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2. El piano
3. El salón.
4. El baile
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diarios. Pero en los salones no todo fue girar al son de la música y alternar. Fueron
también espacios propicios al arte, la literatura y la política. La vida de salón y las
prácticas de ejecución pianística integraron en las nuevas republicas un rito social en el
que imperaban las costumbres francesas tan admiradas y adoptadas por las ascendentes
sociedades burguesas.
Con todo, es posible establecer distintas tipologías del salón hispanoamericano. Junto al
salón familiar, aristocrático, burgués y popular, estaban los recintos proporcionados por
instituciones culturales y recreativas. Los había cuyo propósito exclusivo era el
esparcimiento; otros se situaban a medio camino entre estos y el concierto: a la sesión
propiamente musical o literaria podía seguir el baile o viceversa. Sin embargo, el
llamado salón musical no floreció en el mapa americano con la misma intensidad. La
existencia de la vida de salón fue más bien discreta y ceñida a los estratos sociales
elitistas, antes de que las sociedades filarmónicas, los liceos artísticos e instituciones
musicales similares consiguieran generalizarlas. Es casi seguro que hubo salones en
todas las ciudades hispanoamericanas, pero no hay una información disponible exigua
que permita reconstrucción la tradición de salones con nombre y apellidos. Debemos
mencionar observar el consumo de música en este lugar, que rebela una gran
proliferación de la actividad musical. Había grandes tertulias en los cafés.
Tal como sucedió en otros lugares, con la llegada a Guatemala de las modas musicales
italianas, especialmente de origen operístico, se iniciaron las prácticas domésticas en las
que el pianoforte se constituyó en el eje de toda reunión. Aunque en un principio la
ópera se había recibido con cierto escepticismo, más tarde llegaría a ejercer verdadera
fascinación en la sociedad guatemalteca.
La enseñanza
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academias privadas y los maestros particulares; sobre todo estos últimos. Para los
pianistas, las lecciones de piano se convirtieron en un decoroso medio de ganarse la
vida.
En lugares menos afortunados, donde aún no había academias privadas o las que había
resultaban insuficientes, la música se enseñaba como parte del currículo de la
instrucción general.
Uno de los retos que impuso la interpretación histórica del periodo que nos ocupa es la
diversidad que caracterizaba a los países del continente. A pesar de las diferencias de lo
producido para el piano en nuestros países, bien podría establecerse una primera
generalización y definir el acervo pianístico hispanoamericano a través de dos géneros
principales: la canción con acompañamiento y la pieza solista.
No obstante esta diversidad, gran parte del acervo refleja rasgos similares. En general
las piezas muestran secciones claramente definidas, enlaces armónicos que resultan
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bastante predecibles… En este rubro empezaron a aflorar las primeras “actitudes”
nacionales o de temática nacional, como ocurrió también con las primeras operas de
autores hispanoamericanos. De ahí que ciertas tendencias que parecerían divergentes
apunten en un momento dado hacia un objetivo común que podría denominarse
“nacionalista”. Ciertos elementos de la danza y la contradanza fueron aprovechados por
los compositores de música para piano ya no para la creación de piezas bailables sino
para ser escuchados en otros ámbitos y para dar inicio a la música de concierto de
tendencia patriótica o nacionalista.
Por último, mencionar respecto al repertorio que hacia la mitad del siglo buena parte de
repertorio básico de música de salón empezó a experimentar cambios importantes
debido a la inclusión constante de nuevas danzas.