“A aquellos que lo recibieron les trajo la luz y la paz,
entregad vuestras coronas y tesoros e inclinaos humildemente”
Esas palabras de Edith Stein sobre el Misterio de la Nochebuena recogen bien lo
vivido aquellos días, junto a los refugiados. 2002,2003, 2004… en Guinea Conakry Eran treinta mil personas, esperando que se acallaran las armas en Liberia. Refugiados supervivientes de una guerra civil que estaba arrasando un país entero. Habían llegado al campo, dejando atrás sus lugares de origen, separados de la familia, con heridas grabadas a fuego, que prolongaban en sus mentes los peores días vividos en Ganta, Tapeta o el condado de Lofa. No había más luz que las estrellas y las pequeñas lámparas de petróleo. Ni había más hogar que las lonas desgarradas sobre sus cabezas en medio de la selva. Se vivía con platos de soja o arroz y un pollo “masacrado” para docenas de personas, en el mejor de los casos. Ni un zapato nuevo, ni un traje de fiesta. Mi propia persona, caminar entre ellos, entre sus tiendas, me llevaba a las otras Navidades, a la otra manera de vivir y celebrar en Europa. Yo era Mr Scrooge. Mi presencia entre ellos me quitaba la paz, al golpearme con el realismo de encontrarme tan lejos y tan cerca de su realidad. A mí no me faltaba nada y sin embargo, sentía mis manos vacías y el corazón helado ante tanta miseria y sufrimiento. Me atreví a asomarme aquella noche a sus hogares como si quisiera traspasar una frontera invisible. Allí descubrí otra luz. Ellos esperaban con ilusión acogían al Salvador. Sí podían celebrar y compartían su alegría. Se prepararon con ayunos y cantos y se preocuparon de que nadie se quedara fuera. También hubo un sitio para mí en su fiesta. Allí estaba el mismo Dios en el corazón de la gente. Sentí que me envolvía su fe en aquella escena en este mundo roto del siglo XXI. Los que esperan en el Señor verán sus fuerzas renovadas. Una noche sin el ruido de los tiros era el mejor villancico. Una noche sin cava fue la mejor Navidad. Allí mismo, la noche se volvió día. Y su alegría me lo hizo conocer.
Edith Stein El Misterio de la Nochebuena. (Cueva)
es la hora de la plenitud una estrella en la noche oscura a aquellos que lo recibieron les trajo la luz y la paz entregad vuestras coronas y tesoros e inclinaos humildemente
luz que brilla en las tinieblas
El amor de Cristo no conoce fronteras, no se acaba nunca y
no se echa atras frente a la suciedad y la miseria. Cristo al subir al cielo no nos dej6 como huérfanos, sino que nos envi6 su Espiritu para que nos ensenara la verdad pIena.
Vivir eucaristicamente quiere decir asi, salir
por decision personal de la estrechez de la propia vida para crecer en la inmensidad de la Vida de Cristo. Quien busca al Senor en su propia casa no va a ocuparse mas solo de su persona y de sus asuntos particulares, sino que más bien comenzara a interesarse por los asuntos de Dios.
el Espiritu Santo, nunca dej6 de alumbrar en las tinieblas de
la humanidad …velas de adviento.
«Dios se deja buscar», dice San Agustin, «para
dejarse encontrar. Y El se deja encontrar para gue podamos buscarle nuevamente
La Navidad K Rahner Edit Herder
El Niño que nace es la Palabra, el Verbo de Dios, y sin embargo no
habla. Los recién nacidos no hablan. Pero el silencio de este recién nacido vale tanto como el sermón de la Montaña. Dios se ha hecho hombre.
El ha venido, El ha iluminado la noche
todo tiempo queda ahora abrazado por la eternidad.
la noche del mundo se ha vuelto dia
Aquí estoy , aquí estoy a tu lado. Yo soy tu tiempo.