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V Congreso Internacional de Ciencia Política

Título de la ponencia: Políticas públicas de educación superior en México.


¿Cobertura o Calidad?

Nombre Autor: Miguel León Pérez

Universidad Autónoma de Tamaulipas- Universidad Von Humboldt

Correo electrónico mleonperez@hotmail.com

Eje temático: Administración y Políticas Públicas: Diseño, Gestión y Evaluación

Palabras clave: Cobertura, calidad, políticas públicas, educación superior.

"Trabajo p r e p a r a d o para su presentación en el V C o n g r e s o Internacional de la


Asociación Mexicana de Ciencia Política (Amecip), organizado en colaboración con la
Universidad de Quintana Roo, en la Ciudad de Cancún, Quintana Roo, los días 13, 14,
15 y 16 de septiembre de2017"

Resumen

El presente trabajo pretende demostrar que las políticas públicas en educación


superior, a partir de la incorporación del modelo neoliberal ha privilegiado, sobre todo
en su discurso, el tema de la calidad, desplazando a un segundo término la
problemática referida a la cobertura.

Para su análisis se parte de la contextualización histórica del problema.

Se analiza la evolución en la matrícula y se hace referencia a la heterogeneidad


regional en nuestro país, donde encontramos estados por debajo de, la ya de por si
baja, media de la cobertura nacional, se estudia también la participación del sector
privado.

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Introducción.

El fin último de la educación superior consiste en la formación de ciudadanos críticos y


preparados para tomar decisiones libres en su propio beneficio y el de la sociedad; su
tarea repercute sustancialmente en el desarrollo democrático, económico cultural y
social. El logro de una cobertura universal en la educación superior implica
necesariamente que los beneficios individuales y sociales se extiendan a todas las
capas sociales, propiciando mejores niveles de bienestar generalizado para la
sociedad. Nuestro sistema de educación superior desafortunadamente no ha
presentado avances significativos en torno a lograr dicha cobertura universal.

Es por ello que el sistema de educación superior en nuestro país está llamado a
evolucionar al ritmo que imponen los cambios en las necesidades y demandas sociales.
Para su logro habrán de vencerse paulatinamente las resistencias institucionales,
legales y culturales que dificultan la cobertura universal en la educación superior. Las
políticas públicas en educación superior presentan carencias e insuficiencias tanto en
su diseño como en su implementación. Las expectativas que los ciudadanos depositan
en las instituciones de educación superior exigen políticas eficaces, eficientes y
transparentes de las que deben rendir cuentas quienes las diseñan y ejecutan. Es
necesario robustecer la confianza en el sistema de educación superior y orientar las
acciones de quienes tienen la responsabilidad de revisar, diseñar y ejecutar sus
políticas.

El presente trabajo pretende encontrar evidencias para demostrar que las políticas
públicas en educación superior, a partir de la incorporación del modelo neoliberal como
base del gobierno en los últimos sexenios ha privilegiado, sobre todo en su discurso,
más que en su práctica, el tema de la calidad, desplazando a un segundo término la
problemática referida a la cobertura, siendo la postura de este documento enfatizar la
necesidad de lograr avances significativos en una forma simultánea para estos dos
temas.
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Para su análisis se parte de la contextualización histórica del problema, refiriendo


los datos estadísticos a la evolución de la cobertura durante el periodo de estudio,
analizando la política pública, plasmada en los documentos de planeación establecidos
sexenalmente.

Mediante la comparación de la evolución de la matrícula1 que de acuerdo a datos


recientes, para el 2016 constaba de un 35.8% (SEP ANUIES 2016) que respecto a
otras naciones, tanto de la OCDE, como de América Latina, presenta un grave rezago,
a pesar de las políticas aplicadas en la década de los 902. Por ejemplo, México se
encuentra debajo de la media de América Latina, mientras que el promedio de los
países de la OCDE para ese año fue de 70%.

En otro aspecto de la problemática estudiada se hace referencia a la


heterogeneidad regional en nuestro país, donde encontramos estados y regiones muy
por debajo de, la ya de por si baja, media de la cobertura nacional.

Contextualización.
Las políticas públicas surgen para atender los problemas que son de interés general de
la sociedad (la economía, la salud, la vivienda, la educación, etc.). El Tratado de
Ciencia Política (2007) define a la política como una actividad decisional que de manera
vinculante involucra la búsqueda del bienestar de la colectividad. También se hace
referencia a la política, como aquella actividad específica que se relaciona con la

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Desde una perspectiva histórica, la educación superior ha logrado importantes avances en la cobertura en
educación superior, puesto que esos cambios parecían imposibles de lograr al final de los ochenta, cuando el
sistema estaba en evidente crisis Sin embargo, desde una mirada comparativa, los avances aparentan ser menores
y más lentos que en otros países. Con el tiempo, las brechas parecen abrirse en vez de cerrarse. (De Wries, W. y G.
Álvarez, 2005).
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El gobierno federal inició en los noventa políticas orientadas explícitamente a acortar la distancia respecto a otros
países e hizo crecer el financiamiento. A pesar de ello, las universidades de otras naciones parecen haber avanzado
más que las mexicanas. (De Wries, W. y G. Álvarez, 2005).

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adquisición, la organización, la distribución y el ejercicio del poder, por lo tanto la


política representa el conjunto de relaciones entre individuos que luchan por la
adquisición de un bien escaso, como lo es el poder.

Es así que la formulación problemática de la presente investigación se sustenta en


el ámbito de análisis de las políticas públicas aplicadas en el sistema educativo
mexicano en el nivel de educación superior, estudiando las variables de calidad y
cobertura.

Se parte de la premisa de que el contexto actual en el que se desarrolla la política


pública educativa en México es el resultado del proyecto de modernización educativa
arrastrado desde el siglo pasado, el cual se concibe y fundamenta en el cambio político,
social y económico basado en el discurso que plantea el agotamiento del Estado
Benefactor, sustituyéndolo por el Modelo Neoliberal.

El diseño de investigación, por otra parte, se constituye como un estudio analítico-


descriptivo, con la intención de caracterizar y valorar la evolución de la cobertura, no
como una variable que precede a la calidad, sino, más bien en la expresión simultanea
de estas dos variables, como algo posible de llevar a la práctica en beneficio de la
eficacia del sistema de educación superior en nuestro país.

Estado del conocimiento.

Las investigaciones en torno a las políticas en educación están siendo generadas


desde diversos ámbitos y desde diferentes perspectivas metodológicas. Sin embargo,
en la ciencia política prevalece una preferencia por las investigaciones realizadas a
partir de estudios comparativos. Levy (1995).

Según la clasificación de Buendía (2009), una de las líneas de investigación


denominada: Expansión, calidad y comercialización, se desarrolla a partir de los
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ochentas y su principal aportación consiste en establecer que la ampliación de la


demanda por educación superior, se debe a la incorporación creciente de la mujer en la
matrícula, y al no tener capacidad de absorber esta demanda el sector público, se ha
permitido e impulsado la expansión del sector privado en la educación superior.(Ver
tabla 1). Buendía incluye en este rubro los trabajos de Rangel, 1976; Osborn, 1987;
Levy, 1995; Balán y García, 1997; Mendoza, 1998; Kent y Ramírez, 2002; De Moura y
Navarro, 2002; Barrón, 2003; Muñoz Izquierdo, 2004 y Acosta, 2005, entre otros.

Dichos estudios analizan las consecuencias del crecimiento no regulado del sector
privado y las deficiencias en la política educativa. Otros de los problemas abordados
son el clientelismo social; la baja calidad de los programas educativos y la necesidad de
implementar mecanismos de evaluación y acreditación con el propósito de mejorarlos,
además de la alta concentración de instituciones universitarias en la Zona Metropolitana
de la Ciudad de México (ZMCM), y la orientación hacia carreras asociadas a un perfil
administrativo.

Tabla 1. Crecimiento de la Educación superior en el periodo (1991-2000)


Ciclo
Tipo 1990- 1991 1994-1995 1999-2000 1991-2000
Crecimiento
Pública 898, 934 949, 196 1, 160, 034 29.05%
Privada 198, 207 267, 977 469, 124 136. 70%
Total 1, 097, 141 1,217, 173 1, 629, 158 48.50%
Porcentaje 100 100 100
Fuente: Álvarez (2011)

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Conceptualización.

La cobertura se clasifica en tasa neta de cobertura y tasa bruta de cobertura. La tasa


neta de cobertura muestra la cobertura educativa respecto a la población que, de
acuerdo a su edad (19-23 años), debiera estar en el nivel educativo correspondiente.
Un porcentaje cercano a 100 indicará que las escuelas satisfacen la demanda
educativa, y se calcula a partir del porcentaje de alumnos, en edad normativa
correspondiente, inscritos al inicio del ciclo escolar en un nivel educativo, con respecto
a la población en edad de cursar ese nivel. La tasa bruta de cobertura no es una
medida perfecta de inclusión, la medida exacta de inclusión corresponde, en cambio, a
la denominada tasa neta de cobertura, ya que de acuerdo a Gil (2009), la tasa bruta de
cobertura, para el caso de nuestro país es el porcentaje que representan los
estudiantes inscritos en programas escolarizados de TSU, licenciatura universitaria y
tecnológica, y educación normal, con relación a la población entre 19 y 23 años de
edad, y la tasa neta de cobertura es Porcentaje que representan los estudiantes con
edades entre 19 y 23 años inscritos en programas escolarizados de TSU, licenciatura
universitaria y tecnológica, y educación normal, con relación a la población entre 19 y
23 años de edad.

Históricamente, el concepto de la calidad se originó en el campo empresarial e


inicialmente se empleaba al referirse a ciertas características de un producto industrial,
las cuales condicionaban su capacidad de satisfacer las exigencias del consumidor.
Luego, se procedió a utilizar este concepto en referencia a otro tipo de producto: el así
llamado producto educativo.

El Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), define su modelo


de calidad en los siguientes términos: “Para el INEE, la calidad del sistema educativo es
“la cualidad que resulta de la integración de las dimensiones de pertinencia y
relevancia, eficacia interna, eficacia externa, impacto, suficiencia, eficiencia y equidad”.
Puede observarse que en esta definición se consideran algunas dimensiones y
subdimensiones que podrían ubicarse como contexto, proceso, insumo y, finalmente,
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como producto, de ahí el interés de esta definición de calidad, porque proporciona un


marco teórico más preciso que el modelo sistémico para los fines educativos
nacionales.” (2008:19)

Las políticas públicas se encuentran en el elemento institucional, llamado régimen


político. Tal como señala Alcántara (1995:106): “Las mismas se consideran como
determinados flujos del régimen político hacia la sociedad. Son concebidas como
<<productos del sistema político>>, no deben entenderse como partes exógenas del
mismo, sino como constitutivas de las acciones o de los resultados de las actuaciones
de los elementos formalmente institucionalizados del sistema político adscrito al ámbito
del Estado”. Sin embargo, es necesario aclarar que el gobierno no es el actor único en
la elaboración de políticas públicas. Este proceso incluye una gran variedad de actores,
desde el Ejecutivo y los partidos políticos hasta los sindicatos, las asociaciones de
empresarios, así como las diversas asociaciones civiles, las cuales representan a su
vez a diferentes grupos de interés que interactúan en una nación.

El estudio de las políticas públicas tiene como pionero a Harold Lasswell, quien a
mediados del siglo pasado propone mejorar el desempeño administrativo y la acción
gubernamental del Estado, mediante una nueva disciplina, las ciencias de las políticas
(policy sciences) o políticas públicas.

Antecedentes

Desde la década de los setenta, el estado mexicano emprendió un proceso de


masificación de la enseñanza superior logrando aumentar la matrícula nacional de
licenciatura de 208 mil 944 a 827 mil 737 y la de posgrado de 5 mil 953 a 25 mil 502
entre 1970 y 1980. Ello contribuyó a elevar la tasa de cobertura en el nivel licenciatura
de 6.1 a 14.2 por ciento (ANUIES, 2012).

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En 1980, a partir de las reformas estructurales impulsadas para sustituir el modelo


de “Estado de bienestar” por un modelo de mercado, el gobierno de México acortó sus
responsabilidades en el financiamiento del sistema de educación superior. En este
contexto, la transición del modelo de desarrollo se apoyó con las políticas fiscales de
disminución del déficit del gasto público y control de las variables macroeconómicas,
con la intención de mejorar el funcionamiento de las finanzas públicas.

Es así como se constituyeron nuevas políticas de financiamiento para atender la


creciente demanda social por educación superior. Una nueva lógica en la toma de
decisiones fue permeando la aplicación de las políticas respecto a la educación: ante la
limitación de recursos públicos y la expansión acelerada de la demanda, el gasto debía
destinarse principalmente a la educación básica, mientras los costos de educación
superior debían ser trasladados a las familias de los segmentos de mayores ingresos
monetarios, abriendo el espacio para propiciar y estimular un proceso incipiente de
privatización3 de la educación superior. Es así como durante la llamada década perdida
se manifestó un descenso en la matrícula, presentando para 1990 la cifra de apenas
13.9 por ciento.

En las siguientes dos décadas se manifiesta un cambio significativo para disminuir


el rezago experimentado, elevándose al 20.2 por ciento en el año 2000, y a 27.9 por
ciento en el 2010, alcanzándose una matrícula compuesta de la siguiente forma: en
licenciatura de 1 millón 918 mil 948, y en el posgrado de 128 mil 947; y de 2 millones
773 mil 088, y 208 mil 225, respectivamente (SEP, 2011).

De acuerdo a la información más reciente, para el año 2016 la cobertura presentó


una cifra del 35.8%, lo cual significa una matrícula de 3.9 millones en el ciclo escolar

3
“Ante el drástico estancamiento del financiamiento público de 1983 a 1989, el segmento privado amplió su
participación en la atención a la demanda de educación superior, pero sería hasta la siguiente década cuando se
daría la máxima expansión de las instituciones particulares: en 1980 atendían a 17 por ciento de la matrícula; en
1990 a 20 por ciento, y para fin de siglo a 32 por ciento.” (Mendoza Rojas, J. 2017).

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2105-2016 en las modalidades escolarizada, abierta y a distancia. (Ver tabla 2) SEP


ANUIES 2016.

Tabla 2. Cobertura educación superior periodo 2012-2016.

2011-2012 2012-2013 2013-2014 2014-2015 2015-2016


2, 932, 254 3, 300,348 3, 419, 391 3, 505, 404 3, 915,971
Fuente: Construcción propia con datos de la SEP/INEGI

Entre los compromisos como candidato presidencial Peña Nieto se proponía


alcanzar al menos el 45 por ciento de la cobertura en educación superior. Ya siendo
presidente, incluyó en el compromiso 14, dentro del “Pacto por México” respecto a este
tema: “Asegurar los recursos presupuestales necesarios para incrementar la calidad y
garantizar la cobertura en al menos el 40% en la Educación superior”. Lo cual se
establece como meta en el Programa Indicativo para la Ampliación de la Cobertura de
Educación Superior en el Período 2016-2018, elaborado por la SEP-ANUIES.

Sin embargo esta meta sexenal respecto a la cobertura de educación superior en


nuestro país es comparativamente baja respecto a los estándares internacionales y
resulta insuficiente para atender las necesidades crecientes de millones de jóvenes y
poder enfrentar, con recursos humanos altamente calificados, los retos del desarrollo
económico y tecnológico a niveles local, nacional y mundial.

La estrategia de enfrenar y acelerar, para volver a enfrenar, implícita en la política


pública de este rubro, ha contribuido al rezago que con respecto a otras regiones del
mundo presenta nuestro país.

Las experiencias de muchas naciones, e incluso la de México en algunos periodos,


enseñan que con frecuencia la expansión acelerada de la matrícula se acompaña con
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deterioros en la calidad de la educación, particularmente cuando dicho proceso no se


acompaña con un crecimiento en el número de profesores con sólida formación
académica; un programa paralelo de formación y capacitación de docentes; y sobre
todo, de una ampliación de talleres, laboratorios, equipamiento e infraestructura
tecnológica. (CEPAL-UNESCO, 1992).

Siguiendo con el tema de calidad, en décadas pasadas, el crecimiento sin calidad


fue una de las características de la educación pública; en el presente, el crecimiento sin
calidad caracteriza más a la educación privada, ante su crecimiento explosivo y
desorganizado.

Se debe mencionar adicionalmente que si la población total en el nivel superior


(escolarizada y no escolarizada) representa 35.8% de la población con edades de 19 a
23 años, muy por debajo de nuestros socios comerciales y de algunos países
latinoamericanos; pero también se encuentra desigualmente distribuida en el territorio
nacional, presentando una distribución por áreas de conocimiento poco consistente con
las necesidades del país y registra además muy baja cantidad de posgraduados.

La Educación Superior en la Agenda de las Políticas Públicas.

La Política es una arena o espacio público de lucha de los sujetos sociales, en tanto las
políticas son las tácticas específicas que siguen los sujetos para alcanzar sus fines.
Con apoyo en esta conceptualización y en su carácter público, la educación, siendo un
terreno en disputa por la imposición ideológica, es un digno ejemplo en la lucha para la
formulación de la agenda de las políticas públicas.

En una sociedad las demandas o necesidades emergentes en un momento


concreto son constituidos como problemas por los diferentes sujetos sociales; este
proceso se denomina agenda pública, pero de esta agenda solamente algunas de esas
demandas el Estado las problematiza y las prioriza para su atención con base en una

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V Congreso Internacional de Ciencia Política

agenda política. En este sentido, el problema educativo en México es agendado desde


la década de los ochenta a partir de una nueva perspectiva modernizadora del Estado.

En este contexto desde la crisis económica de los ochenta, el Estado mexicano


sufre un cambio en su fisonomía. Dicho cambio se da en respuesta al proceso de
globalización, el auge de los mecanismos de competencia y de mercado, el
fortalecimiento de los bloques económicos y del sector privado, así como la influencia
creciente de los organismos internacionales.

A partir del cambio gubernamental de 1982, que simbólicamente representa una


ruptura con el pasado, el Estado mexicano agendó una política educativa denominada
“política de modernización”, la cual se caracteriza por:
. La contención de la matrícula en las instituciones públicas bajo el argumento de
masificación de la educación superior y la saturación de algunas carreras
profesionales.
. La disminución de recursos fiscales asignados al financiamiento de la educación
superior.
. La intención de reorientar la matrícula hacia áreas de menor demanda: ciencias
exactas y ciencias naturales principalmente.

El centro de atención lo toman la planeación y la evaluación4 como criterios para la


asignación de los recursos, lo que genera nuevas formas de intervención
gubernamental en la definición de los objetivos y metas de la educación superior.

En esta conceptualización “modernista”, se presenta la tendencia cada vez más


arraigada de dejar de considerar a la educación como un derecho, para generar la
visión que permea los Tratados de Libre Comercio, donde de manera explícita se

4
De acuerdo a Betancur (1998), el Estado evaluador no es un constructo específico de la temática de la educación
terciaria: en sus orígenes forma parte del esfuerzo gubernamental de racionalización de las políticas sociales que
demandó la crisis del Estado benefactor.

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manifiesta que la educación es un servicio cuya prestación puede ser realizada por
otros actores además del Estado.

La modernización neoliberal de la educación

La década de los años ochenta marca un punto de inflexión debido a la profunda crisis
económica que enfrenta el país y que dio lugar a la llamada década perdida para la
educación. Miguel de la Madrid, con su renovación moral, inicia una nueva etapa dando
un golpe de timón a la situación prevaleciente hasta antes de su llegada al gobierno
federal. La situación de austeridad resultó funcional si consideramos que la precariedad
de recursos y salarios facilitarían un poco más adelante el diseño y operación de
políticas y programas tendientes a reordenar un sistema que había crecido de manera
no regulada y bajo las presiones de la demanda de acceso de una población cada vez
mayor. Así, este período se caracteriza por los primeros intentos de reordenamiento
institucional bajo la coordinación gubernamental, a partir de ejercicios de planeación y
evaluación centralmente coordinados. Se trata de una década que registró una
reducción sin precedentes en el gasto público destinado a la educación superior y la
ciencia, y en una muy drástica política de contención salarial y desarticulación de la
organización del sindicalismo universitario que ubicó a los salarios del sector en sus
niveles históricos más bajos. Algunos indicadores permiten apreciar el impacto
provocado:
Gasto en educación superior. Durante el período 1982-1988, el gasto público destinado
a la educación superior se mantuvo en alrededor del 0.5% del PIB, después de registrar
una caída brusca entre 1982 y 1984 del 0.26% con respecto al PIB y de poco más de
dos puntos porcentuales con respecto al gasto total.

Para 2012, en términos absolutos, el gasto anual de México por estudiante fue
similar al de Turquía, siendo uno de los menores de los países de la OCDE, ya que
México gastó USD 8 100 en instituciones terciarias (el promedio de la OCDE fue de
USD 15 000).
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Lo incierto del financiamiento que se ha destinado a la educación superior en el


periodo estudiado ha definido una gran preocupación en quienes se encargan de
administrar a las instituciones de educación superior, de tal manera que, de acuerdo a
Mendoza (2016), los rectores y directores de las instituciones públicas de educación
superior (IPES) han identificado dos de los principales problemas en materia de
financiamiento: la insuficiencia para atender de manera adecuada las necesidades de
expansión y consolidación académica de sus casas de estudio, y la falta de certeza en
los presupuestos que les son asignados en los órdenes federal y estatal.

Las formas de financiamiento necesariamente han repercutido en el fondo,


continuando con las comparaciones, en el año 2014 en México sólo cerca de una de
cada cinco personas de 25 a 64 años de edad y una de cada cuatro de 25 a 34 años
tienen un título de educación terciaria. El porcentaje de las personas de 25 a 34 años
con educación terciaria aumentó en 8 puntos porcentuales entre 2000 y 2014 (de 17% a
25%), en tanto que en promedio en los países de la OCDE aumentó en 15 puntos
porcentuales (de 26% a 41%). En 2015, el 36% de los jóvenes ingresaron a la
educación terciaria (el promedio de la OCDE es 67%). La diferencia entre el promedio
de la OCDE y México es evidente en los niveles más avanzados de educación terciaria.
Se estima que cerca de 4% de los jóvenes mexicanos obtendrán un título de maestría
en su vida (el promedio de la OCDE es 22%) y que menos de 1% completará un
programa de doctorado (el promedio de la OCDE es 2%). Las tasas de ingreso son
también bajas en los programas terciarios de ciclo corto: se calcula que el 3% de los
jóvenes de México se matriculen en este tipo de programa, en comparación con el
promedio de 18% en los países de la OCDE, 49% en Chile y 16% en Colombia. (OCDE,
2015)

Durante esta etapa del desarrollo de la educación superior en México, se


consolidan los esfuerzos gubernamentales para propiciar la transformación de las
universidades bajo una nueva racionalidad que desplazaba la negociación política de
décadas anteriores por la evaluación del desempeño. El Programa para la
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V Congreso Internacional de Ciencia Política

Modernización Educativa (1989-1994), continuado en sus términos fundamentales por


el Programa de Desarrollo Educativo (1995-2000), (SEP. 1996), se caracterizó por
redefinir las relaciones entre las agencias gubernamentales, las instituciones
universitarias y la sociedad. Se trata de un punto de inflexión en la historia de la
educación superior que implicó una nueva forma de conducción/regulación de las
instituciones que ha mostrado continuidad hasta el presente y que probablemente se
prolongará en los años subsecuentes, mientras persiste el modelo económico
neoliberal.

Las políticas de modernización se sustentaron en la premisa de que el impulso de


procesos de evaluación implicaría un mejoramiento en la calidad educativa. De lo
anterior se desprende el amplio repertorio de instrumentos de evaluación, acreditación y
certificación que se han venido diseñando desde finales de los años ochenta, y que
abarcan a las diversas instancias y actores que intervienen en los procesos educativos:
instituciones, programas y proyectos académicos, profesores, investigadores,
estudiantes y profesionistas.

En términos del comportamiento integral del sistema, se produjeron cambios


significativos en la distribución de la matrícula por tipo de institución, por áreas de
conocimiento y por género. Respecto a la distribución del alumnado por tipo de
institución, destacan dos hechos: el crecimiento acelerado de las universidades
privadas y el impulso a las universidades e institutos tecnológicos.

Finalmente, Para tener una idea de lo que significan las cifras presentadas, sí es
bueno o malo, sí es poco o mucho, nos apoyamos en la categorización de Martín Trow,
citado por Gil (2009), quien sostiene que el desarrollo de la educación superior puede
organizarse en tres etapas: elite, masas y universal. Este autor considera que la
educación superior de un país está en la etapa de educación de elites si la tasa bruta
de cobertura es menor del 15%, se encontraría en la etapa de educación superior de
masas si la tasa está entre 15% y 50%, y por último, se encuentra en la fase de

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universalización si la tasa es mayor del 50%, para lo cual se presenta la siguiente tabla
comparativa, entre países seleccionados, agregando el tamaño del sistema.

Tabla 3. Sistemas nacionales clasificados por tamaño y nivel de


masificación/universalización, 2009
Uruguay España Argentina
Alto Estonia Portugal Chile Australia Venezuela
55% o Puerto Cuba Canadá Gran
más Rico Bretaña
Corea del
Sur
Nivel masificación/universalización

Medio-
Alto
46% a
55%

Medio Panamá Bolivia Ecuador Colombia


36% a Paraguay
45%

Medio- Perú Brasil


Bajo México
26% a
35%

Bajo Costa Guatemala


25% o Rica
menos El
Salvador
Honduras
Pequeño Medio- Medio Medio- Grande
0-150 mil Pequeño 500-1 Grande Más de 2
150-500 millón 1-2 millones
mil millones

Tamaño del Sistema


Fuente: Brunner (2012)

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Conclusiones

Como se ha referido en los anteriores apartados, el sistema mexicano de educación


superior enfrenta la necesidad prioritaria de ampliar la cobertura para dar acceso a un
amplio segmento de la población joven que está quedando fuera de la formación
universitaria. Éste continúa siendo un problema básico a enfrentar ya que, si bien
aparentemente se han efectuado avances en los últimos años, éstos no han sido de la
dimensión deseable. Adicionalmente, el avance hacia la equidad por entidades
federativas es lento y la inversión y financiamiento del sistema enfrenta serias
limitaciones; todo ello se asocia con niveles de calidad poco satisfactorios.

Para lograr las metas sectoriales actuales de cobertura, aun por debajo de lo que
Trow denomina etapa de masas y pasar la frontera hacia la universalización, es
importante señalar que, a pesar de la difícil coyuntura económica que vive el país,
debe prevalecer como prioridad la inversión en la educación, especialmente en la
educación superior, la ciencia y la innovación tecnológica.

A diferencia del pasado, el principal desafío en materia de cobertura se presenta


hoy en los niveles de educación media superior y superior que en 2012 –de acuerdo
con las estimaciones del Consejo Nacional de Población (CONAPO) y las estadísticas
oficiales de la SEP– tenían tasas brutas de cobertura del 65.9% y del 32.1%
respectivamente, y que para 2016 la cobertura de educación superior, fue de 35.8%,
son niveles sin duda insuficientes para atender las necesidades de desarrollo
económico y social en nuestro país.

Un efecto indirecto de la baja cobertura es el problema que representa el elevado


número de jóvenes que no estudian ni trabajan, lo cual ha generado la categorización
de los llamados NINIS

Por otra parte, en el plano internacional existe consenso que el desarrollo de la


sociedad se encuentra asociado al nivel de escolaridad de la población y a la calidad de

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sus sistemas educativos. La ampliación de la cobertura en educación superior es un


imperativo de todos los países; el avance hacia su universalización, un desafío y su
exigencia un derecho social como lo reconocen diversas declaraciones adoptadas en el
ámbito internacional. 5

En este sentido, el nivel de cobertura de educación superior se ha constituido en un


indicador de la importancia que los países conceden al desarrollo económico y al
bienestar social de su población; se le relaciona con sus capacidades para formar a los
técnicos, profesionales y científicos que sustentan la competitividad y el crecimiento
económico, además de responder a las crecientes demandas de la población por
acceder a niveles superiores de formación. Es común asociar el indicador de cobertura
con el nivel de prioridad que un Estado otorga a la formación de capital humano y al
bienestar social (ANUIES, 2006).

Por ejemplo, el Programa indicativo para la ampliación de la cobertura de


educación superior. SEP-ANUIES, señala ampliamente los beneficios de la expansión
de los servicios educativos de tipo superior:

 . La ampliación de oportunidades de educación superior ensancha las


posibilidades de movilidad social y de inclusión social de los jóvenes a una vida
digna; es uno de los factores que contribuye a la equidad entre los grupos de
población y a la conformación de una sociedad más cohesionada y con menores
índices de marginación y desigualdad social; vincula el bienestar social con el
sentido de pertenencia de las personas a su entorno y contribuye a romper los
mecanismos de transmisión intergeneracional de la pobreza.

 Frente a la situación de inseguridad y violencia que aquejan a diversas regiones


del país, la expansión de la educación superior en sus diversos tipos y

5
Por ejemplo la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior de 2008, en la que se señaló como primer
acuerdo que “la educación superior, en tanto que bien público, es responsabilidad de todas las partes interesadas,
en particular de los gobiernos” (UNESCO, 2009).

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modalidades constituye uno de los mejores medios para la reconstrucción del


tejido social.

 La educación superior promueve el pensamiento crítico, la formación de valores


éticos, la ciudadanía activa; contribuye con la difusión de valores para la
convivencia democrática, la conservación del medio ambiente, la paz, el respeto
a las diferencias, la no discriminación, la defensa de los derechos humanos y la
igualdad entre hombres y mujeres, valores impulsados por el Plan Nacional de
Desarrollo 2013-2018.

 La educación superior forma profesionistas, técnicos, científicos y humanistas en


las más variadas disciplinas, que contribuyen al aumento de la competitividad
económica del país y de sus regiones. Una mayor cobertura amplía las
posibilidades de las personas para participar con mejores condiciones en el
mercado laboral.

 La viabilidad del país en los entornos de globalización y de economías del


conocimiento y la información, tiene como condición la ampliación de la
población con conocimientos avanzados. La ampliación de la cobertura y el
abatimiento de rezagos regionales en la educación superior contribuyen al mejor
posicionamiento de México en los índices de competitividad internacional.

 Los egresados de las instituciones de educación superior representan un capital


social indispensable para detonar proyectos tecnológicos, productivos y sociales
en el ámbito municipal, estatal y regional; contribuyen con iniciativas para el
fortalecimiento del desarrollo y coadyuvan en el cumplimiento de las agendas y
programas locales.

Finalmente, desde la perspectiva del presente trabajo se coincide con el


planteamiento de algunos de los problemas señalados en del Informe 2016,

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V Congreso Internacional de Ciencia Política

denominado Educación Superior en Iberoamérica, los cuales requieren de atención


inmediata por el Estado mexicano:

• Ampliar la cobertura más allá del 40% de tasa neta (no de tasa bruta como se ha
medido) e incluso ampliarla a 60%.

• Realizar las reformas jurídicas para contar con un modelo de financiamiento de la


educación superior con proyección plurianual y asegurar que se destine un porcentaje
del PIB a este nivel educativo.

• Ampliar la planta docente e incentivar una generación de reemplazo, sustituyendo las


plazas de jubilados, reconociendo la definitividad de docentes bajo contrato e
incorporando jóvenes talentos.

• Dotar de una normatividad suficiente a la educación superior y actualizarla existente.


• Reglamentar la acreditación internacional y a las agencias y organismos
acreditadores.

• Diseñar una política para aprovechar los escasos 4 años que quedan del bono
demográfico, y armonizar actuarialmente la ampliación de la oferta a la dinámica y
estructura poblacional.

• Enfrentar con políticas imaginativas y comprometidas socialmente la subutilización de


la infraestructura educativa no solo del subsistema sino de todo el sistema para apoyar
con más fuerza el aumento de la matrícula.

• Retomar el derecho a la educación a lo largo de la vida y seguir impulsando


programas para adultos mayores y universidades para estos adultos, así como los
programas de la universidad incluyente para indígenas y discapacitados y para jóvenes
de escasos recursos económicos.

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V Congreso Internacional de Ciencia Política

• Integrar los objetivos del Desarrollo Sustentable a la educación superior y reconocer a


la educación superior como un elemento estratégico para el logro del desarrollo
sustentable.

Consideración final

El riesgo de dejar al sector privado como principal alternativa para lograr avanzar en la
cobertura de la educación superior, implica ceder en la calidad de la educación, por
esta razón, el Estado mexicano para poder generar resultados satisfactorios debe
adecuar la legislación, asegurando el financiamiento plurianual que permita ejercer una
planeación transexenal, generando candados vinculantes entre los planes y su
financiamiento para que el tema de la educación superior obedezca más bien a una
planeación de Estado y no a una planeación de gobierno. Con lo cual, efectivamente se
podrá transitar por los terrenos de la universalización de la cobertura, para que ésta se
manifieste simultáneamente con los niveles de calidad deseados y así estar en
condiciones de cambiar la disyuntiva de ¿cobertura o calidad?, pasando a una
expresión en la práctica de cobertura con calidad.

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