabeza paso en una fracción las cosas aprendidas en la

escuela y los recientes consejos de su capitán y de Justino, el sargento.

Alberto y su sección subieron por la loma donde se parapetaban los alzados y en

seguida en formación en línea avanzaron hacia donde salían los disparos.

Conforme avanzaban los disparos se fueron espaciando hasta que solamente se

oían los que salían de abajo, los de la 2ª sección.

Cuando llegaron al lugar donde se estuvieron los alzados, solamente encontraron

casquillos vacíos, buscaron a la redonda sin encontrar algo.

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Uno de los cabos del 1er pelotón tenía experiencia en rastreo, encontró una pista;

no eran más de diez alzados, después de su ataque, huyeron subiendo el cerro.

Alberto bajo con su personal para reunirse con el capitán y la 2ª sección. Le

informo lo que vio y pregunto si deberían volver para perseguir a la guerrilla.

--- No tiene caso Subteniente, ya a esta hora están del otro lado del cerro y hasta

podrían caer ustedes en una emboscada, acamparemos aquí por lo pronto.---

Respondió el capitán.

La primera sección había hecho prácticamente lo mismo, solo que el ascenso para

ellos fue más complicado, el cerro estaba más empinado por ese lado, por eso

tardo más tiempo en llegar con su tropa a incorporarse a la compañía e informar lo

que el capitán ya sabía.

Acamparon en el valle y colocaron guardia en toda la periferia, no hubo ningún

otro ataque en los dos días que ahí se quedaron, sirvió de descanso a la tropa.

El 29 de abril de 1913, llegaban a inmediaciones de El Platanillo. El cruce de la

sierra desde Guayameo hacia Coahuayutla fue muy duro, habían muerto tres

soldaderas en el trayecto, se desbarranco otra de las acémilas y habían desertado

14 soldados, 3 de ellos de la sección de Alberto.

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Ellos no sabían que Madero había sido asesinado el 22 de febrero pasado, cuando

se encontraban incomunicados, en plena sierra. El nuevo presidente era el General

Victoriano Huerta, el asesino intelectual.

Alberto se encontraba aun con mucho entusiasmo por su profesión, aunque el

cansancio y penurias le daban otra perspectiva, sobre todo al oír los comentarios

de las experiencias y punto de vista del sargento Justino.

Ahora le quedaba claro que el ejército no se parecía a lo que en el internado había

soñado, no se parecía tampoco a lo que en la Escuela Militar de Aspirantes, le

habían inculcado. El ejército era un conglomerado de personas obligadas a vestir

el uniforme y combatir a las órdenes de oficiales que como él, amaban la profesión

y respetaba sus principios.

El ejército era el mismo que formo Porfirio Díaz, el mismo que combatió a los

franceses, el mismo que defendió al país de los gringos, el mismo a las órdenes de

los virreyes antes de la independencia, los mismos principios, la misma ordenanza,

solo cambiaban los mandos. Lo que no cambiaba era el enemigo; el pueblo, los

inconformes con el gobierno, fuera el que fuera.

Después de permanecer dos días en El Pino, esperando otro posible ataque de

parte de los alzados, el capitán Otero ordeno la marcha con dirección a Guayameo,

poblado pequeño ubicado al noroeste de El Pino. Desde ahí partieron hacia

Coahuayutla, donde permanecieron tres noches, para partir hacia el Platanillo el 28

de abril.
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Entre Coahuayutla y El platanillo, bordeando las faldas del cerro “La Artesa”, los

alzados los estaban esperando en la parte alta. El combate inicio, cayendo cinco de

tropa de la primera sección. Alberto sin esperar ordenes condujo a su sección

hacia arriba, buscando flanquear a los alzados, esta vez sí lograron encontrarlos,

todos estaban parapetados entre rocas que dominaban el camino, en un punto

donde este da vuelta en esquina, la primera sección ya había dado la vuelta y la

segunda empezaba, de tal forma que ambas eran fácil blanco desde una sola

posición.

--- ¡Justino, Justino!---

Grito Alberto.

--- ¡Llévate tu pelotón más arriba y cáeles por detrás, yo empezare atacar desde

este flanco.---

--- No más aguánteme un momento antes de empezar a disparar.---

Grito Justino.

--- Pues pélale que les están tupiendo duro a los de abajo.---

Cuando Alberto dio la orden de disparar, fue porque los alzados ya se estaban

retirando del lugar, corrían en dirección poniente, cubiertos por una cañada

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Alberto se encontró con Justino y su pelotón, que también lograron dispararles a

los alzados, este le informo que habían causado tres bajas a los alzados.

Alberto y su sección siguió su avance fuera del camino, por la parte alta

protegiendo al grueso de la columna. Después se incorporó cuando ya iniciaba la

bajada del camino.

--- Con la novedad mi Capitán, que les causamos tres bajas, pero lograron escapar

entre la cañada, no quise seguirlos, siguiendo el consejo que me dio en el Pino.---

Reporto Alberto.

--- Gracias Subteniente, acá perdimos dos hombres, le contesto el capitán, vuelva

a su posición en la retaguardia.---

--- Esta forma de pelear se llama guerrillas, comento Alberto a Justino, cuando ya

marchaban en la retaguardia sobre el camino, la estudie en la escuela, pero nada

comparado con la realidad.---

--- Estos cabrones nos tienen en tensión constante. Preferiría tener un

enfrentamiento hasta que uno de los dos acabara o se rindiera, pero esta manera

es desesperante.---

--- Esta forma es la que aquí se usa, mi sub, contesto Justino, el grueso de los

alzados deben estar en otro lado, esperando alguna orden o a que pasemos para

acabarnos.---

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--- Usted tranquilo mi sub, yo presiento que pronto nos vamos a enfrentar con un

grupo más grande, y entonces si a darle.---

No pararon, siguieron su camino hacia el Platanillo, al que llegaron al atardecer.

Era una ranchería pequeña, parecía vacía, no se veía ni se oía nada. El capitán

ordeno acampar a la salida del caserío, en la parte alta, desde donde se dominaba

todas las casas y el camino por dónde venían.

Buscaron gente encontrando solamente algunos hombres viejos y pocas mujeres,

no jóvenes pero no viejas. Tenían poco para comer, por lo que no se les pidió

nada, además se habían abastecido en Coahuayutla el día anterior.

Las soldaderas iniciaron su labor, encender leña y moler maíz. Al cabo de un rato

se repartían tacos de cecina, queso y café cargado.

Solo una soldadera, la que le decían “la chichona”, por obvias razones, no se

afanaba, permanecía sentada en un viejo tronco de árbol con la mirada perdida en

los cerros, por donde habían llegado.

--- Que le pasa a esa, pregunto Alberto a Justino, esta como ida.---

--- Parece que uno de los muertos de hace rato, era su hombre.---

Respondió Justino.--

--- Y ahora, ¿Qué hará? ---

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--- Al rato consigue otro, no se apure mi sub, así es esta vida.---

--- Pues órale Justino acérquesele y pídale de comer, con eso la entretiene y no se

siente sola, quien quite y la hace su vieja y lo atienda.---

--- Así que apúrale, sino te la ganan donde que esta re buena.---

--- Pues tiene razón. Yo voy, y hoy duermo calientito.---

Justino se acercó con Rufina, la soldadera recién viuda, no lloraba, solo se le veía

triste, sin saber qué hacer.

--- Quihubo Rufina, mejor ponte hacer tortillas para mí, en lugar de estar ahí

nomás tristeando---

Rufina, volteo a ver a Justino, lo vio por unos segundos y sin decir palabra alguna,

inicio su labor, acomodo unas piedras y puso el comal de barro que venía

cargando en un costal, junto con el metate para moler maíz.

--- Tráeme leña siquiera, no te quedes ahí parado, le dijo a Justino.---

Justino se sacudió la cabeza sorprendido, dio la vuelta en busca de leña, Alberto se

sonreía y seguía la escena desde donde estaba sentado.

Rufina mientras tanto, ya estaba moliendo el maíz en el metate.

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Al rato, Rufina, Justino y Alberto compartían los tacos de frijol con chile verde y

café caliente. Justino saco un trozo de carne seca, no como la cecina, todavía más

seca, parecía cuero.

Lo repartió entre los tres, sabía salada, pero buena. Alberto puso su porción en un

taco con frijoles y chile, le supo muy bien.

Esa era la vida de las benditas soldaderas, hoy tenía un Juan para amar y cuidar y

mañana tendría otro, cuando el primero cayera, mientras, eran fieles y honestas

con el que estaba de turno. Algunas morían en los caminos o en el las balaceras,

se les enterraba como a los soldados, sin honores, solo una cruz de palos.

Grandiosas mujeres de ébano, tiernas y fuertes, líderes y sumisas.

Con esos pensamientos se quedó Alberto durante buen rato, antes de recibir

órdenes y transmitirlas a su vez.

Hicieron guardia en toda la periferia del campamento, a la 3ª sección, la de

Alberto, le toco el último turno, como de costumbre. Los turnos desde la seis de la

tarde, duraban cuatro horas, el turno saliente despertaba al comandante del

entrante y así.

Despertaron Alberto a las dos de la mañana, había logrado dormir desde las

nueve, después de ver que Justino y Rufina se acurrucaban en una manta y ni

siquiera le dieron las buenas noches, ya estaban muy entretenidos.

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A las seis de la mañana Alberto mando despertar a todos, incluido al capitán.

El capitán Otero ordeno que después de echarse un taco rápido y levantar el

campamento iniciarían la marcha, cuesta arriba.

Después de avanzar poco más de un kilómetro por una cuesta, desde su

campamento en el lado norte de la ranchería, iniciaron los disparos desde arriba

del cerro por donde el camino bordeaba.

Era un cerro alto, cubierto de amates y huanacaxtle, árboles típicos de la región,

había grandes rocas amarradas con las raíces de los amates. Los alzados, que esta

vez se veía que eran al menos doscientos se encontraban cubiertos entre las rocas,

las raíces y los mismos árboles.

La primera y segunda sección respondieron al ataque, Alberto desplego su sección

para contestar el fuego que venía de su lado izquierdo, por donde salía el sol.

El sol pronto les daría de lleno en la cara, afortunadamente, por ahora lo tapaba el

cerro alto que bordeaban, en unos minutos más, no vería nada.

Soldaderas y acémilas, corrieron hacia abajo del camino por una pequeña

hondonada buscando refugio de la balas entre los árboles.

El fuego era tupido, pero impreciso, la primera y segunda sección ya se

encontraban disparando, desde su posición, tirados pecho a tierra al lado del

camino.

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El capitán ordeno que se colocaran las ametralladoras y empezaran a disparar

cuanto antes. La primera sección avanzo un poco buscando lugar por donde subir

hacia el enemigo.

Mientras tanto la 3ª ya había avanzado hacia arriba, replegando a los atacantes.

En el camino y a sus lados, yacían ya muchos soldados, el Teniente Fernández

entre ellos, estaba tirado a la mitad del camino. La 2ª sección estaba sufriendo

muchas bajas, eran el blanco directo de los alzados.

Cuando la tropa de la 3ª logro tomar posiciones y responder al ataque, los

disparos de los enemigos disminuyeron, pero sin acabarse. El primer pelotón ya

disparaba sobre el costado de los alzados, provocando que se replegaran

concentrándose a su centro. Esta vez no tenían intenciones de huir, consideraban

que por ser una fuerza superior acabarían con la unidad.

El segundo y tercer pelotón tomaron posición unos metros más arriba disparando a

los alzados. Colocaron las dos ametralladoras Colt-Browning, causando muchas

bajas al enemigo.

El Teniente Martinez había podido avanzar con dos de sus Colt-Browning y

colocarse en posición en el mismo nivel del enemigo, empezó a batirlos, causando

muchas bajas y haciendo que estos se replegaran hacia las 3ª sección.

Alberto se percató de la situación y se sostuvo en su posición, lograron hacerle

muchas bajas, sin embargo de pronto empezaron a dispararles desde la


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retaguardia. Un grupo de alzados subía por el lado oriente del camino hacia donde

estaba emplazada la tercera.

Giraron la Colt-Browning contestando el fuego de los nuevos atacantes, estos eran

algunos de los hombres viejos que encontraron en la ranchería, pronto fueron

dominados.

Después, todo fue silencio, durante unos pocos minutos, ya no había blancos a

quien disparar y nadie les disparaba a ellos.

El combate duro alrededor de dos horas, antes de que los alzados, unos se

rindieran y otros huyeran, pero sus bajas eran considerables, aunque también de

lado de la 2ª compañía.

El Capitán Otero ordeno, recoger a los muertos y agrupar a los heridos, donde se

encontraban las soldaderas que también eran como enfermeras de campaña.

Lamentaciones y llantos era lo que se oía en las siguientes horas cuando

enterraban a los muertos, los cuerpos de los alzados se quedaron en su lugar.

Después de cuatro horas que duraron las curaciones y entierros, el capitán ordeno

prepararse para seguir la marcha, después de quemar el pueblo.

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Mientras se preparaban la tropa y las soldaderas para proseguir, él Capitán Otero

escribió a mano un parte informativo que firmaron el Teniente Martinez y Alberto,

lo guardo el sargento ayudante del Capitán.

La marcha se inició en silencio, el pesar de la muerte de compañeros con quien

unas horas antes platicabas y murmurabas de los comandantes, bromeabas por

cualquier cosa, ahora se te ahogaban las palabras, ya no estaban a tu lado.

Algunas soldaderas manifestaban su dolor por su “Juan” caído, derramando

lágrimas en silencio y sorbiendo los mocos que les salían por la nariz a torrentes.

--- Nos dieron una buena friega.---

Dijo Alberto a Justino.

--- Parece que nos habían venido trayendo desde El Pino, emboscando y corriendo,

hasta hoy que nos esperaban todos.---

--- No crea que ya acaba todo, mi sub, esos solo eran una fracción, acá en estos

rumbos, toda la gente son alzados, como los de pueblo que nos atacaron creyendo

que nos tenían los emboscados. Ya desde hace muchos años, siempre los han

querido someter, pero no se ha podido, hoy acaba con una fracción como esta y al

rato ya hay otra, más encabronados por los muertos que tuvieron.---

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MAGDALENA 10 de febrero de 1913

--- ¡Lupe, Lupe!, mira lo que dicen los periódicos que está pasando.---

Entro gritando Don Luis a la recamara.

---¿Te acuerdas de aquel general; Bernardo Reyes, que a finales de 1911 se

entregó como prisionero a un cabo de Defensa Rurales en el pueblo de Linares

Nuevo León, después de su frustrado intento de iniciar una revolución contra

Madero y que fue encerrado en la prisión de Santiago Tlatelolco? ---

--- Si, si me acuerdo, eso fue después del intento revolucionario del sobrino de

Porfirio Díaz.---

--- Bueno pues un grupo de generales porfiristas, se unieron y pusieron en pie de

guerra al 1er Regimiento de Artillería, el que está aquí cerca, en Tacubaya.

También se llevaron a los cadetes de la Escuela Militar de Aspirantes.---

--- Liberaron a ese General Bernardo Reyes y a Félix Díaz y trataron de atacar el

Palacio Nacional, pero fueron rechazados, el General Bernardo Reyes murió en ese

ataque.---

--- Al parecer, después de ser rechazados por la guardia de Palacio se dirigieron a

la Ciudadela y ahí tomaron las instalaciones donde se guarda gran cantidad de

armas y pertrechos de guerra.---


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--- ¡Dios Santo! ---

Grito Doña Guadalupe.

--- ¡Ya que estábamos casi en paz, otra vez a las guerras! ---

Desde ese día, la familia De Silva se reunía diariamente para leer el Imparcial. Las

noticias eran impactantes.

12 de febrero de 1913.

El día de ayer, 11 de febrero regreso el Presidente Madero de Cuernavaca, a donde fue

tras el intento de golpe del día 9 de febrero pasado, mientras el General Huerta ataca

sin éxito a los fortificados en la ciudadela.

13 de febrero de 1913.

Siguen los ataques a la ciudadela sin lograr desalojar a sus ocupantes, que están mejor

armados, por haber tomado las armas y municiones ahí almacenadas después de su

llegada de Bélgica.

17 de febrero de 1913.

Al parecer el General Huerta está manteniendo pláticas para llegar a un acuerdo con

Félix Díaz. ¿Acaso se está negociando algún armisticio?

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Esperemos que pronto termine esto, que se rindan los sublevados y sigan las cosas como

estaban con el Presidente Madero.

19 de febrero de 1913.

¡El presidente Madero fue apresado!

19 de febrero de 1913.

Tras la renuncia de Madero y Pino Suarez, Pedro Lazcuráin, Secretario de Relaciones,

asume la presidencia y nombra a Victoriano Huerta Secretario de Relaciones. Una hora

después de tomar posesión como presidente interino, renuncia a su cargo dejando como

interino a Huerta.

19 de febrero de 1913.

El Coronel Joaquín Maas, detuvo a Don Gustavo Madero, hermano del presidente y a

Don Adolfo Basso intendente de palacio, asesinándoles en seguida y befando sus

cadáveres.

20 de febrero de 1913.

Venustiano Carranza desconoce a Huerta como presidente y forma un ejército

llamándolo “Constitucionalista”.

23 de febrero de 1913.

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Mueren los señores Francisco I, Madero y José María Pino Suarez, en una refriega contra

fanáticos maderista que pretendía liberarlos cuando eran trasladados a la penitenciaría.

--- No lo puedo creer, Pancho está muerto.---

Dijo Don Luis, con la voz entrecortada.

La noticia estaba en primera plana de todos los diarios que recibían en su casa y

que cada mañana leía junto con Lupe y sus hijos.

--- ¿Qué va a pasar ahora?---

Pregunto Pepe, un tanto desalentado.

--- Creo que ahora si habrá enfrentamientos en toda la República, es una

verdadera revolución---

Contesto Don Luis.

--- Por lo pronto deberemos seguir con los nuestro, cada quien en lo suyo, no

podemos quedarnos sentados leyendo el periódico todos los días.---

Magdalena, con sus 9 años ya se percataba de los acontecimientos y se mostraba

preocupada. Veía su rutina amenazada, no le incomodaba nada más que hubiera

cambios en sus actividades diarias.

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Diariamente asistía a la escuela, donde la educaban, además de las asignaturas

normales; en costura, cocina, bordado, administración del hogar, se preparaba

para ser toda una damita de la sociedad.

Por las tarde al regresar de la escuela, iba a la fábrica de chocolate para ayudar a

las obreras que ahora trabajaban bajo la dirección de Cutberto, el fiel empleado de

Don Luis. Permanecía ahí por una hora, algunas veces, tostando, otras cuidando el

molino y otras, envolviendo las maquetas de chocolate.

El negocio prosperaba, ya había utilidades, y cada día había más pedidos. Don Luis

salía a vender al menos tres veces por semana sus productos.

Las noticias de levantamientos llegaban a diario, la ciudad empezaba a sufrir las

consecuencias de desabasto de alimentos.

Don Luis visitaba restaurantes, principalmente en el centro de la ciudad, El Café

Olimpia, El café de Tacuba, El Globo, eran algunos de sus principales clientes.

Últimamente, ante los acontecimientos había dejado de buscar nuevos clientes,

pero seguían haciendo entregas, él y Cutberto.

--- ¿Tendremos que cambiarnos de ciudad de nuevo?---

Pregunto Magdalena a su papá. Ella estaba parada cerca del sillón donde se

sentaba Don Luis, oía y observaba la plática de su familia.

--- No Malenita, no creo que tengamos que hacerlo---


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Respondió Don Luis,

--- Ya verás que nada va a pasar, nuestras vidas seguirán igual que antes, tú en la

escuela y en la fábrica, como te gusta, tus hermanos en la universidad y en las

escuelas, tu mamá cuidando de todos nosotros y Pona haciéndonos la comida.---

Trato de tranquilizarla Don Luis al observar que la situación afectaba fuertemente

a los niños menores, aunque era Magdalena la que siempre quería estar en todo.

Magdalena dio la vuelta y salió caminando hacia la recamara que compartía con

Carmen y Helena, sus hermanas mayores. Sin embargo, sentada en la orilla de su

cama, siguió escuchando la plática de su papá con sus hermanos mayores.

--- Me preocupa lo de Sonora ---

Comento Joaquín; mozalbete de 15 años, bien parecido, muy devoto de la Virgen

de Guadalupe que participaba en muchas actividades de la Parroquia de Santo

Domingo en Mixcoac.

--- ¿Qué pasa en Sonora? ---

Pregunto Pepe.

--- Que Desconocen a Huerta, lo cual estoy de acuerdo, pero forman un pequeño

ejército y el 13 de marzo atacan Nogales, ahí ponen a barrer las calles a la gente

rica y expulsan a sacerdotes, creo que no tiene que ver una cosa con la otra, que

tienen que ver los sacerdotes con Huerta. ---


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--- No te mortifiques hijo, son cosas que suceden cuando la gente toma el poder y

no tienen una ideología clara, al poco, las cosas regresaran a su lugar, así como

los sacerdotes expulsados. ---

--- Por ahora lo importante para nosotros es mantenernos unidos, y continuando

con nuestras actividades, como le dije a Malenita, así que a lo suyo cada quién y

mañana será otro día para comentar.---

La vida de los De Silva continuo de esa manera, con restricciones y carencias pero

nada comparado con las que pasaron cuando salieron de Guanajuato hacía ya tres

años.

Diariamente, en la tarde, después de la merienda, los De Silva, principalmente los

hombres, revisaban las noticias y comentaban acontecimientos de su vida, muchas

de esas ocasiones Malenita se colaba para escucharlos solamente, sin opinar.

Joaquín manifestó otra vez su preocupación por los actos del general Obregón,

esta vez respecto a la noticia que en un combate el 15 de mayo contra el Ejército

Federal en Guaymas y después de haber ganado la batalla, mando a fusilar a doce

jóvenes oficiales recién graduados del Colegio Militar.

--- Yo no estoy a favor de Huerta, creo que todos vemos con buenos ojos a los

revolucionarios que quieran derrocar al que asesino al buen Pancho Madero, pero

ese tipo de tropelías solo los desprestigian, pues quedan igual que Huerta, como

asesinos ---

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Dijo Don Luis, muy airado al oír la noticia que daba Joaquín.

La familia había dejado atrás la costumbre diaria de reunirse para comentar los

acontecimientos de la revolución. Sin embargo lo hacían eventualmente, sin

ningún programa, más bien cuando la ocasión, como la de hoy, lo ameritaba.

22 de abril de 1914. El Imparcial.

Llamado a todos los mexicanos y principalmente a Villa y Carranza para unirse contra el

invasor. Los marinos de los Estados Unidos desembarcaron en el puerto, después de

haberlo bombardeado desde sus barcos. El pretexto fue que México ofendió a su

bandera al no querer izarla en el puerto de Tampico después de liberar a varios marinos

borrachos que habían sido aprendidos por la policía local.

En los meses anteriores, la revolución había tomado fuerza; por el norte, Carranza,

Villa y Obregón, en Morelos estaba Zapata y por el sur Dominguez. Huerta no veía

como detener esta revolución vengadora por haber asesinado a Madero.

Los Estados Unidos, apoyaban más a los revolucionarios con la venta, por

supuesto, de armamento y él, Huerta había hecho negociaciones con los alemanes

y japoneses, de quienes estaba ya recibiendo pertrechos de guerra.

En días pasados, el periódico El País había publicado:

En efecto, sabido es que las fábricas europeas y japonesas surten de pertrechos

de guerra al gobierno mexicano, y las casas similares americanas no se quedaron

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conformes por lo que hicieron presión en el gobierno de su país para que éste no les

estorbara su negocio. El humanitarismo de Mr. Wilson se vino abajo para dar paso al

mercantilismo. Digno yanqui, tuvo en cuenta que todo en la vida se reduce a “dollars

and cents”. (*)

(*) El país, 4 de febrero de 1914.

--- ¡Otra tontería de Huerta! ---

Emocionado abrió la plática Luis, casi abogado, de 20 años, muy radical en sus

opiniones.

--- ¡Ahora también estamos en guerra con los gringos ¡ ---

--- El embargo de armas que aplico Wilson a Huerta fue con la clara intención de

apoyar a Carranza, esto no le gusto a Huerta.---

--- Nuevamente abrió negociaciones para la compra de armas con el gobierno

alemán.---

--- ¿Cómo sabes eso? ---

Pregunto Pepe a su hermano.

--- Estamos viéndolo en la facultad, las implicaciones y compromisos que se hacen

con los países que te venden las armas, tanto al gobierno como a los

revolucionarios ---

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--- Pero lo más preocupante ahora es que los estadounidenses pretendan invadir al

país nuevamente, realmente no sabemos cuáles son sus verdaderas intenciones.---

Comento Don Luis.

--- No te preocupes por eso papá, a los gringos no les interesa nuestro territorio,

ya nos quitaron lo que necesitaban, por ahora solo les interesa que nunca

crezcamos como potencia de clase mundial, solamente están imponiendo sus

términos. Aprovecharan nuestros pleitos internos para establecer su dominio

económico. Esto solamente es un aviso, para decirnos que solo con ellos podemos

comprar armas, que no podemos nunca aliarnos con otros países y mucho menos

en aspectos militares.---

--- Esta revolución, realmente la están haciendo ellos.---

Argumento Luis.

--- ¿Cómo dices eso?, estas equivocado.---

Dijo Pepe.

--- Estoy de acuerdo con lo primero, pero no con que nunca nos dejaran crecer.---

--- Pues nada más ve que ha pasado, Porfirio Díaz les abrió las puertas a las

grandes empresas ferrocarrileras, entre otras, después Madero, fue apoyado por

los mismos gringos para su Plan de San Luis y después Huerta fue apoyado en un

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principio para derrocar a Madero, ahora apoyan a Carranza para derrocar a Huerta

y después veremos quien sigue.---

--- Esta bien, déjenlo ahí, que nosotros nada podemos hacer, mientras nos dejen

en paz, seguiremos en lo nuestro.---

Cerró la plática Don Luis.

--- Bueno mientras no se metan con la Iglesia, como lo hace Obregón

principalmente, ¡porque entonces si saldremos a pelear!---

Intervino emocionado Joaquín.

--- Tranquilo, Hijo, eso no pasara, solo se trata de ganar el poder del gobierno, ni

siquiera de beneficiar realmente al campesinado, que son sus soldados.---

El 23 de junio de 1914, la División del Norte con Pancho Villa al frente, tomaba

Zacatecas, después de una feroz batalla, con muchas bajas de ambos lados, no

obstante que ahí se había reunido lo más granado del ejercito huertista.

--- Ahora que Villa tomo Zacatecas causando más de cuatro mil bajas al ejército,

no le queda ningún obstáculo para llegar a la ciudad de México.---

Comento Pepe, sobre la noticia de la toma de Zacatecas en los periódicos.

--- No lo creas hermano.---

Dijo Luis.

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--- Bueno fuera, pero me temo y si no me equivoco, veremos que Carranza detiene

a Villa para que su favorito, el general Obregón sea el que primero entre a la

ciudad, eso es lo que va a pasar.---

Efectivamente, el 8 de julio de 1914, Álvaro Obregón entra a Guadalajara al mismo

tiempo que el General Pablo González invitaba a Villa a una reunión en Torreón

dando así oportunidad a Obregón de continuar su camino a la capital, situándose

en Teoloyucan, poblado ubicado a 40 kilómetros de la ciudad de México.

Pocos días después, el 15 de agosto de 1914, el diario El Imparcial, publicaba una

nota muy importante para el momento.

--- Oiga padre, El Imparcial dice que el general Huerta ha renunciado a la

presidencia y que fue nombrado como interino a Francisco S. Carvajal.---

Comento Pepe que leía el periódico.

--- Pues esperemos que eso dé fin a esta guerra infame.---

--- ¿Ahora qué sigue? ---

Comento un tanto molesto Pepe.

--- Pues para nosotros, seguir en lo nuestro, estudiando y trabajando.---

Termino Don Luis.

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El 9 de agosto tuvieron una reunión el Secretario de Guerra Marina, José Refugio

Velasco y Alfredo Robles Dominguez, militar que por fricciones con Madero había

sido preso, pero que después del golpe de Huerta, prefirió unirse a Carranza para

tratar el retiro del ejército federal de la ciudad de México y su posterior disolución.

Así, el 11 de agosto, el Gobernador huertista de la Ciudad de México, Eduardo

Uribe acompañado por varios diplomáticos extranjeros, firmaron el Tratado de

Teoloyucan que establecía:

... las fuerzas federales dejarán la plaza de México distribuyéndose en las poblaciones a lo

largo del ferrocarril de México a Puebla y ahí esperarán a los enviados del Ejército

Constitucionalista a los que entregarán las armas.

... el resto de las guarniciones federales sobrevivientes Manzanillo, Córdoba y Xalapa, así

como las jefaturas militares de Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán se disolverán en

esos lugares y los barcos de la Armada Nacional deberán concentrarse en Manzanillo y

Puerto México, los oficiales y jefes quedarán a disposición del Primer Jefe de los

constitucionalistas mientras que a los soldados se les ofrecerán medios para volver a sus

hogares.

... las tropas federales que han estado combatiendo contra el Ejercito Libertador del Sur

del general Emiliano Zapata se retirarán de sus posiciones cuando las fuerzas

constitucionalistas ocupen sus lugares.

--- Con esto acabo el asesino Huerta ---

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--- Pero en que están pensando estos políticos revolucionarios, no son ni políticos

ni militares, ¿ya habrán pensado que va a pasar con los miles de soldados

desempleados de la noche a la mañana?, tendremos gavillas de asaltantes

nuevamente, como después de la guerra contra los franceses.---

Dijo Luis, respecto a la nota de El Imparcial.

--- Creo yo que eso solo será válido para algunos generales y jefes notablemente

partidarios de Huerta y Porfirio Díaz, que la tropa cuyos orígenes son el

campesinado arrastrado por la leva o enganchado por no tener otra cosa que

hacer, seguirá siendo el grueso del ejército federal, con oficiales y jefes, incluso

muchos generales también se quedaran, las oficinas de la Secretaría de Guerra y

Marina, ¿Quién las va atender, ahí hay mucho que hacer, desde el control de los

mismos militares, su historial, su salud, su desempeño, el manejo del

presupuesto, tantas cosas que ni modo que de un día para otro los cambien por

campesinos armados, sin menospreciarlos, pero la mayoría es analfabeta.---

Fue la opinión de Don Luis. Que estaba más preocupado por el desorden que se

avecinaba. Todo eso haría que disminuyeran las ventas de chocolate a los

restaurantes, muchos ya estaban cerrando.

En efecto, seis días después de la firma del tratado de Teoloyucan, el ejército

constitucionalista con Carranza al frente, entraba desfilando por las calles de la

ciudad.

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La ausencia de Villa y Zapata fue notoria. Venustiano Carranza no los considero, al

contrario, busco la manera de mantenerlos al margen de celebraciones y de la

creación del nuevo gobierno.

--- Carranza mando confiscar los inmuebles de la clase rica allegada al porfirismo.--

Leyó preocupado Don Luis en voz alta para que lo oyeran sus hijos que estaban

ahí, Magdalena, Pepe, Luis y Joaquín.

--- ¡Lo que no entiendo es como pudieron identificar tan rápidamente quienes eran

partidarios del General Díaz y aunque así fuere, eso no es motivo para robarles sus

propiedades!, esto es más bien un robo perpetrado por los revolucionarios y

propiciado por el señor Carranza, lo que demuestra la realidad de fondo de su

revolución y su verdadera calidad moral y no la Constitucionalidad por la que lucha

y como pregona.---

Comento Luis, el casi abogado.

--- Pero lo peor de todo.---

Dijo Don Luis

--- Es que esto no ha acabado, dejo fuera a Villa a Pascual Orozco y a Zapata, y

eso traerá problemas, no creo que ya venga la paz, y mucho menos cuando se

comenten tales barbaridades.---

En el Imparcial pudieron leer la nota confirmando lo dicho por Don Luis.


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En el norte, el llamado General Pancho Villa con más de veinte mil hombres bien

armados y montados, acusa a Carranza de solo ambicionar el poder amenazando con

entrar a la capital.

En el sur, Emiliano Zapata, no había dejado las armas, acampado en Milpa Alta,

desde donde vigilaba a Carranza y controlaba al Estado de Morelos y parte de Guerrero.

Sigue firme en su Plan de Ayala con el propósito de devolver las tierras comunales

arrebatadas por los hacendados a sus legítimos propietarios, durante el largo Porfiriato.

La lucha sigue.

Publicaba “El Imparcial”, su última nota sobre la revolución antes de ser incautado

y cerrado por el gobierno de Carranza.

--- Carranza ha convocado a una junta de pacificación a todos los revolucionarios

para el 1º de octubre próximo.---

Días después se enteraban los De Silva que la Gran Convención de Jefes militares,

con mando de fuerzas y gobernadores de los Estados, que inicio el día 1º de

octubre en la ciudad de México, no tomo un buen cause, por lo que tuvo que

trasladarse a la ciudad de Aguascalientes, por ser un punto intermedio entre la

capital y Chihuahua.

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Francisco Villa y Emiliano Zapata, no acudieron al primer llamado a la Convención.

Hasta que la misma se trasladó a Aguascalientes, hubo representantes de estos

dos generales. Los zapatistas entraron el 26 de octubre.

El 30 de octubre los miembros de la Convención, le toma la palabra a Venustiano

Carranza y lo destituye como primer jefe del Ejército Constitucionalista y

encargado del poder ejecutivo de la nación, nombrando a Eulalio Gutiérrez

presidente de la república por el término de 20 días, lo cual fue rechazado

categóricamente por Carranza

--- Carranza logró hacer que los gringos desocuparan Veracruz por medio de

negociaciones y salió rumbo a Puebla.---

Comentaba Pepe el 3 de noviembre.

--- Ahora con todo este teje y maneje de revolucionarios del norte y del sur,

pretendiendo ocupar la ciudad esto será un verdadero caos.---

Comento Luis.

--- Por lo pronto que ninguna de las mujeres salga a la calle si no va acompañada

de dos de sus hermanos.---

Dicto Don Luis.

Magdalena que escuchaba los comentarios y disposiciones, mejor se retiró a su

cuarto.
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Los zapatistas y villistas hicieron su entrada a la ciudad de México el 23 y 24 de

noviembre de 1914.

La ciudad quedo dividida entre el zapatistas al sur y villistas al norte, se les veía

con temor, al principio, sin embargo la gente del sur de la ciudad, donde vivían los

De Silva, tomaban confianza al ver a los soldados zapatistas ser muy religiosos y

bien portados.

Esa tarde, Magdalena después de la escuela le pidió permiso a Pona para ir a la

tienda de la esquina a comprar un pirulí. Pona se lo permitió, no sin advertirle que

no hablara con extraños y si veía soldados, mejor se regresara corriendo.

Magdalena con sus recién cumplidos diez años, usaba trenzas, largas hasta casi la

cintura, de un castaño muy claro sin llegar a rubia, sus mejillas rojas denotaban su

buena salud y felicidad. No era una niña fea.

Acompañada por su hermanito Nacho, que a última hora pidió permiso para ir

también, llego a la tienda del español, ahí vendían dulces, cigarrillos, toda clase

abarrotes y algunas gaseosas, aunque últimamente escaseaban muchas

mercancías, Doña Guadalupe decía el desgraciado gachupin las escondía para

encarecerlas después.

Magdalena entro con paso alegre y aunque había una señora y un señor,

inmediatamente pidió su pirulí.

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--- Espera un poco niña, ¿no vez que estoy ocupado?, anda espera por ahí, ahora

te atiendo.---

Contesto Don Juan el tendero.

Magdalena sin perder la sonrisa, quedo pegada al mostrador en espera de ser

atendida.

De pronto a su espalda, una voz ronca y enérgica la saco de sus pensamientos.

--- Sírvanos tres refrescos gaseosos y deme unos cigarrillos de hoja señor, no

tarde que tenemos mucha sed.---

Don Juan, los clientes y Magdalena voltearon casi al mismo tiempo la cabeza.

Eran tres zapatistas.

Magdalena, quedo petrificada, solo había oído hablar de ellos a su papá y

hermanos y ahora estaba frente a esos hombres, sucios y mal olientes.

Usaban huaraches vestían calzón y camisa de manta blancos, o mejor dicho, que

fueron alguna vez blancos, sombrero ancho de palma, dos cananas con cartuchos

terciados en el cuerpo con un escapulario cayendo sobre ellas.

El de la voz, el más joven, usaba botas federicas, igual de sucias, pantalón de

montar y chaquetón de caqui beige, como tocado usaba un saracof igual de sucio,

traía pistola al cinto, un revolver Smith & Wesson.

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Magdalena no sabía si salir corriendo o esperar su pirulí, hasta que uno de los

zapatistas, el del saracof y que tendría la misma edad de su hermano Pepe, volteo

a verla y sonriente dijo:

--- ¡Mira nomas que bonita güerita!, cuando seas grande voy a venir a buscarte,

¿Cómo te llamas?---

Dijo el capitán Alberto Aguirre.

Para Magdalena esa era la señal, para decidir entre su vida y el pirulí, dio la vuelta

y salió corriendo con su hermanito de la mano hacia su casa.

--- Mira nomas muchacho, ya me asustaste a la clientecita, a ver si os comportáis.-

--

--- Nomás estoy bromeando, como cree, nosotros somos zapatistas, no somos

como los carrancistas que solo entraron a robar y asaltar ciudadanos, yo le voy a

pagar, y por favor cóbreme el dulce de la niña y llévelo a su casa o cuando vuelva

se lo da de mi parte y le dice que no quise asustarla.---

--- Seguro no vuelve en quien sabe cuánto, pero cumpliré su encargo.---

Magdalena y Nacho llegaron a su casa, entraron a la carrera donde Pona los

intercepto. Malenita, toda agitada, casi a gritos y atropelladamente trataba de

contarle lo sucedido en la tienda y como escapo corriendo de los soldados.

--- No te preocupes estas bien, que es lo importante, no les paso nada.---


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--- Ahora con calma, cuéntame todo como paso.---

--- Entramos Nacho y yo a la tienda y pedí el pirulí, el señor me dijo que lo

esperara, y en eso entraron los soldados. Un señor de los soldados pidió cigarros y

refrescos.---

---Pero cuéntame, ¿Cómo eran, como iban vestidos? ---

--- Pues todos sucios y apestosos, traían sombrerotes, bueno solo dos, el otro traía

un gorro, así…como más chiquito, raro, era como de la edad de Pepe y…. estaba

guapo.---

Pona río a carcajadas y sorprendida.

--- Pero ¿cómo te asusto? si estaba guapo.---

--- No.. bueno, es que, yo lo veía asustada, y me dijo: voy a regresar por ti.---

--- Entonces agarre a Nacho y salimos corriendo.---

ALBERTO octubre de 1914.

Después de unos meses del combate de “Cuesta del Platanillo”,

Alberto participo en una feroz lucha en Coyuca de Catalán, donde creyó que ahí se

acababa todo para su compañía, tanto por la falta de municiones y refuerzos como

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por el desaliento e incertidumbre que les había causado la noticia que recibieron

en Huetamo y donde tuvieron una pequeña refriega con una gavilla de “Alzados”.

El Presidente Madero había sido asesinado por el General Huerta, quien ahora era

el Presidente y comandaba al ejército, donde él servía.

No olvidaba la arenga del presidente Madero cuando un día antes de su

graduación como subteniente se presentó con sus compañeros ante él.

“¡Jóvenes, la nación les demanda el cumplimiento de su deber, vayan y hagan

respetar nuestra Constitución!”

¡¿A quién estaba sirviendo?!, ¿a un asesino?, ¿a su nación?, ¿Qué Constitución era

la que defendía?.

No se había dado tiempo de pensar que a quien combatía, lo único que querían

era que les devolvieran su tierras robadas por los hacendados ricos al amparo del

gobierno de Porfirio.

El catre del hospital donde se encontraba convaleciendo de la herida en la pierna,

era peor que estar en el suelo, pero no impedía a Alberto a pensar en lo que venía

pasando y que no comprendía del todo.

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Había sido herido en una pierna en Zacoalco, en un combate que duró cuatro

horas contra las fuerzas del Coronel Jesus Trujillo del Ejército Constitucionalista

que comandaba el General Venustiano Carranza.

Alberto fue ascendido a Capitán por su actuación en el combate de Zacoalco.

Antes, había sido ascendido a Teniente, después del combate en la Cuesta del

Platanillo.

No obstante que se encontraba herido recibió órdenes de baja del 17 y alta en el

49 Regimiento de Infantería como comandante de la 1ª Compañía.

Al presentarse a su nueva unidad con el Jefe Administrativo, Mayor Pérez, le

informo de su herida en la pierna que aunque no grave, parecía estar

infectándose, solicitando por ello, ser atendido. Quedo encamado en el Hospital

Militar de Instrucción por veinte días.

La cabeza le daba vueltas, ese día 10 de julio de 1914, lo darían de alta para

regresar a su unidad.

Alberto recibió el mando de la 1ª compañía, relevando a un capitán que ascendía a

mayor y era enviado a la capital.

Las siguientes semanas permaneció en el cuartel en espera de órdenes lo que le

daba tiempo a seguir pensando en la situación que se estaba viviendo.

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Salió con permiso del comandante para comprar algunos enseres en los comercios

locales, aprovecho para disfrutar de una cena, como no la había tenido antes.

--- Que tiene de comer señorita.---

Pregunto a la mesera, joven guapa muy sonriente que se acercó contoneándose a

donde se sentó Alberto.

--- Para ti lo que quieras, pero sí de comer se trata, pues hay chiles rellenos de

carne molida, están picosos, pero los acompañamos con arroz y frijoles y de beber,

lo que quieras, mi capitán, tenemos cerveza y aguas de sabores.---

--- También te pueden hacer un bistec empanizado con frijoles refritos a un lado.--

--- Y de postre…. pues tú dirás.---

Con su voz más melosa la mesera ofreció la comida y, el postre al joven capitán.

Alberto comió muy al gusto, los bistecs estaba muy blanditos y sabrosos, con salsa

verde encima, tomo la cerveza y al final…. el postre ofrecido.

Al regresar a su cuartel; reunió a los oficiales de su Compañía y les comunico:

--- Me voy con los zapatistas, estamos en el lado equivocado, servimos a quien

asesino a nuestro presidente. Los que me quieran seguir, comuníquenlo a sus

sargentos de confianza y prepárense a salir al amanecer.---

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--- A la tropa se lo diremos cuando estemos a media jornada de aquí, los que

quieran regresar, los dejamos, sin las armas ni municiones.---

--- ¿A dónde vamos? ---

Pregunto el ahora Subteniente, Justino Ramírez, comandante de la primera sección

y que Alberto había solicitado su cambio del 17 al 49.

--- He oído que se reunirán los Carrancistas, los Villistas y Zapatistas en

Aguascalientes en una convención, allá vamos, me quiero unir a los Zapatistas---

Los oficiales se miraron entre sorprendidos y emocionados. Ellos también tenían

esas inquietudes, sin embargo no contestaron.

Más tarde en una cantina cercana se reunieron los oficiales para comentar el

comunicado.

---Yo si me voy con el Capitán, le tengo aprecio y es buena ley, es como nosotros,

salido del pueblo.---

--- Me conto de su vida y en verdad que la ha pasado mal, huérfano, pobre y así

logro estudiar para hacerse oficial.---

--- El admiraba al señor Madero y por eso esta resentido, además, pensaba cuando

peleábamos contra los alzados que si no estábamos equivocados matando al

pueblo.---

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--- Por eso, les digo, yo si me voy con él.---

Los otros oficiales, se miraron entre ellos y afirmaron que también iban.

La salida fue a la madrugada, al oficial de cuartel se le reporto que el General

Zozaya ordeno el desplazamiento hasta cerca de Teocuitatlan, mostrándole una

orden por escrito, falsificada por Alberto, con el fin de reinstalar el destacamento

antes derrotado por los Constitucionalistas.

Mes y días duró la travesía, tratando de evitar a fuerzas constitucionalistas y al

mismo Ejército Federal. Al llegar a las inmediaciones de Aguascalientes, el Capitán

Alberto era seguido por cincuenta hombres de los 104 de su compañía, más de

treinta regresaron a su cuartel, sin armas, ni municiones ni caballos, los otros, se

fueron a sus casas, la leva que recientemente había ordenado Huerta, los puso en

las armas y la oportunidad de escapar se las dio Alberto.

Habían rodeado el lago de Chapala, viajando por caminos de la sierra, entraron

abiertamente a La Piedad, Alberto mando al subteniente Justino con dos de sus

sargentos a conseguir ropa para todos y para abastecerse de alimentos, ya no

traían soldaderas que se encargaran de eso.

Al pasar por Jalostitlan, cerca de San Juan de los Lagos, se toparon con fuerzas

Villistas que los rodearon y ordenaron detener.

--- ¿Quién trae el mando aquí y de que bando son?---

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Pregunto un bigotón que comandaba a los villistas.

--- Somos zapatistas y vamos a la convención.---

Contesto Alberto, sin soltar la carabina apuntada a la prominente barriga del

bigotón.

--- Ta gueno, pos síganle por ay.---

Alberto ordeno la marcha en columna por dos, pasando con tensión entre los

villistas que les apuntaban.

Siguieron su camino sin novedad, los villistas, desaparecieron cuando la pequeña

tropa de Alberto termino de cruzar el puente de madera sobre el río Nazas.

Llegaron a la Angostura, ranchería del lado poniente de Aguascalientes, donde

quedaban cubiertos por algo de lomerío.

--- Y ¿ahora qué hacemos? ---

Pregunto Justino.

--- Vamos acampar, pones vigilantes en la periferia, yo voy a hacer un recorrido

por las inmediaciones para saber cómo están la cosa.---

Respondió Alberto.

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Volvió a montar su caballo, un alazán cuatralbo careto, ya no usaban el uniforme,

vestía como cualquier revolucionario, pero eso sí, traía su morral de piel terciado,

aquel que le regalo Doña Brígida.

Siguió bordeando la loma, hasta que se topó de lleno, sin tiempo a reaccionar, con

la guardia de otro campamento. Este era mucho más numeroso que los villistas

pero vestían como los zapatistas que ya conocía.

--- Uste ¿Quién es? ---

Pregunto el sombrerudo que le apuntaba.

--- Soy Alberto Aguirre y pasaba por aquí, voy rumbo a Aguascalientes, pero se me

hizo noche.---

--- Venga por acá, lo voy a llevar con el comandante, pa saber si me lo hecho de

una vez o lo dejo pasar.---

Alberto siguió al zapatista hasta una fogata rodeada por hombres que bebían en

compañía de dos mujeres.

--- ¿Quién es este? ---

Pregunto el recién ascendido General Rafael Cal y Mayor.

Antes de que el zapatista informara, Alberto dio un paso al frente y le dijo

directamente al hombre que ya se había puesto de pie.

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--- Soy el capitán 2º Alberto Aguirre Palacios, vengo con cincuenta hombres a

unirme a los zapatistas.---

El general lo observo unos instantes y pregunto.

--- ¿Dónde está su fuerza capitán? ---

--- Cerca de aquí, pero no lo diré donde hasta saber si tengo su palabra de que

nos recibirá como zapatistas.---

--- Mira que cabrón me salió este.---

--- ¿De dónde son ustedes? ---

--- Venimos de Zacoalco, salimos hace un mes y venimos para acá porque sé de la

convención y quiero unirme contra Huerta, si no es con usted, abra con otro.---

--- ¿Eras federal? ---

--- Era señor, igual que mi tropa.---

--- ¿Por qué quieres unirte con tus enemigos?.---

--- Porque ya no los considero mis enemigos, el Presidente Madero me dijo

claramente que defendiera la Constitución, con el Ejército Federal la estoy

atacando, me quiero unir a quien vaya contra el asesino de mi presidente.---

Las palabras emocionadas de Alberto, hicieron impacto en el general zapatista.

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--- ¿Quién es el Presidente de la República?.---

Pregunto el General.

--- El General Victoriano Huerta.---

Respondió Alberto.

--- Entonces no sabes que Huerta ya salió huyendo del país, junto con los gringos

que estaban en Veracruz el pasado 14 de julio.---

--- No señor, no sabía; entonces, ¿Quién es el presidente? ---

--- Pues como los Carrancistas entraron primero y como los Villistas y nosotros los

Zapatistas no estábamos de acuerdo con los tratados de Teoloyucan. Se formó una

junta militar, Carranza renuncio a la presidencia que se había autonombrado y

nombraron a Eulalio Gutiérrez como provisional y para eso son estas reuniones,

que por cierto van muy mal.---

--- A pues que desmadre.---

Comento Alberto.

--- Denle su arma y su caballo.---

Ordeno el General a los zapatistas que traían a Alberto.

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--- Capitán quédese con nosotros por hoy y ya en la madrugada va por su tropa,

acá les asignare una unidad, seguirá siendo capitán 2º por lo pronto.---

Antes de que saliera el sol, después de dormir un buen rato, Alberto salió del

campamento, no sin antes reportarse con uno de los vigilantes para informarle de

su salida.

Llego donde se encontraba su tropa, quienes lo recibieron con un café caliente y

palabras de júbilo, pues lo daban por perdido.

--- ¿Dónde estuvo, mi comandante?---

Pregunto el Teniente Justino.

--- Me detuvieron unos zapatistas, después me llevaron con un General llamado

Cal y Mayor al que le conteste muchas preguntas que mi hizo, entonces al terminar

de interrogarme le dije que nos queremos unir a ellos, están conformes y nos

están esperando, así que levanta el campamento y pongamos en marcha, no están

lejos de aquí, pero no quiero dilatar para que no piensen que ya no regreso.---

--- Deben saber que el General Huerta ya se rindió y huyo del país. Eso cambia

mucho las cosas, a la mejor todo acaba aquí. Pero parece que hay trifulca entre

Villistas y Zapatistas contra Carranza, eso lo oí en el campamento, así que si nos

quedamos con ellos seremos zapatistas de hoy en adelante.---

--- Pues a lo que te truje, vamos a darle.---

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La tropa monto sus caballos y emprendió la marcha en columna por dos, una hora

después antes de llegar a donde Alberto sabía que se encontraba el campamento,

detuvo la marcha, dio vuelta al caballo y parado en los estribos de su montura se

dirigió a su tropa.

--- Estamos por unirnos a las tropas zapatistas del General Cal y Mayor, los que

aún lo duden, pues regresen por donde veníamos, los que se quedan van a tomar

sus carabinas y las llevaran en alto agarradas con las dos manos, no quiero que los

zapatistas se pongan nerviosos, el general ya me dio su palabra de recibirnos y

nos van a incorporan a una unidad, solo quiero que cuando entremos, nos vean

disciplinados, pero no rendidos y dispuestos a pelear, si ellos nos atacan primero,

¿está claro?---

Ninguno se regresó, avanzaron en silencio con las armas como lo ordeno el

Capitán.

Las tropas de Cal y Mayor, que ya en ese momento se encontraban alistándose, se

quedaron impávidos viendo los cincuenta hombres con Alberto al frente.

El 12 de noviembre de 1914 al llegar ante el General Cal Y Mayor, Alberto

desmonto y haciendo el saludo militar, como él sabía, se presentó.

--- ¡¡A sus órdenes mi General, un Capitán 2º, dos subtenientes, dos sargentos,

cinco cabos y cuarenta y uno de tropa, presentes!!---

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--- Todos armados y a caballo, traemos algo de municiones y dos Colt-Brownings.-

--

--- Bien venido capitán, vaya a tomar el mando de la 1ª compañía completándola

con los hombres que trae, organícela y prepárense, porque la tal Convención ha

sido un fracaso, estoy en espera de órdenes, pero de un momento a otro, nos

pueden atacar los Carrancistas.---

--- A la orden, mi General.---

Respondió Alberto y dando vuelta sobre sus talones, se dirigió hacia su tropa.

Dio las instrucciones a Justino y se informó quienes eran de la 1ª compañía.

Una vez reunidos todos los pertenecientes a la primera, zapatistas y ex-

federales, Alberto les arengo a conocerse y aceptar la situación de que ahora todos

eran del mismo ejército, el Ejercito Libertador del Sur.

Así paso una semana de inactividad, el día 20 de noviembre, el general ordenó

levantar el campamento y prepararse para salir. Les ordenaban dirigirse a la

ciudad de México.

Después de que los zapatistas aceptaron participar en la Convención, hasta

entonces formada por jefes de los ejércitos de Carranza, Obregón, Villa, Pablo

Gonzalez principalmente y que estos, los zapatistas exigieran la inclusión del Plan

de Ayala se suscitaron fuertes y acaloradas discusiones dando como respuesta a

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esto que Carranza anuncio renunciar al mando del gobierno, al que él mismo se

había autonombrado después de los tratados de Teoloyucan y de acuerdo con el

Plan de Guadalupe.

Los delegados de la convención aprovecharon la coyuntura que facilito Carranza en

su arranque patriótico y nombraron presidente interino a Eulalio Gutiérrez.

Eulalio Gutiérrez nombro a Villa como comandante en Jefe del Ejército de la

Convención.

Carranza por supuesto no reconoció tal designación pero salió de la ciudad con sus

tropas dejando está en manos de Lucio Blanco, que temeroso de Villa, también

abandono la plaza.

Alberto ahora como zapatista siendo parte del batallón del General Cal y Mayor,

entraban al valle de México el 23 de noviembre de 1914 por San Angel, al sur de la

ciudad, pasando por a un lado de donde se encontraba la Escuela Militar de

Aspirantes, ya cerrada, donde de inmediato empezaron los combates con el

reducto de carrancistas.

En la primera batalla fueron derrotados los carrancistas a los que se les quitaron

más de 400 armas y municiones.

Después todo fue calma, permanecieron acantonados en Mixcoac, San Angel y

Tacubaya.

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Mientras el General Cal y Mayor, por orden del General Zapata, se dedicó a formar

la Brigada “Cal y Mayor”. Para eso, recluto a los prisioneros carrancistas y gente

del pueblo que se les unía.

Alberto quedo sorprendido al ver como sus compañeros zapatistas eran gente

humilde, no por sus recursos, sino por su actitud, rezaban con frecuencia y

mostraban gran devoción por la Virgen de Guadalupe, la Virgen India, como ellos

le decían.

No robaban, al contrario, tenían que pedir caridad para comer, pues la orden era

que quien tomara lo ajeno sería fusilado.

Se sabía que los Villistas habían entrado por el norte. Estos eran diferentes, no

como los Carrancistas, pero tampoco tan honrados ni bien comportados como los

Zapatistas.

La ciudad entera estaba ocupada por más de cincuenta mil hombres, entre Villistas

y Zapatistas y, algunos Carrancistas que no acababan de salir.

El 5 de mayo de 1915 para conmemorar la batalla de Puebla contra los franceses,

la Brigada Cal y Mayor, como ahora se le llamaba, montaron sus caballos y en

formación desfilaron por la ciudad pasando ante el Palacio Nacional, donde desde

un balcón saludaba el presidente interino Roque Gonzalez Garza acompañado de

los líderes revolucionarios; Zapata y Villa.

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Fue todo un espectáculo, Alberto nunca pensó, que después de haber estado en

esa ciudad, cargando mandados de señoras, vendiendo periódicos, trabajando de

linotipista y estudiando para subteniente del Ejército Federal, pasaría desfilando,

orgullosamente, como un zapatista.

Villa y Zapata pactaron dividir al país en norte y sur, el norte era de Villa y el Sur

de Zapata y ambos se oponían a Carranza, destituyeron a Eulalio Gutiérrez, antes

nombrado como presidente por la misma Convención de Aguascalientes interino,

para nombrar a Roque González Garza como presidente convencionalista.

Mientras que por otro lado, Carranza, que había desconocido los acuerdos de la

convención donde se le cesaba como primer Jefe del Ejército Constitucionalista y

encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, pactaba con los Estados Unidos para

que se le ayudara con armamento y que terminaran la ocupación del puerto de

Veracruz.

Carranza manifestó a los delegados de la convención su determinación de

continuar al frente de la primera jefatura de la nación.

El país debería de estar ahora en paz, Huerta se había ido, el Ejército Federal

licenciado, aunque en la realidad, ahora muchos generales junto con sus oficiales y

tropas que habían servido desde Porfirio Díaz, siguiendo con Madero y después

con Huerta ahora servían a las diferentes fracciones revolucionaria, sin embargo, la

tensión existente entre Villa y Zapata opuestos a Carranza apoyado por Obregón

no iba a permitir que la hubiera.


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En el mes de junio de 1915, las fuerzas del General Pablo Gonzalez avanzaron

hacia la ciudad de México por el norte de esta, suscitándose entre el Cerro Gordo y

el gran canal, una batalla contra las fuerzas de Emiliano Zapata.

--- ¡Aguirre!---

Llamo el General Cal y Mayor, que dirigía a las fuerzas convencionalistas de

Zapata.

--- A la orden mi general.---

--- Comuníqueles a los Generales Espiridion Rodriguez y Genovevo de la O que

protejan el lado izquierdo del cerro gordo, que nosotros cubriremos el centro y la

derecha. Vaya también con el General Eguía Liz y comuníquele que aposte su

artillería en la ladera oriente del cerro gordo, apuntada hacia el gran canal.---

---De inmediato mi general.---

Contesto el capitán Alberto Aguirre.

Los combates duraron varios días en que las fuerzas carrancistas con más de

treinta mil hombres intentaban penetrar a la ciudad.

--- Mi general.---

Se presentó el Capitán Aguirre, con el General Cal y Mayor.

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--- Señor, algo pasa con el parque, nuestros disparos causan pocas bajas al

enemigo, pareciera que las municiones no tuvieran fuerza. He visto a varios

tiradores que por lo regular no fallan, hacer varios disparos y no hacerles daño. ---

--- Revisen varias cajas de los cartuchos, tomen algunos de cada caja y quítenle la

pólvora, compárelos entre ellos y con los de otras cajas.---

Intervino el General Eguía Liz.

Alberto llamo a un cabo armero y junto con otros dos de tropa procedieron a

revisar los cartuchos.

--- Mi capitán, estas cajas son las ultimas que llegaron, las mandaron los gringos y

yo tengo cartuchos de otras cajas más viejas, que le parece si los comparamos

también.---

Comento el Cabo Palomino.

Procedieron hacer la revisión abriendo primero, los cartuchos viejos del cabo

Palomino poniendo el contenido de pólvora de cada cartucho sobre una hoja de

maíz cada uno. De todos estos. La cantidad de pólvora se veía igual, pero cuando

procedieron con las cajas nuevas, la cantidad de pólvora que traían los cartuchos,

era notoriamente menor.

Alberto se dirigió inmediatamente donde se encontraba el General Cal y Mayor

para reportar lo que habían descubierto.

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--- Mi general, con la novedad que la mayoría de los cartuchos de las cajas nuevas,

traen poca pólvora, menos de la mitad que la traían los cartuchos más viejos que

teníamos.---

--- ¡Me lleva la chingada, estos pinches gringos ya nos volvieron a robar, no es la

primera que nos la hacen! ---

--- Por eso el General Huerta estaba tranzando con los alemanes, esos son, a lo

menos, más honestos.---

--- Informe de esto a todos los generales y dígales que ordenen a su tropa hacer

disparos ya que los tengan más cerca y vamos a ver cuánto aguantamos.---

Ordeno el General Cal y Mayor al Capitán Aguirre, quien de inmediato procedió a

hacer el comunicado por escrito y enviárselo a cada unidad de combatientes.

Alberto fue ascendido a Capitán primero, con reconocimiento del General Emiliano

Zapata el 8 de julio de 1915.

El día 10 de julio, las fuerzas que cubrían el ala izquierda del frente zapatista, ya

no pudieron contener al enemigo, al hacer más disparos tratando de acertar a sus

blancos, se quedaron sin municiones teniendo que emprender la retirada, dejando

sin protección a las tropas de Cal y Mayor.

Atacados por el flanco descubierto y por el frente, con escases de municiones y de

alimentos, las tropas zapatistas de Cal y Mayor iniciaron la retirada. Los zapatistas

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hicieron cuanto estaba a su alcance, pero fue imposible detener una fuerza

superior. Sin animales para sacar las piezas de artillería estas fueron lanzadas al

gran canal.

Alberto combatía al lado del General Cal y Mayor, junto con las tropas de escolta y

otros oficiales, un grupo avanzaba y otro se sostenía conteniendo al enemigo, de

este modo fueron haciendo una retirada ordenada, sin embargo Alberto resulto

herido en un costado cuando pasaban los cerros de la Villa de Guadalupe.

--- ¿Cómo estas Alberto? ---

Pregunto el Coronel Eleazar Zúñiga

--- ¿Sigues o aquí te quedas? ---

--- Sigo, ¿a qué me quedo?, nomás que me ponga una venda el enfermero y sigo

adelante, la bala entro y salió, así que puedo seguir.---

Con una venda alrededor del vientre, Alberto monto su caballo con ayuda de otros

y siguió la marcha hasta Peralvillo donde se detuvieron para hacer nuevo frente a

las tropas carrancistas que después de pasar los cerros del valle, se reorganizaron

para hacer una avanzada definitiva.

--- Capitán Rosales, ponga al Capitán Aguirre en un tranvía y que lo lleven al

hospital de Coyoacán.---

Ordeno el General Cal y Mayor


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--- A la orden mi general, vamos Alberto, aguanta, ahorita te llevan al hospital.---

--- No es grave, puedo seguir aquí.---

Respondió Alberto

--- La orden es del General, así que mejor cállate y vamos a la terminal de los

trenes.---

El Capitán Rosales acompañado de un cabo y un soldado llevo a Alberto hasta la

terminal de trenes de Peralvillo.

No había ahí tren alguno pero encontraron un armón de mano, de los que usan los

inspectores para revisar las vías. El Capitán Rosales dio la orden de acostar a

Alberto sobre el armón y de llevarlo hasta el hospital, responsabilizando al cabo de

su cuidado.

Alberto estuvo hospitalizado varios días, efectivamente la bala entro y salió

limpiamente, sin embargo parecía que no entro de punta sino de costado,

abriendo la herida muy aparatosa.

El médico, un practicante, le cosió y aplico polvos de sulfas y lo puso en una cama.

Días después la herida cerró y Alberto se incorporó a su unidad, que para entonces

ya se encontraba acantonada en Texcoco, preparándose para atacar Chalco.

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Las tropas carrancistas al mando del General Álvaro Obregón ahora ocupaban la

ciudad. El descontento de la población crecía día con día por la carestía de

alimentos que prevalecía en todo la ciudad, aunado a que Carranza había

decretado sacar de circulación los “Bilinbiques”, moneda así llamada por el pueblo

y que las fuerzas Villistas y Zapatistas habían emitido cuando ocupaban la ciudad,

lo que había traído un poco de desahogo a la población más pobre.

Obregón temía que hubiera un alzamiento de la población, pidió autorización a

Carranza para salir de la ciudad, lo cual fue negado por Carranza por considerarlo

un derrota para su lucha, una lucha de poder personal.

Carranza entonces ordeno, como en los tiempos romanos, repartir medio millón de

pesos entre la gente menesterosa. Pero como sucede siempre en estos casos, las

masas exigieron más, creciendo el descontento y el riesgo de un levantamiento de

la población.

Como Carranza respondió que ya estaba imposibilitado para hacerlo, Obregón, que

era quien daba la cara al conflicto, decretó que el clero católico contribuyera con

medio millón de pesos, como se negaron a otorgar el préstamo, Obregón mando

encarcelar al vicario de la Mitra, al Deán de la Catedral y a todos los sacerdotes de

la ciudad de México.

La medida causo, por supuesto, mayor inconformidad entre la población; a lo que

Obregón suponiendo un alzamiento auspiciado por el clero, mando confiscar los

templos de La Concepción y el de Santa Brígida, así mismo el colegio Josefino.


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No conforme, pensado tal vez, que calmaría a la población, mando encarcelar

también a los comerciantes por no contribuir entregando el diez por ciento de sus

existencias a la población.

Tratando de mantener la calma en la ciudad, después de haber enviado a los

sacerdotes presos a la cárcel de Pachuca en vagones para ganado, mando a Don

Gerardo Murillo, conocido como el Doctor Atl, filosofo, pintor, escultor, arqueólogo

y muchas artes y oficios más y que ya antes había servido a Carranza

convenciendo a Zapata que se uniera a las fuerzas contra Huerta, ahora le pedía

que fuera a convencer a los líderes de la Casa del Obrero Mundial, que eran de

filiación anarquista, a unirse al constitucionalismo.

La aceptación de este grupo sindical permitió que fueran armados y entrenados

para el combate y así formar los llamados Batallones Rojos, que después de su

capacitación en Orizaba, se encargaron de mantener el orden en la ciudad, como

una fuerza represora.

La Brigada Cal Y Mayor, después de la batalla de Chalco, donde vencieron a las

tropas carrancista, partió hacia Chiapas, por órdenes del General Emiliano Zapata,

donde participaron en mucho combates con tropas o mejor dicho bandas que se

amparaban como carrancistas, normalmente lideradas por caciques locales.

La revolución había seguido, como no lo esperaban, las fuerzas que se unieron

para derrocar a Huerta, se habían dividido y combatían entre ellas. Además de las

fuerzas Constitucionalistas al mando de Carranza por un lado y Villistas y


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Zapatistas, que unidos pero separados, por el otro lado, en todo el país se

formaron grupos revolucionarios que reconocían a Carranza o que simplemente

peleaban por sus propios intereses, ya fuera contra carrancistas como contra

zapatistas o contra villistas.

Mientras esto acontecía en el país, Huerta, en el exilio, recibía al capitán Franz Von

Tintelen que venía como enviado del gobierno imperial de Alemania para ofrecerle

apoyo económico para que acaudillara una contra-revolución. Para obtener este

apoyo, Huerta firmó un pacto en que México limitaría los suministros de petróleo a

Inglaterra y permitiría al imperio alemán la construcción de instalaciones petroleras

en Tamaulipas.

Por otro lado, Villa derrotado en el Bajío, trataba de rehacerse combatiendo

fallidamente en Sonora y Chihuahua. Frustrado por estas derrotas culpo a al

presidente Wilson de los Estados Unidos de su derrota en Agua Prieta. Lo que

argumentaba era que para apoyar a Obregón había mandado iluminar el campo de

batalla y con esto facilitar repeler a las tropas villistas.

Pero lo que para Villa, había significado un mayor agravio era que Wilson

reconociera a los Constitucionalistas, y por consecuencia a Carranza, como el

legítimo gobierno.

Para entonces, Huerta había aceptado la propuesta alemana. Recibió municiones

de los alemanes, además de dinero, pero al llegar a Nueva York es arrestado,

confiscándole las armas y municiones que llevaba.


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Posteriormente se supo que Huerta fue asesinado, en Fort Blits, Texas y las

municiones inutilizadas, se le entregaron al principal proveedor de Villa, el señor

Samuel Ravel, para que se las vendiera como buenas.

Al darse cuenta Villa del fraude, reclama la devolución del dinero a Ravel, quien

responde que no devolverá nada y que no tratara más con forajidos.

Con todos estos agravios, Villa guiado por sus agresivos impulsos, planea y ataca

Columbus, ciudad del estado de Nuevo México, derrotando a las tropas

estadounidenses, incendiando el pueblo y robándose las armas, municiones y

víveres.

Con esto, además de las guerras entre facciones en el país, los Estados Unidos

tuvieron un nuevo pretexto para invadir México.

El presidente Wilson, presionado por su congreso, tal vez con la intención de

apoderarse de más territorio mexicano, envía al General Pershing, que encabeza

una expedición en busca de Villa y se interna infructuosamente en los estados

Chihuahua y Durango principalmente.

La guerra europea, iniciada por el pretexto del asesinato de Francisco Fernando el

28 de junio de 1914 en Sarajevo en manos de un nacionalista serbio. Los Estados

Unidos viendo una gran oportunidad de participar en esa guerra, donde podrían

sacar ventaja estratégica al posicionarse en los países europeos, prefirieron retirar

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sus tropas por el peligro de que los alemanes encontraran, ellos la oportunidad de

apoyar a México, trayendo la guerra europea a su territorio.

MAGDALENA 1922

Cuando Magdalena cumplió diez y ocho años fue aceptada en el deportivo

Chapultepec, donde su hermano Luis tenía membrecía que le permitía inscribir a

un familiar.

Las reglas del deportivo exigían esa edad para que se pudiera entrar a las

instalaciones y hacer uso de ellas, sin compañía de los padres.

Magdalena se inscribió en las clases de tenis, la llamaba la atención cuando

visitaba el deportivo en compañía de su hermano.

Con ahorros de lo que le pagaba su papá por el trabajo que hacía en la

chocolatera se compró una raqueta. La raqueta era marca Wilson construida de

madera y cuerdas de tripa de cerdo, se la trajo su hermano Pepe en uno de sus

viajes a Estados Unidos.

Al principio fue difícil, Magdalena era una muchacha robusta sin estar pasada de

peso, su breve cintura llamaba la atención en contraste de su espalda, un tanto

cuadrada, lo que le daba un aspecto atlético.

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--- Te aseguro Pona que voy a ser campeona del deportivo, me gusta mucho el

tennis y cada día mejoro mi saque, el instructor dice que mi revés es único.---

Decía Magdalena a su hermana cuando se encontraban en la cocina haciendo la

comida.

--- Ojala Manga, solo cuídate para que no te lastimes, el juego es difícil y tienes

que correr mucho.---

--- No te apures, ya ves que soy muy rápida y ágil, ¡me gusta, me gusta! ---

--- ¿A qué viene tanto alboroto?---

Pregunto Doña Guadalupe, su mamá, al entrar a la cocina.

--- Nada, aquí que Malenita va a ser campeona de tennis muy pronto en el

deportivo.---

Contesto Pona a su mamá, sin dejar de hacer sus labores en la cocina.

--- ¿Ese juego no es hombres?, yo solamente conozco hombres que juegan eso.

--- No mamá, en el deportivo hay hasta un equipo de mujeres que compiten contra

otras de otros deportivos.---

--- Bueno solamente no hagas desfiguros.---

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Doña Guadalupe era siempre muy parca en su comunicación con sus hijos e hijas,

parecía que estaba abrumada por tener tantos y tan diferentes unos de otros.

Semanas después Magdalena se inscribió en un torneo de tennis en el deportivo,

entre las muchachas que ahí lo jugaban.

Palita su amiga la acompaño ese día para darle ánimos, su hermano Luis, no podía

ir ese día. Magdalena entro al vestidor a cambiarse, mientras Palita la esperaba en

la cafetería.

Al salir Magdalena del vestidor ya con su traje y zapatos de tennis, con su raqueta

Wilson en la mano, encontró a Palita platicando alegremente con un joven que

Magdalena ya había visto en el deportivo.

--- Buenos días. ---

Saludo Magdalena.

--- Nos vamos Palita.---

--- Espera, primero te presento a Fernando, él es un gran amigo, nos conocimos

desde hace ya algunos años.---

--- Mucho gusto señorita, sabe; la he visto jugando varias veces, tiene usted un

saque muy fuerte difícil de contestar. Si lo usa hoy créame que ganara.---

Magdalena un tanto ruborizada agradeció el comentario.

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--- Creo que podre estar un rato en el torneo, espero poder verla en acción, por

ahora con su permiso, debo de ver a una persona con la que me cite en el

restaurante, asunto de negocios.---

Comento Fernando, como si alguien le hubiera preguntado. Magdalena y Palita se

vieron una a otra con una sonrisa en cuanto Fernando dio la vuelta y se retiró con

pasos apurados.

--- ¿A poco no está guapo? ---

Pregunto Palita, esperando más una confirmación que otra cosa.

--- Bueno pues sí, no está mal, pero platícame más, ¿desde cuándo lo conoces?,

¿Ya saliste con él?, ¿es tu pretendiente? ---

--- Nooo, calma, no es mi pretendiente y lo conozco desde hace como diez años,

su familia se cambio cerca de mi casa y cuando podíamos salir a jugar nos

conocimos, pero no, ni hemos salido.---

--- Es solo un buen amigo desde la infancia.---

Concluyo Palita.

--- Pero se ve que tú le gustaste, mira que ya se ha fijado cuando estás jugando y

quiere ir a verte en el torneo.---

--- Hay tú, nada más quiso ser cortes.---

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--- Te aseguro que ya se le olvido, con su negocio, ¿y a que se dedica? ---

--- Ah pero tú si estas interesada. Es el hijo de un banquero y trabaja con su papá

en el banco, es soltero y dicen que muy serio.---

--- Bueno, ya vámonos tengo que registrarme y ver mi turno y contra quien

empiezo, tú te puedes ir a la gradas, busca una sombra.---

Magdalena y Palita se despidieron con un beso tronado al aire y cada una tomo

para un lado.

--- ¿Cuál es su nombre señorita? ---

Pregunto la señora sentada atrás de la mesa llena de listas de jugadoras y listones

para entregar.

--- Magdalena De Silva Carrasco, para servirle a usted.---

--- Gracias niña, se ve la educación de abolengo.---

--- ¿De dónde eres, creatura? ---

Pregunto la señora, una mujer de aproximadamente sesenta años o más.

---Nací en Guanajuato pero mis papás nos trajeron a Mixcoac cuando yo tenía seis

años y desde entonces aquí vivimos.---

--- ¡¿Eres de los De Silva que vivían junto a la presa de la Olla?! ---

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--- Si señora.---

--- Entonces eres hija de Don Luis y Doña Guadalupe.---

--- Si señora, ¿los conoce usted?.---

--- Hay mi hijita, que pequeño es el mundo, yo era esposa del jefe de personal de

la cantera de tu papá, mi esposo se llamó Sebastián Martinez, el ya murió.---

--- Cuanto lo siento, señora.---

--- Entonces ¿tú eres Malenita, la menor de las niñas? ---

--- Mira yo te conocí muy chiquita, ya caminabas, fue una navidad en que tu papá

nos invitó a una posada a su casa, estuvo muy bonito y nos dio muchos regalos,

mis hijos y yo guardamos recuerdos muy bonitos de tu familia.---

--- Ya no te entretengo más, toma tu carnet de competidora y pásale no sea que

se te haga tarde, otro día te busco, yo trabajo aquí como secretaria.---

Magdalena se despidió y corrió a la zona de canchas de arcilla, donde en la mesa

de jueces, se estaban registrando las competidoras, Magdalena fue la última.

El día era precioso e ideal para jugar, había pocas nubes, dejando suficiente

luminosidad pero impidiendo que los rayos del sol cayeran sin piedad sobre las

jugadoras.

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El turno de Magdalena llego, la llamaron a la cancha número tres, competiría con

la que había sido el tercer lugar en el torneo de hace seis meses.

Las gradas estaban llenas de gente y de Palita, Magdalena se intimido un poco,

pero en seguida reacción y se sobre puso al pánico escénico.

Se acercó a la cancha y tomo su posición, aún estaba algo nerviosa, era su

primera competencia y quería quedar bien, había visto jugar a Isabel, como se

llamaba su contrincante y tenía que reconocer que era muy buena.

El juego empezó, después de dos saques sin poder contestar, ya estaban 30-0,

cuando Magdalena logro contestar al saque, pero no le duro el gusto, Isabel le

reviro pegado a la red y con mucha fuerza, no alcanzo la pelota y el juego termino

40 a 0.

Se acercaron a sus bancas donde habían dejado sus mochilas, Isabel en tono

burlón le dijo:

--- Niña, ¿no me vas hacer sudar ni tantito?, tienes que practicar más para

ganarme.---

A Magdalena le disgusto mucho el comentario, pero en lugar de desalentarla le

quito los nervios, ahora sabía que no se esperaba más de ella, que ya la conocían

como una novata y eso le dio confianza, no había nada que perder.

Palita que se encontraba en las gradas le grito:

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--- ¡Tu puedes Manga, demuéstrele de que estas hecha! ---

Le toco el saque a Magdalena, boto la pelota dos veces en el piso y en la tercera la

levanto sobre su cabeza, bajo la raqueta con ritmo, más que velocidad, en el

último momento su muñeca bajo con un pequeño giro, lo había practicado mucha

veces y siempre salía igual.

Esa vez no fue la excepción, la pelota pico a doscientos kilómetros por hora en la

esquina derecha de lado de Isabel continuando con su trayectoria a no más de

treinta centímetros del piso. Isabel solo la vio pasar, no se movió, creyó que

picaría fuera, pero a pesar de su disgusto el juez lo canto bueno.

Los aplausos no se esperaron y duraron los pocos segundos en que Magdalena

cambio de lado para hacer un nuevo saque, 15-0. El segundo saque no fue igual, e

Isabel ahora prevenida, preparada para otro igual, lo contesto aunque sintió la

fuerza con la que venía la pelota, le cimbro la mano pero logro contestarla con una

bola apenas arriba de la red que pico al centro, fácil para Magdalena que regreso

la pelota con fuerza, pero fuera de la cancha unos centímetros. 15-15.

El siguiente saque de Magdalena fue una copia del primero y aunque Isabel

intento contestarlo alcanzando a pegarle a la pelota, para que esta se quedar en la

red. 30-15.

--- ¡Dale Manga, dale duro!.---

Grito Palita, la única a favor de Magdalena.


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El siguiente saque, muy parecido en velocidad, pico fuera, entonces el segundo

saque de Magdalena fue más colocado que rápido.

Isabel lo contesto con fuerza por el lado izquierdo del lado de Magdalena, venía a

mediana altura, Magdalena corrió y se plantó en sus dos pies, como le había

enseñado su instructor y saco un revés que roso la red para caer del lado de Isabel

con poca fuerza. Isabel corrió inútilmente, no llego a la pelota. 40-15

Isabel no lo podía creer, la novata le estaba ganado el juego, tenía que contestar

bien el saque de esa niña.

Vino el saque de Magdalena, fueron inútiles los esfuerzos de Isabel, el saque fue

otro “As” a ras de piso. Juego ganado, ahora el set estaba 1-1.

Isabel estaba dispuesta no perder otro juego, en las pláticas previas con sus

amigas, había pronosticado dejar en cero a la novata, ahora ya estaba iguales.

Isabel logro defender su saque, ganando el juego. Ahora el set estaba 2-1 a su

favor.

El tercer juego fue a favor e Isabel, el cuarto lo gano Magdalena, dejando en cero

a Isabel.

El set lo gano Isabel, 6-4, pero Magdalena ahora tenía más confianza, el partido

era a dos de tres.

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Después del breve descanso entre set’s, inicio nuevamente el partido, esta vez

Magdalena inicio el saque dejando a Isabel por segunda ocasión en cero. Isabel

gano dos juegos uno con su saque y el otro defendiendo pero al final el set lo

gano Magdalena 6-3.

El set de desempate fue difícil para Isabel, perdió otros dos juegos quedando en

cero, el saque de Magdalena era tremendo, pero al final gano el set 6-3 y el

partido 2-1.

Magdalena no lo podía creer, había dado una gran batalla y los aplausos eran para

ella y no para la ganadora.

--- Suerte de novata.---

Dijo airada Isabel al pasar junto a Magdalena rumbo a las regaderas.

--- Felicidades por el triunfo.---

Contesto Magdalena.

--- No me tardo Palita, solo me doy un bañito y nos vamos.---

--- No te apures, aquí te espero, vamos a comer al café Tacuba.---

Para Magdalena la vida siguió corriendo sin mayor complicación, que estudiar y

jugar al tennis y divertirse con sus amigas, pero sin olvidar sus obligaciones en

casa, como todos.

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Los De Silva mantenían la costumbre de reunirse por la tarde, después de la cena,

para comentar sobre lo acontecido tanto en sus actividades propias como la

situación que se vivía en el país. Su experiencia en vivir en un país conflictivo los

había hecho madurar y en momentos, anhelar los tiempos pasados en que eran

ricos y vivían cómodamente en Guanajuato.

Aquella tarde no fue distinta, la reunión había empezado con Don Luis, al que

ahora le pesaban ya los años, Pepe el mayor de todos, ingeniero de minas como

su papá, Luis el abogado y Joaquín que para entonces se hacía cargo del manejo

administrativo de la fábrica de chocolate que se vendía en casa por casa y en

varios restaurantes, sobre todo en el centro de la ciudad.

Agustín con diez años, se les unía aunque no hablaba, pero permanecía atento

como hipnotizado, Magdalena se había alejado un poco de ser la escucha

acostumbrada, ahora le gustaba más estar con sus amigas, las De la Cueva.

La familia había pasado los últimos siete años sobreviviendo, como todos los

habitantes del país, carestía, falta de empleos, negocios quebrados pero sobre

todo; inseguridad.

--- ¡Esto se está volviendo insoportable, el presidente Obregón a puesto en

práctica lo que dice la Constitución de 1917. No se le puede permitir al gobierno

que pretenda que no tengamos religión!---

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Dijo Joaquín, muy exaltado.

--- Calma hermanito.---

Interpuso Luis.

--- Las leyes deben de cumplirse, si no para que hacer leyes, la constitución vino a

poner algo de orden al país.---

--- El pueblo de México, es católico, nada más recuerda a los Zapatistas.---

--- No se trata de otra cosa que de restarle poder económico al clero, que ha

interferido con la política en México desde antes de la independencia.---

--- Momento, estás diciendo lo mismo que decían los maestros de la preparatoria,

no ves que quieren encarcelar a los sacerdotes que no se registren, les han

quitado muchas de las casas parroquiales y epistolares, pronto querrán cerrar las

iglesias para que no tengamos donde ir a recibir los sacramentos.---

--- No Joaquín.---

Argumentaba Luís

--- Los templos no serán cerrados, al menos por el gobierno.---

--- Bueno ya fue suficiente, ya tenemos una revolución a punto de extinción en el

país, como para iniciar otra en nuestra casa.---

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Cerró la plática Don Luis.

Nota del autor:

La Constitución de 1917 prohibió la enseñanza por parte del clero, aún en escuelas

privadas, le dio el control al estado sobre las cuestiones de la Iglesia, puso todas las

propiedades de la Iglesia a disposición del estado, prohibió las órdenes religiosas, prohibió

a todos los sacerdotes nacidos en el extranjero ejercer en el país, le dio a los estados el

poder para limitar o eliminar a los sacerdotes en su territorio, les quitó a los sacerdotes el

poder de votar o ser votado, prohibió las organizaciones católicas que abogaban por una

política pública, prohibió la presencia de clérigos para celebraciones políticas y de usar

ropa clerical (sotanas) fuera de las iglesias y le quitó a los ciudadanos el derecho a juicio

por violación de estas previsiones.

ALBERTO 1922

Muchas eran las injusticias que había sufrido Alberto al término de la Revolución.

El 21 de septiembre de 1920, se le comunicaba causar baja del Ejercito por no

podérsele comprobar su participación revolucionaria.

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Parecía que se hubiera ganado un enemigo oculto entre la burocracia militar de la

Secretaría de Guerra y Marina, alguno de aquellos que permanecían en las

oficinas, sin ensuciarse los zapatos desde época de Porfirio Díaz.

*** ¿Cómo alguien sentado en un escritorio podía determinar para bien o para mal

el destino de las personas? ***

Pensaba Alberto.

Con un análisis superficial se había dictaminado que Alberto no debería pertenecer

a las fuerzas armadas unificadas.

Sus sueños de ser un gran militar, se veían frustrados, parecía que había sido un

error desertar del Ejército Federal cuando el usurpador asesinó al Presidente Don

Francisco I. Madero y haberse unido a los Zapatistas, antes de que “disolvieran” al

Ejército Federal por los tratados de Teoloyucan y entonces, ser considerados como

rebeldes por no estar de acuerdo con la política de Carranza.

Los zapatistas siguieron en pie de lucha durante la llamada 2ª revolución.

Obregón, Pablo Gonzalez y Carranza se peleaban entre ellos, tan solo por obtener

el poder.

Villa en el norte se retiró a su hacienda llamada El Canutillo, en 1920 para no

seguir en la revolución, sin embargo continuaba con declaraciones criticando al

gobierno de Obregón.

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Los Zapatistas eran los únicos que perseguían un verdadero ideal revolucionario;

Devolver la tierra robada a los campesinos y liberarlos del abuzo de los grandes

hacendados.

Eso había motivado a Alberto a elegir unirse a Zapata, pudo hacerlo con Obregón

o Carranza o hasta el mismo Villa, pero eligió una causa de la que se sentía

partidario. Ahora se le culpaba de eso.

Como Zapatista, perteneciendo a la fracción suriana al mando del General Cal y

Mayor había participado en las batallas de Cerro Gordo, cuando el Presidente

Carranza en su afán de recuperar la ciudad, mando al General Pablo Gonzalez para

acabar con los principales líderes guerreros. Alberto fue herido. Su comandante, el

General Cal y Mayor lo mando llevar en un armón de inspección de vías de

ferrocarril fuera de la zona de conflicto, donde fue curado para incorporarse

nuevamente y participar en la batalla de Chalco en defensa de la ciudad de

México,.

Había recorrido los estados de Oaxaca y Chipas teniendo en ellos innumerables

combates contra los llamados constitucionalistas, los felixistas, los llamados

mapaches y otros levantados locales.

Después, Obregón y Pablo Gonzalez, los que en un principio del movimiento

constitucionalista fueron favorecidos por Carranza, a pesar que esto causo el

rompimiento entre Villa y Carranza, formaron partidos políticos para contender

contra Carranza por la presidencia.


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Carranza por su lado, mando asesinar a Zapata por medio del General Guajardo el

cual su vez, pretendía derrocar a su jefe, a Pablo Gonzalez.

Alberto, no podía entender la situación, había solicitado su ingreso al ejército

desde época de Porfirio Díaz. La mayoría de los militares de carrera que habían

servido a Porfirio Díaz, sirvieron a Madero, algunos de los mismos, después lo

traicionaron y sirvieron a Huerta, para después volverse carrancistas, obregonistas,

o villistas. Por otro lado las tropas, los oficiales y muchos jefes, no se daban cuenta

de los cambios de gobiernos, de las traiciones y seguían sirviendo a su país en el

Ejército Mexicano.

Una vez Zapata era parte de la revolución contra Díaz, en otra contra Madero,

después contra Huerta, más tarde contra Carranza y por último, se unieron al

nuevo Ejército Federal creado por el Plan de Agua Prieta, unos fueron licenciados y

otros reconocidos, como el mismo General Rafael Cal y Mayor, que por cierto no

paso por una escuela militar, era de los llamados revolucionarios.

Decepcionado Alberto, entrego el uniforme, pistola y funda que le proporcionaron

y su fue hacia el norte, entro a los Estados Unidos. El General Cal y Mayor le dio

algo de dinero, suficiente para subsistir durante al menos un año, sin embargo, ya

en San Antonio Texas, él se puso a buscar trabajo, encontró un empleo como

linotipista, aquel oficio que aprendió antes de ingresar a la Escuela Militar de

Aspirantes.

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No le costó mucho trabajo, el español era la lengua en casi todo Texas lo que

facilito que ingresara al diario “La Prensa”, ahí en San Antonio donde trabajo por

más de un año, se esmeró en aprender el inglés, lo que logro con algo de

dificultad, pero al menos entendía y se daba a entender e incluso a escribirlo.

Preparaba los linotipos para pasarlos a revisión antes de imprimir los diarios,

también corregía las notas de los reporteros con su muy bonita letra estilizada de

rasgos constantes, inclinados a la derecha y su perfecta ortografía.

Desde ahí, inicio la búsqueda de parientes, que él sabía vivían en Ciudad Juárez

Chihuahua, dio varias vueltas desde San Antonio hasta El Paso y Ciudad Juárez

hasta que encontró a la hermana de su papá, la señora Emiliana Aguirre de la

Vega.

Alberto recordaba que en el viaje de México a San Luis, su papá muchas veces le

platicaba y aprovechaba para enseñarle cosas de la naturaleza, como el nombre de

todo tipo de animales que veían en su camino, de historia de México, de geografía

y en ocasiones, muy pocas, le mencionaba sobre sus orígenes, el nombre de sus

abuelos paternos, de sus tíos y tías, hermanos de su abuelo y donde podrían estar

viviendo. Nunca platico sobre la familia de su mamá.

Preguntado en las calles, de la ciudad y acudiendo al registro civil, usando una

vieja credencial de coronel, obtenía informes sobre su tía, hasta que logro dar con

su domicilio.

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Esa mañana, después de bajarse del camión, lleno de polvo, se dirigió directo al

domicilio que la semana anterior obtuvo en el registro civil. La casa de un solo

piso, pintada de blanco, con techo de dos agua cubierto de teja roja, ya manchada

por la humedad y el tiempo, la puerta de madera que alguna vez fue pintada de

color café se abría en dos hojas, una de ellas lucía una pequeña mano de bronce.

Al llegar toco la puerta y espero a que se abriera. Poco tardo en abrirse y

asomarse una señora de alrededor de los cincuenta años de edad.

--- Señora.---

Saludo Alberto, al llegar a la casa de Doña Emiliana.

--- Soy Alberto Aguirre Palacios y creo que usted es mi tía.---

Doña Emiliana se quedó impávida, contemplando aquel muchacho joven, parado

ante su puerta. Después de unos segundos reacciono.

--- ¿De quién eres hijo?---

Preguntó

--- De Alberto Aguirre, nací en la ciudad de México.---

--- ¡Alberto!, hijo, que gusto conocerte, en alguna carta que me mando tu papá,

me conto de ti, en otra carta me platico que iban a San Luis caminando, la carta la

mando desde Queretaro, después ya no supe nada de ustedes.

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--- Pero pásale muchacho, no te quedes ahí parado, ¡Ninfa mira quien está aquí! --

Grito Doña Emiliana.

--- Siéntate y cuéntame que ha sido de tu vida.---

Ninfa, su prima, salió al encuentro, era una joven agraciada, saludo a Alberto y lo

invito a sentarse, acercándole una silla, hacía calor, y le ofreció un vaso con agua

de chía.

--- Estuve en el ejército, en la revolución, hasta hace poco que cause baja.---

Acertó a decir.

--- Cuéntanos más de tu vida Alberto, ¿Qué fue de ti?, ¿Cómo es que entraste a la

bola?, dinos más, debió de ser muy emocionante lo que has vivido.---

Dijo Doña Emiliana.

Alberto, platico a grandes rasgos su vida empezando por cuando estuvo en el

internado, la causa de su fuga. Recordó, con mucho sentimiento, sobre su corta

relación con doña Brígida, la anciana que lo acogió y cuido solo unos meses, su

estancia en la hacienda de los De Silva, su breve estancia en la ciudad de México,

su regreso al internado y su ingreso a la Escuela Militar de Aspirantes.

Platico, pavoneándose, sus varios combates en las sierras de Guerrero contra los

Zapatista, como fue herido en una pierna y después como se unió a los Zapatistas.

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--- Llegue a Coronel del Ejército Revolucionario de Oriente y hace poco nos

licenciaron a muchos, pero voy a tratar de regresar.---

Dudo en seguir narrando los detalles de su decepción.

--- Tus antepasados han sido importantes militares en la vida de México, a que no

sabías que tu abuelo, el papá de tú papá, fue un General que participó en la

guerra contra los franceses, el General Francisco Aguirre.---

Alberto oyó acerca de la vida de ellas en Juárez, regresando el domingo a San

Antonio pero volviendo a visitarlas frecuentemente, congenió con su prima, con la

que luego salía a dar paseos por la alameda o ir al cine.

Le comento que había buscado a su anterior jefe, el General Cal y Mayor, quien le

prometió ayudarlo para que se le reconociera el grado.

Entre Alberto y Ninfa nación un romance, que crecía con cada visita de Alberto.

Una tarde, mientras paseaban por la alameda con sendos helados cada uno

Alberto con timidez y con dificultad para hilar las frases le comento a Ninfa que se

iría nuevamente a la capital para arreglar el asunto con la Secretaría de Guerra,

que tenía algo de dinero ahorrado que le permitiría vivir y que creía que pronto

regresaría al ejército, ya que el pasado 3 de julio el General Cal y Mayor mando un

oficio al Secretario para que reconsideraran su situación.

--- Ninfa,… tú me gustas más que como prima, ven conmigo a la capital, ¿si

quieres allá nos casamos?


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Le pidió a Nifa.

--- Me emociona mucho conocer la gran ciudad y la verdad también te he tomado

cariño, ¿Cuándo salimos? ---

Contestó vivazmente y sin pensarlo mucho.

El 17 de agosto de 1921 Alberto y Ninfa se casaron por las leyes civiles en Ciudad

Juárez, Alberto no creía en religiones y a Ninfa le daba igual.

Llegaron a México, donde busco alojamiento, encontraron una vivienda en una

vecindad de la colonia Portales, donde él había vivido con sus papas.

Ya establecido con su esposa, busco a su “padrino”, el señor Macario Puente,

dueño de la imprenta donde trabajo antes de ingresar a la Escuela Militar de

Aspirantes para pedirle trabajo.

El señor Puente lo recibió con gran alegría al verlo nuevamente, la última vez que

lo había visto había sido en 1915, cuando, como zapatista era parte de la Brigada

que ocupaba la plaza.

--- ¡¿Cómo estas Alberto?!, que gusto me da verte de nuevo por acá.---

--- Pues fíjese que vengo a pedirle trabajo.---

Dijo Alberto sin más preámbulo.

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--- Me casé y vengo a vivir nuevamente a la ciudad, tengo que arreglar mi

situación con el ejército.---

Alberto le platico sus correrías, como había sido fuertemente herido en un costado

en la batalla de Cerro Gordo, defendiendo a la ciudad de los carrancistas. Su

campaña por el sur, en Oaxaca y Chiapas y como injustamente lo habían dado de

baja.

Don Macario, le explico que por ahora no lo podía emplear pero que lo

recomendaría con un amigo del periódico “El Universal”.

Al día siguiente, se presentó muy temprano en las oficinas del Universal. Alberto

fue atendido por el jefe de personal, el señor Epifanio Garza, a quien Alberto

explico que había sido linotipista en un diario de San Antonio y antes como

ayudante del señor Puente, que sabía inglés. También comento algo de sus

experiencias en la revolución, que aparentemente había terminado.

El señor Garza, lo contrato para empezar al día siguiente.

Su trabajo era agradable y ganaba lo suficiente para mantener a su familia, Ninfa

estaba embarazada, su primer hijo nacería en unos pocos meses más.

Ser padre era algo en lo que nunca había pensado antes, siempre había vivido

solo, sin pensar en cuidar a alguien, sin imaginar que podría haber algo más que

soldaderas, balas, muerte, hambre y la satisfacción de sentir estar cumpliendo su

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deber. Ser padre le hacía sentir algo nuevo en su interior, muy superior a todo lo

anterior.

La vida podría seguir fácil de este modo, al margen de guerras, al margen de una

revolución inverosímil, que parecía en momentos no tener fin, pero siempre le

quedaba el resentimiento de haber sido dado de baja de un ejército al que tanto

trabajo le costó ingresar, al que no entendía en ocasiones pero que por alguna

razón incomprensible amaba tanto.

No se había enriquecido, como otros lo habían hecho, sus valores eran más

fuertes que la necesidad, pero eso no quería decir que estuviera satisfecho con

que se le diera de baja porque un grupo de burócratas militares, que sin hacer una

investigación profunda, sin hacer un análisis de la lógica de las circunstancias o

incluso la mala fe de alguien, determinará que no había servido al país, como si no

hubiera pasado por una escuela militar, donde aprendió a poner ante todo su amor

por la patria o que las heridas recibidas en combates no significaban nada.

Sintió que su derecho era seguir en el Ejército y decidió volver al, con o sin la

ayuda del General Cal y Mayor.

MAGDALENA 1926. (LA CRISTIADA)

Magdalena pasaba horas sentada en la mecedora de mimbre de su habitación, a

ratos bordaba, a ratos oraba, pero la mayor parte del tiempo permanecía en
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silencio sin moverse de su lugar, como si durmiera con los ojos abiertos. El vaivén

de su silla era el único movimiento que se percibía en el interior de su cuarto.

Su cama perfectamente tendida, como le enseñaron la madres Teresianas, su baúl

de ropa, a los pies de la cama, cerrado, limpio, si se abría se observaba el orden

para guardar su ropa y la huella de una mano disciplinada.

La tristeza que la invadía reflejada en sus ojos, rojos de llanto y agotados de

lágrimas, su fina boca con las comisuras hacia abajo, expresaba todo el dolor.

Su hermano Joaquín había sido fusilado en Zamora Michoacán.

La noticia la leyó la familia en uno de los diarios que acostumbraba leer.

El joven Joaquín de Silva Carrasco fue fusilado en Zamora (Mich.), el 12 de

septiembre de 1926 junto con su amigo Manuel Melgarejo Nápoles. Ellos viajaban en el

tren desde la ciudad de México a Morelia, en el tren fueron engañados por un General

Federal al que descubrieron sus simpatías cristeras.

Murieron gritando vivas a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe y rezando el rosario.

Decía la nota periodística.

Su hermano, el siempre estricto con el comportamiento religioso y pudoroso de

sus hermanas y de ella, el que le dio consuelo y aliento hacía dos años ante la

vergüenza y desesperación que agobiaban su alma al enterarse de que su

prometido, Fernando, había embarazado a su secretaria y tenía que casarse con

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ella, cancelando su compromiso de matrimonio, hecho publicado a la sociedad, a

su familiares, a sus amigos, tan solo medio año atrás.

Joaquín, el líder moral de su casa, estaba muerto.

Tenía veintiocho años Piquín, como le decía Magdalena, era un hombre de estatura

media, bien parecido, de tez morena clara, usaba bigote a cuadro sin rebasar la

comisura de los labios, usualmente vestía de traje completo con chaleco, como

marcaba la moda para un hombre serio.

Había dejado los estudios, en 1914 cuando los carrancistas entraron a la ciudad y

se apoderaron, entre otras propiedades, de la escuela llamada de Mascarones,

dirigida por sacerdotes jesuitas, Joaquín indignado no tuvo más remedio que

entrar a la Escuela Nacional Preparatoria, él pretendía seguir la carrera literaria.

Joaquín no resistió la forma antirreligiosa con la que se expresaban los profesores

y prefirió dejar la escuela, desde entonces ayudo en la fábrica hasta convertirse en

su administrador y principal vendedor.

Como todos, su formación en casa y escuela, era sumamente religiosa, católicos,

devotos, siempre muy cerca del clero y de la religión.

Joaquín estudio parte de la primaria junto con su hermano Luis, en el Instituto del

Sagrado Corazón de Jesús, Instituto que su tío, el Arzobispo Atenogenes De Silva

fundó en Morelia.

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Cuando sus padres huyeron de Guanajuato, Luis y Joaquín ingresaron al Colegio

Luz Saviñón, colegio también católico donde terminaron su instrucción primaria.

Al dejar los estudios de preparatoria, intensifico su actividad en la fábrica de

chocolate, donde en poco tiempo tomo las riendas de la administración y de la

ventas, encargándose incluso de recorrer las calles vendiendo casa por casa el

chocolate “SILVA”.

Simultáneamente, se dio tiempo de ingresar a la recién formada Asociación

Católica de la Juventud Mexicana (A.C.J.M), agrupación que posteriormente

participaría activamente en el movimiento católico revolucionario al unirse a la

“Liga”.

La llamada persecución religiosa de Calles, tuvo sus orígenes realmente desde

época de la independencia de México. Entonces el alto clero, creyó que por fin se

liberaba del control de la corona española.

Cuando Carranza consolido su posición en el gobierno de la República y logro que

se redactara una nueva Constitución, la de 1917, en la cual el gobierno tendría el

derecho de administrar la profesión clerical, esto era la misma situación que antes

de la independencia, salvo que el gobierno era sumamente agresivo con todo lo

relacionado con el clero.

Joaquín participaba activamente, asistiendo a los llamados “Círculos”, donde

enseñaba el catecismo a los obreros.

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Eso lo llevo a hacer un viaje a Zamora Michoacán, acompañado de Javier

Melgarejo, compañero de la ACJM.

En el tren que los llevaba desde la ciudad de México, hicieron amistad con un

General apellidado Zepeda que viajaba en el mismo vagón, como vieron que lucía

un escapulario, les pareció que podrían sumarlo a las fuerza católicas, dos días

después, el 12 de diciembre de 1926 eran fusilados.

Luis, su hermano, toco a la puerta de la habitación de Magdalena, siempre

cerrada, a la vez que la llamaba discretamente.

--- Manga, Manga, ¿puedo pasar? ---

---Si pasa.---

Contesto Magdalena.

--- Hermanita, necesitas hacerte fuerte, todos estamos muy dolidos por la muerte

de Joaquín, pero tú sabes que ahora él esta con Dios nuestro señor.---

--- Tienes que esforzarte y salir, seguir con tus actividades, ayuda a papá con la

fábrica, tú le sabes.---

--- Si Luis, voy a hacer lo que me pides; como dices, Joaquín no regresara.---

Las lágrimas brotaban nuevamente en los ojos de Magdalena.

---Te quiero pedir un favor.---

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Dijo Luis

--- Tú tienes facilidad con los bordados y necesitamos una bandera, te voy a traer

tela para que hagas una bandera mexicana, pero le bordaras la imagen de la

virgen de Guadalupe al centro, en lugar del águila, ¿Qué te parece?, la lucha

sigue.---

--- Está bien Luis, pero no confíes mucho en mí, se bordar pero hacer una virgen,

está difícil, pero lo voy a intentar.---

Magdalena se llenó de entusiasmo por hacer la bandera, lo que le hacía parecer

que participaba activamente en el movimiento que le había costado la vida a su

hermano, a quien no olvidaría nunca.

Por otro lado, participaba también reuniendo ropa usada, lavándola y

remendándola para enviarla a los diferentes frentes que habían surgido

simultáneamente cuando inicio la lucha armada.

En su casa, se escondía a sacerdotes perseguidos, los extranjeros que deberían

dejar el país. Se hacían misas y se celebraba bautizos, todo en la clandestinidad.

En el baúl de Magdalena se guardaban las ropas ceremoniales de los sacerdotes.

Una ocasión tocaron a la puerta fuertemente, era la policía con orden de catear la

casa en busca de sacerdotes, después de buscar por casi toda la casa, llegaron a

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la recamara de Magdalena, ella al oír la voces de policías y de su familia

protestando, cerro con llave.

La policía trato de entrar, al no poder tocaron y pidieron la llave a Doña

Guadalupe, que los encaraba en cada paso dentro de la casa. Magdalena abrió y

permitió el paso a los policías. Eran dos tipos vestidos de civil y mal encarados,

sucios y apestosos a cigarro.

Magdalena con aplomo pregunto sarcásticamente.

--- ¿Que vienen a buscar?, ¿tal vez algún cura bajo la cama? ---

Ella sabía que si encontraban los hábitos sacramentales todo estaría perdido,

sabrían que ahí, en esa casa se celebraban misas, por lo que debería haber un

sacerdote, además el presidente Calles había dado orden de suspender cultos

fuera de los templos, esa era un motivo de arrestar, sino a toda la familia, si a su

padre.

La reacción de Magdalena fue inesperada, para los policías y para su familia,

hablando fuerte, mostrando todo su dolor amalgamado con coraje e indignación,

en forma muy decidida regaño a los policías, argumentando que no podían entrar

a su cuarto pues ella era una joven decente, gritándoles que salieran

inmediatamente de ahí.

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Los policías se vieron entre ellos, se hicieron señas y uno de ellos se asomó debajo

de la cama, sin encontrar algo, otro abrió el ropero y cuando volteo fijando su

vista sobre el baúl donde Magdalena se había sentado, dijo:

--- Quítese de ahí señorita.---

--- ¡De ningún modo, aquí guardo mi ropa interior, que no voy a dejar que la vean

ni mucho menos que la toquen, o piensa usted que en este baúl puede caber

alguien, ni siquiera un niño, no sea usted tarugo! ---

Pona y su mamá se quedaron heladas, como retaba así a los policías.

El policía que parecía ser el jefe, un hombre de unos cuarenta años, moreno,

delgado, con cara de pocos amigos, usaba un traje café medio roído, esbozo lo

que parecía ser una sonrisa y haciendo una seña, otra vez, a su compañero

salieron de la habitación, buscaron por el resto de la casa sin encontrar más que

una imagen de la virgen de Guadalupe y dos reclinatorios en lo que parecía ser

antes una pequeña bodega de alimentos.

--- Estaremos vigilándolos, tenemos informes que aquí se reúnen para hacer

misas, ustedes saben que están prohibidas, si los descubrimos irán todos a la

cárcel.---

Espeto el jefe policiaco saliendo hacia el patio y luego a la calle.

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Todos permanecieron en silencio, Don Luis, cuya salud se había mermado después

de la muerte de Joaquín, yacía sentado en un sillón, callado, mirando al techo

esperando que se abriera y bajara un arcángel para sacar con su espada a los

demoniacos policías.

--- ¿Estas bien papá? ---

Pregunto Pona, la hija mayor, nana de Magdalena y de sus otras hermanas

menores, cuidadora de que sus hermanos tuvieran su ropa limpia oportunamente y

se alimentaran con lo poco que se conseguía en esos tiempos.

--- Si hijita, estoy bien, solo triste por tu hermano y por todo esto que está

pasando y también, muy sorprendido por la reacción de Manga, la oí como

enfrentó a los policías, no la creí tan valiente, nos ha dado a todos un ejemplo.---

--- Nos ha dejado a todos con la boca abierta, es tremenda Manga, cuando se

enoja.---

Contesto Pona.

ALBERTO 1927 (LA CRISTIADA)

El 11 de noviembre de 1922, después de muchas cartas, análisis de comisiones

revisoras envueltas en una burocracia lenta y sin escrúpulos, Alberto es

reincorporado a las tropas del General Cal y Mayor con el grado de Coronel; pero

aún no terminaba su pesadilla.

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Siguieron comisiones evaluando su derecho a ser reconocido, unas a favor otras en

contra, hasta que una última comisión precedida por el General J.J. Mendez

dictamino sobre la superficialidad de las investigaciones hechas por las anteriores

comisiones y la falta de criterio al argumentar que determinados protocolos no

habían sido cumplidos. Lo cual era cierto para el caso de los ascensos recibidos por

un militar en campaña, ya que en el momento revolucionario no se llevaban al pie

de la letra, por razones obvias, sin embargo, existían documentos certificando

hechos ocurridos, así como el reporte cronológico hecho por el General Cal y

Mayor.

El 16 de octubre de 1924, Alberto es reconocido con el grado de Coronel de

Infantería.

Pero fue hasta el 24 de septiembre de 1926, cuando obtiene su Patente. Volvía

completamente al Ejército Federal, ahora casado y con dos hijos.

En el país se seguía sufriendo la inestabilidad política y por consecuencia la

carencia de seguridad, los ciudadanos vivían en la zozobra.

No obstante que tras bastidores, los obispos y el gobierno trataban de negociar,

unos pidiendo modificación a la Constitución, devolviéndoles sus múltiples

propiedades y los otros imponiendo que el clero no debe meterse en asuntos del

gobierno, el pueblo, rural principalmente, viéndose amenazados por la falta de

bautizo de sus hijos, de matrimonio, de confesión y azuzados por una clase media

católica, agrupados en una llamada “Liga” que incluía al Partido Católico Nacional
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(PCN) y a los jóvenes aguerridos de la ACJM, se levanta en armas en casi todo el

país.

La CROM, agrupación sindical lucha contra los sindicatos católicos y al mismo

tiempo pretende destruir a los sindicatos de izquierda.

La Liga, agrupa asociaciones católicas civiles, principalmente de gente de la

ciudad, de las clases medias que por su religión se sentían ciudadanos de segunda,

excluidos de la vida política.

Sería coincidencia, pero parecía repetirse lo que cien años atrás se vivió en la

guerra de independencia, una de la mechas fueron los joven de clase media,

criollos y mestizos excluidos de cargos importantes en el virreinato y en la misma

sociedad.

Jóvenes enardecidos vieron el conflicto entre el Estado y la Iglesia, la ocasión del

desquite.

En el verano del 26 el Estado acorrala al clero católico y este en represalia, decide

suspender los cultos en las iglesias, cosa inédita.

El Estado contesta prohibiendo el culto privado, es decir en las casas donde se

empezaron a celebrar misas a puerta cerrada.

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El pueblo siente que se le ha quitado el derecho de bautizar a sus hijos, de

celebrar bodas, comulgar. El alto clero ganaba, por el momento, la partida, lograba

que el pueblo reaccionara enardecido contra el gobierno en turno.

La mañana del 25 de septiembre de 1927, un año después de recibir su patente de

Coronel de Infantería, Alberto terminaba de tomar su desayuno en la pequeña

fonda, donde acostumbraba acudir, cuando se presentó ante él, él Teniente Flores,

ayudante del General Cal Y Mayor.

--- Mi Coronel, ordena mi General que se presente usted en su despacho una vez

que termine sus alimentos.---

--- He terminado y si me espera nos vamos juntos.---

Salieron y caminaron a donde se alojaba la comandancia, un edificio que alguna

vez fue una casona, en frente del palacio municipal.

El teniente toco la puerta del despacho del general, abriéndola él mismo en

seguida.

--- Mi General, aquí está el Coronel Aguirre. ---

--- Páselo por favor.---

--- A sus órdenes mi General.---

Espeto Alberto, al mismo tiempo de hacer el saludo reglamentario.

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--- Siéntate Alberto.---

El General saco una botella de brandy español de su escritorio y dos pocillos

limpios que tenía en la credenza atrás del sillón de su escritorio.

---Toma, aunque sea muy de mañana, tenemos que celebrar.---

--- ¿Qué celebramos mi General?---

Pregunto Alberto.

--- Pues ¿que ha de ser?, ¡que al fin te han reconocido el grado!---

--- Gracias mi General, aunque la paga ya la tenía, realmente se siente bien

cuando se le reconoce a uno. Yo estuve muy decepcionado del Ejército y sigo sin

entender muchas cosas, pero, tiene usted razón, hay que celebrar, entonces

¡salud!---

--- Entiendo tu decepción Alberto, desde que te recibí en el catorce, hace ya trece

años, me di cuenta de tu entrega al servicio de la nación y has ascendido en tu

carrera por tu desempeño, aunque reconozco que no eres el mejor, si sé que en ti

puedo confiar y que podrás hacer lo que te corresponda.---

--- Mira Alberto, las personas somos distintos y actuamos de acuerdo con nuestro

temperamento, a nuestra inteligencia, nuestra preparación y las circunstancias que

nos rodean.---

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--- Me has platicado que te costó mucho trabajo entrar a la Escuela Militar, en un

momento de gran trascendencia para la historia del país. Te gradúas y te mandan

a pelear contra rebeldes, donde tardas en darte cuenta que esos rebeldes, tienen

razón, que han sido explotados, robados, oprimidos y que se rebelan contra un

gobierno al que ya no pueden tolerar.---

--- Suponte que Madero no es asesinado y que hubiera cumplido su período

presidencial completo, que nadie le hubiera hecho intrigas y que él se hubiera

comportado a la altura de su jerarquía.---

--- Entonces, no habría una revolución contra un traidor y el país se encontraría en

paz.---

--- No habría generales como yo, que nunca nos preparamos, militarmente

hablando, y los mandos sería ocupados por militares preparados, aunque no

tendrían la experiencia de los combates, que nos hizo a civiles; Generales.---

--- ¿Tú que crees que hubiera pasado contigo? ---

Pregunto Cal y Mayor a Alberto.

--- Me hubiera gustado seguir estudiando, aunque, por lo que he visto, al no ser

egresado del Colegio Militar hubiera tenido pocas oportunidades.---

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--- No lo sé, con un país en absoluta paz, el progreso de los militares es difícil,

queda sujeto a las vacantes que se formen por retiro, por edad o enfermedad, tal

vez no hubiera llegado ni a mayor.---

--- No tendría motivos para buscar a mi familia y luego de cazarme con mi prima.--

Contesto Alberto.

--- ¡Eso es a lo que me refiero Alberto! ---

Dijo Cal y Mayor, ya con tres brandys entre pecho y espalda.

--- Tuviste un preparación, tienes temperamento y eres inteligente, no brillante,

pero tienes lo tuyo, tuviste experiencia, pero si no, tendrías la preparación, el

temperamento, la inteligencia pero no la experiencia y las circunstancias de tu

alrededor serían completamente diferentes.---

--- En fin, eso no sucedió y ahora que ya casi estábamos en paz, surge otro

movimiento revolucionario.---

--- ¿Estas enterado que hay varios levantamientos en gran parte de la República,

de los llamados cristeros? ---

--- He leído algo en la prensa, pero creo que eso ocurre nada más por allá, por el

Bajío.---

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--- No, al parecer ya ha habido varios enfrentamientos y no ha faltado uno que

otro colega que ha fusilado sacerdotes y gente de paz y esto no nada más en el

Bajío, sino que en el estado de Jalisco, de Colima, Michoacán y otros Estados

más.---

--- Mi general, si me permite, yo creo que es muy difícil discernir quién tiene la

razón, le diré lo que yo creo.---

--- Desde antes de la guerra de independencia, el clero católico ya había

manifestado inconformidad ante el Virrey por la sujeción al Rey de Francia, ya que

ellos solo reconocían al papa como máxima autoridad para nombrar a las altas

jerarquías de la iglesia católica. De hecho, la independencia de México es

realmente iniciada por el clero, pensando en lograr su separación de la corona

española, a la vez sujeta a la francesa.---

--- Recordemos que ya se tuvo en el siglo pasado, antes de que usted y yo

naciéramos, una guerra interna, que no fue otra cosa que la que los curas no

estaban conformes con quedar sujetos a las Leyes de Reforma.---

--- A mí me conto una anciana.---

Prosiguió Alberto.

--- Cómo los hombres de su familia, habían sido azuzados por el cura de su pueblo

para levantarse en armas contra el gobierno, diciéndoles que sería pecado no

hacerlo.---
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--- Lo único que lograron fue que le regresaran muertos a su esposo e hijos y con

la amenaza de quitarle a ella todo lo que tenían, además de la vida

probablemente, así que tuvo que huir y esconderse en un pueblito olvidado, donde

yo la conocí.---

--- Porfirio Díaz le dio manga ancha al clero nuevamente, pero desde el presidente

Madero, se ha tratado de quitarle autoridad al clero católico, claro con tantas

guerras políticas entre nosotros no se les hace caso, pero cuando se empieza la

pasificación volvemos a la carga contra de ellos y ellos se defienden.---

--- El clero no quiere, por supuesto, perder su poder, sus propiedades, sus rentas,

el diezmo obligatorio con que medran al pueblo, el pago por los bautizos, bodas y

hasta la venta de un lugar para enterrarte, junto a la iglesia.---

--- Si el gobierno los aprieta, lanzan al pueblo diciéndole que el mal gobierno

quiere quitarle la religión, lo que es completamente falso.---

---El clero se ha involucrado en todas nuestra guerras, buscando sacar provecho

para ellos.---

--- Ahí tiene; los altos jerarcas de la iglesia junto con los conservadores, que no

eran otra cosa que la gente rica con mucho apego a la religión, fueron a pedir un

emperador para México, argumentando que no éramos capaces de gobernarnos

nosotros mismos, aunque ahora lo estemos demostrando.---

--- Bueno ya, Alberto, nada más te di tantita cuerda y te soltaste.---


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Paró el General Cal y Mayor el discurso de Alberto.

--- Nada más una última cosa mi General, desgraciadamente estaremos

combatiendo a gente como la nuestra, como los Zapatistas, humildes, pobres e

ignorantes, llevados a perder la vida por un engaño de gente sin escrúpulos.---

--- Alberto, pues siento informarte que tengo tus órdenes para que te presentes

con el General Heliodoro Chaires, que fue nombrado como Jefe de operaciones

militares en el Estado de Colima, donde una fracción cristera está causando

muchos problemas.---

Espeto Cal y Mayor con una sonrisa un tanto sarcástica.

--- ¿Y se puede saber , mi General, ¿Por qué lo siente y se sonríe? ---

--- Lo que pasa es que ese general es exageradamente ignorante, así que tendrás

que lidiar con eso, además seguro que vas a participar en las guerras contra los

cristeros y ya te oí que tienes tus reservas, así que quien sabe cómo te vaya.---

--- Pues que incomprensible situación se vive en el país.---

Contesto Alberto.

--- Ese General Chaires no tiene formación militar, como otros tantos, mi General,

sin embargo las circunstancias le han facilitado el camino en el Ejército Federal, a

él lo reconoció el General Obregón, sin que hubiera una destitución y serie de

comisiones evaluadoras para tal reconocimiento.---


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Alberto, tardo en darse cuenta que el General Cal y Mayor estaba en la misma

situación de Chaires.

--- Siento un dejo de amargura y queja en eso Alberto.---

Contesto el General Cal y Mayor

--- Pues sí, tiene razón, no dejo de pensar en las injusticias por las que he pasado,

al igual que muchos otros.---

--- No permitas que esas circunstancias, ya superadas, marquen tu estado de

ánimo por el resto de tu vida, dale vuelta a la página y ve hacia adelante, mientras

tomate otro brandy.---

Cal y mayor concluyo su disertación con una recompensa para Alberto.

--- Tomate una semana de vacaciones con tu esposa y tus hijos. Yo informare al

mando que te presentaras con fecha 15 de octubre a tu nuevo destino.---

Cerró la plática el General Cal y Mayor, despidiéndose de Alberto y deseándole

mucho éxito en su futuro.

--- A la orden mi General, y, gracias por todo, ha sido usted un buen comandante.-

--

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Alberto se tomó el resto del brandy y dejo su pocillo sobre una mesita, saludo

militarmente y se dio la media vuelta para salir de la oficina del General Cal y

Mayor sin decir algo más.

Alberto fue a su casa para comentar con Ninfa, su esposa, sobre el cambio de

asignación.

--- ¿Qué haremos nosotros si tú te vas? ---

Pregunto Ninfa.

--- Pues por lo pronto quedarse aquí, yo me tengo que presentar en la capital con

el General Chaires, Jefe de operaciones militares en el Estado de Colima, pero no

sé qué será después, por eso mejor te quedas aquí con los niños, yo te estaré

mandando dinero desde este.---

---Como tú digas Alberto, solo cuídate y estate en comunicación conmigo, aunque

sea por telégrafo.---

Respondió Ninfa.

Alberto llevo a su familia a una playita cercana donde consiguió una casa rentada

por una semana. Ahí paso por primera vez, en su vida, unas vacaciones sin hacer

nada, sin combates, sin lucha por sobrevivir, sin órdenes.

El 12 de octubre de 1927, Alberto con una bolsa de lona con su ropa, uniformes y

artículos personales, tomaba el tren que lo llevaría a la capital.


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El viaje fue lento, más de tres días, lo que permitió a Alberto pensar mucho

respecto a su vida afectada por la situación del país.

Recordaba lo que le dijo a Cal y Mayor y lo que él le contesto.

Realmente guardaba rencor por lo sufrido, él había estado tratando de prepararse

cada día mejor, sabía inglés, había estudiado en una escuela de formación militar,

había participado en varios combates importantes y en múltiples balaceras con

guerrilleros o gavillas de bandoleros durante muchos años, había sido herido y sin

embargo fue tratado como apestado.

No perdía la oportunidad de leer, leer mucho; cada vez que llegaban algún

poblado o ciudad en su recorrido desde la capital hasta Pozo Colorado Chiapas,

buscaba las bibliotecas o donde encontrara libros.

Había leído desde libros de historia de México, de las guerras europeas, que

encontró en la casa abandonada de un cacique que huyo del territorio y su casa

fue usada como cuartel, leyó una copia de la biblia de Gutenberg, el catecismo

católico, acerca de Buda y Confucio, encontró también un texto del Corán y otro

sobre Mahoma.

Ahora tenía pensamientos encontrados sobre la nueva revolución de los cristeros.

Cuando estuvo con los Zapatistas veía que estos eran muy católicos y devotos,

pero también buenos combatientes. En una ocasión se unió un cura a las tropas,

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no guerreaba pero ayudaba a los heridos, les daba misa cuando había

oportunidad, comía con cualquiera de las soldaderas que le ofrecía un taco.

Con esos pensamientos, Alberto llegó a la capital y se presentó de inmediato a la

Secretaría de Guerra, donde permaneció a disposición durante unos días para

posteriormente recibir instrucciones para incorporarse a la Brigada del General

Chaires.

--- A sus órdenes mi General.---

--- Coronel de Infantería Alberto Aguirre Palacios, presente. ---

Haciendo el saludo de ordenanza y parado firmes, Alberto se presentó en la puerta

de la comandancia de la Brigada preparada para las Operaciones en el Estado de

Colima al mando del General Chaires.

--- Coronel quiero que darle la primer tarea, como “repcepcion”.---

NOTA DEL AUTOR. El General Chaires, fue, como otros tantos, un general surgido del
pueblo en el curso de la Revolución. Se caracterizó por su sagacidad estratégica en los
combates y por su singular forma de hablar dado su origen humilde y de poca instrucción
académica y social.

Contesto el General Heliodoro Chaires.

--- Pase Coronel, pásele y siéntese, qué bueno que llega, porque en un rato nos

reuniremos con todos los comandantes para comentar sobre el plan de

operaciones.---
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Una vez que se reunieron los comandantes, el General Chaires tomo la palabra.

--- Señores, tenemos la orden de partir al Estado de Colima donde se han

presentado muchos ataques al Ejército y a los gobiernos de los municipios por

parte de los llamados cristeros.---

--- El Mayor Gutiérrez ha hecho una labor de investigación y nos pondrá al tanto

de la situación, desde su origen.---

El General Chaires, le dio la palabra al mayor quien expuso en forma sintetizada

los acontecimientos y la situación de Colima.

--- Sabemos que el conflicto empezó cuando el episcopado mexicano anunció la

suspensión de cultos como respuesta a la decisión del presidente Calles de

someter a la Iglesia al Estado, obligándolos al registro de los templos, prohibir a

los sacerdotes extranjeros ejercer su función sin un permiso del gobierno, prohibir

que los curas emitan opiniones políticas aprovechando que el pueblo los tiene que

escuchar durante el sermón en las misas.---

Expuso el Mayor Gutiérrez.

--- Cuando los obispos y sacerdotes, cumpliendo las órdenes del episcopado,

cerraron los templos, el pueblo se alebresto, principalmente por que los curas les

dijeron que era el gobierno el que cerraba los templos y prohibía la religión, se

inició con manifestaciones en pueblos y ciudades, poco a poco se llegó a la lucha

armada, con brotes aislados.---


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--- Nacieron agrupaciones por todos lados, los cuales terminaron unidos en la

llamada Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, la cual, ya organizada,

invito al General Enrique Gorostieta Velarde para ser el Jefe militar de Jalisco,

pagándosele por esto, la cantidad de 3000 pesos oro por mes y además un seguro

de vida a favor de su mujer por 29000 pesos oro.

--- ¿Quién ese General Gorostieta? ---

Pregunto el General Chaires.

--- Él fue egresado del Colegio Militar, sirvió al Ejército Federal con Porfirio Díaz,

luego con Madero y finalmente con Huerta. Como tantos otros militares de carrera,

después de los tratados de Teoloyucan, fue licenciado, desterrándose él mismo a

Cuba y a los Estados Unidos. Existe un informe de que fue aprehendido junto con

Huerta en los estados unidos, cuando este trato de hacer una contrarrevolución

apoyado por los alemanes, después no se supo de él hasta ahora.---

Contesto el Mayor Gutiérrez.

--- Pero entonces no es que sea muy católico y este convencido de la causa de los

cristeros.---

Comento el Coronel Alberto Aguirre.

--- No mi Coronel, incluso se dice que es masón grado 33, lo que muchos piensan

que son contrarios a la religión.---

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Respondió el Mayor Gutiérrez.

--- Bueno; nos queda claro que el tal General Gorostieta no es más que un

mercenario unido a los cristeros.---

Dijo el General Chaires.

--- Pero ¿puede usted explicarnos que ha hecho este general para organizar a los

cristeros? ---

Pregunto Alberto

--- Sabemos que ha organizado ejércitos en los estados de Jalisco, Zacatecas,

Guanajuato y Michoacán---

--- Sin embargo su influencia se ha extendido a otros Estados como el de Colima y

Nayarit, que junto con agrupaciones de los estados de Jalisco y Michoacán,

formaron una División al mando del General Jesus Degollado.---

--- ¿Y quién ese general Degollado?, se preguntaran ustedes.---

Comento el Mayor Gutiérrez

--- Este señor nació en Cotija de la Paz, Michoacán, de familia muy católica, se

unió a la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, en 1920 trabajó como

propagandista del candidato presidencial Alfredo Robles Domínguez.---

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--- Su trabajo político fue de robar urnas en Atotonilco donde ha tenido mucha

influencia, desde luego tiene un sin número de actividades políticas, todas ellas,

digamos, sucias; pero el año pasado habiéndose acercado a la Liga, le ordenan

que entregue un cargamento de armas a los cristeros de Michoacán, a pesar de su

manifiesta cobardía cumple con lo que se le ordeno y días después es nombrado

General de División el 20 de mayo de 1927 y Jefe de Operaciones en la Región de

Occidente, no se entiende porque.---

Concluyo el Mayor Gutiérrez.

--- Ahora pues, ¿cuál es el escenario que nos espera en Colima?.---

Pregunto el General Chaires.

--- Sabemos que el General Gorostieta ayudo a organizar la región en 8 o 9

regimientos con unos 8500 combatientes, operan principalmente, por instrucciones

de Gorostieta, como guerrillas, forma de combatir que nos han infligido muchas

pérdidas.---

Respondió el Mayor Gutiérrez.

Entonces Alberto tomo la palabra.

--- En Guerrero, Oaxaca y Chiapas, nos enfrentamos a esta forma de combate e

incluso nosotros, el Ejército del Sur, operábamos de la misma forma muchas

veces. Esta forma de combatir nos pone en desventaja ante ellos, no buscan

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terminar con una unidad ni de tomar una posición, solamente buscan causar el

miedo entre las tropas, infringir el mayor daño posible, en un corto tiempo y

después desaparecer, incluso, al término de una escaramuza, rápidamente se

convierten en campesinos trabajando sus tierras, la población civil siempre los

apoya completamente.---

---Incluso.---

Continúo Alberto

--- Me he informado que hay grupos de mujeres que se dedican a prepararles ropa

de repuesto, llenar cartucheras y llevárselas a puntos previamente definidos, estos

grupos de mujeres están en las ciudades donde pueden recolectar la ropa, tener

facilidades para lavarla y remendarla y luego mediante una sencilla, pero efectiva

red logística, repartirla entre los combatientes, a esta agrupación se le conoce

como Brigadas Femeninas.---

---A propósito Coronel.---

Interrumpió el General Chaires.

--- ¿Sabe usted de dónde les llegan armas y parque? ---

El mayor Gutiérrez se adelantó a dar la respuesta.

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--- En muchos casos las toman durante los ataque a fuerzas federales y en otras

las compran en los depósitos del mismo Ejército Federal, o sea que hay militares

que han encontrado un gran negocio en la venta de armas y municiones.---

--- Sabemos también, que el gobierno de los Estados Unidos, ha mandado

cargamentos de armas, municiones, víveres y medicinas, a cambio de promesas de

los cristeros para dar apoyo para sus inversiones petroleras, apostando que este

movimiento ganara y el Partido Nacional, que también está detrás de ellos, podrá

gobernar el país.---

--- Bueno, lo primero será trasladarnos a Colima, preparen a sus hombres para

salir en cuanto tengamos las ordenes escritas y las instrucciones estratégicas de la

Secretaría de Guerra.---

--- Coronel Aguirre, tome el mando del cincuenta y cinco Batallón.---

--- A la orden mi General.---

Respondió el Coronel Aguirre.

Los preparativos duraron más de cuatro meses mientras se reclutaba personal

para completar las unidades, darles capacitación básica, darles sus uniformes y

armamento, pero las órdenes e instrucciones de la Secretaría de Guerra, tardaron

aún más, no se sabe si por culpa de la vieja burocracia porfiriana que aun

dominaba las oficinas de la secretaría o por que el mando no estaba del todo

seguro de la maniobra.
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El caso es que hasta finales de abril del 28 la unidad inició su traslado por tren

hacia Colima, pasando por Guadalajara y permaneciendo ahí por más de dos

semanas.

El viaje de la capital a Guadalajara fue en relativa paz, salvo algunos intentos de

asalto por las guerrillas cristeras en el trayecto.

Pero fue de Guadalajara a Colima, al salir de Sayula donde empieza la cuesta para

cruzar la sierra y el tren disminuye su velocidad, el convoy fue atacado por una

guerrilla cristera, eran alrededor de trescientos combatientes que por el lado sur,

desde arriba disparaban a los vagones donde se transportaba al personal militar.

Solo algunos de los soldados, lograron responder el fuego antes de que la guerrilla

se hubiera retirado, un soldado de 55 batallón resulto muerto y un oficial herido.

El tren continúo su movimiento, quedando las tropas en alerta permanente. El

Coronel Aguirre ordeno que la primera compañía subiera al techo de los vagones

montando la ametralladora Colt-Browning lista para disparar.

Tras 15 horas de viaje, el convoy llego a Colima, la tropa desmonto y se formó

para marchar hacia el cuartel, con las armas embrazadas.

El General Chaires, en su peculiar lenguaje mando al Mayor Gutiérrez a que

actualizara la información acerca de las actividades de los cristeros.

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Al mediodía del 23 de mayo de 1928, el Estado Mayor del General Chaires junto

con los comandantes de unidades, se reunieron para conocer de las

investigaciones del Mayor Gutiérrez.

--- ¿Que nos puede informar Mayor? ---

Pregunto el General.

--- Tengo información muy importante mi General, el General Jesus Degollado está

preparando un ataque al puerto de Manzanillo, pretende ocuparla con un fuerza de

alrededor de mil seiscientos hombres.---

--- ¿Conoce usted los planes de este ataque? ---

Pregunto el Coronel Aguirre.

--- Si mi Coronel, el plan es que mañana, día 24 en la madrugada iniciarán el

ataque, pero previamente una fuerza atacara a esta plaza a manera de distracción

con el fin de evitar que de aquí salgan refuerzos al puerto, otra unidad se

encargara de dinamitar el puente de cruce del ferrocarril de la laguna de Cuyutlán,

esto como precaución de que se manden tropas de cualquier modo.---

--- Tengo una información muy rara.---

Continúo el Mayor.

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--- Al parecer el propio General Degollado con un contingente de alrededor de

quinientos tomara Cihuatlán, pequeño poblado al poniente del puerto, que

supuestamente está ocupado por agraristas, sin embargo nosotros sabemos que

en ese pueblo no hay más que viejos, mujeres y niños en su mayoría, y solo unos

cuantos hombres en edad de lucha, pero que son campesinos pacíficos, mientras

que el General Bouquet con unos mil cristeros atacará el puerto.---

--- Pareciera que el tal General Degollado le saca al combate principal, tal vez

quiera esperar a ver cómo les va, si les sale bien pues él llega a recibir honores y

sale mal ni se aparece, jajaja.---

Comento el General Chaires riéndose y continuando con la junta.

--- ¿Qué tenemos en el puerto para su defensa? ---

Pregunto el Coronel Martinez, comandante del Regimiento de Artillería.

--- Solamente un pequeño destacamento compuesto por una compañía.---

Contesto el Mayor Gutiérrez.

--- Bueno pues, rápidamente preparémonos un tren para salir hacia Manzanillo,

que se quede en la ciudad solamente dos compañías de infantería y el regimiento

de artillería. Usted Aguirre, consiga dos armones y mande una sección de

avanzada para revisar las vías.---

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---- Gutiérrez, usted con su personal siga las investigaciones y con el personal que

se queda, cuide la líneas telegráficas entre Colima y Manzanillo.---

--- Saldremos en cuanto la tropa y equipo estén montados en los trenes.---

Ordeno el General Chaires.

Se procedió a cumplir con las órdenes y en la madrugada del 28 salía el convoy

hacia Manzanillo. Una hora antes, el Coronel Aguirre había mandado a un oficial

con su sección en tres armones de mano a recorrer la vía con la orden de dejar

pelotones donde considerara puntos riesgosos.

La tropa en los armones, encontró algunos cristeros quitando durmientes en el

Puente Negro al sur de Coquimatlan, los cristeros huyeron del lugar dejando

abandonadas herramientas y una caja de dinamita.

Cuando el tren entro a Manzanillo se oían algunos disparos, pero era evidente que

el combate ya se había terminado a favor de los cristeros, pues mientras unos se

bañaban en el mar otros caminaban despreocupados por las calles sin prestarle

atención al tren entrando al puerto.

Al detenerse el tren en la estación, la tropa empezó a bajar y fue en ese momento

que un grupo de cristeros empezó a disparar sobre la tropa al irse bajando de los

vagones.

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El combate se dio de inmediato, rechazando a los cristeros y causándoles

innumerables bajas antes de que huyeran en total desorden con rumbo al cerro

del Colomo, al norte del puerto.

Una fracción al mando del General cristero Lucas Cuevas quedo atrapada en el

puerto cuando trataban de robar el armamento de la guarnición derrotada.

El cincuenta y cinco batallón, al mando del Coronel Aguirre, tomo posición

rodeando al enemigo, la batalla aunque duro solo unos minutos fue una verdadera

carnicería terminando completamente con los cristeros atrapados, incluido su

comandante, el General Lucas Cuevas.

Por la tarde el General Chaires reunió a sus comandantes para analizar la

situación.

--- ¿Cuánta bajas tuvimos? ---

Pregunto el General, a nadie en particular.

--- En mi unidad tuvimos un oficial herido y tres de tropa muertos, uno de ellos

cayo al bajar del tren y los otros dos junto con el teniente Carmona, que es el

herido, cuando avanzando hacia la ciudad, al llegar a la aduana, encontramos a

una numerosa fracción que estaba al parecer al mando de un charro vestido de

cuero, saqueando la aduana y las armas de la guarnición.---

Continúe Coronel, deme detalles del encuentro, ordeno el General Chaires.

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--- Mande una sección por el flanco izquierdo, rodeando una huerta de mangos

con unas chozas abandonadas, la primera sección, conmigo al mando, avanzamos

directamente hacia el muelle donde se ubica la aduana y el cuartel, deje la tercera

sección en mi retaguardia---

--- Los cristeros estaban vigilando la calzada, por lo que en cuanto nos vieron

comenzaron a disparar, hiriendo al teniente Carmona y matando a los dos de

tropa, atacamos fuertemente apoyados con las Colt-Brownings, de tal manera que

aunque trataban de salir no tenían vía libre, una granada de mano incendió la casa

donde se parapetaron, quedando la mayoría adentro y otros cuando trataban de

salir, siguiendo al charro, tomaron a su derecha y se encontraron con la segunda

sección. El comandante, astutamente había apostado a su sección en una línea de

frente para esperarlos, cayo el charro y los que huían por ahí.---

--- Se les incautaron quince mil pesos oro, armas, ropa nueva de mujer que seguro

tomaron de la aduana.---

Contesto el Coronel Aguirre.

--- Muy bien actuado Aguirre, por favor mándeme un parte escrito completo.---

--- ¿Alguien más me puede explicar cómo fueron los otros combates?--

Pregunto nuevamente el General Chaires, contestando esta vez el Coronel López,

que comandaba el 27 Batallón de Infantería y que fungía como Estado Mayor del

General, desde que salieron de Colima en la madrugada.


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--- Mi General, tomamos un prisionero, al parecer es oficial pues estaba muy bien

enterado, también asustado clamando por su vida, por lo que, después de mearse

en los pantalones, soltó todo lo que sabía.---

--- Él venía acompañando al General Degollado, nos dijo que el General Bouquet,

salió de Pueblo Nuevo Jalisco al frente de tres columnas directamente para tomar

Manzanillo.---

--- Mientras el General Degollado atacaba al pueblo de Cihuatlán, confirmando el

informe del Mayor Gutiérrez y que por supuesto, no presento resistencia alguna,

ahí esperaron durante la mañana, almorzando mientras el tal general Degollado

repartía el dinero incautado a los comerciantes y a los ricos del pueblo, a los que

también les quitaron armas y caballos con el pretexto que eran agraristas.---

--- Haber López, mejor tráigame al prisionero, yo quiero oírlo al él.---

Ordeno el General Chaires.

El Coronel López salió y regreso al poco rato con el prisionero, este apestaba a

orines y mierda, era muy blanco pero con el susto parecía transparente.

--- Haber señor oficial, dígame más sobre su intento fallido, ya sé que fueron

atacar un pueblo habitado por campesinos y viejos, que los robaron y salieron de

ahí hace rato, mientras que un disque General “bísquet” atacaba directamente el

puerto. ¡Lo que no entiendo pues, es que su tal General Degollado, que es el

comandante, por que anda atacando viejitos el muy culero! ---


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Espeto Chaires.

--- Hable pues, dígame que paso después de eso que ya sabemos, ¿que hizo su

General culero? ---

--- Ya para media mañana avanzamos para acá.---

Dijo el prisionero.

--- Pero el General Degollado ordeno subirnos a una loma desde donde quería ver

los acontecimientos, mientras el resto de su tropa entraba al puerto a reforzar a

Bouquet.---

---Después, cuando estábamos en la loma, vimos que el barco se movía.---

Siguió narrando el prisionero.

--- Nos cayó cerca una bomba que lanzo el barco, entonces el General, se asustó

mucho y ordeno que bajáramos, pero luego no dimos cuenta que el barco se iba y

el General empezó a gritar que habíamos ganado.---

--- Entramos al puerto y el General mando a Lucas Cuevas, otro General, para que

viera que había de valor en la aduana y que tomara las armas que encontraran.---

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--- Después el General Bouquet se presentó y le reporto al general Degollado que

se encontraron con la fuerte resistencia del Cañonero “El Progreso”, pero después,

cuando llegaron los refuerzos de Degollado y Cuevas, el cañonero se retiró.---

--- Entonces todos se abrazaron y gritaron vivas creyendo tomada la plaza y la

victoria cristera, por lo que unos se fueron a bañar al mar, en eso llegaron ustedes

y el general Degollado ordeno la retirada saliendo él por delante, yo me quede

para avisar a Cueva que nos retiráramos pero ahí me agarraron.---

Concluyo el prisionero.

--- Llévense al prisionero junto con los otros, hay veremos que ordena la

superioridad que hacer con ellos.---

Ordenó el General Chaires y se volvió hacia sus oficiales.

--- Entonces no se esperaban de nuestra llegada.---

Comento el Coronel Aguirre.

--- ¿Qué paso con el barco que estaba en la bahía?.---

Pregunto el General Chaires.

--- Solo se alejó un poco pero ya está entrando al puerto nuevamente.---

Contesto el Coronel López.

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--- Cuando llegue, que el capitán se presente conmigo.---

Ordeno Chaires.

Una hora después, el barco atraco y se presentó el capitán de fragata Eduardo

Loaiza con el General Chaires.

--- A sus órdenes mi General.---

--- Por favor platíqueme como estuvieron los acontecimientos, Capitán.---

Pidió el general.

--- A las 0615 empezó el ataque de los cristeros por el flanco izquierdo del puerto,

se dejaron venir unos a caballo otros a pie, atacaban directamente la guarnición

militar, pero al percatarnos del ataque se tocó zafarrancho e iniciamos con

disparos de fusilería.---.

--- Posteriormente iniciamos un bombardeo sobre la masa que avanzaba de

poniente a oriente, esto no fue con mucho éxito pues los cristeros de inmediato se

dispersaron y comenzaron atacarnos no pudiendo contestar el fuego sin afectar a

la población, por lo que decidí soltar amarras y salir de la bahía.---.

---Tuvimos una baja mi General; el marino Jose Villalpando Rascón, le dispararon

arteramente mientras soltaba las amarras, no tenía arma en la mano, ¡son unos

cobardes! ---

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--- Enterado, haga su parte por escrito dándome una copia.---

Ordeno el General Chaires.

Al final sumaron 29 muertos por parte de las tropas federales y 123 de los

cristeros.

Alberto con su batallón partió para Colima de regreso donde permaneció durante

varios meses antes de ser enviado a la comandancia de la Guarnición de

Guadalajara.

Antes de partir, Alberto recibió en forma oficial, una efusiva felicitación por su

participación en el combate, principalmente por la defensa a la aduana y a la

misma guarnición.

MAGDALENA 1937

La revolución parecía que habían quedado atrás. La amarga experiencia de

la revolución cristera había dejado a Magdalena solo malos recuerdos. Perdió a su

querido hermano Joaquín, su pequeño hermano Agustín, con tan solo dieciséis

años, fue llevado a las islas Marías por andar en la calle repartiendo panfletos

contra el gobierno.

Magdalena se sentía culpable; ella le había pedido que terminar la repartición de

panfletos junto con su pandilla de amigos.


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Solamente se llevaron a Agustín, a él le quedaban unos pocos panfletos que arrojo

adentro del tranvía, mismo del que acababa de bajar y sin darse cuenta que en el

tren venían policías vestidos de civil, que al ver los panfletos detuvieron al tranvía,

bajaron rápidamente y atraparon a Agustín.

Después de unos meses de angustia, regreso Agustín, más flaco, más alto, el traje

que llevaba cuando lo atraparon ahora le quedaban ridículamente chico, los

pantalones le llegaban a los tobillos y las mangas del saco una palma arriba de la

muñeca, pero estaba sano y en una pieza.

Poco después Agustín entro al seminario de los Jesuitas que estaba en la Profesa.

Además del dolor por la pérdida de Joaquín y la prisión de Agustín, la familia sufría

la carestía económica ocasionada por la baja en las ventas del chocolate.

La guerra cristera, como se le llamaba, se gestó tal vez desde 1857 con la

promulgación de la Constitución que dio pie a la Guerra de Reforma,

manteniéndose adormilada por muchos años al no aplicarse estrictamente los

artículos 27 y 130.

Cuando el presidente Calles juro para la presidencia el 1º de diciembre de 1924

hizo saber que su preocupación principal estaba en acrecentar el poder adquisitivo

de los labriegos y de los obreros.

Congruente con la idea, creo instituciones para dar soporte a su objetivo, mando

construir presas y canales de riego, fundo el Banco Ejidal y el de Crédito Agrícola,


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estableció el Consejo Educacional de Agricultura para capacitar a los ejidatarios,

ignorantes de las técnicas de cultivo.

Su apoyo a las organizaciones obreras como la Confederación Regional Obrera

(CROM) le valió la desconfianza de la clase patronal, acusándosele de entre otras

cosas de partidario con el soviet ruso predisponiendo a la mayoría nacional con un

anti-callismo.

Por otro lado, la CROM en su afán de comprometer al presidente Calles con la

confederación, fundo la iglesia cismática, apoderándose entonces del templo de La

Soledad y nombrando patriarca al sacerdote José Joaquín Pérez.

El recuerdo de las acciones anticlericales del presidente Obregón, con el bombazo

al pie de la imagen de la virgen de Guadalupe junto con las acciones anticlericales

de los gobiernos de Veracruz y Tabasco, propicio que el arzobispo de México

censurara los artículos 27 y 130 de la constitución.

La liga de las agrupaciones católicas formada por la ACJM, los Caballeros de Colón,

Partido Católico Nacional, la Unión de Damas Católicas y la Confederación Nacional

Católica del Trabajo salió en defensa del prelado ante la acusación del Secretario

de Gobernación de pretender provocar una rebelión.

La realidad era que la iglesia católica veía en peligro de perder sus propiedades al

aplicarse los artículos 27 y 130 de la constitución por lo que después de diversos

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actos por uno y otro lado, los obispos dieron la orden a todos los curas, de cerrar

los templos y culpar al gobierno de hacerlo.

El gobierno, apoyándose en la constitución y actuando por berrinche más que

políticamente, prohibió como represalia a la acción del alto clero, el ejercer culto

religioso en las casas particulares y en cualquier otros lugar diferente a los

templos, ordeno, como dice el artículo 130 el registro de todos los sacerdotes y la

expulsión de aquellos que sean extranjeros.

La llama estaba prendida, la liga inicio las hostilidades apoyándose por el

campesinado engañado, pues realmente era una clase media y empresarial así

como algunos hacendados los que vieron el peligro de un giro hacia el socialismo

que en Rusia y otras partes del mundo crecía poderosamente.

La guerra se hizo y cobro muchas vidas de ambos bandos, termino cuando los

Obispos Leopoldo Ruiz y Pascual Díaz, pactaron con el Presidente Portes Gil la paz,

esto sin consultar a los combatientes que defendían sus intereses y a espaldas del

General Gorostieta, al que habían contratado para organizar y dirigir las

operaciones de su ejército.

Fue el Gral. Jesús Degollado Guisar, quien le tocó llevar a cabo los llamados

“Convenios con el Gobierno”, el cual puso las bases para el licenciamiento del

Ejército Cristero como una Guardia Nacional.

Firmaron el convenio de paz el 21 de julio de 1929.

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La familia De Silva había dado mucho por defender sus creencias, por combatir a

quien atacaba a la iglesia de Dios, personalmente Magdalena se había expuesto,

recolectando ropa para lavarla y arreglarla y después enviarla a los frentes de

batalla por medio de la ACJM.

La mañana era algo triste, caía una ligera llovizna que mojaba la ropa después de

un rato de exponerse, pero que no detenía el ir y venir de la población de la

Ciudad de México.

Magdalena caminaba bajo la pertinaz llovizna, solo cubierta por su paraguas negro.

Ahora una mujer, soltera, sin más ilusión que la de jugar al tenis y de trabajar

fabricando el chocolate para venderlo en restaurantes y tiendas. Marginada por la

sociedad donde se desenvolvía desde la rotura de su compromiso de matrimonio,

no por su culpa; pero así era la sociedad, mezcla de la clase rica y de la clase

media alta donde ella se desenvolvía.

Palita De la Cueva trabajaba en el Puerto de Liverpool, la tienda lujosa de muebles

y ropa ubicada en el centro de la ciudad a donde esa mañana dirigía sus pasos.

--- Palita, ¿Cómo estás?.---

Saludo Magdalena a Palita, ahí, en la misma tienda, mientras que esta acomodaba

frascos de perfumes en una vitrina.

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--- ¡Hay, que gusto verte Manga!, yo estoy bien aunque un poco atareada con el

trabajo, pronto tendremos inventario y debemos de mantener la tienda muy en

orden.---

--- ¿Que andas haciendo por aquí tan temprano?.---

--- Vine a visitar a mis clientes, los de los restaurantes del centro, vine a tomar

pedidos y saber que piensan de mi chocolate.---

--- ¿Tienes muchos clientes en el centro?.---

--- Pues los principales restaurantes que, además son los que más pedidos hacen,

casi el total de mi producción.---

--- Oye que bien, entonces ¿va bien el negocio? ---

--- Pues mira, ahora que ya estamos un poco en paz, las ventas subieron, la gente

vuelve a salir a cenar fuera o a desayunar en los restaurantes.---

--- Oye y ¿a poco le vendes al nuevo Sanborns? el que está en la que llaman “La

Casa de los Azulejos”.---

--- Pues en eso estoy, ya deje unas muestras y el señor Pérez, el gerente me dijo

que volviera en una semana, eso fue hace tres días. Yo creo que si me van a

comprar.---

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--- Claro que sí, yo he probado el chocolate que haces, del que me has regalado y

la verdad está muy bueno.---

--- Gracias Palita, lo que ahora me preocupa es ¿Cómo subir la producción si

siguen creciendo las ventas? ---

--- Luis mi hermano me dice que puedo conseguir un préstamo en el Banco

Mercantil, que ahí tiene un conocido que nos puede ayudar. Serviría el préstamo

para comprar otro molino, otro tostador y hacer unas mesas de trabajo, yo no

estoy segura, tengo unos ahorros y tal vez consiga el molino usado a buen precio,

¿tú qué crees? ---

--- Hay Manga, tu siempre tan luchona, me sorprendes, pero mira creo que lo que

dices esta mejor que endrogarte y que después por algo no puedas pagar,

entonces pierdes hasta lo que ya tienes.---

--- ¿Por qué no me esperas un rato y nos vamos a comer juntas?, vamos a Sidrali,

está aquí cerca, a dos cuadras, venden medias noches con jamón, están muy

sabrosas y es barato.---

--- Si como no, mientras daré una vueltecita por la tienda, tiene cosas muy

bonitas, quiero ver una mascada como las que ahora se están usando.---

Media hora después Palita busco a Magdalena en el departamento de damas.

--- Pues vámonos, tengo una hora para comer.---

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Dijo Palita a Manga cuando la encontró muy entretenida en el departamento de

damas, viendo unos vestidos propios para fiesta.

Salieron de la tienda por el lado de la esquina de 20 de noviembre y Venustiano

Carranza, como ahora se llamaban. Había mucha gente circulando en las

banquetas y algunos ruidosos autos tocando sus claxon para que los dejaran pasar

los que se detenía por cualquier cosa.

Ahora se sentía la gente un poco más tranquila, hacía tiempo que no había

balaceras en la ciudad y solamente se oía alguna revuelta en la provincia.

--- Pero platícame, ¿sigues asistiendo al deportivo Chapultepec? ---

--- Si claro, al menos una vez a la semana voy a jugar tenis, el sábado que viene

empieza un torneo donde ya me inscribí, creo poder ganar un premio.---

Pasaron el tiempo de comida en una plática amena, hablando del tenis, de la

fábrica de chocolate, de Liverpool y el trato a los empleados y en momentos

remembrando cuando sus familias eran ricas.

--- Manga tengo que regresar al trabajo, pero dime ¿cuándo vienes por mí?, a las

cinco de la tarde tengo mi salida y podríamos ir a tomar un café al restaurant

Sanborns para conocerlo.---

Pregunto Palita.

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--- Yo creo que podemos hacerlo la próxima semana, estaré menos ocupada y sin

necesidad de regresar temprano a casa, ¿te parece el próximo martes?, nos

veríamos poco antes de las cinco en la tienda.---

Contesto Magdalena.

El martes siguiente Magdalena llego a la tienda poco antes de las cinco, paso unos

minutos bobeando la tienda, había ropa muy moderna, algo atrevida para las

mujeres, y sobre todo muy cara.

Después de unos minutos llegó Palita, ya venía lista para salir.

--- Hola Manga, ¿Cómo estas, tienes rato aquí? ---

--- No, no mucho, me dio oportunidad de conocer más la tienda, ver los vestidos

para dama, están muy atrevidos, ¿no te parece? ---

--- Pero están muy bonitos, yo no sé si me atrevería a usar uno de esos, bueno de

todos modos no lo podría comprar sin hacerle un gran agujero a mi economía.---

Comento alegremente Magdalena al mismo tiempo que caminaban a la salida.

--- Podemos caminar hasta Sanborns, esta como a ocho cuadras de aquí o nos

vamos a 5 de mayo y tomamos el camión hasta San Juan De Letrán.---

Propuso Palita.

---Prefiero tomar el camión, ya estoy un poco cansada.---

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Opino Magdalena.

Caminaron por la calle 5 de febrero hasta 5 de mayo, donde estaba el Monte de

Piedad, sin parar de hablar y viendo algunos escaparates de tiendas y joyerías.

--- ¡Mira que suerte!, el camión está esperándonos, apúrate y lo alcanzamos.---

Alcanzaron al camión y encontraron asiento, al cabo de unos cinco minutos

llegaron a la parada con San Juan De Letrán y bajaron.

Entraron al restaurante y buscaron una mesa.

--- ¿Cómo vez al nuevo presidente?--- Pregunto Palita.

--- Mira, yo no sé cómo es ese señor, nos hemos alejado de la política y nos

dedicamos más al trabajo y a tratar de mantenernos unidos.---

--- Pues yo te voy a poner al corriente, porque no puedes apartarte de la vida, sé

que han sufrido mucho por la pérdida de tu hermano pero necesitas saber que

pasa en tu país.---

Argumento Palita.

--- No se Palita, bien dices, que después del asesinato de Joaquín murió mi papá y

mi hermanos tomaron cada quien su camino. Carmen se fue con su novio, así

nada más, sin casarse, y mi hermanito Agustín se metió a la Profesa, quiere ser

sacerdote Jesuita, pero a mí me da miedo que lo vuelvan a meter a la cárcel.---

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--- No te apures, al parecer ya pasó el peligro, ya ves que los obispos pactaron,

hace cinco años, la tregua con el presidente Portes Gil y no creo que se vuelva a la

guerra.---

--- Pero mejor hablemos de cómo te va con la fábrica, ¿Qué has pensado de pedir

prestado para ampliarla? ---

--- No, no voy a pedir prestado, voy hacer lo que dije, voy a juntar para negociar

otro molino, aunque sea usado pero en buenas condiciones. Estoy consiguiendo

más pedidos, de poquito, pero si sigue esto así, pronto no podré entregarles a

todos a tiempo, o lo peor sería que rechace pedidos.---

--- Pero hay otra cosa de lo mismo, fíjate que el otro día cuando vine aquí para

saber si me comprarían, me presentaron a un señor Gonzalez que me invito a

sentarnos y platicar sobre el negocio del chocolate.---

--- Acepte, pensando que era algún jefe de este restaurante, pero resulto que es

uno de los dueños de una fábrica de chocolate para mesa.---

--- Al parecer es una fábrica muy grande y me propuso que le vendiera mi forma

de hacer el chocolate. Me dijo que el gerente de aquí, de Sanborns, le comento

que yo le traje unas muestras a probar, ¿te acuerdas que te platique?, y le dio a

probar una de ellas. Ellos son los que le llevan el chocolate y que al parecer el mío

les gustó mucho, por eso quería que yo les vendiera mi formula.---

--- ¿Y qué les dijiste?---


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--- Pues todo quedo muy ambiguo, porque le dije que no estaba interesada, al

menos por ahora, pero que me diera sus datos donde localizarlo y que si me

interesaba después lo buscaría.---

--- Yo no sé cuánto valdría vender mi formula y además la fábrica, porque me dijo

que también me compraría el molino, las mesas de trabajo, charolas, cuarto de

enfriado, bueno todo.---

--- Como quiera le platicare a mi hermano Luis, él es abogado y entiende más de

estas cosas.---

--- Pero si la vendo, quiere decir que ya no trabajaría en el chocolate, ¿Qué otra

cosa podría yo hacer?.---

--- ¿Y no has pensado en casarte?, eres joven y bonita, no te deben de faltar

pretendientes.---

Comento Palita

--- Pues te diré, si hay algunos pretendientes en el club, cuando juego tenis, siento

que me están viendo y uno que otro ha tratado de hablarme, pero no les hago

caso, me parece que todos son iguales a Fernando, engreídos y falsos.---

--- Hay.. y pensar que yo te lo presente, lo conocía desde niños y parecía decente,

mira nada más con que fue saliendo.---

Comento apenada Palita


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--- Tu no tuviste que ver en esto, por lo que ni te mortifiques.---

--- Pero déjame te cuento.---

Continuo Magdalena.

--- Hay un señor, me da miedo, me lo encuentro muchas veces en el tren y siento

que me está viendo, no esta joven, tendrá como cuarenta y tantos años.---

--- Pues para no interesarte, sabes mucho de él.---

Comento Palita jocosamente.

--- Cómo crees, te digo que me da miedo, a lo mejor es policía y me está

siguiendo.---

--- Ya eso paso, ahora todo está en paz, tu lo dijiste, ya abrieron los templos y

todo sigue normal, hay misas, confesiones comunión, todo, ¿qué más puedes

temer? ---

--- No te creas Palita, todavía hay alzados en alguno lugares del país y como tú

sabes; un tiempo ayudamos mucho a los combatientes después de que asesinaron

a mi hermano, no sea que sigan buscando a los que participamos directa o

indirectamente.---

--- Tienes razón, se cautelosa, pero no te cierres a dar posibilidades a un

pretendiente, ¿Quién te dice que no es el hombre que esperas? ---

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--- Y ¿Quién te dijo que espero a un hombre?, yo estoy bien con mi trabajo y

cuidando a mi madre.---

--- Manga, eso no es lo que cualquier mujer espera de su vida, tu eres joven y

guapa, ¿no pensaras ser la tía solterona de la familia?, o ¿Si? ---

--- Pues pensándolo bien, no, no quiero eso para mi vida, lo que quiero decir es

que no lo voy a buscar, porque no sé dónde, en el club hay puro mamarracho

engreído y bueno para nada y mis clientes son todos casados y con hijos

pequeños.---

--- ¿No vas a reuniones sociales con tu familia? ---

--- No, mis hermanos dejaron de invitarme porque se sentía el rechazo de las

amistades, eran educados, pero preferían no hablar conmigo, así que me la pasaba

sola sentada, era muy doloroso, créemelo.---

---Calma Manga, solo se paciente y ten fe en Dios que te pondrá al hombre que te

quiera y te dé muchos hijos.---

Alberto 1934

Después del combate en el puerto de Manzanillo, Alberto participo en muchos

combates breves. Los cristeros, como él ya sabía, peleaban en forma de guerra de

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guerrillas, de este modo, nunca se lograba un resultado definitivo, de uno o de

otro bando.

Pero en el rancho Los Sauces, cerca de Manzanillo, después de un cruento

combate, habiendo terminado completamente con el grupo de guerrilleros cristeros

recupero el rancho para sus dueños. Por su actuación, Alberto fue felicitado por el

Presidente Calles el 20 de julio de 1928.

Un acontecimiento trágico cimbró la poca estabilidad política del país. El 28 de julio

de 1928, es asesinado el expresidente Obregón en el restaurante La Bombilla en

manos de un fanático llamado José León Toral inducido por una monja a la que se

conocía como Madre Conchita.

Mientras; el país se convulsionaba políticamente, pues el presidente Calles

proponía a la nación dejar atrás el caudillismo para dar paso a los partidos

políticos, dejando al congreso, en esta ocasión elegir al sustituto de Obregón como

candidato a la presidencia.

En esos días de enero de 1929, Alberto, fue trasladado a Salina Cruz en el estado

de Oaxaca, ahí los movimientos de cristeros eran muy esporádicos pero el

gobierno se preocupaba por el puerto estratégico del Istmo.

Alberto se instaló en la pequeña guarnición compuesta de dos compañías de

infantería.

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Durante poco más de una semana Alberto ocupo su tiempo en recorridos en los

alrededores del pequeño puerto, previendo lugares de posibles ataques y

conociendo a los principales del poblado, que eran pocos.

En su visita al poblado conoce a Don Martín, hombre de unos sesenta y cinco años

de edad, propietario de la tienda de abarrotes más grande del poblado, con quien

empezó a pasar las tardes tomándose una cerveza y platicando de diversas cosas.

--- ¿Sabes mi coronel que en este pequeño lugar se defendió a la nación de una

invasión de los gringos y que hasta casi les hundimos un barco de guerra muy

grande? ---

--- No, no lo sabía, pero cuénteme, a ver si no resulta otra de sus habladas.---

Respondió Alberto

--- Pues veras, yo llegué aquí cuando tenía como quince años, con mis padres que

venía huyendo del gobierno de Lerdo, pues mis padres se habían alzado a favor de

Porfirio Díaz---

--- Pues ora vera, que allá por 1909, cuando todavía era presidente Porfirio Díaz,

llegó aquí un General llamado Manuel Mondragón, se decía que era muy allegado

al presidente y que el mismo le había dado órdenes para venir para acá.---

--- Resulta que los gringos querían quitarnos todo el istmo, que para hacer un

canal, y como Don Porfirio no les quiso vender las tierras, trataron de hacer el

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mismo modo de cuando nos robaron Texas, empezaron a querer comprar muchas

tierras para luego declararse independientes y que los gringos nos invadieran para

defenderlos. Pero resulta que Don Porfirio no los dejo y prohibió la venta de tierras

a extranjeros, pero sospechó que lo iban hacer a la mala.---

--- Entonces mando al General Mondragón a comprar con los alemanes dos

cañones para instalarlos aquí. Contrataron mucha gente, para preparar donde se

iban a instalar los cañones, yo aproveche y puse la tienda, y desde entonces la

trabajo.---

Dijo muy orgulloso Don Martín.

--- Bueno ¿y que paso, los instalaron y luego? ---

Pregunto intrigado Alberto.

--- Pues sí, ha como costo trabajo subirlos a los cerros donde dispuso el General

Mondragón que se pusieran, porque eran muy grandotes, pero al final se pusieron

en su lugar.---

--- Aquí se decía que pos que locuras traía el presidente, que aunque aquí se le

quería mucho, pues se pensaba que ahora si se le había zafado algo en la cabeza,

mandaron como cinco veces más tropa de la que ahora tienes tú y llegaron cajas y

cajas de bombas para los cañones, bien grandotas y pesadas.---

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--- Pero que tenía razón, una tarde como a las cinco de la tarde, que se ven

muchos barcos a lo lejos en la bahía, tocaron cornetas, todos corrieron para los

cañones y a las trincheras y al poco rato que retumba todo con el cañonazo. La

bomba cayó adelantito del barco de guerra que iba hasta adelante. Que los canijos

siguen avanzando, pero sin dispararnos ellos, yo creo que sus cañones no tenían el

alcance suficiente, pues que suena el segundo cañonazo y dale que estalla arriba

del barco de adelante, uno muy grande con muchos cañones, entonces se pararon

todos dan la vuelta y ya no volvieron nunca. Si hubieran seguido seguro que el

General Mondragón les iba a dar una chinga como nunca.---

Concluyo su relato Don Martín.

--- ¿Que paso con los cañones? ---

Pregunto Alberto.

--- Ahí siguieron varios años más, pero ya nunca volvieron los barcos, fue hasta

cuando estaba Madero que los quitaron, al parecer a cambio de armas, aunque

hay quien dice que para que los gringos lo reconocieran como Presidente.---

--- Pues ya me confundí, cuando salí de la Escuela Militar, serví a las órdenes del

Presidente Madero fielmente, creyendo que el malo había sido Porfirio Díaz y ahora

me cuentas que mejor Don Porfirio defendió a la nación de los pinches gringos y

que fue el mismo Madero que los obedeció sin pestañar, ¡carajo pues que pasa en

este país!.---

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En eso estaban; cuando llego corriendo a la tienda un oficial de la guarnición para

avisarle que llego un telegrama notificando que un grupo de cristeros armados, al

mando de un tal Nicanor Díaz se dirigía al puerto.

Alberto sin despedirse salió hacia donde estaba la guarnición reunió a sus oficiales

para darles instrucciones. En seguida apostaron a sus tropas en las trincheras

preparadas desde antes, otros se fueron a establecer en el cerro del Morro, donde

alguna vez estuvo uno de los cañones de Mondragón y otro en el faro de Cortes.

Otra compañía se colocó en las laderas de los cerros al poniente del puerto.

--- Capitán Martinez, ¿sabe usted cuantos vienen? ---

Pregunto Alberto a uno de sus oficiales.

--- El telegrama menciona que vienen como mil quinientos a píe y otro tanto a

caballo.---

Contesto el Capitán Martinez.

--- ¡Pues se va a poner bueno, llevamos ventaja en nuestra fortificación, tenemos

parque y ya sabemos que ahí vienen! ---

Dijo el Teniente Roberto, ayudante del Coronel Aguirre.

--- Pero no nos confiemos, esos cristeros no combaten de frente, su forma de

pelear es como de guerrilla, atacan pocos un punto y se retiran. Pueden cerrarnos

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los pasos y quedarnos sin abastecimientos si esto dura mucho, así que

comuniquen a su gente que no se dispare sin asegurar el blanco.---

Ordeno Alberto a sus oficiales.

El combate empezó el cuatro de marzo de 1929, a las tres de la tarde, atacaron

desde arriba al personal apostado en la ladera, al parecer concentraban a los de a

píe en ese flanco, mientras que los de a caballo se dejaban ir sobre el cerro del

Morro. Las bajas de federales fueron numerosas en la primera embestida, sin

embargo se logró repeler el ataque y, como se esperaba; se retiraron para atacar

por otros puntos. El zafarrancho había durado solo una hora y media.

Antes de ponerse el sol, atacaron nuevamente, esta vez por el lado sur del lomerío

al poniente del puerto.

--- ¡Por donde se pasaron esos cabrones a este lado! ---

Grito uno de los sargentos cuando los cristeros iniciaron a disparar, pero esta vez

de abajo para arriba, al parecer se pasaron en su vuelta y cuando se dieron cuenta

tenían a las tropas federales arriba.

El ataque duro poco, sin bajas para los federales y muchas de los cristeros. Las

ametralladoras Colt-Browning hicieron los suyo al tener sus blancos hacia abajo y

ellos estar bien protegidos por el atrincheramiento que construyeron previamente.

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Los gritos de ¡Viva Cristo Rey! No dejaron de oírse todo el tiempo, junto con los de

dolor al recibir una o dos balas.

El cerro del Morro no fue atacado. Alberto que puso su comandancia ahí mismo,

espero observando el ataque sobre el cerro de San Pablo solamente, viendo que

no cargara la caballería sobre de ellos, pensó que los cristeros esperaban a que

salieran para ayudar a los que estaban en el otro lado y entonces cargarían a

caballo sobre el flanco en movimiento. Sostuvo su posición ayudado con los dos

cañones Saint Chaumond que disponía la guarnición.

Una hora después, cuando los cristeros en el cerro de San Pablo, al poniente de la

guarnición empezaron su retirada, muy diezmados por cierto, la caballería de los

cristeros se dejó venir, ahora sobre los dos lados, unos hacia el Morro y otros

como a reforzar a los de a píe que ya estaban en franca retirada.

Los cristeros caían por cientos, las ametralladoras no paraba y los Saint Chaumond

hacían lo suyo. Alberto observaba con sus binoculares el fin del combate, cuando

sintió el impacto de una bala en la pierna, de momento no le hizo caso, pues no

dolía, pero en unos minutos sintió el dolor y miro su pierna empapada en sangre.

--- ¡Enfermero, enfermero! ---

Llamo el Teniente Roberto para que atendiera al Coronel.

El enfermero, que a unos pasos atendía a otro herido volteo y vio al coronel ahí

parado, siguiendo con sus binoculares el fin del combate.


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Sin dejar de atender al cabo que tenía una herida grave en el estómago, contesto:

--- ¡Póngale un torniquete por mientras, ahorita no puedo ir, solo aguánteme un

ratito! ---

Alberto oyó y siguió con sus binoculares, un momento después, el mismo se quitó

el cinturón se lo puso en la pierna, arriba de la herida y apretó.

Los pocos cristeros que quedaron a la vista, se estaban rindiendo, entregaban sus

armas y levantaba las manos cuando las tropas fueron cerrando un circulo bajando

desde ambos cerros, solamente se oia uno que otro disparo.

La batalla había terminado favorablemente para los federales. Alberto estaba en

un catre atendido por el cabo enfermero, la bala entro y salió, solo fue limpiar con

agua destilada, ponerle sulfas y una venda.

Una horas más tarde, ya puesto el sol, llegó Don Martín.

--- ¿Cómo estas muchacho mi coronel?, me dijeron que te hirieron, pero al parecer

no tienes nada.---

--- Pues solo duele un poco, creo que en uno o dos días ya estaré caminando.---

--- No hombre, no te los tomes tan en serio, descansa otros días, yo no creo que

te vuelvan atacar, no quedaron con ganas, ándale, yo te mando de comer de ahí

de donde Eulalia, al fin te gusta….la comida ¿que no? ---

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Alberto hizo caso, después de escribir su parte y enviarlo, mando colocar guardias,

de a un pelotón en diversos puntos, por donde llegaron los cristeros y en el lado

poniente del cerro de San Pablo sobre la ladera sur desde dominaban un posible

paso desde el poniente, otros más al norte del puerto, al otro extremo el cerro de

San pablo, por donde habían llegado los cristeros.

Se quedó en el cuarto que le servía de comandancia unos días más hasta que

pudo caminar nuevamente, cojeando pero mejorando.

Una semana después, llego un telegrama, era la transcripción de la felicitación del

Presidente Portes Gil por la decidida y bien hecha defensa de un punto estratégico

de la nación.

Alberto, después de comunicar a sus oficiales y hacerles ver que el mérito fue de

ellos, se dirigió a la tienda de don Martín, con el papel en la mano, para presumirle

de la felicitación.

--- Yo también te felicito mi coronel, aunque la verdad no estoy de acuerdo con

esta guerra entre los cristeros y ustedes, pero de eso tú no tienes la culpa.---

--- Mira yo soy católico y creo en la virgen de Guadalupe pero yo no tomaría las

armas para defender a Dios, creo que Dios no necesita que lo defiendan.---

Con algo de tristeza comento Don Martin.

--- Yo estoy de acuerdo con usted… en parte.---

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Contesto Alberto.

--- A mí no se me dio educación como católico, pero si estuve cerca de las iglesias

cuando mi papá y yo caminamos de México a San Luis, ahí nos quedábamos a

dormir, los curas nos dejaban dormir ahí y en ocasiones mi papá trabajo para

ellos, arreglándoles las cuentas en unos libros. Me acuerdo que una vez mi papá

cuando revisaba un libro, dijo: “ya quisiera ganar lo que los curas, que bárbaro

que cantidad de dinero entra a la iglesia de este pueblito cada semana”. Como yo

estaba chico no supe de que hablaba.---

--- Mira Alberto, ya que lo dices, yo creo en Dios y la Virgen, como te dije, pero

dudo mucho de lo que los curas hacen, le cobran mucho dinero al pueblo que por

un bautizo, que por la boda, por lo que sea y además le piden cada domingo que

dejen en la charola y por si fuera poco, el diezmo que es obligado y todavía

muchos patrones se lo descuentan de su paga a sus trabajadores.---

--- Don Martin le cuento; el año pasado allá por Colima después de un combate en

el puerto de Manzanillo aprendimos a un cura que llevaba una maleta llena de

dinero, el General Chaires lo regaño y luego lo dejo ir con todo y dinero. ¿De

dónde sacaría tanto dinero el cura?, pues yo creo que se los dieron unos

hacendados para ayudarlos en la guerra, ¿usted qué cree?---

---Mire esta guerra se supone que ya había terminado el veintiuno de junio pasado

de este mismo año, no sé cómo siguen estos peleando si los mismos obispos les

han dado instrucciones a los curas para que dejen las armas.---
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--- ¡Y cómo no! ---

Contesto Don Martin.

--- Los Obispos los mandaron a la guerra y luego los dejaron solos.---

--- Ahí está el punto Don Martin, primero los azuzaron porque la Constitución les

quita todas sus propiedades como casas y ranchos, que les producía muchos

ingresos por rentas.---

--- Pero por otro lado en las iglesias se cobran todos los servicios y el pueblo tiene

que dar limosna los domingos que disque para mantener al cura, pero la verdad es

que muchos de estos viven más o menos pobres y otros viven muy bien, con

casonas llamadas parroquiales, donde tienen sirvientes y comen mucho mejor que

cualquiera del pueblo que los mantiene y aun así les sobra, entonces a donde se

va el dinero sobrante, pues con los obispos que reúnen la de todas las iglesias que

controlan.---

--- Luego cuando se arma la bola, que ellos provocaron, la gente no trabaja, deja

los ranchos y haciendas y con los templos cerrados, pues dejaron de ganar dinero

y aunque tengan mucho dinero, no les gusta dejar de llenar sus bolsillos.---

--- Por lo que prefirieron traicionar a su gente y dar marcha atrás, los templos se

abren y en muchas ciudades ya no se pelea, la gente va a la iglesia a dejar sus

limosnas y pagar por sus bodas y bautizos y los obispos siguen enriqueciéndose.---

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--- Pero algunos que creen que realmente el gobierno ataco a Dios, pues siguen en

su guerra hasta que mueran o alguien los convenza de que están equivocados.---

--- Pues ojala ya no lleguen otros por acá.---

Comento Don Martín.

Así pasaron los meses y luego los años, eventualmente Alberto hacía recorridos

por la sierra, unas veces con dirección a Oaxaca y otras a Chiapas.

En sus recorridos encontró todavía algunos alzados, más bien, gente que aun

cuidaba su pequeño templo, que lo mantenían cerrado hasta que fuera el cura que

iba cada mes a bautizar y casar, pero que tenía rato que no se presentaba.

En San Pedro Huilotepec, un pequeño poblado a unos diez kilómetros de Salina

Cruz, un grupo, malamente armado, estaba cuidando lo que parecía una pequeña

capilla. Cuando las tropas federales los rodeo y conmino a dejar las armas, estos

se rindieron.

Alberto les explico que la guerra había terminado, que mejor se fueran a sus

ranchos a trabajar en lugar de morir por una causa sin razón. Les explico que los

obispos habían pactado con el gobierno y que ya todo estaba terminado. Los

“Cristeros”, frustrados y con la cabeza baja, dejaron sus armas y se fueron a sus

casas.

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El primero de agosto de 1929, Alberto recibió un telegrama donde le comunicaban

que causaba baja de la Plaza de Salina Cruz enviándolo a Hermosillo Sonora.

Alberto después de hacer su equipaje y dejar el mando al Capitán Martinez, fue a

la tienda a despedirse de su amigo, el señor Martín Lozano.

--- Alberto, no sé si sea para bien o para mal, pero te deseo mucho éxito en tu

nuevo trabajo, te aprecio muchacho mi Coronel.---

Alberto permaneció en Sonora hasta mayo de 1930, cuando lo nombraron Jefe de

la guarnición de Durango.

Así estuvo Alberto, de un lado a otro del país, sin poder permanecer con su familia

por más de una semana cuando iba de paso de un lugar a otro.

Estando a disposición en la Dirección de Infantería en la plaza de Guadalajara

Jalisco, Alberto recibe órdenes para presentarse en la ciudad de México al Estado

Mayor de la Secretaría de Guerra, debería presentarse a la mayor brevedad.

Cuando Alberto llego a la capital, lo primero que hizo fue ir a su casa, a ver a su

esposa y a sus hijos. No los veía desde que paso rumbo a Guadalajara, se

escribían frecuentemente y así Alberto sabía de cómo la iban pasando. Cada

quince días les mandaba la mayor parte de su sueldo, quedándose con lo

suficiente para vivir.

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--- ¡Papá!---

Grito Isabel cuando abrió la puerta al oír que tocaban.

--- ¡Abuelita, abuelita! aquí está mi papá.---

--- ¿Dónde está tu mamá Chabela? ---

Pregunto Alberto a su hija.

En ese momento entro en la habitación, que servía de sala, la señora Emiliana,

mamá de Ninfa.

--- Alberto, hijo, que bueno que llegaste, ¡hay hijo…! te tengo malas

noticias,….Ninfa está muy grave en el hospital.---

Informo la abuela.

--- ¿Qué paso?, ¿cómo no me entere?, ¿desde cuándo está en el hospital? ---

--- Mira hijo, te mandamos una carta hace tres días, cuando Ninfa, mija, se puso

muy mala de un dolor.---

--- Yo la lleve al hospital De Jesus y luego luego la pusieron en una cama, me

dijeron que la iban atender pero que estaba muy grave, que me quedara a

cuidarla.---

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Para entonces Doña Emiliana lloraba desconsolada, sacando su pena con su yerno-

sobrino.

--- No me pude quedar, pues Chabelita se había quedado sola cuidando a sus

hermanitos.---

--- Muchas gracias tía, dejo mi equipaje y me voy al hospital, ¿Dónde están los

niños? ---

--- En sus cuartos, dormidos.---

Contesto Doña Emiliana

Alberto entro a la pequeña recamara donde dormían Armando, Alberto y el menor

de sus hijos, Miguel, les dio un beso a Miguel y a Beto, Armando no estaba. En

otra habitación dormían doña Emiliana, Chabela y Eva, salió de con los niños y

busco a Eva, la encontró también dormida, le dio su beso y salió.

--- ¿Dónde está Armando? ---

Pregunto a Emiliana

--- Se está quedando con su mamá en las noches, que es cuando están más solos

los enfermos.---

Respondió Doña Emiliana.

--- ¿Quieres que te de café?, ¿o algo para cenar? ---

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--- Solo el café, enseguida iré al hospital.---

Alberto llegó al hospital, un hospital muy antiguo, económico y al que el gobierno

pagaba para atender a los militares y daba descuento a las familias.

--- Buenos días señorita, ¿Dónde puedo encontrar a la señora Ninfa Zertuche de

Aguirre?, es mi esposa.---

Pregunto a una enfermera que se encontraba a la entrada, detrás de un escritorio.

El hospital era viejo y necesitaba una buena repintada, aunque estaba limpio, su

aspecto era deprimente, se percibía un fuerte olor a formol y alcohol.

La enfermera consulto una libreta que tenía sobre el escritorio y sin levantar la

vista ni contestar el saludo de Alberto le informo.

--- Está en la cama 347, sala de mujeres, en el tercer piso, suba por las escaleras.-

--

--- Gracias señorita.---

Alberto subió la escalera rápidamente hasta el tercer piso, a su derecha vio el

letrero de Sala de Niños y a su izquierda encontró la Sala de Mujeres. Entro dando

grandes zancadas, encontró a medio pasillo a su hijo Armando sentado en el suelo

con la cabeza sobre sus rodillas.

Armando levanto la cabeza al oír los pasos de su papá, sus ojos estaba rojos de

llorar, se levantó y corrió hacia su papá el poco trecho que los separaba.
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---¿Qué pasó hijo, como está tu mamá?---

Antes de que le respondiera, Alberto entro en la sala donde encontró a Ninfa en

una cama, un médico y una enfermera se encontraban atendiéndola.

--- Buenas tardes doctor, soy Alberto Aguirre esposo de la señora Ninfa, ¿Cómo

esta ella? ---

Pregunto Alberto angustiado al pararse a los pies de la cama, desde donde podía

ver la escena. Armando su hijo se le acerco buscándolo.

--- Señor lo siento mucho, pero ya no podemos hacer nada por la señora, ella

morirá de un momento a otro, trate usted de hablarle.---

Contesto el doctor, haciéndose a un lado para que Alberto se acercara.

Alberto había visto muchas muertes de cerca, de amigos y enemigos, pero no

había sentido el dolor que le causaba el de un ser querido.

Ninfa era la madre de sus hijos, con ella había pasado penurias cuando se casaron

y se encontraba sin ingresos, cuando llegaron a la capital y buscaron juntos donde

hacer su hogar, cuando se trasladaron a Chiapas, nuevamente en el ejército,

donde llegaron a tener una vida más tranquila.

Después de que lo trasladaran de Chiapas a Colima, después de la batalla de

Manzanillo, mando dinero para que Ninfa se fuera a la ciudad y buscara donde

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rentar una casa, pusiera los niños en la escuela mientras él se encontrara, otra

vez, de un lado a otro.

La mamá de Ninfa y tía-suegra de Alberto, llego a vivir con ella, para Alberto era

una tranquilidad que ahora su familia no estuviera del todo sola.

--- Ninfa, me oyes, soy Alberto, aquí estoy contigo.---

Alberto trato de hablar con Ninfa, la voz se le quebraba.

Ninfa no reacciono, continuó inmóvil con la respiración muy pausada, casi no se le

percibía. Alberto permaneció cerca de una hora al lado de Ninfa, a ratos le hablaba

tratando de que reaccionara, pero todo era ya inútil, Ninfa murió en paz.

Alberto permaneció mucho rato con ella abrazando a su hijo Armando que lloraba

desconsoladamente.

El doctor había revisado a Ninfa después del llamado de Alberto cuando se percató

que ya no respiraba. El doctor confirmo su muerte.

--- Señor le vamos a molestar, no podemos dejar el cuerpo en la sala, la

llevaremos al depósito de cadáveres. Mientras usted puede arreglar con alguna

agencia el velatorio y sepelio de su esposa.---

Le dijo la enfermera que cuidaba a Ninfa, también con el semblante triste.

Alberto salió de la sala, arrastrando a Armando que no quería dejar a su mamá.

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Con lágrimas en los ojos Alberto explico los sucesos a su tía-suegra y a sus hijos.

Sus hijos rompieron en llanto amargo, incluso Miguel que aún no percibía la

magnitud de lo que acababa de suceder, pero contagiado por el llanto de sus

hermanos, su abuela y las lágrimas de su papá.

Tres días después Ninfa fue sepultada en el panteón Jardín, el día era soleado pero

la familia lo entristecía, los niños se abrazaban a su papá y su abuela trataba de

consolarlos, sin que a ella nadie la consolara por la pérdida de su hija.

Acompañaba a la familia solamente vecinos que conocían a la familia.

Al terminar el sepelio, todos regresaron a su casa para permanecer en silencio no

acordado y cada uno, a su modo, preocupado por lo que venía después sin la

madre en su casa.

Alberto se acercó con doña Emiliana y muy quedo le habló.

--- Tía, le quiero pedir que por favor se quede a cuidar a los niños, les hace falta

una madre y quien mejor que usted para hacerlo.---

Alberto permaneció con sus hijos otro día más, se había presentado en la

Secretaría de Guerra al día siguiente de la muerte de Ninfa, mientras la

trasladaban a las capillas de velación.

Le concedieron tres días más para presentarse en el Estado Mayor.

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Era la mañana del 28 de octubre de 1934 cuando Alberto se presentó en la

Secretaría de Guerra y Marina.

--- Coronel Alberto Aguirre presente mi General.---

Alberto dijo con voz firme ante el escritorio del Jefe del Estado Mayor General de

Brigada Aurelio L. Calles.

--- Buenos días Coronel, aunque no le conocía personalmente, supe de usted

cuando los dos pertenecíamos al Ejercito Libertador del Sur. Por favor tome usted

asiento, en unos momentos más los recibirá el señor Secretario para darle

instrucciones personalmente.---

Alberto se sentó un tanto desconcertado, hacia muchas conjeturas acerca de las

instrucciones que recibiría.

Unos minutos después de silencio en la sala, salió un oficial y respetuosamente

invito a pasar a Alberto al despacho del Secretario de Guerra y Marina, el General

de División Pablo Quiroga

Alberto en posición de firmes y con la gorra bajo el brazo izquierdo se presentó.

--- Coronel de Infantería Alberto Aguirre Palacios a sus órdenes.---

Sin levantarse de su asiento levantando la vista el Secretario contesto.

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--- Gracias Coronel, lo he llamado para darle instrucciones personalmente por la

delicadeza de la misión.---

--- He sido informado que usted habla inglés y que ha vivido en los Estados

Unidos.---

---Leí su expediente y creo que es la persona adecuada para lo que le voy a

encomendar. Lo que le voy a decir es un secreto del que usted se enterara

parcialmente.---

--- El señor General Lázaro Cárdenas tomará posesión el mes que entra y dentro

de sus programas de trabajo como presidente, se ha trazado un plan que quiere

realizar en un futuro cercano.---

-- -Este plan está relacionado con el petróleo, explotado en México por empresas

extranjeras y eso es todo lo que sabrá al respecto.---

--- Usted se trasladara a los Estados Unidos viajando como paisano. Para abreviar,

usted deberá tomar nota de todo cuanto oiga sobre una probable guerra en

Europa y sobre el petróleo en el país, si les falta, si les sobra, donde lo guarden,

donde lo hacen gasolina, todo cuanto pueda saber al respecto.---

--- Deberá cruzar por la frontera de Laredo, ira a Houston Texas donde

permanecerá lo que considere pertinente. De ahí se trasladara usted hasta

Washington, la capital, donde permanecerá por al menos quince días, si así lo

considera conveniente para la misión.---


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--- Podrá ir a otros lugares a su libre albedrío, de acuerdo con su misión.---

--- No debe presentarse a la embajada ni decir que es militar, cámbiese de nombre

para viajar.---

--- No quiero que llame la atención preguntando abiertamente, use su ingenio para

sacar la información.---

--- Le advierto que si lo llegan a detener, nosotros los desconoceremos y nadie lo

podrá ayudar, ¿está claro? ---

--- Si mi General, ha quedado claro. A mi regreso, por supuesto, le entregare a

usted mi informe.---

--- Desde luego que sí y, a nadie, escúchelo bien, a nadie más podrá entregárselo,

así se lo pidan, esto solamente lo sabe usted y yo y posteriormente el Presidente.--

--- Le darán órdenes muy escuetas y para sus gastos, tome usted este dinero, está

calculado para que coma, se hospede y pague pasajes durante tres meses y esto

más por lo que pudiera ofrecérsele. Aparte le entrego esta compensación adicional

por sus servicios.---

--- Entendido mi General, ¿alguna otra orden? ---

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--- No Aguirre, puede retirarse y parta en cuanto termine de arreglar su problema

familiar, que a propósito, siento su pérdida y espero que no le afecte para

desempeñar su misión.---

--- No mi General, esta misión me ayudara mucho, pero quiero pedirle que si sabe

usted de que fui apresado o muerto, otorgue a mi familia una pensión para que

sobrevivan, mis hijos son pequeños y estarán al cuidado de la mamá de mi difunta

esposa.---

--- Vaya sin cuidado que en tal caso personalmente me encargare que su familia

este bien, pero si usted hace bien las cosas, nadie sabrá que está en una misión ni

mucho menos que es militar en servicio, pronto estará de regreso informándome lo

que investigo.---

--- A sus órdenes, mi General.---

Alberto, que se había puesto la gorra, saludo enérgicamente, dio media vuelta y

salió del despacho del Secretario.

Llegó a su casa, donde encontró a los niños chicos jugando, solamente Armando e

Isabel, que ayudaban a su abuela en los quehaceres mantenían el semblante

triste.

Llamo a todos a sentarse en la salita compuesta de un sillón doble y otro

individual, Armando acerco sillas para su abuelita y para él. Alberto se sentó en el

sillón individual y solemnemente se dirigió a su familia.


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---Tía, niños, en estos momentos deberán mantenerse fuertes y seguir con sus

vidas como de costumbre, perdimos a su mamá y eso nos duele a todos mucho,

pero a ella le gustaría que siguiéramos adelante, no podemos, ni debemos,

quedarnos sin hacer lo que nos toca a cada quien.---

--- He hablado con su abuelita y ella se quedará con ustedes mientras yo esté

trabajando, pero tú Armando eres el hombre de la casa mientras yo este fuera y

deberás de cuidar de tus hermanos, Isabel tú debes ayudar, como lo estás

haciendo a tu abuelita en la casa.---

--- Deberán seguir yendo a la escuela y aprender mucho para que sean algo en la

vida.---

---Yo tengo que ir de trabajo por unas semanas, mi sueldo se lo entregaran a mi

tía, mañana le avisare yo al pagador---

---¡No te vayas papá!---

Lloro Eva, abrazándolo fuertemente.

Alberto se conmovió y abrazo a su hija a la vez que volteaba a ver a su tía, como

pidiéndole ayuda.

La señora Emiliana lo comprendió y se acercó a la niña.

--- Evita, tu papá tiene que trabajar para que comamos y vayan a la escuela, pero

ya verás que pronto estará de regreso.---


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Tomándola de un brazo la desprendió de su papá y la abrazo ella. Eva siguió

sollozando, conforme con quedarse con su abuelita.

Alberto partió dos días después, primero dejo arreglado que se le pagara su sueldo

a doña Emiliana y paso a una talabartería ubicada en la calle de 5 de mayo en el

centro de la ciudad, donde compro un morral de cuero como el que le había

regalado doña Brígida cuando tenía doce años. El morral lo trajo consigo muchos

años durante su época de zapatista hasta que este quedo todo roto después de

tanta campaña.

Cuando Alberto regreso de su misión en los Estados Unidos en febrero de 1935,

entrego en mano el reporte, un legajo grueso, encuadernado con hilo y pastas de

baqueta.

El General Quiroga lo recibió y sin más preguntas le ordenó presentarse con el

Sub-Secretario General Manuel Ávila Camacho, quien lo recibió en su despacho.

Después de pedirle atentamente que tomara asiento enfrente de él en una

pequeña sala de recepción dentro de su mismo despacho lo cuestiono tratando de

obtener alguna información de la misión que cumplió en los Estados Unidos.

--- ¿Tuvo alguna dificultad en su misión Coronel? ---

--- No mi General, no la hubo.---

--- Dígame, ¿encontró todo a lo que lo enviaron? ---

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--- Así fue mi General, todo está en el informe que ya entregue al señor

Secretario.---

No viendo que sería fácil que Alberto le informara algo más, el General Ávila se

puso de píe y le informo.

--- Partirá usted a la plaza de Laredo Tamaulipas como agente del Ministerio

Público, me informara directamente a mí de todo lo que suceda, pero

principalmente si observa usted movimientos de tropas de los gringos.---

--- Así será mi Genera.---

Alberto se puso de pie y haciendo el saludo reglamentario, salió de la sala. Al salir,

el secretario del General le entrego las órdenes de su traslado a Laredo

Tamaulipas con fecha 20 de febrero de 1935.

Después de múltiples cambios por la República, como era la vida de un militar sin

privilegios por su posición social o por las relaciones que haga en el desempeño de

sus puestos, es enviado el 1º de julio de 1937 a la villa fronteriza de Agua Prieta

en el estado de Sonora.

Esta pequeña villa que hacía frontera con el poblado de Douglas Arizona, nace y

crece por ser el paso del ferrocarril para entregar el mineral de cobre a los Estados

Unidos.

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Entre un lugar y otro, Alberto siempre procuraba y pasaba por México para ver a

sus hijos que seguían su vida al cuidado de la abuelita. Esta vez no fue la

excepción, llego en tren desde Veracruz, el viaje fue largo, pues de Quintana Roo,

donde había sido comisionado como Comandante de la Guarnición en Payo Obispo,

viajo en camión hasta Puerto Progreso en Yucatán y de ahí abordo un barco

carguero hasta Veracruz.

--- ¡Buenos días familia! ---

Grito Alberto al entrar en la casa a la siete y media de la mañana.

No oyó respuesta inmediata, eran vacaciones y aun dormían todos incluso la

abuelita. El primero en aparecer en la pequeña estancia fue Armando, quien con el

pelo revuelto y restregándose los ojos se acercó perezoso a su papá para

abrazarlo.

Armando era ya un mozalbete de dieciséis años, no muy alto, pero había

alcanzado a su papá.

--- Papá que bueno que llegaste, ya te extrañábamos mucho, Eva pregunta mucho

por ti.---

--- Si hijo, yo también los extraño, pero así es la vida del militar, por eso quiero

que estudies mucho para que seas otra cosa menos militar, tus hermanos, ¿aun

duermen? ---

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--- Si papá, te cuento que Miguel ya está yendo a la escuela y aunque le cuesta

trabajo, le gustó mucho.---

--- ¿Tu abuelita estará dormida todavía?---

--- Si papá, creo que se desveló con Chabela que ha estado un poquito enferma de

gripa.---

--- Pues vamos a preparar café, yo podre estar un rato y luego que ir a la zona

militar a dar parte de mi paso hacia Agua Prieta, donde ahora me mandan.---

--- ¿Nos llevaras contigo esta vez? ---

--- No hijo, primero ustedes tiene que estudiar, luego, donde voy no sé si hay

escuela secundaria y todavía no hay mucha seguridad en el país.---

--- Yo quiero que ya me dejen aquí en la ciudad, quiero comprar una casa, creo

que ahora se consiguen préstamos para comprar casa con mayor facilidad.---

--- ¿Cuándo será eso papá? ---

--- Pues no sé, pero antes de irme voy hablar con un amigo que está en la

Secretaría y a lo mejor me ayuda a conseguir un puesto y también preguntar por

los préstamos para casa.---

--- Ojala lo logres, nos haces mucha falta en la casa.---

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Después de terminar el café que acompañaron con pan de dulce, Alberto se dio un

baño y debidamente uniformado se fue a la zona militar a dar parte de su arribo.

La despedida de los niños y de la abuelita fue otra vez muy triste, Eva lloraba.

Miguel se sentía extraño, vía a su papá muy poco para asimilar aun la importancia

de su presencia y el dolor de su ausencia.

Después de arreglar en la Secretaría los pendientes que traía e investigar sobre de

los préstamos, Alberto partió hacia Agua Prieta Sonora.

El viaje sería largo, iría por tren hasta Ciudad Juárez y cruzando la frontera viajaría

por territorio estadounidense con rumbo a Agua prieta.

Al llegar a la comandancia de la Guarnición en Agua Prieta, fue informado que

debería presentarse de inmediato a la comandancia de la 4ª zona militar en

Hermosillo.

--- A sus órdenes mi General.---

Saludó Alberto al entrar en el despacho del comandante de la zona.

--- Tome asiento Coronel, lo hice venir para darle instrucciones precisas respecto a

la guarnición de Agua Prieta.---

--- Sepa usted que acaba de haber elecciones municipales, donde gano el señor

Martín Burgueño. El gobernador del estado nos pide, mediante oficio, que se

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apoye al señor Burgueño en la toma de protesta, ya que el gobierno saliente está

en franca oposición.

--- La orden es pues que la Guarnición a su mando, apoye al señor Burgueño a

que tome posesión de su puesto.---

--- Así se hará mi General.---

Alberto regreso a la villa de Agua Prieta para dar instrucciones a su personal,

respecto a la orden recibida.

Alberto procedió a informarse, primero con los jefes y oficiales de la Guarnición y

después con comerciantes lugareños, que son, por lo regular, los más imparciales

en cuanto a política se refiere.

Se enteró que el señor Burgueño había sido herido en una pierna por un policía

municipal de apellido Maytorena apenas hacia dos días motivo por el cual la

comandancia recibió copia de la solicitud del señor Burgueño a la comandancia de

la zona, para recibir protección al tomar posesión.

El día de la toma de posesión se celebró un desfile cívico donde las escuelas

primarias y secundarias, así como miembros del sindicato de trabajadores de la

mina de Cananea y los empleados federales y municipales y otros grupos de la

sociedad de Agua Prieta.

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Cuando pasaba el contingente por el palacio municipal, un auto pasó velozmente a

un lado de ellos lanzándoles cohetes, ocasionándoles molestia y provocando

desorden.

--- Capitán Pérez, tome usted un pelotón y valla en la troca y detengan a ese

individuo.---

Ordeno el Coronel Aguirre.

--- En seguida mi coronel.---

El desfile continuo, pero al final de este se oyó a un grupo que venía gritando

consignas contra el presidente municipal, estos eran del Partido Nacional

Revolucionario que se oponían al señor Burgueño como presidente municipal.

Alberto se acercó al grupo acompañado de un oficial y un pelotón deteniéndoles en

su marcha colocando la tropa para impedir el paso.

--- Este desfile es cívico y no están permitidos actos políticos, así que por favor

retírense pacíficamente del lugar.---

Hablo el Coronel Aguirre.

--- Tenemos autorización del municipio para hacer nuestra manifestación de

protesta.---

Argumento el que parecía ser el líder del grupo.

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--- Muéstreme el permiso que usted dice señor.---

--- No traigo conmigo, pero el permiso se nos dio ¡y usted está afectando nuestros

derecho a manifestarse! ---

Contesto exaltado el líder.

--- Pues no creo que tengan ustedes permiso alguno, así que como se les ha

pedido retírense pacíficamente, no queremos hacer uso de la fuerza en una fiesta

cívica.---

--- Presentaremos una demanda ante el congreso del estado por este atropello.---

--- Está en su derecho, así que adelante y no me venga con amenazas.---

El grupo se retiró en sentido contrario al desfile, gritando las mismas consignas

contra Burgueño.

--- Mi Coronel, tenemos al del carro que aventaba cohetes, dice llamarse Ernesto

Gallardo, vive en Douglas y que el auto es de un tal Maytorena, hermano de un

policía.---

--- Alega que no hacía nada malo y que solamente quería participar en la fiesta.---

Informo el Capitán Pérez.

--- Mira que inocente cabrón, déjalo ir hasta que acabe el desfile y la gente se

haya ido a sus casas.---

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Ordeno el Coronel Aguirre.

Unas semanas después del suceso, Alberto fue llamado por teléfono por el

Comandante de la Zona en Hermosillo.

--- Coronel, ¿Cómo le va?, mire usted le hablo porque recibí un escrito firmado por

dos diputados trascribiendo un telegrama que a su vez envió la señora Antonia

Peralta, que dice ser presidente de la agrupación femenil del Partido Nacional

Revolucionario.---

--- Esto se refiere a los sucesos que me informo usted en su parte diario. Le pido

que me haga un informe detallado de los sucesos dando respuesta al escrito que le

estoy enviando con un mensajero.---

--- A sus órdenes mi General, en cuanto lo reciba redactaré el informe.---

Una semana después el comandante de la zona recibió el Parte Informativo

detallado de los sucesos, mismo que reenvió al Gobernador y al Congreso del

Estado.

El Gobernador contestó que el congreso había estudiado todos los informes

relativos, habiendo encontrado que los argumentos para imposibilitar al señor

Burgueño para la presidencia municipal no tienen sustento, por lo que no proceden

y que la actuación del Coronel Aguirre había sido con estricto apego al

cumplimento de su deber.

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Alberto permaneció en Agua Prieta por un año, como lo tenía en política la

Secretaría de Guerra, al cabo del cual fue enviado a la ciudad de México.

Alberto estuvo en la ciudad por cinco meses, lo que aprovecho para ir a su casa

diariamente al terminar su trabajo en la Dirección de Infantería.

Tuvo oportunidad de iniciar el trámite de un préstamo hipotecario para comprar

una casa.

--- Este domingo iremos todos a conocer una casa que quiero comprar, está muy

bonita y está frente al bosque de Chapultepec.---

--- Papá; ¿me puedo poner mi vestido nuevo para ir? ---

Pregunto Isabel.

--- Claro que si hija, después iremos al bosque a pasear y comer por ahí.---

El domingo muy temprano abordaron el tranvía que llegaba a Tacubaya.

Se bajaron en la esquina de Madereros con la calzada de Tacubaya y caminaron

unos cuantos metros para llegar a la casa que quería comprar Alberto. Esta era de

una planta, muy amplia con tres recamaras alrededor del jardín. A un lado estaba

una entrada para autos y al fondo una cochera con un cuarto arriba.

--- Yo quiero el cuarto de arriba.---

Dijo Armando en cuanto entraron a la casa.

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--- Deja que la compremos, estoy esperando la aprobación de crédito.---

Después de ver detenidamente la casa que les mostraba su dueño, el señor

Eugenio Lara, salieron y cruzando la avenida se internaron al bosque por la puerta

sur, cerca de “Los Pinos”, la casa oficial del presidente Cárdenas.

Caminaron alegremente por todo el bosque, a la orilla del lago había un quiosco

donde compraron tortas y comieron sentados en el suelo, incluso Doña Emiliana.

Pocos días después del paseo, Alberto fue informado que su crédito había sido

aprobado. La transacción ante notario se llevó al cabo, tres semanas antes de que

Alberto, nuevamente fuera trasladado.

---Papá, esta vez llévanos contigo---

Protesto Eva cuando les dijo a todos juntos que lo mandaban a Yucatán.

Alberto se quedó taciturno, pensando en la petición de su hija. Después de pasar

tiempo con ellos como nunca antes lo había hecho, ahora el pensar en dejarlos

nuevamente lo dolió, no le dio respuesta.

Averiguo en la Secretaría que le pagarían los pasajes de su familia, cada vez que lo

cambiaran de un lugar a otro, el problema sería la escuela, él no sabía cuánto

tiempo lo tendrían allá.

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--- ¡Familia!, nos vamos todos a Yucatán, ya compre la casa frente al bosque, y

para ya no pagar renta, nos cambiaremos mañana mismo, conseguí que me

prestaran una camión y entre todos cargaremos, así que a empacar todo---

--- ¿A que parte de Yucatán iremos? ---

Pregunto Armando, el mayor de los niños.

--- Iremos a Mérida, la capital, por eso me anime a llevarlos, allá comienzan clases

en septiembre, así que vamos a ver como los pongo en la escuela llegando.---

--- El viaje va a ser emocionante, primero llegaremos a Veracruz por tren y ahí nos

subiremos a un barco que nos llevara a Puerto Progreso y de ahí en camión a

Mérida. Yo me voy primero, porque ya debo de presentarme en la Comandancia,

ustedes se irán en cuanto pueda comprarles los pasajes.---

--- ¿Eso tardara mucho, papá?---

Pregunto su hija Eva con carita triste.

--- No Evita, en una o dos semanas cuando mucho, cuando lleguen ya tendré una

casa rentada.---

--- ¡Pues a empacar! ---

Alberto en tercero de sus hijos, un alegre muchachito que gustaba de cantar en

todos lados y en cada momento, grito entusiasmado.

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Todos corrieron a sus cuartos de la casa rentada y empezaron a guardar sus cosas

en los guacales que había conseguido Armando por instrucciones de su papá.

Armando ayudaba a Miguel de siete años a guardar sus cosas en orden, doblando

la ropa antes de meterla al guacal. En cambio Beto, como le decían todos

amontonaba sus cosas en los guacales.

Al final del día tenían todo empacado, los trastes de cocina, platos, vasos y

cubiertos también se metieron a guacales que hubo necesidad de traer más.

Al día siguiente llego el camión, manejado por un soldado, que ayudo a subir

primero los muebles, pocos por cierto, y después los guacales. Hubo que hacer dos

viajes pero se terminó la tarea. En el primer viaje, Alberto llevo a sus hijos y a

doña Emiliana en un auto de alquiler y en lo que Armando y Beto regresaban con

el chofer del camión por el segundo viaje.

A los tres días Alberto partió rumbo a Yucatán y como se previó, una semana

después salía el resto de la familia.

Permanecieron por un año, los niños entraron a clases una vez que llegaron, al

año escolar acababa de empezar y por su condición de militar, se le considero para

aceptarlos, sin embargo Armando no lo pudo hacer, ya que debería entrar a la

preparatoria y en esta no hubo cupo.

En octubre del 39 Alberto se enteró por un amigo de la Secretaría que sería

cambiado nuevamente, ahora a Veracruz, por lo que sin pensarlo mucho pidió
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pasajes para los niños y pago el de su tía-suegra, enviándoles de regreso a México

en un afán de que entraran a clases en enero del año que venidero.

La familia regresó a México a ocupar su casa frente al bosque y esperar que

llegara Alberto.

Alberto no llego, lo mandaron a Veracruz, como le habían dicho, su familia

permaneció en México esta vez.

Solamente estuvo en Veracruz dos meses, en abril del cuarenta fue nombrado

como miembro de la Comisión Inspectora responsable de la Delegación Inspectora

en los Almacenes de Armamento y Municiones dependientes de la Dirección de

Materiales de Guerra.

Este puesto le permitía pasar más tiempo con su familia y caminar por la ciudad,

donde había estado en combates como zapatista, ahora era otra forma de ver y

sobre todo conocer la ciudad.

Magdalena 1940.

--- ¡Palita, Palita!, tenemos que platicar, te espero a la comida y vamos a Sidrali---

Dijo Magdalena emocionada en cuanto encontró a Palita atrás de un mostrador de

ropa interior para mujer en los almacenes.

--- Ya es mi hora, espera, solo aviso y nos vamos.---


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Llegaron a Sidrali a pie, como siempre, platicando de nimiedades, pero al sentarse

ya con sus medias-noches y su sidral en la mano, Magdalena ya no aguanto y

empezó otra vez a hablar, entre emocionada y asustada.

--- Deja que te cuente, te acuerdas que hace tiempo te dije que en tranvía me

había encontrado con un señor que me veía mucho, siempre bien vestido y muy

serio, pues ya no me lo había encontrado desde hace como dos o tres años, hasta

ayer que iba para la casa, pero esta vez medio me sonrió e hizo una ademan de

saludarme tocándose el sombrero.---

--- Y tú ¿Qué hiciste?, ¿le contestaste el saludo y…la sonrisa? ---

--- ¡Cómo crees!, no lo conozco, quien sabe quién sea.---

--- Pues yo te veo emocionada, más que asustada.---

--- Bueno la verdad es que esta guapo, pero no vaya a ser un policía o algo así, no

creas todavía me preocupa la situación del país, ya vez que estamos en elecciones

y siempre hay revueltas.---

--- Pero tú ¿Qué tienes que ver con eso? ---

--- Es que todavía hay hombres armados en Guanajuato y en Michoacán peleando

por la causa cristera y acuérdate que nosotros participamos muy activos en esa

guerra y que en una ocasión catearon mi casa y nos vigilaban por si escondíamos

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curas o celebrábamos misa, lo que por cierto era verdad, pero nunca nos cacharon

y eso los frustro.---

--- Pero si ya se firmó la paz, entre el gobierno y los obispos.---

Comento Palita.

--- Pues sí, pero muchos se sintieron defraudados, pues no se les tomo en cuenta

para esos tratados y siguen armados y atacando pueblos y haciendas, yo creo que

ya se desviaron de la causa, ya se abrieron los templos y dejaron en paz a los

sacerdotes.---

--- En parte tienen razón.---

Continúo Magdalena.

--- Yo misma sentí muy feo que mi hermano haya sido fusilado para que después

sin lograr nada se firme la paz, pero bueno, yo creo que él estará contento

viéndonos desde el cielo que por su lucha, ya no hay persecución religiosa.---

--- Lo que si te digo, es que aprendí que hay una diferencia muy grande entre la

religión y la actuación de los obispos y de muchos sacerdotes.---

--- Eso sí, mi fe en mi Señor Jesucristo es inquebrantable.---

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Las pláticas de Magdalena, Manga para sus amigas y familia, con Palita siguieron

siendo frecuentes y siempre alrededor del “viejo” que la veía en el tranvía y de las

ventas del chocolate cada vez mejores.

Magdalena había comprado otro molino para reemplazar al viejo, pero su fórmula

era la misma, preferida por los principales restaurantes de la ciudad. Donde no

lograba hacer ventas era en las tiendas de la “esquina”, ahí se vendía más los de

la fábrica que entregaba empacados en cajas de cartón con el emblema de una

viejita sonriente.

Alberto y Magdalena 1942.

En sus andares por la ciudad una vez que regresaba Alberto a su casa en el tranvía

vio a la señorita que hacía unos años se encontrara en la misma ruta del tranvía.

Él tenía que haberse bajado en Madereros pero prefirió seguir para ver donde se

bajaba la señorita.

Alberto se sentía otra vez como en sus tiempos juveniles, le gustaba la señorita o

¿era señora?, no era muy joven, tendría unos treinta y cinco años o más, pero no

más de cuarenta, su tez blanca no mostraba la arrugas de la edad todavía, su pelo

era trigueño tendiente a negro que contrastaba fuertemente con la blancura de su

piel. Su figura juvenil propio de la mujer que no ha estado embarazada o que se

cuidaba con ejercicios para mantener la figura.


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Vestía recatadamente, sin exageración y se veía que era muy sería y con fuerte

carácter.

Todo eso lo apreció Alberto, con su experiencia en conocer a la gente.

La dama se bajó antes del mercado de Tacubaya, pasando el cine Hipódromo,

Alberto se quedó en su lugar viendo hacia donde se encaminaba.

El siguiente jueves, la volvió a encontrar.

*** Esta vez no se me escapa.*** Pensó Alberto.

Se alisto para bajarse igual que ella. El tranvía venía lleno de gente y no vio

cuando ella se bajó, probablemente en otra parada porque en la de la otra vez,

antes del mercado no estuvo.

--- Palita que bueno que nos vemos, te tengo que contar. La semana pasada me lo

encontré de nuevo, yo creo que si es policía, pues no dejaba de verme y cuando

me iba bajar, que lo veo que hace lo mismo por la puerta de atrás, entonces me

detuve y no baje, me baje en la siguiente y aunque camine un poco más ya no me

siguió.---

--- Y ¿qué tal si es un pretendiente?, y tu despreciándolo, no estamos para eso, ya

se nos fue el camión y no podemos ponernos remilgosas.---

--- Hay Palita, como crees, debe ser policía, pues qué otra cosa.---

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Otro jueves y Magdalena subió al tranvía, discretamente busco entre la gente, otra

vez mucha, pero no lo vio. Se quedó medio tranquila y medio decepcionada y

tomo el asiento que caballerosamente le ofrecían, dio la gracias y se sentó con la

vista para abajo.

Esta vez pensó bajarse en el cine Hipódromo y ver aparadores, caminaba más pero

tenía oportunidad de pasar al taller de su amigo Guillermo Gonzalez Camarena,

que disque hacía un aparato para ver cine a colores desde la propia casa.

Magdalena, incrédula, en ocasiones que pasaba con él y platicaba entusiasmado

de sus proyectos. Era un joven algo menor que ella pero simpático, ella quería

saber sobre sus progresos.

Al bajarse del tranvía, se acercó a los aparadores y mientras veía algunos vestidos

oyó a sus espaldas una voz que le pareció conocida.

--- Buenas tardes, que bonitos vestidos.---

Sin voltear contesto.

--- Pues sí, pero me parecen caros.---

Al voltear hacia la voz, se quedó petrificada, era el policía.

--- Pero usted se vería más bonita todavía con ese, el de flores.---

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--- Disculpe, no lo conozco, le conteste por que creí que era otra persona, su voz

se me hizo conocida.---

--- Me llamo Alberto Aguirre Palacios y estoy a sus órdenes.---

--- Ahora ya me conoce y si me permite la acompaño a su casa o a donde vaya.---

--- No señor, no se quien usted y que quiere, pero no acostumbro a conocer gente

en la calle y hacerla mi amistad, así que disculpe.---

Magdalena se dio la vuelta y empezó a caminar, iba muy nerviosa pero su corazón

latía aceleradamente y no sabía si de miedo o de emoción.

Magdalena trato de aclarar su mente, si fuera policía o algo así ya se lo hubiera

dicho y más parecía que quería conocerla, pero en la calle, ¡que atrevido!, pensó.

No habría avanzado más de veinte pasos y sintió al desconocido a un lado, por el

lado de la calle.

--- Señor, por favor no me moleste, llamare a un policía si insiste usted en

seguirme.---

--- Perdone usted señorita, no es mi intensión molestara ni mucho menos

asustarla, puede usted hablar a la policía, pero antes le pido que por favor me

escuche durante un rato, yo le aseguro que mis intenciones son buenas.---

Magdalena, volteo a verlo a la cara y enérgica le dijo.

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--- No le voy a impedir que camine a mi lado, porque no puedo y creo que no

encontrare un policía.---

Magdalena siguió caminando a paso normal y temblando en su interior pensaba:

*** Es muy guapo, pero seguro es casado y busca una aventura con otro mujer,

pero se equivoca el sinvergüenza, nada más llegue al taller de Guillermo y me

meto ahí.***

--- Señorita, ya le dije mi nombre y tal vez usted, cuando sepa más de mi, me diga

el suyo y me acepte como su pretendiente.---

Magdalena no contesto, se puso roja y sus pensamientos eran confusos, los

hombres que le presentaban en el club o en las pocas reuniones a las que asistía

no eran tan…, tan atrevidos, más bien eran unos timoratos.

--- Soy viudo y tengo cinco hijos, sus edades van desde los once años hasta los

veintiuno, vivo en la calle de Madereros numero cuarenta y tres, frente al bosque

de Chapultepec, aquí cerca y desde hace más de dos años que he tratado de

acercarme a usted, la he encontrado muchas veces en el tranvía, pero hasta ahora

me atreví a tratar de hablar con usted.---

--- Soy militar, soy Coronel del Ejército y poca veces estoy en la capital, como

ahora, por eso me decidí hablarle, ¿es usted casada?, porque en tal caso, aquí me

despido, desilusionado claro.---

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--- No, no soy casada.---

Magdalena no supo que le impulso a responder, era su oportunidad de que el

señor se retirara, bastaba decirle que si era casada, pero sin pensarlo, respondió

que no y eso dio pie a que Alberto continuara con su monologo.

--- Usted, ¿a que se dedica?, ¿es empleada?, una vez me pareció verla en el centro

en un almacén de esos muy elegante, no me acuerdo como se llama.---

--- El puerto de Liverpool.---

Dijo Magdalena.

***Alberto pensó, ya me dijo algo, creo que voy por buen camino.***

--- Bueno pues ahí la vi de lejos, ¿trabaja en la tienda? ---

--- No, voy porque me encuentro con una amiga que si trabaja en la tienda y luego

juntas vamos a comer para platicar.---

--- Entonces, ¿Qué hace?, ¿vive sola? ---

--- No, no vivo sola, vivo con mi mamá y una de mis hermanas y yo tengo una

fabriquita de chocolates los que vendo en los restaurantes del centro.---

--- Así que es toda una empresaria.---

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--- No, es una fabriquita que apenas nos da para que yo ayude a mi mamá con mis

gastos y para comprarme ropa, pero nada más.---

Sin darse cuenta Magdalena llegaron a su casa.

--- Bueno señor, ya me acompaño usted y sabe más de mí, hasta luego.---

--- Pero no me ha dicho su nombre.---

--- Magdalena, Magdalena de Silva Carrasco---

--- Muy elegante su nombre y se ve que es usted una persona con mucha

educación.---

--- Solo espero volver a encontrarnos en el tranvía y repetir nuestra plática, si

usted no tiene inconveniente, claro.---

Magdalena no contesto, esbozó una sonrisa muy simulada y entro a su casa.

Saludo a su mamá y en seguida, después de dejar sus cosas en su recamara y

revisar la producción de la fábrica, marco el teléfono de Palita, ya debiera estar en

su casa.

--- Palita, ¿a que no sabes que me paso? ---

Y sin esperar a que Palita le preguntara.

--- Hoy conocí al señor que te platique.---

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--- ¿Qué te dijo?, ¿es policía?, ¿Cómo fue?, cuéntame.---

Magdalena le platico lo que sucedió al pararse en el aparador de la tienda de

vestidos.

--- Me dijo que es militar y que es viudo con cinco hijos.---

--- ¡No!, como de que viudo, ¿no será que busca una aventura?, ten cuidado, los

hombres son muy mañosos y mentirosos.---

--- Claro, espero no volver a verlo, aunque la verdad me gustó mucho, es moreno,

no muy alto, como mi hermano Nacho, y tiene unos ojos negros como carbones.---

--- Pues para no estar interesada y que ya no lo quieres ver, te fijaste en muchas

cosas ---

--- Bueno, que no me interese no quiere decir que no me guste.---

--- Pues yo en tu lugar seguía hablando con él, a lo mejor es buena persona y, ya

te dije, ya se nos pasó el camión, así que aprovecha y date una oportunidad.---

Pasaron tres semanas en que Magdalena que iba al centro en el tranvía los marte

y jueves, invariablemente, a llevar su chocolate, que cargaba en dos bolsas de

mimbre grandes, unos 10 kilos en cada una y regresaba entre las cinco y siete de

la noche, según se entretuviera con los clientes.

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Ese jueves de principios de mayo Magdalena estaba muy cansada, más de lo de

costumbre, subió al tranvía en la avenida San Juan de Letrán, dormitaba en su

asiento cuando en la parada de Arcos de Belén y Luis Moya subió Alberto al

tranvía. Usaba traje y corbata, sombrero de fieltro color gris y los zapatos muy

limpios.

Camino por el centro del tranvía buscando lugar y de pronto sus ojos se

encontraron.

Magdalena bajo la vista rápidamente, pero era muy tarde, Alberto se dirigió a ella

como un águila sobre su presa. El lugar a lado de ella estaba ocupado, sin

embargo él se paró a un lado sin importar que hubiera asientos disponibles.

--- Buenas tardes señorita Magdalena, ¿Cómo está? ---

--- Bien señor, muchas gracias.---

--- Oiga, le tengo que contar algo, pero le invito un café, ¿Qué dice? ---

Magdalena se quedó pensando unos segundos, la cabeza le daba vuelta, oía a

Palita diciéndole que aprovechara la oportunidad y por otro lado que no le hiciera

caso.

Bajaron en el cine hipódromo, donde en una pequeña cafetería se sentaron a

platicar, ella muerta de miedo.

--- Hace muchos años ---


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Inicio Alberto la plática.

--- Tenía yo como doce años y llegue a una hacienda allá por Guanajuato, donde

me dieron trabajo. El dueño era un señor al que recuerdo con cierto afecto y

respeto, se llamaba Luis de Silva. ---

--- Estuve durante una fiesta que hicieron por el bautizo de una niña, le pusieron

como a usted, Magdalena, que coincidencia verdad.---

Magdalena se quedó impávida, pensando que no habría otra forma de que supiera

eso el señor, sentado enfrente de ella.

--- Entonces usted conoció a casi toda mi familia y a mí de recién nacida.---

--- Entonces ¿es usted la niña que tuve que cuidar parado afuera de su recamara

mientras su nana salía para algo? ---

--- Eso no lo sé, aunque estaba ahí no me daba cuenta.---

Contesto Magdalena con un dejo de sarcasmo.

Después de pagar el café y a petición de ella, salieron rumbo a su casa.

--- Le voy a contar mientras la acompaño a su casa, ¿si me lo permite?---

Magdalena no contesto, solo se puso en marcha hacia su casa, a paso normal y

dispuesta a oír lo que dijera Alberto.

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--- Pues ora vera, hace mucho tiempo mi papá me dejo en un orfanato del que

años después me escape. Estaba en San Luis Potosí y me vine caminando para

acá.---

Alberto conto como llegó a la hacienda de su papá y como le dieron trabajo de

peón. En ese momento llegaron a la casa de Magdalena y esta aunque intrigada

por la historia se despidió con un “con su permiso, gracias por acompañarme”

--- Espere, cuando la vuelvo a ver para seguir contándole.---

--- Mire usted, yo voy a entregar chocolate al centro los martes y los jueves y por

lo regular tomo el tranvía a la cinco de la tarde, como hoy.---

--- ¿En cuál parada se sube? ---

--- En la de San Juan de Letrán y cinco de mayo.---

--- Tratare de estar ahí a esa hora el próximo jueves, buenas tardes Magdalena,

que descanse usted.---

El siguiente jueves, Magdalena, después de platicar con lujo de detalles su

encuentro con Alberto a su amiga Palita, paso al Sanborns a entregar chocolate,

ahí solamente le compraban un poco, la mayor parte se la compraban a la fábrica

que anteriormente quiso comprarle la formula y que ahora les vendía el chocolate

por debajo de los costos del Madelón, la marca del chocolate de Magdalena.

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Procuro llegar a la parada unos minutos antes de la cinco, espero al tranvía que

llego diez minutos después, pero Alberto no, dudo en subirse y decidió esperar al

siguiente, reprochándose hacerlo.

Alberto no llegó antes de que el tranvía siguiente lo hiciera, así que Magdalena

abordo el tranvía sin pensarlo más, se sintió algo triste, desilusionada.

Así pasaron dos semanas más. Magdalena dejo de esperar al siguiente tranvía y

abordo al primero que llegaba. Convencida de que todo era pasajero y no volvería

a ver a Alberto, que aunque le gustaba y estaba interesada en la historia de saber

cómo llego a la hacienda que tuvieron sus padres y de la que guardaba pocos

recuerdos, uno muy triste, cuando pasaron a despedirse de los trabajadores en su

viaje a la ciudad de México, dejando su casa donde había crecido.

La siguiente semana, ya sin inquietud por esperar ver a Alberto, no obstante que

Palita la trataba de convencer de que algo más fuerte le impidió llegar a su

pretendiente.

Subió al tranvía y al ir a sentarse, oyó la voz que conocía.

--- ¿Cómo le va Magdalena? ---

El corazón le dio un vuelco, se sentó en la primera banca que encontró y volteando

hacia la voz, contesto sin poder disimular una sonrisa.

--- Bien señor, usted ¿Cómo está?---

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--- Bien también.---

Alberto se sentó al lado y aunque Magdalena no le pregunto, Alberto le pidió

disculpas por no haber venido el jueves de hace tres semanas. Explico que lo

mandaron a una comisión al estado de Hidalgo donde permaneció las tres

semanas.

--- ¿Cómo le ha ido con su chocolate?, me gustaría probarlo alguna vez.---

--- Bueno pues pase al café La Blanca y pida uno, ahí compran solo del mío.---

Magdalena sonreía pícaramente por su respuesta.

--- Bueno yo pensé que a lo mejor me invitaría a pasar a su casa a tomar

chocolate con pan que podemos comprar en la panadería El Molino.---

--- Yo lo veo difícil, señor, yo realmente no lo conozco.---

--- Bueno entonces déjeme seguirle contando de cuando trabaje en su hacienda.---

--- Le decía, que llegue en mi huida a la capital, a su hacienda y pedí trabajo a un

señor de nombre Pascual.---

--- Ahí estuve no más de un mes cuando llegaron ustedes para su bautizo, me

acuerdo que el señor Madero asistió a la fiesta, ¿Quién iba pensar que estuve

parado junto a Don Luis a unos pasos del señor al que pocos años después juraría

lealtad.---

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La plática de su vida en la hacienda hasta cuando se despidió para seguir su

camino le tomo exactamente el tiempo del viaje hasta la casa de Magdalena.

--- ¿La veré el próximo jueves? ---

Pregunto Alberto

--- Yo sigo la misma rutina desde hace unos años, usted ¿no lo sé si podrá?, a lo

mejor lo mandan a otra comisión.---

El siguiente jueves Alberto ya estaba en la esquina de San Juan de Letrán y Cinco

de mayo cuando Magdalena llegó.

--- La invito a tomar un chocolate en La Blanca, ¿Qué dice? ---

--- Bueno, pero no me puedo tardar mucho, a las seis debo estar tomado el

tranvía.---

Respondió Magdalena.

Entraron al café, que a esa hora había pocos parroquianos y después de que los

dueños saludaran amablemente a Magdalena, ella pidió que les trajeran un

chocolate a la francesa con pan de dulce.

--- Dígame, ¿cómo se hizo militar? ---

Pregunto Magdalena.

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--- Desde muy niño, en el orfanato me gustaba mucho jugar a los soldados,

organizaba a mis amigos y combatíamos contra un enemigo invisible, después. La

escuela superior la curse en un internado militarizado. Tuve que trabajar como

linotipista casi un año antes de poder ingresar a la Escuela Militar de Aspirantes.---

--- Cuando termine los estudios, nos presentamos, como le comente, con el

Presidente Madero y me fui al estado de Guerrero, después, cuando asesinaron a

Madero me hice zapatista y aquí me tiene.---

--- ¿Combatió usted a los cristeros? ---

Magdalena hizo la pregunta a sabiendas de la respuesta, pero con un dejo de

rencor y esperanza porque la respuesta fuera negativa.---

--- Si señorita, participe en muchos combates.---

Serio ahora, contesto Alberto.

--- Pues sepa usted que en mi familia murió fusilado mi hermano por ser cristero y

yo participe lavando ropa usada, remendándola y enviándola a los combatientes,

así que si me va a detener hágalo ahora, ya sabe quién soy.---

Magdalena, mostrando su tristeza y enojo se puso de pie, se despidió y salió

apresuradamente del restaurante.

Alberto se quedó boquiabierto sin entender aun lo que había pasado, pago la

cuenta y salió con dirección a la parada del tranvía. Ya no encontró a Magdalena.


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Pasaron dos semanas de guardias los martes y jueves de Alberto en las cercanías

de la esquina de San Juan de Letrán y Cinco de mayo hasta que vio nuevamente a

Magdalena, ella abordaba el tranvía acostumbrado.

Alberto alcanzo a subir al mismo tranvía y se acercó a donde estaba Magdalena

sentada con cara de asombro y pena.

Serio pero cortes saludo.

--- Buenas tardes Magdalena, ¿Cómo ha estado? ---

--- Bien señor, muchas gracias.---

--- Dígame, ¿le he faltado a usted en algo?, de ser así me gustaría saber en qué y

pedirle mis disculpas.---

--- No señor, al revés usted discúlpeme, pero en mi familia se ha sufrido mucho

por la represión del gobierno y aunque sé que usted me puede meter a la cárcel,

se lo digo.---

Alberto sonrió ligeramente.

--- No señorita, no la voy a meter a la cárcel, aunque creo que fue al contrario,

ustedes empezaron esta absurda guerra donde en ambos lados se perdieron

muchas vidas.---

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--- De ninguna manera acepto eso, fue Calles el que cerró los templos y prohibió

que se hicieran misas en otra parte.---

--- Perdóneme señorita, pero le puedo demostrar que fueron los obispos quienes

ordenaron el cierre de los templos y si, en eso tiene razón, como represalia Calles

ordeno que no hicieran culto afuera de las iglesias, y así empezó la revuelta.---

---Créame que yo no tuve rencor contra ninguno cristero en particular, lo que sí,

en el fragor de la lucha tiene uno miedo y coraje.---

Magdalena se quedó callada, ni Alberto ni ella intercambiaron palabra hasta que

llegaron al mercado, donde bajaron. Alberto tranquilo aunque serio inicio

nuevamente la conversación.

--- Magdalena, ¿me acompañaría usted a tomar algo y seguir nuestra platica?, es

importante para mí y quisiera hacerlo sentados y tranquilos.---

--- Está bien, podemos ir al café de Doña Amalia.---

El restaurantito se encontraba a una cuadra de ahí, camino a la casa de

Magdalena.

--- Solo espero que nuestra conversación no termine con disgusto para ninguno de

los dos, créame que usted me interesa mucho, me gusta y quisiera continuar con

nuestra relación. Mire usted, yo fui testigo de muchos abusos de las dos partes y

principalmente, creo que esta guerra nunca debió de suceder.---

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--- A mi forma de ver y experiencia, la religión y creencia en Dios no tiene que ver

con dinero y es por dinero por donde empezó.---

--- Afortunadamente esto termino, aunque todavía hay algunos maleantes que

diciéndose cristeros, roban y matan en poblados de la sierra gorda de Querétaro.--

---Yo le propongo a usted, que como dice la doctrina de la religión, perdonemos y

usted y yo nos olvidemos y jamás volvamos hablar del tema ni a favor ni en

contra.---

--- Esta bien, acepto, es un pacto, cada quien se guarda sus ideales en este asunto

para bien de la amistad.---

Costo trabajo reiniciar la plática ese día. Magdalena pidió retirarse y pagando la

cuenta Alberto salieron del local.

Alberto se despidió cortésmente y se retiró. Magdalena pensativa se fue a su

recamara después de saludar a su mamá, que trato de abordarla para saber que le

pasaba al verla taciturna.

Magdalena recordó su plática con Palita, donde reconocieron que los obispos en

cierta forma habían traicionado a la causa al firmar una paz sin tomarlos en

cuenta.

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*** El arreglo con Alberto estaba bien, era mejor no darle vueltas al asunto,

porque a fin de cuentas no podría hacerse más sin causar dolor a muchas

familias.***

Ese fue el pensamiento de Magdalena antes de hacer sus oraciones y de ponerse a

bordar un rato.

Dos semanas después Alberto subía a tranvía y se sentaba junto a Magdalena que

le contesto el saludo con una sonrisa franca.

--- Necesito hablar con usted Magdalena, ¿quiere que pasemos al café?.---

--- Está bien.---

Contesto Magdalena intrigada de que quería hablar Alberto.

--- Mire Malenita.---

Empezó Alberto dándole un mote diferente. A ella le decían Manga.

--- Pronto tendré que cambiarme, me envían a Tijuana y quisiera pedirle que

venga conmigo.---

Magdalena se quedó petrificada un rato que a Alberto le pareció una eternidad.

--- Pero ¿que dice usted?, ¿Cómo que me vaya con usted?. ¿Quién cree que soy?.-

--

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--- Irme con usted así como así ¿nada más?. No señor se equivoca.---

Magdalena contesto airada, pero en su interior anhelaba que le pidiera

matrimonio. Y como si le leyera el pensamiento Alberto continuo.

--- Casémonos, cásese conmigo, usted me gusta mucho y yo la necesito, sé que

parece que somos totalmente dispares, pero los dos defendemos nuestros

pensamientos y lo que antes acordamos será un pacto, ninguno de los dos volverá

a hablar de la guerra cristera nunca más que sería el tema por el que pudiéramos

herirnos.---

Magdalena no sabía que pensar, la cabeza le daba vueltas. En su casa su mamá,

sus hermanos todos reprobarían si decidía casarse con un militar.

Sin embargo el hombre parecía justo, él había cumplido con su deber solamente,

como ella lo había hecho, aunque en lados opuestos.

Era una verdadera tormenta en su cabeza y sin pensarlo más, contesto:

--- Si, acepto casarme con usted.---

--- ¿Cuándo se tiene usted que ir? ---

--- A más tardar en dos semanas, en lo que entrego aquí el cargo que tengo

actualmente, que prepare unos documentos y que me entreguen las órdenes

escritas.---

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--- ¿O sea que tenemos dos semanas nada más? ---

--- Podemos casarnos en los juzgados mañana mismo, bastara con presentarnos y

solicitarlo.---

--- Eso por lo civil, pero ¿por la iglesia? Tardan más los preparativos.---

--- No, por la iglesia no nos casaremos.---

Brinco Alberto al oír casamiento en la iglesia como si le hubieran disparado con un

30-30.

--- Pues entonces no será posible señor, reconozco que usted me gusta y me

gusta más su honestidad, creo que nos podríamos querer más adelante, pero de

mi casa salgo de blanco a una iglesia para casarme.---

Alberto se quedó callado, Magdalena pensó que todo había acabado, podría ceder

al matrimonio civil solamente, pero su familia no se lo perdonaría jamás. Ella no

podría vivir con esa amargura de perder a toda su familia por una mala decisión.

--- Está bien, que así sea, pero usted arregle todo para dentro de una semana.---

Dijo Alberto.

--- Eso si, una condición pongo yo, nos casaremos en la iglesia a las seis de la

mañana nosotros solos, sin parientes ni amistades y de ahí nos vamos al registro

civil,.---

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--- Usted me dice la fecha y en que iglesia debo de estar y ahí estaré.---

Concluyo Alberto.

El siete de septiembre de 1942, Alberto y Magdalena se casaron en la Capilla de la

Señora del Rayo de la Parroquia de Santo Domingo en Mixcoac, a las seis de la

mañana, la Capilla estaba llena con la familia y amistades de Magdalena.

Corolario

Alberto y Magdalena se siguieron hablando de “Usted” por dos meses más después

de la boda, vivieron casados durante cuarenta años. Alberto murió a los noventa y

Magdalena catorce años después.

Fue un bonito matrimonio cada uno siendo y actuando como aprendió en su vida,

aunque con el tiempo Alberto aprendió mucho de Magdalena, pero siempre

prevaleció el respeto mutuo por el pacto, hasta el final de sus días.

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